.


Capitulo XXXIII

"Ave Atque Vale"
(Salve Y Adiós)

Parte III


Rápidamente los soldados comenzaron a ingresar en aquella cámara, formando un gran circulo con forme fueron entrando, hasta que finalmente terminaron de rodear a la joven Oráculo, quien no se movió de su lugar y permaneció firme, sin mostrar ninguna señal de miedo o nerviosismo.

− Princesa Yuuko – hablo el comandante Fleuret – en nombre del rey Demian, se le ordena confesar el lugar donde se esconde el hombre cuyo nombre corresponde a Katsuki Yuuri.

La princesa no respondió y se mantuvo en silencio.

− Sí se niega a hablar, será considera una traidora al reino – le aseguro con una sonrisa.

− ¿Traición? – Le pregunto − ¿tratar de devolverle el trono al legítimo rey es traición? – Frunciendo ligeramente el ceño – creo que deberías reconsiderar tus palabras y recordar quien es el verdadero traidor.

−…

− Tu rey tomo a la fuerza un reino, mato a sus gobernantes y condeno a este mundo. Y todo por ambición.

Fleuret bajo la cabeza y negó tranquilamente.

− Veo que ha tomado su decisión – haciendo un ademan con el cual los guardias se colocaron en posición y levantaron sus espadas – por el poder que el rey me confirió, usted es considerada una traidora a la corona… Mátenla – le indico a sus hombres.

Los soldados soltaron un grito y se apresuraron con sus espadas hacia la joven oráculo.

Yuuko levanto su mano derecha y, tras un haz de luz, el tridente de Bahamut apareció frente a ella, el cual tomo con su mano y, in demora alguna, golpeo el suelo con la punta de este. Enviando una fuerte ráfaga que lanzo a los guardias contra las paredes del recinto.

− Es mejor que se alejen si no quiere que esta noche sea la última para ustedes.

Fleuret al ver a sus hombres en el suelo solo chasqueo la lengua.

− Tengo conocimiento de sus grandes poderes princesa Yuuko – le menciono – y también se de lo que es capaz con ellos pero, me temo que no llegara muy lejos, el castillo está lleno de soldados, aunque pueda repeler a una gran cantidad de ellos, tarde o temprano su energía caerá… Solo es cuestión de tiempo.

Yuuko apretó con fuerza el tridente, aun cuando no quería admitirlo, Fleuret tenía razón, su nivel de energía no se comparaba a la de los Katsuki, la cual les hacía durar largamente en batallas muy extenuantes algo que difería con ella, su poder tenía un límite y el que la barrera drenara parte de ella, hacía que no durada mucho tiempo en un enfrentamiento.

− ¿Qué?, ¿la gran oráculo de Eos se quedó sin palabras?

−…

Las miradas de ambos se encontraron, ninguno quería ceder ya que hacerlo podría demostrar debilidad ante el otro, algo a lo que no estaban dispuestos a caer.

− Comandante Fleuret ¿qué forma es esa de hablarle a una princesa?

Ambos apartaron la vista y enfocaron la figura de Demian Nikiforov, quien se acercaba lentamente seguido de sus guardias personales.

Fleuret hizo una reverencia antes de hacerse a un lado, dejando que su rey encarara a la joven oráculo.

− Mi querida Yuuko, ese aire de guerrera junta a esa afilada mirada, definitivamente te queda.

− Demian – siseo Yuuko.

− Veo que hiciste un alboroto – recorriendo el lugar con su mirada y observando a varios de sus guardias inconscientes – a veces olvido que no eres una simple mujer.

Yuuko no respondió, alzo el tridente con sus dos manos, indicándole que estaba preparada para cualquier cosa que hiciera.

Demian simplemente sonrió.

− ¿Dónde he visto esta misma escena? – pregunto Demian de forma retorica – Oh, sí. Así mismo se veía tu madre aquella noche.

Ante aquella declaración, la joven princesa se tambaleo un poco, por el simple hecho de recordar lo sucedido en aquella fatídica noche pero, aun con aquel pesar, se recompuso lo mejor que pudo.

− Aunque, definitivamente eres más poderosa que ella, no por nada eres la oráculo elegida para el entronado, cuya misión de salvar el mundo debe ser acatada contra todo, ¿no?

− ¿Acaso olvidas lo que significa esa palabra? – Le pregunto Yuuko – hablas como si olvidaras lo que ocasionaste… Pero que se puede esperar de ti…

− …

− Ser quien eres y lo que fuiste, es un pecado que el mundo sigue pagando.

El rey Demian soltó una larga risa ante las palabras de la joven, negando con su cabeza lentamente.

− Por supuesto que lo sabes, todos los oráculos saben quién soy… Como olvidarlo – colocando un gesto serio y sombrío en su rostro – como olvidar a los títeres de Bahamut, entrenados con el único fin de llevar sus órdenes más allá del tiempo… Para que el elegido cumpla un deber que ellos olvidaron cumplir.

− Los dioses nunca han olvidado cumplir su deber, si así fuera hace mucho que el mundo hubiese sucumbido a la plaga nacida en Valhala.

− Esos dioses a los que tanto adoras, fueron la causa en primer lugar… ¿Se te olvida el pecado de Ifrit?

Yuuko frunce el ceño y con su tridente, lanzo una ráfaga de energía hacia Demian. Antes de que dicho ataque lograra tocarlo, una sombras oscura se posó frente al rey, mostrando a una figura enfundada en una armadura, desviando el ataque, estrellándolo contra una de las paredes del lugar.

La princesa se sorprende por la repentina llegada de aquel misterioso soldado, cuya aura le recordaba a oscura presencia de los cadentes.

− Oh, cierto, aun no los he presentado – hablo Demian – Princesa Yuuko, le presento a mi más fiel guardián, debo decir que tarde años en doblegar su voluntad pero, finalmente es un perro fiel…

− …

− Como abras notado, tus poderes no lograran tocarme, todo gracias a él así que, evitemos una lucha innecesaria y entrégame lo que llevas contigo.

− No sé de qué hablas – dando un paso atrás.

El rey bufo y sonrió.

− Sabes a lo que me refiero – le indico – entrégame el sello de la luz que llevas contigo – alzando su mano, esperando que la joven princesa lo entregara por voluntad propia.

− Me niego – le respondió – el sello de la luz solo puede ser portado por el elegido, por el verdadero rey… Tu… Hace mucho que te corrompiste.

El rostro de Demian se ensombreció ante lo dicho, su seño estaba fruncido y su mandíbula tensa por la fuerza que estaba ejerciendo al morder sus dientes. Cerró sus ojos unos momentos, intentando mantener la calma y hablo.

− Es mejor que me lo entregues – dijo con la mano extendida – de no hacerlo, me veré forzado a quitártelo y no garantizo que tu vida sea perdonada.

− Mi respuesta sigue siendo la misma – irguiéndose completamente y sosteniendo con una sola mano el tridente para enfrentar al rey – mi vida no es importante, el mundo lo es y mientras el elegido cumpla su destino… No me importa sacrificarme.

− Sí esa es tu decisión.

El rey hizo un movimiento con su cabeza a la cual el oscuro soldado asintió. Lentamente se acercó al oráculo, quien se colocó en posición para atacarlo, todo con el único fin de proteger el sello de la luz que le fue confiado.

− No te acerques – le advirtió Yuuko.

El soldado solo camino lentamente hacia ella y expulsando humo negro por las rendijas de su casco.

Yuuko tomo aquello como una respuesta, una donde le indicaba que no se detendría a menos que Demian lo ordenara. Sin pensarlo, lanzo una potente ráfaga de energía y, aunque esta impacto de frente, el soldado siguió moviéndose, como si aquel ataque no le hubiese hecho daño alguno.

La oráculo lo intento nuevamente pero el resultado fue el mismo. El oscuro soldado continúo caminando hasta que estuvo frente a ella. Ambos se contemplaron unos segundos antes de que el primero la tomara del cuello con fuerza, haciendo que soltara el tridente el cual resonó con fuerza al caer al suelo.

− Tú… − intento hablar pero la presión de la mano del soldado sobre su cuello se lo impedía además de soltar un quejido de dolor cuando esta se apretó con más fuerza.

El soldado siguió apretando su cuello, levantándola del suelo sin soltarla y expulsando nuevamente aquel oscuro gas.

− Nunca… Nunca lo… Tendrás – dijo entre jadeos por el dolor.

"Yuuko…"

La princesa amplio sus ojos al escuchar aquella voz en su cabeza, una voz tan familiar que le era imposible creerlo. Habían pasado más de trece años desde la última vez que logro escucharla y volver a hacerlo, en un momento como este era difícil de creer, sobre todo cuando su dueño estaba muerto.

Sus ojos regresaron a ver el rostro del soldado, oculto tras aquel oscuro casco. Solo lo contemplo unos segundos pero, pudo distinguir un par de ojos negros, unos que recordaba perfectamente.

"No… No puede ser, tu eres…" pensó para sus adentros la princesa mientras derramaba una lagrima.

"Lo siento…"

Le escucho decir antes de que, sin poder preverlo, la mano del soldado atravesó su estómago.

El tiempo pareció congelarse, los recuerdos de su familia, sus amigos, su esposo e hijas llegaron a su mente. Momentos felices y tristes fueron rememorados. Toda su vida paso por sus ojos y en lo único que podía pensar era en lo triste que era tener que dejarlos.

La sangre comenzó a emanar de su boca mientras ella solo podía dedicarle una mirada de tristeza e impotencia al soldado frente suyo.

− No… No es… Tú culpa…

El soldado solo la contemplo antes de sacar su mano del estómago de la oráculo y soltar su cuello.

El cuerpo de Yuuko cayó al suelo pesadamente.

El tintineo del anillo se escuchó por todo el lugar.

Sus ojos regresaron a ver a Demian, quien solo sonreía de forma autosuficiente. Su respiración se iba haciendo más lento, el frio comenzó a extenderse por todo su cuerpo.

"Yuuri… Nishigōri… Lo siento"

Fueron sus últimos pensamientos antes de que la completa oscuridad la llamara.


Una vez el ascensor llego al piso inferior, fueron recibidos por una tropa de guardas que les taparon el paso. Con dificultad Habían logrado deshacerse de ellos aunque, siendo solo las dos personas más jóvenes tras Adalberto quienes se encargaron de realizar dicho trabajo ya que el rubio tenía las manos ocupadas al tener que proteger al príncipe.

Corrieron por los enormes pasillos del piso inferior, evadiendo guardias y luchando con otros, todo con el único fin de salir del castillo y llegar al lugar donde Mary los esperaba.

− Esto es una locura, cada vuelta que damos hay un sequito de guardias esperándonos – dijo Yuri quitándose la capucha para mostrar su rostro.

− Todos están alertas es lógico que estén patrullando el área – respondió Otabek, imitando a su protegido y quitándose la capucha.

− La culpa la tiene ese cerdo – señalando a un inconsciente Yuuri – sino fuera por su estúpida idea de "darle un juicio justo" a Demian – enfatizando con sus dedos – nada de esto hubiese sucedido.

− ¿Y seguir el plan original hubiese cambiado algo? – pregunto Otabek.

− ¡Al menos no hubiesen habido bombas explotando por todo el jodido reino!

− Dudo mucho de eso – hablo Adalberto – Demian resulto ser más astuto de lo que creímos. Bien pudo pedirle a su hijo que se acercara a Yuuri y tramo todo esto.

− ¿Cree que Victor tuvo que ver con todo esto?

− Posiblemente.

− ¿Hablamos del mismo viejo? – Pregunto Yuri con el ceño fruncido – Victor puede ser un idiota – menciono cruzándose de brazos – pero no un asesino, quizás delato a Yuuri sin darse cuenta y Demian lo aprovecho.

El rubio mayor no lo regreso a ver, no muy convencido por las palabras del menor.

− Lo mejor es continuar.

Y los tres continuaron avanzando.

Conforme lo hacían, mas guardias se interponían entre ellos, teniendo que luchar contra ellos para abrirse paso. En una de las vueltas se encontraron a mas guardias pero, estos poseían armas de fuego por lo que, estaban en desventaja en contra de ellos.

− ¿Qué hacemos? – pregunto Yuri.

− Buscar otro camino – le respondió Adalberto.

Y al girar en uno de los pasillos, se encontraron con alguien que no esperaban ver en aquel lugar.

− ¿Madre?

− Yuri – hablo la reina Anora con una suave sonrisa.

− ¿Qué haces aquí? – Le pregunto acercándose a ella – pensé que estabas en tus aposentos.

− Lo estaba pero, sabía que tendrían problemas por eso vine.

− No debes preocuparte por eso, podemos ocuparnos del problema.

La reina Anora sin borrar su sonrisa dirigió su vista hacia el joven que Adalberto cargaba sobre su espalda.

− ¿Cómo está?

− Solo esta inconsciente – le respondió el rubio.

− Ya veo, me alegro que nada malo le pasara.

− Pero casi le pasa – murmuro – si no fuera porque Freya nos dijo dónde estaba.

− Él está bien, es lo importante.

Adalberto iba a responder cuando las voces de algunos guardias se escucharon en pasillos cercanos, algo que les indico que no tenían mucho tiempo.

− Siguen buscando a Yuuri – menciono la reina – deben irse ahora, solo así estarán a salvo.

Adalberto asintió sin ánimo.

− Yuri, Otabek – los llamo – vayan con Adalberto y asegúrense que nada malo le pase al príncipe.

− Como ordene reina – contesto Otabek.

− ¿Por qué siempre tengo que proteger a ese cerdo?

− Yuri.

− Lo sé, es mi deber – respondió con brusquedad – no tienes que repetirlo.

− Me alegro que no lo olvides – dijo acariciando la mejilla de su hijo – váyanse, yo los distraeré para que puedan escapar.

− ¡¿Qué?! – Su hijo enarco una ceja − ¡¿Qué significa eso?!

− No hay tiempo para explicaciones debe irse, los soldados…

Sin previo aviso, todo el lugar comenzó a temblar fuertemente, teniendo que sujetarse de las paredes para mantenerse en pie. Cuando finalmente el movimiento termino, tanto Anora como Adalberto regresaron a verse, temiendo internamente que aquel extraño temblor significara lo que estaban pensado.

− No pierdan el tiempo y márchense…

− Pero, madre…

− Después hablaremos ¿sí? – la reina acuno el rostro de su hijo y beso su frente – Ahora.

Los tres asintieron con un movimiento de su cabeza, siendo Yuri quien más se resistía a obedecer pero, ante la intensa mirada de su madre no pudo objetar dicha orden y, aun contra sus deseos, siguió a Otabek y a Adalberto, mientras su madre se quedaba atrás.

Una vez la reina los vio desaparecer por el pasillo, se giró para encarar a una pequeña tropa de guardias que al verla, se detuvo frente a ella.

− Su majestad – dijo uno de los guardias – le pedimos se haga a un lado y nos deje pasar. Tenemos informes de que un sujeto, traidor a la corona, está huyendo y tomo este camino.

− ¿Es así? – Pregunto sin inmutarse – la persona que cruzo este pasillo dudo que sea un traidor a la corona.

− ¿Nos está confirmando que si tomo este camino?

− Puede ser, después de lo sucedido, todos están algo aturdidos.

− Mi reina, es mejor que se haga a un lado y nos deje verificar si es la persona que buscamos.

La reina coloco un gesto serio en su rostro y hablo.

− Me temo que no puedo permitir eso.

− Reina Anora – hablo el líder de aquel pequeño batallón – si continua interponiéndose, será vista como una traidora a la corona además de ser participe en los asesinatos de inocentes que sucumbieron en este terrible atentado por parte de los conspiradores.

− No pienso moverme – señalo la reina – así que, hagan lo que tengan que hacer.

Los guardias se regresaron a ver entre ellos mientras la joven reina, esperaba que hubiesen logrado salir ilesos del castillo.


Cuando los tres salieron del castillo, fueron recibidos por una angustiada Mary quien, se apresuró hacia el rubio para observar más de cerca a su hermano menor.

− ¿Él está…?

− Inconsciente – respondió Adalberto – tuve que noquearlo ya que no quería venir con nosotros.

Mary soltó un suspiro.

− Tan terco como siempre.

− Dudo que "terco" sea la palabra correcta – aseguro Yuri con una mueca en su rostro.

− No puedo rebatir eso – respondió Mary.

− Debemos irnos – Hablo Adalberto – Logramos escapar gracias a la intervención de Anora, si nos atrapan su ayuda no valdrá nada.

Mary asintió y los guio hacia un lugar oculto a la vista, donde algo cubierto con una enorme manta se encontraba.

Nadie se movió una vez llegaron frente al objeto oculto, solo Mary camino hacia él y, tras retirar la manta, finalmente revelo lo que se encontraba bajo la misma.

− ¿Ese es…? – pregunto Otabek con algo de sorpresa.

− Lo es – respondió Adalberto – El regalía.

− ¿Es el auto del Rey Regis? – Pregunto Yuri – pensé que sería más… Grande.

Adalberto solo rueda los ojos por los comentarios.

− Mejor ayúdenme a meter a Yuuri al auto – les sugirió con algo de molestia en su voz.

Una vez Yuuri estuvo dentro del auto –con ayuda de un muy molesto Yuri− los demás ingresaron al mismo, abrochándose los cinturones antes de que el rubio encendiera el motor y emprendieran este se pusiera en marcha.

Su recorrido no duro menos de veinte minutos antes de que un extraño sonido captara la atención del joven rubio.

− ¿Escucharon eso?

− ¿El qué? – pregunto Otabek desde el asiento del copiloto.

− Ese sonido… Se parece al que hacen los cadentes cuando…

El joven príncipe se giró sobre su asiento para enfocar la parte trasera el auto, observando con horror como varios cadentes comenzaban a emerger del suelo, tomando la tarea de perseguirlos por el camino, como si algo o alguien les hubiera dado dicha orden.

− ¡Esto tiene que ser una broma! – Exclamo Yuri − ¡¿desde cuándo los cadentes hacen eso?!

− Ellos suelen perseguir humanos – respondió Otabek.

− ¡Ya lo sé!, ¡Pero nunca había visto que una horda se uniera para perseguir a un simple auto!

− No si les dieron la orden – indico Adalberto.

− ¿Crees que Demian lo hizo? – Pregunto Mary – es imposible el no…

− Con ese hombre, todo es posible – le respondió.

Mary apretó los dientes mientras dirigía su vista hacia el rostro de su hermano, quien seguía dormido con la cabeza apoyada en las piernas de la misma.

− ¿Y qué hacemos? – Pregunto Yuri – yo no pienso morir aquí – sentencio observando a los cadentes tras de ellos − ¿que no se supone que esta cosa puede volar? – volvió a preguntar al recordar algunos comentarios que su madre le había hecho.

− Lo hace, pero necesito ganar cierta velocidad o no podrá elevarse – menciono, esquivando a los cadentes que se le ponían en frente – pero con los cadentes en el camino.

Yuri frunció el ceño ante lo dicho.

Cuando aquel plan había sido puesto en marcha, algo le decía que las cosas no terminarían bien, sobre todo cuando Victor estaba metido en medio y cuya relación con Katsuki Yuri comprometía las cosas pero, jamás imagino verse huyendo a mitad de la noche, con un castillo y reino atacado por bombas mientras los cadentes buscaban la forma de matarlos.

Definitivamente golpearía al maldito cerdo por usar un plan que comprometió todo por lo que durante años tanto su madre y los demás aliados habían luchado.

Pero antes de que pudiera hacerlo, debían encargarse de los cadentes y escapar.

− Acelera – dijo tomando su arco y el carcaj para pararse sobre su asiento.

− ¿Qué? – pregunto Adalberto mirándole de reojo.

− ¡Que aceleres, yo me encargo de ellos! – Alzando la voz con frustración en ella − ¡Otabek, encárgate de los que aparezcan en frente!

Su compañero asintió, tomando su propio arco y comenzando dispararle a cuanto cadente aparecía, siendo imitado por un muy molesto Yuri, quien lanzaba un par de maldiciones cada que hacia caer a los cadentes.

Pasaron alrededor de diez minutos, tiempo en el cual ambos jóvenes seguían abatiendo a los cadentes que los perseguían con la intención de matarlos hasta que, un sonido proveniente del auto, capto su atención.

− ¡Siéntense! – Les ordeno Adalberto − ¡vamos a despegar!

Yuri y Otabek bajaron sus armas, se sentaron nuevamente tras lo cual, e techo del auto comenzó a subir hasta que finalmente se cerró por completo. El Regalía comenzó a ascender hasta que despego y se alejó de los cadentes.

− ¡Finalmente! – exclamo Yuri, agotado por los hechos anteriores.

− ¿Cómo esta Yuuri? – pregunto Adalberto poniendo el piloto automático y poder regresar a ver hacia los asientos traseros.

− Sigue dormido – respondió Mary.

− Que oportuno – siseo Yuri – cuando ese cerdo despierte, juro que le romperé las piernas por todo lo que ha pasado.

− Yuri – advirtió Otabek desde su asiento.

− ¿Qué? aun cuando dudo que Victor haya abierto la boca, sin duda la causa de que todo saliera mal es él – señalando a un dormido Yuuri – se confió demasiado y ahora tenemos a todo el reino buscándonos… Corrijo, buscándolo a él.

Nadie rebatió lo dicho, ya que de alguna forma u otra, las palabras del joven príncipe eran ciertas, de no haber cambiado el plan inicial, quizás nada de todo aquello hubiese ocurrido.

Al no obtener respuesta Yuri rodo los ojos y continúo hablando.

− ¿Y ahora qué haremos? – Pregunto − ¿A dónde vamos exactamente?, dudo que esta cosa pueda volar indefinidamente.

− Iremos al faro de Caem.

− ¿Al faro? – Frunciendo el ceño al escuchar el lugar de destino − ¿no es donde vive el viejo Cid?

− Lo es – respondió soltando un largo suspiro.

− …

− Es el único lugar de donde podemos partir y viajar a Altissia.


Todos los guardias buscaban por toda la habitación el objeto que su rey requería. Hurgaban hasta el último rincón de la misma pero, lo que el rey buscaba ya no se encontraba en el lugar o quizás, nunca estuvo en el mismo.

Con decepción, el comandante Fleuret se acercó a su rey y le informo de las malas noticias.

− Su majestad – arrodillándose frente al mismo – me temo que el anillo que busca no está en la habitación.

− ¿Ya buscaron minuciosamente?

− Me temo que sí, mi señor.

El rey Demian frunció el ceño levemente.

Con firmeza avanzo por el lugar, deteniéndose frente al cuerpo inerte de la princesa Yuuko y arrodillándose para que su mano derecha acariciara su cabeza.

− Así que al final lo hiciste ¿he? – Emitiendo un susurro que solo él podía escuchar – utilizaste la llama de la última voluntad para entregarle el anillo… Eras idéntica a tu madre – dibujando una sonrisa de medio lado – Pero me temo que tu último esfuerzo fue en vano, aun cuando lo hayas hecho no cambia nada los planes que tengo… Incluso, podría decirse que ayudaste a que estos se realicen antes de tiempo.

"Príncipe no tiene autorizado bajar, el rey ordeno…"

"¡Déjame pasar!"

Todos los presentes regresaron a ver las escaleras que daban al lugar y observaron como el príncipe Victor bajaba con rapidez por las mismas, siendo seguido por algunos guardias que no lograron detener su avance.

El rey lo observo de reojo por unos instantes y, antes de que su hijo llegara a su lado, solo un sollozo y sostuvo el cuerpo de la difunta princesa Yuuko entre sus brazos.

− Oh, mi pequeña ¿Cómo pudieron hacerte esto? – pregunto el rey, comenzando a derramar unas cuantas lágrimas y sollozando por lo bajo – debí protegerte mejor.

− ¿Padre?

El rey Demian giro su cabeza para enfocar el rostro de su hijo quien, al ver lo que sostenía entre sus brazos, amplio sus ojos enormemente por la sorpresa.

− Que… ¿Que sucedió? ¿Ella esta…?

− La asesinaron… No pudimos... – el rey callo de pronto y soltó otro sollozo.

− ¿Quién? ¿Por qué?

− Príncipe – intervino el comandante Fleuret – su padre está muy afligido – aseguro – perder a la princesa Yuuko fue un duro golpe para él después de todo, la tomo a su cuidado cuando era tan solo una niña y verla morir de esta forma… − bajando la cabeza y apretando los dientes – asumo mi ineptitud al no poder rescatarla con vida.

− Comandante Fleuret.

− Pero le puedo prometer que aprenderemos al responsable de esta tragedia, la muerte de la princesa Yuuko no quedara impune.

− …

El rey respiro profundamente antes de besar la frente de la princesa Yuuko y levantarse con el mismo en brazos.

− Lleven el cuerpo a las habitaciones reales, que manden por los médicos y la preparen, debemos organizar el funeral de la princesa – dijo entregando el cuerpo al comandante Fleuret – así mismo, se hará una declaración para honrar a los inocentes caídos en este atentado.

− Como ordene mi señor.

− No olviden enviar las noticias al reino de Altissia… El esposo de la princesa Yuuko debe ser informado tan pronto sea posible y escóltenlo a nuestro reino para que esté presente en el funeral.

− Así se hará mi rey.

El rey asintió y se encamino hacia el piso superior.

Victor solo le dedico una última mirada al cuerpo de la difunta oráculo, antes de correr tras su padre y alcanzarlo.

− Padre…

− …

− Padre por favor – tomando el brazo del mismo para detenerle − ¿Quién fue?

− …

− ¿Quién mato a la princesa Yuuko? ¿Y Yuuri? ¿Qué paso con él? – Tragando con fuerza al pronunciar el nombre de su pareja − ¿él está bien?

El rey Demian no respondió de inmediato, se mantuvo en silencio antes de girarse, soltar un suave suspiro y responder.

− ¿De verdad quieres saberlo?

− Sí.

El rey coloco una mirada llena de pasar antes de responder.

− Me apena mucho tener que decirte esto pero, el asesino de la princesa Yuuko es…

− …

− Katsuki Yuuri.

Los ojos de Victor se ampliaron ante la declaración de su padre, enmudeciendo por el impacto de la noticia y dando un paso atrás.

− No – hablo en un susurro – No es… Eso es… − dijo entre jadeos, atónito por la noticia.

− Sé que es difícil para ti y quisiera que no fuera verdad pero… El comandante Fleuret y algunos soldados fueron testigos.

Victor bajo la cabeza, con el rostro desencajado por las palabras de su padre.

− Lo lamento hijo pero, es la verdad… Katsuki Yuuri es un asesino.

− El me prometió que…

El rey suspiro y tomo a su hijo por los hombros.

− Debes aceptarlo, Katsuki Yuuri solo se acercó a ti para llegar a nosotros. Él no es inocente y esto lo demuestra.

Las manos de Victor se apretaron con fuerza, al no poder creer que la persona que amaba fuera en verdad un asesino, alguien que lo había usado de aquella forma… ¿Acaso Yuuri era tan buen actor que logro engañarlo?

"Yuuri… No puede ser cierto… Tu no…"

− ¡Escúchenme todos, a partir de este momento Katsuki Yuuri es declarado como un traidor a la corona! – Anuncio el rey ante sus soldados − ¡Debe ser aprendido por intento de asesinato en contra de su rey y por la muerte de la princesa Yuuko!

− Padre…

− Deben capturarlo, ya sea vivo – regresando a ver a su hijo – o muerto.

Victor solo pudo bajar la cabeza ante la sentencia que su padre había dictado.


De forma rauda, una hora había pasado desde que salieron del reino de Hasetsu. Siendo observados solo por la luna y las estrellas en su trayecto al faro de Caem, con la firme intención de hablar con Cid y poder llegar al reino de Altissia.

Visitar nuevamente aquel reino que alguna vez los cobijo tras el atentado de hace más de trece años, nunca había sido su intención, al menos no por ahora, ya que su prioridad era recuperar el trono y el cristal santalita de las manos de Demian pero, con el descubrimiento de su plan y su inminente fuga, debieron acelerar los planes y llevar al entronado hacia su destino… Uno que esperaban pudiera cambiar las cosas.

Y era algo que necesitaban rápidamente.

− Se quedaron dormidos – comento Mary, al ver como Otabek y Yuri dormían sobre sus asientos.

− Están agotados, hicieron todo lo que pudieron por ayudarnos.

− Lo hicieron, para ser tan jóvenes.

Adalberto sonrió con algo de tristeza por la situación.

− Caius los ha entrenado bien.

Mary sonrió levemente.

− ¿Aun no te hablas con él?

− …

Aquel silencio fue una respuesta afirmativa para la princesa.

− Sabes que algún día tendrás que hablarle.

− Pero hoy no es ese día.

Mary negó con su cabeza.

Conocía el pasado de su padrino y la conexión que tenía con el actual maestro del joven Yuri. Comprendía las razones para no hablarse pero, finalmente el lazo que los unía era más grande que unas disputas por lo que, siempre trato de persuadir al rubio de que hablara con el viejo maestro pero, siendo tan terco como era jamás accedió por lo que, quizás lo que hoy había sucedido, podría ser la oportunidad perfecta para que ambos arreglaran.

− Tarde temprano deberás hacerlo.

− Lo pensare.

Mary suspiro y acaricio con calma el rostro de su hermano, quien seguía durmiendo plácidamente.

− Adalberto.

− ¿Mmm?

− Ese temblor… Yuuko estaba con ustedes…

− …

− Solo hubo un temblor de esa magnitud hace trece años y fue cuando mi padre murió.

− …

− ¿Significa que Yuuko…?

Su padrino no respondió lo cual, le confirmo la cruel sospecha que estaba intuyendo.

− Pronto llegaremos a Caem, prepárate.

Mary asintió con pesar, derramando una lagrima por la pérdida de una vieja amiga. Mientras que, en el lejano reino de Altissia, un esposo lloraba la muerte de su muy amada esposa.

つづく/ Continuara...


Hola Lectores.

Sé que tiene más de un mes y medio que actualice pero, aunque sea lento como una tortuga, terminare esto ya que en mi cabeza ya tengo toda la historia solo falta escribirla jajaja

Para quienes lo sospecharon desde un inicio, Yuuko finalmente murió, ella ya lo sabía desde muy joven, que su destino era morir para que el elegido llegara a su destino.

Sé que hay cosas muy confusas aun pero, se irán resolviendo conforme avanza todo, no creo que le falte mucho a este fic, quizás tres o cuatro capítulos más ya que, Yuuri ya se acerca a Altissia, lugar al que debía volver desde un inicio.

Hay muchas preguntas.

¿Por qué Demian culpo a Yuuri?

¿Qué sucederá ahora que Yuuko está muerta?

¿Qué conexión une al maestro Ballad con Adalberto?

Y otras tantas que pronto contestare.

Por ahora, agradezco a las dos o tres personitas que leen esto ya que, nunca escribí esto para terceros, lo escribí para mí, como reto personal de que podía hacer una historia larga y, me hace feliz que les gustara esto, que me dejen sus comentarios… De verdad nunca pensé que eso sucediera jajaja

Pero en fin, los dejo y hasta el próximo capítulo.

¡Los quiero!