Éste fic es escrito para Ficker DAT, con mucho cariño y una pena enorme por la tardanza :'v
Características: No pudo haber sido en su adolescencia, sino hasta que Jun maduró de esa fanática algo desquiciada, que Koushiro notó en ella algo que no se había dado cuenta antes. Sus palabras le cautivaban. Cuando ella hablaba, él podía identificarse con su situación, y eso le producía curiosidad. Y, siendo esta la virtud que más lo caracteriza, termina cayendo por ella. Quiero ver una Jun que, si bien tiene su esencia de ese personaje que todos conocemos, también ha tenido un cambio en sí misma, por temas de la edad. Y un Koushiro sorprendido ante su descubrimiento, porque nunca hubiera pensado que podría caer por Jun. Si bien tiene que ser romántico, me gustaría que no fuera fluff.
Disclaimer: Digimon no me pertenece.
Summary: "Sírveme café y acompáñame, entonces". Tenía muchas cosas que hacer, debía trabajar al día siguiente, su departamento se encontraría en completo caos para cuando él regresara al siguiente día, pero servirle café a aquella mujer y verla pintar, parecía ser la recompensa a un día desastroso.
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Capítulo 1:
«Un día desastroso»
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Resultaba casi irónico el cómo las masas se acumulaban, en cómo todos acababan caminando al mismo ritmo y sucumbiendo al mismo destino, como si fuesen parte de un rebaño inconsciente. Día tras día, levantándose a la misma hora, preparándose como siempre para ir al trabajo, teniendo que hundirse en la corriente cotidiana que la ciudad y el gentío exagerado obligaba.
Exhaló un suspiro cuando logró colarse en el tren que lo llevaba a su oficina. Tantas personas, tantas cosas en la cabeza. Era un correr interminable de vidas a su alrededor que no le interesaban en absoluto, mientras él pensaba en todo lo que quedaba aún por hacer. Tenía un trabajo exhaustivo en una empresa de tecnología, siendo el gerente de producción en la misma pero en donde trabaja incluso como uno más de los programadores, con horarios ajustados pero con un sueldo de ensueño para muchos.
A él no le molestaba trabajar, de hecho, encontraba satisfactorio el tiempo empleado en el mismo que a veces, se olvidaba del resto. Muchas veces fue el primero en llegar y el último en marcharse, como también era el primero en ceder sus días libres para continuar trabajando. Estaban experimentando con nuevos programas para reproducirlos y acoplarlos a la compañía, era emocionante, aunque su cuerpo podría decir lo contrario.
Koushiro Izumi nunca se hubo preocupado demasiado por su apariencia o de otra cosa que no fuesen sus asuntos con la informática. Su mejor amiga, Mimi Tachikawa, era la que solía ayudarlo a comprar prendas o elegirlas para salir cuando aún eran compañeros en la preparatoria, e incluso se animaba a decir que lo supervisaba en tiempos de universidad, cuando surgía alguna posibilidad de salir juntos, ella se empeñaba en vestirlo y prepararlo a su gusto.
Él no conocía de protestas contra ella ni contra muchas otras cosas. Era de los que rehuía de los conflictos, los problemas o cualquier otra situación que implicase un esfuerzo por encima del normal.
Quizá sea por eso que su jefe siempre se encargaba de llenarlo de trabajo extra y horarios fuera del estipulado, recompensándolo con librarlo de los conflictos que acarreaba su puesto de gerente de producción. Siempre había un intercambio equivalente, pensaba mientras veía la ciudad desde la ventana del tren.
Nadie se escapa a esa regla.
Si querías una buena vida, debías esforzarte por conseguirla. Si tienes una vida asegurada, habrá otros precios por pagar. Todos son víctimas de la ley de equivalencia. Todos están llamados a cumplir con algo.
Cómo él en esos momentos, debía asumir todos los beneficios de ahorrarse un vehículo y soportar la multitudinaria compañía que lo acompañaba ida al trabajo.
Sus ojos no se despegaban del vidrio empañado a causa de la baja temperatura y la vista empañada era atrayente para él. Era el encanto de la incertidumbre que generaba la niebla y la otra forma de observarlo todo.
Levantó los ojos por un momento, sólo para cerciorarse que el silencio en la oficina no era imaginación suya. Volvió a mirar la hora en su pantalla y corroboró que las diez de la noche había llegado. Un día completo dedicado al trabajo, sentía sus ojos cansados pero sus dedos seguían tecleando con ahínco. Estaba acostumbrado a ello y le gustaba.
Escuchó los pasos de dos o tres personas caminando fuera de la oficina y enseguida, oyó cómo se detenían al verlo aún en su puesto. Uno de ellos era su jefe, quien echó un silbido al verlo, encaminándose hacia él.
─De verdad que trabajas duro, Izumi-san ─Palmeó su hombro con confianza─. ¿No quieres ir con nosotros a algún bar? Mañana es sábado, después de todo.
Koushiro sonrió apenado a su jefe. Proponerle aquello era asumir que no lo conocía, pero quizá sólo lo decía por educación o porque sentía remordimiento de verlo trabajando hasta tarde mientras él, se daba de horas libres sin mucha justificación.
─Muchas gracias, pero regresaré a casa solamente. ─Cortésmente, como siempre─. Después de todo, mañana también cumplo media jornada, no sería correcto trasnochar ─Su jefe se encogió de hombros y se despidió sencillamente, al igual que los otros dos compañeros del departamento.
Un momento después, juntó sus pertenencias y se marchó del lugar. Las luces se fueron apagando y él retornó sus pasos hacia la salida. El último tren debía salir en media hora rumbo a su hogar, por lo que apresuró el paso hasta la estación.
Oír la voz en los parlantes indicando que el tren estaba por partir lo obligó a acelerar sus pasos, repitiéndose una y otra vez que no podía sucederle aquello.
Extrañamente, no comprendía cuál fue el detonante para que el último tren se marchase sin él. Siempre se esforzaba en su trabajo y eludía compromisos que no lo vinculara con la responsabilidad. Entonces, ¿por qué tenía que sucederle eso? ¿Es porque llegó hasta altas horas de la noche trabajando?
Se sentó con desánimo en el banco de la estación y miró a su alrededor. Ya nadie quedaba, estaba solo y abandonado. Al día siguiente tenía media jornada y aún tenía mucho por hacer. ¿Por qué? Seguía lamentándose.
Sacó su teléfono móvil. Sólo pudo verificar la hora y ver que tenía varios mensajes no leídos antes de que éste se apagara por falta de batería. Maravilloso, pensó. Volvió a guardarlo y se puso de pie, su apetito comenzó a llamar su atención y no se fiaba de lo que podría venderse por los alrededores. Desde muy joven se caracterizó por tener un estómago muy delicado.
Las luces a su alrededor y el movimiento céntrico de Tokyo lo inundaron. Demasiada celeridad para su gusto. Era viernes de noche, la justificación perfecta para salir a darle "sentido" a muchas cosas. Las personas otorgaron esa dependencia a un día en la semana que los hiciera sentirse libres. Era estúpido.
De todos los bares que circulaba, la música extenuante afloraba, haciéndolo acelerar los pasos. ¿No había un lugar menos ruidoso donde refugiarse?
Y entonces, cayó en cuenta de una cafetería abierta las veinticuatro horas del día, destinada a los viajeros cuyo tren los obligó a quedar varados allí. No tenía nada mejor que hacer, supuso. Un buen café y un sitio donde pudiese sacar su notebook para continuar trabajando era lo que necesitaba.
La puerta cedió a su cuerpo, oyéndose el timbre que anunció su llegada. Pocas personas se encontraban dentro y eso era motivante para Koushiro. La música era la acostumbrada en las cafeterías, relajantes y renovadoras. Se encaminó hasta una mesa con dos sillas, precisamente junto a la pared y una de las lámparas de techo otorgando la luminosidad ideal para él. Se encogió de hombros, ligeramente aliviado.
A penas tomó asiento, sacó su computador y enchufó su teléfono para que pudiese cargar la batería. Necesitaba terminar unas planillas para el día siguiente y aún iba por la mitad. Sentía sus párpados caérsele, pero sabía que debía terminar sus cosas.
─¿Ya te tomaron la orden? ─Le preguntaron. Koushiro volteó la mirada hacia la camarera, no pudiendo decir nada por un momento─. Hey, yo te conozco…
─Motomiya-san ─Nombró Koushiro tan sorprendido como ella de verlo allí. La hermana mayor de Daisuke Motomiya no había cambiado demasiado en todos esos años que no la había visto. Seguía usando el cabello corto y desarreglado, con aquel tono rojizo tan propio de su familia; llevaba algunas perforaciones y tatuajes en sus brazos, su cuerpo entallaba en una camiseta negra y unos shorts de jeans gastados. Grata sorpresa, pensó él.
─Sigues tan educado como siempre, Koushiro-kun ─Dijo con una sonrisa ladina. Sus orbes oscuros pasaron de él a la portátil─, y tan nerd como te recuerdo.
─Eh… Es trabajo ─Dijo señalando su notebook, pero ella se acercó para observar, casi invadiendo del todo su espacio personal. Koushiro tuvo que retirarse hasta compenetrarse contra el respaldo de la silla, todo lo que su cuerpo y ella misma se lo permitieron─. No es nada llamativo.
─Así que sigues en esa compañía informática que me comentó Daisuke hace algunos años, ¿no? ─Ella volteó a mirarlo y él sudó un momento frío, la chica seguía con su despreocupación característica. Recordaba la sensación que le provocaba a Yamato la presencia de Jun y de cómo conseguía violentar el espacio personal de uno.
─S…Sí, continúo allí.
─Oh, bastante tiempo, ¿no? ─Finalmente se alejó de él para recostarse contra la mesa en la que se hallaba él.
─Cumpliré diez años el siguiente mes. ─Apenas lo dijo Jun lo miró sorprendida e hizo un asentimiento de cabeza, como si estuviese procesando la información.
─Vaya, admiro a las personas como tú. ─Le palmeó el hombro y sonrió abiertamente─. Espero que al menos te paguen estas horas extras. ─Y como si no estuviese lo suficientemente incómodo tras sus palabras, la chica comenzó a reír al tiempo en el que sacaba una libreta y un bolígrafo de la parte trasera de sus shorts─. ¿Ordenarás algo?
─Quisiera un café negro cargado.
─¿Azúcar o endulzante?
─Endulzante.
─¿Te sirvo con algo más? ─Volvió a preguntar, levantando la mirada hacia el mostrador donde iban expuestas algunos dulces─. Tenemos tartas de manzana, naranja y…
─Sólo el café, por favor ─Interrumpió Koushiro. Ella sonrió y anotó en la libreta.
─Bien, un café recargado para el empleado del mes. ─Le guiñó el ojo y se alejó rumbo al mostrador.
Koushiro no pudo sino seguirla con la mirada hasta perderse tras la puerta que llevaba, de seguro, a la cocina. Se fijó entonces que no contaban con demasiados empleados o quizá la hora no ameritaba mucho respaldo.
Aflojó su corbata y exhaló. Estaba agotado, pero el deseo de continuar con sus cosas lo instaba a beber su café y seguir tecleando. No supo en qué momento exacto sus párpados fueron más pesados que su determinación, pero sencillamente, su visión se tornó negra y soñaba que yacía en su oficina terminando un trabajo pendiente de hace dos semanas.
Entonces, algo frío se estampó contra su cara y sus ojos se abrieron de par en par. Extrañamente, lo que recordaba tener enfrente, como lo era su notebook, café y manos tecleando, ahora se había convertido en el piso de madera.
─¡Lo siento! ─Escuchó por encima suyo. Volteó un poco los ojos y vio a una sonriente y avergonzada Jun mirarlo desde arriba.
─¿Cómo llegaste ahí…? ─Salió de sus labios, pero la pregunta correcta era, "¿cómo llegó él ahí abajo?".
─Quise llevarte arriba para que durmieras en forma… ─Dijo Jun encogiéndose a su altura para así ayudarlo a levantarse─. Estabas durmiéndote sobre tu computadora.
Koushiro, solamente para corroborar las palabras de la pelirroja, levantó la mirada a la mesa en la que recordaba estar hace un momento, su computadora encendida y su taza, de seguro, ya vacía. Entonces, miró al resto del establecimiento agradeciendo que solamente quedaban ellos.
Jun sonrió ante su rostro y le tendió una mano para ayudarlo a levantarlo.
─¿Hace cuánto no duermes en forma? ─Koushiro tomó su mano y ella lo reincorporó─. Luces terrible ─Dijo ella no pudiendo contener su sonrisa. Koushiro trató de no prestarle atención, pero el sonrojo ya se había instaurado en él. Avanzó hacia la mesa e iba a volver a sentarse hasta que Jun volvió a hablar─. ¿Qué se supone que haces?
─Mañana debo entregar un trabajo que…
─Olvídalo. ─Jun avanzó y cerró la tapa de su notebook, sin apartar su oscura mirada de la del hombre. Había suficiente demanda en ella como para apelar a una oposición. Terminó cediendo y es que en verdad se sentía cansado─. Vamos, tómate una ducha y descansa lo que puedas. Tengo prenda de Daisuke en mi ropero que creo pueda quedarte.
Koushiro no podía sino mirarla con extrañeza y no dio paso alguno de donde se encontraba. Ella notó que no la seguía, así que se volvió a mirarlo.
─¿Hablo en otro idioma quizá?
─Lo… Lo siento ─Se apresuró en juntar sus cosas y seguirla entonces. Seguía siendo la misma mujer enérgica que conocía, pero con un grado más de madurez. Una correcta pizca de años que la hacía notarse… Diferente.
Agradablemente diferente.
Jun siempre se caracterizó por tener un carácter fuerte, una energía desbordante y una atención puesta en su amigo rubio de la infancia. Muchas de esas cosas no cambiaron, por ejemplo, su carácter fuerte y su energía seguía siendo casi la misma de cuando aún eran adolescentes.
─¿Los has pintado tú? ─Preguntó Koushiro cuando salió del baño y observó un cuadro pintado al óleo en la que se encontraba una mujer desnuda sentada en una ventana mirando a la lejanía.
Jun, que estaba acomodando la cama para el amigo de su hermano, dirigió su atención al pelirrojo y luego a la pintura puesta contra la pared cercana al baño del lugar. Se acercó a él.
─Sí. Lo hice hace algunos años atrás.
─Es… hermosa ─Koushiro no dejaba de apreciar la pintura y fue por estar observando la pintura que era ignorante del sonrojo generado en la mujer.
─Gracias ─Dijo ella y entonces, él le dedicó una sonrisa─. Bien, pónte cómodo, ¿de acuerdo?
Al oírla decir aquello, Koushiro se enfocó en la cama que lo aguardaba. Se sonrojó enormemente y miró a Jun con cierta vergüenza. A ella sólo le bastó un momento para entender lo que cruzó por la cabeza del hombre, no pudiendo reprimir una carcajada.
─Si esto fuera una comedia romántica, tú serías la chica y yo el galán ─Le guiñó el ojo encaminando sus pasos a la puerta del cuarto─. No te preocupes y duerme.
─¿Dónde dormirás tú? ─Preguntó él.
─No tengo mucho sueño, así que estaré abajo terminando otro cuadro ─Le señaló algunos cuadros desordenados a todo el ancho del pequeño cuarto─. Suelo pintar para llamar al sueño. Descansa.
Él asintió a su despedida y esperó a que la puerta se cerrara para encogerse de hombros. Se sentía extraño con aquel encuentro tan extraño. Perder el tren y toparse con la hermana mayor de un amigo de infancia era bastante extraño.
Giró sobre sí y vio los cuadros que ella señaló anteriormente. Tenía bastantes. Entonces, el sueño fue reemplazado por la curiosidad.
Una curiosidad desconocida por la desconocida Jun Motomiya.
Tenía cuadros increíbles que nunca creyó que ella pudiese pintarlos. De hecho, era injusto decir aquello porque, en esencia, no la conocía demasiado, ni antes y mucho menos en la actualidad.
Los trazos eran efusivos y las expresiones dadas, muy marcadas. Era increíble como su personalidad podía plasmarse en lienzo. Volteó hacia la puerta por donde Jun se marchó a seguir pintando. Estaba cansado, es cierto, pero sus pies no se detuvieron por tal motivo. Koushiro salió de la habitación de Jun y donde oía movimiento de pinceles y otras cosas más.
Jun pintaba en su cafetería, empleaba el espacio vacío de clientela para su escenario privado, entre luces de lámparas, música en su teléfono y el pausado ritmo de una ciudad dormida. Era un escenario distinto, uno que no esperó nunca verla a ella como protagonista.
─¿Sucede algo? ─Preguntó Jun al verlo bajar de las escaleras que separaba lo comercial de lo privado. Koushiro se sonrojó al ser descubierto, claro que su intención nunca fue pasar desapercibido por ella.
─Sólo… ─Miró el lienzo con trazos en él y luego los ojos oscuros de Jun fijos en él─, sólo quería verte pintar…
Ella no se resguardó una risita, negando con la cabeza.
─¿Por qué? No creo que sea algo de otro mundo.
─… ─Koushiro retrocedió un paso. Estaba nervioso, o mejor dicho, ella lo ponía nervioso. Entonces, Jun le dio la espalda y tomó uno de sus pinceles de cerda ancha.
─Sírveme café y acompáñame, entonces ─La invitación, o mejor dicho, orden que Jun lanzó aquella noche lo instó a relajarse un poco. Vio la cafetera a un costado con el café recién preparado y negro.
Tenía muchas cosas que hacer, debía trabajar al día siguiente, su departamento se encontraría en completo caos para cuando él regresara al siguiente día, pero servirle café a aquella mujer y verla pintar, parecía ser la recompensa a un día desastroso.
Notas Finales:
Debo decir que AMO a Jun y toda pareja en la que ella esté incluida, me hace amarlo también. Así que, gracias Ficker por solicitar éste fick en mendigas y aceptarme el plazo indefinido x3
Espero que éste primer capítulo haya sido de su agrado, principalmente el tuyo, Ficker :3 Cualquier comentario, crítica o duda, sólo háganmelo saber :D
Me despido, sin más.
Besos~