Hola.

Nose como tengo cara para aparecer de nuevo, pero sepan que este fic está en mi mente constantemente.

Estoy atravesando un momento personal bastante especial. Me siento rara constantemente, que no encajo y que no me hallo en mi ambiente, así que escribir es la última de mis prioridades. Incluso la universidad está al final.

El fic entra en Hiatus hasta que pueda seguirlo. Tengo escrito medio capítulo más pero nose cuando podré terminarlo, además tenía el resumen subido en el doc manager de fanfiction y por no entrar a revisar se eliminó.

Sepan entender. Odio que me hagan esto con las historias que me gustan, pero en verdad no me siento comoda escribiendo ni haciendo muchas otras cosas en éste momento.

Los Personajes de pokemón no me pertenecen.


—Uno, cuatro, seis y doce— Enumeró Satoshi parado en una silla, mientras señalaba a Ash, Gary, Drew y Alain, en ese orden— A la cocina. Pero que cuatro no haga fuerza con el brazo.

—A ver si ahora Drew no confunde a la esponja de acero con un pokemón...— Dijo Gary entre dientes, causándole una risa a Ash y produciendo una mirada de advertencia dirigida hacia él en los ojos de Satoshi. Drew no reaccionaba del todo cuando lo llamaban de ese modo.

—Cinco y siete— Señaló a May, mientras buscaba con los ojos a Dawn— ¿Dónde está cinco?

—Durmiendo— Dijo May, quien compartía cuarto con Dawn desde que Serena se había ido a otro por seguridad. Misty había acabado compartiendo cuarto con Leaf y Marin, aterrorizando a ambas chicas muy seguido.

—Pues que se levante, sino tendrás que limpiar todos los pasillos sola.

—¿Qué? ¿Todos los pasillos? ¡Éste lugar está lleno de pasillos!— Exclamó, llamando la especial atención de Drew.

—Pues tendrás con qué entretenerte, y quiero todas las esquinas sin telas de araña.— Respondió Satoshi, sin interés— Tres, diez y once; limpiarán el hall central. Luego las habitaciones.

Misty sonrió de lado, mientras Leaf y Mairin se abrazaban mutuamente con miedo en sus ojos— ¿N-nosotras dos? ¿Solo con ella?

—Será divertido— Dijo Misty satánicamente— Especialmente porque ustedes harán todo el trabajo y yo no limpiaré nada.

—Dos— Los ojos azules de Satoshi se clavaron en los de un especialmente frío Paul. Le molestaban esas idioteces de jugar a la familia— Tú limpiaras el baño.

Paul resopló con fastidio. Detestaba esas situaciones, pero también detestaba esa cosa que Satoshi les hacía con el aura cuando desobedecían— ¿Solo?

—Es eso o un aturdimiento. Es tu castigo por fumar aquí dentro, cuando te dije desde el primer día que regresaste aquí que los pulmones de los demás no tienen la culpa de tus problemas emocionales.

—Tú tienes la culpa— Dijo entre dientes, mientras el gendarme Satoshi Ketchum abandonaba su posición y todos se dirigían a sus respectivos lugares.

Cómo era de esperarse, Paul le hizo minga de caso a Satoshi. Cerró la puerta del baño sin seguro, se colocó un cigarrillo entre los labios, y con su música Heavy Metal comenzó a... ¿limpiar?

Había tenido una infancia bastante problemática. Su madre envenenada, su rebelde hermano mayor, y su otro estúpido y cursi hermano, más esa tonta herencia por la cual su padre no lo dejaría jamás en paz. Eran muchos factores. Pero si había algo con lo que nunca había tenido que lidiar, era con la limpieza.

Antes de que su mamá cayera en ese estado, era ella quien lo hacía. Luego, su tía los cuidó un tiempo, quien contrataba a una señora que venía una vez por semana. Y en el tecnológico, pasaban las inspecciones mensuales porque Green le pagaba o convencía a alguna de sus muchas conquistas que limpie el toilette y guarde toda la ropa desparramada por ellos.

Así que lo único que hacía Paul era pasar con velocidad un cepillo de dientes con lavandina entre medio de las juntas de los azulejos de la bañera que casi quince personas usaban. Sinceramente, Satoshi podría haberlo castigado de peor manera. Cómo poniéndolo a limpiar el hall central y las habitaciones con Waterflower, la nueva Gabena y la niñita con nombre de planta, mientras las dos últimas morían de miedo. Frotar con el cepillo era desestresante.

Dejó salir el humo de sus labios sintiendo esa satisfactoria sensación que lo había hecho acudir al cigarrillo en primer lugar. Lo malo es que lo había tomado para arruinarse los pulmones, luego descubrió por qué la gente fumaba, y ahora entendía por qué quienes querían dejarlo no podían hacerlo. Era realmente adictivo. Y Paul no había intentado abandonarlo hasta que descubrió que Dawn no estaba muerta, y para ese momento era demasiado tarde.

La música a todo volumen, apartándolo de los gritos que probablemente se oirían en el exterior, le recordaban a esos clubes a los que había acudido. No eran discotecas. No soportaba las discotecas, ni su música asquerosa, ni a las personas que acudían. Eran lugares para personas totalmente rotas como él, que se complementaban temporalmente durante la duración de una noche.

Estaba tan ensimismado en el cepillado de las juntas, en el humo del cigarrillo y su música "de muerte" (cómo Dawn solía describirla) que no notó cuando alguien ingresó en la habitación, y luego le tocó el hombro con un dedo. Volteó con el ceño fruncido. Ninguno de ellos (antes de que todo se vaya al carajo) solía atreverse a molestarlo cuando se encerraba, y menos con su música "de muerte"

Excepto Dawn, claro, que se encontraba en paños menores frente a él con los brazos cruzados debajo de sus hermosos pechos libres de un brassier. Cubiertos solo por una fina musculosa.

Y con el ceño fruncido, claro. Lo aclaraba después, aunque lo cierto es que le miró la cara primero.

—¿Que quieres?— Le preguntó, fingiendo desinterés. Eso era algo que irritaba tanto a Dawn como a "Emily Rose". Su voz fue inaudible entre toda la música.

La peliazul frunció el ceño otra vez, indicándole con su mano izquierda que no podía oírlo.

Paul se encogió de hombros, indicándole que no le interesaba, y volteó para seguir con su tarea. Aunque ya sabía como seguiría esa situación.

Su música cesó de repente, dando lugar a un silencio que luego dejó de ser silencio cuando comenzaron a percibirse las voces de peleas de convivencia fuera del baño, con la puerta entrecerrada.

—Nadie toca mis cosas, Dawn, ni siquiera mi MP4— Le dijo, arrojando el cepillo dentro de la bacha del baño. Satoshi había confiscado su viejo teléfono, no sabía usar el otro que le había dado, y un MP4 con parlante era una de las pocas cosas que se llevó de Sinnoh al partir a Unova con Luna.

—Me importa un bledo lo que hagan los nadie— Respondió la chica, mientras Paul la ojeaba de arriba a abajo de nuevo— Interrumpiste mi sueño de belleza. Si eres de la servidumbre que se encarga de hacer la limpieza en este asqueroso lugar, además de ser un violador, hazlo en silencio. Y mi nombre es Emily.

—No deberías ir así vestida por todas partes, Dawn— Dijo Paul, sin dejar de mirarla, buscando provocarla. —Aunque lo cierto es que te encantaba llamar la atención. Seguramente eso no cambió.

Un ligero sonrojo apareció en las mejillas de la chica cuando Paul volvió a mirarla a los ojos. Le encantaría poder aprisionarla contra la puerta en ese instante y devorarle la boca, pero tenía que hacer su tarea despacio.

—¡Mírame a la cara cuando te estoy hablando! ¡Tengo que dormir ocho horas diarias para estar espléndida, y con tu música de muerte no puedo hacerlo!

El pelimorado sonrió para su interior. Era como si su felicidad (que obviamente no expresaba) fuese subiendo de a eslabones, comenzando con el hecho de encontrar a Dawn y culminando en cada vez que actuaba como antes de que todo se vaya al infierno.

—No es de muerte, ya te lo dije— Se acercó un paso a ella. Su sonrojo no había desaparecido, y aunque sus ojos estaban llenos de miedo elevó el mentón para enfrentarlo. Seguía siendo ella— En serio que no puedo dejarte salir con esa pijama. Sabes, ahora Alain y Brendan están aquí, además de que Drew no recuerda nada. Y ya no confío en Oak en lo que respecta contigo.

—¡Deja de mirarme, animal secuestrador pervertido!

—Son demasiados insultos para salir de una boca tan bonita, ¿no crees?

Satoshi los había citado a él, Ash y Balance en privado. Les explicó que era necesario conseguir las memorias de Dawn, Misty y Drew cuanto antes, y dados sus vínculos personales previos, tenían que pedirles que esten encima de su persona, cada uno respectivamente. Paul sabía que necesitaban ir a Hoenn cuanto antes, pero no había forma de recuperar las memorias de Dawn sin antes hacerlo. Así que Satoshi le sugirió que intente tratarla como siempre lo hacía, para que al menos se sienta a gusto en el lugar, o como demonios tuviese que sentirse para no ser una molestia constante.

Claro que Satoshi pautó una serie de reglas al hacer ésta petición. Cómo nada de encuentros a puerta cerrada, nada de tensión sexual y nada de contacto físico.

Pero Dawn estaba con un mini short y una musculosa casi translúcida. Tan translúcida que el solo hecho de mojarla podría...

Sumándole el hecho de que Paul se habia cagado en las reglas de Satoshi desde el minuto cero.

Tuvo que sacudir disimuladamente la cabeza para no sufrir... Consecuencias físicas evidentes. Algo que Paul había comenzado a hacer muy seguido además de fumar, emborracharse e incluso drogarse en ocasiones, era tener sexo con extrañas. No al punto de volverse adicto a ello como el cigarrillo, pero hacía bastante que no... Que bueno, que no se echaba un polvo. Y tenía frente a él a la chica que consideraba mas bonita y sexy en todo el mundo, con esa pijama que cientas de veces le había dicho que no usara aunque no lo recordara.

—¿Que no tenías que limpiar los corredores con Balance, cinco?— Cuestionó, sin alejarse un paso de ella e ignorando su comentario anterior.

—¿Disculpa?

—Cinco. Es tu número. Satoshi nos puso uno a todos.

Dawn se mordió el labio inferior. Paul estaba más caliente de lo que jamás había estado con ella, especialmente por el hecho de que su camiseta y la ducha junto a ambos le producían infinitas fantasías. No sabía si podría haber tenido los mismos pensamientos casi dos años atrás. Pero entre dieciseis y dieciocho había una diferencia, además de que no había estado tan expuesto a las relaciones sexuales cuando sus tonterías con Dawn comenzaron, sumando el hecho de que él solía rechazarla.

—Mi nombre es Emily Rose Cornelmann. Ni cinco, ni Dawn. Y sí, la niña castaña mal peinada que duerme conmigo me dijo que tenía que limpiar, pero yo jamás limpio.

Era como una versión de ella pero aún más fastidiosa y caprichosa.

—A Satoshi no le importa tu sueño de belleza, así que si no quieres sufrir consecuencias te recomiendo que hagas lo que te dice— No era cierto. Satoshi no usaría el aura con Dawn porque ella no sabía lo que estaba haciendo, pero cualquier cosa que pudiese irritarla serviría para satisfacerse así mismo y para acercarse un poco más al tipo de relación que solían tener. Y para que se marche del baño antes de que su erección se hiciera evidente.

—Yo no recibo órdenes— Se alejó un paso, dirigiéndose a la puerta casi cerrada.

—¿A no?— Se acercó un paso más, histeriqueando por completo. Era una de las cosas que odiaba y amaba al mismo tiempo que Dawn hiciera, y esperaba causar ese mismo efecto en ella— Yo creo que deberías.

—Deja de acercarte.

—¿Y qué si no lo hago?

Antes de que Dawn pueda responder, tomar el pestillo de la puerta y salir al corredor, Paul usó sus habilidades para aparecer frente a ella en una milésima de segundo, acorralándola contra la puerta.

—¡Diablos, no hagas eso tampoco!— Exclamó la chica, antes de percatarse de los ligeros tres centímetros que los separaban. O menos.

—¿Eso que?

—¡Correr como el aborto de pokemón que eres, y luego hablarme con tu asqueroso aliento a cigarrillo directo en la cara!

Ok. Eso último podía llegar a se molesto en serio.

Pero no por eso se detendría.

Pegó más su cuerpo al de ella, incomodándola más. Sintiendo cada porción de su anatomía totalmente pegada a él. Recordando aquella noche en casa de Drew, donde se habían escondido en la habitación de él y se habían besado hasta tener demasiado sueño para dejar de hacerlo. Paul ya no era vírgen para ese momento, pero sus ansias de hacerle el amor no eran tan grandes en ese instante como en aquel de ahora.

Colocó su boca en su cuello, dándole un ligero beso.

—¡Suéltame!— Dawn se retorció debajo de él —¡Deja de intentar violarme!

La besó otra vez— Si quisiera violarte ya lo hubiese hecho. Y si quisieras liberarte realmente también lo hubieses hecho.

—¡Por su puesto que quiero, y no puedo! ¡Me estás manoseando!

—¿Manoseando? Mis manos están junto a tu rostro— Bueno, lo estaban en ese momento. Pero medio segundo antes no lo estaba. Dawn abrió los ojos sorprendida— Tal vez eso es lo que quisieras...

—Si claro tonto, como no— Respondió la peliazul, rodando los ojos— Intenta usar la psicología inversa conmigo. No te servirá.

Paul dio una atípica sonrisa de lado sin despegarse de ella, mirándola a los ojos— Vaya, se ve que sabes mucho sobre el asunto.

—Pues sí, soy la chica mas deseada de toda la escuela, por supuesto que se sobre tácticas de seducción, por eso se que eso es exactamente lo que intentas hacerme.

—Ajá, sí— El ceño de Dawn seguía fruncido, pero no parecía estar poniendo tanta resistencia. Cómo si estuviese metida en la conversación— Sí, siempre me molestó eso de tí...

Dawn rodó los ojos otra vez— Sí, claro, cómo no. Por todos los años que llevamos de conocernos— Interrumpió

—Siempre llamando la atención, con ropa provocativa. Tentando a toda la escuela, teniendo a quien quieras detrás de tí, chillando y fastidiando para que todos te miren, para luego dejarlos con las ganas— Paul suspiró sensualmente cerca de su rostro— Histeria pura. La odiaba.

—¡Yo no soy ninguna histérica!

Diablos, era una versión de Dawn con todas esas cosas que amaba pero odiaba de ella a la vez, potenciadas por mil. Esa frase y "no hay de que preocuparse" eran como los slogan de vida de la chica.

—Claro que lo eres, Dawn. Y te molestaba que yo no cayera ante tí, te la pasaste siguiéndome y molestándome.

—Esa otra tontería obviamente nunca pasó. Igual que esa tonta copa Wacamole o como se llame que la niña castaña dice que gané.

—La copa Wallace— Dijo Paul, despectivamente. Su opinión sobre la coordinación pokemón jamás cambiaría, aunque siempre admitió que respetaba el trabajo de Drew —Tú eres coordinadora. Peleaste contra Balance y la venciste.

—¡Ja!— Gritó Dawn, esfusivamente— ¿Coordinadora? ¿Yo? ¡Por todos los cielos, de todas las tonterías que dijiste esa es la más descabellada! ¡Los pokemón están mal vistos en Ciudad Petalburgo, donde yo nací!

Paul fingió enojo, girándola para presionar su espalda contra la pared en vez de la puerta— Tu eres una coordinadora de Pueblo hojas gemelas, o Tweanleaf como se lo conoce en las regiones del Norte...

—¿Donde inventaste todas esas cosas, eh? ¿En tu nube de marihuana?— Interrumpió Dawn, haciéndose la irónica mientras comenzaba a forcejear un poco con él. Aunque era como si una parte de ella quisiera que él continuara.

—Siempre quisiste ser una coordinadora como tu mamá, que aunque su trabajo me parece estúpido como el de todos los que hacen eso, fue de las mejores en su tiempo según dicen los que supuestamente saben...

—¡Mi mamá no es coordinadora!

—Te conocí porque Ash Ketchum fue mi rival cuando viajé por Sinnoh. Tu viajabas con él. Una niñata fastidiosa, con tu estúpida falda y tu pinguino chillón— Diablos, se había enamorado perdidamente de esa falda y todo el paquete que venía con ella cinco años después.

—¡Ya cierra la boca!

Tal vez no era la forma más pacífica de lograr su objetivo. A diferencia de Ketchum y Balance, Paul tenía que hacer a Dawn más tolerable para la convivencia, ya que hasta que no le dieran fin a toda la situación que había generado Kinomoto, ella no recuperaría sus verdaderos recuerdos. En síntesis: Tenía que hacer que Dawn le creyera. Que todo lo que cree es real, no lo es.

Y la única forma de hacerlo, según había llegado a concluír con Satoshi, era aprovechando esos vacíos mentales que Kinomoto había omitido. Paul no lo entendió al principio. Satoshi llamó vacío mental a aquellos recuerdos que Kinomoto quitó, pero no reemplazó. Cuando le borró la mente a Misty, Kinomoto tomó cada uno de los aspectos de su vida y los reemplazó con otros, similares o diferentes, como si fuesen piezas de un rompecabezas con la misma forma pero diferente contenido. Probablemente Misty y Drew también tenían éstos vacíos mentales, pero aún no descubrían cual era la tecla que los activaba y conllevaba a una reacción. Reacción que, en el caso de Dawn, eran los desmayos.

Y la tecla era su hermana Luna (que cada vez que Dawn la veía le producía un desmayo) y el asunto de su nombre completo, Dawn Berlitz. Kinomoto no reemplazó la parte de las memorias de Dawn que incluían a Luna, por lo que cada vez que se traía el tema a la luz le generaba desmayos porque su mente intentaba encontrar algo que no se ubicaba allí. Lo mismo ocurría con su apellido, Berlitz, que a su vez conducía a su mala relación y rechazo hacia su padre, cosa que Kinomoto tampoco había reemplazado con nada.

Satoshi creía que Arnold no se había molestado en rellenar esos huecos porque Espeon ya no estaba dentro de Dawn. Además, el seguramente no tenía acceso a qué recuerdos quedaban sin reemplazo y cuales no, por lo que no notó que hechos con semejantes magnitudes en la vida de la chica habían quedado como agujeros en su mente.

Sabía que Dawn acabaría desmayándose si nombraba los temas directamente... Y si no se desmayaba, cada vez que se acercaba a ellos se ponía así de furiosa. Porque un hecho siempre conllevaba al otro, y cuanto más cerca se estaba del final de la cadena, más le afectaba.

—Piplup es tu pokemón inicial.

—¡Piplup solo me defendió de violadores como tú, y como gratitud lo escondí para que no lo mataran en Petalburgo!

—Comenzaste el tecnológico con Waterflower y Balance. La verdad aún no me se sus nombres, pero son tus mejores amigas. Así que mientras estuvimos juntos tuve que tolerarlas...— Siempre y cuando considerando que hayan estado juntos alguna vez, ¿No?

—¡Mis mejores amigas se llaman Amy y Hayley!

—También toleré tus mentirotas, eres experta mintiendo. Aunque yo no te lo creo.

—¡Sueltame!— Dawn comenzó a forcejear con más fuerza.

—¿Segura que quieres que lo haga, Dawn?

—¡Emily! ¡Emily Rose Cornelmann! ¡Y dejame ir!

—¡Tú nombre es Dawn Hikari! ¡Así quieres que te llamen, con el apellido de tu mamá!— Gritó Paul, mientras la sostenía con algo más de fuerza.

—¡Emily, Emily, Emily!

—¡Dawn Hikari! ¡Naciste el 13 de septiembre del 1999! ¡Tienes diecisiete años!— Paul había perdido esa calma que le había brindado su excitación al principio. Porque su paciencia siempre fue limitada, y el hecho de que Dawn estuviese reaccionando como él quería, pero sin... sin ceder... Lo volvía loco...

La quería de vuelta. Con todas sus fuerzas.

Casi con la misma fuerza con la que le sostenía las muñecas en ese preciso momento.

—¡Ya suéltame!

—¡Odias la comida chatarra y solo comes helado cuando estás enojada!

—¡Tú no me conoces!

Paul la besó a la fuerza. Aunque casi ni fue un beso. Fue más como presionarle los labios para que se callara. Para que él pudiese mirarla y describirla como si su hermosa persona estuviese ahí dentro todavía. Dawn obviamente corrió la cara con asco.

—¡Eres la segunda al mando en tu estúpido grupo de payasas saltarinas, con ese disfraz del colegio!

—¡Ya para, por favor!

—¡Tu primer beso fue conmigo, y querías que tu primera vez en la cama lo sea también!

—¡Quema!

Su grito fue mucho más desesperado. Paul abrió los ojos como platos, en el mismo momento que la soltó y retrocedió con una velocidad sobrehumana a la otra punta del cuarto. En ese mismo instante, Balance entró preocupada, como si hubiese venido corriendo.

—¡¿Qué rayos...?!

En el mismo momento que May abrió la puerta, Dawn salió corriendo. No sin antes de que Paul viese las marcas rojas de quemaduras en sus muñecas.

Sintió que perdía el equilibrio durante unos segundos, mientras expulsaba a Flareon de su cuerpo. Estaba tan ensimismado en sus propios deseos que... que la había lastimado físicamente. Se sentía completamente egoísta (cosa que jamás le pasaba cuando se cagaba en el resto del mundo) y a la vez inútil. Porque fue una de las pocas veces en su vida que no pudo controlarse, y no había logrado el cometido.

Tenía que haberla dejado ir a la primera.

Pero su cuerpo estaba ahí. ¿Por qué ella no?

¿Por qué quien se había transformado en todo lo bueno que había tenido alguna vez, lo dejó sin nada de repente?

Y ahora... Ahora creyó que lo tenía de vuelta. Todo eso bueno. Todos esos estúpidos impulsos de hacer algo por alguien, de arriesgar su vida. Diablos, impulsos hasta de sonreír, cosa que nunca hacía.

Pero solo tenía el empaque.

—¿Paul?

Balance se encontraba parada frente a él, que se había arrastrado por la pared contigua del baño hasta quedar sentado en el suelo pegajoso. Solo podía ver sus botas con cordones y la calza del uniforme que Satoshi le había dado.

—Lárgate, Balance— Le dijo, antes de que haga la gran Waterflower y le de la regañada de su vida, o peor, que intente consolarlo. Aunque según tenía entendido, May le tenía bastante miedo. Y no habían quedado en buenos términos (aunque nunca se consideraron amigos) después de esa conversación general, donde acordaron... bueno, matar a Kinomoto.

—Tienes que controlarte. Dawn en serio no tiene idea de quien es. Y tu no estuviste en su lugar, así que no puedes saber lo que se siente que de repente te digan que no eres quien tu crees— Dijo May, algo tímida.

Diablos, estaba intentado consolarlo.

—Dije que te largues— Repitió, aún sin mirarla a la cara.

—Bien, me voy a ir, porque ya se que no eres paciente para hablar de tus cosas, y menos conmigo— May se dirigió a la puerta, y Paul pudo presentir como se detuvo antes de cerrarla del todo— Pero de todas formas... No te sientas culpable.

La puerta ya estaba cerrada, para cuando el pelimorado se había dignado a mirarla y fusionarse otra vez con Flareon.


Gary resopló con fuerza, mientras subía la almohada algo más pegada al cabezal de la cama. Las sabanas se sentían bastante mejor que hacia un año, probablemente por el inmenso esfuerzo que había puesto Delia en que se encontraran suaves y confortantes para ellos. Y aunque Mairin había hecho un buen trabajo curando su brazo, aún sentía un par de puntadas cuando lo movía. Satoshi había dicho que eso era porque la chica aún no dominaba bien sus habilidades, y que hasta dentro de tres días no podría ni entrenar ni tampoco debería usar sus poderes.

Así que ahora se encontraba con el torso descubierto bajo las sábanas, mirando el cielorraso con hongos de la humedad y agradeciéndole a Delia por ser tan atenta y molestarse en haber dejado las sábanas de su cama tan suaves, además de que le traía la comida a la cama y cada tanto varios libros viejos de Satoshi sobre investigación pokemón para que tuviese con qué entretenerse.

Pero aún así se sentía algo frustrado y aburrido. Quería terminar su conversación con Serena por un lado, pero por el otro quería salir a molestar a las chicas con Ash, y fingir que nada de toda ésta maldita situación estaba pasando. Se acomodó contra el cabezal y abrió su ejemplar de "Células reproductivas en los Corsola: el misterio de los pokemón de agua" para seguir leyendo. Trataba sobre las propiedades curativas de las células madre de éstos pokemón, y que no se explicaba como sanaban al instante sin ningún tipo de poder o tratamiento.

Casi se le para el corazón cuando la puerta se abre de golpe, y en cuatro segundos y medio tenía a quien la abrió junto a su cama y escuchó su voz chillona

—¡Yo solo quería saber como estabas!

Gary quitó su cara de sorpresa para transformar su mueca en un ceño fruncido. Leaf lo miró, y se sonrojó y volteó al notar que no tenía camiseta.

—¡Cielos! ¡¿Cómo puede ser que estés desnudo?! ¡Cualquiera podría entrar aquí!

—Niña tonta y estúpida— Dijo Gary, achicando sus ojos avellana y mirando la cabeza de Leaf de espaldas, con su largo cabello castaño ceniza peinado en dos trenzas desprolijas —Éste es mi cuarto y era el de Paul también. Tú deberías tocar antes de entrar así como si nada. Y no estoy desnudo.

—¡Lo siento mucho, ya me voy!— Exclamó la chica, avergonzada, a la velocidad de la luz, mientras sus bracitos se mantenían firmes como los de un robot y daba un paso con las piernas igual de tensas.

El castaño rodó los ojos. Se sentó separándose de la cabecera de la cama y la tomó de la muñeca antes de que se alejara, tirando de ella para obligarla a sentarse en la cama con su brazo lastimado, aunque se guardó el quejido para sus adentros.

—¡¿Q-q-que crees que haces?!— Titubeó la castaña, aún sin mirarlo. Era tan vírgen. Tenía los pantalones del pijama puestos, además, ¿nunca había ido a la playa o algo así, como para ver a chicos sin camiseta?

Claro que Gary y su ego reconocían que tenía un físico excelente, y que quizás ésto había perturbado hasta a la tonta de Leaf.

—¿No querías hablar conmigo?— Preguntó el castaño, con cara de pocos amigos, soltándole la muñeca y notando lo pequeña que era en su agarre.

—¡Sí, pero no desnudo, gusano promiscuo!— Respondió alterada la chica, otra vez. Miró hacia todas partes con velocidad, hasta que finalmente tomó la camiseta azul que se encontraba hecha un bollo a los pies de la cama— ¡Póntela!

Leaf se la tiró al pecho como si de una pelota se tratara. Gary se le había quitado anteriormente porque tenía calor, pero no iba a echar a Leaf de la habitación solo por ello.

—Que inmadura eres— Gary pasó los brazos dentro de las mangas de la camiseta para luego pasársela por la cabeza— ¿Sabes? Si algún día esperas tener hijos tendrás que tener sexo. Y eso se hace contigo y el pobre que te quite la virginidad completamente desnudos.

Leaf ya había girado su torso en su dirección, segura de que se encontraba con el pecho cubierto. —Pues eso será especial, mientras tanto no tengo qué verte en ese estado.

—¿Qué diablos quieres, Leaf?— Preguntó el castaño, tratándola mal porque tratar bien a una mujer que no sean Misty, May o Dawn sin intentar algo más con ellas le era difícil. Y Leaf no le atraía ni un poco. Se recostó despreocupadamente contra el respaldo de la cama otra vez.

—Yo...— La chica tragó saliva antes de fijar sus ojos verdes en el brazo del nieto del profesor Oak— Sólo quería ver como estaba tu brazo... Y saber qué pasó.

Gary se sacudió el cabello y bostezó, fingiendo desinterés— Bueno, Serena y yo tuvimos una conversación algo tensa. Y ya sabes, con toda esa cosa de Yvetal que Satoshi explicó ella se pone irritable con bastante facilidad.

Leaf lo miró con esa mirada que hacía cuando no sabía si su pregunta sería desubicada o no, esperando la aprobación de Gary para hacerla. Era algo a lo que ambos se habían acostumbrado tras haberse reunido en secreto durante tanto tiempo. —¿Puedo preguntar...?

—Mira, en realidad no es de tu incumbencia— Contestó Gary, colocando ambos brazos detrás de la cabeza. Leaf giró la mirada con un ligero sonrojo que el castaño decidió ignorar— Pero como eres una niña que nunca ha tenido una relación, te contaré de Serena para que sepas lo que no debes hacer cuando encuentres al pobre que te quite la virginidad.

La ojiverde no volvió a fijarle la mirada encima— Si no vas a hablar en serio sólo dime que estás bien y me marcho.

La puerta estaba abierta, así que Gary sabía que no había nada en la situación que pudiese incomodarla. Es decir, Gary podría cerrar la puerta con una bola de sombra, pero la pequeña castaña enloquecería. Sin embargo, le estaba proponiendo irse, como si tuviesen poco tiempo como en el tecnológico.

—Me gustaba Serena— Soltó de golpe. Los ojos verdes de Leaf se fijaron en los suyos avellana. Un repentino deje de dolor había aparecido en ellos, aunque quizás era que la seriedad de la conversación se estaba concretando como ella quería, y no era algo a lo que Gary estuviese acostumbrado que pasaba. Siempre se molestaban y terminaban hablandolo todo de todas formas— No se como ocurrió...

—Yo sí— Interrumpió Leaf— ¿Acaso no la viste? Ella es perfecta. Es rubia, tiene los ojos celestes, es alta, tiene un cuerpo del infierno, es la princesa de Kalos, y cuando no está enojada es encantadora. Tanto que hasta por momentos te quita el mal humor de estar aquí dentro.

Gary se guardó varios comentarios para sacarla de quicio, como de que era lesbiana o algo así— Si bueno, pero seguramente sabrás que estuve con muchas chicas tan bonitas como Serena, y ninguna me gustó en serio.

—¿Qué si lo se...?

—Oye, querías hablar en serio, me estoy conteniendo— La interrumpió

—Lo siento.

—En fin... Aún no logro entender cómo sucedió. Serena es una de las pocas chicas a las que traté bien desde el principio sin querer terminar en algo con ella. Supongo que el hecho de que May y Drew por un lado y Paul y Dawn por otro estuviesen algo así como juntos, y que Ash finalmente notara los sentimientos de Misty, nos dejaba a mí y a Serena algo apartados. Además de que ella estaba mal cuando pasó lo de Ash y Misty... Y bueno... Yo estuve ahí para ella.

Leaf había cruzado sus piernas como indio sobre la cama de Gary, mientras éste corría las suyas para hacerle lugar. Su mirada era curiosa como la de una niña, y jugaba nerviosamente con las mangas de su pijama XXXL.

—Se sintió bien, creo... Estar ahí para ella. Sentir que alguien me necesitaba. Y cuando menos lo noté, ya me molestaba que otros chicos se le acerquen y me dolía que llorara por Ash, porque significaba que aún lo quería a el.

—¿Estabas...? ¿Estabas enamorado de ella?— Ese ligero deje anormal seguía presente en sus ojos verdes, aunque la mirada de Leaf iba de los bordes de sus mangas a los ojos avellana de Gary.

Gary abrió la boca para responder, pero luego la cerró y pensó durante unos momentos más antes de hablar— No sé si enamorado es el término. Pero se volvió algo importante en mi vida y me molestaba. Nosotros al principio creíamos que lo de los Eevee era temporal, que encontraríamos a quien los creó y problema resuelto, vida normal otra vez. Y mi vida normal no era con Serena en ella. Mi vida normal era copiarme las tareas que no quería hacer, estudiar para ser investigador y estar con la chica que yo quisiera.

—Y seguramente te enojaste con ella.

—Bueno, sí. No echandole la culpa de lo que me pasaba, sino por ser tan... vulnerable y débil...

—Es cruel que le digas así. Serena seguramente se acuerda de cada momento donde le hiciste ver que la notabas de ese modo, y con ese Yvetal malvado dentro de ella... Debe enfurecerse mucho.

—Bueno, dudo que alguien se atreva a decirle algo ahora— Gary movió ligeramente el brazo— Casi me mata.

—¿Cómo te sientes con eso?

—Bien... Duele un poco cuando hago fuerza con él, pero Mairin se encargó de lo peor.

—Siento no haber venido antes. Pero ya sabes, Satoshi está fascinado con las coincidencias entre no se que cosas científicas, y se la pasa haciéndome pruebas. No tuve tiempo de venir antes.

Gary se encogió de hombros— No me importa. Yo no te pedí que vinieras. Ni siquiera te extrañaba

Mentira. Como seis veces mínimo se le había ocurrido inventar una excusa para que Leaf simplemente fuese a charlar con él. Le había costado aceptarlo, pero eso se llamaba extrañamiento.

—¡Cielos, por qué no puedes hablar como una persona normal por una vez en tu vida!— Se enojó la castaña.

—"¿Por qué no puedes hablar como una persona normal? bla-bla-bla"— Se burló Gary, imitando su vocecita.

—¡Eres tan estúpido, Oak, gusano promiscuo!— Se quejó Leaf, con una ligera sonrisa, mientras le daba un golpe en el brazo sano.

—Ou, espera. Eso dolió demasiado... Creo que tendrás que llamar a Mairin para que me cure de nuevo— Ironizó

—Podría romperte el brazo si quisiera— La castaña flexionó sus codos a los costados de su cabeza. Cómo más de la mitad de la manga del pijama se hizo notar en ese momento —Después de todo soy la encarnación humana de Arceus, ¡ja!

Gary le bajó los puños con suavidad, soltándola cuando creyó que ya había habido demasiado contacto— Suplente, Leaf. Y no juegues con eso. Sabes lo importante que es, ¿verdad? Espero que Satoshi no muera antes de tiempo, porque es una tarea muy pesada.

—Bueno mira, para que lo sepas ya estamos entrenando, por eso no vine a verte antes— Se defendió Leaf, a la velocidad de la luz— Yo podría hacerlo de todos modos.

—¿Ah si? Dime los cuatro pares complementarios— La desafió Gary, con los brazos cruzados.

—¡Rayo y hielo; fuego y hada; agua y tierra; luna y sol!— Contestó, como si estuviese esperando una estrellita dorada a cambio

—Bien hecho... Ahora dime cuales pertenecen a Yvetal y cuales a Xerneas.

—B-bueno... Aún no llegamos a esa parte...

—Ja. Y eso que estaba en el círculo de poder del pizarrón— Gary volvió a relajarse contra el respaldo— Ya ríndete Leaf, y reza por la vida de Satoshi

—No me rindo por esas cosas ya lo sabes...

Gary se quedó esperando a que la chica continuara, para volver a inventar un comentario ingenioso y burlarse de ella otra vez. Sentía que el tiempo pasaba por primera vez desde que había comenzado a hacer reposo, y de algun modo le gustaría recordar a Leaf con esas trencitas desprolijas. Pero la castaña se miraba las mangas de la pijama otra vez, mientras jugaba con ellas. Gary se sentó recto, como más cerca de ella, algo preocupado ante su silencio.

—Oye... Además de lo del brazo... Yo quería...

—No salgo con vírgenes y menos menores que yo. Lo siento— Interrumpió

—¡¿Qué no puedes ponerte serio de una buena vez?!— Exclamó con esa gracia que le provocaba una sonrisa interna— Quería agradecerte por traerme aquí.

Gary la miró con rareza— ¿Estás loca? Este lugar es un asco. Aunque está mejor ahora que la Sra K está aquí.

—Bueno, pero ahora se que no hay nada malo conmigo— Continuó Leaf, con la seriedad y la inocencia de siempre en sus orbes verdes— Se que no estoy enferma, y que no soy una loca por no estar de acuerdo con Kinomoto en la escuela.

¿En serio ella tenía la capacidad para creer que había algo malo con su persona?

—No lo estás, Leaf. No estás ni mal ni enferma, y yo nunca creí que lo estuvieses— Dijo Gary con un tono algo tierno, que se encargó de borrar a los pocos segundos—Bueno, además de tu problema con los talles extra grandes y alguna que otra de tus manías, creo que estás bien.

La chica no se enojó como creía, sino que le dedicó una pequeña sonrisa.

—Gracias.

Esa palabra, con ese tono de voz, y la expresión en su rostro.

Rayos, lo había conmovido.

Eran esas situaciones en las que creía que podría llegar a sentir cosas por Leaf. Pero claro que no duraban mucho. Solo bastaba con ver su pecho chato para cerciorarse de que no lo atraía en lo sexual en lo más mínimo, y que simplemente le tenía un gran, gran aprecio que jamás, jamás admitiría.

—No tienes que agradecerme. Te lo debía después de ayudarme— Podría haber hecho mil comentarios sarcásticos, pero no quería romper el tono que había adoptado su voz cuando dijo esa palabra.

—Tenía miedo. Desde pequeña no me entendí con mi famiila, siempre me tuve a mí misma. Y si algo me pasaba... Yo no sabía a quien acudir. Porque casi siempre estuve totalmente sola.

—Que boba eres, desde que comenzamos con ésto yo jamás...— No se lo había dicho con ternura, y se había detenido antes de que Leaf lo interrumpiera porque no quería sacar ese tono de su voz.

—Lo se, jamás estuve sola. Y aquí están May, Ash, hasta Mairin, y tampoco me siento sola con ellos al rededor— Le dedicó otra sonrisa mucho más amplia— Gracias, en serio.

Gary se detuvo a apreciarla unos segundos. Le surgieron ganas de atraerla a su pecho y acariciarle el cabello aunque tuviese las trenzas despeinadas.

Pero no era lo típico en su relación. Tal vez lo hubiese hecho con otra chica. Pero no con Leaf.

Así que tomó una de sus almohadas y se la arrojó en la cara.

—¡¿Qué diablos haces, Oak?!— Chilló otra vez, mientras tomaba la almohada entre sus brazos.

—Hacer que dejes de decir cursilerías. Ya me empalagaste.

—¡Cielos, no se porque rayos me molesto contigo!

Gary iba a responder, pero la puerta abriéndose del todo y su maldito chirrido de película de terror lo interrumpió. Satoshi apareció en el umbral.

—Leaf. A entrenar— Dijo el azabache, con sus típicas ojeras y esa misma ropa de siempre. Gary esperaba que tuviese muchos cambios iguales, ya que usar el mismo jean y la misma camiseta todos los días debía de ser algo mugroso. Y eso que él no era un obsesivo de la limpieza.

—Pero creí que por hoy ya estaba— Respondió la castaña, bajando sus piernas a los lados de la cama de Gary— Mire, tengo la pijama y todo.

—Bueno no importa, solo será algo teórico muy corto— Satoshi se alejó del umbral, sin antes hablar otra vez— En la puerta de mi laboratorio ahora, rápido.

—Uish, creí que ya todo estaba— Leaf se puso de pie— Bueno, gusano promiscuo— Le dijo a Gary, con las manos en las caderas— Espero que tu brazo se mejore, aunque no dejarás de ser un tonto porque se te pase el dolor.

—Claro que no, cielo— Respondió el castaño con desinterés, mientras tomaba su libro de nuevo, aunque estaba algo desanimado porque Leaf se vaya —Si te cruzas a Ash dile que suba.

—De acuerdo— Leaf salió de la habitación, aunque Gary la escuchó hablando sola por el corredor— No se porque quiere enseñarme tantas cosas. Ni que fuese a morir o algo.

Gary intentó pensar en su libro y pasar por desapercibido el comentario inocente de Leaf.

Pero le fue imposible, y otra vez renació la desconfianza en su padrino.


Calem golpeteó la mesa con sus dedos otra vez, esperando provocar aunque sea un poco a la rubia. Aunque sabía que sería difícil. La razón por la que Serena se enojaba prácticamente por nada era el Yvetal dentro de ella, y Xerneas anulaba sus poderes con tal efectividad que Kalm no le resultaba irritante en lo absoluto.

A diferencia de otras épocas, donde Kalm solía ser lo único que la irritaba.

—Es probable que no te ataque— Dijo Serena, fregando la mesada. Limpiar la cocina después de que todos se vayan a dormir parecía ser de sus actividades preferidas —Porque sabes que estando cerca de mí no me violento tanto— Dobló el trapo con sus delicadas manos para luego dirigirse al grifo y lavárselas— Así que ese ruidito no me irrita como tu quisieras.

—Sabes que no hay otra forma que me guste para llamar tu atención.

Serena volteó. Volteó riéndose. Con color en su rostro. Con el cabello corto despeinado. Con sus delicados hombros, como todo lo que era de ella, moviéndose al compás de dicha risa.

Se había permitido sentir, y Calem sabía que si la leyenda dijera que solo él debía morir, lo haría por ella.

Y que de algún modo el hecho de que él sea la única anestesia para el enojo constante y la violencia de Serena, lo habían hecho egoístamente feliz. Porque habían acordado no acercarse uno al otro nunca más, porque habían nacido para ser opuestos. Pero que ella quisiera matar a todos y que solo él pudiese evitarlo, lo obligaba de algún modo extremadamente satisfactorio a pasar todo el rato con ella.

—¿Y por qué querías llamar mi atención?

La pregunta de Serena lo trajo de nuevo a la tierra, borrando de su mente la imágen de Serena en el sofá de su antiguo departamento sonriendo por primera vez desde la muerte de su madre, con el cabello largo, una sudadera de Kalm y un pote de helado en la mano. A la vez se borró su sonrisa.

Y también la de la rubia.

—¿Qué ocurre?

Calem lo pensó dos veces, mientras presionaba los labios, antes de tomarle las manos y suspirar.

—Hablé con Satoshi hace poco. Sobre Xerneas y Yvetal.

Serena entreabrió sus labios brillosos y sus ojos mostraban preocupación.

—¿Sabe como detenerlo?

No era bueno dar rodeos en éste tipo de situaciones. Calem recordó cuando esperaba a que las enfermeras le dijeran si sus padres habían sobrevivido al ataque de los ladrones. A cada una que pasaba les hacía cuestionamientos. Y todas lo miraban con lástima, y decían "esperamos a que llegue tu familia, cielo, tu quédate ahí sentado". El suspenso de no saber que pasaría, ni con sus padres ni con él, había comenzado a forjarlo por dentro como alguien impaciente. Más aún porque las tontas enfermeras no comprendían que su familia no llegaría, porque solo eran ellos tres. Hasta que Satoshi llegó, y le aclaró la realidad como si él no fuese un niño de diez años.

—Ya no se puede detener, Serena— La rubia abrió la boca para hablar, pero Kalm fue más rápido —Yvetal terminará dominandote tarde o temprano.

Serena hizo una pausa, y se deshizo de su agarre con velocidad. Cómo si no quisiera contención en ese momento tan importante, aunque a Calem le pareció que no fue intencional.

—P-pero cuando tú estás cerca de mí... Además, luego Kinomoto... Bueno, ya sabes, lo vamos a detener, y ésto que siento... —Titubeó

—Lo que ocurre con Yvetal ya no tiene nada que ver con Kinomoto. Lo que ocurre con Yvetal es el tipo de desequilibrio para el que generalmente Arceus prepara a un elegido que luego acompaña a los otros siete. Kinomoto provocó que Yvetal despierte en tí, pero aunque lo quitemos de la ecuación... Seguiría siendo igual.

Serena volvió a mirarlo a los ojos. Celeste con gris. Objetividad contra sentimientos.

—Pero tu estás conmigo— Volvió a tomarle las manos. Como gesto de desesperación. Como buscando un ancla lejos de tierra firme— Cuando estás conmigo todo está bien.

—Serena— El tono de Calem hizo que lo soltara otra vez— Si Kinomoto desaparece, si sus acciones acaban y todo vuelve a ser normal, Yvetal seguirá ahí. Molestándote y enfadándote hasta hacerse completamente con tu cuerpo. La única forma de que no produzca un caos con la misma magnitud del que creó éste maniático es que yo esté contigo las veinticuatro horas todo el día.

—Bueno, ¿Tienes algún problema con eso?

Se sonrojó ligeramente.

Claro que no

—Por supuesto que sí, muchos— Respondió con desinterés— Pero eso no es lo peor. Es que aunque aún no ocurrió, qué tu estés manejable debilita al Xerneas que encarno. Y finalmente acabará por matarlo, y ya no habrá nada que impida que Yvetal te tome por completo.

La cara de la ex poseedora de Sylveon daba la sensación de que le habían diagnosticado una enfermedad de la que jamás se curaría. Bueno, era más o menos lo que acababa de pasar.

—¿Y qué dijo Satoshi?— Preguntó Serena, con los ojos celestes caídos fijados en un punto cualquiera de la mesa.

Calem suspiró y volvió a tomarle las manos a la fuerza.

—Hay otra parte de la leyenda que Satoshi no le dijo a nadie...— Fijo sus ojos en los de la chica para cerciorarse de que tenía su atención— Satoshi no se enferma. Es mortal como todos, pero no morirá prematuramente por ningún tipo de enfermedad, es decir, su corazón un día simplemente dejará de latir. Cuando eso ocurra, Arceus elegirá a otro bebé por nacer para que cumpla sus funciones. Sin embargo, si puede morir si un tercero lo mata con intención, que como consecuencia trae la desaparición de toda la vida existente en el planeta, porque es el vínculo terrenal con el dios de los pokemón.

—Entiendo. Pero aún no mencionaste ni a Xerneas ni a Yvetal.

No era momento de decirle que odiaba que lo interrumpiera, aunque la chica debía de tenerlo bastante clarito— Para que Satoshi no viva creyendo que es un dios, Arceus le dio una forma de morir sin llevarse al mundo con él. Y Kinomoto planea usarla. Kinomoto no les borró las memorias a los chicos para que no molestaran, Serena. Lo hizo porque los necesita vulnerables para quitarles sus Eevee cuando llegue el momento. Una vez que haga eso, pretende matarnos a tí y a mí.

Serena se puso rígida y aunque sus manos se alejaron Calem no se las soltó.

—¿Pero que consigue con...?

—Así, si Kinomoto consiguió todo el aura que hace falta, que con todos los Lucario y Rilou que debe haber asesinado estoy seguro de que sí, podría apropiarse de Arceus. Podría ser él la nueva encarnación y matar a todos los pokemón de un solo chasquido.

La chica se quedó procesando en silencio durante unos segundos. Calem esperaba que lo entendiera sin repetirlo tantas veces, porque cuanto más se acercaba a lo que tenía que decirle, peor se sentía.

—O sea que Kinomoto me quiere matar. A tí y a mí. Y si lo matamos nosotros primero, de todas formas...— Ésta vez si se soltó del agarre de Calem, para colocarse ambas manos sobre la boca mientras sus ojos se ponían brillantes— De todas formas destruiré todo...

—No...— Soltó, sabiendo que se desviaba del punto, pero no podía verla así— Escucha, no... No llores— La obligó a quitarse las manos de la cara tomándole las muñecas, pero su hermoso rostro ya estaba invadido por lágrimas —No es tu culpa, tu no elegiste ésto.

No. No habían elegido nada de eso. Ninguno de los dos. Pero la vida no era justa, nunca lo era, y lo había sido menos aún con ellos dos.

Obligándolos a enamorarse y a ser rivales. Rivales en algo tan escencial como las encarnaciones de la vida y la muerte de los pokemón.

—Pero...

—Hay una forma de evitarlo— Dijo de golpe, antes de que ella comience con sus titubeos.

—Lo haré. Lo que sea. Aunque sea dejar libre a Kinomoto sin que mate a nadie más, lo que sea yo lo haré.

Kalm se aseguró de acercar su silla a la de ella.

—¿Sabes por qué Leaf está aquí?

Serena pestañeó varias veces, aún con los ojos acuosos. Raramente hablaban de sus compañeros de subterráneo cuando estaban juntos así, solos, en una perfecta paz, porque ligeras actitudes de ellos eran las que la llevaban a estallar de ira cuando lo hacían.

—No...

—Porque Arceus puede dejar de vivir voluntariamente también, sin suicidarse, y sin que todo se vaya al demonio. Si eso ocurre, Arceus eligió a Leaf para que cumpla el rol de Satoshi, haciendo que ni Ash ni ninguno de ellos siga siendo poseedor de ningún Eevee, y sin... sin necesitarnos a nosotros, porque nosotros fuimos atados desde nacimiento a Satoshi, no a Leaf

Aunque ya estarían muertos si Leaf llegase a ser Arceus en algún momento.

—Pero Satoshi debería morir, ¿Por qué debería morir él? Calem no lo...

—Nuestros roles como Xerneas e Yvetal ya fallaron, Serena. Somos los XY asignados a Satoshi, y lo hicimos mal. Tarde o temprano Yvetal consumirá a Xerneas, y todo terminará en pedazos.

—Pero dijiste que hay una forma de evitar que...

—No— Cortó Calem, tajante, guardandose toda su sensibilidad para después, sabiendo que la necesitaría— Lo que se puede evitar es que Kinomoto tome el rol divino de Satoshi. Pero eso no quita el hecho de que él no pueda vivir si nosotros no lo estamos. Su vida es dependiente de las nuestras, así como la mía es de la tuya.

—Pero qué...— Serena quiso soltarse. Cuando Calem la tomó con más fuerza para que no lo haga despegó su mirada de sus ojos durante unos segundos.

—Tenemos que morir, Serena— Soltó de golpe, prometiéndose a sí mismo que en lo que le quedase de vida jamás le soltaría las manos, que tanto esfuerzo hacían en ocultar las lágrimas que corrian por sus mejillas— Voluntariamente. El mismo día que lo haga Kinomoto, porque sino, tarde o temprano, el mundo será un caos.


-Hannah McCatter-