[¡Muy buenas! Antes de que empieces a leer me gustaría comentarte algo: Este capítulo está dividido en dos partes debido a que es muy extenso y puede ser tedioso leerlo entero de una vez, por eso lo dejo separado. Esta es la SEGUNDA parte, así que si te has saltado la primera te recomiendo que la leas esa primero para entenderlo todo mejor, gracias :3. Y ya está, ¡disfruta de la lectura!]


Narra Plagg hacia Adrien:

Alfonso me había perdonado por fin, y esa vez si que dejé los vicios del vino de una vez por todas, sin embargo había otros que aún podrían conmigo y con Gato Negro, aunque este no sería tan peligroso como el alcohol. Sin embargo iremos a eso más tarde.

Carla y las demás chicas por fin pudieron salir del pasillo de los cuartos oscuros. Vieron que el local no tenía ningún daño ya que Catarina pudo repararlo todo tras la batalla contra Luparia/Zángana. Sara, la nueva doncella de la rubia, había ido a retomar el espectáculo que tenía en solitario mientras las otras tres se iban a descansar. Carla seguía pensando en lo que le propuso Julieta rato antes, y quería volver a mencionárselo, también para saber la opinión de Rosa que no estaba delante antes.

Las tres se habían vuelto a sentar en la barra de la zona del bar y volvieron a pedir algo de alcohol, otra vez vino, concretamente el de los Avilés para ponerse a tono.

—Chicas... Ahora que ha pasado todo me gustaría preguntaros algo...—Hablaba la muchacha rubia, tras beber un buen trago de su copa.—Lo del... trío... ¿es cierto?

La pareja de chicas se miró y rieron coquetas, luego miraron a Carla y asintieron.

—Sí, nos gustas,—Hablaba la chica de cabello negro, con un tono más sensual en su voz.—y es normal para nosotras hacer este tipo de cosas, queremos apartarte de ese ambiente puritano y conservador de marqueses y burguesía en el que vives, seguro que agradecerás algo de placer.

—Pues sí, realmente lo agradecería,—Carla se puso roja, esas dos jóvenes le parecían atractivas y estaba deseando probar cosas con una chica, aunque era obvio que en ese momento le había tocado la lotería porque no solo le tocó una, si no que fueron dos. Luego miró hacia Rosa, ella no había dicho gran cosa, pero no parecía tener una opinión contraria a la de su novia.—¿Y tú qué dices, Rosa?

—A mi también me encantaría,—Respondía alegremente la otra chica rubia de cabello corto y ojos azules.—seguro que nos lo pasamos muy bien, tenemos reservada una habitación en el hotel para nuestras cosas, ¿qué te parece si vamos cuando acabemos el vino?

—Me parece perfecto.

Las tres chocaron sus copas entre sí, riendo algo sonrojadas y bebieron. Tras ello pagaron sus cuentas y salieron del local para entrar al hotel, al que se entraba por una puerta cercana en el mismo edificio. Subieron las escaleras de mármol conglomerado y subieron al segundo piso. Este tenía dos puertas marrones, en una de ellas ponía ''habitación 3'' y en la otra ''habitación 4'', ellas entraron a la primera con la llave de ese cuarto que tenía Julieta y luego la cerraron tras entrar.

Aquella alcoba era acogedora, cálida y no muy pequeña pero tampoco enorme. Tenía una cama en medio con una colcha a rallas marrón oscuro y beige verticales, la misma tenía varios cojines bordados de los mismos colores. Las paredes de la habitación tenían un bonito papel tapiz beige de flores marrones, toda la sala tenía esos colores como predominantes, cada habitación del hotel era diferente en ese aspecto.
Carla se quedó mirando la sala, pudo ver una ventana con unas cortinas marrón claro y bajo esta una cómoda con tres cajones grandes, se preguntaba qué podía haber ahí si esa habitación era para mantener relaciones sexuales, aunque su exploración visual se vio interrumpida por Julieta, quien tocó su hombro, y la rubia se giró hacia ella, para ver qué quería.

—¿Te gusta? Muchas veces venimos aquí Rosa y yo para darnos amor... tú ya me entiendes.—La morena subió sus cejas sonriendo pervertida hacia la futura marquesa, y esta también sonrió algo sorprendida.

—Sí, es un sitio bastante acogedor para... bueno, hacer cosas privadas.—Contestaba Carla, sin saber muy bien qué decir, parece ser que con mujeres era algo más vergonzosa, al menos en ese momento.

—Si no te sientes cómoda en algún momento puedes decírnoslo y nos detendremos o te dejaremos marchar si lo deseas.—Añadió la otra adolescente rubia, que era más tranquila y se la notaba más relajada.—No queremos que te sientas obligada o algo así.

—No estoy acostumbrada a que dos chicas me pidan un trío, nunca he tenido interacciones sexuales con nadie a parte de Alfonso... es normal que no esté muy suelta ahora mismo, pero estoy más que dispuesta a hacerlo y dejarme guiar.—Carla se puso entre las dos novias y las acercó a ella, pegándolas a su cuerpo, luego puso cada una de sus manos en los traseros de ambas chicas.—Solo enseñadme y ya veremos lo que pasa.

Ellas asintieron y se pusieron a acariciar a la rubia, Julieta fue la primer en aventurarse a besar a Carla en los labios, aunque luego Rosa, cuando las otras dos se separaron, hizo lo mismo, besándola también. Así las tres juntas comenzaron a hacer cosas, y ya no te cuento más de esto...

Interrupción de Adrien:

—¿Qué? ¿por qué no me vas a contar más de eso?—Se quejaba el rubio, molesto.—Llevo toda la historia queriendo yuri, ¿vas a censurármelo ahora?

—No tengo otra opción, Carla decidió no dar muchos detalles de eso, simplemente quiso disfrutar con las chicas y ya, pero no te preocupes, más adelante te juro que lo habrá.

—¿En serio ella no dijo nada de eso?

—Lo único que contó es que todas se quitaron sus kilos de ropa y empezaron a toquetearse desnudas y jugar entre ellas, no sé. Pero, ¿sabes qué es lo que sé?

—¿El qué?

—Que Ladybug es Marinette.

—Eso no tiene nada que... ¡¿QUÉ?!

—Siiigamos con la historia.

—NO, PLAGG, ¿ESO ES EN SERIO?

—No lo es, lo he dicho para que te calles, vamos a seguir:

Narra Plagg de vuelta:

María del Carmen se había vuelto por su lado, tenía el día libre, por eso fue un alivio poder acudir a la emergencia en El Cisne Negro, sin embargo su tranquilidad iba a durar poco, pues después de destransformarse en un callejón siguió caminando por esos barrios para dar un paseo relajante antes de entrar al centro de la ciudad, donde estaba todo el bullicio, entonces casualmente se encontró en la misma calle con Alfonso en su caballo, Fu con suerte se había atrasado porque Wayzz le advirtió de que la muchacha estaba por allí, y sería muy malo que ella les viera juntos, más aún después de saber Catarina que él era el guardián de los Miraculous y que ayudaba mucho a Gato Negro.
El caso es que estos dos idiotas se encontraron de frente en una esquina y Mari, nada más ver el careto de Alfonso, hizo una mueca de enfado y le apartó la mirada, yéndose. Él, al hablar antes con Luparia, supo que no se había desmentido la identidad de Catarina y aún podía ser Mari Carmen, es más, el hecho de que ella estuviese por ahí cerca era mucho más que una mera casualidad para él. No dudó un segundo en bajarse del caballo y agarrarle de la mano para que no se fuera, y ella le miró aún más enfadada.

—Mari, ¿aún no me has perdonado?—Preguntó el chico, entristeciéndose.—No sé cómo repetirte que yo jamás te haría daño.

—Para empezar, agarrar a una persona en mitad de la calle así no es de muy buena educación.—Respondió a la defensiva la joven de cabello oscuro y se apartó, haciendo que él la soltase.

—Lo siento... Pero escucha, mi padre habló conmigo y me dijo que me da libertad para estar con la chica que quiero, y esa eres tú...

—Mira, Alfonso, aunque te perdone he comprendido que tú y yo no podemos estar juntos, pertenecemos a sociedades muy distintas y ahora me gusta otro chico...

—Bueno, entonces aunque sea seamos solo amigos, espero que el tiempo me cure el desamor.

—Si estás seguro de que puedes ser amigo mío en estas condiciones está bien.—Mari no sabía que decirle, aún le guardaba un poco de rencor por lo que hizo.

—¿Entonces me perdonas?

—Sé que no eres mala persona y estabas muy presionado, Alfonso, te perdono, pero no voy a estar bien de la noche a la mañana contigo, y ahora discúlpame, debo irme.

—Está bien, ya nos veremos entonces...—Alfonso suspiró, pero la miró sonriendo un poco y entonces le dio la espalda, yéndose otra vez a montarse en su caballo. Él ya no tenía dudas de que ella era Catarina, era imposible que fueran personas distintas, esa conexión entre él y las dos chicas le daba a entender que no de enamoró de dos, si no de la misma en ambas facetas, y encima ella rápidamente dijo que le gustaba otro chico, deseaba no equivocarse y que se refiriera a Gato Negro.

Mari se fue por su lado tras despedir brevemente al rubio con la mano, no sabía si realmente podía tenerle como amigo o en el futuro intentaría algo con ella, pero sabía que no podía volver a estar con él, pues sabía que Gato y Alfonso eran personas distintas por lo de la cicatriz. Tikki salió de su bolsillo un poco y miró a la chica.

—¿Vas a perdonar a Alfonso?—Preguntaba mi compañera.—Eso es bastante maduro por tu parte.

—Claro, lo ha pasado bastante mal, estoy segura de que si no nos hubiesen interrumpido no me hubiera hecho nada más.—Ella respondía serena, siempre daba una oportunidad a alguien, consideraba a Alfonso un buen amigo y un chico encantador, pero le gustaba más la seguridad y la intensidad de Gato Negro a la hora de hacer cosas, por no hablar de su chispa andaluza que tanto le gustaba, Alfonso era un poco más sensible y callado con sus cosas, además de un tanto tímido, la máscara hace mucho.

Ellas dos simplemente fueron a la casa de los padres de la adolescente, al tener un horario más flexible, Mari se podía permitir hacer eso, y de paso también vería a Alba, aún le daba tiempo antes de que anocheciera, y aún así podía estar fuera hasta las once de la noche, que era la hora de cenar de los criados.

Por otro lado, Alfonso, con el corazón a mil, volvió a donde estaba Fu y fueron por otro camino, el rubio quería asegurarse de que tenía razón, así que interrogaría al Maestro para quedarse más tranquilo, estaba seguro, pero aun así había un 5% de duda sobre aquello y solo él o Catarina se lo podían decir.

—Señor Fu... María del Carmen es Catarina, ¿verdad?

—No puedo decírtelo, es cosa de Catarina si quiere revelar su identidad o no, tal vez se trate de Mari Carmen o tal vez sea otra chica, tendrás que hablar con tu compañera a cerca de eso, si queréis saberlo entre vosotros es cosa vuestra, no puedo meterme.

—Venga, si ya lo sabe nuestra mayor enemiga, que lo sepamos entre nosotros ya no puede ponernos más en peligro.

—No voy a decir nada, muchacho, lo siento.

—Está bien, hablaré esta noche con Catarina.

Rápidamente ambos fueron a la casa del Maestro para descansar un poco y hablar sobre lo ocurrido. Y tras todo aquel paseo largo y tedioso por el centro de Sevilla llegamos a la casa de Fu, la cual no lo dije antes pero se encontraba en el barrio de Triana, la parte opuesta de Sevilla en la que se encuentra la Torre del Oro, enfrente de esta, al otro lado del canal.
Al acomodarnos allí el Maestro abrió la caja del miraculous de la abeja y Pollen apareció otra vez, él se encargó de darle un tazón con un poco de miel para que se recuperara, y ella se quedó comiendo tranquilamente por fin.

Alfonso y yo nos habíamos quedado en un sofá, Fu se acercó a nosotros y le dio a mi antiguo portador una bolsita de tela atada con un lazo verde, yo ya sabía lo que era eso, pero seguramente mi ''inocente'' chico no.

—Bueno, chicos, era esto de lo que os hablaba antes,—Decía el hombre chino, cuando el muchacho cogió y miró extrañado la bolsa.—es hora de que os relajéis un poco, y si esta noche vas a ver a Catarina tal vez os ayude a ambos.

—¿Qué es?—Alfonso la abrió, y solo vio unas cuantas hierbas secas y pajosas de color verde. Sé lo que estás pensando, pero no, no es marihuana, en esa época era habitual y medicinal como la cocaína, pero era otra cosa mucho más sana para él... y para mi.

—Nepeta cataria, o bien hierba gatuna, es algo que hace más ''juguetones'' a los gatos, simplemente déjasela a Plagg y él sabrá lo que hacer.

—¡Ya era hora! Podía haberme dado eso para no acudir al vino...—Hablé alegre empezando a revolotear, y directamente cogí la bolsa, solo con olerla el efecto empezaría, pero no me dio tiempo a hacerlo porque Fu me la quitó.

—Así como el vino puede llevar a Gato Negro a hacer tonterías, así que ve con precaución.

—¿Me está diciendo que después de todo lo que he pasado está incitando a Plagg a hacer lo mismo con otra sustancia?—Alfonso se molestó, no comprendía la diferencia.

—Por supuesto que no, el alcohol es una cosa totalmente distinta a esto, el único peligro que puede tener es que te veas afectado en una pelea, pero sus efectos duran entre cinco y veinte minutos, así que no tiene por qué ser peligroso, cuando estés con tu compañera en un momento romántico, digamos que podría ayudar bastante, créeme, Alfonso, yo no te daría nada malo y mucho menos después de saber los problemas que tuviste, así que confía en mi.

—Muy bien, señor Fu, confío en usted, esta noche lo probaré... esperemos que salga bien.

—No te preocupes Alfonso, no pasará nada malo, eso sí, si necesitas más efecto tendrás que esperar un buen rato, si la consumes tú ahora mismo no pasará nada, solo hace efecto si Plagg la toma o la tomas tú convertido en Gato Negro, eso hará más efecto, no me preguntes por qué, pero a otros portadores les ha pasado.

—Vale, entonces creo que ya volveré a casa a arreglarme un poco, quiero estar limpio y presentable para mi chica esta noche.

—Te acompañaré a tu casa entonces, empieza a hacerse tarde y no quiero que tu padre me eche una regañina otra vez.

Todos nos levantamos de vuelta y ellos cogieron los caballos para ir a la mansión Avilés, con suerte aún quedaba media hora para que dieran las nueve de la noche, que era la hora a la que cenaban en esa casa. Alfonso se guardó la bolsita de catnip, o sea, la hierba gatera, y en unos 10 minutos llegamos por fin, seguía haciendo bastante calor y aún no había anochecido, es lo que tiene el verano en el sur de España.
Entramos por la puerta al despedirnos del Maestro y él volvió a su casa después de llevar el caballo de Alfonso a su cuadra, seguramente el pobre estuviera agotado, no soportaría perder otro miraculous más.

Al entrar a la mansión, el chico se encontró con los sirvientes poniendo la mesa para cenar y Natalia por allí cerca viendo todo, y esta, al ver al mochacho se le acercó para saludarle:

—Hola Alfonso, ¿qué tal tus clases de hípica?—Preguntó ella, seria como de costumbre, aunque con un tono amigable.

—Bien, he estado paseando con el señor Fu por los barrios bajos.—Respondió el de ojos azules.—La verdad es que ha sido fácil aprender a montar a caballo, ahora solo damos paseos por la ciudad.

—Bueno, al menos ahora sales más que antes y te despejas, es bueno que estés haciendo cosas.

—Sí... Ah, Natalia, quería decirte que el ungüento ese que me diste en la cicatriz ha sido milagroso, ¡la cicatriz literalmente ha desaparecido!

—¿En serio? A mi me quitó las migrañas, así que creo que funciona muy bien, volveré a pedir más.

—Genial, ahora voy a cambiarme y a darme una ducha, dile a mi padre que he llegado.—Alfonso ahora sonreía y le gustaba mucho más el ambiente que había en su casa, aunque antes de irse vio a Isabel acercarse a todo trapo hacia ellos y les miró enfadada, había escuchado un poco de la conversación.

—¡Alto ahí, araña venenosa! ¿Qué se supone que le has dado a Alfonso?—Cuestionó directamente la mujer rubia mientras miraba a los ojos fieramente a la sirvienta de los Avilés.

—Una medicina asiática que le ha curado la herida, ¿eso es tan malo como para que me insulte, señora de Burgos?

—¡Claro que no! Lo que le está mal es que le des algo desconocido de otro sitio al niño, ¡podía haberle hecho algo malo!

—Diga usted lo que quiera, pero evité que se lo tomase por si le intoxicaba y solo se lo apliqué sobre la herida, si me disculpa, voy a avisar al señor Avilés de la llegada de su hijo.—Natalia hizo una leve reverencia y, sin esperar una contestación, se fue escaleras arriba al despacho de su jefe.

—¡Algún día dejarás de hablarme así de impertinente, te lo juro!—A Isabel se le veía bastante molesta, pero intentó tranquilizarse y miró a Alfonso para seguir hablando con él.—Siento que hayas tenido que ver eso, solo quería preguntarte si sabes dónde está mi hija, se fue con su nueva doncella hace horas y aún no sé nada de ella.

—Carla está con su doncella y unas amigas en un café charlando, antes pasé con el caballo a verla y me dijo que estaba bien, de todas maneras el chófer está cerca por si ocurre un imprevisto, no se preocupe Isabel.

—Espero que vuelvan pronto, unas chicas jóvenes no deberían estar solas por ahí tan de noche...—Realmente Isabel parecía bastante afectada, y por más cosas a parte de lo de su hija, tenía ojeras de dormir mal, su recogido se estaba deshaciendo y su vestido estaba arrugado, Alfonso lo notó, ¡y por todos los kwamis! ¡Me olvidé de decirle lo que sentí cuando ella abrazó al chico!

—Eh... ¿Le sucede algo? No quiero ofenderle, pero no tiene muy buen aspecto...

—La pregunta es si realmente hay algo que no me esté sucediendo, Alfonso,—Ahora hablaba más en bajo y miraba a su alrededor con rapidez preocupada por si alguien andaba cerca, por fortuna estaban solos en el salón.—me veo obligada a tomar decisiones que no quiero pero que antes me parecían buenas, y no sé lo que está pasando por mi cabeza, solo sé una cosa: ten cuidado con lo que te de Natalia, ¿me has oído? Esta vez has tenido suerte, pero llegará el día en el que se canse de esperar.

—¿Esperar...? ¿A qué?

—No lo sé ni yo, pero no creo que debas fiarte mucho de ella, ahora... olvidemos todo esto y vayamos a esperar a tu padre para la cena, espero que Carla no tarde demasiado.

Alfonso se quedó callado, eso le dejó bastante pensativo, Natalia también había actuado raro en el pasado cuando intentó quitarle su anillo del dedo para verlo, supuestamente, pero quién sabe cuáles eran sus intenciones de verdad. Algo me estaba contrariando a mi por otro lado, él sospecharía de Natalia, mas yo tenía bien claro que la Flamenca era y siempre fue Isabel, ¿por qué? Ahora lo veremos...

Juan Alberto llegó al gran comedor acompañado por su asistenta, el hombre de la casa miró a su hijo, que estaba con Isabel, y entonces se acercó a saludarle.

—Hola de nuevo, hijo, ¿estás bien?—Cuestionaba él.

—Sí, volví hace unos minutos,—Respondía el rubio, intentando no parecer distraído.—me ha sentado bien el paseo, pero estoy bastante cansado y quería ducharme.

—¿No quieres cenar antes? Debes estar hambriento.

—Carla no ha llegado, así que tenemos que esperar igual.—Comentó entre preocupada y molesta Isabel, cruzándose de brazos. El hombre de cabello marrón se detuvo a mirarla y también notó que no estaba bien, pero no quiso decir nada delante de su hijo.

—Ah, entonces... Alfonso, puedes ir a ducharte y esperaremos aquí.

El rubito hizo lo que su padre le dijo y entonces los otros tres se quedaron solos, aunque Natalia quedó algo apartada. Yo le dije a Alfonso cuando subió que me quedaría ahí para enterarme de lo que hablaran así que eso hice, me escabullí hasta el salón de nuevo y me quedé escondido, escuchando. Tenía unas ganas horribles de contarle a Alfonso lo que yo sabía, pero aún no podía, algo raro estaba ocurriendo con Isabel y aunque fuera la Flamenca, o era una mentirosa de premio Óscar o no era tan mala como pensábamos.

—Isabel, ¿estás bien?—Preguntó Juan Alberto hacia la mujer rubia, preocupado.

—No, claro que no,—Contestó de manera tajante ella.—queda poco para el baile, no sé cuanta gente va a venir ni si habrá suficiente comida y bebida para todos los invitados, además lo de mi marido me tiene bastante preocupada y no sé si morirá antes del día o qué, porque si lo hace la recepción se convertirá en un bochornoso funeral que planeaba ser una fiesta alegre y... quiero que salga todo bien, pero solo de pensar en todo eso se me revuelve el estómago y siento nauseas...

—Relájate, estaré contigo en todo momento para ayudarte con los preparativos, en lo de Andrés no sé que hacer ni qué decir, en eso solo podemos esperar, y si llega a suceder lo peor lo mantendremos en secreto hasta que el baile acabe.

—Ya lo sé... Podremos no hacerlo público hasta después. Y bueno, perdona mi aspecto, me pesan demasiado estas cargas emocionales y ni siquiera me preocupa mi aspecto lo más mínimo.

—No digas eso, tu aspecto está bien, solo estás algo desarreglada y con cara de cansancio porque no habrás parado en todo el día, deberías descansar más.

—Supongo que tienes razón, diré en el psiquiátrico que me den unos días libres, creo que lo comprenderán.

—Eso es, ahora vamos a sentarnos a la mesa mientras esperamos, seguro que Carla estará al llegar.

—Claro...—Vi cómo Isabel se quedaba mirando a Juan Alberto y él a ella. Le retiró una de las sillas y esta se sentó, sonriendo complacida y agradecida, después se sentó él en la silla de al lado.—Por cierto, ¿hay algún postre con chocolate? Me apetece mucho.

—Harán en la cocina algunos pastelillos de diferentes sabores para mañana, por las noches no solemos tomar nada dulce.—Contestaba algo extrañado el hombre moreno.—Aunque es extraño, algunas veces has manifestado que el chocolate no te gusta demasiado, desde que estás aquí veo que tienes preferencia por la tarta de fresa.

—Vaya, es impresionante cómo me conoces ya, pero no lo sé, es un antojo raro... un capricho, nada más, hoy me ha apetecido.—Ella sacó su abanico de plumas blancas y comenzó a abanicarse algo nerviosa, creo que estaba empezando a sofocarse.

—En ese caso mandaré a la cocina que te preparen algo para esta noche si lo deseas, ¿vale?

—De acuerdo...—Volvió a sonreír, estaba roja, yo creo que no podía sostener más nada, visto desde mis ojos parecía que iba a estallar.

Juan Alberto pidió a una doncella que prepararan un pastel de chocolate de postre solo para Isabel, y aquel gesto pareció mosquear un poco a Natalia, quien oía la conversación desde la misma sala a un lado, y su presencia le estaba incomodando a la mujer rubia de las gafas más de lo habitual. Tosió a propósito mirándola mal, y la mujer de cabello negro se acercó a su lado de la mesa.

—¿Desea algo, señora de Burgos?—Preguntó la asistenta, completamente neutral y recta como acostumbraba a hacer.

—Sí, que te largues de aquí, ahora,—Habló con crudeza bastante borde Isabel, retando con la mirada a la otra fémina con gafas.—me molestas, siempre parece que no haces nada, solo te limitas a estar ahí quieta siguiendo a tu jefe.

—Es que ese es mi trabajo, y ahora mismo no tengo otros asuntos que atender, solo cumplo órdenes del señor.

—¿Puedes decirle tú que se vaya?—Miró irritada al hombre de la casa.—Me incomoda aún más verla y preferiría estar calmada ahora mismo, si es posible.

—Eh... sí, está bien.—Asintió con duda Juan Alberto y de nuevo miró a su empleada.—Natalia, déjanos solos, por favor.

—Sí, señor Avilés.—Entonces la nombrada se fue a paso rápido a otra sala distinta, aparentemente sin importarle lo más mínimo, pero quién sabe cómo se sentiría por dentro.

—¿Te pasa algo con Natalia?—Preguntó el adulto moreno hacia Isabel, una vez se fue la otra mujer.

—No, pero ya sabes que el servicio me importuna demasiado, y más estando así, discúlpame, estoy bastante sensible...—Inconscientemente se llevó las manos al vientre mientras miraba algo melancólica hacia sus piernas, y Juan Alberto lo pudo ver y pareció sorprenderse por un momento, mas lo trató de disimular y le puso la mano en el hombro.

—No importa, seguro que ella lo comprende.—Él le sonrió sincero, ella levantó la mirada para verle y le agarró la mano. Cualquiera que les viera diría que eran una pareja feliz, pero tan solo eran los despojos de anteriores parejas rotas o que ni siquiera congeniaban, lo que yo podía ver era que entre ellos sí había conexión, y por dentro lo sabían. Pero así como su hijo, Juan Alberto estaba confuso y en ese momento se dio cuenta de que lo que sentía por la Flamenca también lo sentía por Isabel, al mirarla y ver aquellos ojos del mismo color verde grisáceo que los de la villana, sabía muy en su interior que eran los mismos, igual que su furia interna, esa imponente voz y ese porte elegante y fuerte a la vez. De tal palo tal astilla, sí señor, era igual que Alfonso y ambos tenían las mismas dudas con las identidades de sus enamoradas.

Repentinamente la puerta principal se oyó a lo lejos en la mansión, pero estaba lo suficientemente cerca del comedor como para que los dos adultos se sobresaltaran y se separaran, colocándose bien en sus respectivas sillas. Un sirviente aleatorio corrió a abrir la puerta y yo le seguí con cautela para cotillear. Al abrir la puerta vimos que se trataba de Carla, esta entró por ella junto a Sara que la sujetaba, estaba bastante borracha, con el pelo mal recogido y despeinado y casi no podía caminar. Su doncella personal, con ayuda del otro sirviente la llevaron hasta el comedor, donde su madre, al ver el desaliñado aspecto de su hija, se levantó con brusquedad de su asiento y fue hasta ella, agarrándola de los hombros mientras los otros dos de la servidumbre se apartaban asustados.

—¡Carla Burgos Alamedo! ¡¿ESTÁS EBRIA?!—Empezó a chillar histérica Isabel, mirando a su hija, que no sabía ni dónde estaba. Al parecer yo no era el único allí que de vez en cuando se pasaba con el alcohol.

—Shhh, madre, cállese, va a despertar a los vecinos...—Contestaba totalmente desubicada la chica rubia.—Claro que no estoy borracha, es que he bailao mucho y estoy mareá.

—¡¿Qué vecinos?! ¡Esto es un puñetero cortijo en medio del campo a dos kilómetros de Sevilla! ¡Además apestas a alcohol!—A Isabel parecía que le iba a petar el corazón de un momento a otro, tenía la cara roja de la rabia y las manos apretadas con fuerza.

—Isabel, tranquila, es una adolescente, es normal que beba algo...—Intentaba hablar Juan Alberto, aunque yo no tenía tan claro que hubiera sido así de permisivo con su hijo si apareciera borracho a esas horas, y más tratándose de una chica, que normalmente en esa época estaban mucho más restringidas que los chicos.

—¿Algo? ¡Si está como una cuba! Por Dios santísimo...—De pronto la furiosa madre miró a la chica pelirroja, quien estaba mirando en silencio todo.—¡¿Y tú por qué has permitido que pasara eso?! ¡Se supone que debes cuidarla! ¡¿A caso quieres que te despida el dichoso primer día?!

—¡L-lo siento, yo...!—Sara intentó defenderse muerta de miedo, pero Carla se le puso delante como pudo.

—M-madre, ¡fui yo quien le dijo que hiciera un recao y aproveché para beber porque no me dejaba! Así que no le eches la culpa, ¡yo le mentí! ¡Y estuve bebiendo mientras probaba cuatro jugosos melones y dos melocotoncitos...!—Carla estaba babeando, seguramente al recordar sus aventuras lésbicas mientras trataba de mantenerse en pie.

—¿De qué estás hablando? ¡¿Has mentido a tu sirvienta para darle esquinazo y beber?... ¡¿Y robar fruta?!

—No se refiere a eso... solo nos dieron a elegir unos taquitos de fruta en la cafetería, para innovar...—Obviamente se estaban encubriendo la una a la otra, Sara sabía que Carla estuvo manteniendo relaciones sexuales con Julieta y Rosa, y probablemente bebieran más después o mientras lo hacían. Isabel estaba tan desconcertada que no se detuvo a escuchar nada más, así que agarró a su hija del brazo y la miró con un cabreo descomunal.

—¿Sabes qué? ¡Estás castigada!—Vociferaba la mujer rubia.—¡No vas a ir al baile y no vas a ir a ningún sitio donde puedas beber alcohol en una larga temporada!

—¿Entonces a dónde voy? Porque literalmente esto es una fábrica de vinos... mmmmami.—Carla estaba muy grogui, pero aún seguía algo consciente de las cosas, y ahí le había dado un buen revés a su madre.

—Aquí vas a estar vigilada por Alfonso, por Sara y por quien sea, ¡podía haberte subido el alcohol mucho y pasarte algo muy malo!—Ahora Isabel estaba más preocupada, en el fondo tenía miedo de que le ocurriera algo malo a su hija por beber demasiado siendo tan joven y no estando acostumbrada.—Voy a llevarte a tu alcoba y te vas a echar un rato, mandaré a que te suban algo de cena para que te recuperes...

—Sí, los pieses me están matando, cómo odio esta ropa, quiero vestir como Alfonsín, tiene trajes muy monos, ¡monísimos!

—Deja de decir sandeces y vamos.—Isabel empezó a marcharse con Carla hacia las escaleras.—Sara, dile a alguien que suba la cena a la habitación de Carla y quédate con ella hasta que se duerma.

—Sí, señora.—La joven hizo una reverencia y se fue deprisa hacia la cocina.

—Y Juan Alberto, ahora bajaré a cenar, siento todo este alboroto...

—No ha sido culpa tuya, te esperaré.—Contestó el hombre, que no sabía qué decir en todo aquello, pero observó que la mujer rubia era una buena madre y se preocupaba por su hija aunque al principio le pareciera que la educó de una manera muy libertina, era obvio que para esa familia el sexo no era un tabú, cosa muy extraña en la puritana era victoriana, pero el alcohol estaba restringido, e Isabel no iba a permitir que su hija cayera en vicios perjudiciales, aunque quizá cuando se enterase de su lesbianismo no diría lo mismo.

Después de eso no pasó nada más interesante, Carla se acostó, solo estuvo comentándole chorradas a Sara, que intentó darle la cena lo mejor que pudo, y finalmente la rubia cayó rendida del sueño y el mareo, se despertaría con una buena resaca.
Por otra parte Alfonso se terminó de duchar y bajó a cenar con su padre y con Isabel, estos le contaron lo sucedido y le pidieron que estuviera más atento a las salidas de su amiga y falsa prometida, solo para protegerla. Mi atontado chico aceptó, pensaba que a Carla no le gustaba el alcohol, sin embargo está claro que se equivocaba o bien lo probó en ese momento por primera vez, le daba un poco de miedo que le pasase factura el hecho de ir al Cisne Negro con esas nuevas y extrañas compañías, y por supuesto no podía decirle a su madre a dónde estaba yendo realmente.

Alfonso había acabado su cena y no pudo ver a Carla porque esta ya estaba durmiendo, así que directamente fue a su cuarto cerrando la puerta con el cerrojo, dispuesto a transformarse para ir a ver a Catarina, quien le esperaba en la torre, aunque antes de hacerlo yo salí de su ropa, ya que tenía cosas que comentarle y no había podido antes, y me puse frente a él.

—Oye, siento fastidiarte la noche ahora,—Le decía yo.—pero hay algo que quise decirte esta tarde y no pude, y realmente es algo muy muy importante...

—Dime, te escucho, pero date prisa, Cata me espera.—Me respondía el muchacho rubio.

—Cuando Isabel te abrazó pude notar algo extraño en ella, los kwamis podemos notar lo que ocurre en un cuerpo humano si nos acercamos lo suficiente, y yo prácticamente estaba pegado a ella cuando os abrazasteis, así que pude notar algo creciendo dentro de ella... Creo que está embarazada, Alfonso.

—¿Qué? ¿Estás seguro de eso?

—No, pero es eso, o es alguna enfermedad rara que se esté comiendo sus órganos por dentro.

—Qué asco... Pero, si estuviera embarazada sería muy extraño, porque está peleada con su esposo y... probablemente no hayan tenido relaciones en mucho mucho tiempo, si lo está es que le engañó con otro hombre.

—A eso voy... No pude decírtelo en su momento cuando lo descubrí, pero cuando estabas enfadado conmigo tras volver del manicomio y me echaste de aquí yo fui a ver qué pasaba por la mansión, y justamente La Flamenca fue a visitar a Juan Alberto otra vez, y en esa ocasión hablaban de otra cosa que no logré entender, pero creo que alguien está extorsionándola, y no quiere quitaros los prodigios haciéndoos daño, o al menos eso es lo que le está diciendo a tu padre, porque se la veía afectada y le estaba pidiendo ayuda, dijo que hay villanos peores que la matarán si no cumple su trabajo, así que nuestro único problema no es La Flamenca, aunque sepamos quién es... ella no es la peor, ni Luparia, no la mencionó y dudo que sea ella quien la está controlando.

—¡¿Por qué no le has dicho esto antes a Fu?! ¡Esto es grave, Plagg! Hay más villanos... ¿q-qué vamos a hacer...?

—Tenemos aliados de sobra y somos fuertes, se lo diremos al Maestro en cuanto volvamos a verle, pero hoy será mejor que te relajes con tu chica, tenemos algo muy interesante que probar.

—Sí... Bueno, ahora no podemos hacer nada así que será mejor disfrutar del momento mientras estemos tranquilos.

—Exacto, así que transfórmate y vamos con Catarina, mi terrón de azúcar estará esperándome~

—Espera... ¿Qué tiene que ver lo que me has contado con Isabel? Descubrimos que no es la Flamenca.

—Ah... sí, pues La Flamenca está embarazada, y eso sí te lo puedo asegurar porque se lo dijo a tu padre en esa conversación... Y explicaría que Isabel esté constantemente con nauseas, malestar y lo que yo noté...

—¡¿QUÉ?!—Alfonso dio un chillido que fue inevitable de oír para el resto de la casa. Pronto oyó un golpe en la pared y se oyó a Carla aún borracha desde la habitación contigua gritar:

—¡ALFONSO, ME CAGO EN TU PUTA RAZA, QUE ESTABA DORMÍA, DEJA DE GRITAR, COHONE!

—¡Esa boca niña! ¡Que te la voy a lavar con jabón!—Se oyó también a la abuela de Alfonso más lejos gritar por ahí, estaba sorda, pero las voces de Carla se oían de sobra.

—¡¿PERO QUÉ ES ESTE ALBOROTO?!—Ahora Juan Alberto se unió a los voceríos desde su cuarto.—¡A DORMIR TODO DIOS!

Ahí ya todo el mundo se calló, y Alfonso me miró, tapándose la boca, pero blanco blanco como el queso fresco. Efectivamente, con esas pistas ya ninguno podíamos dudar que Isabel era La Flamenca, y que probablemente Alfonso iba a tener otro hermanito en común con Carla y eso les convertiría en hermanastros.

—Plagg...—Él se dirigió a mi, en shock.—Con esto y con lo que nos dijo Luparia tenemos claro que ella usa cadáveres para transformarlos en otras personas, y no solo puede devolver los cuerpos a los aspectos que tenían antes de morir, si no que puede ponerles el aspecto de otra persona, incluso de sí misma... eso explica que viéramos en la morgue a Isabel y a La Flamenca en el mismo sitio... probablemente hizo el paripé para despistarme, y por eso sabía en todo momento que yo estaba ahí, pero aún no sé como puede saber eso...

—Nos faltan algunas respuestas más, niño,—Le respondía yo, intentando calmarle.—por ahora simplemente deja de pensar y vete con tu churri, de verdad, tómate un descanso y... ¡usemos la hierba gatera! Verás que es una sensación realmente placentera, y un buen sustituto no peligroso del vino.

—Uf, está bien... vamos, Catarina debe de estar esperándome.—Alfonso cogió la bolsa con las hierbas que le dio el Maestro y se las guardó en su bolsillo del pijama, ya que tras ducharse se lo había puesto y había cenado así.—¡Plagg, transfórmame!

Yo fui absorbido por el anillo y entonces el rubito se transformó en Gato Negro, abrió su ventana y se marchó con su bastón en dirección a Sevilla.

En unos minutos ya había llegado a la torre del Oro, eran ya más de las doce y cuarto de la noche y le preocupaba que Catarina se hubiera cansado de esperarle. Miró por la superficie de la torre y no la vio por ningún lado, así que se apoyó en una de las almenas, mirando hacia el río y suspirando algo triste y sin creerse del todo lo que yo le había dicho. Aún le daba vueltas a la cabeza a lo de María del Carmen también, yo podía sentirlo, porque sé que pensaba en que, al igual que La Flamenca hizo con ella misma, él pensó en que en el cementerio hizo lo mismo para simular que secuestró a Mari, pero ella podía estar transformada en Catarina y por eso le mintió diciendo que estuvo ahí retenida cuando no era ella realmente, de nuevo estaba confuso, sin embargo lo tenía más claro que nunca.

Por si acaso estuvo esperando unos minutos, por si quien se retrasó por algún casual fue su compañera, pero no era así, ella estaba en la torre, pero no exactamente donde siempre, si no que estaba dentro y Gato Negro no lo sabía.

—Bueno, si Cata no viene, tendré que pasármelo bien yo solo...—Sacó de su traje la bolsa con la hierba gatera y la abrió, oliéndola. Tenía un aroma similar al de la menta, aunque no sabía cómo usarla exactamente, pues el Maestro le dijo que me la diera a mi y en ese momento no podía hacerlo, sin embargo le haría efecto igual estando transformado. Probó a coger un poco con los dedos y se metió las hierbas en la boca, las masticó un poco, pero acabó quitándolas porque no se las podía tragar, sin embargo logró tragarse la esencia de esa maravillosa hierba, además los olores también contenían esa sustancia y comenzaría a hacerle efecto en breve. Se sintió bastante atraído y como hipnotizado por ese olor mentolado tan delicioso, y se puso a respirar dentro de la bolsita de tela como un loco, ahí ya comenzó a afectarle la hierba.

La puerta de la parte superior de la torre en la que Alfonso se encontraba se abrió y de ella salió Catarina. Al oír el ruido, el muchacho se giró y se quedó mirando atontado a la heroína, como si estuviera viendo la nada.

—Menos mal que has llegado, estaba a punto de irme.—Habló la chica de cabello negro, acercándose al rubio y agarrándole la mano, sin notar de buenas a primeras que estaba raro.—He estado preparando algo dentro de la torre para ti, como hiciste tú la otra vez... ¿Gato? ¿Te sucede algo?

—Estás radiante bajo la luz de la luna...—Respondía él de manera sensual, evitando contestar a la pregunta de la joven, mientras se guardaba de nuevo las hierbas en el bolsillo de su traje y rodeaba a Catarina con sus brazos, acercándose a su cara.

—¿G-Gato...?—Ella se sonrojó de golpe, pero también le rodeó de la cintura y sonrió entre confusa y divertida.—¿Qué son esas hierbas que has guardado? No será algún estimulante peligroso, ¿verdad?

—Solo es... hierba gatera que me dio el Maestro... Pero da igual, quiero ver lo que tienes preparado para mi y que me des mimitos...—Directamente dio un suave beso en los labios de Catarina, acarició su mejilla delicadamente y luego apoyó su cara sobre su cuello, besuqueándolo con cariño e intentando apartar el collar de perlas rojas que llevaba ella.

—V-vale vale, ven conmigo a dentro y ahora te doy mimitos... pero no te pienses que vamos a hacer nada pervertido hoy...—Catarina estaba totalmente roja, aunque se reía un poco al verle así de aturdido, en ese momento era gracioso, borracho era un cretino, pero esa hierba mágica era mil veces mejor para todos. Ella le fue guiando hasta la puerta y ambos entraron a la torre, bajando por las escaleras de caracol hasta llegar a la sala en la que estuvieron haciéndolo por primera vez. Allí seguía la misma manta de la otra vez, las velas, de nuevo encendidas por la heroína y una cesta con botellas de cristal con agua y zumo y algunas frutas.

—No pretendía convencerte para hacer nada así, solo quiero que estés cerca de mi y me acaricies, mi preciosa Catarina, cómo te quiero...—Se intentaba justificar el chico de ojos azules mientras Catarina le guiaba y hacía que se sentase en la manta con ella. Acto seguido volvió a acercarse a ella, mientras movía la cola con felicidad, por dentro se sentía suave como el terciopelo y muy muy relajado y juguetón, yo también podía sentirlo y era sencillamente genial. La acarició mientras ronroneaba como un gato de verdad y se recostó sobre uno de sus hombros, frotando levemente su cabeza contra ella.

—Esto es un poco raro... ¿de verdad que estás bien?—A ella le seguía pareciendo gracioso, sin embargo se preocupaba de que estuviera algo ido.

—Estaba tenso, pero ahora estoy bastante bien...—Él volvió a posar sus labios sobre el cuello de su chica y lo besó repetidas veces, mientras ponía su mano en la cintura de ella y la acariciaba levemente, sin acercarse si quiera a su trasero o sus pechos. Poco después acercó la boca al oído de la adolescente de ojos verdes y le susurró.—Acaríciame, Cata... adoro tus manos.

—Vaya... hoy me estás sorprendiendo para bien...—Ella no rechazó su propuesta y pasó su mano por su cabeza, quitándole el sombrero, dejándolo en el suelo y luego le acarició levemente el cabello. Las orejas del chico se bajaron y cerró los ojos, dejándose acariciar por Catarina, aunque ella ahora se estaba sintiendo bastante excitada con lo que Gato Negro le hizo, además el ambiente estaba de nuevo caldeado y no habían vuelto a hacer nada desde su primera vez, sin contar lo de cuando eran civiles, claro, así que se tenían algo de ganas, sobre todo ella, porque nadie le excitaba más que ese apuesto héroe de traje negro y apretado.—¿De verdad no planeas hacer nada indecente conmigo...?

—Ah... Caty Caty... yo te amo igualmente, no necesito hacer nada de eso para ser feliz contigo y pasarlo bien una noche.—Estaba siendo sincero, y aunque también estuviera algo aturdido por el catnip, no diría que no si se le presentase la oportunidad de tener sexo, y a Catarina le daba vergüenza pedírselo, pero tendría que hacerlo, así que ella, que había montado todo aquello precisamente para volver a hacerlo con él, se volvió a aproximar al héroe y le besó el cuello ahora a él, aunque poco a poco subió hasta sus labios y le besó, algo más intensamente de lo que el chico rubio hizo antes. Al apartarse se miraron y ella respiró hondo.

—Es una pena... porque me estaban entrando ganas...—Aquello lo susurró la chica, volviendo a acariciar a Gato Negro esta vez en el pecho, y subió hasta su cascabel, tocándolo y haciéndolo sonar.

—¿Eh...? Pero si antes me has dicho que no íbamos a hacer nada pervertido hoy.—El rubio la miró, sonrojándose también, pero dejándose acariciar.

—Era una prueba... realmente hice esto para estar a gusto aquí los dos juntos... y como estás tan mimoso hoy, creo que puede estar bien...

—Oh... genial...—Volvieron a besarse los dos con lengua, y Catarina directamente rodeó el cuello de su compañero, provocando que sus cuerpos se juntaran. Gato Negro puso sus manos nuevamente en la cintura de la contraria y esta vez sí bajó despacio hasta su trasero, acariciándolo antes de ponerse a apretar sus nalgas.

Ella se echó sobre él en mitad de la manta en la que estaban, aunque poco después de besarse ambos con pasión, la muchacha de cabello oscuro se levantó y, aún estando sobre él, comenzó a quitarse todo el vestido hacia arriba, al ser algo largo y pomposo le costó un poco, pero finalmente se lo quitó y quedó con los pechos al aire, aún tenía su ropa interior, la cual había cambiado, pues antes eran solo unas mallas que cubrían todas sus piernas y ahora eran unos pololos un poco más cortos de lo normal que le llegaban hasta la mitad del muslo, y el resto de las piernas las llevaba al aire. El rubio la miraba con deseo, ahora ella estaba siendo más atrevida que la primera vez, pero no se cuestionó eso después de hacerlo en civil con María del Carmen, si era la misma obviamente ya estaba más acostumbrada. No dijeron nada por el momento, Catarina simplemente le quitó la corbata a Gato Negro y él le ayudó quitándose la chaqueta y la camisa, ahora sí podía hacerlo con libertad. Verle el pecho a su chico le encantaba, y no pudo evitar acariciarlo, no estaba especialmente musculado, pero sí estaba fuerte y se le marcaban un poco los abdominales, eso a ella le gustaba, aunque tuvo que quitarle la cinturilla del traje que también hacía de cola y el bastón que estaba sujeto a ella, y ya se pudo ver su torso completamente desnudo, a ambos solo les quedaban las partes de abajo.
Catarina se soltó el pelo, quitándose la flor que lo adornaba y dejó caer su melena negra, se peinó con los dedos y miró a Gato Negro, acariciando su mejilla.

—Hoy estás algo pasivo, ¿vas a dejar que lo haga todo yo?—Preguntó ella, susurrando en un tono seductor, mientras acercaba su cara a la de su compañero de equipo.

—¿Y por qué no? Desde aquí abajo te veo estupendamente.—Contestó el rubio, poniendo su mano, aún con sus guantes en su estómago y subió acariciando hasta su pecho para agarrarlo suavemente.—Pero ahora tengo ganas de hacer algo... así que déjame que me levante un momento y me quito los pantalones y lo demás.

Catarina rió y asintió apartándose para que Gato se pudiera levantar y se desnudara.

—Está bien, deja que saque el condón de tu chaqueta mientras.—Ella agarró la chaqueta que había apartado antes, buscando en todos sus bolsillos, pero no encontró nada, así que echó una mirada a Alfonso convertido, quien se estaba quitando sus guantes con garras.—Oye, que aquí no tienes nada... ¿Dónde está el que te quedaba?

—Ah, maldición, creo que me lo quedé en casa, no siempre lo llevo encima cuando soy civil...—Se había olvidado de coger uno, y aunque se hubiera acordado no hubiera podido cogerlo porque la caja estaba en la habitación de Carla, así que no podían hacer nada, y eso me decepcionó bastante... aunque creo que a ellos más.—Lo siento, ahora por mi despiste no podemos... continuar. Aunque podemos continuar con los mimitos en otras zonas...

—No te preocupes.—Ella sonrió, parecía tenerlo todo bajo control, así que fue gateando hasta la cesta donde tenía las cosas y rebuscó en ella sacando una pequeña bolsita de tela cuadrada en la que estaba el preservativo.—Catarina siempre tiene un amuleto de la suerte en la manga~

—Eres maravillosa.—Él no pudo evitar esbozar una sonrisa y acabó de quitarse los zapatos y los pantalones. Él no tenía ropa interior, así que ya se quedó desnudo, se soltó el pelo y se quedó echado en la manta de lado en pose seductora, mirando hacia su chica.—Aun así quiero probar algo antes de empezar, así que quítate ya eso y ven aquí...

—En seguida, gatito.—La muchacha se quitó los zapatos y la ropa interior y ya quedó desnuda también, yendo hacia Gato y sentándose de vuelta en la manta, el rubio abandonó su pose sexy y se sentó bastante cerca de Catarina, justo frente a ella.—Entonces... ¿qué es lo que quieres hacer?

—Échate, ahora lo verás...—Le dio un leve beso en los labios y al apartarse ella se echó boca arriba.

No perdió ni un segundo, directamente el chico agarró las piernas de la muchacha morena y las separó con delicadeza, poniéndose entre estas. Podía ver su vagina, aún no parecía muy húmeda, pues el juego acababa de empezar así que él la ayudaría con eso. Aproximó su cara a la entrepierna de Catarina y puso los dedos en ella, abriendo un poco sus labios vaginales, luego puso su boca sobre esta y comenzó a lamerla de arriba abajo. Esto hizo que ella jadeara entre sorprendida y excitada, y simplemente le dejó continuar porque le gustó con creces.

Gato Negro estuvo un rato estimulando a la joven de cabello negro con su lengua y sus dedos, la acariciaba con estos en el clítoris mientras metía la lengua en su conducto y la movía dentro de este. Rápidamente comenzó a lubricar más y más, pronto estaría lista para lo siguiente, de modo que el rubio se apartó de su entrepierna y agarró el condón, abriéndolo y poniéndolo sobre su miembro, que se había puesto erecto en un santiamén, aunque debo añadir que eso también fue cosa del catnip, pero más por su sexy amante.

—¿Preparada para empezar?—Cuestionaba él, en tono erótico.

—Sí... Eso me ha gustado...—Admitió la chica de ojos verdes, poniéndose sobre los codos para mirar mejor al otro.—¿Me quedo así o quieres probar algo nuevo?

—Date la vuelta...—Él la miró de manera viciosa y se colocó junto a ella otra vez mientras la joven se daba la vuelta como Gato Negro le dijo, ahora simplemente estaba echada casi completamente boca abajo, pero él se puso sobre ella y la agarró de las caderas, haciendo que se pusiera a cuatro patas y su trasero se quedase pegado al miembro del rubio, lo que hizo a Catarina jadear un poco de la sorpresa.—Mmm... Vas a ser mi gatita ahora...

—G-Gato...—Volvió a gimotear la morena, la cual se estremecía por el contacto con su chico y ese movimiento que hizo, sumado a lo que le dijo después.

El muchacho solo sonrió pervertido, agarrando las nalgas de su compañera y sin poder esperar mucho más, comenzó a frotar su pene contra la vagina de ella. Quería entrar ya y sentir el placer, así que simplemente lo hizo, primero con lentitud para que entrara correctamente, y al haberlo metido un poco, dio una estocada hasta donde pudo, provocando que ella diese un gemido y se apretara a la manta. Una vez estuvo todo dentro de Catarina, comenzó a moverse lentamente, acariciando sus glúteos y después subió con ambas manos por sus caderas, su cintura, y finalmente llegó a sus pechos, agarrándolos y casi pellizcando sus pezones. Alfonso convertido casi se había puesto completamente sobre ella, y creo que un poco de mi personalidad se estaba apoderando de él, porque prácticamente estaba montando a Catarina como un gato, incluso le apartó un poco el pelo y le comenzó a morder el cuello, no muy fuerte, como hacen los gatos macho a las hembras al aparearse.
Aquel momento se prolongó por un rato bien largo, ambos lo estaban disfrutando mucho, gemían, jadeaban, gritaban incluso de placer al ir cada vez más rápido y duro, y qué quieres que te diga, para mi estuvo genial, Tikki no lo admitiría con facilidad, pero sé que a ella le gusta, a ver si espabilas tú también, que llevo muchos años sin... ya sabes...

Esa noche se divirtieron bastante, y era mejor que lo aprovecharan, pues el futuro no les deparaba nada especialmente bueno, pero ese momento lo pasaron incluso mejor que la vez anterior, porque no estaban cansados y pudieron repetir porque María del Carmen había conseguido unos tres condones gracias a Alba, así que no se les acabaron los recursos y acabaron de follar como animales cerca de la una y media de la noche. Como era de esperar acabaron reventados y cada uno se fue por su lado después de haberse acurrucado juntos por otro rato.

Interrupción de Adrien:

—Espera, ¿no vas a detallarme el resto?—Preguntó ansioso el chico rubio hacia su kwami.

—Esto no es un relato erótico, creo que lo que he contado es suficiente para entender la historia y que entiendas mejor la relación de esos dos,—Contestaba Plagg, visiblemente cansado.—además quiero terminar de una vez esta parte y descansar de contar todo esto, llevamos más de dos meses con esta historia, Adrien, casi cada día tengo que contarte algo, y eso agota, hay que pensar en otras cosas.

—Supongo que tienes razón, Plagg, ¿qué nos queda?

—El baile, ahí terminará todo y quedaría en suspenso por unos meses.

—Bien, entonces sigamos.

Narrando Plagg:

Los días pasaron, Carla no podía ir al baile por su inoportuna borrachera y eso hizo que las cosas cambiasen bastante: si ella no acudía, Alfonso no podía pedirle matrimonio en falso delante de todos los invitados, y ese detalle le llamó la atención al chico, Isabel continuaba comportándose extraña y no tenían ninguna noticia de Andrés, la mujer acabó por no salir de la casa de los Avilés hasta que llegara el día, solo de vez en cuando salía con algún chófer y con Natalia para ver si su mansión estaba ya lista para entrar a vivir en ella, con el tiempo estuvo lista y el día del baile se ''inauguraría'', por así decirlo.

Por otro lado, Alfonso acudió varias veces al barrio gitano con la esperanza de que Lara no le hubiera mentido y le entregase su miraculous del lobo, pero misteriosamente no aparecía por ningún lado y tanto él como Fu se enfadaron. El rubito ya le había contado todo a Fu, y no le sorprendía demasiado después de todas las sospechas, no les costaría derrotar a La Flamenca con todos nuestros aliados, pero el hecho de que hubiera más villanos complicaba el asunto, ninguno sabíamos de cuántos se trataban, pues los miraculous no eran iguales y además eran incompatibles con los nuestros, por lo que no teníamos ni idea de a qué nos enfrentábamos.

Era el ocho de julio de mil ochocientos ochenta y dos, el primer sábado del mes, y el gran baile de los marqueses de Burgos se celebraba aquel día a las cinco de la tarde.
Una hora antes de que este empezara, todos estaban arreglándose en la mansión de los Avilés, a excepción de Carla, quien seguía castigada y su madre no le permitió ir. Por un lado eso le parecía bastante bien puesto a que no le apetecía nada meterse en un vestido de múltiples y molestas capas para aparentar ser quien no era, sin embargo, por el otro, estaba deseando ir para ver a sus amigas, las cuales invitó especialmente, además sabía que María del Carmen y Alba iban a aparecer, así que quería ir a verlas. Se le ocurrió una gran idea para ir, y no solo aparecer allí sin más, si no para hacer algo que iba a impresionar a todos los presentes, y no para bien precisamente...
Aprovechó que Alfonso se había ido a la ducha para entrar a su cuarto y coger su traje de corto, el que pensaba él ponerse para ir a la fiesta. Al tomar prestado el traje se lo llevó a su cuarto y lo escondió para que su madre u otra persona no lo viera. Sara estaría compinchada con Carla en su fechoría, aunque aún estaban pensando en cómo ir hasta la mansión nueva de sus padres, puesto a que todavía no se habían mudado y el trayecto entre ambas casas era bastante largo para ir caminando, ya que Isabel informó a los chóferes para que no la llevaran a ningún sitio y no tenía manera de ir, pero algo se le ocurriría.

Juan Alberto estaba vistiéndose junto a su ayuda de cámara, o sea, un tipo que se encarga de ayudar al señor de la casa, y se estaba poniendo más elegante de lo normal. Por su parte, Isabel también estaba en su habitación terminando de vestirse apropiadamente para el baile y trataría de impresionar a sus invitados con su vestido, también decidió ponerse un mantón de manila para disimular el gran escote que estaba usando en esta ocasión, siempre se vestía muy tapada, pero esa vez iba a dar a entender que seguía siendo sexy aunque quizá resultara indecente. Natalia estaba junto a ella, y Alfonso me pidió durante aquellos días que vigilase a ambas mujeres por si salía algo más, pero a parte de tener leves discusiones y miradas de desdén entre ellas no dijeron nada revelador, y pocas veces se quedaron solas. Esa era mi oportunidad de oír algo entre ellas dos que fuera decente, así que me infiltré en la habitación y por desgracia pillé la conversación a la mitad pero por fortuna la revelación fue muy interesante. Vi que Isabel estaba sentada en un tocador y Natalia le estaba terminando de hacer un peinado recogido bastante engorroso, y por ahí había un sombrero de plumas gigantes que supongo que eran de la marquesa.

—Se está cansando de esperar, no podré cubrirte durante más tiempo, Isabel.—Decía Natalia, quien al parecer había dejado de hablar con formalidad a Isabel y ahora la tuteaba.

—Actuaré hoy después del baile, lo tengo todo planeado, esos prodigios serán nuestros, Natalia,—Contestaba con un tono maligno la rubia.—me he estado encontrando muy mal estos días, ya lo sabes, espero que no me estés envenenando a mi también.

—Si te estuviera envenenando a ti también créeme que ya estarías muerta, y si esta noche no tienes los prodigios será mejor que cuides lo que bebes, comes o respiras, recuerda que en cierto modo yo soy tu sirvienta.

—No estaré más aquí a partir de esta noche, no me podrás hacer nada.

—Él te encontrará, eso ni lo dudes,—La de cabello negro se apartó al terminar de hacerle el recogido a la otra y se cruzó de brazos, mirándola con rabia.—puede que no sea yo la que te mate si eso ocurre y no tienes lo que quiere, pero sería un gran placer si me dejase hacerlo, porque tengo unas ganas increíbles de...

—Te he dicho que lo haré, deja de molestarme y vete, ya estoy casi lista, cotorra.—Isabel le devolvió la mirada desafiante a la otra mujer con gafas y esta bufó y le dio la espalda.

—Muy bien, como vas de sobrada te daré otra oportunidad. No falles.—Natalia se fue por la puerta y la cerró de vuelta.

Isabel, al notar que estaba sola puso su cabeza sobre el tocador y lo golpeó con sus puños repetidas veces, no muy fuerte, creo que maldiciendo en voz baja, no podía escucharla muy bien, pero no parecía que quisiera hacer nada de lo que le pedían, o sea, que no solo ella era la Flamenca, si no que Natalia también lo sabía, cabía la posibilidad de que fuera otra villana con un miraculous, pero jamás había aparecido en público como tal, exactamente como le dijo la rubia a Juan Alberto, así que ella no mentía en eso.

En aquel momento yo estaba estupefacto por lo que oí, se me venían muchas cosas que cuadraban ahora en mi cabecita, ¿y si Isabel no fuera tan malvada como nosotros imaginábamos y solo estaba siendo usada de marioneta por los otros villanos? No sé qué planeaba hacer en el baile, pero debíamos estar alerta por lo que pudiera ocurrir, según el testimonio de Lara, quien portaba el miraculous del lobo, esas joyas mágicas volvían malvadas a las personas que los usaban así que si Isabel volvía a ser la villana pájaro podría volverse loca de nuevo y agredir a la gente para conseguir los miraculous de Catarina y Gato Negro.

Volví rápidamente con Alfonso, porque Isabel solo se empezó a empolvar la cara y a echarse perfume y ya no pintaba yo nada ahí. El adolescente estaba en toalla buscando su ropa, pero al verme se detuvo y yo le expliqué todo lo que vi y oí y mis múltiples teorías. Él se quedó tan impactado como yo, pero lo bueno es que podíamos hacer algo para impedir el ataque porque lo descubrimos antes de tiempo. Por suerte el Maestro iría con nosotros y podría cubrirnos, también era el momento de concederle el miraculous de la abeja a Carla, así que se lo pediríamos en cuanto estuviéramos listos.

—Bueno, parece ser que se viene algo realmente fuerte, espero que Catarina también pueda acudir si la necesitamos.—Comentaba Alfonso, que se había sentado aún semi desnudo sobre su cama, con el pelo húmedo.

—No te preocupes, Isabel se estaba ablandando y no te hará daño, por tu padre y porque parece ser que te cogió un afecto sincero, seguramente tenga un plan para no hacer lo que los otros villanos quieren, es una persona muy inteligente.

—Ojalá que tengas razón, Plagg, aunque no estoy muy seguro de que no haga daño a Catarina, a ella no la conoce y puede que le de igual hacerle algo por conseguir su prodigio, aunque sea solo por verse amenazada por los otros villanos.

—No lo sé, pero lo que sé es que la protegerías de todo, y el Maestro tampoco permitirá que se acerque a ella.

—Por supuesto que la protegeré, aunque tenga que enfrentarme directamente con Isabel cuerpo a cuerpo, lo malo es que... está embarazada y... tengo un dilema muy serio, no quiero hacerle daño a mi futuro hermano, pero menos quiero que Mari salga perjudicada.

—¿Mari? ¿Estás seguro de que ella es Catarina? No quiero que te equivoques y cometas un error.

—Sería más fácil si tú me dijeras la verdad, pero como sé que no me lo vas a decir pues saco mis propias conclusiones, y ahora no tengo dudas y le he dado mi amor sabiendo que es las dos...

—Como tú digas, en fin, ¿piensas seguir en toalla el resto de la tarde? Vas a coger frío y te vas a resfriar.

—¡Ah! No me he acordado...—Alfonso dio un salto de la cama, mirando hacia todos lados.—Tengo un problema y es que no encuentro mi traje de corto, mis hermanos y mi abuela se van a desilusionar...

—Tranquilo, ponles alguna excusa y ya está, ponte cualquier otra cosa.

Alfonso asintió y se levantó para vestirse. Él, a diferencia del resto de personas en la casa, no necesitaba a un sirviente para vestirse, siempre prefería hacerlo solo, y lo hizo, se peinó y se hizo una coleta baja con un lazo azul quedando ya arreglado tras perfumarse debidamente.
Unos instantes después todo el mundo estuvo listo y prepararon un carruaje para ir los cinco hacia la mansión, y debo decir que aquel trayecto fue bastante tenso, al menos lo fue para Alfonso, ya que no paraba de ver diferente a Isabel, tenía a una persona con la que luchó justo enfrente, y alguien que estaba embarazada de su padre y este ni siquiera sabía su identidad real, todo eso le resultaba incómodo y no sabía si podría comunicarse normal con aquella mujer, además sabía que él era Gato Negro, eso también hacía la situación mucho más incómoda, porque ella también le miraba de reojo a veces, con nerviosismo.

—Estáis todos muy callados, ¿sucede algo?—Preguntó de repente Juan Alberto, mirando a su hijo y luego a Isabel.

—No, nada...—Dijo de manera escueta el chico rubio.

—Yo estoy algo nerviosa, llevar un baile sola es algo nuevo para mi.—Contestó Isabel, sacando su abanico para refrescarse y para no marearse en el coche.

—Es que debías haber dejado que llevase tu marido el dichoso baile, fresca,—Se inmiscuyó en la conversación la abuela de Alfonso.—que vas a zorrear mientras él no está.

—¡Señora! ¡Mi marido está enfermo en cama y no pudo ni ayudarme ni podrá acudir!

—¡Madre! Discúlpese ahora mismo con Isabel por ese comentario tan indecente.

—¡Los dos años anteriores a este no fuimos! No veo necesario otro baile en mitad del verano con esta calor, nos va a dar una insolación que ya verás, ¡por culpa de la parásita esta que se nos ha metido en casa!

—Dios, qué viaje nos va a dar... Normalmente no es así, no la tomes en serio, Isabel.

—No pensaba hacerlo...—La mujer rubia miró molesta hacia la ventana y no volvió a decir nada, simplemente intentó ignorar a Eustaquia, que estaba bastante nerviosa por el hecho de compartir carro con la marquesa de Burgos.

Juan Alberto bufaba cansado también mientras la abuela no paraba de quejarse de cosas aleatorias, que si un bache, que si el calor, que si el vestido que tenía estaba arrugado... en fin esa mujer era todo quejas, mientras Alfonso y Natalia estaban intentando evadirse de eso como podían mientras llegaban a su destino.

Poco menos de un cuarto de hora después vieron cómo se acercaban a una enorme mansión, vallada con barrotes altos y blancos terminados en flechas doradas. Se podían apreciar algunos jardines de césped cuidado con flores rojas y amarillas, y altos arbustos con diversas formas elegantes, en la propia parcela había espacio de sobra para dejar carruajes aparcados y caminos para que estos no arruinaran la hermosa vegetación.
La servidumbre ya se había instalado allí para dejarlo todo listo a la llegada de los primeros y más importantes invitados, dos de ellos abrieron las puertas del vallado principal para dejarles pasar, así que el carruaje pasó y nuestro cochero aparcó frente a la nueva mansión de los marqueses. Bajaron todos y se quedaron mirando la impresionante fachada: la mansión era mucho más grande que el cortijo de los Avilés, se veía que antes de la puerta doble principal, había una gran escalinata blanca de mármol que daban a esta e invitaba a entrar para admirar rápidamente el interior.

Entramos a la mansión, yo perfectamente escondido en el traje de Alfonso, y el resto pues caminando como humanos normales, exceptuando la abuela de Alfonso que fue subida a su silla de ruedas con la ayuda de los lacayos que abrieron la puerta del carruaje antes. La subieron como pudieron por las escalinatas, porque no había rampa de minusválidos, así que los pobres hombres tuvieron que encargarse, y mientras, Isabel fue entrando la primera para ver si las cosas estaban bien hechas para cuando llegaran los invitados.

Por dentro el sitio era alucinante, aunque en ese momento solo vimos algunos pasillos y poco más, porque directamente ellos se dirigieron al gran salón de baile y yo no me podía ir a explorar. Allí había una banda de músicos con un cuarteto de cuerda y algunos instrumentos más, un piano e incluso un arpa. Por todos lados había sillas junto a las paredes para que la gente descansara, y lo más curioso es que no había ninguna mesa, ya que los aperitivos y las bebidas las servían los camareros y también se las llevaban cuando las copas estaban vacías.
Nada interesante pasó, pero la gente empezó a venir por fin, y los camareros aparecieron de la nada ya sirviendo bebidas y tentempiés. Llegaron los hermanos de Alfonso y sus parejas, la familia de Rosa con Julieta, la familia César, y más personas invitadas al baile que eran de la alta sociedad en Sevilla y alrededores, contando por supuesto con la familia Cortés y con María del Carmen, que estaban por ahí ocultos.
La música ambiental comenzó a sonar, música clásica típica, la gente ya quería bailar, así que Isabel dijo a la banda que empezase a tocar un vals para abrir la velada, aunque antes de eso ella hizo tintinear una copa con una cucharilla y se puso junto a los músicos, mientras todos los invitados se volteaban a mirarla.

—¡Bienvenidos todos a nuestra celebración anual veraniega!—Hablaba la mujer rubia alegremente.—Espero que lo paséis todos genial, porque vamos a empezar a bailar unos vals en honor a mi esposo, que está muy enfermo y no ha podido venir. Quiero darle el honor a Alfonso Avilés de abrir el baile con quien quiera, ya que mi hija Carla, su prometida, tampoco ha podido venir, no podrá bailar con él.

Alfonso, al escuchar la petición de Isabel, se quedó de piedra mientras la gente se giraba a mirarle sonriente y empezaba a animarle. Con nerviosismo el chico miró hacia todos lados, vio a Rosa y a Julieta, pero no tenía mucha confianza con ellas, también vio a otras chicas que cuchicheaban ilusionadas por ser las elegidas, pero el rubio acabó viendo a Mari Carmen, quien estaba vestida con un elegante vestido rosa y blanco digno de una duquesa, incluso llevaba un recogido con cintas bastante lujoso, eso le sorprendió bastante a él, pero rápidamente caminó hacia ella y le tomó la mano, un poco sonrojado ante su despampanante belleza.

—H-hola Mari... ¿quisieras concederme este baile?—Preguntó, esperanzado el de ojos azules.

—Oh, yo...—La muchacha morena no pudo contestar, porque de su lado apareció el pelirrojo y se puso delante de ella, haciendo que Alfonso la soltara.

—Ah, perdona que te corte la oferta, querido, pero es mi pareja en esta fiesta,—Dijo educadamente Nazareno, quien vestía un traje color berenjena con una corbata anaranjada y el pelo suelto.—así que me temo que tendrás que buscar a otra compañera.

—Está bien...—Gruñó entre dientes el otro adolescente y les dio la espalda, molesto y habiendo quedado en ridículo, puesto a que la gente le estaba mirando, aunque de la nada, una chica de cabello marrón apareció apartando a la gente descaradamente; era Lara, la cual se acercó a Alfonso y le sonrió. Esta también llevaba un vestido caro de color marrón con puntos blancos y un peinado bonito, era obvio que no podía aparecer en un baile como ese como una pordiosera, al igual que Mari, pero al menos sabíamos que Mari pudo conseguirlo gracias a la familia Cortés o bien a su amiga Alba, pero lo de Lara era ya más complicado de deducir.

—¡Alfonso! Baila conmigo para darle más visualización a la comunidad gitana.—Pedía ella, sin dejar de sonreír.

—Bien, bailemos... Tampoco tengo nada mejor...—Lo último lo susurró, no quería que ella le hiciera un espectáculo allí, así que la música empezó y ellos se quedaron en el centro del salón mientras los invitados se ponían alrededor de ellos mirándolos.

Tenía muchas preguntas en su cabeza, pero optó por ignorarlo y ponerse en el centro de todo el mundo mientras la música empezaba a sonar. Esos dos se pusieron a bailar un vals tranquilamente, y yo tuve que salir por el mareo de aquellos giros continuos, eso sí, sin que nadie me viera, tuve que esconderme entre todas esas faldas pomposas de las mujeres de la sala hasta que llegué a la de Isabel. Allí me oculté para oír algo o bien vigilarla, y realmente podía sentir cerca otra presencia mágica que reconocí enseguida, debía ser el kwami flamenco que probablemente estuviera dentro de su pomposo vestido, yo estaba escondido entre la tela del exterior, para ver algo y que nadie me viera desde fuera.
La marquesa estaba charlando con Juan Alberto mientras la gente seguía mirando cómo los adolescentes bailaban, y de momento todo estaba tranquilo, al menos agradecía eso. Eustaquia estaba con sus nietos y bisnietos por ahí sentaba mirando también a Alfonso, sin embargo se quejaba de que la acompañaba una gitana, eso le parecía un sacrilegio, y de hecho se oía bastante su queja donde yo estaba, puesto a que estaban en unas sillas cercanas.

—¿Qué hace esa morena aquí?—Preguntaba Juan Alberto al darse cuenta de que su hijo bailaba con Lara.—No recuerdo que hayamos invitado a ningún gitano.

—La he invitado yo y le he dejado un vestido de mi juventud.—Respondió sin más Isabel.—Es... una chica del manicomio que se ha recuperado.

—Bueno, si la has invitado tú...

La música se detuvo y Alfonso y su acompañante se detuvieron y se hicieron una reverencia mutua. Después de eso, empezó otro vals y todos comenzaron a bailar dando por iniciada oficialmente la velada. Isabel se acercó un poco más a Juan Alberto y le miró decidida.

—Oye, ¿quieres bailar conmigo?—Cuestionó la mujer rubia, tendiéndole la mano.

—¿Qué? ¿No crees que eso llamaría mucho la atención de los invitados? Es decir, no has venido con tu marido y te van a ver con un hombre viudo...

—Estoy harta de las apariencias, que digan lo que quieran, somos amigos, ¿no?

—Bueno, qué diablos...—El hombre moreno le agarró la mano a su amiga y fueron hacia la pista, empezando a bailar junto al resto de parejas.

Yo maldije a la vida por volver a hacerme esto... no quería marearme pero me interesaba escuchar, aunque por ahora se habían quedado callados.
Alfonso se había quedado en una pared apoyado con cara de molestia mientras miraba fijamente a María del Carmen y Nazareno bailar el vals juntos. Aunque poco duró, porque vio que su padre y la madre de Carla también se pusieron a hacer lo mismo bastante cerca y eso le hizo mirar sorprendido junto a su abuela, quien casi se pone a gritar escandalizada. Las personas que no estaba bailando también miraron a los dos adultos y comenzaban a cuchichear.

—La gente ya nos está mirando, Isabel.—Informaba Juan Alberto, un tanto incómodo.

—Es normal, no están acostumbrados a verte con ninguna mujer desde el accidente de Marta,—Contestó ella, sin darle mayor importancia, es más, parecía agradarle la situación, y no dejaba de mirar a los ojos a Juan Alberto.—Supongo que pensarán que también debes rehacer tu vida... aún eres un hombre muy atractivo, y no te invité a bailar por nada.—Ella no se cortó y se quedó bastante cerca de la cara del hombre, quien la miraba con sorpresa, de hecho ambos estaban agarrados y bastante juntitos, ya era más que evidente de que algo había ahí.

—Isabel... ¿qué pasa con tu marido? Sigues casada...

—Andrés está muerto... Desde hace dos días.—Repentinamente el vals acabó y ellos pararon de bailar, Isabel se soltó y se alejó bastante seria en dirección a otro lugar lejos del gentío, pero Juan Alberto rápidamente la siguió y ambos entraron a un pasillo cercano para hablar mejor.

—¿C-cómo que está muerto...? ¿Qué has hecho?—Interrogaba de manera nerviosa el adulto de cabello marrón oscuro.

—Yo nada, simplemente ocultar su muerte a Carla. No lo he podido evitar...—Ella agachó la cabeza, estaba triste y parecía bastante preocupada, podía notarlo, estaba bastante mal en ese momento.

—No sé qué decir... Estoy consternado...—Él se llevó una mano a la frente bajando la mirada, pero después miró a Isabel.—Deberías decírselo a tu hija, está mal mentirle en algo como eso, sigue siendo su padre por muy malo que haya sido contigo.

—Tienes toda la razón, pienso hacerlo cuando lleguemos al cortijo esta noche, aún no puedo quedarme aquí.

—Haces bien... ¿Por eso has estado tan mal estos días?

—Claro, no le amaba, no le quería y su muerte nos beneficia, pero he estado casada con él muchos años y durante los primeros sí llegué a amarle, no quería que muriera así, pero tampoco hice nada por impedirlo...—Isabel se puso las manos en los ojos intentando secar sus lágrimas por debajo de sus gafas rosadas.

—¿Qué podías hacer tú, Isabel? Se enfermó por algo desconocido.

—Supongo...

Se quedaron en silencio un momento, no sabían qué decir y la marquesa se había quedado pensativa y quizá incluso culpable, sin embargo no quería darle más vueltas a ese tema y decidió sacar otro más importante para ella. Así que, antes de que Juan Alberto dijera nada más, ella se le acercó, ya que estaba un tanto alejada de él.

—Sabes... oficialmente soy viuda. Me ha costado contenerme, pero me gustas, y ahora podríamos estar juntos si quisieras...—Le soltó aquello directamente, con una sonrisa un poco forzada después de haber estado triste. Y el hombre se le quedó mirando atónito y callado durante unos segundos sin saber qué contestar, supongo que tenía el dilema en su cabeza de si ella era La Flamenca o no.

—Eh... Eres una mujer increíble, pero ya me gusta otra mujer, me he enamorado de alguien con quien me veo en a escondidas, espero que no te lo tomes a mal, y confío en que me guardes el secreto...

Ella se quedó callada, pero luego se empezó a reír, cosa que confundió al padre de Alfonso, mas estoy seguro de que en el fondo sabía el por qué.

—Pensaba que te habrías dado cuenta ya,—Ella caminó dándole la espalda para volver al gran salón, aunque antes se detuvo para mirarle de reojo de manera misteriosa.—pero no te culpo, quizá sea algo difícil reconocer a la persona con la que te has estado encamando desde hace semanas, aunque solo lleve una fina máscara rosa en su rostro mientras le haces el amor. Si me disculpas querido, voy a sentarme, las embarazadas no deberíamos hacer demasiados esfuerzos.

Entonces ella se marchó, y el otro se quedaría petrificado en el pasillo, porque no le vi seguirnos, e Isabel anduvo hacia el resto de personas para ir a alguna silla a sentarse como bien dijo.

Rato después yo me había pasado al traje de Alfonso y su padre llegó también, completamente pálido. El muchacho rubio, al ver a su padre de tal manera se acercó a su progenitor y le llamó con el dedo en el brazo.

—Padre, ¿se encuentra bien?—Preguntó el chico, preocupado.

—Oh, Alfonso... Sí, estoy bien, solo me he mareado un poco y... he recibido una noticia algo traumática...

—¿Qué ha pasado?

—Isabel me ha dicho que Andrés, su esposo ha... fallecido...

—Dios mío... No sé qué decir... ¿Isabel está bien? ¿Lo sabe Carla?

—Isabel está... rara, y no, Carla no lo sabe aún, así que si la ves no se lo digas, por favor, su madre se lo dirá cuando lo vea necesario.—Juan Alberto evitaba mirar a su hijo, había empezado a sudar de lo exaltado que se encontraba, y no podía parar de mirar a la mujer rubia sentada unas sillas más a su izquierda.

—Padre... le he visto bailar con Isabel y después ir al pasillo,—Obviamente Alfonso se estaba dando cuenta, conocía a su padre y no se estaba comportando nada normal—¿qué está ocurriendo?

—¡Solo ha ido a contarme eso! ¿Qué más debería pasar?

—¡No lo sé, pero está muy nervioso! Y dudo mucho que le afecte tanto la pérdida de Andrés...

—Uf... mira, hijo,—El adulto bajó el volumen de su voz, le agarró la mano en la que tenía el anillo el muchacho y señaló este.—Sé qué es esto, hay personas que te lo quieren quitar y les da igual si te hacen daño, así que protégelo, y si puedes... evita que maten a Isabel.

—¿Qué...?

Al rubio no le dio tiempo de procesar toda la información en su cerebro, cuando de repente, toda la multitud de personas que había se empezó a apartar del medio de la sala y murmuraban cosas entre sí, alejándose de la zona de baile. Él decidió no decir nada e ir a ver qué pasaba, así que avanzó entre la gente hasta que pudo ver que se trataba de Carla vestida con su traje de corto, con el sombrero y todo, y con una coleta baja y sin nada de maquillaje, acompañada por Sara, quien vestía su típico traje de sirvienta a pesar de que Carla se ofreciera a prestarle un vestido de los suyos. Por pura suerte Isabel aún no las vio.

—¡Hola a todos!—Saludaba la rubia alegremente a todos.—Perdón por llegar tarde, me ha costado convencer a alguien de que nos traiga hasta aquí...

—Ah, así que ahí estaba mi traje...—Mencionó Alfonso mientras se acercaba a ella, un poco molesto.—¿Qué estás haciendo? ¡Tu madre te va a matar y toda Sevilla se enterará de esto!

—Pues voy a bailar a una fiesta donde se supone que iba a ser la protagonista, así que nadie me lo va a impedir, si me disculpas...—Carla agarró a Sara y empezó a bailar al sonido de la música clásica como si no pasara nada, la gente simplemente se les quedó mirando sin saber qué hacer, y eso ya empezó a ser extraño.

Isabel vio que la gente había dejado de bailar y se había quedado sin hacer nada mirando a algo mientras seguían cuchicheando, así que se levantó bastante apurada y comenzó a apartar despacio a las personas que se encontraban en su camino para encontrarse con que su hija no solo estaba allí cuando ella misma se lo había prohibido, si no que estaba vestida de hombre, bailando con una chica, que además era una sirvienta, vamos, que había hecho unas cuatro cosas mal, cinco si contamos el hecho de que lo que hizo de interrumpir así el baile fue una falta de respeto.

—¡CARLA! ¡¿Qué haces así vestida?!—Chilló Isabel, poniéndose histérica mientras corría a detener a su hija, la cual dejó de bailar y Sara se alejó un poco para no meterse en problemas.

—Madre... Lo siento, pero estoy harta de todo, no quiero llevar vestidos, me agobian, me incomodan y tardo mucho en vestirme, ¿cuál es el problema?

—El problema... jovencita, es que vas a estar castigada el resto de tu vida como no dejes de dar el espectáculo...—Isabel se había acercado mucho a la adolescente y le agarró de la muñeca para llevársela a otro lado.—Sígueme, voy a hablar contigo muy seriamente y te vas a quitar eso...

—¡Me niego!—Exclamó la muchacha rubia y se apartó bruscamente de su madre, mirándola enfadada. Todo el mundo estaba presenciando aquella escena, y Alfonso estaba bastante cerca junto a Rosa y Julieta, quienes también habían avanzado al saber que su amiga estaba allí.—¡Quiero vestir como un hombre y que no me obligues a casarme con nadie!

—Mira el tamaño de esos ovarios.—Soltó riéndose la chica de cabello negro, a lo que su novia rió también, y algunos invitados las miraron extrañados.

—¡Estás arruinando mi baile, Carla! ¡Me estás abochornando delante de toda la alta sociedad de Sevilla!

—¡Tú me estás arruinado la vida! ¿Y sabes qué? Tengo otro bombazo para ti: ¡Me gustan las mujeres!—La de ojos marrones agarró a la pelirroja que seguía un tanto lejos y la aproximó bastante hacia ella, besándola en los labios delante de todos los invitados, haciendo que todos jadearan entre escandalizados y confusos.

Isabel estaba tan pálida y apunto de estallar que apretó los dientes y los puños y le dio la espalda yéndose corriendo de allí, furiosa, comenzando a gritar de rabia. Juan Alberto la siguió preocupado y ambos desaparecieron del gran salón, dejando a la gente atónita y sin saber cómo actuar.

—Jamás he visto esa reacción en ella...—Dijo Carla, ahora sintiéndose mal.

—¡¿Tú sabes lo que has hecho?!—Gritó de repente Alfonso, muy muy nervioso, él sabía lo que aquello significaba: Carla había detonado la bomba y ni siquiera sospechaba el por qué.—¡Que todo el mundo evacue el lugar ahora mismo!

María del Carmen también estaba mirando y estaba bastante sorprendida por todo aquello, no sabía que pensar, pero era obvio que algo malo estaba ocurriendo si Alfonso estaba de esa manera.

—¿Qué ocurre?—Se acercó ella al rubio apresuradamente.—¿Por qué nos tenemos que ir?

—¡Isabel es peligrosa, hacedme caso!

—¿Mi madre...?—Carla estaba extrañada, pensaba que ya habían resuelto el tema de la identidad de La Flamenca y que no era su madre.

—¡Sí joder! ¡Ella es La Flamenca y ha dicho que actuaría hoy!

Sin poder añadir nada más, unas bombas de humo rosa estallaron en el interior de la sala y se inundó del espeso contenido de estas, haciendo que la gente comenzara a correr asustados, atropellándose entre gritos de pánico, ya que por la fuerte onda expansiva y los choques entre gente que no veía nada, algunas personas cayeron al suelo y no podían levantarse bien. Alfonso se había lanzado a proteger a María del Carmen, y esta acabó por entender qué ocurría. Ambos se levantaron del suelo e intentaron avanzar como podían sin ver casi nada entre la humareda de color rosa tan peculiar que habían visto múltiples veces antes.

—Tenemos que salir de aquí...—Dijo Mari, entre toses, agarrando a Alfonso del brazo.

—Alfonso, ¡¿por qué no me has dicho que mi madre es La Flamenca?!—Exclamaba aterrorizada Carla por otro lado cercano desde el suelo, sin poder ver nada tampoco.

—¡No podía...!

—¡AAH! ¡ALGUIEN ME ESTÁ AGARRANDO!

—Tranquila hija,—Se oyó la voz de Isabel bastante cerca de ellos, pero obviamente su voz cambió más al tono de la villana rosada.—a ti no pienso hacerte daño, solo pienso castigarte... si salgo viva de esta.

—¿Mamá...? No entiendo nada...

—No necesitas entenderlo.—La Flamenca se fue con Carla en brazos para ponerla a salvo fuera de la mansión, entonces Mari aprovechó para apartarse de la gente, en especial Alfonso, y así convertirse en Catarina para enfrentar a su enemiga mejor y salvar a la gente mientras aparecía su compañero de equipo.

El chico rubio, al no notar a sus amigas decidió irse por otro lado para convertirse también en Gato Negro, pudo hacerlo sin problemas allí mismo porque pensaba que nadie le podía ver, lo malo era que él tampoco podía diferenciar a nada ni a nadie entre el humo, y que alguien que sí podía le observaba.

—Sabes, mis gafas no son por nada, puedo ver perfectamente entre el humo, Alfonso,—Habló la villana en frente de él.—dame tu prodigio ya y así acabamos antes, prometí no hacerte daño, amo a tu padre y jamás me lo perdonaría si algo te pasara.

—¡Isabel! No puedo darte esto, no sé a quién planeas dárselo pero esa no es la manera de lidiar con tus problemas.—Intuitivamente Alfonso transformado se agarró el anillo para protegerlo de ella, pues no la diferenciaba entre el humo rosa, que aún estaba ahí concentrado por toda la sala.—¡Deja que el guardián de los miraculous, Catarina y yo te protejamos!

—¡No sabes de lo que estás hablando! ¡Esa gente es muy peligrosa y no pararán hasta matarme si no consigo tu anillo y los pendientes de la mariquita! Si me escondéis os matarán a vosotros también...—Se escuchaba a Isabel hablar realmente al borde del llanto, desesperada, cuando era La Flamenca solía actuar de otra manera, pero en ese momento se veía entre la espada y la pared y no podía ni quería hacer daño al hijo de su amado.

Se oyó un estruendoso sonido de cristales rompiéndose por todos lados y así el humo comenzó a diluirse por suerte. Catarina estaba por allí lejos en la gran sala abriendo las puertas del jardín interior y rompiendo los ventanales con sillas junto al Maestro ya convertido en Galápago, quien la ayudaba. Ninguno de los dos escucharon a los otros mientras discutían, Mari aún no sospechaba de la identidad de Gato Negro, y al verle ya allí le pareció bastante extraño, justo en el mismo sitio en el que estaba Alfonso antes con ella y Carla.

—¡Mi casa nueva! ¡Dejad de rompérmela, asquerosos pobretones!—Chilló sintiéndose amenazada la villana, sacando su arma ya para atacar. Ahora no tenía ningún muerto al que usar, pero tenía un plan B mucho peor:—¡Luparia! ¡Quebrantahuesos! ¡Es vuestra hora!

Gato Negro miró atónito hacia Isabel convertida, la cual ahora sonreía pérfida, aunque antes estuviera triste, su bipolaridad incrementaba al estar transformada en La Flamenca, era cosa del miraculous. Lo que más extrañó al chico era que ella llamó a un nuevo aliado y a Luparia, quien parecía seguir estando de su lado, eso le chirrió, sin embargo esperaba que mintiera una vez más, el hecho de que Lara estuviera ahí desde antes empezó a tener lógica: La mujer rubia la trajo.

Tanto la gitana como otro villano nuevo enmascarado con un traje de ave marrón y amarillo claro aparecieron por un pasillo corriendo, sacando sus armas: el bumerán afilado de Luparia y un enorme cuchillo carnicero amarillo y marrón del otro llamado Quebrantahuesos. Él graznó riéndose de manera aguda y empuñó su arma, moviéndola de manera extraña como si estuviera rebanando algo a cámara lenta, y luego lamió la hoja y sacó la lengua.

—¿Qué hacemos, señora?—Preguntó impaciente el nuevo enemigo, mirando a La Flamenca.

—Ve a por Catarina,—Ordenó la rubia, sonriendo maligna, sin despegar su mirada de la de Alfonso, quien sentía que aquello iba demasiado mal.—nosotras nos encargaremos de Alfonso y del hombre tortuga.

Quebrantahuesos corrió hacia María del Carmen transformada y ellos empezaron a pelear por todo el salón de baile, aunque la muchacha de pelo negro estaba muerta de miedo, no sabía qué era capaz de hacer ese nuevo villano, pues jamás lo vio, y que se llamara así no le hacía pensar nada bueno de él. Este era un buitre quebrantahuesos, una especie ahora en peligro de extinción. El hombre aquel poseía una máscara que tapaba casi toda su cara a excepción de su boca, tenía un pico negro y marrón y unas gafas similares a las de su líder, y un traje que consistía en una gabardina también marrón abotonada hasta la cintura y el resto desabrochada hasta los tobillos, tenía unos pantalones cortos de color marrón rasgados por abajo y unas mallas emplumadas y color crema simulando las patas del animal que representaba, también tenía unas botas con forma de garras amarillas.

Luparia mientras tanto lanzó su bumerán hacia el Maestro, pero este hizo un escudo a tiempo y el arma fue devuelta a ella, que gruñó agarrándola al ver que no hizo nada.

—Lara, me has vuelto a mentir...—Masculló enfadado el rubio, sacando su bastón, evitando por ahora hacerle nada a Isabel para ir a luchar con la otra.

—¡No podrás huir eternamente de mi, gatito!—Exclamó con molestia la Flamenca, quedándose quieta observando las peleas.—Yo no te haré daño, pero no puedo asegurar que los demás no lo hagan...

Catarina continuaba esquivando los ataques del Quebrantahuesos y usaba su yoyó para intentar desarmarlo cuanto antes. Fu corrió hacia ella y también atacó tratando de protegerla con su escudo mágico, mientras tanto, Alfonso y Luparia peleaban a bastonazos y a golpes de bumerán por el resto del salón.

—Lo siento... yo también estoy acorralada por ellos.—Contestó la gitana al chico de ojos azules.

—¡¿Pero quiénes son ellos?! ¡Necesito respuestas!—Gato Negro le dio un duro bastonazo en las rodillas e hizo que ella se cayera quedando sobre estas, luego empujó a Luparia con el bastón y la tiró al suelo, colocándose sobre ella para evitar que se moviera.—¡Dímelo!

—¡No se lo digas Luparia!—Vociferó La Flamenca, mirando de reojo hacia Natalia, que se había quedado oculta en un pasillo mientras miraba la batalla sonriendo y disfrutando de aquello, pero sin hacer nada.

Lara se quedó pensando bastante afectada, apretó los párpados entre sí y luego miró a Gato Negro, con algo de miedo.

—¡Renuncio! ¡Coge mi miraculous, Gato!—Soltó de repente la morena.

—... No, me prometiste que me lo darías, así que confiaré en ti si nos ayudas esta vez...

—¡Gato, no!—Gritó Catarina, mientras se protegía con su yoyó aún, pensando en qué hacer.—¡Ahora no puedes plantearte confiar en ella!

—Lo sé, pero confía tú en mi...—El muchacho se apartó de encima de la de cabello marrón y la levantó, luego fue corriendo hacia el Quebrantahuesos, que estaba de espaldas, y le dio en toda la cabeza con el bastón, dejándolo aturdido. Catarina y Galápago se pudieron relajar un poco, pero seguían estando pendientes al villano ave, y por si acaso a La Flamenca, que no estaba haciendo todavía nada más que mirar.

La gente del baile ya se había ido hacía rato por suerte sin resultar demasiado heridos, sin embargo Juan Alberto estaba observando toda la pelea con miedo desde el piso superior desde el que se veía todo el salón de baile, dudaba un poco sobre que su hijo fuera el héroe gato, sin embargo aquella inquietud no se iba, temía por las vidas de los muchachos y de Isabel también.

Catarina, al estar más tranquila decidió usar el Amuleto Encantado e invocó este gritando la frase mágica. Entre destellos apareció un marco rojo con puntos negros redondeado con una foto dentro, la heroína, extrañada miró la fotografía, la cual estaba en blanco y negro obviamente, y había una mujer de cabello claro en ella, esta iba bien vestida y con el cabello suelto. La chica de ojos verdes no sabía quién era la mujer de la fotografía, así que le extraño bastante que eso le saliera, tampoco lograba ver nada que le sirviera de ayuda con eso, así que se la quedó en la mano y siguió mirando a su alrededor, mientras decidió acercarse a su compañero de equipo.

—Oye, Gato, ¿tú sabes quién es esta mujer?—Catarina le dio la foto a Gato Negro, pero vio que el villano buitre se había recuperado y volvió a empuñar su arma, yendo corriendo hacia ella. El rubio miró la foto y se quedó petrificado: se trataba de su madre: Marta de Avilés. Aún tenía su bastón en la otra mano y después de haber observado la foto miró también por si algún peligro se acercaba, además de ver a su padre asomado en el balcón superior pudo comprobar que ni La Flamenca ni Luparia estaban ya ahí en el salón, aunque la primera repentinamente apareció tras él y le quitó la foto.

—Mira a quién tenemos aquí, Marta ya no de Avilés.—Dijo con rabia Isabel transformada.—¿Qué tipo de fuerza mágica ha traído a esta... tipeja aquí?

—¡Cuidado con lo que dices Isabel!—Alfonso empezó a sentir bastante ira y tristeza, empezó a comprender por qué en el cementerio ella hizo lo que hizo con el cadáver de su madre.

Mari volvió a intentar protegerse junto a Fu de Quebrantahuesos, quien no parecía tener más tácticas a parte de reírse como un psicópata con la lengua fuera y perseguir a los otros héroes con su cuchillo carnicero, y el Maestro ya casi no podía aguantar más escudos, podía hacer muchos por ser adulto, pero también el poder iba a menos al envejecer, así que se estaba cansando y se destransformaría pronto, al igual que Catarina, que había usado su Lucky Charm.

—Estoy dispuesta a cuidarte como tu madre,—Le dijo en bajo la villana a Alfonso, agarrándole la mano cariñosamente.—y créeme, hubiera sido mucho más fácil para mi matarte y robarte el anillo cuando estabas durmiendo, ya que prácticamente te tenía al lado, pero te quiero, y a tu padre también, por eso no puedo permitir que os hagan daño, nadie...

—¡¿Qué tiene que ver esto con mam... Marta?!—Él se apartó de ella, mirándola bastante mal y al borde del llanto, recordar a su madre entre todo aquello era bastante doloroso para él.—¡¿Por qué la odiabas?! ¡¿Porque era la esposa del hombre al que tú amas?!

—Los motivos no son relevantes ahora mismo, lo que tienes que saber es que la responsable de su muerte fui yo, ¡y me alegro mucho de ello!—La mujer empezó a reírse enloquecida tras aquel comentario, que hizo que tanto el corazón de Alfonso como el de su padre, que también estaba mirando, se rompiese en mil pedazos, aunque más el del hombre adulto, pues se enamoró de la asesina de su amada esposa y encima la había dejado embarazada.

—¡¿QUÉ?! ¡¿TÚ MATASTE A MI MADRE?!—Empezó a chillar histérico y lloroso Gato Negro dándole igual que estuviera delante María del Carmen.—¡HIJA DE PUTA! ¡TE PIENSO DESTROZAR!

—¡Alfonso...!—Exclamó Catarina, girándose hacia él, con los ojos abiertos como platos, bastante sorprendida. Aquello la distrajo, el Maestro directamente acabó por destransformarse repentinamente y cayendo al suelo cansado, y ya no tuvo ninguna protección, aunque salió corriendo antes de que nadie le viera.

—No te lo tomes así, merece estar muerta, y ahora tu padre estará feliz, sobre todo porque no sabrá nada de esto...—La Flamenca apuntó al chico con su estilete rosa, pero también creó una bomba con sus manos y la lanzó, inundando el lugar de nuevo en humo rosa para huir.

—¡VUELVE AQUÍ DESPOJO HUMANO!—Fuera de sus cabales, el chico trató de perseguirla intentando dispersar el humo con su bastón. La oía correr y la siguió hasta fuera del salón, llegando al patio interior junto a este en el que no había humo, y esta continuaba corriendo sin detenerse, riendo como una loca e incluso trepó por los balcones y la fachada de su mansión hasta subir al tejado, desde donde Gato podía verla en la parte del jardín. Por supuesto ella no sabía que su amado había oído esa confesión sobre su ex esposa y aquello le iba a traer consecuencias. Juan Alberto por su parte corrió por dentro de la mansión hasta llegar a algún balcón desde el que se viera el patio desde el que poder ver la pelea, seguía muy angustiado, ahora más por su hijo que por Isabel. Catarina al haberse distraído notó que el villano carroñero no estaba ya, así que salió junto al héroe de negro para ayudarle.

—Gato... me voy a transformar y el Maestro no me puede proteger más y se ha ocultado...—Dijo Catarina, visiblemente afectada.

—Vete... Y... siento haberte mentido, si me ocurre algo, quiero que sepas que te amo y sé perfectamente que eres tú, Mari.

—Alfonso... ¡No te pienso dejar solo! ¡Yo también te quiero!

—Siento interrumpir vuestro monólogo de enamorados,—Habló de vuelta la villana flamenco.—¡pero el tiempo se acaba y necesito esos prodigios YA!

—¡AUNQUE LOS CONSIGAS NUNCA CONSEGUIRÁS DE VUELTA EL AMOR DE MI PADRE! ¡JAMÁS TE VA A PERDONAR LO QUE HAS HECHO! ¡CATACLISMO!

—¡No entiendes nada! ¡Marta era mala! ¡Él no la merecía!—Al oír aquello, Alfonso no quiso responder más e ir directamente a por ella. Estaba solo, Catarina no podía actuar, el Maestro se ocultó para que no conocieran su identidad como guardián de los prodigios, y Luparia simplemente se esfumó. Antes de que se revirtiera su transformación, Mari Carmen le lanzó el yoyó al pie a La Flamenca e intentó desestabilizarla del tejado, eso podía ayudar a Gato Negro ya que esta estuvo a punto de caer, aunque antes de que ella pudiera hacer nada, salió de una de las ventanas saltando el Quebrantahuesos con su cuchillo en alto, en dirección a Catarina.

—¡Corte Guillotina!—Chilló estruendosamente él, mientras reía como un maníaco, y Mari intentó apartarse, pero él le agarró una pierna y alcanzó a rebanarle el pié izquierdo haciendo que ella cayera de boca al suelo, gritando de dolor y revirtiéndose su transformación de golpe. Tikki salió disparada y cayó al lado de su portadora completamente desmayada al suelo. La pobre muchacha comenzó a sangrar de manera inevitable y Alfonso miró realmente horrorizado, aquello aún le enfureció mucho más.

—¡MARI!—Gritó con histeria el rubio, pero extendió su bastón y dio a La Flamenca en el pié otra vez, aunque esta saltó hacia otro tejado para evitarlo, sin embargo ahí se resbaló, y como último recurso antes de caerse soltó otra bomba, esperando que Gato Negro no le diera, mas él ya la localizó, con bomba o sin ella. La mujer rubia acabó cayéndose del tejado, el adolescente se puso bajo ella y la embistió con su arma con toda su furia y fuerza, y con la caída la atravesó de lleno por un lateral y después le dio con todo el cataclismo en el pecho, haciendo que Isabel, ya destransformada y sangrando por el torso se convirtiera en cenizas y tan solo estas y sus gafas intactas cayeran al suelo. Juan Alberto, al ver todo aquello solo se puso de rodillas en el balcón y apoyó su cabeza en el balaustre, destrozado, empezando a sollozar.

El Maestro volvió corriendo a la escena seguido de Carla y Alba, al ver todo aquello también se quedó en shock e intentó que las chicas no vieran a María del Carmen ahí tirada en el suelo, inconsciente con un pie cortado y encharcado en sangre, el cual por cierto ya no estaba allí, y tampoco ese misterioso villano nuevo, se lo había llevado sin más. Fu comprobó si la muchacha estaba bien, y con suerte seguía viva, pero tenía que curarla rápidamente, así que pidió a Carla y Alba que volvieran adentro y que llamasen a algún médico. Tikki estaba desmayada y había sufrido bastante daño por el ataque del malvado enemigo mientras su portadora llevaba su traje, así que no podía restaurar los daños ni el pie de Mari Carmen, para ello primero Fu tenía que curar a mi compañera mariquita. Alfonso se había ido corriendo con ella a abrazarla y se puso a llorar, acababa de matar a La Flamenca y eso era una de las pocas cosas que podían afectar casi lo mismo que que su amada resultara tan herida de gravedad, podía morir si se llegaba a desangrar. Juan Alberto acabó yéndose del balcón y bajó al patio interior junto a los demás. Se quedó quieto frente a las cenizas de Isabel y cogió lo único que sobrevivió de ella: sus gafas, que ahora eran de color rosa intenso y tenía unas decoraciones con forma de plumas junto a los cristales de color negro. Pudo ver que un ser extraño de color rosa y negro con una larga cola y ojos negros con pupilas rojas apareció delante suyo manteniéndose callado.

Natalia apareció, ella al ver que su jefe había cogido las gafas de Isabel no hizo nada, pero había llegado con bastante prisa, estoy seguro de que quería llevárselas antes que nadie porque ese era el prodigio del flamenco, pero no, nos lo quedaríamos nosotros para investigarlo. Así que la asistenta de los Avilés se ofreció a ayudar a María del Carmen llevándola a una habitación para intentar curarla hasta que llegase un médico de verdad, y Fu solo se llevó corriendo a Tikki para ir a su casa y curarla allí con lo que necesitaba para hacerlo lo más rápido posible y que ella pudiera reparar el daño causado, sin embargo, hacer eso para que Mari Carmen recuperara el pie, podía hacerle perder otra cosa bastante importante...
Alfonso no se despegó de su amada, también para evitar que Natalia le robase los prodigios, no se los podía quitar nadie aún, ni siquiera para dejarlos a salvo, porque Tikki desaparecería y curarla sería mucho más difícil.
Mientras cada uno hacía algo de vital importancia, el padre del muchacho rubio se quedó observando al extraño ser que apareció ante sus ojos. Este no había dicho nada, solo se mantuvo inmóvil en el aire.

—¿Qué eres...?—Preguntó Juan Alberto, intentando agarrarlo, pero este no se dejó y se apartó emitiendo un sonido similar al de una serpiente.

—Habéis matado a mi portadora...—Habló misteriosamente con una delicada pero tenebrosa voz el bicho volador que era el kwami del flamenco.—Eso es que ha fallado en su misión, ahora devolvedme a mi Maestro.

~Fin~

[¡Hasta aquí ha llegado la primera temporada de Las Aventuras de Catarina y Gato Negro! Espero que os haya gustado, porque tendrá su versión a cómic muy pronto. Me ha costado mucho hacer este capítulo final e incluso he tenido que dividirlo de lo largo que se me ha hecho, sin embargo espero que la espera haya merecido la pena y que me deis alguna review, que es gratis, después de todo este trabajo creo que alguna me merezco xD. Literalmente me he bloqueado mucho en mis otros proyectos porque quería terminar este antes y no he sido capaz de hacer nada, haced que haya merecido la pena, mis queridos lectores, sabed que os quiero y me he esforzado lo máximo para daros un final increíble, y si algo no cuadra o hay algo raro solo dejádmelo en las reviews y lo solucionaré tanto en la segunda y tercera temporada como en el cómic, además probablemente haga un capítulo extra para responder preguntas y dudas, no tengáis reparo en comentar lo que sea, las críticas constructivas son bien recibidas, sin insultos, por favor, de verdad, lo agradecería mucho, y no penséis en que ''otro dejará alguna review'' porque si todos pensáis lo mismo al final no recibo ninguna, y de verdad, trabajé mucho en esto y los ''artistas'' queremos saber la opinión de la gente que nos sigue u.u. Gracias por haber llegado hasta el final, nos leemos en un largo tiempo amigos~]