Osomatsu despertó bruscamente en su cama esa mañana. ¿De qué se había dormido? El cansancio emocional quizás.

Pero había algo que le molestaba en recordar… Se sentía alterado de alguna manera.

Cuando trató de incorporarse en su cama de tamaño King, vio el felino de gran tamaño acurrucado cerca de él.

Entonces el bloqueo mental desapareció y recordó al jovencito de los hermosos ojos azules.

Se quedo viendo al tigre con los ojos bien abiertos unos momentos un poco anonado por el acontecimiento de anoche.

Pero entonces se empezó a reír.

Un sueño, eso era.

Acarició al tigre en su cabeza mientras sonreía aliviado.

-No te imaginas el sueño más raro que tuve… Uhmm… ¿Karamatsu? – Preguntó al hacer memoria de las palabras de su sueño.

El tigre fijó su vista en el de rojo y… ¿Le pareció su imaginación o había visto al tigre hacer un gesto como sonrisa? No, debe ser una de esas mañanas locas.

-Ahora que lo pienso, Karamatsu te queda bien. – Se dio cuenta que aun estaba vestido con su camisa blanca y pantalones, nunca se había cambiado antes de dormir. – Vamos afuera, seguro extrañas el aire fresco.

Estaba a punto de llamar a alguien para transportar a Karamatsu, pero entonces, el felino a rayas bajó suavemente de su cama y se dirigió a la puerta, esperando pacientemente que le abran.

Osomatsu no creía que el tigre lo entendiera, pero por curiosidad de lo que haría, la abrió.

El tigre salió fuera de la habitación pero se giró un poco esperando a que su amo lo acompañara.

El joven Matsuno tardó en captar esto último, pero cuando se dio cuenta, caminó a lado del tigre mientras se dirigían al patio trasero.

Los sirvientes que pasaban cerca se alejaban con miedo. Pero Karamatsu no les prestaba atención.

Pasaron hasta Chibita (cuya cocina esta casualmente ubicada a un costado del jardín trasero) y éste sorprendido, siguió con la mirada al felino que educadamente llegó afuera y se recostó no muy lejos.

-Vaya que está entrenado, ¿no es así? – Le dijo divertido mientras se dirigía a buscar la carne matutina de la mascota.

Antes de que Choromatsu fuera a buscarlo para hacer cumplir sus deberes, Osomatsu se retiró con el último vistazo de su tigre lamiéndose una pata como un gato inofensivo.

El día pudo haber transcurrido de manera insoportable, pero con las memorias del tigre, el de rojo se mantuvo bastante distraído.

El incidente del tiroteo fue prácticamente olvidado y lo único que rondaba la mente del joven jefe era en el chico de la vestimenta dolorosa. Aun no podía olvidar esos cautivadores ojos azules, esa piel tan delicada y ese cabello negro que parecía a seda a la vista. Demasiado perfecto para ser un sueño.

Al terminar la jornada en las oficinas administrativas (porque no todo en la mafia son balas y muerte), Osomatsu decidió hacerle una visita a su primo.

Hace mucho tiempo que no veia a Ichimatsu en persona, desde el funeral de su padre, si no mal recordaba.

Tenía que cuestionarle algunas cosas sobre el tigre.

Fue bien recibido en la entrada, Todomatsu se encargó de indicarle (con un poco de molestia en su voz) que Ichimatsu estaba en su habitación (como casi todo el día).

-Desde que compró al perro, se comporta de manera más extraña de lo usual. – Decía el de rosa con una mirada cautelosa, mientras ambos caminaban por el pasillo. – Él… Sonríe más… - Dijo con miedo en sus palabras como si fuera cosa del diablo.

-¿Pero eso no es bueno? – Intentó salvar Osomatsu, era obvio que solo conocía la sonrisa sádica de Ichimatsu, así que este cambio no era buen augurio.

-Eso lo dirás tú… Aunque lo que más me molesta de todo es ese endemoniado incienso.

-¿Incienso? – Preguntó el de rojo curioso.

-Sí, lo pone todo el maldito día. – Se detuvo enfrente de una puerta. – Hasta aquí llego, si me acerco más, me quemaré la nariz. - Luego de una reverencia, Todomatsu se retiró, sin cambiar ese rostro de irritación.

Osomatsu, que aun no había corrido la puerta deslizante (típica de las casas japonesas tradicionales), ya podía sentir el fuerte incienso de rosas.

Entró sin miedo.

La gran habitación estaba en oscuras, todas las ventanas estaban cerradas y apenas se filtraba en la instancia el sol de la tarde de afuera.

-Ichi… - No llegó a terminar la frase cuando sintió que algo que se colgaba de la espalda.

-¿Quién eres tú? ¿Vienes a jugar? ¿Jugar? ¡Juguemos! – Dijo la voz juguetona.

Osomatsu hubiera sacado su arma que siempre llevaba oculta bajo el traje por el tremendo susto que se llevó, pero se tranquilizó al ver que lo que lo había alterado era tan solo un chico de alrededor de dieciocho años. Tenía unos pantalones cortos y una camisa amarilla que le andaba un poco grande.

Lo que más le llamaba la atención eran esos ojos con tono ámbar, tenían un brillo similar a…

El joven en cuestión no paraba de dar brincos y corretear alrededor, hasta que se detuvo pensativo frente del invitado.

Se acercó y olfateó a Osomatsu, mientras que éste aun estaba confuso por el efusivo comportamiento del otro.

-Hueles a Karamatsu-niisan… - Dijo en voz baja. - ¿Tu eres el primo Osomatsu?

Antes de que pudiera contestarlo, unas sombras en un rincón se movieron.

-Jyushimatsu, ven aquí. – Se escuchó una voz conocida.

Aun con la penumbra de la habitación, Osomatsu pudo distinguir la silueta de Ichimatsu. Se encontraba acostado en un futón usando la ropa de dormir tradicional. No muy lejos de él, había un par de varillas de inciensos prendidos y todo un paquete intacto a un lado.

Normalmente, su primo yakuza era bastante antipático y arisco con la gente que se le acercaba, pero Osomatsu no pudo contener la quijada cerrada a notar que el jovencito tan energético que se le saltaba hace unos momentos se deslizó entre los brazos de Ichimatsu y terminó acostado sobre su regazo.

Tanta cercanía se le hizo poner la piel de gallina. No era que le molestara o incomodara que su primo podría ser gay, quizás ese chico era su amante o algo. Pero hubiera jurado que nadie se le acercaría por voluntad propia a la cabeza de la mafia japonesa (a menos que sea uno de sus gatos).

-Parece que le caíste muy bien a Jyushimatsu. – Le habló por fin mientras acariciaba en la cabeza al chico que aun sonreía alegremente.

Lejos de mostrarse incomodo, Osomatsu se relajó:

-Eso parece… - Se acomodó el traje. - Ichimatsu, tanto tiempo…

-Ve al grano Osomatsu. – Dijo cortante pero con una inusual sonrisa ligera en sus labios. – ¿A qué viniste?

-Yo… - Hubiera continuado de no ser por esas caricias que seguía propinando su primo a su acompañante, éste le respondía retorciéndose alegremente aun en su regazo. ¿Qué demonios pasaba aquí?

Antes de crear un silencio incomodo, Todomatsu apareció abriendo la puerta:

-Ichimatsu, disculpa la interrupción. – Dijo rápido mientras sostenía una carpeta llena de papales. - Llamaron de la sede de Kioto, hubo un problema con la transición de fondos y… ¡AH! ¡Quítate!

En un abrir y cerrar de ojos, el joven nombrado como Jyushimatsu empezó a saltar alrededor del de rosa.

-¡Totty! ¡Totty! ¡Juguemos! – Gritaba el de ojos de ámbar animado.

-Ichimatsu, ¡controla a tu perro! – Le suplicó mientras trataba de alejarlo con la mano libre que tenia.

Osomatsu prestó atención cuando le llamó "perro".

-¿Perro? – Preguntó anonado. Pero fue ignorado en el momento.

Todomatsu agarró ágilmente una pelota de béisbol del suelo y se la arrojó lejos. Mientras Jyushimatsu se iba tras ella totalmente hipnotizado, Todomatsu señaló los papeles en relación de una respuesta.

-Dales 24 horas más, si no, tomaremos acciones legales, y luego, las ilegales. – Le respondió Ichimatsu un poco divertido por la escena de recién. Le gustaba ver a su asistente exaltarse.

El de rosa respiró cansado y se dio media vuelta hacia la salida mientras se palpaba la ropa en un intento de limpiarla.

-Este traje estaba como nuevo… - Lo escuchó decir con molestia mientras se retiraba. Osomatsu vio con claridad las marcas de ¿patas? En la parte posterior del susodicho traje.

Volvió a mirar al jovencito, estaba con la pelota en sus manos mientras se la depositaba fielmente a Ichimatsu en el suelo.

-¡Ichimatsu! ¡Juguemos! – Le dijo con mucho entusiasmo mientras alzaba los brazos arriba.

-Ahora no, estoy muy cansado. – Respondió amablemente. – Mejor duérmanos un poco.

-¡No! Ya me cansé de dormir, ¡juguemos! ¡Salgamos afuera! ¡Vamos a dar un paseo! – Le decía con una impunidad que Osomatsu nunca antes había visto decirle alguien a su buen primo.

-Espera… ¿Es un perro? – Dijo atónito Osomatsu.

Tanto Ichimatsu como Jyushimatsu se giraron a verlo. El de amarillo cerró su boca alegre y se acercó con un paso cauteloso al de rojo.

-Ohhhh, ¿tu puedes verme? – Le dijo con una voz que el mafioso juraba que era falsa inocencia.

-Claro que puede verte, en parte es el incienso, y la otra… - Se calló Ichimatsu mientras se ponía en pie. – Bueno, ¿ahora me dices la razón de la que por qué estas aquí?

-El incienso tiene algo ¿verdad? – Preguntó Osomatsu cerca del pánico tratando en vano de lucir tranquilo. - ¿Es una droga nueva?

-No te drogué, idiota. – Le contentó mientras se le acercaba. – A decir verdad yo tampoco lo entiendo bien, ¿pero no crees que se ven mejor así?

-¿Se ven? – Preguntó por el uso del plural.

-Me refiero también al tigre que te conseguí.

-¡Karamatsu-niisan! – Saltó Jyushimatsu arrimándose al de rojo. - ¿Cómo esta él? ¿Le estuviste hablando y haciéndole compañía? – Preguntó sin ningún respeto al espacio personal.

-Espera. – Ahora sentía que sudaba. - ¿Entonces no fue un sueño?

-¿Sueño? – Preguntó Ichimatsu mientras unía las piezas en su mente. – Supongo que hace poco descubriste el efecto del incienso… ¿Y bien? – Preguntó mientras recargaba su brazo en los hombros de su primo con una macabra sonrisa. - ¿Qué tal te pareció? No estaba seguro si siendo tan joven seria de tu agrado, pero el vendedor me dijo que los tigres crecen rápido. De hecho, en edad es mayor que Jyushimatsu, pero calculo que debe tener la apariencia de un chico de catorce.

Con estas palabras, Osomatsu reaccionó:

-¿Cómo…? ¿Cómo lo supiste?

-Ese cabello azabache y su piel que parecía tan suave a la vista. – Continuó Ichimatsu mientras se acercaba más y más. - Era un poco molesto ese brillante absurdo en su ropa, pero esa linda carita con esos ojos azules lo compensaba bastante. – Cuando por fin acercó su boca a la oreja del mayor, le susurró. – Espero que no te hayas olvidado de que es un tigrecito.

Osomatsu terminó por empujarlo e Ichimatsu retrocedió riéndose.

-Cambie de opinión. – Dijo al mismo tiempo que se desnudaba y se dirigía a su armario. - Jyushimatsu, vamos de paseo.

-¡Sí! – Se agitó el jovencito que correteaba por toda la habitación.

Osomatsu aun seguía petrificado viendo como el menor se vestía tranquilamente para salir.

-Si esto es demasiado para ti, puedes devolverlo. – Sentenció el de purpura sin darse vuelta. En ese mismo momento, Jyushimatsu se detuvo y por primera vez desde su estadía, Osomatsu vio claramente como esa sonrisa se borró. – Le diré a Todomatsu que te pase la dirección de la tienda de mascotas.

-Pero… - Alcanzó a decir.

-Eso es todo. – Sentenció Ichimatsu con una voz un poco endurecida. – Ahora si me disculpas, debo irme.

A pesar que el de rojo veia que Ichimatsu ya estaba cambiado y todo, no se dignó a darse vuelto para verlo.

Osomatsu se despidió respetuosamente y se retiró.

Cuando por fin el de purpura escuchó el sonido de la puerta deslizándose, se giró para encontrar al de amarillo mirando el suelo desanimado.

-¿No quieres salir a pasear?

-Si… Pero… ¿Karamatsu-niisan volverá a la tienda? – Le preguntó con los ojos llenos de preocupación.

-Eso no es nuestra decisión. – Le contestó acariciándole la cabeza.

-Es verdad… - Dijo resignado aun mirando el suelo.

-Hey… - Le tomó de la barbilla para obligar a mirarlo. – ¿Qué te parece si llevamos la pelota de beisbol y jugamos con lanzamientos?

La sonrisa de Jyushimatsu regresó con toda alegría.

-¡Sí!