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Prologo

Lincoln se despertó como de costumbre: más cansado de lo que había estado antes de que le administraran todas esas inyecciones. Lo primero que vio fue el mismo techo blanco que siempre veía al despertar. ¿Es que los doctores no podrían ponerlo en una posición diferente para variar un poco? Le hubiera gustado despertarse viendo una pared o incluso el piso a tener que volver a ver ese techo otra vez.

¿Cuántas cirugías había tenido hasta ahora?

Se pasó la mano del brazo sano por la frente y sintió las vendas en su cabeza. Habían tenido que raparlo totalmente para poder reparar un poco del daño que se hizo al dispararse con aquella pistola. ¿Se había disparado verdad? No podía recordar mucho de esa noche. No después de que le inyectaran aquella cosa.

Tan estrecho.

Tembló como una hoja mientras su respiración fallaba. Se abrazo a si mismo con su brazo sano mientras trataba de mover desesperadamente el otro. Estaba enyesado, se lo había roto al… tirarse por aquella ventana después de…

La sangre se escurría a borbotones entre los dedos de Mike mientras caía por su cuello y jadeaba en busca de aire, sólo para que un chorro de sangre saliera disparado de su boca.

Entonces sonrió, la sangre comenzó salpicar mientras una risa estridente salía de su boca y se sentaba en el piso del cuarto sucio. La mujer tirada sobre el sofá lo acompañó en sus risas mientras sus manos se movían lentamente por su cuerpo, manoseando cada parte de ella misma.

-Buena esa niño. Que buena que estuvo. –Una sonrisa sangrienta se extendió por sus labios mientras la sangre seguía saliendo de su boca.

Lincoln pudo ver como la erección bajo sus pantalones comenzaba a crecer hasta que su pene atravesaba sus pantalones y un líquido verdoso salía desde la punta hasta caer al piso. Hongos verdes crecieron alrededor de la coronilla mientras se acercaba a Lincoln.

-Eres tan estrecho. –Mike comenzó masturbarse mientras se acercaba a Lincoln. –Tan estrecho y caliente.

Lincoln jadeó mientras agitaba su cabeza para librarse de aquella pesadilla, ¿O era un recuerdo? Pudo ver un tubo pegado a su muñeca bajo una apretada venda, y un líquido desconocido que lo recorría lentamente. Sus pupilas se habían estrechado mientras la respiración le fallaba. Sintió un pequeño dolor en su entrepierna mientras un líquido anaranjado comenzaba a recorrer un pequeño tubo hacia lo que vio como una pequeña bolsa de plástico o algo así colgando a los pies de la cama.

Con un nuevo jadeo levantó las sabanas y se encontró vistiendo una bata, al levantarla vio un tubo que parecía haber sido insertado profundamente dentro de su pene. Lincoln no pudo evitar pensar que esa cosa estaba entrando lentamente a su interior. Casi pudo ver al tubo reptar como una serpiente mientras se metía más profundamente dentro de su ser.

Tomó el tubo fuertemente como si se tratara del cuello de una verdadera serpiente y se lo arrancó de un tirón. Lanzó un pequeño grito de dolor mientras el tubo caía fuera de la cama, fue entonces que la orina comenzó a caer sin control sobre las sabanas. Un olor rancio y a óxido entró por su nariz mientras veía caer su orina sin poder controlarla.

-Que gustito. Que gustito. Que gustito.

Matilde comenzaba a orinarse sobre su rostro mientras su padre y hermano sujetaban su cabeza y mantenían su boca abierta. Matilde falló a propósito para darle a Lincoln directamente a los ojos con su orina antes de concentrar el resto dentro de su boca.

-Que gustito que da.

-Es sucia, ¿Verdad? No sabes las cosas que le gusta hacer a esta puta. –Aquel hombre le sonrió mientras lamía un poco de la orina en la mejilla de Lincoln. –Pero lo sabrás. Sabrás todo lo que le gusta hacer a mi pequeña familia.

El cuerpo de Lincoln nuevamente tembló mientras trataba de dejar salir un grito, pero se encontró imposibilitado para hacerlo. El lugar era tan callado, si gritaba seguramente alguien lo escucharía. Y si lo escuchaban entonces lo atraparían y le harían cosas horribles. Todos ellos querían hacerle cosas horribles.

¿Qué le habían hecho mientras estaba inconsciente? Su cuerpo se sentía tan sucio. Aquella suciedad con garras y colmillos se había transformado en cientos de gusanos que nadaban y pululaban por su cuerpo. Los sentía masticar su carne para entrar más profundo dentro de él, entonces masticaban aun más para salir y repetir el proceso.

Y los veía, o Dios los veía. En la palma de su mano, podía ver aquellas lombrices cuyas bocas dejaban salir un liquido blanquecino similar a… a…

El cerdo dejó salir más y más chorros sobre el cuerpo de Lincoln. No paraba. Seguía masturbándose y jadeando como un animal enloquecido mientras su pene expulsaba gran cantidad de aquel líquido que lentamente derretía su cuerpo. Lincoln vio las cientos de miles de semillas dentro del apestoso líquido. Vio como se rompían y las larvas salían para introducirse en su carne. Lentamente se alimentarían de él y se transformarían en los gusanos que ahora recorrían su cuerpo.

Lincoln agitó su mano y golpeó su cuerpo sin control para quitárselos de encima. Se agitó tanto que terminó por caer de la cama. El tubo insertado en su muñeca se desprendió fuertemente mientras caía. Un terrible dolor se disparó dentro de el mientras el mundo parecía perder su color y luego lo recuperaba. Lincoln vio la aguja que se mecía de un lado a otro junto a él. Solo ver esa aguja le recordaba a la que Mike había arrancado de la mujer y había usado para inyectarle algo directo en su trasero.

Antes de…

En un segundo la habitación del hospital había desaparecido y Lincoln Loud se vio nuevamente en la habitación donde había sido marcado. El siete en su pectoral izquierdo ardía como nuca mientras dejaba salir su típico olor a carne quemada.

Por la puerta entró la mujer de rojo. Al verlo le sonrió con una sensual sonrisa mientras se relamía los labios. Lincoln se encontró incapaz de controlar su temblor mientras aquella mujer de la mascara de mariposa se acercaba balanceando su caderas. Se quitó la chaqueta y la camisa blanca dejando al descubierto su brasier, lo abrió para mostrar aquellos melones con puntos rosados totalmente en punta. Con dos dedos retiró le botón de su falda y esta cayó revelando su ropa interior negra.

Ahora que Lincoln la veía mejor, podía decir que era transparente, y que no dejaba nada a la imaginación. Podía ver una acumulación de bello finamente cortado bajo esa ropa interior mientras la mujer se acercaba más a él.

Lincoln encontró la fuerza para retroceder, pero un punzante dolor en su pierna derecha le impidió levantarse. Incluso mientras se apoyaba en la silla se sentía incapaz de mantenerse en pie mientras veía a aquella mujer acercarse.

La mujer levantó uno de sus senos y lamió la punta mientras su otra mano viajaba a la entrepierna y comenzaba a masajearse.

-Chupa.

Los ojos de la mujer de rojo brillaban mientras de sus piernas chorreaba un liquido trasparente y oloroso.

Los ojos de Lincoln se abrieron mientras la mujer ya estaba encima de él, estirando sus brazos para sujetarlo y obligarlo a chupar nuevamente. Casi podía recordar la sensación de aquellos pechos dentro de su boca mientras presionaba su cabeza fuertemente contra ella.

-Mi niño. Mi niño.

En ese momento Lincoln se encontró presa, no solo del miedo, pero también de la ira. Aquella mujer le haría cosas aun peores. Todos ellos le harían cosas peores si lo atrapaban. No podía permitirlo. Ya no. Su cuerpo no lo soportaría más. La próxima vez que esa mujer lo atrapara lo asfixiaría lentamente contra su pecho, o Mike lo partiría en dos con su pene infectado y repleto de hongos, o la familia se cagaría en su garganta hasta que no pudiera respirar y entonces se reirían. Todos se reirían. Incluso el monstruo de la cabeza de toro. Ya podía escucharlo lanzar sonoras carcajadas de su enrome boca repleto de dientes amarillos y afilados.

No podía permitirlo. No podía. ¡No podía dejar que todo volviera a empezar!

La aguja hipodérmica que antes había estado en su brazo pareció brillar junto a él.


Luan estaba sentada en la sala de espera de la zona juvenil del Asilo Royal Woods. Desde su posición podía ver el verdadero Asilo, aquel edificio de tres pisos que era separado por un enrome muro, idéntico al que rodeaba ambos lugares. La zona juvenil era más una enorme casa de dos pisos con distintas salas y repleta de enfermeros especializados. Algunos de los que rotaban turno entre un lugar y otro.

Luan suspiró mientras veía su reloj de pulsera. La joven de quince años acostumbraba visitarlo cada semana.

Además, quizás incluso pueda ver a Lincoln en esta ocasión. Ella no iba a perder la esperanza de volver a ver a su hermano pequeño después de tanto tiempo. La última vez que lo vio, Lincoln estaba en un sueño profundo mientras sus muñecas estaban fuertemente sujetas a los bordes de la cama.


Ese día Luan había tenido que meterse a hurtadillas al hospital. Después de un incidente donde se decía que Lincoln había atacado brutalmente a una enfermera se habían prohibido las visitas para todos a excepción de sus padres, y eso sólo cuando Lincoln estuviera controlado. Luan no quiso creerlo, su pequeño hermano jamás sería capaz de lastimar a nadie.

La imagen tan destruida de su hermanito había traído dentro de Luan una tristeza y desolación que jamás había sentido. Recordó nuevamente a aquel bebé en sus brazos al que hace tanto tiempo había hecho reír y no pudo relacionarlo con la imagen dormida y repleta de vendas en la cama.

Las lágrimas escaparon de los ojos de Luan mientras se acercaba a Lincoln y trataba de llamar su atención de alguna forma. Quería transmitirle su arrepentimiento, decirle que había sido una hermana horrible y que haría lo que fuera sólo porque la perdonara. No podía soportar verlo de aquella forma, mucho menos después de enterarse de todo lo que había sufrido.

-¿L-Lincoln? –Trató de decir su nombre. No pareció que la escuchara. –O-oye Lincoln. –Forzó una sonrisa. –¿Te gustaría escuchar un chiste? A pasado mucho desde la última vez, pero creo que podría hacer uno ahora si tú quieres.

Nuevamente Lincoln no respondió. Todo lo que Luan podía escuchar era su débil respiración mientras su pecho subía y bajaba.

-Lincoln…

Extendió su mano para tratar de tocar su mejilla un poco.

Fue cuando una enfermera entró y la vio ahí.

-¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? –Dijo con sorpresa. Entonces pareció irritarse. –No se puede entrar a esta habitación sin permiso.

Luan no sabia que hacer o decir, pero de nada habría servido de todas formas. La habían sacado de la habitación de Lincoln y habían llamado a sus padres. Apenas había escuchado la reprimenda. Después de eso su madre se había acercado a ella y la había abrazado. Aunque eso no impidió que la castigaran. Para lo que le importaba, un castigo no impediría que lo intentara otra vez si tenía oportunidad.

Sus hermanas habían estado más interesadas en el estado de Lincoln que en lo que había hecho. Luan no tenía muchas ganas de tratar con ellas ahora. Ver a Lincoln de esa forma había revivido mucho de aquél odio que había sentido esa noche, por lo que tuvieron que contentarse con saber que estaba muy lastimado y se encerró en su cuarto. Las chicas no parecieron conformarse con eso y continuaron golpeando su puerta hasta que sus padres les pidieron que pararan. Esa noche Luna no fue a dormir y por primera vez Luan lo aceptó. Necesitaba estar sola.


Hasta la fecha, esa fue la última vez que vio a Lincoln. Poco tiempo después había sido trasladado al Asilo y sus padres fueron las únicas personas que tuvieron permiso para visitarlo.

Luan estaba segura que cuando Lincoln se recuperara lo suficiente entonces les diría la verdad de lo que pasó ese día. Posiblemente todas estaban seguras de eso. A Lori se la veía algo nerviosa ante ese pensamiento, pero también aliviada. Había comenzado a consumir un montón de pastillas sólo para controlar sus problemas estomacales. Al menos en los días en que todavía vivía con ellas. En ese tiempo parecía tener las manos permanentemente en su estomago. Rita había llegado a preguntarle una vez si creía estar embarazada.

A Luan le hubiera dado gracia si todavía conservara su sentido del humor.

Atrapó a uno de aquellos enfermeros bajándole la mirada, y cuando el enfermero notó que lo habían descubierto regresó la vista al frente con una mueca. A Luan realmente le molestaba cuando eso sucedía. Se acomodó la chaqueta y se cubrió lo mejor que pudo con sus brazos. En este tiempo su cuerpo parecía haberse desarrollado un poco más de la cuenta, especialmente en la zona del pecho. Eso le había traído miradas y piropos que realmente le molestaban.

Su cambio de atuendo parecía haber tenido algo que ver con eso también.

Después del incidente con Lincoln había decidido dar un cambio a su vida. Había guardado los pasteles y dejado atrás los chistes, no creyó que importara tanto reír cuando su hermano pequeño estaba encerrado en un asilo por culpa de su indiferencia. Había dejado sus ropas de comediante y ahora utilizaba una falda negra que le llegaba hasta las rodillas y una camisa blanca común bajo una chaqueta azul que tomó prestada de Luna. Todavía conservaba su cola de caballo, ya que pensaba le daba un aspecto más maduro. Quería verse más sería de lo que había sido, quizás de esa forma las personas la tomarían enserio. Quizás de esa forma no se quede callada mientras deja que las cosas malas pasen.

Bueno, no podía negar que ahora se hacía notar, pero parecía ser más por sus pechos que por si misma.

Luan se paró de la silla en la sala de espera y se acercó al enorme vidrió que separaba un pequeño escritorio y a una mujer mayor moviendo algunos papeles. Ya habían pasado dos horas desde que le pidieron que esperara. Lincoln parecía haber entrado en consulta cuando ella llegó, por lo que no podía hacer nada que no fuera esperar a que terminara y que quisiera verla.

Le gustaba mantener la esperanza de que algún día Lincoln quisiera volver a verla. Pero también tenía miedo de que no pudiera reconocerla.

Había pasado tanto tiempo.

-Disculpe. –Luan llamó la atención de la enfermera detrás del vidrio. Aquella mujer mayor con canas, repleta de arrugas y gafas gruesas le lanzó una mirada molesta. No parecía gustarle que Luan viniera tan seguido al asilo, pero ese no era su asunto. –Ya pasaron dos horas, ¿Lincoln ya terminó su consulta? –Preguntó con más amabilidad de lo que esa mujer le inspiraba.

La mujer hizo un gesto con la cabeza y descolgó el teléfono mientras presionaba un botón. La conversación no fue muy larga, a Luan le costaba mucho imaginarse a esa mujer hablando más de cinco minutos con nadie.

-Lincoln Loud aun sigue en terapia.

Luan parpadeó.

-P-pero ya pasaron dos horas. ¿Cuánto tiempo puede tomar la terapia?

-Eso depende del paciente y su doctor. –La mujer le respondió. –Si no te gusta entonces puedes irte y regresar mañana.

Luan no respondió mientras volvía a la sala de espera.

No le molestaba seguir esperando. Era mejor estar ahí que regresar a casa. Las cosas habían comenzado a ir muy mal cuando Lincoln fue internado, y mucho peor cuando Lori se fue.

Luna era su mayor preocupación. La aspirante a rockera parecía beber cada vez más. Luan había intentado controlar esto, pero Luna siempre encontraba una forma de regresar a la botella. Había días que salía por la tarde y no regresaba hasta muy entrada la noche, o al día siguiente. Y siempre lo hacia apestando a alcohol… y a algo más.

Sus padres habían intentado interceder, pero siempre terminaban en peleas que hacían que Luna se fuera hasta el día siguiente y el proceso se repetía.

No podía evitar sentir que estaba haciendo lo mismo que hizo con Lincoln: Ignorar el problema. Pero había intentado. Realmente había intentado ayudar a Luna. Las peleas con Luna habían llegado a un punto que había noches en que Luna dormía en el sofá, o se iba a dormir a otro lado directamente.

Intentó pedirle su concejo a Lisa, pero la pequeña niña genio de cinco años apenas salía de su laboratorio. Ni siquiera sus padres habían podido disuadirla de salir más seguido. La última vez que pudo ver a Lisa fue hace tres meses, cuando la pequeña estaba metiendo una caja más grande que ella a su habitación. Luan quería aprovechar ese momento para hablar con ella, pero al acercarse no pudo evitar tapar su nariz por el terrible olor que salía de su habitación. Sintió una terrible arcada que casi la hace vomitar hay mismo. Cuando Lisa la vio le lanzó una expresión de molestia diferente a cualquier otra que hubiera visto antes en ella.

Lisa terminó de meter la caja sola y cerró la puerta.

-¿Qué hubieras hecho tú, Lincoln? –Realmente le gustaría saberlo.

Realmente le gustaría volver a verlo.

Miró un pequeño calendario contra la pared de la sala de espera: 01 de mayo.

-Falta tan poco. –Luan había tenido la esperanza que para estas fechas Lincoln ya estuviera en casa, pero también había tenido la esperanza de poder verlo en su cumpleaños.

Pero aquél día en el hospital fue la última vez que lo vio, y lo peor de todo es que la última vez que había cruzado palabras con Lincoln fue para molestarlo con un chiste que tenía como fin molestarlo.

Eso la atormentaba cada día desde aquella noche.

La mención de la purga se había hecho un tema tabú en la casa Loud, incluso Lucy tenía que tener cuidado de decir esa palabra, especialmente si Lynn estaba ceca. El humor de Lynn se había hecho más sensible y violento desde ese día. No es como si a Luan le importara mucho, todo su respeto y cariño por Lynn se habían desvanecido hace tiempo.

-Por favor Lincoln, sólo quiero verte otra vez hermano.


Luan regresó a casa y suspiró mientras veía todos los juguetes esparcidos por ahí. Comenzó a recogerlos, más tarde tendría que reprender a las gemelas y a Lily. Luan había decidido volverse la más responsable desde que Lori se fue. Entendía que Leni quisiera tener más responsabilidad y ocuparse de todas, pero no era algo que pudiera hacer sola. O en lo que fuera muy buena.

Lynn salió de la casa en el mismo momento en que Luan estaba entrando. La chica de catorce años se había cortado la cola de caballo y tenía el cabello corto algo despeinado. Ya no usaba su camisa del número uno, en cambio tenía una camisa deportiva verde y blanca con el doble cero y pantalones largos. De no ser por su pequeño desarrollo en la zona del pecho cualquiera la confundiría con un niño.

Luan se hizo aun lado y la dejó salir sin decir nada. Su relación con Lynn se había transformado en un "no me hablas no te hablo". Sólo se dirigían la palabra cuando era necesario, el resto del tiempo se ignoraban mutuamente. Para Luan estaba bien, no sabía que pensaría Lynn, pero Luan ya no quería tener tratos con ella. No después de haber sido una perra ese día.

Había escuchado que Lynn se había metido en varias peleas últimamente, e incluso había sido suspendida de la escuela por una semana en una ocasión por tener una dura pelea con una chica mexicana, aunque fue más por los insultos racistas que por la pelea en si misma pero ese no era su asunto.

Entró a la casa y colocó los juguetes en el rincón, tendrá que pedirle a Lana y Lola que los guardaran después. Esas niñas se habían acercado mucho este año, Lana en especial parecía no estar dispuesta a dejar a Lola sola, aun si eso significaba jugar a la fiesta de té. Lola no parecía quejarse, pero su forma de ser se había vuelta algo retraída este año. Se había negado a participar en desfiles de belleza y había dejado de usar su tiara.

Vio a Lucy bajar por las escaleras.

-¿Fuiste a ver a Lincoln? –La pequeña gótica le preguntó en voz baja.

Luan asintió. –Todavía estaba en sesión, y parece que estaba extendida. –Aun así, Lincoln se negó a verla por lo que tuvo que irse. A diferencia de sus padres, Lincoln no estaba obligado a verlas.

Y sus padres nunca decían mucho sobre su estado. Parecían querer mantener una total confidencialidad con los doctores, y aun si ellas juraban no decirle nada a nadie, ellos simplemente decían que entre menos personas sepan mejor. Por lo que realmente no podían saber mucho acerca de Lincoln. Sólo que estaba bien, al menos físicamente se había recuperado. A excepción de su pierna. Según los doctores, Lincoln tendría una cojera permanente.

Saber sobre algunas de las heridas físicas habían abatido a las hermanas menores, y seguramente hubiera sido peor si lo supieran todo. Lo que Lincoln sufrió fue realmente un infierno.

-¿Regresará a casa antes de la purga del próximo año? –Lucy preguntó mientras se acercaba a Luan.

Luan dejó salir una pequeña mueca al escuchar sobre la purga. Esa maldita noche le había costado todo lo que era importante para ella. Jamás deberá haber permitido que… Debería haber apoyado a Lincoln y dejado atrás el asunto del video dese un principio.

-No parece que regrese para las festividades, Lucy. Lincoln… Su recuperación es un poco lenta, pero estará bien. –Trató de sonreír. –Ya sabes como es Lincoln, jamás se rinde. Dentro de poco tendremos a nuestro hermano favorito paseándose por la casa en ropa interior mientras lee comics.

Lucy bufó. –No es algo que esté desesperado por ver. Pero admito que las cosas en la casa han sido algo… tensas desde que mí hermano no está. –Se acarició un poco la mejilla en el lugar donde Lynn le había dado un golpe hace poco, todavía estaba algo rojo. –Su presencia podría calmar un poco a los demonios ansiosos por salir de algunas de nuestras hermanas.

Ese día Lynn se había pasado de la raya, y sus padres habían decidido que era mejor que Lucy se quedara en el cuarto de Lincoln hasta que regresara. No fue una decisión fácil. Todas habían mantenido esa habitación limpia para cuando Lincoln regresara, y ahora estaba decorada de negro y todos los comics fueron reemplazados por libros de poesía y poemas oscuros.

El cuarto de su hermanito había pasado a ser el cuarto de su hermanita.

Lynn fue quien peor lo tomó, lo que llevó a una pelea bastante fuete con sus padres. Esa noche pudo escucharlos gritar pese a ponerse los auriculares de Luna y escuchar música al máximo.

-Cada día se acerca, la noche en que la Bestia regresará. –Lucy miró por la ventana y dejó salir una pequeña sonrisa. –El oscuro desfile volverá a-


-Suficiente. –Había hielo en la voz de Luan. Lucy se estremeció un poco ante la voz de su hermana mayor. No podía negar que Luan parecía haber ganado autoridad en la casa Loud. A veces le era difícil colocar la imagen de aquella comediante sobre ella, especialmente cuando la miraba de forma tan dura.

Lucy pasó junto a ella sin decir nada más.

A veces se sentía como fuera una tonta al pensar que alguien podría comprenderla. Pensar que podrían ver la belleza de la purga. Pero no, ella era la única que podría realmente entender el oscuro festín que se celebrará esa noche.

Lincoln, se sentía mal al saber sobre las heridas de Lincoln. Todo lo que les habían dicho es que se encontraba en un lugar donde podrían curarlo, pero se negaban a decirle donde y en que consistía esa curación. Pero tarde o temprano se enteraría, o se recuperaría y volvería a casa, quizá incluso lo hiciera con una nueva comprensión de la verdad. Había visto la purga con sus propios ojos, quizás ahora Lincoln entendía aquel hermoso paisaje donde las bestias bailan.

Le gustaría mucho preguntarle sobre su experiencia cuando regresara a casa. Los dos podrían terminar compartiendo una habitación de todas formas, no tenía planeado regresar con Lynn. La chica deportista no sabía medirse con la violencia, al menos ya no. Por lo que sabía se la había pasado metiéndose en peleas en la escuela y fuera de casa.

Lo que Lynn necesitaba era dejar salir a su bestia interna para sentirse mejor, y llevara Lucy con ella. Cuando trató de convencerla para purgar, bueno… ese fue el momento en que la golpeó en la mejilla, de forma bastante dura. Lucy había sentido como los restos de sus dientes de leche se aflojaban con ese golpe e incluso había derramado algunas lágrimas por el dolor.

Y cuando se mudó al cuarto de Lincoln la relación con Lynn ya había desaparecido. A Lucy no le gustaba en lo que su hermana se había convertido. Sí tan sólo siguiera su concejo y purgara a ese monstruo en su interior estaba segura de que las cosas volverían a la normalidad, y sin mencionar Luna. Aquella chica tenía un terrible problema con la botella y el sexo. Sí, Lucy conocía de esas cosas. Algunas de sus novelas tocaban temas muy oscuros.

Estaba segura de que las cosas regresarían a la normalidad cuando Lincoln regresara. Puede que fueran mejor ahora que Lincoln había experimentado la purga.

¿Quién sabe? Quizás incluso terminaría agradeciéndole a ambas por sabotear aquella bicicleta. Esa chica se había vuelto una molestia con ese complejo de culpa que tenía. Incluso había hablado de confesar, pero eso no solucionaría nada.

Si las cosas seguían así, quizás en la próxima purga podría salir. Hasta entonces quizás pase el tiempo asustando un poco a Lana. Asustar a Lana con sus palabras la hacia sentir realmente fuerte. Bastaba una simple insinuación para dejarla temblando o simplemente dudosa. Era mucho mejor que asustar a sus hermanos al pararse detrás de ellos y esperar. Se sentía tan poderosa como las grandes mujeres de sus libros y poemas. Aquellas que pueden hacer estremecer el corazón de los mortales con una simple palabra.

Definitivamente, la noche de la purga era su lugar.


Luan entró a su cuarto compartido y encontró a Leni limpiando la boca de Luna. Su hermana descarrilada parecía haberse ahogado a si misma en un montón de alcohol barato y se había puesto a vomitar sin control.

La habitación era un desastre, por decirlo menos. Había un reguero de vomito de un color violáceo por toda la cama, el piso y un poco por las paredes. El olor era asqueroso. Había mucho de el sobre Luna, pero la chica parecía apenas darse cuenta de nada. Estaba totalmente ida por el alcohol. Sus ropas seguramente ya no servían, lo mismo que varías de sus sabanas.

-Lo siento Luan, la encontré así. No pude hacer nada. –Leni se disculpó mientras seguía limpiando el bomito de la boca de Luna.

-Está bien Leni. –Luan trató de controlarse. Recordar que su hermana mayor no estaba bien, pero esto era demasiado. Jamás había visto un desastre de vomito tan grande como este de parte de Luna. Parecía haberse excedido mucho más de lo que acostumbra. –Sólo… necesito que abras un poco más la ventana, ¿Está bien?

-No reacciona cuando le habló, pero creo que todavía respira un poco. –Leni habló con más fuerza. –Déjamelo a mí, le prepararé una sopa de pollo caliente y se recuperará enseguida.

-No, Leni. No creo que debas…

-Déjalo en mis manos mi pequeña hermana.

Leni pasó junto a Luan y cerró la puerta. Dejando a Luan totalmente sola con todo ese desastre. Dentro de poco tendría que ocuparse de un nuevo desastre en la cocina.

Se acercó a Luna para ver mejor su estado, al menos aun respiraba.

-Luna, no puedes seguir así.

-Lo siento…

-¿Luna?

-Lo… siento… –Algunas lágrimas escaparon de sus ojos. –Lo… siento… linco-

Luan miró a Luna con piedad. Posiblemente la fecha las fechas la estaban alterando, se suponía que pasaban estos tiempos en familia. Al menos sus padres estarían con ellas, pero no Lori. Ella se había mudado a la universidad a la primera oportunidad. Las había abandonado sin decir palabra. Sólo una llamada a sus padres de que planeaba vivir en los dormitorios del campus.

-Cobarde. –Para Luan, Lori simplemente había escapado. Había visto una oportunidad de alejarse y se había ido. Casi ni llamaba a casa, o iba a visitarlas. –Al final, de esto estabas hecha Lori Loud. –Sólo una cobarde que sirve únicamente para manejar un auto con el que abandona a un niño de once años en el bosque.

-L-linco… per-don… –Luna extendió los brazos tratando de alcanzar algo. Luan la hubiera sujetado de no tener miedo de contagiarse de algo, y si Leni era más lista de lo que demostraba, entonces se habría lavado las manos, o al menso usaría guantes mientras cocinaba. Luan era consiente de ciertas actividades que su hermana de dieciséis había empezado a practicar, por lo que prefería mantenerse lejos de cualquier mancha extraña que pudiera tener.

Por ahora lo mejor que podía hace era limpiar la habitación, y más tarde el desastre de Leni.

Las fiestas se acercaban, y no la pasarían en familia.

Ya no.


Lola se encontraba enterrada bajo sus sabanas rosas. Las fiestas se estaban acercando y todos en la casa estaban más alterados que de costumbre. La actitud de todos había dado un terrible giro desde esa noche, el día que Lincoln las dejó. Cuando se enteró de las heridas de Lincoln había llorado mucho por las cosas que había pasado su hermano.

Había querido hacer algo para que se sintiera mejor, pero parece que había sucedido algo en el hospital y por alguna razón ahora sólo sus padres podían verlo. ¿Qué había pasado con Lincoln para que ellas no pudieran verlo? ¿Realmente estaba enfadada con ellas? Sí, quizás habían exagerado un poco al sacarlo la noche de su mayor miedo, pero había estado tan furiosa que le había parecido una buena idea.

Al menos hasta que la bocina de la purga había sonado y Lincoln no estaba en casa. Esa noche no hubo películas, o dulces, o abrazos familiares. Sólo hubo lágrimas y peleas. Lola no era idiota, sabía que las cosas se habían puesto muy tensas. Lo suficientemente tensas para que Lana quisiera jugar al té con ella, por lo que debía ser grave.

-Hey Lola. –Lana la agitó un poco bajo las sabanas. –¿Quieres jugar a algo?

-No. –Lola respondió. Realmente no quería jugar a nada ahora. Se sentía demasiado cansado y deprimida para jugar con Lana. –¿Por qué no me dejas sola un momento? –Sonaba mal, pero Lana se había vuelto muy pegajosa desde la purga, incluso había insistido en dormir juntas. Al principio Lola lo aceptó, pero el comportamiento de Lana siguió volviéndose más extraño.

Lana miró a las rendijas de ventilación durante un minuto entero antes de responder. Ese era uno de sus comportamientos extraños, se mantenía atenta a la ventilación, como si un monstruo pudiera saltar de ahí dentro en cualquier momento. Incluso Lola había dejado de creer en el monstruo del respiradero hace tiempo. Posiblemente era sólo Lucy que estaba arrastrándose por ahí.

-Yo… está bien, Lola. Sólo llámame si pasa algo, ¿De acuerdo? –Sonrió un poco. Su diente había crecido al mismo tiempo que él de ella.

Cuando su diente terminó de crecer pudo considerarse absolutamente hermosa en todos los sentidos. Le hubiera gustado que Lincoln la viera así, pero todo lo que podía hacer era mandarle una foto en las cartas que ella y sus hermanas le escribían a Lincoln.

Pero jamás obtenía respuesta.

-Lincoln ya no nos quiere. –Dijo sin darse cuenta.

-No digas eso Lola. –Lana le gritó. –Lincoln nos quiere, estoy segura de eso.

Lola vio a su hermana gemela con algo de molestia. –¿Entonces porque no regresa? –Se sentó en la cama. –Han pasado meses, Lana. Meses.

-…Porque Lincoln aun está mal.

-¿Qué clase de herida necesita meses para sanar? Y puede que pase aun más tiempo. –Lola sintió que las lágrimas se escapaban de sus ojos. –Nuestro hermano nos odia, Lana. Nos odia por dejarlo.

-No es así Lola. –Lana la tomó por los hombros. –Lincoln es amable y muy bueno, él seguramente nos perdonará, y… y no fue…

-¿Qué?

Lana por un segundo, y sólo por un segundo pensó en decirle a Lola la verdad. Aquella verdad que la estaba carcomiendo desde hace tanto tiempo. Cada día podía sentir el miedo aumentar. Especialmente cuando Lucy se acercaba.

Había pasado noches sin dormir cuidando de Lola y ella misma, había intentado aprender los horarios de su hermana mayor sólo para que después los cambiase como si disfrutara de ponerla nerviosa. Había días en que se despertaba y lo primero que veía era el rostro de Lucy diciéndole que se despertara. Otras veces la había visto a solas con Lola hablando y pasando sus manos pálidas por sus hombros.

Lucy era la mala, pero nadie mas que Lana lo sabía. Ella fue quien había lastimado a Lincoln, por su culpa Lincoln no había regresado. Era culpa de Lucy, pero…

-Estoy segura de que Lincoln regresará pronto.

…No podía decirlo. Tenía demasiado miedo. ¿Le creerían o sería como Lucy dijo? Lo negaría y diría que Lana buscaba a un culpable, quizás incluso llore lágrimas de cocodrilo para ganar la simpatía de sus hermanas. Las palabras de Lana pasarían a ser las palabras de una chica que sólo busca a alguien a quien culpar por el estado de su hermano.

-¡Eso es lo mismo que dijiste hace meses! ¿Pero donde está Lincoln, Lana? ¿Dónde está nuestro hermano? –Lola le gritó. –¡Vete! Quiero estar sola. No quiero que nadie me moleste. –Tiró su almohada rosa directamente a la cara de Lana. –Sólo déjame.

Lana intentó defenderse, pero finalmente fue sacada de su propia habitación.


Lana vio su reflejo en el baño, más que una niña de siete años se sentía como una anciana enana. Había intentado usar algo del maquillaje de Lola para tapar sus ojeras y tomado algo de café a escondidas para mantenerse despierta. Pero sentía que estaba en sus límites. Una niña no tendría que esforzarse así.

Pero la purga se acercaba, y no podía confiar en que Lucy no intentara nada hacia ella o su hermana.

Lucy. Había pasado del miedo a ganar un terrible odio hacia su hermana gótica. No le bastó con lastimar a Lincoln, sino que incluso se apropió de su habitación y lo convirtió en un refugio gótico. Lana ya no podía recordar nada que hubiera sido de su hermano en ese cuarto. Lucy le había quitado todo, y todavía parecía dispuesta a más.

Su cabeza tembló un poco mientras se miraba al espejo, por un segundo le pareció ser Lola en lugar de Lana, como si las dos hubieran intercambiado roles y simplemente se hubieran olvidado de ello. Pero no fue así. Se lavó la cara. El agua fría sirvió para despejar la niebla dentro de su cabeza. Últimamente no podía pensar correctamente.

Respiró hondo y exaló el aire mientras sacaba un destornillador cuya punta había sido convertido en un punzón.

-De ser necesario.

Lana haría lo que sea para proteger a Lola.

Y se aseguraría de que Lucy no volviera a lastimar a nadie otra vez.


Aquel niño se encontraba sentado contra la pared de su habitación mientras abrazaba sus pequeñas rodillas. La habitación de aislamiento, era un cuarto totalmente acolchado para evitar que pueda hacerse daño de ningún tipo. Afuera de la habitación las luces se apagaron de repente y todo quedó a oscuras.

En menos de un segundo los generadores de emergencia se activaron y luces rojas comenzaron a brillar por todo el asilo. Entonces se escuchó un fuerte zumbido y la puerta frente a él se abrió.

-Algo esta pasando. –Una suave voz le susurró directamente sobre el oído.

El niño levantó la mirada y sus ojos vacíos vieron la puerta abierto. Escuchó más zumbidos similares mientras algunos chicos comenzaban a gritar, reír o incluso llorar.

-Tienes que moverte, hermano.


NA: Se suponía que este fic estaría entre La noche de Lincoln y Sueños rotos, ya que sería una forma de explicar los cambios de Lincoln en la secuela, eso y algunas cosas que sucederán en la casa Loud.

De todas formas, espero cumplir con algunas expectativas. (Aunque no tengo muchas esperanzas)

PS: perdón por las faltas de ortografía.