Yo le iba a hablar sobre la horrible y maravillosa cita que había tenido para la próxima vez que cambiásemos... Eso quería, pero, por alguna razón nunca más Korra y yo cambiamos de lugar.

Y el tiempo pasó y Korra jamás se contactó.

Por más que intenté buscar datos de las islas, jamás tuve la suficiente información como para dar con aquel paradero. Datos de espíritus estaban por todos lados y entonces lamenté no haber estudiado más en aquel entonces, de haberme interesado más por la cultura del lugar en el cual viví por un tiempo.

Y el tiempo avanzaba cada vez más, y rápido me puse a planear unas vacaciones, necesitaba concentrarme en la búsqueda, o de lo contrario no rendiría en ningún lugar más.

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Pronto ése día llegó. Tomando una serie de bosquejos que había dibujado sobre la vista del pueblo decidió partir hacia los extremos en búsqueda de alguna pista. Decidida llegó hacia la estación de tren, dispuesta a gastar todo su tiempo y dinero en los distintos recorridos que se extendían por todo el continente, no descansando hasta dar con alguna pista del paradero de Korra.

Grande fue su sorpresa cuando llegó a la estación, encontrándose con ambos hermanos, ambos con una mochila a sus espaldas, esperándola.

- ¿Qué...? ¿Qué hacen aquí?

- No podíamos dejarte ir sola - sonrió Bolin.

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- ¿Cómo es que no conoces el lugar? - preguntó sorprendido Mako.

- ¿Solo el entorno del pueblo? - lo secundó su hermano.

- Es... difícil de explicar. Jamás pregunté a ella dónde vivía, solo... nos limitábamos a compartir cosas - respondió Asami alzándose de hombros.

- ¿Ella? - repitió Bolin -. ¿Es una chica?

- ¿Una amiga?

- A-algo así - respondió nerviosa.

- ¿Algo así? - se burló Bolin -. ¡Ahí está! Ya veo por qué no lograste conquistarla Mako, ella no estaba en tu jurisdicción - continuó, golpeando su hombro.

- ¡Bolin!

- ¡No es así! - respondió avergonzada Asami.

- Asami está bien - la tranquilizó Mako -. No tiene importancia. Somos tus amigos. Cualquier cosa que quieras o pienses te apoyaremos.

- Gracias chicos.

Y los días pasaron sin éxito. Por más que recorrieron muchos pueblos y costas ese primer día, y los siguientes, nadie parecía conocer el dibujo que ella mostraba.

Su ánimo comenzaba a menguar, y podía notar en cansancio de los hermanos, que persistentes seguían acompañándola, a pesar de que en varias oportunidades les había dicho que la dejasen, a lo que se negaban.

El tercer día, se encontraba como siempre desanimada almorzando en un restorán ubicado al lado de una carretera bien lejos de la capital. Mientras tomaba silenciosa su sopa, observaba su bosquejo que tenía a su lado, observándolo detenidamente, pensando en qué es lo que faltaba para que alguien lo reconociese.

- Oh, eso es la Isla Kyoshi ¿cierto? - comentó la dueña del local que pasaba junto a ellos, deteniéndose a observar el dibujo -. Está muy bien dibujado ¿cierto querido?

A los pocos segundos un excéntrico hombre acompañó a su esposa, observando detenidamente el bosquejo.

- Claro que es la Isla de Kyoshi. Oh, eso me trae muchos recuerdos, Zhu Li.

- Él nació en aquella isla ¿sabes?

Asami se quedó en silencio unos minutos ¡por supuesto! ¡era ése el lugar! ¡estaba segura de ello!

- ¡Eso es! ¡La Isla Kyoshi! ¡¿Está cerca de aquí?! ¡¿Cómo puedo llegar a ella?!

- No querrás decir... - dijo la señora.

- La Isla Kyoshi está...

- La isla Kyoshi - repitió Mako, como si hubiera recordado algo muy importante -. ¡No puede ser!

- ¡El cometa! - exclamó Bolin, casi expulsando todo lo que tenía en su interior.

- ¿Co-cometa? - repitió Asami sin poder creerlo.

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Un par de horas más tarde y luego de un viaje en lancha, Asami se encontró en la parte alta del pueblo de Kyoshi. Habían ingresado por otro acceso, teniendo que subir una empinada ladera, escarpada, casi intransitable. Eso no estaba así en aquel entonces.

Una larga y desgastada cinta que les prohibía la entrada se encontraba delante de ellos, a las afueras de lo que Asami recordaba como la pequeña facultad donde Korra estudiaba, y más abajo no había nada.

Dos grandes círculos delimitaban ahora la bahía, como en aquella fotografía, pero ahora podía verlo claramente. La zona de impacto del cometa había sido justo ahí, enfrente de toda la civilización, destruyéndolo todo a su alrededor, todo, excepto la facultad que se mantenía en buen aspecto por encontrarse lejos de la bahía, solo luciendo descuidada por el desuso.

Ahora diferenciaba cosas que no había logrado interpretar en la fotografía. Los trenes descarrilados y destrozados, fragmento de casas y techos derrumbados y esparcidos, los árboles, la vegetación dispersada por doquier, tapando todo eso. Era tal como lo describía, algo que había quedado grabado a fuego en su retina, persistiendo en su memoria.

Un intenso malestar se apoderó de Asami cuando pudo ver con sus ojos todo lo que ya no existía. Katara, Jinora, los hermanos Beifong, todos habían desaparecido... Korra había muerto.

No pudo aguantarlo más, colocando las manos en sus rodillas se sujetó fuertemente mientras vomitó todo delante de ella, sin poder evitarlo. Dolía, todo dolía. No podía respirar.

Con dificultad sintió a sus amigos a su lado, asistiéndola, sujetándola, diciéndole cosas, pero era imposible, no los escuchaba. Se estaba ahogando en lágrimas y pánico, su pecho le oprimía de tal manera que no sabía si era un ataque cardíaco o de pánico, o ambos. Solo sabía que jamás se había sentido tan mal.

Los eternos segundos pasaban lentamente, transformándose en minutos, los cuales pasaron quejumbrosos en aquella desolada tierra, solo acompañada por los dolorosos alaridos que daba.

El tiempo pasó, y casi sin energías Asami fue llevaba de nuevo al continente, a un pequeño hotel, donde silenciosa y sin energías la acostaron. Era un envase vacío, vacío de tanto llorar.

Despertó en medio de la noche, creyendo que todo había sido un horrible sueño, pero su ropa sucia y aquel cuarto lo desmintieron. Cerró los ojos con fuerza, no quería levantarse, no quería pensar en qué haría, en qué había sucedido, en cómo había sido posible haber establecido contacto con Korra cuando habían estado en tiempos y espacios completamente distintos.

- ¿Crees que amanezca bien? - escuchó como susurraban en la otra habitación, que se encontraba con la puerta entreabierta.

- No lo sé, Bolin. Todo esto es demasiado extraño.

- Es cierto, es imposible. Todo esto ocurrió hace tres años atrás, y Asami nos dijo que solo la conocía desde hace unos meses atrás ¿estará bien?

- Y si es que en verdad conoció a aquella chica hace tres años, eso ya no importa, no si es que ella estuvo aquí ése día.

No era cierto. No podía serlo. Korra no estaba muerta, ni ella ni ninguna de aquellas personas. Y cayó finalmente dormida pensando en ello.

Al otro día fue a la biblioteca más cercana y acaparó toda la información existente sobre aquel pueblo y el desastre. Montañas de libros y documentos que devoró incansable, apenas comiendo y descansando, pero toda la información hablaba sobre el desastre ocasionado por el Cometa Sozin que acabó con la población completa de la Isla de Kyoshi, hace tres años.

Y que el festival de la Avatar Kyoshi hubiera ocurrido justo ese día concentró a toda la población en el centro de la ciudad, lo que fue catastrófico.

La información era completamente cierta ¡pero ella aún tenía las entradas que había hecho Korra en su diario! Se aferró desesperada a esa última esperanza, levantándose para ir a coger su celular, pero cuando abrió su aplicación de su diario, este se encontró completamente vacío. Tampoco había fotos o links que se relacionaran con Korra. Era como si hubiese desaparecido por completo.

Quizás era un sueño. Quizás conozca el lugar por las noticias que vi sin interés hace tres años atrás. De otra forma... ¿se trataba de su espíritu?... No... ¿una fantasía?

Tomó asiento descorazonada. No sabía qué hacer con toda esa información en su cabeza, no lograba encontrarle sentido. ¿Y para qué? ¿por qué estaba haciendo todo eso?

- ¿Eh?... ¿Cuál... era su nombre?

El sonido de la puerta abriéndose llamó su atención. Bolin la miró con cariñosos ojos, como con los que miras a un pequeño animal enfermo, sin saber muy bien qué hacer más que esperar. Asami sonrió tristemente.

- Lamento ocasionarles todo este problema.

- No te preocupes. Somos tus amigos, en las buenas y en las malas ¿cierto? Tómate todo el tiempo que necesites, nosotros seguiremos acá - le dijo, extendiéndole una taza con café.

- Gracias Boo - agradeció emocionada, bebiendo de la taza.

Bolin asintió y tomó asiento frente a ella, cogiendo uno de los tantos libros que Asami había dispuesto alrededor de la mesa. Sin mucho interés hojeó uno al azar, el que mostró toda la cultura que hasta entonces había sido registrada. Pronto pudo leer "Tejidos con hilos de los espíritus", y el ver tan complicados y hermosos diseños llamó su atención. Lentamente subió su mirada, fijándose en una pequeña y complicada pulsera tejida que al parecer siempre había usado Asami en ciertas ocasiones especiales, solo que jamás se había dado cuenta hasta ahora que la podía comparar con las fotos que observaba entre sus manos.

- Eso que tienes puesto ¿no es también uno de estos? - le preguntó Bolin, mostrándole una de las imágenes.

- Si. Esto fue algo que me dio alguien hace mucho tiempo - respondió Asami -. Lo uso de vez en cuando, ya que es como mi amuleto de la suerte - dijo sonriendo.

¿De quién es?

Bolin sonrió, nuevamente la había perdido.

- ¿Por qué no te tomas un baño? Debes relajarte, descansar unos minutos.

- Si... no - se retractó rápidamente, sosteniendo su pulsera como si se tratase de un objeto clave -. Alguien que hace tejidos con hilos, me dijo esto: que los tejidos representaban el flujo del tiempo mismo. Se giran, enredan, se separa y se conectan de nuevo. Eso es el tiempo - y aquello hizo eco en su mente -. Quizás en ése lugar...

Atolondrada se levantó, votando muchas cosas ante tal brusca acción, pero no pareció importarle. Rápidamente buscó entre los papeles un mapa de la isla, que le mostró aquel volcán en donde posiblemente había ido. Es ahí donde se encontraba su última esperanza.

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Asami... Asami... ¿me recuerdas?

Abruptamente se levantó, descubriéndose dormida sobre la mesa llena de papeles. Era ella. No podía perder más tiempo.

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"Debo ir a cierto lugar. Regresen a Ciudad República sin mí, yo lo haré después. Gracias por todo chicos - Asami."

Era el papel que había dejado Asami, junto con una buena cantidad de dinero para que ellos se devolvieran. Mako suspiró pesadamente. Así que los había dejado.

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Temprano pidió que la fueran a dejar nuevamente a la Isla. El cielo no lucía amigable, y el barquero por más que le aconsejó no visitar la isla con ése clima, Asami hizo caso omiso, despidiéndose de él antes de que arreciara la tormenta.

Un par de horas tuvo que refugiarse en una cueva que había encontrado, describiendo en el mapa el camino que debía seguir, pero cuando parecía que el tiempo no iba a mejorar, Asami decidió partir, sin importase que hasta el clima jugara en su contra.

Y había escuchado de las tormentas al sur del continente, y nada podría haber imaginado que se le haya podido comparar a ésta.

Resbaló una infinidad de veces intentando subir estrechos y mojados caminos. Estaba embarrada hasta más arriba de las rodillas, y el frío desde hace rato ya se calaba por sus huesos. Pasado un tiempo hasta encontró estúpido llevar gorro impermeable si estaba completamente mojada. Y eso jamás menguó su entusiasmo.

Cerca del anochecer se encontró en terreno conocido. Al fin estaba bajo ella el árbol, el portal hacia el mundo de los espíritus.

- ¡Allí está!... ¡Realmente ahí está! No fue solo un sueño.

Y por supuesto que no lo era, porque no existía ningún registro de que hubiese algo ahí, solo ella lo sabía porque ya había estado ahí.

Exhausta avanzó tambaleante algunos pasos. Su sobreesfuerzo le estaba pasando la cuenta, debía a unos cientos de metros de aquella gruta, observó que aquel pequeño riachuelo había crecido, convirtiéndose en una laguna. En primera instancia Asami buscó cómo rodearla, pero era imposible ¿pero eso qué importaba? ya estaba completamente empapada, nadar hasta allá no sería nada nuevo. Y solo dejando su mochila, zapatos y chaqueta en el suelo, Asami se zambulló en aquella laguna que delimitaba el mundo físico con el espiritual.

Conforme iba nadando, con el rabillo del ojo observó extrañas luces y lentamente sintió como su entumecimiento poco a poco iba desapareciendo, al igual que su cansancio. Aguas espirituales, ahora lo entendía.

No esperó ningún segundo cuando cruzó, introduciéndose en la gruta, descendiendo los escalones hasta que el ambiente fue demasiado pesado, como si alguien intentase asfixiarla. El pánico la invadió, pero pronto recordó lo que le había dicho Katara: Korra la protegía, y si no era ella, Raava lo haría. Y apenas internó eso, todo se fue disipando, logrando encontrar de inmediato el altar donde había traído el Sake de Korra junto a Jinora.

Al observar el pequeño envase apreció que estaba cubierto de moho, evidenciando el paso del tiempo en aquel ambiente húmedo y frío, en aquel lugar que parecía no pertenecer a ningún plano.

- Antes de que el cometa chocara ¿con la que intercambiaba cuerpos era con la Korra de hace tres años? - preguntó en voz alta mientras sostenía la botella -. Las líneas del tiempo no estaban ordenadas... Y la mitad de ella se encuentra...

Tomó asiento a los pies del altar, adoptando un aire ceremonial, y es que de verdad respetaba todo eso, y lo que más quería es que funcionase, de lo contrario no le importaba volver al mundo físico.

Vertiendo con cuidado parte del licor en la tapa del envase, Asami se permitió admirar el líquido, jugando su última carta.

- Musubi - dijo -. Si realmente se puede regresar el tiempo... solo una vez más - y bebió el contenido.

Tragó aquel espeso sabor, esperando, pero los segundos avanzaron y nada cambió. Apretó fuertemente sus párpados, impidiendo con toda su fuerza retener las calientes lágrimas que querían salir. Eso pasaba por tener demasiadas expectativas con algo. Con cuidado cerró el envase y sin ánimos se levantó del suelo, dando el primer paso para salir de aquel lugar, pero sus lágrimas entorpecieron su trabajo, y sin poder evitarlo cayó de espaldas al suelo, y en aquella caída, lentamente, como si el tiempo se hubiera detenido, observó como en el techo, escondido detrás de unas piedras había un dibujo. En un fondo lleno de estrellas, el cometa con su halo celeste y rosado ocupaba el dominante el centro, mientras que a su lado uno más pequeño con una estela roja se desprendía de él.

Y la imagen se tornó borrosa.

La estela roja siguió avanzando, dando vueltas por el cielo, enredándose y soltándose, como si se tratase de los hilos que Korra tejía, y pronto Asami se encontró sumergida, con una cuerda atada a su mano, azul, como el mar, en el cual el hilo continuaba extendiéndose hasta que se perdió en la inmensidad del cielo, junto a otros cometas que caían libres junto a él, junto a otros hilos, enredándose y desprendiéndose hasta que golpeó lo que debía ser la isla, sumergiéndose como un punto, que pronto se dividió formando distintas células, hasta que el llanto de un bebé se escuchó. Pronto vio a Korra, su nacimiento y crecimiento, y cómo había peleado con su padre luego de que su madre muriera en una incurable enfermedad en el sur, fue cuando la mandaron a vivir a la Isla, donde estaba Katara, quien la acogió junto a sus nietos, cuya historia parecía ser similar.

"¿Quién eres, Asami?"

"Qué envidia, ellos deben estar juntos ahora"

"Iré a Ciudad República"

"El cometa hoy se verá más brillante si lo vemos desde el campo"

- ¡No vayas Korra! - gritó Asami -. ¡Korra! ¡Debes salir de la ciudad antes de que el cometa de Sozin impacte!

Y Korra observó aterrada que el cielo se estaba cayendo sobre ella. cientos de fragmento se acercaban e impactaban a su alrededor, y cuando observó la inmensa masa de gas sobre ella, solo pudo correr hacia sus amigos, ignorando por completo los gritos desesperados de Asami.

- ¡Korra!

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La luz, nuevamente la despertaba la luz en sus ojos. La luz...

- ¡Korra! - gritó Asami incorporándose, en aquella habitación donde muchas veces había estado. Lo había logrado, había vuelto -. Sigue viva - susurró, sintiendo como el calor se comenzaba concentrarse en sus ojos.

- Korra, de nuevo tú... - alcanzó a decir Jinora apareciendo en el marco de la puerta antes de dejar la frase inconclusa, viendo sorprendida como Korra se encontraba llorando.

- Ji...nora - masculló Asami entre lágrimas, arrastrándose un poco para alcanzarla, pero Jinora aterrada cerró la puerta y se apresuró a bajar al comedor, sin saber muy bien que pensar.

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"El cometa Sozin ha sido visible a simple vista desde hace pocos días. Esta noche alcanzará su máximo alrededor de las 7:40 pm, viéndose más brillante que nunca". Eso decía el noticiero, el cual escuchaba atenta Asami frente al televisor.

- Es esta noche... aún estoy a tiempo.

- Buenos días, Korra - la saludó Katara trayendo una taza de té hacia el comedor.

- Oh, buenos días Katara.

Katara le dedicó una cálida sonrisa y enseguida tomó asiento junto a la mesa.

- Tú... no eres Korra ¿verdad? - dijo a continuación, congelando a Asami.

- Katara... ¿desde cuándo lo sabes?

- No estoy muy segura - rió y luego bebió té, restándole importancia -. Pero viendo la manera como algunas veces te has comportado, algunos recuerdos regresan a mí - Asami pasó a sentarse junto a ella, lista para escucharla -. Recuerdo que también tenía unos sueños extraños cuando era joven. Pero ya olvidé de quién era la vida con la que yo soñaba.

- Sueños - susurró.

- Valóralo chiquilla, los sueños desaparecen cuando despiertas. La madre de Korra también vivió ese tipo de experiencias.

- Entonces, lo sueños que tuvimos fueron reunidos sólo para este día - dijo Asami, convencida -. Katara, escúchame bien. Este cometa impactará en la Isla de Kyoshi y todos ustedes morirán.

- ¿Qué...?

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Debía apurarse, tenía todo un día para planificar un plan que ayudara a evacuar a las personas de esa zona, y a pesar de que su irrigación sanguínea iba más rápido mientras corría, no podía pensar en nada. Las palabras de Katara seguían dándole vueltas, quitándole energías.

"Lamento decirlo, pero nadie creerá eso"

- Me sorprende que ella me haya dado semejante respuesta - jadeó -. ¡No permitiré que mueran!

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- ¿El sistema de comunicación de la ciudad? - preguntó confusa.

- Sí, son los parlantes que ven por todas partes - respondió sonriendo Wing en aquella pequeña sala de informática, solo reservados para ciertos estudiantes, como él. Era una suerte que sus amigos le hubieran creído y la hubieran respaldado, maquinando enseguida un plan para hacerle frente a la tragedia de esa misma noche.

- Ya veo... ¡puede que funcione, Wing! - exclamó alentada Asami.

A los pocos segundos entró Opal con un par de bolsas entre sus manos. Suministros, si querían que todo funcionase debían alimentar su cerebro.

- ¿Y? ¿Han pensado en algo?

Esta vez fue el turno de Wei de brillar: - ¡Una bomba!

- ¿Qué?

- Usaremos un gel explosivo líquido que se usa en construcciones, nuestro padre debe tener por ahí guardado.

- Suena maravilloso - alentó Asami.

- ¡¿Qué?! ¡Korra! - reprochó Opal.

- Es nuestra única solución, con eso podemos entrar al centro, cortar el suministro eléctrico, hackear los parlantes... - nombró Wei.

- ¡¿Hackear?! ¡¿Se están escuchando?! ¡¿Cómo lograrán eso?!

- El sistema de comunicación puede ser violado fácilmente si interrumpes la frecuencia - respondió Wing sin inmutarse.

- ¡No me refiero a eso! sino a cómo harán todo esto ILEGAL.

- Ese no es el punto, Opal - respondió seriamente Asami -. Después de hoy ya no quedará nada. Toda esta violación y vandalismo será para salvar a toda la gente.

- El plan es mandar un mensaje de evacuación desde acá. Asami dice que está fuera del rango de impacto - agregó Wing.

- Y tú serás la que dé el mensaje - sentenció Asami.

- ¡¿Qué?! ¡¿Por qué yo?! - gritó Opal.

- Porque tú eres la que estudia comunicaciones.

- Yo me haré cargo de los explosivos - dijo Wei.

- Yo de hackear el sistema y prepararte los parlantes, Opal - sonrió Wing.

- Yo hablaré con el alcalde - agregó Asami, llamando la atención de todos.

- ¿Estas... segura de eso, Korra?

- Sí. Esto es importante.

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- ¿De qué estás hablando, Korra? - preguntó Tonraq muy serio detrás de ese gran escritorio. Le sorprendía ver a su hija, más aún tan agitada como estaba.

- Hay que evacuar a todo el mundo antes de la noche o...

- Es suficiente - la cortó. Eso era estúpido, no podía creer que después de tanto tiempo ella viniera y se presentara con esa tontería ¿es que acaso no estaba bien? Suspirando pesadamente continuó aquella locura -: ¿…O el cometa de Sozin se partirá y caerá sobre la Isla? ¿Qué morirán más de quinientas personas?... ¿cómo te atreves a venir a decirme todo este montón de delirios? Si hablas enserio, es entonces porque estás enferma... esto debe ser herencia de tu madre - susurró, dañando a Asami, sabiendo que eso hubiera dañado a Korra -. Le pediré a alguien que te lleve al hospital y te revisen, después de eso - dijo mientras levantaba su teléfono y comenzaba a marcar -, te escucharé una vez más...

Lo siguiente que sucedió fue que Asami se acercó rápidamente al padre de Korra, molesta y dolida, decidida a que él no sería el único que se interpusiera entre ella y Korra.

- ¡No te burles de mí! - le gritó, estirando su mano por sobre el escritorio, cogiéndolo de la corbata para mirarlo directamente, para enfrentarlo. Y cuando vio su expresión de terror lo soltó. Esto es algo que Korra debería haber hecho.

- Korra... - soltó Tonraq -. No... ¿Quién... eres?

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Había sido un mal movimiento. Ahora nadie le creería, ahora sí que había roto los lazos con el padre de Korra ¿qué es lo que le diría a ella después? ¿siquiera la podría ver si todo eso funcionaba?

Avanzaba ausente, no notando cuando Opal y Wei llegaron a su lado en bicicleta.

- ¿Pudiste hablar con tu padre? - preguntó su amiga.

- No... - pero antes de que Asami pudiera responder, un lejano sonido le llegó. Levantó su mirada, observando hacia los cerros, hacia las montañas.

¿Estás ahí?

- ¿Hay algo allá? - preguntó Wei, mirando hacia donde ella lo estaba haciendo.

- ¡Eso es! - exclamó Asami quitándole la bicicleta a su amigo -. Wei, préstamela - le dijo quitándosela y enseguida se puso a pedalear, alejándose lo más rápido que pudo.

- ¡Hey Asami! ¡¿Y el plan?! - le gritó.

- Terminen los preparativos ¡por favor!

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Escuchaba la caída de las gotas y cómo estas se sumergían en los charcos. El olor era húmedo, viejo, como si no fuera de ése tiempo. El frío y el entumecimiento de su cuerpo la hicieron despertar, y sus ropas mojadas llamaron su atención.

- So-soy Asami... - habló Korra, y mirando a su alrededor se percató que estaba en una cueva que no recordaba, pero que tanto Asami como Jinora y Katara le habían mencionado -. ¿Por qué Asami estaba aquí?

Se levantó, aun aturdida, pero no podía quedarse ahí. Salió con dificultad de ahí, cruzando aquel estrecho lago para llegar enseguida a la cima del cráter, observando aterrorizada que abajo, donde debía estar el pueblo, ya no había nada.

- El pueblo... ya no está...

Y ahí lo recordó. Cómo aquella gigantesca masa de colores había caído sobre ella, aquella noche y...

- En ese momento, yo... ¿yo morí?

.

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- Iré a Ciudad República.

- ¿Qué? ¿A qué?

- Hm... a conocer a alguien.

- ¡¿Una cita?!

- No creo que sea tan así...

Asami veía como aquellas imágenes pasaban frente a ella mientras pedaleaba con todas sus fuerzas subiendo el cerro. Era Korra, estaba viendo como Korra había decidido ir a visitarla.

"Si aparezco repentinamente ¿la molestaré? ¿la sorprenderé? Tal vez no le agrade..."

- Oh... Korra - murmuró Asami, limpiándose rápidamente las lágrimas que estaban cayendo.

Y su teléfono nunca funcionó ¿por qué no recibió esas llamadas cuando Korra estaba en la estación? Por culpa de ello tuvo que viajar sola, la vio perderse.

"Si nos encontramos ¿qué haré? Demonios, quizás sea incómodo... O quizás ¿se alegrará de verme?"

Y al final del día jamás la vio, y desesperanzada tomó el camino de vuelta a casa. Esperando en aquella estación de trenes, cerró sus ojos para no lastimarlos con al aire que corrió cuando ingresó el tren al andén, y cuando los abrió vio pasar muchas ventanas y puertas a toda velocidad, pero aun así la vio, y sintió como su corazón se quiso salir de su pecho, y como sus piernas corrieron por cuenta propia para alcanzar la puerta del vagón donde ella iba. Completamente nerviosa ingresó, pasando por toda la gente, hasta quedar frente a ella.

Y era mucho más hermosa que el reflejo de ella en su espejo. Era completamente distinta verla en persona. Pero iba concentrada leyendo unos papeles.

Asami recordó. No había sido un sueño, y de la impresión no observó una gran roca en el camino que la hizo caer de la bicicleta, haciéndola rodar abajo, y no le importó ir en su búsqueda, así que rápidamente se levantó, secó sus ojos y continuó corriendo por el cerro.

Hace tres años, antes de que yo te conociera...

- Asami... Asami... ¿me recuerdas?

Y ella levantó su vista, viendo a aquella sonriente y avergonzada chica hablándole. Jamás la había visto, lo recordaría, sus ojos eran demasiado particulares como para olvidarla.

- Veo que no - fue lo que dijo a continuación, viendo como la tristeza inundaba sus ojos.

- Disculpa ¿quién eres? - le preguntó Asami, sin querer que eso alimentara más la desdicha en el pecho de Korra.

- Yo... discúlpame - le dijo, volteándose para ocultar sus lágrimas.

El parlante en el carro le dijo que en la próxima estación debía descender, derrotada, humillada para volver a casa. Dio unos pasos vacilantes, temerosa de derrumbarse, pero la gente que también abandonaba el vagón la movía hacia afuera, y ella sin fuerzas se dejó llevar.

- ¡E-espera! - le gritó Asami -. ¿Cuál es tu nombre?

Una esperanza. No pudo devolverse, la gente la empujaba fuera. El sonido del timbre indicaba el fin, y Korra desesperada solo alcanzó a sacar una pulsera de su bolsillo, un tejido de hilos que había hecho como un regalo para ella.

- ¡Korra! - le gritó, extendiendo la pulsera, para que ella la agarrara -. ¡Mi nombre es Korra!

Korra... hace tres años ¡tú viniste a verme!

- ¡Korra!

.

.


Su nombre la sacó de su ensimismamiento. Se levantó sorprendida, observando hacia todas partes ahí arriba de ése enorme y solitario cráter, viendo como el sol estaba por ocultarse allá abajo.

- ¡Korra! - volvió a escuchar.

- ¡¿A-Asami?!

Asami la escuchó, y cansada como estaba siguió ascendiendo hasta quedar en el borde del enorme cráter, forzando su mirada hacia todos lados. Ella estaba ahí.

- ¡Korra! - gritó hacia el árbol -, ¡¿Estás ahí, cierto?! ¡Dentro de mi cuerpo!

- ¡Asami! ¡¿Asami dónde estás?!

Puedo escucharla, pero...

Asami enseguida se puso a correr, sin salirse del borde del cráter, en algún momento se la toparía, si es que ella estaba al otro lado pronto la vería. Corrió un par de metros cuando un sonido la hizo detenerse. Miró hacia atrás y nada había, pero algo le decía que ella estaba ahí.

Lentamente retrocedió unos pasos.

- ¿Asami...?

- ¿... estás aquí?

Una sombra subió rápidamente por su cuerpo, quitando el cálido y tenue calor del sol, reemplazándolo por un leve y frío viento. Asami levantó la mirada hacia el mar, donde antes estaba el sol y ahora se había ocultado, allá al fondo, y unas nubes en el cielo habían acelerado todo el proceso, oscureciendo el lugar.

- El sol se está despidiendo - dijo Korra a su lado y eso desaceleró su circulación cuando lentamente se volvió hacia ella, por fin quedando frente a frente.

Y la vio como ella realmente era. Sus cuerpos habían vuelto a la normalidad.

Y su sonrisa, tan cálida en su rostro, sonriéndole por primera vez, con aquellos tan profundos ojos azules llenos de lágrimas de felicidad

- Korra...

- Asami - respondió mientras sus lágrimas caían y se acercaba a ella -, estás aquí…. en verdad estás aquí - le dijo sin poder evitar abrazarla.

- Vine a verte - le respondió envolviéndola al fin en sus brazos, sintiendo también como sus mejillas se mojaban -. Fue realmente muy difícil, vives muy lejos - sonrió.

- Pero ¿cómo? Yo... en ése momento - dijo Korra, separándose de ella, enjugando sus ojos.

- Bebí de tu licor.

- ¿Qué?... ¡¿cómo pudiste beber eso?! - exclamó avergonzada, dando unos pasos atrás.

- Quería verte - dijo Asami, cogiéndola de un brazo.

En eso Korra vio la pulsera azul, meciéndose en la pequeña muñeca de Asami.

- Oh ¿por qué viniste a verme antes de que yo te conociera? - preguntó Asami, desabrochando la pulsera -, ¿Cómo te iba a reconocer? Mira, la guardé durante estos tres años - le dijo mientras la colocaba en sus manos, devolviéndosela.

- No. La hice para ti. Es tuya.

- Gracias - respondió cálidamente.

Pero no podía estar mucho tiempo ahí, aun el cometa iba a venir y ahora todo dependía de Korra. Aunque odiase la idea, debía dejarla.

- Korra - comenzó -, aún hay cosas que debes hacer. Escucha - y procedió a contarle todo el plan, lo que ella ahora debía hacer.

Asintiendo, Korra levantó la vista, observando como una estela celeste cruzaba lejos allá en el cielo, acercándose.

- Ahí viene.

- No te preocupes, aún hay tiempo, y los chicos ya deben tener todo preparado - la tranquilizó Asami.

- Y el sol ya se está ocultando - susurró Korra.

No quería moverse, quería quedarse con ella observando por siempre como el cielo cambiaba de colores. No quería ni sabía cómo dejarla ir, cómo despedirse sin que sonara triste y definitivo, porque no lo era, era momentáneo, pero aun así deseó que hubiera durado más.

Tanteando el terreno, se le ocurrió probar lo siguiente.

- Korra, para que no olvidemos nuestros nombres al despertar - dijo mientras sacaba un lápiz de su pantalón y sujetaba la mano de Korra. Escribió algunas letras y enseguida dejó el lápiz en su mano, tapando su escrito -, escribamos nuestros nombres.

- ¡Claro! - respondió Korra animada.

Asami extendió su mano, observando como Korra dibujaba sonriente la primera línea cuando el lápiz cayó.

Ella ya no estaba.

- Korra... ¡Hey, Korra! - gritó.

Pero fue en vano, había vuelto.

- Quería decírtelo - habló, apretando su mano -, que no importa en el lugar en que estés, iré a verte una vez más Korra.

Cerró los ojos y aspiró profundo, tranquilizándose.

- Está bien, lo recuerdo. Su nombre es Korra.

El cielo estaba oscureciéndose. Abrió los ojos para darle la bienvenida a la luna y decirle todo a ella.

- Korra, Korra, Korra... ¡Su nombre es Korra! - pero un extraña y fría ola recorrió su espada -. Su nombre es...

No. Debía escribirlo. Rápidamente se agachó para coger el lápiz, y sin perder tiempo se apresuró a completar las otras líneas de la letra "K", pero a mitad de camino el lápiz vaciló, temblando temeroso entre sus dedos.

- ¿Quién... eres tú? ¿por qué vine aquí? - salió de su boca -. ¡Yo vine a verla a ella! ¡vine a salvarla! ¡quiero que siga viva! - le gritó a la luna -. ¿A quién? ¡¿quién?! ¡¿a quién vine a ver?! - dijo aterrada, levantándose para ver dónde estaba -. ¡A alguien muy importante! ¡alguien que no quiero olvidar! ¡a quién no debo olvidar maldita sea!... ¿Quien? ¿quién? ¡¿quién?! - gritaba desesperada, llorando sin consuelo -... ¡¿Cuál era tu nombre?!

.

.


Korra bajaba el cerro a toda velocidad. Estaba eufórica. Debía apurarse, pero lo más importante es que había estado con ella ¡Asami había estado con ella!

- Asami... Asami... ¡Asami! Está bien, aun lo recuerdo ¡no lo olvidaré!

El cometa estaba encima, alumbrando su camino, como si le indicase dónde debía ir. Ella lo sabía, estaba compitiendo con él.

- Asami... Asami... ¡Tu nombre es Asami!

Llegó corriendo a la estación eléctrica de la ciudad, donde mientras recuperaba el aliento apareció Wei, tan asustado pero decidido como ella lo estaba.

- ¡Vamos!

Minutos después ella iba sobre una motocicleta junto a Wei camino al pueblo, y en la mitad pudieron oír el estruendoso ruido de la explosión. Korra quedó sorprendida, era tal como habían dicho, estaba sin habla al ver cómo todo lo que habían pensado Asami y sus amigos se estaba realizando. Lo siguiente fue que la electricidad poco a poco se fue apagando, oscureciendo poco a poco todo a su alrededor, enfocando así todo lo que acontecía en el cielo.

Las sirenas de alarma comenzaron a escucharse por todo el pueblo. La gente comenzó a inquietarse, asustada por la oscuridad y por el ruido, sinónimo de que algo malo iba a ocurrir.

"Les habla la alcaldía de la Isla Kyoshi - habló Opal por todos los parlantes - Una explosión ha ocurrido en la estación de electricidad, es posible que haya más y con eso se inicie un incendio forestal. Todos los residentes por favor evacúen hacia la universidad de Kyoshi. Esto no es un simulacro"

- ¡Huyan todos! ¡El incendio viene detrás de ese cerro! - gritaban los gemelos Beifong corriendo entre toda la gente que había reunida en el festival.

- ¡Rápido! ¡Corran! - alentaba Korra.

- ¡Incendio Forestal! ¡Incendio Forestal!

Pero no muchos hacían caso, quedándose estáticos en el lugar, sin saber muy bien qué hacer.

- ¡Korra, no lo haremos a tiempo! - le gritó Wei, sujetándola de un brazo para llamar su atención, pero cuando la volteó pudo ver que sus ojos estaban llenos de lágrimas a lo que él se preocupó -. ¿Qué pasa?

- Su nombre... ¡No puedo recordar su nombre! - exclamó Korra.

- ¡¿Qué estás hablando Korra?! ¡Eso no importa! - gritó sin siquiera entender la situación -. ¡Esto lo iniciaste tú! ¡Debes sobreponerte! ¡No podemos hacer que evacuan son ayuda de nadie! ¡Debes ir a hablar con tu padre!

No bastó más. Korra salió corriendo en su dirección.

"Repito, a todos los residentes, evacúen hacia la Universidad de Kyoshi... ¡¿Qué estás haciendo?! ¡¿Qué?!... ¡Apáguenlo!" se escuchó por la radio. Al parecer habían cogido a Opal. Minutos después los parlantes volvían a sonar, esta vez con otra voz.

"Esta es la alcaldía de la Isla Kyoshi. Estamos confirmando las causas del accidente. Por favor no entren en pánico y esperen futuras noticias"

- Deberían huir, la universidad es el único sitio seguro - jadeó Wei mientras corría entre el gentío.

- ¡Wei! - se escuchó entre la multitud y cuando éste volteó observó a su padre enfadado.

- Se terminó... - expulsó cansado mientras miraba al cielo, y en ese instante lo vio -: ¡Se está partiendo! - exclamó apuntando al cielo.

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Hey... ¿quién eres tú?

Su pecho ardía, sentía como si fuese a explotar y sus piernas ya no podían más, cada vez le eran más pesadas. Pero, aunque sintiera el corazón palpitando en su garganta, aunque le picara y doliera respirar, sentía que no podía detenerse, como si fuera corriendo en modo automático.

¿Quién era ella? Una persona importante, alguien que no debo olvidar... ¿Quién? ¿quién? ¿quién era ella?... ¡¿Cuál era su nombre?!

Levantó su vista hacia el cielo, ahí estaba, fragmentándose. El tiempo se le acababa, y atenta en ello no lo estuvo en el camino, tropezando pesadamente, cayendo y rodando por la velocidad a la que iba, recibiendo magullones, raspones y golpes en su cabeza, que de lleno impactó con el asfalto.

"Para que no olvidemos nuestros nombres al despertar, escribamos nuestros nombres"

Recordó eso, aferrándose como si fuese su segundo aire. En su mano empuñada y sucia frente a su rostro estaba la respuesta que la estaba enloqueciendo. Su nombre... ¡ella lo escribió!

Lentamente abrió su mano, cuyas letras de su mismísimo puño le decía: "Creo que te amo"

Sus ojos le escocieron ¿cómo podía haber escrito eso? ¿por qué no.… por qué no solo trazó su nombre?...

- ¡¿A quién se supone que voy a amar?! ¡Eres una estúpida! - gritó Korra poniéndose de pie, con lágrimas cayendo suicidas por sus mejillas -... Así no puedo recordar tu nombre...

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- ¡Papá! - gritó entrando de golpe a su oficina.

- ¡Korra! ¿Acaso tú...? - y sus palabras murieron en su boca, observándola maltrecha, sucia y herida, pero la mirada en su rostro no concordaba con su mal aspecto. Era decisiva.

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Asami miró su mano. Era extraño, pero jamás pudo encontrar respuestas a ciertas cosas, como por qué había despertado hace tanto tiempo en una isla desolada, ni porque cada vez que miraba su mano sentía una especie de vacío en su pecho. Era el recuerdo constante en que algo le faltaba, en que algo había olvidado.

Levantó su mirada para ver por la ventana del tren. Le gustaba ese medio de transporte, tampoco sabía la razón. Vio como edificios y paisajes pasaban rápido por la ventana, de pronto se superpuso otro tren y pudo ver los rostros de las personas, todos tan distintos: agotados, felices, ausentes... y de pronto la silueta de una mujer morena descendiendo en la estación.

Apenas se abrieron las puertas Asami abandonó el tren corriendo, apurada, asustada de no alcanzarla. Pero cuando salió y miró hacia el otro lado del andén, ya no había nadie.

Siempre estoy buscando algo. Este sentimiento está en mí desde hace mucho. No sé si estoy buscando a alguien, o un lugar...

Subió los escalones sin apuro, aunque sabía que él ya estaba ahí, esperándola. Y apenas la vio le sonrió.

- Llegas tarde - la reprochó Mako.

- Lo siento, no alcancé a tomar un tren - mintió, justificando el haberse bajado de uno y tener que haber esperado a tomar el siguiente.

- Oh ¿y eso? ¿qué pasó con la puntualidad? - bromeó.

- No seas un cretino, apuesto que acabas de llegar. Es un milagro que te hayas podido juntar conmigo con tu agenda tan apretada ¡Y eso que yo debería decir eso!

En las pantallas televisivas de los algunos edificios, silenciosos al ajetreo de la ciudad se mostraban noticias, y la de ése día informaba acerca del desastre que había ocurrido hace ocho años en la Isla de Kyoshi, debido al cometa de Sozin. Mako puso atención a ello y siguió caminando, pensando en lo que él había hecho.

- Nosotros en una ocasión fuimos a Kyoshi ¿cierto? - le preguntó con cuidado. Eso seguía siendo terreno sensible con Asami, aunque ella dijese que no recordaba mucho, lo que seguía preocupándole.

- Hace cinco años - respondió Asami. Sabía que Mako la estudiaba con sus respuestas, así que le dijo algo tangible. Una sola respuesta que no invitaba a seguir hablando de ello.

Yo no recuerdo muchas cosas de ese tiempo. Tal vez peleamos y por eso fue que cada uno regresó aparte a la ciudad. Y pasé una noche en una montaña, eso recuerdo. Pero, de una manera inexplicable, yo dibujé los eventos que sucedieron alrededor del Cometa de Sozin.

La mitad de ese cometa destruyó el pueblo de Kyoshi en aquel desastre. Pero la mayoría de los residentes resultaron ilesos. La población entera había entrado en un estado máximo de emergencia. La suerte y coincidencia de aquel día inició muchos rumores. En aquel entonces yo leí todos esos artículos, sin siquiera entender por qué razón eso me interesaba tanto.

Yo no conocía a nadie de ésa Isla.

- Gracias por reunirte conmigo, Asami. Es momento de partir - se despidió Mako después de haber tomado un café juntos -. Asegúrate de ser feliz algún día tú también.

Siempre le decía eso. Debía ser su rostro ausente o en espera de encontrar algo.

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Nuevamente el mismo escenario. Apoyada en la ventana de la puerta del tren, mirando el paisaje, que se superponía entre trenes que pasaban y calles llenas de gente. Era lo de siempre.

De pronto otro tren pasó y sus ojos se abrieron aún más al ver a una mujer apoyada en el vidrio de enfrente, tan perdida como ella lo había estado segundos antes, pero algo le resultó familiar... su pelo corto, el color de su piel, sus ojos de ése color...

Y ella la miró, y su reacción fue igual que la suya.

El camino se alejó, abriendo una brecha entre ambos trenes. Y ahora sí que Asami corrió como nunca lo había hecho en la ciudad.

Si sus cálculos acertaban, ella debía estar en la estación de enfrente. Si corría podría alcanzarla, siempre y cuando ella también hubiera descendido. Por supuesto que lo había hecho, tenía esperanza ¡su expresión había sido la misma que la de ella!

Empujó a muchas personas, se disculpó entre gritos y sin parar. Varios bocinazos de vehículos reprochaban su mal actuar y unas cuantas señaléticas pasó por alto, cruzando atolondrada las calles.

Korra por su parte hizo lo mismo. Corría por una pasarela sin jamás haberte detenido a pensar por qué lo estaba haciendo, pero aquella mujer ¡su expresión!

Pronto Asami llegó hasta las escaleras de aquella pasarela y allá arriba observó a aquella morena chica, tan agitada como ella, mirándola fijamente.

Lentamente subió las escaleras. No podía ser tanta coincidencia que ella también esté ahí por casualidad ¡ella había corrido! Pero no quería hacer el ridículo, tenía que tener otro indicio más claro, alguna señal, algo que le dijera que la conocía.

Mientras subía, la otra chica bajó, a su misma velocidad, tan nerviosa como ella pudo notar por el rabillo del ojo, hasta que pasó a su lado, y no hizo nada, y ella tampoco lo hizo.

Korra soltó un leve gemido al pasar de largo frente a esa mujer. Ella también esperó algo, y solo había pasado como si nada. Todo había sido su imaginación.

Asami llegó a la cima de las escaleras. Era suficiente, ya estaba ahí y no había sentido eso en años ¡y era justo lo que estaba buscando! ¡de eso estaba segura! Ya nada le importaba.

- ¡Espera! - le gritó Asami, mirando hacia abajo -. ¡¿De dónde te conozco?!

Observó como la chica se detuvo en seco, una reacción que en verdad esperaba. Lentamente se volvió hacia ella y con sorpresa descubrió que estaba llorando, pero no había tristeza en su rostro.

- Pienso lo mismo - dijo entre lágrimas, sonriéndole.

Asami sonrió aliviada. Un gran peso que había estado cargando por años pareció desaparecer en aquella sonrisa, y fue inevitable que imitara la reacción de la chica de abajo, con lágrimas celebrando.

- ¿Cuál es tu nombre?

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~o~


N. de la A.:

Si bien sale en la descripción lo volveré a decir para que no hayan malentendidos: esto se trata de una adaptación de una película animada llamada "Kimi no na wa" ("Cómo te llamas?" en español) que me encantó desde el primer momento en que la ví, pero jamás esperé adaptarla hasta hace apenas unos días.

¿Por qué ahora? Bien podría ser para celebrar San Valentín, pero hago esto más que nada como un regalo de cumpleaños.

Musubi son los hilos del tiempo, de las relaciones, de las personas y las almas. Éstos se enredan, se juntas y se sueltan, cruzando el destino de varias personas. Pero nada de esto es al azar, tal como se lee es el destino. Todo lo que ha ocurrido, todo lo que he descubierto y aprendido en ti ha sido gracias al musubi y agradezco enormemente haber escuchado el sonido de los hilos enredándose.

Este es un regalo a mi "pequeña" amiga especial, mi maestra, que en poco tiempo me ha maravillado con muchas cosas. Tu alma es un año mas vieja.

... Y aquí también entra el juego en que tardé eones en obtener tu nombre, hahaha.