No poseo los derechos a ningún personaje presentado aquí.


—Ya no confío en ti —le susurró contra el teléfono después de varios minutos de silencio.

Ahí fue cuando Raven sintió que el mundo se derrumbaba.

Se le fue el aire de los pulmones, un nudo se formó en su garganta y su vista se nubló. ¿Por qué? fue el primer pensamiento que vino a su mente, seguido de mil veces en las que habían estado juntos, mil recuerdos de ambos. Las caricias de sus manos, el fuego de sus labios y a suavidad de sus palabras. Todo se le vino a la mente, viajando por sus venas hasta llegar al corazón, donde se estrellaban y lo rompían.

—¿Por qué? —Alcanzó a decir, evitando el quiebre de su voz, fallando al instante.

—Porque estoy seguro que siempre me has mentido —contestó él, sin darse cuenta del dolor al otro lado del teléfono, o decidiendo ignorarlo.

¡Eso no era verdad! Raven siempre le había dicho lo que sentía. Le costaba demasiado abrirse a él como para que Chico Bestia lo tomara todo como una broma, un juego. Una mentira. Ella le había contado todo. Desde su asunto de una noche con el mesero de un bar cuando ella tenía 17 años, hasta todo lo sucedido con Malchior. Chico Bestia siempre había estado ahí para ella, la había escuchado, le había dado un hombro en el cuál desahogarse. Sin palabras, había hecho que ella destruyera todas las murallas al rededor de su corazón. Una y otra vez había hecho que ella se enamorara de él, una y otra vez ella había caído a sus pies.

¡¿Cómo es que había sido tan idiota?! Ella había jurado no encariñarse. Había jurado no volver a creer. ¡Joder, había jurado no volver a sentir! Pero ahí estaba, como una estúpida niña inmadura, enamorada del mismo idiota del que ella había jurado jamás relacionarse.

Y claro, le rompió el corazón.

—¿Entonces por qué sigues conmigo?

Su novio tardó en responder.

—¿"Por qué"? No voy a responder eso.

Un sollozo le quemó la garganta, pero ella no lo dejó salir.

—Tengo que irme, te marco más tarde, ¿está bien? —dijo apresuradamente, ansiosa de terminar con eso de una buena vez.

—Bien, hasta la noche.

Cuando Raven estuvo a punto de colgar, él habló.

—Hey —tardó un tiempo en hablar de nuevo—, te quiero.

Y colgó.

Un segundo después, Raven se derrumbó. No pudo evitar las lágrimas que escocían en sus ojos, los sollozos que ardían en su pecho y las uñas que se enterraban en sus manos. Dejó salir todo. Todo el amor, todo el desamor. Se torturó a sí misma releyendo todos los mensajes que le había escrito alguna vez. Se pasó horas escuchando canciones que le recordaban a él. Lloró mares de lágrimas.

Hasta que se quedó dormida. Ya nada iba a ser igual.


La verdad es que no tengo mucho que decir sobre esto... ni sobre nada, en ese caso. Espero que haya sido de su agrado.

Nos leemos luego.