Disclaimer: Yuri! on ice no me pertenece, sino a su respectivo autor.

Primero que todo, quisiera hacer algunas aclaraciones, la historia transcurre en el año 2016, sin embargo, los personajes no tienen sus edades reales, así que creo que esto sería semi AU.

Es la primera vez que escribo algo para este fandom, así que no estoy muy segura sobre qué tan bien está, de todas formas, espero que lo disfruten y si es así, no duden en dejar un comentario.


A sus 14 años, Victor Nikiforov, era prácticamente reconocido mundialmente y no era para menos, puesto que lo consideraban el mejor patinador de la categoría junior, todas las esperanzas estaban puestas en él, cada vez que entraba a la pista podía sentir que las expectativas aumentaban y todo el mundo se fijaba en él. Le encantaba mucho sorprender a su público, siempre haciendo algo nuevo y único, ganándose toda la atención, ofuscando a los demás. Pero, por supuesto, no todo era tan fácil como parecía, si bien era consciente de que tenía un gran talento natural para brillar, debía pulir sus técnicas y mejorar cada vez más, lo que ponía cierto peso sobre sus hombros.

—¡Así no Vitya! Debes aterrizar con más elegancia —Fue regañado fuertemente por su entrenador, Yakov —. La competencia está a la vuelta de la esquina y… — Lo interrumpió rápidamente, lo que menos deseaba en ese momento era que Yakov empezara a darle un sermón.

—Lo sé, lo sé —dijo hastiado. Hizo una ligera pausa, su respiración estaba entrecortada por el esfuerzo físico—, créeme que lo sé muy bien —habló suavemente, para sí mismo—. Sólo déjame descansar ¿podrías? — Se deslizó por el hielo hasta llegar a la salida, sin esperar la respuesta de su entrenador.

Yakov soltó un largo suspiro y negó con su cabeza un par de veces, demostrando su desaprobación y miró el reloj que se encontraba en su muñeca.

— Haz lo que quieras, pero te espero mañana media hora antes de lo usual.

Victor no le respondió, pero lo había escuchado claro y fuerte. Observó cómo Yakov se marchaba enojado, dando zancadas. Se quitó los patines, recogió sus cosas y se fue, tomando agua de su botella cada tanto. Últimamente las cosas no le estaban saliendo muy bien, las prácticas se estaban volviendo más pesadas y prolongadas, le estaba costando un poco realizar impecablemente los saltos y sus contrincantes de este año se veían más hábiles, todo esto junto era la causa de su estrés y de que estuviera con la cabeza en las nubes.

En el camino de regreso a su casa, siempre pasaba por un pequeño, pero bonito parque, esta vez decidió no pasar de largo y se sentó en el borde de una fuente por la cual ya no corría agua. Contempló el cielo, lleno de estrellas y nubes oscuras que tapaban la luna llena de esa noche y se sintió un poco más tranquilo. Una fuerte ráfaga de viento frío lo distrajo e hizo que guardara sus manos en los bolsillos de su abrigo, sintió su celular vibrar dentro de este, así que lo sacó para revisar los mensajes o llamadas perdidas que seguramente tendría, pero al hacerlo, escuchó como un par de monedas se le caían el piso, chasqueó la lengua y se agachó para recogerlas con un notable fastidio y cansancio, cuando las observó detenidamente notó que el esfuerzo no había valido la pena, puesto que estas apenas y le alcanzaban para comprarse uno a dos caramelos a lo mucho.

Revisó su celular, pero decidió no responder los mensajes, excepto el de su madre, le escribió un simple «Ya voy en camino» y se dispuso a ponerse en marcha, pero al guardar su celular, nuevamente, un par de monedas se salieron de su bolsillo, maldijo en voz baja exasperado, las recogió a regañadientes y fijo su vista en la fuente, detallándola. En el centro había una pequeña estatua que sostenía algo en la mano aunque no pudo distinguir muy bien que era.

Una idea algo tonta cruzó por su cabeza y le hizo sonreír. Recordaba que de pequeño solían decirle que si echaba un par de monedas a una fuente y pedía un deseo, este se cumpliría. Era poco probable que fuera cierto, además la fuente que tenía al frente no tenía ni una gota de agua, pero no pudo sacarse la idea de la mente, así que apretó en su mano el par de monedas que acababa de recoger y las dejó caer, justo a los pies de la estatua.

—Ojalá pudiera tomarme un día libre, en un lugar donde nadie me conozca y no tenga que preocuparme por nada de esto… Sólo eso pido… —dijo en un suave murmullo, antes de darse la vuelta y marcharse de allí.

Al llegar a su casa, la cena ya se encontraba servida y su madre lo recibía cariñosamente, charlaron un rato sobre cómo habían estado sus días y por supuesto, Victor mintió olímpicamente y dijo que había estado muy bien.

Se tiró en su cama sin siquiera tomarse la molestia de cambiarse la ropa y se quedó profundamente dormido.


Despertó y sintió como si tan sólo hubiera dormido por un par de minutos, por lo que estaba bastante adormilado. Pero había algo que lo inquietaba un poco, veía todo borroso, supuso que se debía a que aún estaba medio dormido, además el cuarto estaba algo oscuro.

Se iba a bajar de la cama cuando notó que ya se encontraba en el piso… ¿Acaso se había caído mientras dormía? No, imposible, hacía muchos años que eso no ocurría… Además no estaba precisamente en el piso puesto que había sábanas y una almohada. Algo alterado, se puso de pie rápidamente e inspeccionó -aún con la vista borrosa- el cuarto que, en definitiva, no era suyo.

Lo primero que hizo fue correr las cortinas e inmediatamente entrecerró los ojos por la claridad que ahora iluminaba el cuarto, al asomarse pudo confirmar rápidamente que no se encontraba en San Petersburgo. ¿Acaso estaba soñando? Tal vez.

En el cuarto había dos puertas, optó por abrir la que tenía más cerca y se encontró con un pasillo vacío, así que la cerró rápidamente. Entonces decidió abrir la otra, era un baño algo pequeño para su gusto. Lo primero que llamó su atención fue un espejo, porque bueno, sus ojos no daban crédito a lo que se veía reflejado en este, aun viendo borroso, era evidente que su cabello era de un color negro azabache, al acercarse más para poder enfocar bien la imagen, se encontró con una mirada color café, se puso frío y casi se desmaya al no reconocer a la persona que se veía reflejada, movió sus manos y giro la cabeza de lado a lado, sólo para asegurarse que era realmente su reflejo lo que estaba viendo.

—¿Q-qué demonios está pasando? —susurró para sí mismo, sólo para sorprenderse aún más con la voz infantil y aguda que salió de su garganta. Empezó a sudar frío. Miró sus manos, eran pequeñas, alzó un poco su camisa, no había rastro de musculatura alguna, de hecho estaba algo gordito. Miró hacia abajo y con dificultad vio unos pies pequeños, sus pies.

Un sonido estridente y molesto le hizo dar un respingo y soltar un chillido agudo por el susto. Salió del baño buscando la fuente de aquel infernal sonido, hasta que, después de tropezarse con todo lo que estaba a su paso, dio con la alarma, presionó todos los botones que pudo hasta que por fin cesó el sonido. Soltó un suspiro de tranquilidad, eso realmente lo había puesto fuera de lugar. Se acercó el aparato que tenía en las manos para observarlo bien, marcaba las 7:00 AM. Colocó el despertador donde se encontraba, tirando algo a su paso, lo buscó a tientas en el piso, al encontrarlo, se percató de que eran unas gafas, instintivamente se las colocó y todas las cosas a su alrededor dejaron de ser simples borrones para tomar una forma definida. Al detallar el cuarto notó que habían varios posters, la mayoría eran suyos y sintió sus mejillas arder, también habían unos cuantos de otros patinadores que él conocía muy bien.

Fijó su vista en un pequeño escritorio de madera con un par de gavetas a un lado, sobre este había un computador portátil, un par de libros, lápices y una lámpara, en la silla se encontraba una mochila azul sencilla, la levantó para inspeccionarla y de repente, sintió que le pesaba un montón y la dejó caer a sus pies haciendo un gran estruendo y desparramando gran parte de su contenido en el piso. Se sorprendió al ver que simplemente eran libros, porque, por el peso que tenía, podía jurar que estaba lleno de piedras.

Se agachó para recoger los libros, pero escuchó unos pasos acercarse ruidosamente, hasta detenerse justo en frente de su puerta… Saltó en su lugar al escuchar dos fuertes golpes en esta.

— ¡¿A qué se debe tanto escándalo en la mañana?! Alístate rápido enano, no quiero llegar tarde a la escuela —Una voz femenina lo estaba regañando del otro lado de la puerta— ¡RESPONDEME CUANDO TE HABLO!

— uhm… y-ya voy —respondió en voz baja, algo inseguro.

— ¿Ah? No te escucho.

— ¡No m-me siento muy bien! Creo que dormiré un poco m-más… —Dijo con un tono más alto, se sentía nervioso.

— Está bien, yuuri… le diré a mamá y papá —dijo la chica, esta vez más calmada. Escuchó como lentamente sus pasos se alejaban. Victor soltó un suspiro… y repasó mentalmente la conversación que acababa de tener con aquella chica y pudo comprender un par de cosas: primero, lo acababan de llamar yuuri, así que ese debía ser su nombre ahora, segundo, vivía con sus padres y tercero quien acababa de hablarle debía ser su hermana.

Empezó a mirar los cuadernos que había estado recogiendo antes de que lo interrumpieran, y grata fue su sorpresa al ver que lo que estaba leyendo, definitivamente no era ruso… ¿Tal vez era chino? ¿Japonés? Pero lo que más le resultó inquietante fue que podía entender el contenido del cuaderno a la perfección. Los revisó uno por uno, todos tenían el nombre "Katsuki Yuuri" en la primera hoja, acompañado del nombre de la asignatura y del año, 2016.

Se sentía terriblemente confundido, tanto que en verdad se estaba empezando a sentir mal, guardó los cuadernos y dejo la mochila done se encontraba antes.

¿Esto debía ser un sueño verdad? Pellizcó sus mejillas fuertemente, pero sólo consiguió dejarlas rojas y adoloridas. Se recostó nuevamente sobre lo que había decidido llamar cama, observó el techo por unos minutos y se percató de una molesta sensación que no había notado antes, le urgía ir al baño. La simple idea de ir al baño, con un cuerpo que no era el suyo le resultó sumamente extraña, pero bueno era un hombre ¿No?, no debía tener nada que no hubiera visto antes. Al ir no quiso ni bajar la vista, pero al hacerlo, soltó una leve risilla, definitivamente era un niñito, a lo mejor no pasaba de los 11 años.

Siguió inspeccionando la habitación, esta vez, decidió revisar el clóset del niño, rápidamente un par de patines de hielo captaron su atención, eran muy sencillos, de color negro y se notaban algo desgastados, atando los cabos sueltos, seguramente él chiquillo practicaba patinaje artístico sobre hielo. Los tomó y los miro por todos lados y no pudo evitar que una sonrisa se formara en su rostro, había que practicar mucho para desgastarlos de esta forma, seguramente era muy apasionado al deporte, pensó. Los dejó en su lugar y echó una ojeada rápida a la ropa, bastante normal, notó que tenía bastantes prendas en distintos tonos de azules, así que supuso que ese era su color favorito.

Se acercó a la puerta, dubitativo entre salir o quedarse un rato más, justo cuando se decidió por girar la perilla, notó que detrás de la puerta, había un trozo cuadrado de cartulina azul cielo pegado. Al mirarlo con detenimiento cayó en la cuentade que era un horario, al parecer, tenía escrito lo que hacía durante las tardes, lunes, miércoles y viernes, tenía clases de ballet; martes, jueves y sábados tenía escrito "Ice castle" y unos patines dibujados. También noto que en una esquina tenía escrito "Sábados: Clases de inglés por la mañana"

—Vaya… —Soltó algo sorprendido al ver que el chiquillo siempre se mantenía ocupado.

Nuevamente escuchó unos pasos acercarse a su cuarto, pero estos eran suaves y calmados. Entró en pánico ¿Qué debería hacer ahora? Acababa de decir que no se sentía muy bien, así que lo más razonable que se le ocurrió fue quitarse las gafas, lanzarse en la cama y arroparse hasta el cuello.

—Buenos días yuuri —le dijo suavemente una señora que definitivamente debía ser la madre del chiquillo, su mirada era muy parecida —. Mari-chan me dijo que no te sentías muy bien —Bueno, al menos Victor ya sabía el nombre de su "hermana"—. ¿Qué tienes? —le preguntó agachándose a su lado y acariciando su cabello.

Victor no había pensado en eso.

—M-me duele la cabeza —dijo nervioso, tratando de parecer convincentemente enfermo.

—Descansa, luego te traeré el desayuno y algo de medicina —dijo con una leve sonrisa. Antes de irse le dio un beso en la frente.

Notó que sus mejillas ardían un poco por la vergüenza y se sintió mal por haberle mentido a la señora que parecía preocuparse genuinamente por él.

Se puso a reflexionar sobre su situación actual mientras observaba el techo descuidadamente, una idea bastante alocada se le cruzó por la mente. Si él estaba ahí en el cuerpo de un niñito chino, japonés o lo que fuera, el tal yuuri debía estar en su cuerpo…

Se levantó de golpe, se puso las gafas nuevamente y decidió revisar el cuarto de nuevo en busca de un celular, se sabía su número de memoria, así que lo marcaría para confirmar sus sospechas. Revisó la primera gaveta del escritorio, nada, abrió la segunda y, bingo, ahí estaba. Era algo anticuado, pero tenía batería y parecía funcionar correctamente, algo nervioso, empezó a marcar el número ¿y si el dichoso yuuri era un mocoso pesado? Se llevó el auricular a la oreja y esperó… Justo cuando pensó que no le iban a contestar, una voz —Su voz— hizo que se sobresaltara.

—¿A-Aló?

Aguantó la respiración y el corazón se le detuvo, no había pensado qué decir si le respondían…