Capítulo 10: Cada vez más enredado.

La semana volvió a pasar rápidamente para Hinata entre tareas escolares y entrenamientos del club. Lo único que le había perturbado ligeramente fueron las erecciones matutinas con las que se despertó un par de días de la semana. Pero para su gran alivio estas se desvanecieron fácilmente con su técnica habitual de echarse agua fría, así que no tuvo muchos problemas salvo el pequeño susto inicial que se llevó.

Debía tranquilizarse. Tener erecciones matutinas era algo habitual para los chicos de su edad y nunca había tenido problemas con ello. Tal vez no recordaba haber tenido nunca dos en la misma semana, pero no dejaba de entrar dentro de lo normal. Además con esto habían aumentado sus sospechas de que las reacciones extrañas de su cuerpo tenían alguna relación con las bebidas especiales de Oikawa, así que solo habían servido para que aumentara su determinación sobre la decisión que había tomado el pasado domingo.

De modo que cuando volvió a llegar el domingo e Hinata corría en dirección a su lugar de encuentro con Oikawa se iba repitiendo una y otra vez el plan de acción en su cabeza. Aunque lo más importante de todo era que bajo ningún concepto tenía que aceptar la bebida especial de Oikawa, por mucho que este insistiera. Mientras hiciera eso todo estaría bien.

—Buenos días, chibi-chan. Hoy has venido temprano —le saludó el jugador del Aoba Johsai cuando llegó al lugar de entrenamiento. Parecía que este también terminaba de llegar porque aún no estaba preparada la cuerda que utilizarían de red.

—Gran rey, tengo que decirte algo —comenzó a hablar el pelinaranja, determinado a ir al grano y terminar con el incómodo tema de la bebida especial cuanto antes—. Verás yo-

—Espera, yo también tengo una sorpresa para ti. Deja que yo sea el primero, estoy seguro de que te va a encantar —le interrumpió Oikawa con una brillante expresión de entusiasmo a la vez que rebuscaba en su mochila.

Hinata se tensó al pensar que se pudiera tratarse de la nueva versión de la bebida especial y retrocedió un paso a la vez que agitaba las manos delante de él en un gesto de negación.

—Espera… No… Yo… —comenzó a balbucear nervioso sin alcanzar a hilar una frase. Pero Oikawa le impacto y le sorprendió cuando se acercó a él mostrándole una caja con un DVD y una pequeña libreta—. ¿Qué es esto? —atinó a decir finalmente Hinata totalmente confundido.

—El otro día me pareció recordar que en nuestro club teníamos un vídeo con técnicas para rematar el balón. Así que lo estuve buscando a lo largo de la semana mientras mis compañeros no me veían por todas partes. Ya creía que no lo iba a encontrar cuando finalmente ayer apareció. ¿No es genial? —le preguntó haciendo una leve pausa para señalar el disco haciendo un guiño—. Lo estuve viendo anoche y realmente puede resultarte útil. También anoté las técnicas que creo que podrían adaptarse mejor a tu estilo de juego —añadió a la vez que levantaba la libreta en esta ocasión—. Toma. Cógelo y échale un vistazo cuando tengas tiempo. Te aseguro que merece la pena —aseguró a la vez que extendía los dos objetos hacia el pelinaranja con una brillante sonrisa.

—No deberías haberte tomado tantas molestias —acertó a decir Hinata, levemente abrumado mientras miraba lo que le ofrecía el otro con cierto recelo pero también con curiosidad.

—Molestia ninguna. A mí también me ha venido bien revisarlo para refrescar algunas cosas en mi mente —aseguró convencido—. Solo no desprecies mis esfuerzos y tómalo —insistió.

—Pero… ¿No lo echaran en falta en tu club? —le preguntó, aún dudoso.

—El DVD estaba perdido en un rincón que ya no utilizamos, por eso me costó tanto encontrarlo. Nadie se dará cuenta de que falta, ni siquiera se acuerdan de él. Así que puedes tenerlo durante todo el tiempo que quieras —le explicó.

Después de eso Hinata no encontró motivos para negarse a aceptarlo, sobre todo después de las molestias que parecía haberse tomado el armador, así que tomó el DVD y la libreta de las manos de Oikawa.

—En ese caso lo aceptaré. Gracias —se vio obligado a agradecerle el menor, a pesar de que su última palabra fue apenas un susurro y no sabía si el otro jugador había alcanzado a oírla, pero el armador sonrió satisfecho de todas formas.

—Solo haz buen uso de él, ¿de acuerdo? —le dijo Oikawa y justo después pareció acordarse de algo porque formó una expresión de realización—. Ah. Se me olvidaba —exclamó a la vez que volvía a girarse hacia su mochila y el pelinaranja le miraba confundido—. También tengo esto para ti, tal y como te prometí —declaró entusiasmado mostrándole la botella naranja que acababa de sacar, tomando completamente por sorpresa a Hinata, ya que este se había olvidado de eso por la sorpresa del DVD. De modo que el pelinaranja actuó en un acto reflejo tensándose completamente, dando un paso atrás y mirando fijamente a la botella receloso como si esta pudiera saltarle encima en cualquier momento y morderle. Oikawa hizo caso omiso a su exagerada reacción y siguió hablando tranquilamente—. He hecho varias pruebas para ajustar los ingredientes y creo que esta vez por lo menos notarás los efectos, no como la otra vez en la que estos fueron casi nulos. Estoy deseando que la pruebes y me des tu opinión —El amador extendió la botella hacia Hinata a la vez que este daba otro paso atrás inconscientemente, aún mirando el objeto como si se tratara de algo potencialmente peligroso—. ¿Pasa algo, chibi-chan? —le preguntó mirándole con un inocente gesto de confusión.

—No. No pasa nada —se apresuró en espetar Hinata, saliendo finalmente de su sorpresa inicial, y esforzándose en recomponerse y actuar normal. Aunque no lo consiguió porque la sonrisa que esbozó fue obviamente forzada y seguía mirando fijamente el objeto en cuestión.

—En ese caso toma mi bebida y empecemos con el entrenamiento, o terminará por hacérsenos tarde —le indicó Oikawa acercándole más la botella, y esta vez el pelinaranja se obligó a no retroceder mientras tenía un debate interno.

¿Qué le pasaba? ¿Por qué dudaba? Simplemente tenía que serenarse y decirle claramente a Oikawa que no pensaba tomar más de su bebida especial. Pero Oikawa se había tomado tantas molestias en buscar el DVD para él sin tener necesidad de hacerlo, e incluso había tomado notas para él… La verdad era que le parecía descortés rechazar la bebida después de haber aceptado ya su regalo. De alguna forma se sentía en deuda con él. Después de todo el armador ya había hecho un montón de cosas por él sin pedir nada a cambio, ¿no sería justo que él cumpliera con lo único que le había pedido que era ayudarle con la nueva receta de su bebida para su sobrino? Pero si la aceptaba se arriesgaba a que "eso" volviera a ocurrir, y se había determinado a no permitir eso de ninguna manera… ¿Qué debía hacer?

—¿Seguro que estás bien, chibi-chan? —le preguntó el armador sacándole de sus pensamientos con una clara expresión de preocupación —. Me parece que estás actuando extraño. ¿No estarás enfermo? Podemos saltarnos el entrenamiento de hoy si no te sientes bien, o si lo prefieres solo te explicaré más técnicas para que no tengas que moverte demasiado.

La determinación de Hinata se tambaleó aún más ante su muestra de amabilidad. ¿Por qué precisamente ahora era agradable con él en vez de molesto como en muchas otras ocasiones? Así le resultaría más fácil rechazar la bebida. Pero ahora mismo tenía la sensación de que no podría hacerlo. ¿Por qué Hinata no podía ser un cabrón como Tsukishima y tirarle la bebida a la cara a pesar de la expresión de sincera preocupación que le estaba dirigiendo? Aunque la verdad era que prefería cualquier cosa antes que parecerse al antisocial de Tsukishima.

Hinata suspiró pesadamente y finalmente cedió a hacer una concesión. Solo una vez más. Aceptaría esta bebida de Oikawa para compensarle por lo que había hecho por él, pero sería la última vez. Podría sobrevivir a las reacciones de su cuerpo una vez más si se volvían a repetir como temía. Aunque fuera vergonzoso como el demonio, una vez más no le mataría y su conciencia quedaría tranquila. Después de eso se negaría aceptarla el próximo domingo, como había planeado originalmente, y podría olvidarse de todo. Podía hacerlo, había hecho cosas más difíciles.

Con eso en mente Hinata finalmente extendió la mano hacia la problemática botella y la agarró.

—Estoy perfectamente, podemos comenzar el entrenamiento —aseguró el pelinaranja tratando de sonar convencido, pero sin ser consciente del leve sonrojo que tenía en las mejillas—. Solo estaba distraído pensando en qué momento podría ver el DVD tranquilo. Si lo hago donde me pueda ver alguno de mis compañeros de equipo tendré que dar muchas explicaciones.

—Sí, será mejor evitar eso —concordó Oikawa con una leve sonrisa—. Ahora bebe un poco en lo que ato la cuerda y luego comencemos con los estiramientos.

A pesar de la determinación que había tomado, Hinata se encontró dudando y mirando la botella levemente temeroso, sin atreverse a beber.

—¿Qué pasa, chibi-chan? ¿No vas a beber? —le preguntó el armador ya subido encima de un árbol anudando la cuerda—. Te prometo que el sabor sigue siendo bueno. Probé un poco antes.

Hinata tragó saliva para darse valor y finalmente se llevó la botella a los labios para dar un primer trago. Efectivamente el sabor seguía siendo exquisito y dio varios tragos más casi sin pensarlo.

Desde su posición encima del árbol Oikawa sonrió satisfecho a la vez que en sus ojos resplandecía un brillo depredador. Pero cambió su expresión rápidamente para mostrar una inofensiva sonrisa amable a la vez que bajaba del árbol de un salto.

Oikawa tuvo que insistir mucho y prometer varias veces que no haría nada indebido para que Hinata accediera a volver a hacer los estiramientos del calentamiento en pareja.

Durante todo el proceso el pelinaranja había estado tenso, prestando especial atención a los lugares dónde le tocaba el armador. Pero, tal y como prometió, el jugador del Aoba Johsai se comportó de forma completamente correcta. Aunque a veces sus manos se acercaban peligrosamente a alguna zona comprometida, se aseguraba de no rebasar el límite de lo aceptable y no le hizo adoptar ninguna postura que le resultara embarazosa. Eso le dio a Hinata la confianza necesaria como para relajarse un poco a mitad del calentamiento, aunque no bajó la guardia por completo.

Por su parte Oikawa se mantuvo hablando animadamente todo el tiempo, haciendo caso omiso de la actitud defensiva del menor, contando diversas anécdotas que habían acontecido durante los entrenamientos del Aoba Johsai durante la última semana.

Hinata le prestó atención a medias, ya que no conocía o no recordaba a la mayor parte de la gente que el armador mencionaba, pero se aseguró de asentir de vez en cuando y hacer algunos breves comentarios para que el otro jugador no se sintiera ignorado.

La mañana la dedicaron a practicar las recepciones de Hinata con los saques de Oikawa, y por la tarde el armador levantó el balón para que el menor rematara. El jugador del Karasuno apenas había alcanzado a rozar el balón un par de veces durante las recepciones y las levantadas rápidas se le seguían resistiendo.

Oikawa le animó con actitud positiva asegurándole que le tomaría un tiempo interiorizar y llevar a la práctica las técnicas que le había explicado el día anterior, aunque eso no fuera necesario porque Hinata no era de los que se rendían a la primera de cambio. El pelinaranja estaba determinado a mejorar su forma de jugar, además de que esta vez la bebida especial de Oikawa sí parecía estar haciéndole efecto, de modo que se sentía lleno de energía, adrenalina y confianza. Esa sensación de sentirse imparable era genial, sin duda en esta ocasión el armador había acertado con los ingredientes. Sin embargo, después de tomarle el pulso, Oikawa aseguró que las cantidades seguían siendo demasiado para él y que tendría que volver a ajustarlas.

—Repito que no es necesario que la cambies. Yo creo que la receta de la bebida está perfecta según está ahora —volvió a insistir Hinata mientras Oikawa le daba el masaje habitual antes de que se despidieran.

—Aún se te acelera demasiado el pulso, eso no es bueno, y tampoco deberías estar tan inquieto como un niño hiperactivo. Solo mírate, no puedes dejar de moverte ni por un segundo —reiteró Oikawa desde su posición detrás de la espalda del pelinaranja mientras se dedicaba a masajearle los hombros con un gesto de concentración.

—Eso no es cierto. Ahora estoy sentado y no me estoy moviendo —aseguró el menor convencido girando la cabeza para mirarle por encima del hombro.

Oikawa en vez de responderle apartó una de las manos de su tarea para señalar hacia una de las piernas de Hinata. Este miró hacia donde le indicaba e hizo un leve gesto de molestia ante su pierna traidora que se estaba moviendo intermitentemente como si tuviera un tic nervioso.

—No seas terco y hazme caso, chibi-chan —le pidió Oikawa con voz conciliadora a la vez que retomaba el masaje—. Te prometo que la próxima que haga será mejor que esta. Una vez que me propongo algo no hay quien me detenga. Encontraré la fórmula perfecta para ti, ya verás.

Hinata se limitó a soltar un gruñido de frustración en respuesta, diciendo adiós a la posibilidad de convencer al armador de que dejara de practicar nuevas recetas con él y así librarse de tener que dar explicaciones el próximo domingo cuando se negara a seguir probándolas.

—Vamos, ten un poco de paciencia. Te aseguro que la espera merecerá la pena —le prometió Oikawa, malinterpretando el motivo de su gruñido, ya fuera queriendo o sin querer.

Después de eso se limitaron a despedirse e irse cada uno por su lado.

Pocos minutos más tarde, una vez más, Hinata se encontraba en la zona de vestuario de su cuarto de baño, mirando con una mezcla de enfado y resignación el hinchado miembro que tenía entre las piernas y que había quedado al descubierto después de desvestirse. Lo que temía había vuelto a ocurrir.

Ya lo había vaticinado porque según volvía a casa notaba algo ajustados los pantalones, pero la visión de su pene semi-erecto en todo su esplendor seguía impresionándole.

También era cierto que había aceptado el riesgo de que esto volviera a ocurrir cuando finalmente determinó tomar la bebida de Oikawa, aunque tampoco había llegado a confirmar del todo que "esto" fuera culpa de la bebida, solo lo sospechaba. Pero, ¿qué otra cosa podía provocar "esto"?

De todos modos ahora mismo no importaba cuál era la causa del estado de su pene. Lo importante era cómo iba a tratar con el problema que, incomprensiblemente y sin ningún motivo aparente, se estaba haciendo cada vez más grande entre sus piernas.

Por experiencia podía aventurar que el remedio del agua fría no iba a funcionar cuando tenía una erección tan prominente, y el último día ya comprobó que ignorar el problema tampoco era viable. Así que, ¿qué opción le quedaba? Realmente la única otra posible solución que se le ocurría era hacerse cargo de "eso" manualmente y terminar con esto cuanto antes, a pesar de que fuera vergonzoso y se sintiera un pervertido por planteárselo. Pero nadie se iba a enterar jamás de esto, él se aseguraría de ello, y era muy probable que esta fuera a ser la última vez que se viera en esta embarazosa situación si sus sospechas sobre la bebida de Oikawa eran correctas. La verdad era que terminar cuanto antes con esta situación le parecía cada vez una mejor opción.

Con estos pensamientos Hinata metió la ropa que se había quitado en el cesto de la ropa sucia y entró en la zona de duchas del baño con paso decidido y una mirada determinada, como si en vez ir a encargarse de "eso" se encaminara a la cancha justo antes de que empezara un partido particularmente difícil.

Colocó un taburete bajo cerca del grifo de la ducha y se sentó en él con toda la dignidad que pudo reunir a pesar de su vergüenza por estar con un pene completamente erecto entre sus piernas. Ese era el mejor lugar para hacerlo, ya que podría eliminar las pruebas del "crimen" fácilmente.

Hinata miró fijamente su pene con vacilación e incertidumbre, aunque su respiración ya estaba algo acelerada y sus manos temblaban levemente por la anticipación.

No tenía sentido que volviera a darle vueltas a los pros y los contras de lo que estaba a punto de hacer. Solo tenía que terminar cuanto antes y ya está. Luego podría ignorar lo que había pasado como en las anteriores ocasiones. Seguiría con su vida y se concentraría solo en el voleibol como siempre.

Con estos pensamientos en mente respiró profundamente para relajarse y dirigió su aún temblorosa mano hacia su miembro. ¿Por qué no podía dejar de temblar? Aunque esta pregunta desapareció de su mente rápidamente cuando su mano rodeó el eje de su pene y le recorrió la siempre impactante primera descarga de placer. Se llevó su mano libre a la boca para ahogar el gemido que había estado a punto de emitir. Esta vez que había decidido empezar a hacer esto desde el principio se aseguraría de tener más cuidado con los sonidos que emitía para que nadie le descubriera. Sería super vergonzoso si su madre y su hermana pequeña se enteraban de que él hacía semejantes cosas pervertidas. Sin embargo cada vez que bombeaba su miembro sus pensamientos racionales se tambaleaban e iban desvaneciéndose uno tras otro entre la neblina del placer. El agarre que mantenía sobre su boca se fue aflojando sin que él fuera consciente de ello y comenzaron a escapársele cada vez más gemidos y jadeos de placer.

Rápido. Tenía que acabar rápido con esto antes de que toda la cordura le abandonara. Así que alejó la mano izquierda de su boca, abandonando definitivamente sus inútiles intentos por acallar su propia voz, y la dirigió a la cabeza de su pene esparciendo el líquido preseminal que había emanado de él. Ante la placentera sensación soltó un gemido más ronco y fuerte que los anteriores y extendió más el pegajoso líquido a lo largo de su pene. Notó en seguida la diferencia. Así el movimiento de sus manos era más fluido y resbaladizo. Se sentía tan bien. Estaba tan cerca. Casi podía rozar con los dedos esa sensación de cuando su pene estaba a punto de explotar. Por inercia los movimientos de sus manos se volvieron más rápidos, sus ojos se cerraron por la bruma del placer y alzó la cabeza hacia arriba. Ahí estaba, su mente se estaba quedando completamente en blanco y con un último movimiento de sus manos alcanzó la cumbre del placer derramando su semen con un fuerte gemido.

El torso de Hinata se derrumbó sobre sus piernas como en las anteriores ocasiones mientras se esforzaba por recuperar el aliento.

Ya había terminado. Se había encargado del problema y después de limpiar el desastre que había provocado podía volver a fingir que nada de esto había pasado. Pero si todo había terminado…

—¿Por qué?... —atinó a farfullar Hinata entre sus respiraciones jadeantes, con el rostro aún enterrado entre sus rodillas.

Sí. ¿Por qué? ¿Por qué seguía sintiendo el cuerpo caliente? ¿Por qué por más que se esforzaba por normalizar su respiración no lo conseguía y no disminuía la velocidad de los latidos de su corazón? Normalmente después de correrse su cuerpo se relajaba y, aunque se sentía débil, volvía a la normalidad. ¿Por qué esta vez era diferente?

Finalmente el pelinaranja recuperó la compostura lo suficiente como para enderezar el torso y levantar la cabeza, pero la poca serenidad que había logrado reunir le abandonó cuando miró la imagen que quedó ante él.

Como otras veces el suelo, sus piernas y manos estaban manchadas de semen, hasta ahí todo normal, o por lo menos era algo que ya se esperaba. Lo que le desconcertó fue que su pene, que debería estar ya laxo, seguía alzado orgullosamente entre sus piernas a pesar de seguir rezumando semen por la punta, señal inequívoca de que realmente se había corrido ya una vez.

Hinata se tomó unos segundos para procesar la escena que tenía ante él antes de que el pánico y el desconcierto le invadieran por completo. ¿Por qué su pene seguía erecto? ¿No debería haberse relajado al correrse? Definitivamente esto no podía ser normal. ¿Por qué le pasaba esto a él? ¿Qué le pasaba a su cuerpo?

En medio de su confusión acercó una de sus temblorosas manos aún manchadas de semen hacia su hinchado miembro, tocándole levemente de forma experimental como si quisiera cerciorarse de que lo que veía era real. Solo rozó la punta suavemente con dos dedos, casi no debería de haber sentido el toque, pero su piel parecía estar hipersensible porque de allí donde se posaron sus dedos emanó una sensación tan intensa que le abrumó y le hizo gemir fuertemente.

Aunque la sensación había sido definitivamente placentera, Hinata se asustó por lo intensa e inesperada que había sido y alejó la mano a la vez que cerraba las piernas en un acto reflejo, encogiéndose sobre si mismo quedando en posición fetal aún sentado en el taburete bajo. Se quedó paralizado en esa posición con el cuerpo completamente tenso mientras los pensamientos corrían a tanta velocidad por su mente que no conseguía centrarse en ninguno. Aunque la mayor parte de ellos seguían siendo preguntas. ¿Por qué le pasaba esto? ¿Esto era normal? ¿Su pene iba a quedarse así para siempre? ¿Por qué sentía su cuerpo hipersensible? ¿Por qué era consciente de hasta cualquier pequeño roce, incluso de la respiración jadeante que incidía sobre sus rodillas? ¿Por qué sus piernas habían comenzado a moverse sin ser consciente de ello? ¿Por qué el simple y leve roce de sus muslos sobre su pene que quedaba aprisionado contra su barriga se sentía tan bien? ¿Por qué no podía dejar de moverse…? ¿Por qué deseaba más…? Más… Más… Sí. Quería más. Esos leves roces no eran suficientes. Quería más… más…

La incertidumbre y las vacilaciones se fueron desvaneciendo de su mente, dando paso a una abrumadora lujuria. El esperma que había quedado esparcido entre sus muslos hacía que los movimientos de sus piernas rozando su pene fueran más fluidos. Si solo eso se sentía tan bien, ¿cómo se sentiría si lo tocaba directamente con sus manos recubiertas de pegajoso semen? Quería saberlo, su cuerpo temblaba de la anticipación porque no podía dejar de pensar que seguro que se sentiría mucho mejor. Lo quería. Lo quería tanto.

Con la mente completamente nublada, la respiración jadeante y la mirada perdida, Hinata abandono su posición fetal para dirigir sus temblorosas manos hacia su miembro viril que palpitaba dolorosamente de necesidad. Con solo posar sus manos sobre su pene le recorrió una descarga de placer tan fuerte como si acabara de alcanzar el clímax, aunque en realidad no se había corrido.

—¿Por qué… se siente… tan bien? —alcanzó a farfullar Hinata. Sus manos cobraron vida propia y comenzaron a bombear su miembro nuevamente, aunque esta vez lo hacía con leves caricias porque las sensaciones se balanceaban en el fino límite entre el placer y el dolor. Su miembro estaba hipersensible, se sentía tan raro, con cada leve troque se tambaleaba en el borde del orgasmo; pero a pesar de todo no se llegaba a correr. Su mente estaba hecha gelatina y comenzó a balbucear inconscientemente—. Es demasiado… No puedo… Por favor… No más… —A pesar de sus palabras, que tenían un leve toque de desesperación, sus manos en vez de detenerse solo redoblaron sus esfuerzos sobre su pene. Con cada caricia su placer aumentaba más, y más, y más. Parecía que no iba a tener fin. Sus gemidos se mezclaron con un leve lloriqueo, ya que había comenzado a derramar lágrimas abrumado por las sensaciones mientras seguía murmurando entre jadeos—. Quiero… que… termine ya… Si no yo… yo… ¡Ah! —su monologo fue interrumpido por un fuerte gemido tras haber rozado su dedo pulgar sobre la sensible cabeza de su pene. Ahora mismo había estado tan cerca de correrse. Tan frustrantemente cerca—. Quiero… correrme… Por favor… ya…

Tras esas últimas palabras y un último movimiento de sus manos, Hinata finalmente alcanzó la cima que ya había empezado a considerar inalcanzable. Su pene se corrió copiosamente, a pesar de haber descargado ya semen pocos minutos antes, a la vez que arqueaba la espalda y emitía un fuerte gemido. Se sintió tan abrumado por la intensa sensación que perdió el equilibrio y se calló de espaldas hacia atrás desde el taburete bajo en el que había estado sentado.

El pelinaranja apenas registró el dolor de la caída mientras jadeaba fuertemente y temblaba, quedado tumbado boca arriba en el suelo sintiéndose completamente sin energías para moverse.

—¿Shoyo? —le llamó su madre desde fuera del baño—. He oído un estruendo. ¿Estás bien?

Los oídos de Hinata apenas registraron las palabras de su progenitora mientras se esforzaba por recomponer su confusa mente. Abrió los ojos que había cerrado en medio del climax, sintiéndose aún más desorientado por descubrirse tirado en el suelo, y miró su cuerpo. A pesar de la confusión que sentía y que su visión era borrosa por las lágrimas que había derramado, alcanzó a distinguir que su pene finalmente se había quedado laxo entre sus piernas y soltó un quejumbroso suspiro de alivio.

—¿Shoyo? —le volvió a llamar su madre con tono preocupado—. Si no me respondes voy a entrar.

Hinata se tensó completamente por sus palabras y entró el pánico. De ninguna manera podía permitir que su madre le descubriera así, así que se apresuró en responderla.

—Estoy bien. Tranquila. Solo he tirado un taburete.

Él mismo se sorprendió de lo serena que había sonado su propia voz, aunque había sido ligeramente rasposa.

—No me asustes así —le respondió su madre con un ligero tono de reproche—. Date prisa en terminar, la cena está casi lista.

Después de esas últimas palabras el pelinaranja escuchó los pasos de su madre alejándose del baño. Soltó un nuevo suspiro de alivio, pero la confusión y el pánico volvieron a invadirle cuando volvió a mirarse a si mismo y se permitió pensar en la situación en la que se encontraba. Estaba tirado en el sueño del baño sin fuerzas, cubierto por su propio semen y sudor, con la respiración aún jadeante y los ojos empañados por las lágrimas que no era consciente de haber derramado. Se había corrido no una, sino dos veces seguidas. Además de que esta vez sí que parecía haber perdido la razón por completo en medio del proceso porque apenas recordaba cómo había llegado a masturbarse por segunda vez. ¿La situación podía ser aún peor? Pues al parecer sí, porque de sus ojos volvieron a emanar lágrimas, aunque esta vez por lo menos sabía el motivo por el que las derramaba o al menos lo sospechaba. ¿Era posible que tuviera miedo de su propio cuerpo? Porque no sabía cómo describir de otra forma lo que sentía en ese momento mientras sollozaba silenciosamente aún tirado en el suelo del baño temblando levemente.