Disclaimer: Pucca no me pertenece, sino a la compañía Vooz Club. Sólo me divierto con los personajes por un rato (?)

Dedicatoria: A Jauca97 que ha aportado bastante al fandom (hace unos años atrás estaba prácticamente muerto). Gracias por ello, espero hacer lo mismo y que esto te guste, aunque sea un poco, je.

Nota: Será un two-shot, o sea, tendrá dos capítulos. Ah, y otra cosa, si alguna vez Tobe y Ring-Ring hablaron en la serie, sinceramente no me acuerdo, pero voy a hacer una especie de reinicio y juntarlos como si fuera la primera vez.


El problema es Pucca

―¡Sólo hay una forma de obtener la victoria y mi venganza! ―exclamó Tobe caminando de un lado a otro. Todos sus secuaces escuchaban con atención―: y esa es ¡deshaciéndonos de Pucca! ¡Ella es el problema! Cada vez que llevo a cabo un plan, ella está ahí para estropearlo. ¿Una emboscada? Ahí está la niña. ¿Una batalla al atardecer? Ahí está parada como mensa esperando a darme una patada por tocar a su Garu ―lo último lo dijo con un tonito molesto. Los subordinados rieron entre dientes―, ¿¡de qué se ríen!?

Los despachó. Ese día había fracasado tres veces gracias a la sobrina de los cocineros. Tenía perseverancia y habilidad, ¡claro que sí!, pero de nada servía si Pucca metía su nariz cada vez que intentaba derrotar al ninja. Además, ¿de dónde sacaba esa fuerza tan descomunal, además de tantas otras habilidades? Estaba intrigado. El sonido de su estómago vacío interrumpió sus cavilaciones y se dirigió al restaurant Ya-Yang. Aprovecharía la instancia para estudiar a la chica más de cerca.

Cuando entró, la gente lo miró con desagrado. Era obvio: no era la primera vez que iba ahí, pero en todas esas ocasiones sólo buscaba pelea. Mostró su billetera con el dinero adentro para asegurarles que esta vez iba como cliente. Pidió una sopa de fideos ―pues esa era la especialidad―; tomó su tiempo para poder degustarla y así observar a la pequeña. No parecía nada fuera del otro mundo, pero incluso para repartir los platos en las mesas hacía malabares y destrezas que podían ser catalogadas de 'sobrehumanas'.

Debe tener algún punto débil, pensó para sí.

En eso entró una niña muy peculiar: tenía el cabello azul y era pálida como el papel. También mostraba una personalidad muy engreída, además de llevar mucho dinero ―lo pudo deducir por sus ropas y joyas―; tomó asiento en la mesa contigua y comenzó a hablar en voz alta con unas amigas que había traído, a la fuerza al parecer, diciendo que haría una gran fiesta para el día de su cumpleaños y que todos irían, dejando a Pucca sola. A pesar de su forma grosera de expresarse, la niña atendió al grupo con sus pedidos. La chica de pelo azul, quien se llamaba Ring-Ring, sacó una bolsa plástica sellada con una mosca adentro y la puso en la sopa.

―¡Pero qué asco! ¿Dónde está el jefe de este sucio restaurant?, ¡hay una mosca dentro de mi sopa!

―Un clásico ―sonrió Tobe restregándose la barbilla―. Vaya, esta niña es malvada. Me pregunto por qué lo hará.

―Mira, niña tonta ―exclamó Ring-Ring señalando el plato. Pucca no lo entendía, ella misma se había cerciorado que la sopa estaba intacta―, ¿cómo quieres que ponga esto en mi boca?, ¡voy a demandarlos!

Pucca se puso colorada de la rabia y apretó los puños; sus tíos salieron de la cocina para ver qué sucedía y cuando vieron a su querida sobrina al borde de reventar, corrieron hasta su lado para así tranquilizar al cliente. No dio mucho resultado.

Ring-Ring, por su parte, también comenzaba a enojarse porque Pucca no daba el primer golpe. ¡La odiaba tanto! Pronto su maldición hizo efecto y sus cabellos salieron disparados en todas las direcciones, al tiempo que las marcas rojas aparecieron en su fino rostro. Su ropa cambió a una tradicional y su cuerpo flotó quedando justo al medio del edificio. Todos observaron a la chica desde sus puestos, pero cuando lanzó un mechón contra una mesa para atacar a Pucca, la clientela salió corriendo. Tobe estaba pasmado pero fascinado a la vez.

―¡Y es poderosa! ―exclamó Tobe; sus ojos brillaron por la emoción―, tendré que convencerla para que unamos fuerzas. ¡Debe ser la clave!

La pelea comenzó: Pucca, por querer defender el restaurant de sus tíos, tomó a Ring-Ring por los cabellos y la tiró lejos por la puerta que abrió Garu, sin querer. La niña sonrió al ver a su eterno amor y corrió para darle un beso, pero siguió su camino. Debía terminar con la chica de pelo azul a toda costa. Y haría pagar la mesa que había destruido.

―¡Oye, Garu es mío! ―gritó Ring-Ring sólo para provocar a su rival. Dio resultado: Pucca dio unos cuantos saltos, dio una patada giratoria en plena cara y fue a dar contra un árbol, el cual se rompió en dos―. Mi cabeza… ¡ah, mi cara!, ¡pateaste mi hermosa cara!

Su grito fue ensordecedor al punto de romper los vidrios del restaurant y de las casas aledañas. Tobe no quería perderse ningún minuto de la pelea, así que las siguió hasta la entrada y luego a las calles. Garu hizo lo mismo, pero porque estaba preocupado por las consecuencias: sabía que cuando esas dos peleaban, el mundo era capaz de estallar en pedazos. Sin embargo, intervendría sólo si era necesario.

―¡Lo tengo! ―dijo Tobe, elucubrando un plan.

Llamó a sus secuaces por el celular y éstos llegaron lo más rápido que pudieron: emboscaron a Garu lanzándole una red mientras él estaba distraído con la pelea y lo raptaron. Las órdenes eran sencillas: dejarlo en la base secreta para así extorsionarlo hasta obligarlo a un combate de uno a uno a muerte. Sin intervención de Pucca, que era lo principal.

Todo esto ocurrió sin que la sobrina de los cocineros se diera cuenta. A pesar que Ring-Ring era muy fuerte, Pucca terminó por derrotarla, como era de esperarse. La dejó tirada en medio de la calle de tierra y, una vez que el combate cesó, el tumulto se dispersó. Tobe fue el único que no dio la media vuelta. A pesar que su plan había funcionado, quería intercambiar unas palabras con la chica. Además, si algo llegase a salir mal ―como siempre sucedía―, no estaba de más tener una aliada. Y ella era perfecta.

Perfecta, repitió en su mente.

―Oye, tú ―llamó Tobe. Muy al contrario de su carácter, extendió una mano para que Ring-Ring se apoyara―. Menuda paliza que te dieron.

―¡Yo puedo sola! ―dijo irritada. Rechazó la ayuda con uno de sus mechones, golpeando la mano del ninja. Éste gruñó, pero se mordió la lengua para no insultarla.

―Así veo. Eres muy poderosa, además de bonita ―halagó el chico de la cicatriz―, no entiendo cómo no te quiere el pueblo de Sooga, deberías ser más popular que Pucca.

―Eso lo sé ―farfulló todavía enojada, pero se tranquilizó porque estaba halagándola―, ¿y tú quién eres?

―¿No me conoces? ―preguntó, ofendido―. Soy Tobe, el archirrival de Garu. Mi única misión en esta vida es hacerlo pagar por haberme deshonrado. No descansaré hasta verlo igual que yo o peor ―Lo último lo dijo en un tono más sombrío que el de costumbre.

―Ay, suenas a que estás enamorado de él.

―¡Eso no es verdad, niña tonta! ―señaló con el índice al tiempo que los colores acudían a su rostro―. Sólo soy muy apasionado con lo que hago. En todo aspecto ―recalcó jugando con sus cejas.

―Ay, qué asco, ¿estás coqueteándome? ―preguntó acomodando su cabello nuevamente en un moño alto.

―Puede ser… En fin, no es lo que deseaba, Ring-Ring.

―¿Sabes mi nombre?

―Lo escuché cuando estabas en la mesa. Quisiera saber, ¿cuáles son tus intenciones con Garu?

Entonces la chica explicó que no es que lo encontrara atractivo, sino que sólo coqueteaba con él para fastidiar a su rival, Pucca. Le daba igual si él no tenía un real interés, pero detestaba perder ante la chica y por eso se había propuesto ganarle en todo, incluso en la conquista del ninja. Tobe puso su mano sobre su barbilla, a modo de pensar.

La plática se alargó, por lo que Tobe invitó a Ring-Ring a su base secreta una vez que cayó la noche. Ordenó a los ninjas bajo su mando que ordenaran el lugar para que la chica estuviese a gusto y así pudieran continuar con la interesante conversación.

―Entonces tú quieres ganarle a Pucca y yo a Garu. Los dos podríamos beneficiarnos de una alianza.

―¿Tú? Pero si eres un inútil. Según lo que me contaste, has perdido todas las veces que peleas con él.

―¡Pero sólo porque la otra niña interviene! Mira, eres poderosa, una diosa, de eso no hay duda. Por esa misma razón, te imploro que te deshagas de ella.

―Tú mismo lo viste en el restaurant ―explicó Ring-Ring―. A pesar que sí, soy una hermosa diosa del combate, no he podido derrotar a la niña. Aunque aceptara este 'trato', el resultado va a ser el mismo de hoy: voy a perder. Y eso lo odio, Tobe ―recalcó y su maldición volvió a ella, pero sólo a medias: las marcas rojas aparecieron, no así el cabello con vida propia.

―Ya veo. Bueno, encontraremos una solución, pero debe ser rápido. Es extraño, pero pensé que Pucca iba a aparecer más temprano ―dijo Tobe mirando un reloj de pulsera que apareció de la nada en su muñeca―, ¿qué la habrá retrasado?

―Destruí parte del negocio de sus tíos. Puede que estén reparándolo.

Y así era. Pucca terminó cerca de la hora de dormir, por lo que no pudo ir en busca de Garu. Era raro que el ninja desapareciera de su vista por tantas horas, ¿le habría pasado algo malo? Aunque intentó salir, sus tíos la regañaron y le aseguraron que Garu debía estar descansando también.

De vuelta en la base secreta, Tobe y Ring-Ring visitaron a Garu, quien estaba amarrado en un pilar con cadenas. A pesar que había hecho muchos intentos, no pudo romperla. Al ver a los dos juntos, Garu abrió la boca por la impresión. Estuvo a segundos de romper su voto de silencio, pero se contuvo. ¿Los dos estaban detrás de su captura? Supuso que el asunto se pondría feo. Había visto en otras ocasiones lo que era capaz de hacer aquella muchacha y la verdad es que prefería mantenerse alejado de ella.

¿Qué haría? Por primera vez en su vida estaba rezando porque Pucca apareciera.