Todos los personajes aquí presentados son propiedad del genio Craig Bartlett y Nickelodeon. Excepto la ciudad de Tabescult y algunos otros personajes.

Capítulo 3

"Cosas malas siempre pasan en los aviones, Helga niña cálmate."

– Discúlpenos por estos inconvenientes no sé qué acaba de suceder. – la chica de cabello anaranjado pedía "disculpas" a todos los pasajeros con una cara de perro mojado y tres botones de su pegada camisa blanca sueltos.

Vaya… que sutileza.

Le colmaba la paciencia. Ella no soportaba el calor. Era demasiado escurridizo y torpe. Que estúpido. Que tonto. Como se odiaba por ser tan terca y llevar jean. Si hubiera sabido de un calor más extremo que el de san Lorenzo se hubiera llevado unos shorts... ¡qué rayos! Con tal de no sentirse tan acalorada se habría llevado un traje de baño.

Y ese no era su único problema.

El viaje a Latinoamérica era largo y bastante interrumpido, sin contar la incómoda sensación de su trasero o los mareos por turbulencias. El plan había sido salir de Hill Wood a Panamá y de allí salir en dos aviones diferentes hasta su destino en Tabescult.

Nunca se había sentido tan mal de tener la razón sobre algo.

-Cosas malas siempre pasan en los aviones Arnold.-

-No pasa nada Helga es un vuelo normal, como en san Lorenzo.

-Tengo que recordarte que el avión de san Lorenzo perdió el control y casi nos matamos

-Solo fueron unas vueltas, le faltaba un poco de gasolina, además nadie salió herido

-No intentes convencerme con tus ideas positivas cabeza de balón sabes que no me fio de los aviones

-Yo voy a estar contigo.- Muy para su mala suerte, el cabeza de balón sabía que le tenía fobia a los aviones, más específicamente a volar. Lo miro con escepticismo y levanto un lado de su uní-ceja.

-Siempre que nos juntamos algo sale mal. – Tal vez ella era algún tipo de adivina.

-No siempre.

- No me hagas empezar

- Vamos Helga. Sé un poco positiva, estoy seguro de que es solo un problema menor.

- Solo es un problema menor. – Arremedo.

-Tranquila Helga todo va salir bien. – Arnold tomo su mano en un apretón suave y una mirada cariñosa.

Helga no estaba del todo acostumbrada.

- ¿Quien dijo que podías tocarme cabeza de balón? – era una pregunta retórica, por supuesto.

-…

-Helga

-…

-¡Helga!

-¡¿Qué?! Rayos, ¿qué?

-Cálmate todo va estar bien.

–Cosas malas siempre pasan en los aviones Arnoldo, marca esas palabras en mi lapida.

Veces como esas se preguntaba porque siempre terminaba diciendo sí. Sí a Arnold claro.

Era muy cursi pensar que ella aún estaba colmada de amor incondicional casi correspondido y (a momentos) patéticamente ignorado. Había crecido. Ahora sin los monólogos y los altares, pero una realidad, ella todavía estaba enamorada. Patético.

A pesar de eso Arnoldo no era la única razón de su viaje a Latinoamérica.

Para aceptar ese viaje extremo al otro lado del mundo, a someterse a quien sabe que peligros para conocer quien sabe que personas, sin contar el inminente regaño por parte de sus padres que duraría por lo menos toda una vida, Helga tuvo que replantearse algo más que solo su amor sofisticado con el cabeza de balón. Algo más, ciertamente.

Y ese algo… era la señora Shortman. Pues a pesar de que Helga no tenía pelos en la lengua para hablar con quién sea con la mayor seguridad, las palabras y su orgullo perdían contacto y poder a la hora de hablar con Stella Shortman. Y con cualquiera de los Shortman, pero más que todo con ella.

Después de todo, la señora había sido por mucho, como una segunda madre.

Era algo incómodo al principio sobre todo por la descarga imprevista y severa de afecto de una persona adulta hacia ella.

Sin embargo fue algo a lo que se acostumbró con el tiempo. Ese tipo de costumbre omnisciente que parece que llevas en la sangre.

Como llevar un moño rosa.

Como chocarse con Arnold en las esquinas.

Como el olor del autobús escolar.

Como el léxico japonés de Phoebe.

Rayos, la calidez humana te vuelve débil.

Todavía recuerda el día que se rindió

-Oh Helga, ¿Vas a salir con esa camisa? ¿Con este frio? – recordaba cómo se sentía. Era algo extraño y pequeño, una sensación relampagueante en el lado izquierdo del esternón.

- Soy buena para el frio señora s, no se preocupe.- la costumbre en la casa de huéspedes era una sensación caliente aun en los peores días de invierno. Las ventanas empañadas por el frio con bonitas formaciones de hielo en las esquinas un chocolate caliente y-

- ¡Día de san patricio, pónganse sus calcetines verdes! ¡Toma un poco de cerveza mi rey pronto vendrán los duendes, así que guarden su oro!

-¡Pookie! Vieja loca ¡Estamos a inicios de diciembre!

-Madre ¿De dónde sacas todos esos vestidos? – Ese era Miles. La viva imagen de Arnold… o Arnold es la imagen de Miles. Lo que quede mejor, como sea.

-Seguramente es algo que no quieres saber cariño. – su esposa deposito un beso en su barba rubia que empezaba a tornarse canosa. – Helga querida puedes quedarte hasta que termine la tormenta no creo que dure mucho.

-Ah…yo-

-Kokoshka deja esos frijoles en la lacena.- un hombre de estatura pequeña perseguía con una porra a un hombre desaliñado con acento medio italiano.

-Pero el abuelo dijo que podría comer las sobras.

-En tus sueños Kokoshka y deja de decirme abuelo.

-Cállense, me hacen quedar mal delante de la amiga de Arnold. – la sala se tornó silenciosa a la afirmación del hombre de descendencia oriental en un suéter con estampados de piñas.

-Querrás decir su pequeña nov-

¡Ah! - el hombre bajito fue interrumpido por un golpe en su cabeza con una cacerola.

-Cállate vago. – ese era el abuelo de Arnold.

Decidió romper el silencio y descartar la ayuda. Se sentía intrusa.

-Estoy bien solo vivo a cinco calles no voy a… - se mordió la lengua, no quería ser descortés. – digo… no es como si me quedara enterrada en la nieve o algo- rio un poco. A veces dices cosas estúpidas Helga.

-No. De ninguna manera. Hace mucho frio. – y en cuestión de minutos, no, de segundos, se quitó su saco morado con rayas blancas, colocándolo en el regazo de ella. No podía respirar. Todavía sentada en el gran mueble marrón, tratando, sin mucho éxito, parecer no tan ajena a esas atenciones.

Ay Helga por qué eres así…

Los mimos que a menudo recibía provenían de una sola persona y su forma ortodoxa de demostrarlo era muy empalagoso para su gusto.

El cariño de sus padres biológicos era aún más complicado de entender, solía pensar que era como un tipo de conciencia gremial y terminaba con una relación basada en la aceptación. Otras veces los comparaba, siempre hay cosas peores, con la pobre esperanza de no parecer tan anormal o mártir. Cuando era pequeña pensaba en su amor como el cariño que sientes por una mascota, un ser que es más pequeño o más débil, que se tiene que alimentar y cuidar. Un perro o un animal, que no habla, pero sirve de compañía, una responsabilidad que no puede superar de recoger sus necesidades y daños, ya sabes, con dinero.

No conocía otro tipo cariño lejos de eso, hasta, bueno, ustedes ya saben que sucedió. Urban Toots y todo el tango.

El cariño de mejor amiga también hizo la diferencia, pero esa es otra historia.

Volviendo a la Helga de trece años sentada en el mueble, todo se sentía subnormal.

Si bien antes la idea de estar en la casa de Arnold era un sueño hecho realidad, ahora parecía un sitio de tortura, no un tipo de tortura física sino emocional. Se sentía una tortura tratar de no caer en vergüenza cada vez que intentaba no ser tan… especial. Un poco menos de esto y un poco más de esto. Todo para encajar o no sentirse tan rara, sin embargo luego de intentarlo siempre terminaba en desastre convirtiéndose en la mescolanza de Helga Pataki y no podría inspirar otra cosa más que pena, era así para ella. Sentirse débil ante tanto amor era señal de perder y perder no era una opción. Claro que ella siempre podría sacrificarse por ese cuidado; pero aun no quería rendirse ante idea.

¿Cómo estas Helga? ¿Qué tal la escuela Helga? ¿Quieres chocolate caliente? Todo le salía tan natural a Stella que solo le hacía sentir como la peor persona del mundo. Ella había sido muy mala para merecer semejante trato de parte de la mujer que trajo al mundo al amor de su vida. La sensación relampagueante volvía y ya no tenía ganas de irse, ya no tenía ganas de replicar contra sus afectos, ya no tenía ganas de ser una mala persona, tenía ganas de quedarse, ponerse el saco y tomar chocolate caliente. Venían también las ganas de sentirse así, con el amor enfermizo que se declara detrás de los basureros o lugares de escondite.

El suéter en sus manos estaba tejido con una tela suave y flexible, estampados de renos y un bordado a letras Comic Sanz que decía Kiss me there is mistletoe everywhere. Lentamente la prenda le cubría el cuerpo con un perfume a coco que denotaba el recién lavado de ella.

- Tengo otra idea, porque no mejor te quedas a cenar con nosotros.-

-Si cariño… para nosotros sería un honor tenerte aquí en el día de acción de gracias

-Ah… yo…- titubear o decir la verdad.

-¿Ustedes están bien?- el sonido del altavoz en el celular de Arnold. Era ella por supuesto.

-Claro que estamos bien. –una pausa dramática.- excepto claro, ¡por el hecho de que estamos perdidos!

-¡¿Perdidos?! ¿Cómo? ¿Qué les paso?

-No pasa nada mama, estamos bien...- lanzo una de sus miradas serias y agrego. – Helga solo está un poco asustada.

¡¿Asustada?! ¡Yo no estoy asustada! ¿Cómo se atreve ese camarón con patas a decirme…?

-Helga no estamos perdidos. Solo es un pequeño contratiempo. – dijo mientras colgaba el teléfono.

- ¡Estamos en medio de la nada en quién sabe dónde porque le paso quien sabe qué a nuestro avión!

- No te preocupes pronto van a despegar.

Había pasado al menos media hora

- ¿Y si no lo hacen?

-Pensaremos en algo Helga, no quiero preocuparlos.

-Perdóname por decirles la verdad. – murmura para que no la escuche, pero él lo hace.

-Sabes, creo que en vez de estar discutiendo entre nosotros, deberíamos pensar en una forma de llegar por tierra a Tabescult.

-Bien pasta de cerebros. Pensemos.

"Les pedimos una disculpa a todos los pasajeros. Pueden dar un pequeño paseo por el aeropuerto de Colombia mientras llenamos el tanque del avión. El avión cambiara su lugar de salida pero no se preocupen pueden ubicarse con el número de su vuelo".

-Te lo dije.

-No cantes victoria, aún tengo un mal presentimiento.

-Lo que tú digas, Helga.

Veinticinco minutos más tarde…

Estar más dos horas sentada en un vuelo cansa, pero estar más de hora y media en un montón de lata con aire acondicionado que no se mueve te desespera.

-¿Por qué siempre escogemos la misma aerolínea que siempre se queda sin gasolina?

-Es la única aerolínea que tiene destinos a Hill Wood.

Ambos soltaron respiros cansados.

-¿Qué tal si vamos a mirar el aeropuerto? tal vez veamos algo interesante

- ¿Tengo que levantarme para eso?

-Sí… - miro extraño. Con todo el dolor del alma tuvo que pararse de su cómoda posición.

Porque aún se encontraba en las piernas de Arnold.

Había escuchado durante tres horas de viaje el programa de energía universal con sus auriculares y no había podido cambiarlo porque Arnold creyó que estaba dormida y la acomodo en sus piernas. Tenía que pasar más que un terremoto, para que la movieran de allí, porque estaba súper cómoda y súper cansada, así que todos los que quisieran moverla se podían ir a la… a donde su mama.

-Como sea, lo que flote en su barco, cabeza de balón.

Una pequeña cafetería tenía sillas hechas en madera, mesas en madera, adornos en madera, tazas en madera, piso de madera y Helga podía casi asegurar que los meseros podrían ser de madera.

-Bienvenidos a árbol del café en que pudo servirles. Tenemos toda una carta de cafés selectos de la mejor calidad, diferentes tamaños y formas de preparar. Ustedes gustan.- el chico hablaba un perfecto inglés, lucía una sonrisa suave y unos ojos cafés oscuro un delantal con un estampado de árbol con una mirada servicial

-Queremos dos cafés negros, sin azúcar.

-¡Oh! ¡Hablan español! Mi nombre es Carlos cualquier cosa que necesiten cuenten conmigo, voy por sus tintos, vuelvo enseguida.

- ¿Qué dijo?- Para Helga el español era un idioma difícil con una lista de conjugación para verbos terriblemente larga y pronunciación extraña, es criminal. Arnold sabía español gracias a sus padres y su viaje.

-Dijo que se llama Carlos y que ya nos trae las órdenes.

-Perfecto

Sin embargo no era un idioma tan difícil de entender como de hablar. Se preguntaba cómo sería con la familia de Arnold. Se sintió tonta porque de todo el tiempo que había pasado no lo había tomado en cuenta...

Mierda la familia de Arnold…

-Oye cabeza de balón

- ¿Si?

- ¿Tu familia de sur américa habla inglés?

-No lo sé.- se quedó pensativo durante un tiempo y respondió.- la verdad no lo había pensado. Tal vez, yo… no lo sé.- Con una mirada un poco más pensativa que antes, hasta con pequeños rasgos de melancolía.

- Oye Arnold

-¿Sí Helga?

-Si los idiotas del aeropuerto se tardan mucho… tal vez podríamos no sé, probar una enchilada o algo. – y Arnold su sonrisa bobalicona volvió.

-Claro que si mi linda señorita.

El tomo sus manos frías y las acuno.

-Helga.

-¿Sí?

Dos años después de que Arnold volviera de san Lorenzo, él y ella tenían una relación algo complicada. Un tipo de relación extraña, ellos eran un chico y una chica que se querían de alguna forma pero que su pena o temor no los dejaba ir más allá. Iban en secundaria y el álgebra los estaba matando. Enserio, horas y horas de sueño perdido aprendiéndose los trinomios y toda la no-se-que factorización, Luego trigonometría y calculo. Eran tiempos difíciles.

Para Helga era una situación estúpida.

Tantas chicas quejándose por el sueño perdido a causa de un chico o varios, tantas chicas imbéciles con relaciones de quinceañera que le llenaban el corazón de dudas, solo esperaban que ella nunca terminara así... Seguía preocupándole Arnold pero las cosas estaban tan estáticas últimamente que le daba un poco de vergüenza admitir que se había distraído finalmente pensando en ella misma. Y sí, le importaba, lo quería, lo amaba, pero no ocupa las veinticuatro por siete de su mente; parte de madurar tal vez… o tal vez era el pare, el alto que le habían dado tácitamente al cariño. Un montón de dudas y cosas del pasado y el presente parecían variables mezcladas sin ninguna respuesta.

Arnold era la constante

Extrañaba quedarse hasta tarde leyendo libros y pensando en Arnold. Ahora se quedaba hasta tarde leyendo el trabajo de matemáticas que el maestro había hecho a mano y fotocopiado para entregarlo fresco y limpio para sus queridísimos pupilos…

Así que había varias cosas…

-¿Si...? Que pasa Arnold?

-Yo… tengo algo que decirte.

-Está bien si no quieres corazón

-Si entendemos que quieras ir con tu familia, después de todo está nevando muy fuerte y deben estar muy preocupados por ti.

Olga estaba de regreso como siempre y sus padres iban a recogerla del aeropuerto. No quería ir a su casa, ya no. No quería quedarse horas escuchando la conversación ausente de sus padres y su hermana.

-Yo…no importa, quiero decir no hace tanto frio, como para que Miriam se dé cuenta, digo tenemos aire acondicionado por lo que el frio no se sentirá como para recordar…me (?) no creo que sea tan tarde… mucho, solo…- ¡¿qué sarta de estupideces estoy diciendo?! – Creo que sí, sí me quedare a cenar, me encantaría.

Los señores Shortman sonrieron; Arnold levantó una ceja, divertido, y negó con la cabeza, pequeño gusano. Siempre con una sonrisa.

-Está caliente

-Sí creo que ya me di cuenta. Tengo la lengua entumecida.

El soltó una risita

-No me parece gracioso Arnoldo.

Un altavoz rojo que dañaba por completo la estética de madera sonaba alto, fuerte y en español - pasajeros con destino al aeropuerto los andes por favor presentarse con su número de vuelo

-Es nuestra llamada, debemos irnos.- después de levantarnos de las sillas, no tomo mucho tiempo antes de darnos cuenta que no sabíamos dónde estábamos o como ubicarnos en aquel gran aeropuerto que se parecía a un centro comercial.

-Disculpe señora. – La mujer de las piernas largas había llegado al mismo lugar, tenía las piernas cruzadas y una mirada arrogante.- podría decirme donde podemos encontrar el vuelo 609. – titubeo un poco entre si ayudarlos o no. al final soltó un suspiro cansado.

-A la izquierda, tercer piso. Están los vuelos que empiezan con el seis.

-Muchas gracias señora

-Señorita.-corrigió

-Lo que sea.

-Helga…- la miro mal.- Gracias de todas formas.

-Vámonos rápido. Quiero llegar ya.

Luego de zafarse de todos los disculpe, con permiso y córrase. En el tercer piso a la izquierda estaban los 600.

-Última llamada para los vuelos al aeropuerto los andes por favor presentarse con sus boletos.

-Que extraño…

- ¿Qué cosa?

-Ya estamos aquí, pero no veo ningún vuelo en salida.

-O alguna azafata botones sueltos.

Por pura sorpresa también estaba la chica piernas largas también estaba en ese lado del aeropuerto.

-¿A qué hora subió?

-No lo sé. – Arnold se veía expectante, relajado y sereno como siempre.

-Disculpa dijiste que los 6 estaban aquí. - la chica la miro mal mientras recogía unas pesadas maletas de alguien que no era ella seguramente.

-Sí les dije que estos eran seis. - al mirar la cara de seriedad de ambos dedujo lo que sucedía.- déjame ver esos boletos, niña…

-No soy ninguna-

-Aquí están los boletos.- la chica los miro con atención al cabo de unos segundos llevo a cabo una pequeña risita.

-¿Qué es tan gracioso?

-Ah, este vuelo salió hace un momento y no era 609 sino 906, tenías los boletos torcidos.- sus risas eran cada vez más descontroladas con Arnold sosteniendo el brazo de Helga que parecía querer matarla apenas el soltara su agarre.

-Vámonos Helga tal vez lleguemos a tiempo

Una pequeña luz de razón se enciendo el foco en la cabeza de Helga

-Vamos.

Cosas malas siempre pasan en los aviones. Ahora estaban en un aeropuerto desconocido, en una ciudad desconocida.

Que bien, porque ahora nada puede salir peor ¿o sí?

-Buzón de mensajes tendrá cobro a partir de este momento.

-No me contestan.

-Tal vez están en un lugar sin señal.

-Por qué no intentas con el tuyo Arnold.- el antes mencionado buscaba erráticamente entre sus bolsillos y maletas.

-Creo que me deje el celular en la maleta de mis padres

-Rayos…Espera me están llamando.- una pausa.- ¿Hola?

- Hola chicos donde están.- Helga despego el teléfono de su oído para colocarlo en altavoz.

- nosotros estamos bien mama pero, ¿Hola? Mama… nos surgió un-. Hubo un sonido familiar de llamada finalizada.

-Que paso, por qué colgaste

-No lo hice. Se cortó la llamada. Lo intentare de nuevo

-Usted no tiene saldo disponible para este servicio por favor recargue su cuenta.

Helga soltó lo que sería su vigésimo grito interno del día.


-¿Qué dijo Helga?

-En realidad nada. Se entendía muy poco. Pero escuche que Arnold me dijo que estaban bien. Luego se cortó la llamada.

-Oh cariño.

-¿Qué?

-Creo que deberías cambiar tu celular, su sonido es terrible.


- No puedo creer que no haya un estúpido cajero es en este estúpido aeropuerto.

- Disculpa eh Carlos ¿Te acuerdas de mí?

-Oh sí, mi amigo el gringo ¿qué paso men? – De nuevo en el café de madera.

-Tenemos un serio problema y… necesitamos encontrar un cajero.

-Oh… si, lo que sea por mis amigos turistas… - su sonrisa no dejaba de crecer. – ¡Eh hombre Bryan! ¡Lleva a mis amigos a su destino!

El tipo era gordo y pequeño. Traía una camisa de futbol soccer y una sudadera.

-El abuelo puede llevarlos.- luego de un chocolate caliente y una buena charla familiar cargada de bromas pesadas, Helga se sentía en su salsa. Al menos ya no tartamudeaba…

-No lo creo, la carretera está llena de nieve, tendrán que ir ustedes dos… solos.- sonriendo con malicia.

-Está bien abuelo no hay problema.- miraba a Helga con cara de salgamos rápido antes de que sea peor.

-Sí ven muérdago no olviden seguir con la tradición

-Papa…

-Abuelo…

-No se preocupe Phil me encantan las tradiciones.

El viejo soltó una carcajada, a lo que Arnold se sonrojo, miles soltó una risita y Stella negó con la cabeza. Y desde ahí se rindió.

-Oye Shortman deberías traerla más seguido.

-Si…

-Arnold

- ¿Si?

-Esta chica dice que no es suficiente dinero. – susurro.

Camino al cajero habían dejado sus celulares adentro por equivocación. También se habían perdido misteriosamente sus maletas.

-Uh, disculpe. – Se aclaró la garganta y comenzó en español.- Perdimos nuestro vuelo, podría ayudarnos con un vuelo adicional o solucionar nuestro problema con las maletas. – estaba perdiendo la paciencia, afortunadamente, hablándose de Arnold, no la perdería tan fácilmente. En cambio Helga…

-Lo siento no puedo ayudarlos, lo de sus maletas puede solucionarse a su tiempo, solo nos queda esperar.

- Escúcheme bien Barbie no se quien dirige esta cosa pero sea quien sea quiero hablar con ese alguien en este instante. – la chica aterrada, pareció pensarlo dos veces.

-Si quiere quejarse puede hacerlo en servicio al cliente

-Si claro, como si en este aeropuerto existiera algo como eso.

-Si no se retira en este instante tendré que llamar a seguridad.

Arnold miraba entre las dos mujeres, curioso con el hecho de que al parecer en ese lugar a todas las chicas le gustaba pelear y ninguna quería dar su brazo a torcer.

-Está bien ya nos íbamos de todos modos. – Helga soltó un gruñido. – Vámonos.

- No puedo creer que la defendieras.

Luego de perder las maletas en el otro avión. Helga creyó firmemente que algún tipo de maldición se había apoderado de ella. Oh su mala suerte de Eugene, lo que la mantenía tan alejada de Arnold desde su tierna infancia, las cosas que le pasaban no podía deberse a ninguna fuerza que se digne de llamar natural en ningún aspecto.

A pesar de todo ni para Arnold ni para Helga esta situación era totalmente ajena. Es más, este tipo de cosas pasaban muy a menudo.

Era una mala costumbre.

Podría darnos dos enchiladas por favor.

-Arnold…

-¿Si?

-¿Ibas a decirme algo en la cafetería recuerdas?

-¿Puede ser en otro momento?

-¿Es muy importante?

-No… digo ¡sí! pero… creo que no es el momento ni el lugar para eso.

-Relájate cabeza de balón. No me vas a pedir matrimonio o algo así. – Helga rio pensando que luego oiría a Arnold reírse junto con ella de acuerdo; pero no fue así, en cambio se dio un silencio incómodo.

-¿Arnold?

-¿Si?

-¿No vas a pedirme matrimonio ni nada por el estilo verdad?

-No, claro que no Helga. – su voz que trataba de ser calmada, se escuchó seria, en cambio.

-Bien.

-Bien.

-¿Cómo vamos a salir de aquí? – Arnold se veía más calmado con el cambio de tema.

-No lo sé.

-¡Escuchen, alguien que me escuche por favor! – quien hablaba era un hombre con acento ruso que se veía bastante preocupado mientras sostenía un par de maletas color lila. – ¡¿Alguien aquí sabe conducir una avioneta?!

-Ni se te ocurra.

-Vamos Helga tal vez esta sea una oportunidad para salir de aquí.

-Ni siquiera sabemos que quiere.

-Preguntemos entonces.

-¡No-! pero Helga no pudo detenerlo.

-¡Yo puedo manejar una avioneta señor!

-Oh! Gracias al cielo. - el hombre era aún más grande de lo que aparentaba. - Necesito enviarle estas cosas a mi querida hija en Tabescult y no tengo dinero para ir, solo tengo una avioneta y no sé manejarla. Pagare lo que sea necesario, sé que es un viaje largo pero es mi única opción.

- Lo haremos.

-Arnold…

- Helga, nosotros tampoco tenemos otra opción.

-¡Podrías escucharme!

-¿Qué pasa? – Estaba tan cansado como ella.

-No me fio en las cosas que vuelan y no confió en este hombre.

-Entonces confía en mí entonces, yo no voy hacerte daño.

Al ver su expresión lo comprendió todo.

-Esto no se trata del hombre ni de la avioneta ¿verdad?

-Estoy cansada Arnold, ya no quiero caer por un acantilado de cincuenta metros. Solo quiero descansar. – Arnold entendía a qué se refería, él también estaba cansado de tantas cosas, incluso para alguien que le gusta la aventura, no siempre disfrutaba de estos altibajos tan bruscos. Siempre le había parecido que lo sobrevaloraban. Por el hecho de salvar el vecindario o atravesar la selva a corta edad, que podía acabar con el hambre o curar el cáncer. Él era un simple chico que tenía muy buenos amigos y buenas intenciones. Ahora solo quería tener una cita normal con la chica que le gustaba en un restaurante y reír.

-Demasiadas emociones para un día ¿Eh?

-Si.

-Helga yo quiero que hagas esto conmigo; pero si no quieres yo lo entenderé. – y ella estaba segura que lo haría, al igual que Stella. Si decidía volver a Hollywood, todo volvería a la normalidad. Arnold seria su mejor amigo y nada de eso cambiaría. Viviría su vida monótona y aburrida mientras Arnold viviría sus pequeñas aventuras, lejos de ella.

Finalmente entendió que lo más difícil con la rutina no era acostumbrarse a algo nuevo, sino soltar algo viejo y aceptar algo mejor en su lugar.

La aceptación era difícil.

-¿Helga?

Pero ella no desearía estar en otro lugar.

Como te odio cabeza de balón.

-Está bien, espero que no seas un mal conductor o te juro que si no nos matamos antes, te voy a matar.

-Lo que tú digas Helga.


Luego de un tiempo que pareció monumental los dos chicos se prepararon para salir. El hombre mas allá de lo que aparentaba resulto ser un hombre muy rico que les pago muy bien, les dio la comida para sus días de viaje y la avioneta no estaba tan mal.

-Esto es demasiado bueno para ser verdad. - Helga acababa de salir del taller vestida de aviadora.

Traía una braga rosa con una camisa blanca debajo, unos guantes y un casco también rosa, con unas gafas gris plateado. Llevaba el cabello recogido en una coleta mal hecha con su moño rosa.

-¿Estas lista?

-Sí.

-Bien. - Se coloco sus gafas de aviador y reviso rápidamente el avión, sus motores, las coordenadas, el clima...

El viento soplaba frió y distante, el calor del medio día se había ido para darle paso al frió de la tarde. Las nubes naranjas y azules coloreaban el cielo. Era un hermoso momento para partir. Él amaba volar. Sentir el viento en los poros de su piel, sentir la libertad. Como amaba volar.

La vio subir, titubeante, se acomodo en el asiento trasero, ahí con su traje de aviadora, para ir conmigo a un lugar que ninguno de los dos conocía, pero esto era más importante y ella lo sabia, esto significaba mucho más que un viaje o una aventura. Cielos, se veía muy hermosa.

- Toma una foto durara mas tiempo.

-¿Puedo? - rodó los ojos y sonrió.

- Haz lo que quieras cabeza de balón.

- ¿Me prestas tu celular? - Ella rio un poco y lo saco de su bolsillo. Se lo mostro para que tratara de tomarlo y burlandose de el, lo alejo cuando iba a tomarlo de sus manos.

-Helga...

-¿Qué? - Sus caras estaban terriblemente cerca. Terriblemente, terrible mente emocionante como diría Peepod. Mas cerca aun y ninguno de los dos se había dado cuenta, un poco mas y por primera vez Arnold es el primero en enterarse y la besa.

Han pasado varios años así que es un beso muy bueno, uno contenido, un beso contante, cálido, que estremece en todo el cuerpo, contrastando con el frió de la tarde, mas y mas rápido se convierte en algo necesitado, como si no tuvieran tiempo en el mundo y fuera su ultimo beso. Cuando se les va el aire, se dan besos mariposa como si fueran unos niños tímidos, a pesar de la fuerza y rudeza de sus besos anteriores. Luego se ríen como idiotas por un tiempo.

Arnold coge el celular y rápidamente toma la fotografía.

- ¿Que? - Le pregunta él esta vez.

- Nada. Vas a subir o qué.


La calidez que irradiaba era lo único que necesitaba para sobrevivir. No se había sentido tan bien en toda su vida, no quería estar en ningún otro lugar: él y ella volando juntos en el atardecer. Era demasiado cursi y surreal pero así iba ser. Encendia los motores mientras le daba la ultima mirada a la fotografia en el celular.

-¿Helga?

-¿Sí?

-Te ves hermosa.

-Gracias.

Reeditado:

Rayos, no se que decir, de verdad siento mucho estar tanto tiempo fuera, este capitulo lo tuve que editar mas de diez veces en word y mas de quince aquí jajajaja lo sé suena muy poco profesional pero es algo que hago, reviso mucho las cosas

Ok cambie algunas cosas en este capitulo y se que había dicho que habría un capitulo mas y lo tengo, pero no lo vi necesario, créanme le di varias vueltas y no me convenció, soy de las personas que le gustan las cosas cortas y sustanciosas. Básicamente quería la escena del avión y otras, así que lo edite he incluí lo que mas me interesaba en este capitulo, el resto de cosas tal vez lo incluya en un próximo fic de one-shots en el que estoy trabajando, me gustaría que se pasaran por allí, me harían muy feliz.

Me encanta esta historia, es bastante como lo que yo me imagino de ellos como pareja en un futuro. Realmente me gustaría tener un Arnold en mi vida. ¿A ustedes no?

Por ultimo quiero dar las gracias a todos los que comentaron. Y siguieron dándome favs cuando me fui. Me gustaría que comentaran que les pareció el capitulo y acepto los tomatazos por la demora y la calidad espantosa del capitulo sin editar.

Los quiero

Dhamar 1.5