¡Último capítulo de Ruleta Rusa!

Espero opiniones; quiero saber qué opinan del final!

Saludos!

Rae.-

XXXXXXXXXX

-Ruleta Rusa-

-Capítulo 3-

Beep.

- ¿Qué rayos es eso?

Cyborg no respondió, sólo permaneció allí, inmóvil y totalmente incrédulo, viendo con terror los sensores en su brazo.

'Sólo uno... Sólo uno más...'

Cinco segundos. Siete. Doce. Veintiséis...

Beep.

Su boca se abrió, moviendo la mandíbula arriba y abajo sin que ninguna palabra lograra salir. Sus ojos -incluso el artificial- parecían querer salirse de su cuencas, y su cuerpo temblaba. Cuando su garganta se secó, una sola palabra pudo salir, seca, áspera, mezclada con su exhalación. Y si el resto no hubiese estado prestando atención, aquella palabra habría sido confundida con una simple respiración y nadie la habría oído.

- Late.

Todos frenaron en seco. Starfire quitó ambas manos de su rostro y ahogó los hipidos, Chico Bestia dejó caer el cesto de basura que abrazaba mientras intentaba purgarse, Robin detuvo su último golpe a mitad de camino, su puño manteniéndose a algunos pocos centímetros de la ya arruinada puerta metálica.

Automáticamente volteó y corrió hasta la camilla, esquivando o empujando al resto del equipo, no supo ni le importó. Llegó al cuerpo de su amiga y dudó un instante antes de tocarla, notando con horror cuán pálida se había puesto al morir. Finalmente se armó de valor, arrancó el guante de su mano derecha y la apoyó sobre su seno izquierdo, buscando un latido. Nada.

Presionó con fuerza, y en cualquier otra situación se habría ruborizado fervientemente por tener el seno de su compañera en su mano -más, con el resto del equipo mirando-, pero en ese instante no le importó. No había latidos. Chequeó su aorta y una de sus muñecas, buscando pulso. Cero.

Como último recurso, la palma de su mano cayó sobre la herida de bala, esperando sentirla seca para ese momento. Un escalofrío le corrió el brazo al sentir el contraste de la helada piel y la tibieza de la sangre. ¿Tibieza? Alzó su mano para verla manchada con sangre fresca.

Científicamente hablando, era imposible que un muerto sangrara. Para ese momento, su herida debió haber dejado de sangrar; había dejado de sangrar, de hecho. Porque su corazón no latía, entonces la sangre no circulaba y no había presión para enviarla fuera del cuerpo; su cuerpo ya estaba frío, la sangre espesa, y cuando su densidad aumentaba así, no podía fluir. La herida ya estaba rodeada por una costra de sangre seca, pero de un momento al otro, un hilillo imperceptible de sangre brotó, y él lo había encontrado.

- Sangró. ¡Cyborg, sangró! -gritó mientras comenzaba a hacer compresiones, aunque en el fondo sabía que no tenía sentido.

Sangró, sí, pero ahora su corazón estaba detenido de nuevo, como lo había estado los últimos cuarenta minutos. Su cerebro, sus órganos, para ese momento todo había muerto dentro de ella, la falta de oxígeno generando una falla masiva. La conexión estaba muerta. Un latido, dos latidos intercalados por treinta segundos no cambiaban el hecho de que Robin ya no sentía la conexión de su mente. No sentía a Raven en su mente. No quedaba ni un atisbo del lazo que los unía, ése que ella formó la noche que lo salvó de sí mismo.

Ella lo había salvado, y él se sentía tan miserable ahí, presionando su pecho con ambas manos enlazadas, intentando en vano traerla de la muerte.

Detuvo las compresiones y agachó la cabeza. El resto del equipo no se había movido, no se habían atrevido a ilusionarse con la idea de que Raven volviera.

Beep...

Otra vez. Los cuatro titanes vieron el brazo de Cyborg desde sus posiciones, esperando que él lo desconectara.

Beep-beep-beep.

Beep... Beep... Beep...

Beep-beep-beep.

- Tiene... ¿ritmo? -murmuró Cyborg con asombro. Golpeteó su sensor con un dedo, pensando que tal vez era un error de lecturas.

- Por favor, ¿no por eso se llama "ritmo cardíaco"? -preguntó Starfire mientras sorbía por su nariz. Ni en las peores situaciones abandonaba su ingenuidad.

- No. Ése no fue un ritmo normal. Fue como... como una secuencia.

Robin giró a ver el rostro de Raven, blanco como el papel y calmo como nunca. Gotas rojas decoraban su mentón, mientras enormes rayos de sangre seca la marcaban desde el pecho en todas direcciones, como si alguien le hubiese arrojado un pequeño globo lleno de pintura y éste hubiese estallando al momento el impacto. Su pelo, esos dos finos mechones que siempre caían sobre sus ojos ahora estaban endurecidos en sangre y sudor, adheridos a sus sienes en curvas extrañas. Sus labios carnosos, quebrados y resecos apenas un centímetro abiertos, dejando ver dientes perlados pero secos.

Beep-beep-beep.

Beep... Beep... Beep...

Beep-beep-beep.

La mano izquierda de Robin, posada sobre la cama, pareció percibir aquellos sonidos incluso cuando él no les había prestado atención. Su índice comenzó a tamborilear el ritmo una y otra vez sobre el borde metálico de la cama, repitiéndolo sonoramente.

Toc-toc-toc.

Toc... Toc... Toc...

Toc-toc-toc.

Robin bajó sus ojos hacia la mano, enfocando su cerebro en aquel sonido mientras lo repetía una y otra vez, intentando activar su memoria con el estímulo. Él... él conocía... conocía ese ritmo.

Luego de la novena repetición, la epifanía apareció. Su boca y ojos se abrieron con sorpresa y admiración, mirando el rostro inerte de su compañera.

- Morse... -susurró, aunque luego se encargó de gritarlo a todo pulmón-. ¡MORSE! ¡ES MORSE! ¡RAVEN, ERES UNA MALDITA GENIA! -exclamó con una enorme sonrisa, agarrándose desesperadamente el cabello con su mano derecha. ¡¿Cómo rayos se le había ocurrido algo así?!

- ¡¿Eh?! -respondieron los tres al unísono.

- ¡Está mandando un mensaje! -golpeó su nudillo tres veces rápidamente mientras veía a sus compañeros, pidiendo que prestaran atención.- S... -luego lo golpeó tres veces dejando un intervalo de silencio entre cada una-. O... -por último repitió los tres golpeteos rápidos-. S. ¡S.O.S! ¡Es clave morse!

- Amigo Robin, ¿estás... estás seguro?

- Positivo. Cyborg, hay que quitarle la bala y ayudarla a estabilizarse, ¡ya!

- S-sí. ¡Sí, sí, sí! ¡Aguanta, nena! -gritó, corriendo hacia la habitación continua que usaban como depósito para los elementos médicos.

- Rob, ¿cómo puede ser? Ella está...

- No -interrumpió a su amigo verde mientras con su bird-a-rang cortaba todo el frente del leotardo de Raven-. Su cerebro sigue vivo, o, bueno, su conciencia. Ella... ella detuvo su corazón para engañar a Slade; ésa es mi teoría.

- ¿Detenerlo? Como... ¿voluntariamente? -el pelinegro asintió mientras removía los retazos de tela-. ¿Es eso siquiera posible?

- Lo es, con mucho entrenamiento -Robin no salía de su propio shock, ¿cómo rayos había logrado detener su corazón sin morir en el intento, mientras atravesaba el estrés de sentir una bala partiéndole los huesos? ¿Y cuándo había aprendido a hacerlo, de todas formas?

Cortó y quitó con mucho pudor el sostén negro de la gótica. Chico Bestia volteó automáticamente; por más latoso que fuese con ella, la respetaba y quería lo suficiente para sentirse incapaz de verla desnuda, incluso si en esa situación era un detalle menor.

Cyborg volvió con guantes, barbijos y elementos quirúrgicos, su rostro alterado.

- Intentó enviar el mensaje de nuevo mientras buscaba las cosas, pero se detuvo a la mitad -dijo a toda velocidad mientras empapaba el pecho de su hermanita con antisépticos-. Hay que darse prisa.

Los otros tres se alejaron algunos pasos, dándole espacio al experto para trabajar. Cyborg tomó el bisturí y abrió rápidamente capa tras capa de músculo.

- Es increíble... -dijo mientras comenzaba a escarbar el interior de Raven.

- ¿Qué?

- La bala rompió una costilla, pero no tocó órganos, no rozó ni una sola vena o artería... Ella... ella calculó la trayectoria, sabía dónde disparar.

- ¿No pudo ser suerte? - preguntó BB.

- Bestia, en esa situación, "suerte" fue que Rae quedara con el arma cargada. Salvo la costilla, la bala no tocó nada, ni un capilar. No hay daños, o sangrado, nada. Es imposible que ella haya muerto por este disparo; parece que Robin tiene razón: ella nos engañó.

El petirrojo sintió un extremo de su boca curvándose mínimamente hacia arriba. Sólo Raven podría haber sido tan inteligente y lógica. Sólo ella era capaz de trazar un plan tan meticuloso en medio de esa situación. Se sentía orgulloso de ella.

- Rayos... -gruñó de pronto el mayor-. ¡Hay que voltearla!

- ¿Eh?

- La bala está en su espalda. ¡Alguien, ayude!

- ¡S-sí! -Starfire corrió en su auxilio, no queriendo que sus compañeros varones tocaran a Raven en aquel pudoroso estado. Si llegaba a despertar, jamás de los perdonaría.

Una vez girada Cyborg arrancó la mitad superior del leotardo de un tirón y comenzó a cortar de nuevo. Piel. Grasa - una capa mínima de ella. "Debo alimentar más a esta niña" pensó. "Si es que logra salir de ésta", se recordó, decidiendo ignorar sus pensamientos y seguir operando. Músculo. Músculo.

Hueso.

La bala estaba oculta debajo del omóplato, y debía quitarla ya si quería desfibrilarla y reanimar su corazón a tiempo. Intentó extraerla con unas pinzas, pero el ángulo y la posición hacían que el pequeño proyectil fuese imposible de alcanzar. Necesitaba meter sus dedos, pero su gran tamaño también era una complicación.

- Alguien que tolere la sangre, ya -llamó; los Titanes se miraron entre ellos-. ¡YA! -exclamó con rabia el mayor.

Robin avanzó, comprendiendo que era el único capaz en ese momento. Chico Bestia tenía una aversión especial a la sangre y a la carne, y Starfire estaba tan nerviosa que su pulso temblaba y su llanto le provocaba espasmos; si algo de eso ocurría cerca del corazón de Raven, podría herirlo o inutilizarlo.

- Desinfecta tus manos y ponte guantes -el hombre de metal señaló con su cabeza la charola frente a él, aunque sus ojos seguían clavados en lo que hacía.

Robin obedeció. Una vez enguantado se acercó a su compañero, esperando instrucciones. Era extraño no ser el líder, pero sabía que Cyborg estaba mucho más capacitado en esa situación, y confiaba en él.

- Bien, ¿alguna vez extrajiste una bala? -preguntó el chico metálico mientras ubicaba un par de fórceps en la herida.

- Una vez -admitió. Alfred solía ser el encargado de sanar heridas o quitar balas, vidrios y navajas de su cuerpo o de Batman. Sólo en una ocasión le tocó sacar un proyectil del cuerpo de su padre, mucho antes que su fobia a las armas se manifestara.

- Okay. Tus dedos índice y mayor serán tus pinzas -él alzó su mano e hizo un movimiento de tijeras con sus dos dedos para mostrarle el modo-. Meterás tus dedos muy lentamente y buscarás la bala, con cuidado para no empujarla. Adelante.

Robin tragó duro y asintió, soltando una enorme bocanada de aire mientras su mano izquierda se apoyaba en la helada espalda de su amiga, usándola de sostén. Sus dedos empezaron a entrar muy lentamente, sintiéndose presionados por todos los músculos alrededor. Era como intentar atravesar goma con sus dedos: podía sentir que no era algo duro y tieso, pero ejercían resistencia y mantenían sus dedos cerrados bajo presión. Cuando tocó el hueso, las últimas falanges de sus dedos se sintieron extrañamente libres, como flotando en el agua. Siguió rozando el omóplato con sus yemas, barriendo lentamente el terreno en busca de aquella bala. Su ceño fruncido en concentración, y sus ojos estaban clavados en el perfil del rostro de Raven. Le parecía horriblemente perturbador estar incrustando media mano en su cuerpo y que ella no reaccionara. Intentó imaginar que estaba simplemente sedada; era más sencillo que seguir pensando en lo que realmente ocurría.

Mordió la orilla de su labio inferior con frustración: no la encontraba.

- Vamos, Rob. Debes quitarla para poder reanimarla. Concéntrate -él seguía sin sentirla-. ¡Maldita sea, Robin, ya no hay tiempo!

Robin quería golpearlo, pero lo entendía. Sabía que Cyborg estaba preocupado, y que sus reacciones se debían al enorme estrés. Él tuvo el mismo exabrupto con Starfire y Chico Bestia una hora atrás.

Luego de lo que pareció una eternidad -aunque no fueron más de noventa segundos realmente-, finalmente la encontró. Con sumo cuidado la envolvió entre sus dedos y comenzó a retraer su mano hasta que salió por completo, envuelta en una delgada capa de brillante sangre. Arrojó la bala en una charola.

Antes de que pudiese pensar, Cyborg lo empujó sin cuidado fuera del camino y transformó su mano, convirtiéndola en un mechero.

- ¿Qué haces? -preguntó Chico Bestia con sus ojos como platos.

Cyborg encendió la mecha y bajó su herramienta, recorriendo toda la herida con ella.

- Cauterizo; suturar llevará mucho tiempo -el olor a carne quemada descompuso a todos; aquel soldador tenía más potencia de la necesaria para unir piel-. ¡Star, voltéala!

Ella voló a la cama y tomó a su amiga nuevamente, dejándola boca arriba. Cyborg suturó el frente y arrastró una máquina de paros a su lado, encendiéndola. Tomó ambas paletas, las frotó entre ellas.

- ¡Despejen! -gritó a nadie antes que darle el primer golpe de energía.

La espalda de Raven se arqueó, despegándose de la camilla por un instante para luego caer pesadamente, su mano izquierda deslizándose hasta colgar a un lado de la cama.

Starfire gritó y llevó ambas manos a su boca; sólo había visto ese espasmo en las películas y siempre creyó que era actuado. Jamás imaginó que vería el pequeño cuerpo de su amiga chocando y convulsionando contra la cama una y otra vez.

Cyborg chequeó su brazo: sin signos vitales. Aumentó el voltaje y frotó ambas paletas.

- ¡Despejen! -nada-. ¡Despejen! -nada-. ¡DESPEJEN!

El mortalmente blanco pecho de Raven presentaba quemaduras cuadradas y rojas; el resto del equipo podía ver finísimos hilos de humo salir de su piel. Cyborg seguía chequeando signos vitales, pero no estaba funcionando.

- Vamos, nena, tú puedes, yo sé que tú puedes; no me hagas esto -murmuraba entredientes, aunque en el silencio de la enfermería todos lo oían-. ¡Despejen!

Nada. Nada. Más nada.

Robin sintió un horrible mareo de pronto, un dolor profundo en su frente. Reclinó su espalda contra una estantería y contuvo su cabeza entre ambas manos. Algo estaba mal.

- ¡Despejen! -la voz de Cyborg se volvía lejana, todo su mundo se había inclinado cuarenta y cinco grados y giraba lentamente, llevándolo al borde de un desmayo.

Cerró sus ojos con fuerza y en un instante que le pareció eterno, pudo verla. O más bien, verlas. Fue un flash, pero pudo ver casi una decena de cuerpos recostados en la oscuridad, todos con capas diferentes. Todas parecían dormir, pero él sabía muy bien que no era el caso. Sólo uno se mantenía con los ojos abiertos, sólo uno miraba hacia arriba con la mirada perdida, como si ya no comprendiera nada, como si ya no le importara nada. Su capa azul completamente abierta, su mano izquierda cruzando su abdomen y tomando su hombro derecho.

La vio tomar una bocanada de aire y el agarre en su hombro perdió fuerza, sus ojos perdieron luz. Y ahí sus propios ojos volvieron a abrirse, el dolor quemándole el cráneo.

Si aún había alguna esperanza de recuperar a Raven, si hasta ese momento había existido algo a lo que aferrarse...

No. Raven era fuerte, Raven podía contra eso. Podía contra todo. Volvió a cerrar sus ojos, ignorando los gritos de Cyborg, el llanto de Starfire, los gruñidos de Chico Bestia. Se enfocó en volver a aquel lugar, a aquella visión. Pudo verla, algo de ella permanecía en él, muy débil para notarlo, pero estaba ahí. Un mínimo rastro de su lazo.

Sus ojos se abrieron y volvió a encontrarse con el negro espeso de hace instantes. Alzó sus manos y las vio traslúcidas, cómo si él fuese un fantasma o una simple ilusión allí. Tal vez era mejor de ese modo: aquel sitio le daba mala espina.

Comenzó a correr hasta ver los bultos de colores en la distancia.

- Se siente bien... -la voz de Raven lo descolocó. Sentía que había pasado eternidades sin oírla.

Corrió más por lo que parecieron horas hasta que sus músculos quemaron. Finalmente se detuvo frente a todos los cuerpos. Sintió un nudo en su garganta: si ver a una Raven muerta era doloroso, ver ocho en distintas posiciones, inertes, era demasiado.

Caminó esquivando a las demás hasta que se topó con su Raven, la original. Se hincó a su lado e intentó tocarle la mejilla, pero su mano simplemente la atravesó. Recordó entonces que su existencia allí era parcial.

Bien, no podía tocarla, pero tal vez ella podría oírlo.

- Raven. Raven, ¿me oyes?

Los ojos amatistas estaban clavados en el cielo -si es que en esa caja negra había un cielo-, sin brillo, sin vida. Sus labios en una fina línea. Su cuerpo estático. Su pecho quieto. No respiraba. Nada allí le daba señal de que su amiga y compañera siguiera viva.

- Se siente... bien... -murmuró apenas, sin alterar en lo más mínimo su expresión facial.

- ¿Qué? Raven, ¿qué se siente bien?

- El final... se siente... bien... -balbuceó.

- No. Raven, no es el final, ¡éste no es el final! -gritó-. ¡Hay personas esperándote! ¡Yo estoy esperándote!

- No hay... dolor. Eso... eso se siente bien.

Robin la miraba con espanto. Él siempre había sabido leer sus emociones más allá de aquella máscara que tan bien sabía portar. Sin embargo, esta vez parecía realmente no sentir nada. No había emociones en ella, estaba... vacía. Decía que se sentía "bien", pero Robin dudaba que ella pudiera distinguir entre bien y mal, entre tristeza y alegría, entre ira y amor. Ya no había nada.

- Raven...

- No sentir... -interrumpió ella, como si simplemente lo ignorara-. No sentir dolor... Algo dice que eso significa que es el final... No sentir, significa que es el final... y eso se siente bien...

Divagaba. Lo que decía no tenía lógica. ¿Cómo no sentir puede sentirse de algún modo? Estaba totalmente perdida en la oscuridad, todo rastro de cordura desvanecido.

- Raven, mírame, por favor -rogó al borde de las lágrimas. Algo dentro de él le decía que no podría sacarla de ese lugar.

Ella no volteó, de modo que Robin se inclinó hasta que su rostro quedó frente a los ojos inmóviles de la hechicera. Ella no reaccionó en lo más mínimo, su mirada aún descentrada, como si no sintiera nada al verlo.

- Raven, mírame, ¿quién soy?

- Algo... algo... yo debía hacer algo... -balbuceó, ignorando nuevamente sus palabras.

- ¿Qué debías hacer? -preguntó entonces, esperando que seguir su juego sirviese de algo.

- No... no lo sé... yo estaba... yo era... Yo era -afirmó, como si hasta ese momento hubiese dudado de su propia existencia.

- Tú eres. Tú eres Raven.

- Ra... ven...

- ¿Sabes dónde estás?

- Dolor... Hubo... hubo dolor... aquí -su mano izquierda afirmó el agarre del hombro por un momento-, y aquí -deslizó sus dedos lentamente hasta posarlos sobre su seno izquierdo, justo en el corazón.

- Lo sé...

- No quiero dolor... Ahora estoy bien, ahora se siente bien -aseguró sin energía mientras su mano caía a un lado de su cuerpo.

- Raven, sé que no quieres dolor, pero estás muriendo. Necesitas volver.

- ¿Vol... ver? -sus cejas se fruncieron ínfimamente, mostrando confusión. El primer gesto en toda la conversación.

- Sí, Raven, volver. Volver a casa. Volver con tus amigos, conmigo.

- Tú... ¿quién...?

- Robin. Soy Robin, Raven.

- Ro... bin... -sus ojos por primera vez se enfocaron en él, se interesaron en verlo-. Robin... -repitió suavemente.

- Sí, Rae, soy yo -afirmó el con una triste sonrisa-. Raven, debo llevarte de vuelta.

- ¿De vuelta...? ¿Es decir... que hay más? ¿Más que esto? -sus pupilas señalaron el negro ambiente a su alrededor.

- Hay mucho más, Rae. Ni siquiera sé dónde estamos, pero hay mucho más, te lo aseguro.

- ¿Y qué hago... aquí?

- Tú... tú estás muriendo, Rae. Slade, él...

- S... Slade -sus ojos se abrieron como platos de pronto. Epifanía-. Slade.

Robin oyó los débiles gruñidos de una de las réplicas de Raven, aquella de capa roja, como si estuviera queriendo despertar.

'¡DESPEJEN!'

La voz de Cyborg hizo eco en la distancia, y lo siguiente que vio fue a Raven retorcerse, su espalda arquearse, sus dedos contraerse de formas inhumanas, sus ojos cerrarse con fuerza.

- No... no quiero... no quiero dolor... -siseó cuando su cuerpo volvió a relajarse.

- Si no quieres ese dolor, debemos salir de aquí, Raven.

- Estaba bien... sin dolor, se sentía bien... -negaba con la cabeza lentamente. Parecía estar rogando la muerte.

'¡DESPEJEN!'

Cyborg seguía insistiendo, pero a Robin le sorprendió poder oírlo. Fue el primer sonido a parte de la voz de Raven que oyó en aquel sitio. Tal vez... Tal vez Raven estaba acercándose al mundo.

Raven volvió a retorcerse y caer, él la veía con dolor e impotencia. No podía ayudarla, no podía abrazarla, no podía hacer nada por ella.

La hechicera abrió sus ojos cansadamente y volteó a verlo.

- Ro... bin... -susurró, y el petirrojo juró ver el atisbo de una sonrisa en su pálido rostro.

- Sí, Rae, soy yo.

- Te... conozco...

Robin vio cómo otra de las Raven comenzó a dar señales de vida, el bulto de capa púrpura moviéndose mínimamente.

- Sí, me conoces. Raven, ¿dónde estamos? ¿Qué es este lugar?

- Yo no... no sé... o sabía, pero no recuerdo -murmuró, y recién allí Robin notó que la mano derecha de su amiga se había mantenido extendida todo ese tiempo, sosteniendo el extremo una capa amarilla.

'¡DESPEJEN!'

Era horrible verla así. Verla en la camilla de la enfermería dolía, pero verla sufrir cada choque eléctrico era mil veces peor. Volvió a relajar su cuerpo con sus ojos cerrados.

- Duele... ¿Por qué? ¿Qué es... qué eso eso que siento?

- Es Cyborg, él intenta que tú despiertes.

- Cy... borg... Cy... borg... -repitió, sus ojos se entreabrieron como si intentara recordar algo. De pronto, escupió una sílaba-. Vic...

- ¡Sí! Si, Raven, Vic. Es Victor, Cyborg, tu amigo. ¿Lo recuerdas?

- Yo... creo...

Robin comprendió entonces que ella parecía reaccionar a ciertos recuerdos, a nombres, específicamente. Tal vez mencionando a quienes más marcaron su vidam podría hacerla reaccionar.

- Sí, Rae, Victor, tu mejor amigo. Tú reparas el auto con él y él te prepara el desayuno. Té de hierbas y waffles, ¿recuerdas?... Y Chico Bestia, ¿te suena?

- S-sí...

- Es verde, pequeño y molesto. Vegetariano. Siempre hace chistes malos intentando sacarte una sonrisa... Y, ¿y Starfire? Tu amiga. Es alienígena, princesa de Tamaran. Tiene un inglés muy malo, y sus habilidades para cocinar son todavía peores. Ustedes cambiaron cuerpos una vez.

- S-Star... Bolts.

- ¡Sí! Ella usa star-bolts, ¡eso es! -una Raven de capa rosa tosió en las distancia-. ¿Y qué hay de mí?

- Robin... -susurró.

- Tú sabes más que eso, Raven. Tú me conoces mejor que nadie. Yo soy tu líder, tu amigo. Jugamos ajedrez juntos, investigamos juntos, leemos juntos. Tú tienes un apodo para mí, ja, uno que sólo tú podrías haber ideado, y aunque nunca lo admití, me parece demasiado gracioso...

- Boy Blunder.

Los ojos del petirrojo se abrieron como platos. Raven estaba recordando. Para su desgracia, los nombres amigos se habían acabado; ahora debía hablar de sus enemigos.

- Y tú, Raven, ¿recuerdas quién eres? -ella simplemente negó con la cabeza-. Tú eres un híbrido, mitad humano y mitad demonio. Eres hija de Trigon, el Terrible, un demonio interdimensional...

- Trigon... -su ceño se frunció, la Raven de capa ropa gruñó desde su sitio-. Portal...

- Sí. Pero lo venciste, y eso se terminó -la Raven de capa verde giró su rostro, sus ojos aún cerrados-. Y... ¿y Malchior?

- Rorek -corrigió Raven sin pensar, sin comprender de dónde había salido ese nombre.

- El dragón. ¿Lo recuerdas?

- No... no lo sé.

- Él vivía en un libro, hizo... Hizo que te enamoraras de él, y se aprovechó de ti -pudo oír algunos hipidos provenientes de las Raven de capa gris.

Todas las Raven -a excepción de las de capa amarilla y roja- comenzaron a erguirse, sosteniendo sus cabezas y estómagos. La Raven original empezó a tener lapsus, su memoria estaba volviendo de a poco, y con ella el dolor físico.

- Yo... soy Raven -afirmó-, hija de Trigon... Joven... joven... Titán. Híbrida.

- Eso es, Rae. ¿Recuerdas por qué estás aquí?

- Ella -el agarre en la capa amarilla se tensó más-, Inteligencia, me dijo que sería buena idea. Creo... que el nombre "Inteligencia " le queda algo grande -murmuró con ironía, arrancándole una sonrisa a Robin. Oh, cómo extrañaba su ironía.

- Sigues... viva, ¿no? -susurró el clon amarillo, tanteando en busca de sus lentes y colocándoselos antes de incorporarse.

- Raven -llamó Robin de nuevo-. ¿Por qué estás aquí?

- Ahora recuerdo... por qué te llamo Boy Blunder -dijo alzando una ceja-. Fue por ella, te lo dije -señaló a la Raven amarilla.

- Pero, ¿por qué ella lo sugirió? ¿Lo recuerdas?

Raven cerró sus ojos largos segundos, hasta que su ceño se frunció y sus manos se empuñaron. De un salto se puso de pie, mirando con ira al frente.

- Slade -siseó venenosamente. La Raven roja al fin despertó, sus cuatro ojos brillando con perversidad-. Ese bastardo nos hizo dispararnos mutuamente como si fuésemos un entretenimiento para él.

- Raven, dime que me recuerdas -la hechicera sacudió su cabeza levemente y volvió la vista hacia el ser traslúcido a su lado.

- Eres Robin, el Chico Maravilla, el Boy Blunder, el protegé de Batman... Richard -se mordió el labio inferior-. Debemos salir de aquí -dijo de pronto, mirando a su alrededor con pánico.

- ¿Qué es este sitio?

- El Limbo. Desperté, pero si sigo aquí más tiempo volverá a absorberme, y también a ti... Espera, ¿cómo me encontraste? -él simplemente se encogió de hombros; no es como si entendiera qué rayos estaba pasando-. Como sea, primero debes irte tú.

- ¿Cómo?

- Sólo... cierra los ojos y concéntrate en la Torre, en tu cuerpo.

- Bien... -cerró sus ojos y lo abrió-. Te veré en la Torre, ¿verdad?

- Lo harás, lo prometo -asintió con seriedad la gótica.

- Genial.

Sus ojos se cerraron y volvieron a abrirse en lo que pareció un parpadeo. Vio un techo blanco con luces fluorescentes directamente sobre él.

- ¡Amigos, por favor, Robin despertó!

Él siseó ante el grito, y de pronto se topó con seis ojos mirándolo con preocupación y alivio.

- Rayos, Robin, casi nos matas del susto -exclamó Cyborg mientras el petirrojo comenzaba a incorporarse.

- ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?

- Una hora.

- ¿Qué hay de Raven?

Chico Bestia miró al suelo y retrocedió unos pasos, dando lugar a la vista del resto del cuarto. Allí, en la cama junto a la suya, Raven yacía recostara, herida, quemada, operada. Tenía un respirador artificial y cables cubriendo cada centímetro de su piel. Pero estaba viva.

- No creí que fuese a volver -admitió Cyborg con el ceño fruncido-. Reparé sus costillas y me encontré con que una le había perforado un pulmón y se había llenado de líquido, de modo que también me encargué de eso. Aún... aún no sabemos si despertará. No mostró señales de empezar a sanar con sus poderes, tampoco. Si despierta habrá que hacerle estudios, pero a primera vista no parece que haya daño cerebral. Es increíble...

- Lo es -afirmó Robin con una media sonrisa.

XXXXXXXXXX

- ¿Qué haces aquí?

Habían pasado casi media hora buscándola. Entraron a la habitación de la enfermería para encontrarse con una cama vacía, cables y sondas colgando. El equipo temió que Slade hubiese descubierto que ella seguía viva y buscara venganza por haberle visto la cara con aquel engaño. Se separaron y buscaron por toda la Torre alguna pista, lo que fuese.

Robin subió a la azotea, algo dentro de él le dijo que debía ir. Se sorprendió al no ver rastros de Slade, aunque sí a una Raven de pie en el borde, su vista clavada en la ciudad. Vestía su leotardo sin capa, dejando ver cuán delgada y pálida se encontraba, y no era para menos: seis meses en coma producen eso en cualquiera, humano o demonio.

Ella no respondió, sólo permaneció viendo al horizonte, sus ojos parecían muertos.

- Rayos, Raven, casi nos matas del susto -suspiró con resignación el petirrojo, negando con la cabeza mientras caminaba hasta quedar a su lado.

Los ojos de Raven cayeron hasta la costa de la isla, donde una placa negra con flores y velas llamaba la atención. Era extraño ver su propia tumba.

- Él me cree muerta -murmuró, y Robin no supo interpretar si fue pregunta o afirmación.

- Envió una corona de flores. Supuse que sería buena idea difundir tu muerte hasta que te recuperaras; temía que él viniera a buscarte.

- A veces eres inteligente, Boy Blunder -dijo con monotonía, más de la que él recordaba en ella.

- Tengo mis momentos -respondió, encogiéndose de hombros.

Permanecieron en silencio largos minutos, sintiendo el aire marino contra ellos.

- Me iré -Robin volteó a verla con espanto.

- ¿De qué hablas?

- Él me cree muerta, debo aprovechar eso, atacarlo por sorpresa- argumentó.

- No digas idioteces. Podemos hacerlo todos, juntos. No debes ir sola. Somos un equipo.

- No. No los arrastraré conmigo.

- ¿P... Por qué?

- Robin, hay cosas de las que no me enorgullezco. Mi Ira es una de ellas. Mi mitad demoníaca me está pidiendo que lo castigue, y el resto de mí está de acuerdo. No seré una heroína luego de eso.

- Raven, no te precipites. Lo encontraremos, sabes que lo haré. Lo estamos buscando desde el primer día. Sabes que no lo dejaría escapar, menos luego de algo así -dijo, tomándola por la muñeca.

- ¿Y luego qué? -preguntó con una sonrisa venenosa-. Él ya bajó al Infierno y volvió, Robin. ¿En serio crees que una prisión lo detendrá? Debo asegurarme de que él se quede en el Inframundo al que pertenece.

- Esto es una locura, Raven. Tú eres una Titán, no harás ninguna estupidez.

- No. Yo soy un demonio. Y por primera vez cada parte de mí está de acuerdo en seguir los impulsos de mi herencia. No hay remordimiento, ni doble moral. Sólo placer, placer ante la idea de verlo sufrir. Dejé de ser un héroe en el instante en que sentí el sadismo de disfrutar sólo imaginándolo.

- Raven, soy tu amigo y líder. No dejaré que lo hagas.

- No -sacó su comunicador y lo dejó en al suelo ante la estupefacta mirada del petirrojo-. Tú no eres mi líder. Ya no.

- ¿Por qué quieres renunciar, Raven? ¡Somos tu familia!

- Por eso mismo. Robin, Ira está carcomiéndome y si no voy contra Slade, seré un peligro para ustedes. Ya no soy una heroína. Sólo quiero destrozarlo. Tú lo pensaste más de una vez: matar a Slade. ¿Pero sabes cuál es la diferencia? -bajó su voz hasta un espeluznante susurro cargado de malicia, sus ojos enrojeciéndose, una media sonrisa dejó a la vista su brillante colmillo-. Que yo sí lo haré.

Los pies de la hechicera se elevaron del suelo, dispuesta a marcharse. El agarre en su muñeca sólo se fortaleció cuando quiso soltarse.

- Por favor, Raven. Tus amigos te necesitan... Yo te necesito -cerró sus ojos con fuerza, buscando el valor para soltar sus palabras-. Raven... Raven, yo te a-

- No. -interrumpió ella, sus ojos entrecerrados y coléricos-. No te atrevas a decirlo.

- ¿Por qué? -desafió el pelinegro-. ¿Me dirás que tú no sientes lo mismo?

- Ya es tarde.

- ¡Eso es basura!

- No lo es. Cuando mi lado humano dominaba, hubiésemos podido intentarlo. Ahora... -su mirada se endureció de pronto, y su voz bajo un par de octavas-. Créeme: cambiarás de opinión luego de lo que haré.

Robin quedó en shock, soltando finalmente a su ex-compañera, ex-amiga. La gótica abrió un portal y pasó un pie por él antes de detenerse y hablar sin voltear a verlo.

- No volverán a verme; llevaré el alma de ese bastardo al Infierno y me quedaré allí, en mi círculo, que es donde pertenezco. No me busquen, no me encontrarán.

- ¿Lo planeaste desde el principio, verdad? -el cuerpo de la ocultista se tensó, para luego agachar su cabeza-. Desde que estábamos en aquella guarida, desde que vimos el arma. Tú planeaste todo: dispararte, fingir tu muerte, todo. Todo esto fue un plan para engañar a Slade y poder emboscarlo. Desde el primer momento decidiste que lo matarías.

El silencio lleno el aire por algunos segundos, antes que Raven irguiera su cabeza nuevamente hacia el portal.

- Él no debía estar aquí y tú lo sabes. Todos lo dimos por muerto, fuimos felices creyendo que lo estaba. Él no merece estar aquí, él no merece vivir -volteó su cabeza, dejando que el petirrojo viera su fino y triste perfil-. Lo siento -susurró con pesar.

Su cuerpo atravesó el portal y éste se cerró, dejando atrás un Robin al borde del llanto.

Apenas dos días después el noticiero de Jump City reportaba el repentino asesinato de Slade, el criminal más buscado en la Costa Oeste. Aunque no había nada esclarecido, muy pocas pistas, y un crimen a primera vista perfecto, la policía había confirmado que la causa de muerte fue un bala en su cerebro.

El equipo se sorprendió al saber cuán rápido Raven lo había encontrado, aunque el hecho de que Slade la hubiese creído muerta fue ciertamente una ventaja para ella; el factor sorpresa fue clave.

Tal y como la hechicera lo exigió, no la buscaron. No tenía sentido: ella era reina de la oscuridad, experta en portales, capaz de viajar a infinidad de dimensiones. Si no quería ser encontrada, nadie, nadie la encontraría. De todas formas, todos sabían dónde estaba. Su mitad demoníaca quería regresar a su hábitat, y su mitad humana quería asegurarse de que Slade no volviera a salir de aquel pozo de lava. Se transformó en una suerte de guardiana del Infierno, o algo así. Lo único seguro era que ya no estaba en la Tierra, ya no caminaba entre los vivos. Luego de tantos meses intentando salvarla de la muerte, Raven terminó por entregarse voluntariamente a ella.

Robin cayó rendido en su cama y se durmió, los sedantes que Cyborg introdujo en su cena estaban haciendo efecto. El mayor se sentía culpable por drogar a su líder sin que éste lo supiera, ¿pero qué podía hacer? No dormía, sólo se mataba en el gimnasio y se la pasaba en su oficina, a oscuras, a solas.

Nadie la estaba pasando bien, ciertamente. Chico Bestia cambió su nombre y uniforme, planteando una personalidad más seria, sombría incluso. Él y Starfire mantuvieron su relación al mínimo; se sentían culpables al ser felices en medio de tanta tristeza. Starfire ya no flotaba por los alrededores, ni sonreía tanto. Cyborg había abandonado todos los proyectos iniciados con Raven, ya no se molestó en tocar la consola de juegos y su apetito había desaparecido. En su cuarto aún guardaba una capa azul manchada con aceite, ésa que ella había dejado para sus tardes de trabajo en el garaje.

Robin terminó por dormirse luego de veinte minutos, para soñar con lo que supo, fueron los últimos momentos de Raven y Slade en la Tierra. Como la última prueba de la conexión que alguna vez hubo entre ambas aves.

Slade estaba encadenado a un muro de su propia guarida mientras Raven caminaba de lado a lado frente a él, con sus manos enlazadas tras su espalda y su mentón en alto, un vaga sonrisa decorándole el rostro, sus ojos teñidos de rojo. El hombre movía sus manos intentando romper las esposas.

- Intentar soltarte no te servirá, Slade. Sólo logras hacerte daño, y no queremos que eso ocurra, ¿verdad?

Robin reconoció aquel discurso; Raven estaba citando a Slade, palabra por palabra. Su voz aterciopelada estaba cargada de sadismo.

- No esperaba que una heroína cayera tan bajo, aunque debo admitir que me sorprendiste.

- Te equivocas, Slade -su ronrisa se amplió diabólicamente, sus ojos se volvieron aún más rojos. Dobló su torso hasta quedar a la altura visual de Slade y a unos mínimos tres centímetros, relamiéndose un colmillo antes de aclarar-: yo no soy ninguna heroína.

Volvió a erguirse, su lengua aún humedeciendo sus dientes, y dio dos pasos hacia atrás.

- Ahora jugaremos un pequeño juego que supongo, tú conocerás.

Sacó un revólver de su espalda, giró el tambor y apoyó la punta del cañón en la frente del hombre.

- La Ruleta Rusa -siseó con placer, antes de jalar en gatillo.

Y luego, simplemente, bang.

-FIN-