Yuri! on Ice pertenece a sus respectivos creadores. Yo escribo esto por simple pasatiempo, así que no se obtienen beneficios económicos por esto. Nada más y nada menos.
Personajes: Victor Nikiforov/Yuuri Katsuki.
Advertencias: Relación homosexual. AU!Mafia y cositas varias. Esta historia narra una relación entre dos hombres, una fumada de la buena cuando escribí esta historia y un alucín de aquellos que bien podría gustarles o causarles un profundo trauma sobre estos. ¡NO PUDE EVITARLO! Así que, si te animas, bienvenido. Sino, ¡huye como alma que lleva el diablo! Dicho está. Sobre advertencia no hay engaño.
Cristal
Por:
PukitChan
Existen cientos de caminos
que nunca pensaste pisar…
Hasta el día en el que hirieron
aquello que fue lo más
importante para ti.
Capítulo 6
El corazón más hermoso está hecho de cristal
Phichit había dicho la verdad: era imposible escapar de allí. Victor lo entendía, no porque lo hubiese intentado, sino porque simplemente miró a su alrededor. Resultaba obvio que aunque el interior de la casa por sí misma estaba reservada para sus habitantes, no era lo mismo a su alrededor. El lugar estaba protegido en su totalidad y sin duda alguna, las personas que se encargaban de cuidarla no vacilarían en entregar su vida si con eso lograban salvar a cada miembro de la familia Katsuki. Una devoción que, Victor sabía, era común y muy importante en una organización como esa. Algo que, probablemente sin siquiera entenderlo ni notarlo, Yurio comenzaba a adoptar.
En cierta forma, Yurio había conseguido sorprenderlo. Por más que lo intentaba, Victor no podía imaginarse a ese adolescente abordando un avión en el aeropuerto más transitado de Rusia, dispuesto a renunciar a su vida y a todo aquello que le era importante, con el fin de pagar el precio de algo que ni siquiera acababa de comprender. Por eso, al verlo allí, durmiendo sobre la mesa después de una cena abundante en la que solo ellos dos participaron, se preguntó cuántas veces en los últimos días, Yuuri Katsuki había extendido su mano para acariciar los mechones rubios del jovencito, pidiéndole que tuviera paciencia, que todo pasaría pronto.
La noche no es para siempre, Yurio. Tarde o temprano, el amanecer llegará y te despertará.
—Aquí está.
Sumergido en sus pensamientos como estaba, a Victor le costó unos segundos darse cuenta de que quien había deslizado la puerta de la habitación, había sido una joven mujer de aspecto amable que miraba a Yurio como una hermana que conocía sus malos hábitos. Era bonita y cuando su mirada se cruzó con la de Victor, le ofreció una sonrisa tan sincera que era difícil comprender por qué ella estaba allí también. Tal vez, pensó con cautela, su caso era semejante al de Yurio.
—¿Eres Victor, cierto? —preguntó, ladeando el rostro mientras caminaba hacia un pequeño taburete, de donde sacó una manta cuidadosamente doblada, misma que extendió. Era obvio que en realidad ella no esperaba una respuesta a su interrogante, porque se acercó a la mesa y se agachó, cubriendo con la manta a Yurio, para después decir—: Mucho gusto, soy Yuko.
Ella hablaba con un inglés tenso y poco practicado, pero por la forma en la que se reía de sí misma, parecía saberlo y le divertía. Sin duda, era una de esas personas con la que era fácil encariñarse y entablar una conversación tranquila. Así que Victor decidió que si su plan para escapar de allí era atacar al sistema desde su interior, debía comenzar a hacerlo.
—El gusto el mío —respondió con una sonrisa bastante bien practicada y que le sentaba perfectamente—. ¿También eres miembro de la familia Katsuki?
—Oh, no, no es así —dijo, bajando su mirada mientras colocaba su mano en la espalda de Yurio y lo movía con suavidad—. Yuuri es mi amigo de la infancia. Crecimos juntos. —Su mirada brilló por un instante al murmurar—: Vamos, Yurio, despierta. Te resfriaras si sigues aquí y Yuuri se enfadará con nosotros. Ve a tu habitación.
El aludido gruñó algo incomprensible en medio de su somnolencia, pero después de unos minutos consiguió incorporarse. Por la manera desordenada en la que su cabellos le caían y la forma tan torpe de frotarse uno de sus ojos, Yurio por un instante lució como el adolescente de quince años que en verdad era. Tras lanzarle una mirada irritada a Victor y otra más suave a Yuko, arrastró sus pies por la madera hacia algún destino conocido solo por él.
—Escuché que viniste por Yurio —pronunció ella mientras le servía a Victor un poco de sake, una vez que el adolescente desapareció de su rango de visión—. ¿Lo conoces?
—No más que tú, supongo —admitió con una risita, recargando la mejilla en la palma de su mano para lograr explicarse—. Yurio es mi trabajo asignado. El chiquillo al que debo de proteger.
—¿Estás intentando proteger de Yuuri a alguien que no conoces?
—Es un adolescente —replicó Victor con calma, meciendo entre los dedos de su mano libre el vaso de cristal—. No debería estar aquí. Además, ¿no es lo mismo que uno podría pensar de Yuuri? Se ve muy joven para liderar una organización tan grande y peligrosa.
Sus palabras debieron golpear un punto importante, pues de inmediato Yuko entrecerró sus ojos y lo miró, no enfadada, sino llena de una nostalgia que Victor no era capaz de describir.
—En ocasiones, solo podemos andar en el camino que se nos fue asignado. Resistir… y tratar de volverlo algo mejor.
Durante un largo instante, el siempre elocuente Victor se quedó sin palabras, no por lo que Yuko había dicho, sino por todas las preguntas que quería decir y que murieron cuando comprendió que esa mujer conocía a alguien que no era líder yakuza, sino un ser humano distinto, a alguien completamente frágil e inocente. Ella estaba ahí, no para ayudarle, sino para decirle que en esas escasas ocasiones en las que Yuuri había parecido alguien inexperto y ansioso, no habían sido solo una alucinación provocado por su mente inquieta.
Era como si Yuko estuviese allí solo para recordarle que Cristal solo era un nombre por el cual muchos se referían, mas no conocían, a Yuuri Katsuki. Y ella, comprendiéndolo, quiso decir algo, la más pequeña pista que nunca llegó a oídos de Victor pues en ese instante una voz conocida se escuchó, deteniendo por completo sus acciones.
—¿Yuko?
La puerta estaba abierta y los pasos del recién llegado habían sido cautelosos. Quizá por eso, Victor se sorprendió tanto al ver a Yuuri en la entrada. Parecía cansado y sus ojos estaban tristes. Aun así, una sonrisa se dibujó en sus labios al ver la escena que estaba presenciando, como si aquello ya hubiera estado entre sus planes. Como si Victor estuviera caminando exactamente por el camino que Yuuri había pensado que trazaría.
—Buenas noches, Yuuri —saludó de inmediato la chica en una hermosa reverencia que solo pareció entristecer al aludido—. Yurio está dormido en su habitación, tal como lo pediste.
—Gracias por tu ayuda, Yuko —dijo, ladeando el rostro y sentándose al lado de Victor, quien levantó una ceja y comprendió que era su turno de recibir atención, pues de inmediato la chica se levantó y se retiró del lugar, justo cuando Yuuri tomó la botella de sake para servirse un poco, sin mirarlo, pero dirigiéndose a él—. Señor Nikiforov… le he traído un obsequio.
Victor sabía que aquello no podía ser nada bueno. Aun así, al ver a Yuuri, con esa posición tan recta, ese semblante tan cansado y esa expresión de tristeza que no lo quedaba a su hermoso rostro, pero que de alguna manera tocaba su corazón, no pudo evitar inclinarse sobre la mesa, sonreír y bromear un poco al decir:
—¡Wow! ¿Un regalo para mí? Oh, Yuuri Katsuki, ¿acaso usted está intentando cortejarme?
Victor pensó que era una pena desperdiciar aquel trago de sake cuando Yuuri comenzó a toser, con el rostro totalmente sonrojado por sus palabras. Lo miró escandalizado, sus gafas se habían torcido y parecía estar dispuesto a castigarlo por eso, pero en ese momento, Victor se descubrió pensando lo adorable que se veía de esa manera. Lo guapo y tierno que era. Y cuánto deseaba haberlo conocido bajo otras circunstancias.
—¡No se trata de eso, tú… i… idiota! —exclamó, agitando sus manos y luciendo como el joven adulto que apenas era. Nervioso, torpe y balbuceante. Y fue exactamente de esa manera como Victor se lo imaginó, en un día normal, en un parque cualquiera, mientras le reñía por haber llegado tarde a su cita—. ¡E-es algo serio! ¡Yo no intentaría…! ¡De ninguna manera yo...!
—Creo que él solo estaba bromeado, señor Katsuki. —A Victor, la voz que escuchó por el pasillo le sonó familiar y no tardó en descubrir el porqué. El hombre que ahora entraba a la habitación no era otro sino Chris, quien traía entre sus manos un portafolio platinado junto con algunos documentos cuidadosamente guardados en algunos sobres amarillos. Y Chris, al notar la ceja levantada de Victor que parecía pedir explicaciones, solo rio cuando se sentó a un lado, dejando todo sobre la mesa y acompañándolos en esa improvisada reunión—. Buenas noches, Victor.
—S-sé que está bromeando —añadió rápidamente Yuuri, bajando la mano que había estado utilizando para cubrir su rostro avergonzado. Era obvio que aquello no había funcionado, pues el japonés aún lucía sonrojado, pero tanto Chris como Victor fueron lo bastante sensatos como para no decirselo—. Señor Nikiforov, ¿reconoce alguna de estas cosas?
Victor entendió la ironía de la pregunta. Se enderezó, deslizando sus dedos por los documentos, por el portafolio y preguntándose, casi ridículamente si consideraba con quién estaba tratando, cómo los habían obtenido.
—Por supuesto —dijo al fin, cerrando los ojos un momento y sintiendo cómo su sonrisa se volvía forzada—. Son míos. Contiene toda la información que hemos recopilado sobre Yuri Plisetsky y la relación que mantiene con ustedes.
Yuuri sonrió hacia él y por un instante, a Victor aquella sonrisa le pareció la de un amo que reconoce las buenas acciones de su perrito. Estaba convencido de que si Yuuri tuviese una galleta para mascotas, se la habría dado.
—Fue descuidado de tu parte dejarlas en un lugar tan visible —dijo Chris, con esa forma de hablar suya que hacía parecer que siempre estaba coqueteando. A cualquiera. Como fuera—. Era casi como si supieras que estaríamos allí, tarde o temprano.
—Estaban en una habitación privada —replicó, animado—. ¿Y bien? ¿Dónde piensa la policía rusa que estoy, ahora que me he ausentado del lugar que me fue asignado?
—No ha pasado tanto tiempo como el que piensas, Victor. Y para el hombre al que te reportas, ¿Yakov, cierto? Para él, aún sigues investigando. Hace menos de cinco horas, le enviaste un reporte. Al parecer, has conseguido entablar una conversación con Yuri Plisetsky. Aunque no ha revelado mucho y, por supuesto, no has tenido el tiempo suficiente con él para obtener más información. Fueron solo unos minutos.
—No está muy lejos de la verdad —comentó, siriviéndose más sake.
—Es la verdad —espetó entonces Yuuri, quien solo miró a Chris, agradeciendo sin palabras la información proporcionada—. Señor Nikiforov, tal vez usted desconoce el alcance que tiene la familia Katsuki en Japón. Uno de nuestros mercados más exitosos es el que dominamos a través de la redes informáticas. Y por esto, desde que entró al país, usted ha sido vigilado.
—¿Por qué me están diciendo esto? —cuestionó en voz baja—. Al parecer, tienen todo cubierto y programado. Inclusive mis movimientos.
Chris fue el primero en actuar, respondiendo indirectamente a la pregunta. Con parsimonia, de uno de sus bolsillos extrajo el teléfono móvil de Victor, deslizándolo por la mesa hacia el dueño. Estaba encendido, así que repentinamente se preguntó si alguien le había llamado durante ese tiempo, aunque estaba convencido de que no era así.
—Podemos imitar sus reportes, sus movimientos, su voz, inclusive podemos fingir perfectamente el rumbo de esta historia y el final que desea la policía rusa para con Yurio, pero… señor Nikiforov, usted no puede desaparecer. Si eso llegase a suceder, entonces tendríamos entre nuestras manos un problema que innecesario.
—¿Por qué habría de ayudarlos? —preguntó Victor, mirando alternadamente a ambos presentes. Él también sabía jugar con fuego y era el momento de demostrarlo—. Como bien dicen, si yo muero aquí, si desaparezco… sería un problema para ustedes. Tendrían atención innecesaria. Rusia conseguiría razones justas para actuar contra ustedes. El caos, ese que tanto están tratando de evitar, caería sobre su familia. Y… —Sonrió, disfrutando del sabor del sake que permanecía en sus labios—, sobre todo, si estoy entendiendo bien, perderían a Yuri Plisetsky. Así que, viéndolo desde un punto de vista racional, ¿no me beneficiaría más mi propia muerte?
Durante un largo y silencioso instante, Victor tuvo la placentera sensación de ser el centro de la atención de Yuuri. Sus ojos cafés estaban dilatados, sus labios gruesos entreabiertos y su cuerpo parecía tenso. Comprendía el desafío que Victor estaba representando en su vida y lejos de amedrentarse, Yuuri parecía dispuesto a enfrentarlo.
Era excitante. Era como volver a vivir.
Era como si Yuuri Katsuki estuviera allí, solo para recordarle cuán peligroso y desesperante podía ser el anhelar a alguien inadecuado; alguien hermoso, inocente y peligroso: alguien que heriría tus manos y las haría sangrar si osaras rozarlo, pero la tentación era demasiado grande como para intentar evitarlo.
Yuuri era el pecado ante el cual Victor quería caer, y ni siquiera lo sabía.
—Aunque es bastante sexy ser testigo de su intenso coqueteo… —intervino Chris con una sonrisita y una falsa tos que avergonzó a Yuuri de inmediato.
—¡Chris! —reclamó y Victor no pudo hacer otra cosa más que reír pues sabía que algo en la palabras del hombre eran ciertas. No podía dejar de pensar en ese hermoso yakuza.
—Señor Katsuki… —repitió Chris con diversión, para luego simplemente compadecerse de las mejillas de Yuuri al sacar de su abrigo una fotografía, que balanceó de un lado a otro—. Supongo que reconoces a esta persona, Victor.
El aludido miró la imagen que le era presentada.
Era una mujer. Una hermosa dama de un largo cabello rubio y unos preciosos ojos verdes. Con un vestido largo, maquillaje suave y una elegante posición al sostener el micrófono que estaba frente a ella, Victor estaba seguro de que era el tipo de belleza que cautivaba cualquier corazón. Aunque estática, la imagen transmitía la emoción con la que la mujer cantaba y el alma que estaba entregando. Y justamente así, con esa mirada apasionada, es como le recordó a la persona que lo había llevado a esa situación.
—La conozco —respondió Victor, sin sorprenderse—. Es Lena Plisetsky, la madre de Yuri.
Yuuri sonrió.
—Y nuestra historia, sabrás, comienza con ella, Vitya.
El cristal puede romperse,
puede hacerse añicos.
Pero, por favor, no te confundas.
Es ese mismo cristal,
el que puede dejarte sangrando.
Autora al habla:
¡Hola, gente bonita! :D ¿Cómo han estado? Espero que super bien y hayan pasado unos días super maravillosos. Aquí estamos y este capítulo ha sido uno de mi favoritos en escribir porque OMG, finalmente estoy presentando uno de los personajes que hacen girar esta trama y me emociono sola, jajajaja xD. La verdad es que quería usar a un personaje como lo es la madre de Yuri, de la que se ha hablado muy poco. Y pos… así. Esa es mi justificación xD
¡Muchas gracias por todos su ánimos a esta historia, la verdad son unos lectores increíbles! ;A; Un montón de abrazos y mucho amor para su semana. ¡Toda la energía del mundo! :D
Al review anónimo que no puedo responder por privado:
Guest; ¡aquí seguimos, al pie del cañón con un nuevo capítulo, que espero disfrutes! ¡Muchas gracias! :D
¡Muchas gracias a Saku-Aya, AegisVi, Guest, stupidrarry y Aly Zama por sus hermosos reviews! :3
¡Gracias por leer y más gracias si les nace un review para esta historia!
¡Os quiero un montón! ¡Excelente mitad de semana! :D!