M Disclaimer| Yuri on ice [ユリ! on ICE] y todos sus personajes pertenece a MAPPA, Sayo Yamamoto, Mitsuro Kubo, Kenji Miyamoto, y todos los correspondientes, yo solo decidí escribir algo que ellos se estaban saltando.

Pareja | Viktor x Yuri [Vikturi]

Advertencia | ¡Mpreg que sigue el canon de la historia!

Notas | No, no tengo palabras para excusarme, en realidad quiero decirles a todos que actualizar un fic tan largo es un poco complicado, no estoy diciendo que ese sea el motivo de mi demora, en realidad es la vida en su totalidad, a veces no encuentro el tiempo para poder continuar, además tengo que actualizar otras historias también. Pero hasta el día de hoy no me he planteado ni una sola vez abandonar este proyecto y aunque la última actu que tuve recibió muy buen público, no me sorprendería ver menos gente ahora, porque ha pasado un tiempo.

Me gustaría prometer a todos actualizaciones constantes, pero eso si me sería imposible, solo espero que no abandonen el fic. Y decirles que yo tampoco me iré así que tengan paciencia, porque en realidad ya estamos entrando en la etapa siguiente de la historia. Así es, el mpreg.

Como advertencia y aunque es obvio este capítulo contiene sexo implícito, así que vayan a tomar sus biblias y si no recuerdan el contexto dense una vuelta por el capítulo pasado. Por lo pronto, espero que disfruten de la lectura y si les ha gustado, con toda confianza, déjenme su opinión en un review, eso me haría muy feliz.

¡Un abrazo enorme, nos leemos más pronto de lo que imaginan!


Making History

Viktor x Yuri

―Capítulo 11―

En realidad Yuri nunca se cuestionaba nada sobre Viktor. No particularmente, porque aquello supondría ingresar en la mente de una persona que no daba paso sin calzado, y aunque hasta cierto punto se sentía capaz de leer las emociones y sensaciones del otro, definitivamente no era el libro abierto que Yuri podía llegar a ser. Incluso para él, que podía ser poco perceptivo. Así que ahora mismo, a medida que el auto se abría paso entre las desérticas calles de Moscú, el asiático apenas mantenía la suficiente voluntad para mirarle de soslayo y morderse el labio mientras un fugaz pensamiento cruzaba por su eclipsada mente: ''¿Que acababa de suceder?''¡En todos los sentidos posibles!

Al final lo habían hecho, la promesa sorda que pactaron el día que se entregaron los anillos, uno contra el otro, sin una proposición decente, sin avisarles a todos sus contactos. Solo con la esperanza de que los dos comprendieran lo que significaban esos circulitos de oro, esa forma de hacer las cosas solo con el impulso de la mirada, el conocimiento de lectura mutua. De saber las intenciones del otro sin necesidad de palabras. Se comprometieron y hoy por fin, envueltos por un impulso de adrenalina llevaron a cabo una boda…

Pero ¿Qué era una boda? ¿Qué significaba eso? solo un par de palabras enfrente de alguien que se decía sacerdote y en realidad no tenía la apariencia de serlo o de estar mínimamente de acuerdo con la ideología de ambos. Además, Yuri ni siquiera era católico, Viktor no era creyente y aun así lo habían hecho. Entonces ¿Por qué? tenían la sensación de haber completado ese ciclo, de lograr cumplir la promesa que habían pactado y ni siquiera habían necesitado testigos y era todo por eso… por el valor de la palabra. El hecho de que alguien más reconociera frente a una fuerza incierta y superior, que ambos soltaran de forma fuerte y sincera su más grande aprecio y su promesa realizada, era como poner las manos sobre la mesa y admitir calculadoramente que estaban dispuestos a todo por estar juntos.

Quizá si Yuri se lo hubiera dicho a Viktor en la intimidad del cuarto no habría tenido el mismo impacto que haberlo hecho en una iglesia, en ese espacio donde lo material y real transgredía de forma inexacta el límite de lo humano y lo espiritual, porque no era la religión era la sensación que daba el lugar, las piedras, las velas, la persona frente suyo leyendo aquellos votos, repetidos cientos de miles de veces por distintas personas y ahora por ellos. Probablemente en todo el mundo el valor de la palabra ya era el mínimo, decir 'te doy mi palabra' significaba realmente poco para todos, incluso para Viktor, quien había roto la promesa que hizo a Yurio con todas las letras y los sonidos.

Pero las palabras de amor tenían un valor tan mágico y celestial que ser recitadas en voz alta frente a alguien que podía ser el representante de Dios en la tierra, era como si les otorgara el máximo valor, el cumplimiento innato de algo que era más que real. Sacarse el corazón y dejarlo en el pecho del otro, darse un beso que era un sello y admitir que no podía existir un mejor momento para haberse casado que justo ese…

Y que ahora, así hubiera sido un ritual maya o una boda sintoísta, Yuri se sentía el esposo de Viktor hoy más que nunca.

Suspiró y miró nuevamente a su esposo. Tenían los trajes de fiesta puestos, otro detalle memorial, el valor de la ropa dentro de un pacto ceremonial, porque no era lo mismo casarse en pijama que casarse con smoking, y si daba igual ser cristiano que ortodoxo porque el amor cruzaba esas barreras, pero no cruzaba las de la imagen… Viktor era una persona especial, sumamente dedicada y muy delicada, cuando se trataba de hacer las cosas a su modo no había forma de que no diera el máximo de sí en la realización del proceso, así que habían llegado hasta este punto solo porque dio el paso firme de seguir con aquella idea maravillosa de casarse y lo había hecho todo a profundidad.

Y casarse ¿Por qué? por supuesto, porque Yuri había estado en el hospital bajo las suaves manos de la muerte por una semana, según recordaba y no podía concebir que partiera del mundo sin haber unido sus almas de la forma más pura y visiblemente reconocida que se le hubiera podido imaginar. Porque casarse era uno de sus objetivos de vida, y casarse con él era lo mejor que podía pasarle. Así que básicamente Yuri no podía partir de este mundo sin haberse convertido en Yuri Nikiforov, y aunque ahora mirara todo bajo un lente mucho más frio e informal, la idea no le escandalizaba en lo absoluto, era lo suficiente maduro para comprender las intenciones del ruso, su forma de pensar.

Los humanos caminaban y hacían todo, todos los días de su vida, como si fueran inmortales, cuando en realidad nadie les asegura que van a vivir ni siquiera dos horas más, porque así como ahora manejaban felizmente por una larga avenida principal, podían derrapar y morir, las personas no pensaban en eso con frecuencia porque la muerte les asustaba, a Viktor le asustaba que Yuri muriera, por eso se había precipitado en cumplir con aquellos intereses de ambos; una boda. Quizá un testamento en otro sentido, una unión profunda entre ambos. Y ahora eran esposos.

Y Viktor resplandecía ante la idea como si fuera un ser de luz lleno de dicha y primoroso encanto. Destilaba felicidad. Y a Yuri eso le bastaba para hundirse en su asiento y arrinconar en lo más profundo de su mente las incógnitas de la enfermedad que le había acechado hacía realmente poco.

Con un nuevo y profundo suspiró dejo salir cualquier pensamiento que hacía solo cinco minutos embargaba su mente y se sumió en la suave corriente de aire helado que se filtraba en el interior del auto y le tocaba la nariz, le despeinaba los cabellos y le susurraba poemas de invierno y primavera contra sus parpados ojerosos.

―¿Estás bien? ― preguntó Viktor ante el evidente silencio de su ahora esposo. Por un instante su sonrisa se opacó ―. ¿Te sientes bien?

―Me siento de maravilla ― admitió sin moverse ni un milímetro del asiento ―, como si no hubiera estado enfermo jamás.

Esa afirmación fue suficiente para que el joven de pelo plateado se convirtiera nuevamente en una rozagante rosa enamorada y comprendiera que el hacer de sus actos solo estaba guiándole por un camino mucho mejor de lo que incluso el mismo había podido planear. Porque no dejó detalle a la deriva, desde aquella ocasión en la que se encontró con el misterioso párroco había dedicado cada minuto de cada hora para la planeación de los acontecimientos que hoy acechaban, trajes, anillos, viaje en auto, ¿En dónde está el perro? Cada uno de esos detalles había sido resuelto, y Yuri estaba tan bello, tan cooperativo, con su hermoso y delicado semblante, dejándose arrastrar por su violenta y enamorada forma de tifón.

―Podré acostumbrarme algún día a tu forma de hacer las cosas ― se preguntó en voz baja soltando el aire de su boca rosada ―; tan airosa y alocada.

―Tendrás ― sonrió Viktor como si la idea por si misma le resultara de lo más divertida ―. Porque ahora estamos casados, no hay forma humanamente posible de que me aparte de ti Yuri.

Yuri sonrió ligeramente, con la idea permanente pegada en su cabeza. Probablemente Viktor había planeado la boda en días y la realización fue en horas, pero aun así seguía resultándole de lo más escandaloso todo. Tendría que llamar muy pronto a su familia, ponerles al tanto de todo, ser muy cuidadoso en sus palabras y convencerlos de que había sido una idea maravillosa, a él se lo parecía, pero quien sabe si su familia aprobara en todo su esplendor la espontaneidad del asunto. Las cosquillas nerviosas llenaron su estómago por completo y Viktor volvió a girar el volante.

Una amplia avenida blancuzca se abrió camino entre las calles, con un camellón en medio rodeado de hermosos y altos cipreses cubiertos por nieve fina y helada. A los costados se extendían edificios de figuras elegantes construidos a media mitad del siglo en curso, Yuri podía asumirlo por la forma contemporánea de las estructuras y el reflejo constante de las ventanas cristalizadas en plata, coreadas de escarcha invernal. El cielo seguía igual de negro y la luna tan atrayente como antes, pero Yuri no podía apartar sus ojos del que aseguraba se trataba de su destino. Porque de nuevo influía esa sensación tan arraigada en él la que le murmuraba: ''Conoces a Viktor, sabes a donde van''. Con solo ver el edificio podía asumir silenciosamente que no se había equivocado.

Era imponente como palacio, muy lejos del barrio de Viktor, lejos de canales, de la iglesia, del hospital. Lejos de todo. Una enorme construcción de pálido mármol pulido, con gigantescos pilares salomónicos rodeando las escaleras majestuosas de forma semi circular que coreaban el alto edificio de ventanales grandes como estrellas, con marcos oro y una infinidad de detalles que Yuri no alcanzaba a comprender, porque su vista no era ni por asomo buena, y el auto iba lenta y pausadamente.

Las banderitas internacionales colgaban de macetas con rosas rojas colocadas en la rotonda que hacía las de fuente en el círculo interior del hotel. Porque de eso se trataba. Un maravilloso y gran hotel.

Al menos no era el aeropuerto, conocía a Viktor y sabía que era muy capaz de resolver que terminada la boda improvisada, al menos desde su perspectiva, el siguiente paso era una luna de miel, y podía hacerse descubriendo alguna parte del mundo, o en una cálida piscina en el norte de California, o las islas Caimán, o cualquier cosa que al ruso se le hubiera ocurrido, pero gracias a Dios esa no fue su idea en cambio, hasta ahora parecía haberse resignado a mantenerse dentro de la ciudad. Lo cual ya le resultaba bastante apacible.

Viktor estacionó el auto cerca de la puerta del hotel, esperando que los encargados del estacionamiento se aproximaran a él para pedirle las llaves, pero como era todo modales y felicidad, sus piernas agiles saltaron del auto a una velocidad desquiciante solo para abrirle la puerta a Yuri en un gesto galante que el pelinegro no podía más que responder tomándole la mano y siendo víctima de sonrojo, y de las miradas impresionadas de los jóvenes que admiraban la escena en silencio. Cuando Yuri dejó caer su mano fría contra la de Viktor cayó en cuenta de que le había encantado salir del auto con su ayuda, si no se le hubiera acercado tan rápido como lo hizo, tal vez sus pies ni siquiera habrían podido moverse.

Le necesitaba mucho más de lo que quería admitir. De una forma caprichosa.

Viktor sonrió como el gato de Alicia en el país de las maravillas una vez que ambos se encontraron afuera del Audi, porque traían preciosos trajes, anillos relucientes y la promesa reciente del matrimonio, todo aquello les envolvía como si fuera un perfume y no quería que nadie pasara por alto ese detalle que a él le resultaba no solo importante: esencial. Sonrió ante el chico de mediana edad que le veía con curiosidad y dejó las llaves en su mano.

Sintiéndose superior, no solo por tener a su lado a alguien tan bello como Yuri, sino por el simple hecho de sentirse mucho más realizado que él. Y ni siquiera estaba pensando en su vida de patinador, sino en su alma enamorada y privilegiada. ¡Qué suerte tenían algunos! No suficiente con conocer a Yuri y amarlo profundamente, también había permanecido con vida para unir sus caminos y ahora estaban de la mano para continuar con el ritual de boda que tanto tiempo llevaba esperando.

Ingresaron en el vestíbulo sin soltarse de las manos, Viktor por no querer y Yuri por la presión subyugante de la mano del ruso y su ansiosa necesidad de mostrar que Viktor le pertenecía. Se abofeteó mentalmente, no llevaban ni un día casados y ya sentía la posesividad y el descaro roerle la carne como si fuera una enfermedad dérmica.

―¿Quieres esperar aquí o me acompañas…? ― preguntó Viktor mirando con aprobación los sillones de alta costura con acabados en madera de roble que hacían las de lounge.

―No, te acompaño ― aquello no eran celos, ni ganas de soltarle, era el simple deseo de mostrarle de frente que no necesitaba estar sentado, porque estaba reponiéndose de una misteriosa enfermedad y lo último que quería era que le trataran como un invalido.

Viktor levantó una ceja inseguro, pero Yuri sonrió con amplitud y pestañeó un par de veces, con toda la intención de invocar una inocente imagen. Y obteniendo los resultados deseados. El ruso avanzó en su camino sin soltarse hasta el mostrador ubicado en el inferior de la amplia recepción. Toda la imagen del hotel le encantaba y asombraba, porque había sido elegido exactamente a su gusto, manteniendo una imagen vanguardista pero preservando elementos barrocos románticos de la Rusia imperial que hasta cierto punto siempre le habían gustado. Convencido de que eran del gusto de Yuri no se preocupó en preguntarle qué opinaba, pues la impresión destilaba de sus pupilas con un aire de aprobación.

Sin duda estaba encantado con el hotel.

―Buenas noches ― saludó cortésmente al joven empleado de traje que tecleaba en la computadora y de inmediato le prestó la atención necesaria a su invitado ―. Soy Viktor Nikiforov, hice una reservación.

―Buenas noches, señor Nikiforov. Por supuesto que sí, lo estábamos esperando ― sonrió el hombre de abundante barba castaña y regordeta figura, en una primera imagen al ruso no le pareció tan mayor, pero ahora que lo veía bien no era un simple empleado más bien acertaba en parecerse más a un encargado importante.

El hombre revisó, a mano, entre los papeles de reservación impresos que se encontraban recargados en un folder de plástico transparente bastante grande. Los ojos de Yuri estaban fijos en sus manos toscas y en su forma experta de mover los papeles, porque más allá del ruido entre el cambio de uno y otro, el lugar no solo se veía vacío sino que evidentemente eran las únicas tres personas en el interior de ese inconmensurable hotel. Por un segundo, inseguro, Yuri se preguntó si Viktor habría sido capaz de rentar todo el hotel solo para ellos, pero la idea se le antojo demasiado alocada incluso para los estándares que él solía manejar.

―¡Aquí está! ― sonrió victorioso el hombre extrayendo una hoja amarilla firmada por Viktor e impresa recientemente ―, oh, ya veo… usted se ha adelantado un poco, su reservación está agendada dentro de media hora.

Los ojos castaños de Yuri se dirigieron al reloj que se encontraba sobre las cabezas de todos, era un gran reloj de madera con manecillas de oro que señalaban las diez y media de la noche, era mucho más tarde de lo que esperaba o se hubiera imaginado. Deslizó sus ojos del reloj hasta Viktor, pero este siquiera se había inmutado ante el comentario, miraba al hombre con una sonrisa conveniente y no dejaba que las palabras tajantes le cortaran la inspiración.

―¿De verdad? ― Preguntó con falsa consternación ―, debió hacérsenos temprano, en realidad creí que había hecho la reservación para esta hora… pero no me dirá que la habitación que solicité está ocupada…

―Oh, no, por supuesto que no, joven Nikiforov ― negó inmediatamente ―, esa habitación está vacía y en perfectas condiciones para que usted llegue a ella, es solo que… por políticas del hotel debemos esperar con paciencia a que de la hora deseada. ¿Será muy molesto para ustedes pedirles que esperen en la sala…?

―En todo caso me gustaría esperar en el restaurante, no hemos cenado ¿verdad Yuri?

El aludido dio un respingo y asintió distraídamente. Media hora en la sala o en el restaurante le era completamente indiferente.

― El restaurante, claro que sí, contamos con cinco… ¿gusta usted que lo guiemos al más cercano?

―Claro que no ― Viktor negó frenéticamente ―. Tal vez usted no lo note, pero estamos recién casados, y quiero tener una cena elegante, menú especial de ser posible. Todo elegante y esas cosas, lleve champagne y eso, pensaba pedir el servicio a la habitación pero si no es posible no me molesta esperar en el restaurante.

Ante aquel discurso de Viktor Yuri decidió que era un buen momento para interferir, por supuesto que el ruso no buscaba más que presumir su nuevo estado, pero no dejaba de dar la impresión de que buscaba influir en el hombre mediante su selectivo uso de palabras y como era Viktor aquella maña siempre le funcionaba, igualmente Yuri sabía que no tenía nada que esconder en cuanto a su matrimonio, ya no había forma, pero no era el más grande fan de gritar su intimidad a todos los vientos y Viktor sí. Tomó la delantera en la conversación y antes de que el hombre saliera del mostrador de forma apurada Yuri lo tranquilizó con una de sus miradas más conciliadoras.

―No hay problema en cuanto a la elección del restaurante, con cualquiera estaremos bien.

―No diga más, señor Nikiforov. Cumpliré sus órdenes de inmediato.

Por supuesto, una vez que Viktor hablaba había de ser obedecido aun cuando él se interpusiera. Pero para Yuri aquello ya no fue de relevancia pues contrario a cualquier cosa, acababa de sufrir un shock tremendo.

Caminó, porque era lo único que podía hacer, pero su cabeza se había estancado aún frente al mostrador, con los ojos en el encargado y los oídos llenos de sus palabras. Por supuesto, después de todo era la primera vez que alguien de primera mano le llamaba por su nuevo apellido de casado. No había reparado en ello antes, porque no había ningún documento que constatara su compromiso, más que la palabra de ambos y eso según ellos, ya era bastante, sin embargo ahora mismo le acaban de llamar señor Nikiforov y el nunca jamás, en toda una vida de patinaje y de existencia en sí misma se imaginó que sería llamado de ese modo.

Porque, empero, jamás se imaginó casado con Viktor. Y ahora, invariablemente lo estaba. Era Yuri Nikiforov, para él y para todos, aún sin documentos de por medio.

―Me ha llamado Nikiforov ― susurró Yuri para sí mismo

―Me di cuenta ― murmuró Viktor a su lado, siguiendo el paso del encargado y fingiéndose atento a su plática incesante, pero sin apartar los ojos de su pequeño esposo. Pues aún le veía un poco inestable.

Los pasillos del hotel se abrían esplendidos frente a los ojos de ambos, corredores con escaleras tapizadas de alfombra rojo sangre y candelabros con lámparas que hacían las de velas y relucía entre tanto baño de oro. La diligente y primorosa visión del restaurante se plantó frente a los tres, con una puerta de cristal y un interior retacado de mesitas circulares, cuidadosamente rodeadas de tres o cuatro sillas. En el fondo del elegante comedor una barra cubierta de botellas de todas las paletas de colores recubrían casi una pared entera y regalaban un brillo espectacular al escenario pequeño y redondo que mantenía en su superficie un piano de cola y un telón de terciopelo rojo, atado con cordeles de cuerda dorados, nadie tocaba pero había música en sus oídos.

Y un ligero barullo digno de comensales. A pesar de lo entrada que estaba la noche.

Después de encontrarse finalmente con un par de almas, Yuri pudo suspirar más tranquilo, pues aparentemente no eran los únicos en el hotel, pensamiento que genuinamente le incomodaba. Y ahora que lo notaba era como si todas estas personas de paso se hubieran puesto de acuerdo para cenar juntos en el restaurante. Una idea paranoica cruzó por su mente, un plan de Viktor para reunir a sus conocidos en el restaurante y celebrar una boda sorpresa, pero por más que buscó entre los rostros nadie se le hizo ni mínimamente conocido. Después de comprobarlo cayó en cuenta de lo poco creíble y remota que era esa posibilidad.

No reparó en la mesa que había elegido Viktor hasta que ya se encontraban sentados en ella, uno enfrente del otro, muy cerca del escenario con el piano y bastante cómodos. A este momento fue que su mente viajó hasta otro hecho interesante, los dos parecían no resaltar en lo absoluto. Aun cuando sus atuendos eran más que costosos y estaban almidonados, tenían anillos de boda y era una obviedad que ambos estaban saliendo de un evento importante. Su boda. Sin embargo aquello parecía no ser relevante para los otros comensales, quienes enfocaban sus intereses en degustar las delicias colocadas finamente sobre sus platos. Y Yuri nuevamente no podía estar más agradecido por eso, pasearse con Viktor ya era sinónimo de resaltar, ahora más que nunca.

―¿Puedo ofrecerles el menú que el señor Nikiforov eligió? ― preguntó el encargado, quien personalmente había apartado al resto de los empleados y se había encargado de todas sus comodidades.

―No ― respondió Viktor avergonzado por su arrebato en la entrada del hotel ―, en realidad, no tengo tanto apetito como para exigir un menú tan exquisito. Fue un error yo… pediré lo que mi esposo pida.

Levantó su mano señalando a Yuri como si no fuera evidente que él estaba justo enfrente, escuchando todo. El aludido tomó con rapidez el menú de la mesa y hojeó con un solo objetivo en sus ojos, encontrar un platillo satisfactorio, rápido y discreto. Modestia era otra de las palabras que más caracterizaban al japonés, algo que Viktor no poseía.

―Quiero una rebanada de tarta de higo ― eligió sabiamente, admirando la imagen impresa en la carta ― y una tizana de frutos rojos. Por favor.

El hombre tomó nota mental y luego asintió. Después llevó sus pupilas a Viktor, que no apartaba sus ojos de diamantes de Yuri, pues no necesitaba confirmar lo que ya había mencionado anteriormente, que iba a pedir lo mismo que el pelinegro.

―Enseguida.

―Oh, la champagne si la requiero en mi habitación.

Y con aquella indecorosa propuesta cerró el dialogo, que pudo ser una conversación cualquiera y se había tornado en un profundo y violento sonrojo por parte del pelinegro, quien esperaba evitar las preguntas incomodas sobre qué y cuando iban a hacer en un hotel de primera en la misma ciudad donde tenían un departamento de lujo. La mirada indiscreta del hombre le perforó el rostro, como si no fuera suficiente para los tres dar por entendido que iban a celebrar algo. Además que, a este punto, ya era una evidencia trascendental que acababan de casarse. La luna de miel era la parada continua más imaginable.

No dijo nada y se retiró con una reverencia exagerada.

Viktor tenía el mentón recargado sobre su fina mano y admiraba, como un científico, cada uno de los suaves movimientos de Yuri, desde su acompasada respiración hasta el aleteo de sus pestañas. A pesar de encontrarse en un área semiabierta y rodeados de desconocidos, su obsesión amorosa por el objeto de sus sueños y anhelos no era menor a lo que tendría si se encontraran a solas.

―¿Tengo algo en la cara? ― preguntó Yuri confundido.

―Además de eso, nada ― repuso sin dejar de mirarle.

―¿De qué exactamente? ― se preguntó incomodo, llevándose la mano hasta la boca cubriéndose parte de la nariz y los labios por completo.

―Pues de tu cara, que más ― Viktor puso sus cejas en arco, preocupado por la obviedad de sus propias palabras.

Pero el japonés solo apartó su mano aún más avergonzado y puso los ojos en blanco. Le encantaba la mirada de Viktor, porque era arrebatadora y bella, pero a ese punto le hacía creer que su cara verdaderamente era un poema, y prefería no caer en sus propias metáforas.

―Te ves desorientado ― señaló el peliplata manteniendo su pose ―. ¿Te aflige algo o es que no has caído en cuenta…?

―No caigo en cuenta ― sonrió débilmente ―, a estas alturas ya debería comprender tu forma de llevar las cosas, pero me sigues pareciendo tan misterioso y enigmático como la primera vez. Haces que me pierda entre un mar de sensaciones que intento y no puedo controlar, luego sonríes como si nada y te pavoneas cuando nos reciben como a recién casados.

―¿Por qué no iba a pavonearme? Si eres una belleza. No existe un sueño dorado más precioso y perfecto que el haberme casado contigo al fin.

Evidentemente Viktor no lo comprendía, en cambio, lo trascendía. Su nivel estaba muy por encima del suyo. Aquel pensamiento le hizo esbozar una sonrisa amplia y descarada, luego se inclinó por encima de la mesa y acercó la mano de Viktor hasta la suya, tocándose apenas débilmente la punta de los dedos.

―Justo a eso me refiero, yo aún no proceso que ya seamos esposos y tú ya tienes en tu lista de metas cumplidas nuestra boda ― Viktor pestañeó curioso por unos segundos y luego llevó los dedos pálidos de Yuri contra su boca, besándolos devotamente ―. ¿Se te resbalan mis preocupaciones?

―Son innecesarias, mi Yuri ― soltó su mano y levantó la suya haciendo el ademán de restar importancia ―, entiendo que vayas más lento que yo, pero en los últimos días mi corazón y mi cabeza han tenido un ritmo frenético que parecía no querer descansar hasta que te supiera entre mis brazos y ya estás aquí. Todo lo demás me parecen nimiedades.

Viktor guardó silencio por unos largos segundos, coqueteando con la servilleta que posaba suavemente contra sus piernas. Luego le miró de nuevo con las pupilas cargadas de coherencia.

―Ya sabes lo que dice el poeta: ''Hay que amar hasta el punto de perder la razón, todo lo demás son insignificancias''.

―¿Qué poeta? ― preguntó Yuri severamente contrariado.

―Yo ― repuso con una sonrisa traviesa.

Yuri iba a replicar algo inteligente ante tan desobligado pensamiento, pero un par de platos de porcelana cargados con delicioso pastel y crema se colocaron frente a sus ojos y obtuvieron su completa atención. Lugo unas lindas tacitas con flores pintadas de rosado, que intentaban la pobre recreación de una flor de cereza se acercaron a sus manos humeantes y dulces como bocados de algodón de azúcar. Yuri se relamió, no podía engañar a su estómago.

―Buen provecho ― habló el encargado despidiendo al mesero que había sido el elegido afortunado de traerles la comida ―, ah, ¿Gustan escuchar alguna pieza? Nuestro pianista es un excelente músico y está por abrir su última función de la noche. Nos complacería que Viktor Nikiforov eligiera que pieza debe abrir el concierto.

Viktor se quedó callado, por su mente corrían un centenar de piezas que adoraría escuchar, piezas que iban de la mano con su humor, e incluso, las más especiales canciones que habría amado dedicarle a Yuri en este mismo momento de su vida. El catalogo era gigante y corría entre pieza y pieza como si se tratara de un viejo tocadiscos. Finalmente resolvió en no elegir ninguna, pues no había nada más placentero que ver a Yuri elegir una.

―Elige una, Yuri ― pidió ansiosamente, lleno de expectativa ―; una que me dedicarías.

―¡Viktor!― escandalizado Yuri apartó las manos de Viktor a un lado, de un manotazo suave, que el ruso recibió con una risa ligera.

Los ojos de Yuri se fueron del rostro de Viktor al del encargado, intentando encontrar en ellos una pizca de desprecio. Pero solo encontró profunda curiosidad. Convencido de que aquella reacción no llegaría nuevamente puso su cerebro a trabajar.

Recuerdos de infancia se aglomeraron en su mente, se vio a sí mismo, de pequeño, como adolescente, sentado frente a la computadora con unos audífonos de mala calidad, observando atentamente las rutinas de Viktor, escuchando canciones que no dudaría en dedicarle, porque su amor platónico iba más lejos que un montón de sentimientos atorados en su garganta. Pero por alguna extraña razón ahora mismo a su mente no venía ninguna canción que pudiera ser interpretada en el piano exitosamente o que representara la realidad de su relación actual. La mayoría eran canciones lejanas de sentimientos agotados, tristeza y otros derechos sentimentales que le agobiaban plenamente.

Y a su mente vino la viva imagen de una canción interpretada en piano que era más hermosa de lo que debería admitir. Y nada tenía que ver con su relación, pero quería escucharla, porque le recordaba algo y eso le parecía importante.

―Definitivamente no te dedicaría esto, Viktor ― susurró Yuri con una media sonrisa ―, pero me gustaría escuchar Just Be Friends. Solo porque le tengo cariño.

Viktor guardó silencio sepulcral, no con aire pesado, ni una mala vibra simplemente extrañado por la elección de Yuri, que el desconocía casi por completo. Y ahora mismo se le presentaba como si fuera una de las piezas más importantes para el asiático, sobre todo por la forma en la que sonreía curiosamente ansioso de escuchar la bonita pieza.

―Transmitiré el mensaje al músico de inmediato.

Nuevamente se quedaron solos.

―¿Just be Friends? ― preguntó Viktor un poco incómodo ―, como es que no conozco esa pieza, Yuri, ¿Es que acaso buscas rechazarme a solo horas de la boda?

―Que bobadas dices Viktor ― se rio Yuri con la misma incomoda sensación de haber cometido un error ―, en realidad, nada tiene que ver con eso. Me habría encantado dedicarte una canción frente a todos estos comensales, pero ahora mismo mi alma me pidió que tocaran esa canción, porque significa algo importante para mi Viktor y que mejor momento que ahora para poder reivindicar su significado.

―¿Y qué es eso tan importante que significa? ― inquirió el mayor probando secamente un trozo de su pastel.

Incluso cuando Yuri ya tenía planeado la mitad del discursillo que iba a soltarle a Viktor desvió su atención ligeramente cuando observó ingresar al podio a un hombre bastante joven, con cabello rubio, ligeramente rizado y lentes de media luna que descansaban en el puente de su perfilada nariz. Una cara regular, con un traje formal regular, en tonos verdosos. Bastante delgado y un poco enclenque, mantenía las cejas juntas y los cabellos sobre la frente.

El pianista se sentó en el banquillo e ignoró sus partituras, pero si las colocó, porque no vaya a ser que se le olvidará como seguir la melodía que seguramente llevaba muchísimos años ensayando y ensayando, solo para obtener conciertos de medio tono en un restaurante. Yuri le tuvo un poco de lastima, pero se olvidó de aquello en cuanto sus hábiles y nada perezosos dedos se concentraron en la melodía que estaba por interpretar. Y tomando a cuenta sus deseos, la tonada llenó el lugar. Tan claro como un salón de orquesta.

Viktor detuvo su bocado antes de que le manchara los labios, a razón de que se encontraba dándole la espalda al piano y miraba de frente la parsimoniosa cara de Yuri, no se dejó amedrentar por el sonido, aunque si le había absorbido por unos instantes, porque era dulce y melodiosa, delicada. Justo como la expresión que el pelinegro le estaba regalando ahora mismo.

―Verás ― continuó, con una profunda respiración ―, por supuesto que hace mucho tiempo yo escuchaba con mucha atención esa hermosa melodía, todos los días y todas las noches, preso de una incomparable melancolía, que nada tenía que ver con la letra, sino con la sensación que me producía. Ahora, la escucho nuevamente y es como volver a aquellos solitarios años de adaptación, de encontrarme a mí mismo en un cambio de vida, de personalidad, la imagen del joven yo y el adulto en el que me convertí, peleaban en duelo por madurar. Hasta que la nueva etapa de mi salió victoriosa.

Después de que soltó aquello, con una cierta nota melancólica en la voz, abrió sus ojos tanto como le fue posible y sonrió frente a Viktor. Abiertamente. Tocándole la mano por encima del mantel, y sujetándole con firmeza los nudillos.

―Ahora la vuelvo a escuchar, me doy cuenta Viktor, cuanto ha cambiado mi vida… ― apretó su mano ligeramente ―. La quería escuchar: porque me gusta, y no puedo negar lo extraño que se siente escucharla y saber que ahora las cosas han cambiado tanto, por supuesto cambiado para bien. Y solo quiero decirte que ahora mismo, tu y yo, los dos, aquí, estoy muy feliz. De ver mi pasado, sentirme bien con mi presente y estar ansioso por el futuro, Viktor.

El ruso detuvo cualquier movimiento, porque sencillamente ya le resultaba demasiado apabullador encontrarse con la mirada sonriente de Yuri, sus labios rosas cual pétalos entreviendo sus dientes pálidos como la luna, y su piel iluminada por las expansivas luces del restaurante, ahora le sumaba el carácter cálido de su toque. Parecía que su cerebro y corazón habían explotado de alguna manera y que su cuerpo se hubiera quedado hecho hielo.

Todo menos su boca, porque al parecer no había nada que pudiera parar esa máquina insaciable de parlincheo.

―Yuri… ― jadeó insólitamente ― esas hermosas palabras y esa hermosa melodía… no has podido hacerme más feliz. ¡Gracias por demostrarme que estoy haciendo algo bien!

Yuri enrojeció ante la efusiva forma de hablar de Viktor, no reparaba en el sonido, ni en los comensales, se centraba en gritar sus emociones como si estuvieran a pelo, luego aprisionaba sus manos entre las jaulas de sus dedos y las halaba hacia si con una excitación impresiva. El pelinegro supuso entonces que su elección musical había sido la correcta, pero más correcta era la reflexión que el arte del piano le había hecho sentir.

―¿No mientes, verdad? ― preguntaba Viktor exaltado, entre nervioso y ansioso.

―¿Cómo podría? ― se regocijó Yuri.

Viktor dio un ligero respingo de felicidad y le beso los nudillos, efusivo. Miró de nuevo la tarta que descansaba cómoda y apenas picada sobre el elegante plato, la miró como si fuera un intruso entre la dulzura de verdad, la de las palabras de Yuri, y la dulzura falsa, es decir; el azúcar malo de la fruta. Ahora mismo no quería más que engullirla en el interior de sus fauces malsanas y deshacerse de ella para poder correr con Yuri al lecho donde la intimidad por fin podría rodearles, porque aunque las multitudes nunca le parecieron un problema, en última instancia estaba comenzando a sentir el ataque de ansiedad por sentirse rodeado y no poder disfrutar a buena gana las mieles del amor que su esposo y él derramaban.

―¿Se te ha quitado el apetito? ― preguntó Yuri ingiriendo un gran bocado de la tarta y admirando con maestría al pianista, que interpretaba una incómoda nocturna de Chopin. La novena, no era su favorita,

―¿A ti no? ― se forzó a degustar el pastel, pero tenía un sabor seco.

―De hecho, me siento más hambriento que nunca ― admitió sin sentir vergüenza alguna.

―Si nos vamos a la habitación yo mismo me encargaré de saciar todos tus antojos.

Yuri no pudo evitar ser víctima de la vergüenza al comprender el doble significado de esas desvergonzadas palabras, por supuesto esto se reflejó en su estática posición y su sonrojo violento cubriéndole gran parte del semblante. Luego reflejó a Viktor en sus lindos ojos de navajas, jurando en silencio que no podía convencerle de ser más cuidadoso, por consideración a su salud mental. Tenía la vaga idea de saber a dónde iba la dirección de la noche, pero saberlo, decirlo y hacerlo eran cosas abismalmente distintas.

―Perdone que lo moleste señor ― el encargado se acercó a la mesa nuevamente. Yuri ya comenzaba a acostumbrarse a su rechoncha figura ―, él es Kevin, será el encargado de su equipaje. Me comentaba que se quedó en el automóvil…

―Ah, sí esperaba que pudieran llevarlo a la habitación ― Viktor se limpió las comisuras de la boca, ya un poco cansado por las interrupciones.

―Justamente eso venimos a informarle. Su habitación ya ha sido liberada y el equipaje espera ahí mismo. Si gustan Kevin los guiará hasta su habitación en cuanto terminen de comer…

―No será necesario ― interrumpió Yuri dejando sus cubiertos y levantándose de inmediato ― yo he perdido el apetito ya.

Viktor parpadeó extrañado.

Yuri lo había dicho con toda la intención de hacerle creer al ruso que aquel comentario desenfadado le había molestado más de lo que pudo prever, pero la realidad era que su garganta se había cerrado y secado ya de tal manera que consumir cualquier alimento le resultaría imposible, además del ligero y extraño cosquilleo que había comenzado a acentuarse apenas seis pulgadas por debajo de su ombligo y parecían ser mariposas de adrenalina, azules y rosadas, que se despegaban de las paredes de su estómago y hacían las de sudor frio entre sus manos y sangre ligera bombeada a su corazón. En pocas palabras, los nervios no le dejaban comer.

Viktor se levantó también y agradeció al encargado con un estrechamiento de mano ligero, solo para seguir inmediatamente a Yuri y a Kevin, que se deslizaban por las sillas y mesas del restaurante hasta la salida por la que antes habían llegado. Sin percatarse que algunas personas ya les miraban reconociendo en el acto que se trataba de Viktor Nikiforov y no otro invitado cualquiera.

Pero para fortuna de ambos nadie le intervino.

Y como el resto de pasillos del hotel se veían bastante encarecidos de población el camino se convirtió en un desierto de lujos y joyas incrustadas entre los candeleros y las arañas lujosas en cada intersección de pasillo. Regresaron por donde vinieron hasta el lobby del hotel y se dirigieron al elevador de aspecto moderno, en contraste con todo lo demás, subiendo los tres con un aire ansioso y lleno de mella, Kevin se veía como un ruso cualquiera; alto, pálido, de facciones afiladas y un poco duras, con buen porte y un excelente traje negro con botones dorados. A Yuri le llamó la atención la forma en la que desviaba la mirada de enfrente a su lado solo para mirarle de soslayo y luego volver al frente como si quisiera asegurarse de algo.

Y como siempre fue una persona que mentalmente divagaba bastante ya tenía varias teorías sobre lo que esas miradas significaban y no tenían ningún buen augurio.

―Disculpe, ¿Usted tiene nuestras llaves? ― preguntó Viktor sintiéndose parcialmente ignorado.

―Así es, en cuanto lleguemos a la habitación les proporcionaré las llaves y sus sellos de hospedaje ― explicó al mismo tiempo que la puerta se abría en la planta veinte seis.

Yuri nunca había estado en un hotel tan alto y menos hospedándose en uno de los pisos más altos. Al parecer había aun cinco pisos más.

El pasillo era idéntico a cualquiera de los anteriores, abierto, blanco, alfombrado y cálido a la luz amarilla de los candelabros, no había ventanas y a Yuri aquello le parecía un poco, demasiado, claustrofóbico. Tuvo la intención de buscar la salida de emergencia de ese largo pasillo pero solo encontró un cartel entre verde y amarillo que señalaba unas escaleras al costado del elevador y una flecha hacia el techo. Eso último le pareció demasiado abstracto para conseguir interpretarlo.

El chambelán los guio por el pasillo hasta casi la mitad, al final se estiraba un cuadro de lirios enmarcado con una mesilla debajo, y justo a la derecha se encontraba una gran puerta doble de madera oscura y barnizada, contaba con una mirilla y dos aldabas redondas de algo que parecía ser oro, pero probablemente solo era pintura del mismo color. Tenía el número doscientos veintiséis.

Kevin se colocó a un costado y extendió unas llaves plateadas a Viktor que guardaba en su bolsillo derecho, luego extrajo del izquierdo una cajita plateada donde un sello descansaba. Pidió con un gesto las manos de ambos y los patinadores mostraron sus muñecas casi al mismo tiempo.

La marca no era más que una estrella con el nombre del hotel.

―Disfruten su estadía ― comunicó fríamente y dejó a la pareja a la deriva, saliendo de inmediato en dirección al elevador.

Viktor observó las llaves en su mano, solo eran dos, largas y plateadas, sujetadas con un lindo llavero que tenía grabado el número de la habitación. Todo tenía el aspecto de ser bastante antiguo, mientras que en otros hoteles la entrada se realizaba con tarjetas o sensores que te otorgaban en la entrada, Viktor tenía la sensación de que había elegido un hotel elegante y conservador, pero al punto de la moda, estar en el interior y observar, aun sin mucho detenimiento, al resto de huéspedes solo le dejaba la sensación de haber vuelto a una época más antigua donde la clase y el arte son valores importantes. Aunque a simples apariencias cualquiera podría decir lo mismo.

Y ahora mismo eso carecía de relevancia para él. Porque la verdadera razón por la que había elegido ese hotel, además del claro lujo, era que la suite de recién casados tenía la mejor pinta que había visto.

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Aunque las llaves resplandecían bastante sobre sus manos Viktor no se detuvo demasiado en ellas, pues las extendió con mucha ilusión hacía Yuri, quien parpadeó dos veces inseguro de recibirlas. Y sin atender a las demandas, negó suavemente sin tomarlas.

―Abre tú, Yuri ― le pidió Viktor suavemente

―No, Viktor, tu hazlo ― suplicó el pelinegro negando lentamente ―, tu haz pagado. Me parece lo más justo.

―Bebé, no estamos aquí para recibir justicia ― explicó Viktor con cierta gracia, Yuri frunció el ceño ―. Si te pido que abras es porque quiero verte sorprendido ante la habitación. Toma. Al fin yo ya la he visto. Es para tu entretenimiento.

―¿Y si no me sorprende? ― elevó sus cejas cual espadas y tomó las llaves, estirándose apenas para encajar una de ellas en la puerta.

Viktor había considerado esa posibilidad, por muy remota que esta le pareciera, pues Yuri era alguien que fácilmente se sorprendía y cedía en lo más mínimo a sus emociones y caprichos, así que se limitó a encogerse de hombros, meter las manos en los bolsillos y dejar a la imaginación que tanto tendría que hacer si no lograba hacer mella en la mente contrariada del siempre atento japonés, porque si esto no resultaba intentaría con algo más y si eso tampoco lo hacía, lo intentaría de nuevo. Él no se rendía fácilmente.

Yuri no insistió en esa línea y se giró a la puerta, terminando de abrir el cerrojo y empujando con languidez la gruesa madera pulida.

No fue como una revelación, porque en realidad la habitación era sin duda no muy distinta a otras habitaciones lujosas de hotel. Y es que en realidad los detalles arquitectónicos no eran tan importantes ni destacaban por su complejidad, modernidad o inigualable figura, era en esencia una habitación regular, de tamaño grande con paredes pintadas de blanco nacarado y detallados muebles de madera por aquí y por allá.

El caso es que aun así no era una habitación de hotel cualquiera. Quizá la forma en la que los muebles estaban acomodados, o tal vez las figuras un poco extrañas de los muebles, la cama medio circular pegada al extremo derecho de la habitación, coreada con lámparas de pared que hacían las de aura mágica. No tenía la pinta de ser una habitación de motel, llena de extraños objetos kinki y sexuales eróticos, pero si desprendía cierta necesidad intima entre sus luces y sus paredes.

Además estaba el hecho de que… había un montón de velas encendidas por todas partes. Sabanas rojizas, muselina cayendo de los doseles de la cama, pétalos de rosas rojas cual carmín en el piso, guiando por entre los escalones a una de la esquinas del cuarto que albergaba una gran bañera previamente preparada con agua caliente, llena de flores y velas. Todo era bello, en realidad era muy delicado, cuidado. Pero era una habitación normal de bodas, una suite.

Así que Yuri, aun sabiendo todo esto, tenía que admitir que estaba emocionado. Por la vista de los cristales descubiertos que le mostraban lo ancho y largo de la ciudad, con todos sus ríos, sus luces y sus hermosos palacios. Pero lo que más proyectaba inestabilidad sobre sus nervios era saberse que estaba solo con Viktor, con la puerta ya cerrada, tal vez con la intención de que nadie les molestara de aquí al final del mes.

Tragó aire como un pez, graciosamente. Levantando un poco el mentón y mirando las lámparas a media luz.

Las velas reflejaban perfecto aquella cálida sensación, los focos estaban de más.

―¿Qué te parece? ― pregunto Viktor justo a sus espaldas.

Enmudecido, Yuri se tomó los codos.

―No fue difícil elegir ― prosiguió Viktor, porque las palabras nunca le faltaban ―, es una habitación, pero era la mejor, la más bonita y la más disponible. Las velas son la mejor parte supongo.

―No. ― contradijo de inmediato Yuri.

Sacándose el saco del traje.

―La mejor parte eres tú. ― no tenía la voluntad de mirarlo cuando dejó caer el saco sobre una de las sillas de la habitación. Ni cuando jaló la corbata de su cuello, como en las películas, donde se supone que el lazo se desliza fácilmente.

En este caso había apenas jalado un poco la tela, lo suficiente para conseguir un agujero del tamaño ideal para sacar su cabeza y aun le daba la espalda cuando notó que sus manos temblaban, que estaba nervioso, temblando demasiado, intentando infructuosamente desabrochar los botones de su blanca camisa, y que probablemente estaba haciéndolo con demasiada rapidez, como si quisiera acelerar el proceso de perder su timidez, pero le estaba resultando magno e imposible. Trastabillaba con los botones, se mordía el labio temeroso de mostrar su verdadera fase.

Pero Viktor era puro, como un ángel, no pretendía nunca incomodarle más que lo suficiente y en este caso su última intención era hacer que todo se lograra de forma fluida y sólida, como si ambos tuvieran experiencia en ello. No la tenían porque ninguno había tenido antes una noche de bodas…

Encima, no podían culparse habían pasado de la tranquilidad absoluta y romántica del restaurante a la realidad del erotismo puro e intrínseco que la habitación desprendía y se sentían obligados a seguir. Viktor estaba soportando el deseo de olvidarse de todo, así que se abalanzó como un conejito contra Yuri y tierna, suave y consideradamente le tomó de las manos, explicándole solo con miradas que no tenía la necesidad de desnudarse en nerviosos movimientos.

Nada iba a ser acelerado.

Dejó que las manos del pelinegro descansaran a cada lado y luego se quitó el saco.

Yuri contuvo la respiración, Viktor había notado sus nervios, se le plantaba enfrente y le daba una muestra concreta de cómo había que quitarse la ropa. Primero el saco, luego la corbata, en realidad no lo había estado haciendo tan mal…

Y luego hasta sus pies, sacándose los zapatos con destreza, arrojándolos por encima de su hombro, primero el derecho y luego el izquierdo, enseguida se quitó los calcetines. Yuri estaba igual de desesperado que antes, con los ojos conmovidos, leyendo los movimientos de Viktor y admirando a su vez que todo le salía bien, la perfección era algo intrínseco a él. Desde la cuna probablemente.

Dejó los pies descalzos contra el frio piso cubierto de pétalos y la sensación fue en extremo agradable, pero le era más grato percatarse de la confusa mirada de Yuri. Su forma de creer que se estaba quedando atrás al no sacarse la ropa, le hacía sonreír.

Se sacó el cinturón y lo dejó caer en la misma silla que Yuri había dejado su saco. Se mantenía vestido solo por el pantalón y la camisa, probablemente la ropa interior y nada más. Luego de notar eso, volvió a permanecer en la misma pose calmada y única que antes le había mostrado al pelinegro, como si las cosas tuvieran un ritmo lento y antojadizo de forma natural. No había un solo verdadero motivo para acelerar el proceso.

Yuri respiró por la boca, apenas abría un poco sus lindos labios rosas cuando Viktor ya pestañeaba impresionado por la belleza incontenible de sus gestos. Articulaba cada palabra con una suave densidad cálida hasta el grado de parecer canticos celestiales y no palabras humanas.

―¿Debo desvestirme? ― preguntó con las mejillas sonrosadas como manzanas.

La atmosfera dulce les rodeaba incluso en el más mínimo ademan.

―Puedes hacer lo que quieras ― le explicó Viktor acariciándole la mejilla ―, lo que te dé la gana, mi amor. Quítate la ropa hasta enseñarme tus entrañas o permanece vestido, de pie, mirándome así como me miras, de ambas formas logras impresionarme hasta el punto en el que creo que he perdido la razón.

Yuri dio un respingo solo porque eso era lo único que le apetecía hacer cuando le hablaba de esa forma, casi ronroneante, como un suplicante gemido necesitado de plegaria amorosa. El absceso no se detuvo ahí, Viktor siguió haciendo lo propio, imitando su mudez y sosteniendo los botones de su camisa como si fueran copos de nieve y apartando uno a uno, poco a poco, revelando lo que detrás de la tela se cernía imponente y constante. El abdomen mágicamente trazado con las manos de los dioses.

No quiso quedarse atrás, no porque se sintiera presionado, en realidad estaba consciente de que Viktor buscaba para él todo lo contrario, que siguiera el ritmo que quisiera y se sintiera cómodo, pero la verdad es que su corazón jamás podría acostumbrarse a semejante espectáculo así pasaran veinte vidas, aun conseguiría sonrojarse ante palabras dulces y morderse los labios con los comentarios eróticos, porque Viktor despertaba eso en él, un arrumaco espiritual inconsolable.

Se dijo a si mismo que si Viktor se quitaba la camisa y lo demás él también lo haría, porque quería convencerle de que estaba listo para esto y no solo… ansioso por obtenerlo.

―Voy a desmayarme ― soltó dispuesto a todo cuando Viktor dejó caer la prenda por su cuerpo y reveló la belleza de su torso.

El ruso sonrió complacido. Y ayudó a Yuri con sus manos torpes a desabotonar la suya, sin apartar sus manos, solo apoyándolas, cariñosamente, cuidando sus movimientos como si fuera una terapia física de relajación, y al mismo tiempo hacía las de acercarse contra su oreja suave y mostrarle que también él estaba respirando con dificultad.

Se abrió en el pecho, porque así se abrían las camisas, pero Yuri jamás sintió que aquello le daría tanta vergüenza, a pesar de las decenas de veces que Viktor le había admirado en plena y completa desnudez, incluso llegando a extremos más sensuales que estos, pero las situaciones habían sido completamente distintas, ahora mismo no podía más que aprender a respirar nuevamente, como si fuera un bebé y concentrarse en no colapsar sobre los brazos del ruso, porque era algo muy probable si sus huellas dactilares seguían acariciando la tela encima de sus hombros y le ayudaban a desprenderse de la prenda.

Nunca en su vida había necesitado tanta ayuda como esta.

Le hacía parecer un niño. Y aquello a Viktor estaba enloqueciéndole.

Si la pureza tuviera un rostro el de Yuri se encontraría pulido en mármol y él lo besaría una inmensidad de veces.

―¿Te ayudo un poco más…? ― ronroneó contra su oreja, antes de besarla y llevar las manos hasta la hebilla del cinturón ― o quieres quedarte así…

―No puedo respirar ― admitió Yuri conmocionado por la cercanía.

―Eres tan lindo ― se burló un poco mordiéndole el lóbulo de la oreja.

Yuri tembló.

Pero Viktor hizo caso a su suplica, se apartó apenas un poco, solo lo suficiente para que el pelinegro sintiera que el espacio personal volvía dentro de sí y sus capacidades de supervivencia incrementaran notoriamente, siempre que Viktor estaba demasiado cerca las ganas de desfallecer le abrumaban demasiado. O al menos así se sentía a últimas.

Consciente de que Viktor le estaba tomando el pelo apenas un poco no se dejó amedrentar por la inseguridad y tomó el cinturón, sacándolo de un solo movimiento y dejándolo caer en el piso con avidez. No hubo forma humana de convencerle de que tenía el tiempo suficiente para enrollarlo y dejarlo contra la silla, pues sus manos se movieron atestadas de necesidad hasta los pies, despojándose de los zapatos y los calcetines, manteniéndose en igualdad de condiciones al menos hasta que una eventualidad cambiara este hecho.

―Listo ― murmuró con una pizca de orgullo.

―Precioso ― corrigió Viktor tronando los dedos sobre su rostro, como si el adjetivo fuera ideal.

Es que no había necesidad de sobrepasarse con las palabras siempre y cuando encontrara la adecuada daba la sensación de que lo había dicho todo. Y podía corregir a Yuri cuando se llamaba a si mismo listo, aunque obviamente no lo decía con esa intención, y mostrar un nuevo y mejor adjetivo como lo era precioso. Cosa que definitivamente era.

―Me refería a la ropa ― suspiró nuevamente preso de las ansias.

―Y yo a ti, en tu totalidad, completamente. ― rezongó

Yuri abrió nuevamente la boca, pero no dijo nada. ¿Qué más podía musitar? Nada, no había respuesta acertada ante esos comentarios.

―No seas tan elocuente Yuuuuri ― puso los ojos en blanco y esbozo una sonrisa inmensa, rodeada de una necesidad de esclarecer que la lógica no estaba dentro de su orden natural, mucho menos cuando de halagarlo se trataba.

―No lo seré ― interrumpió Yuri ante la obviedad. Y la verdad es que estaba conteniendo la respiración, porque las palabras le salieron atropelladas, como si acabara de salir de la piscina y buscara el aire del exterior.

Pero aquella distribución de diálogos solo había confirmado algo; estaba portándose como un cobarde. No de aquellos que temen y esperan que salga lo mejor, sino como aquellos que no tenían la voluntad de dar el primer pasó y tirarse al interior de la piscina porque temían ahogarse entre las profundidades del agua. La verdad es que Viktor no era una piscina, era un mar, y él se había ahogado entre sus formas hacía muchos ciclos lunares. Así que evidentemente nada tenía que perder, el primer paso debía, con énfasis en la necesidad, de ser dado por él. Por ello sus dedos no fueron lerdos ni perezosos cuando, cautelosos pero atentos, se acentuaron en el botón del pantalón, lo separaron con una velocidad envidiable y luego deslizaron la tela por entre aquellas bien tornadas piernas.

Sacando un pie y luego el otro.

Yuri había procurado no apartar sus pupilas de las de Viktor, quería que le viera bien la cara cuando hiciera todo. Mírame, estoy siendo valiente.

Pero Viktor no tenía ojos para otra cosa que no fueran los dedos de Yuri, maestros de la desnudez, tomaban el elástico de la ropa interior y lentamente la deslizaban por sus torneados y abundantes glúteos, deslizándose por la pelvis y la entrepierna, revelando la carne jugosa de sus muslos, casi apretados el uno contra el otro hasta sus rodillas rosadas, piernas largas estilizadas, pálidas como lunas y elegantes cual árboles.

Su entrepierna estaba ahí, expuesta como un castigo, un poco excitada pero aun dormida, Viktor la estaba mirando, aunque ya la había tenido en su boca, ahora había luz de velas y una necesidad incesante como las llamas y ponerse de rodillas cual perro para besarla desde la punta hasta la base. Absorto en sensaciones agradables.

Su lengua quería tocarle.

Pero Yuri no dejó que aquellas miradas victoriosas se cernieran sobre su cuerpo apabulladoras, lo hizo sin intención, pero giro sobre sus pies, y camino seductivamente hasta la bañera, preparada para recibir su cuerpo desnudo, con agua caliente, flores en el agua y tibieza al tacto, rodeada de pequeñas botellitas cuyo contenido era un misterio. Para Viktor el único misterio era el cómo su boca se había abierto tanto al notar las caderas contoneantes del pelinegro, con una cintura sexy y minúscula de la que caían sus preciosas nalgas como duraznos blancos, Viktor jamás se cansaría de mirarlas, mucho menos al desnudo.

Si fuera un mendigo sediento recién salido del desierto y le ofrecieran observar el bello cuerpo desnudo de Yuri o un vaso de agua, se grabaría en las retinas a tinta la imagen que estaba apreciando en ese mismo instante. Caminando, como si fuera un Dios, intocable, con timidez tocándose los codos y sumergiéndose en el agua mostrándole solo la espalda.

No esperó un guiño, ni la palabra precisa, solo le siguió como si se encontrar hipnotizado por ese juego de caderas. Casi atrapándolo entre sus brazos antes de que se le deslizara como si fuera una burbuja rosada bañándose con sensualidad bajo el agua transparente de la gran bañera. Su único deseo era seguirle hasta las profundidades de la porcelana de la bañera. Y así lo hizo.

Acomodando su cuerpo bajo el agua, justo detrás de él, rozándole los hombros con las manos, masajeándolos suavemente y sintiendo bajo sus firmes dedos de experto patinador la piel más suave, blanda y pálida que hubiera podido jamás imaginar, o resistirse a tocar. Poco a poco fue recostando su mejilla contra la espalda de Yuri, sintiendo sus piernas de cuclillas, y sus rodillas cerca de sus rodillas, como si uno cubriera al otro, le sirviera de escudo humano y protección. Y luego le abrazara de una forma singularmente embelesada.

Yuri apenas respiraba, el agua estaba caliente, los pétalos se le pegaban a la piel y Viktor tenía la frente contra su cuello, los labios casi sin tocarle sobre la espina dorsal y los brazos envolventes sujetándole el pecho, cerciorándose de que no escapara de su agarre como si fuese el agua de una cascada minúscula y traslucida.

Y lo que más le hacía desbordar sensaciones místicas era la forma en la que la entrepierna de Viktor suavemente rozaba contra su espalda, como quien no quiere la cosa, pero gozando enormemente el contacto débil y fluido que el agua y la posición les brindaba. Yuri miró abajo, por inercia, no porque fuese un crio sino porque estaba convencido que, espalda con espalda, ligeros roces y los labios de Viktor besándole la espalda mojada su entrepierna comenzaba a llenarse de un calor eclipsante y delicioso, del mismo modo en que la mantequilla de sus pensamientos se evaporaba como mariposas de miel.

Yuri suspiró, moviendo apenas el pecho, pero fue lo suficiente para que Viktor apartara su mejilla ligeramente y tomara agua entre sus manos, como una cucharita. Y con mucho cuidado, como si se tratara de un bebé la esparciera sobre sus brazos, sobre sus hombros, proporcionándole relajantes sensaciones y destensando sus músculos engarrotados por el estrés, la tensión y la incómoda cama del hospital. No se detuvo, continuó mojándole con las manos cada parte del cuerpo que aun permanecía fuera de la bañera, no había forma en la que Yuri observara su rostro, pero las gotitas de agua que comenzaban a caer entre sus cabellos negros chapoteaban en el agua clara, tan clara como los ojos de Viktor y de ahí la pureza de sus intenciones.

No necesitaba verle a la cara para saber que estaba disfrutando el mojarle. En todos los sentidos posibles.

Era la primera vez que estaban juntos dentro de una bañera sin decirse nada. Y aun así el tacto le transmitía la seguridad, belleza y fianza que Viktor tanto poseía dentro de sí, por más destruido que se sintiera. Por más que intentara contener el aliento.

Yuri tomó entre sus manos los pétalos de las flores y los llevo hasta su nariz, oliéndolos con profundidad, aspirando el dulce aroma de las rosas, como se impregnaba esa suavidad a su piel y a sus poros. Sintiéndose cada vez más hermoso y perfecto para Viktor, cincelado por sus propias manos, dejó caer los pétalos nuevamente y supo que no podía permanecer así para siempre.

Giró tan lento que el agua apenas detectó sus movimientos. Su mano de inmediato se encontró con la mejilla de Viktor, sujetándola y apretando la piel nieva entre sus dedos, encarando sus rostros y uniendo sus ojos como si se tratase de cuerdas ópticas azules y marrones. Viktor aún tenía la boca medio abierta cuando Yuri se sentó encima de sus piernas y le dejó un pétalo de rosa encima de la puntiaguda y perfilada nariz.

―Qué bello que eres ― suspiró Viktor con un tono quedo apenas perceptible. Sino fuera porque Yuri estaba realmente cerca de él jamás habría escuchado eso.

Las palabras que los amantes solo podían recibir y adorar con desesperados deseos.

―Comprendo que he de ser tuyo esta noche y aun así me faltan palabras para expresar todo lo que ahora siento, Viktor ― jadeó Yuri tomándole ahora con las dos manos y dejando un par de besos desesperados contra sus labios húmedos ―, solo sujétame entre tus brazos y hagamos que el mundo desaparezca… no necesito a nadie más que a ti…

―¿Me deseas tanto como yo te deseo a ti? ― preguntó Viktor deslizando sus manos hasta la espalda baja de Yuri, apretándolo contra su cuerpo cada vez más.

―Te deseo más de lo que el sol desea salir después de toda una noche de oscuridad ― admitió estirando el cuello a un costado, dejando que Viktor besara y bebiera de su piel.

Dejando la marca de sus labios contra las purpureas venas, sujetando a Yuri como si fuera una pluma preciosa delicada y maravillosa, olisqueando la piel de su cuello, sintiendo con firmeza el olor al sudor de Yuri, que solo era almizcle con miel, cuyos ojos aun cerrados seguían pareciéndole dos barras de delicioso chocolate fundido. Podría cerrar sus ojos, ponerse la ropa, pero nada podría hacer con el olor que de él emanaba, atrayéndolo como si fuera una droga.

Viktor rebuscó entre los frascos, notó que evidentemente había más de una decena de limpiadores corporales, faciales y para cabello, pero su interés fue directo a un pequeño recipiente cilíndrico cuya etiqueta resplandecía en preciosas letras cursivas, sería tal vez algún liquido viscoso y con un olor nada hermoso comparado con la natural esencia de Yuri. Pero de momento era lo que tenían y principalmente era lo que necesitaban.

Viktor hubiera gustado prescindir de él, prescindir de aquello, pero sería necesario si buscaba que Yuri se sintiera completamente bien. Y no es que en realidad no quisiera usarlo por ser egoísta, sino porque estaba casi seguro que sus cuerpos eran tan compatibles que traspasaban por mucho los grados de la realidad y la fantasía misma guiaría la canción nocturna que escucharían cuando el sonido de sus pieles tocándose incrementara.

Cosa que esperaba con ansias.

Derramando el lubricante sobre sus manos, con tanta abundancia que sus dedos estaban completamente pegajosos, sus manos y gran parte de sus palmas.

El pelinegro no había dejado de abrazarse a él, sin estar muy atento aquello que Viktor planeaba a sus espaldas, en cambio seguía concentrado en relajar sus músculos con el agua caliente, en llenarse de la fragancia de rosas y respirar con cuidado sobre el pecho de Viktor, sintiéndolo, fuerte, torneando, delicioso y excitante. Uniendo sus miembros apenas mínimamente por debajo del agua y otorgando caricias tan leves, superficiales y casi inexistentes encima de la piel contraria.

O al menos estaba concentrado en ello cuando sintió que las manos de Viktor se sumergieron en el agua y se colocaron sobre sus nalgas de forma posesiva, arrimándolo cada vez más hasta su propio miembro y apretando con intensidad la piel abundante que bajaba de sus caderas. Un sonido erótico brotó de su garganta pero también fue silenciado por las palabras nerviosas que emergieron de él cuando supo la tormenta que se avecinaba…

―Viktor, Viktor ― boqueó cuando los dedos del mayor tentaron con una delicadeza impresionante la parte más íntima que Yuri podía poseer ―, Viktor dime, ¿Lo has hecho antes ya?

Se detuvo en el acto como si la situación lo ameritara, a Yuri no podía importarle menos si había tenido cientos de novias o novios y si hubiera hecho eso, eso era lo de menos, pero buscaba saber si sería cómodo, si le dolería o se derretiría bajo las manos expertas del maestro.

―No… ― susurró Viktor, ilusionado por la sensación de la piel suave del pelinegro, sin tomar en cuenta su súbita rigidez, tanteó cada vez más la zona, solo superficialmente, la orilla, lentamente, con la punta de sus dedos, de forma circular… ―¿Qué? ¡No, espera sí!

―¿Si lo has hecho? ― preguntó Yuri buscándole los ojos.

Viktor rehuyó la mirada, hacía menos de un minuto había estado absorto en tocarle y ahora se recordaba a si mismo que era malo mentir sobre todo en este punto, pero que temía que la verdad los hiciera parar.

―Sí, no, no así… ― buscó cuidadosamente cuales serían sus palabras ideales para evitar que aquella bañera los llevara al desastre ―, no ansiando de verdad realizar un acto como este.

La atmosfera de fastidio solo duró un instante, no fue una sensación persistente, pues de inmediato se apartó de ambos como revelando la cortina de la verdad, Yuri dejó caer su cuerpo como si fuese un peso muerto, sus músculos tensos se convierten en ligas plásticas, hormigueantes, que súbitas se precipitaron contra el cuerpo de Viktor, dejándose hacer con total carencia de voluntad y una necesidad subyugante de sentir como le tomaba entre los brazos. Satisfecho de la respuesta y ansioso por la continuación.

Mordió su labio y sujetó los cabellos de Viktor en la parte de la nuca.

Viktor se supo convencido de continuar y no se hizo esperar, buscó la boca de Yuri preso de salvaje ansiedad, presionando sus labios con una fuerza tal que la cabeza del pelinegro terminó por ceder hacía atrás y recargarse contra el filo de la bañera, posando con el cuello extendido de un cisne elegante, pero la boca ocupada entre los finos labios, carnosos y jugosos de Viktor que no dejaban de exigir atención y a cada instante se volvían más reiterativos, apenas moviéndose, juntándose, se abrían, daban paso a la blanda lengua y a la saliva húmeda y caliente que pasaba entre las bocas de ambos y se unía en el contacto de los dientes, de la boca y partes de todo lo demás, primero a la izquierda, luego a la derecha, no había tiempo de buscar aire. Porque seguían necesitando fervorosamente comer y beber de le embocadura contraria.

Las manos de Viktor por otra parte, seguían trabajando, tan lento como un reloj atrasado a una velocidad mucho menor. La boca era la adrenalina y las manos las esclavas del tiempo inmenso que arrastraba sus acciones a ser cuidadosas, apenas interpretables, cuidadosas y tímidas. No había forma de que ahora Viktor detuviera el avance ya estaba sintiendo el interior de la abertura rosada. Orificio precioso tan apretado y perfecto que Viktor habría podido profanar directamente no sin generar un poco de sangrado.

Cosa que no estaba dispuesto a lograr.

Convencido de que Yuri ya no daría el respingo correspondiente con sus manos estiró un poco la piel de sus glúteos y con la profesional mano derecha se aproximó ya sin rozar los alrededores, esta vez dirigiéndose directo al interior, lento y pausado, apenas el principio del índice. Y Yuri se tensó, mostrando un ligero tono rosado en su rostro, cubriéndole casi por completo.

Viktor lo miraba con los ojos de raya, apenas entreabiertos. Yuri los tenía cerrados y la boca abierta, respiraba con la boca y su aliento humeante y cálido pegaba directamente contra su rostro, como si fuesen jadeos salvajes, animales, preso de hiperventilación brutal. Viktor no tenía más remedio que forzarlo a continuar respirando con normalidad a base de besos desperdigados entre los labios, la comisura de la boca y su mentón.

Apenas era la punta del dedo y Yuri tenía la sensación de haber perdido un poco de su razón, había cosquillas en la punta de sus pies, su estómago y cada terminación nerviosa, su estómago se apretaba y retorcía de nervios y el traidor de su corazón no dejaba de recordarle que era humano y Viktor un Dios, porque su forma de besar no hacía más que acelerar sus descontrolados latidos. Y la sensación no terminaba… Viktor no tenía misericordia de su fragilidad mental.

―Vik…tor, colapsaré ― advirtió ante la nueva apropiada sensación invasiva de su dedo lubricado, bajo el agua, ingresando en sus entrada.

―Resiste ― suplicó Viktor mordiéndole el cartílago de la oreja.

Supo que Yuri no tenía paciencia para lentitudes, le exigía más contacto, más besos y mucha más atención, por más que hubiera intentado hacer todo lento, de forma correcta Yuri hizo el movimiento de cadera adecuado para que el dedo de Viktor se internara en él y así él pudiera jadear satisfecho finalmente, victorioso. Le buscó el rostro, porque aunque lo tenía muy cerca su atención se focalizaba en otra parte, disfrutando de su cuerpo precioso bajo sus brazos, o de su calor corporal y cualquier cosa.

Tenía los ojos cerrados con fuerza, estaba a la expectativa del dolor, pero la sensación nunca llego, y tenía miedo de moverse, pero sus pulmones no daban tregua. Soltaban largos y profundos suspiros que hacían sus pulmones moverse y por ende sus caderas un poco, Viktor supo que debía moverse, relajarlo lo más posible, y Yuri estaba cooperando, así que antes de darle tiempo a reaccionar y quejarse; dejó entrar otro dedo con la misma fuerza que Yuri propicio la entrada del primero.

Esta vez sus ojos se abrieron, por la sorpresa, su boca soltó un fuerte jadeo y miró a Viktor buscando una respuesta ante la majestuosa nueva sensación descubierta, que ni por asomo rodeaba la incomodidad.

Sus ojos se volvieron los de un conejo intrépido y antes de que Viktor pudiera explicarle que era la hora del movimiento Yuri tomó revancha contra su rostro y se restregó impertinente contra su mano, sintiendo a Viktor por completo en su interior, dos dedos, que abrían la piel perfecta de su desconocida virginidad. Estaba entusiasmado, siempre lo había estado, pero ahora mismo el calor corporal había comenzado a crecer y Viktor entendía… Yuri estaba finalmente ansioso y expectante. Gozándolo.

No lo hizo esperar, porque la boca de Yuri estaba hambrienta de contacto, sus manos como ladronas se posaron sobre su pecho y lo tocaron como queriendo asegurarse de que permanecían bajo su toque suave.

Una vez que Viktor comenzó a acariciarle dentro de su suave y cálido interior, Yuri dejó de tocarlo con las palmas, para colgarse de su cuello, tembloroso como la última hoja de un árbol en otoño gimió lastimosamente al sentir la fricción de los intrusos que no dejaban de acariciar sus paredes interiores buscando su mayor placer.

''Mnghh'' fue el sonido que salió de su profunda garganta, la forma en la que sus uñas se enterraron en la espalda de Viktor. Apretando con sus caderas y restregándose suavemente bajo aquel cosquilleo interesante y agradable que no dejaba de invadir en su interior. Viktor le tomó del mentón porque estaba buscando admirar su expresión, lo hizo con cuidado de no sobrepasar el límite y besándole con cariño los labios, de forma apenas perceptible como un suspiro bajo. Antes de que pudiera intensificar el beso, Yuri tomó la mano de Viktor y con completa intensidad, cerró los ojos ante sus pálidos y fuertes dedos, besándole los nudillos, uno por uno, profesando cariño silencioso y adoración.

Abrió los ojos como un búho, dejó de besar esa mano, para después, con gloriosa lentitud, sumergirla bajo el agua hasta donde se encontraba su acalorada y despierta entrepierna. Viktor no dejó de apreciar, ni por un mínimo instante el semblante decidido de Yuri, sus seguros movimientos lentos y bajos desvaneciéndose entre quejidos ahogados. Por eso cuando Viktor tomó entre sus manos el miembro de Yuri, admiró como genuinamente cerraba sus ojos ante la placentera sensación.

Con ambas manos ocupadas, Yuri solo podía disfrutar del masaje. Sus nervios estaban frágiles y la respiración apenas era la de un náufrago saliendo del agua, buscando aire a bocanadas.

Viktor se mordió el labio, Yuri era todo timidez y ternura, pero cuando se trataba de su placer era de lo más enérgico, lo descubrió aquella vez que degustaron de las fresas y el chocolate, pero ahora era mucho más consciente de su descubrimiento, le encantaba sentirse bien y le encantaba ser el causante de su rostro extasiado.

Contento con el movimiento ágil de su mano, que no despegaba los dedos de su cálida piel, Yuri soltó a Viktor y se dejó caer dócilmente contra la orilla de la bañera el cuello en alto como un cisne y los codos en la orilla, brazos abiertos y cabeza hacía atrás. Viktor usando todos sus recursos para hacerle jadear estaba convulsionando lentamente de forma gradual, hasta que abrió las piernas sobre los lados de la bañera como si se encontraba en un burdel.

Viktor tuvo que aguantar un jadeo, porque la imagen era impresiva y su presión estaba subiendo de forma alarmante, estaba descuidándose por completo a si mismo… pero al ver las piernas de Yuri abiertas, escurriendo agua, con los pies y músculos tensos por el frote gustoso que se desarrollaba en su cálido interior hacía que valiera la pena.

―Oh Yuri… ― Suspiró aumentando el ritmo de la masturbación. La simple imagen le excitaba.

Se inclinó sobre él, como para besarlo, pero no llegó hasta sus labios, solo acercándose primorosamente para escuchar los angelicales sonidos que brotaban de los labios del pelinegro como si fueran maldiciones dulces bañadas en deseo. Estaba disfrutando enormemente de las atenciones de Viktor. El mayor se mordió el labio, las reacciones de Yuri eran tan perfectas y poco disimuladas que estimulaban su deseo en límites casi incontenibles.

―Ah, Viktor ― jadeó Yuri indefenso clavándole las uñas en los hombros.

Movió el cuello de atrás hacia adelante buscándole los ojos aún bajo los efectos placenteros del toque de su esposo, sintiéndose víctima y preso de un placer extraño no podía evitar gemir lastimosamente como suplicando por más y sintiendo un verdadero gozo culpable cada que Viktor deslizaba sus dedos dentro y fuera de su interior, con movimientos genuinamente agradables.

―¿Estás sintiéndote bien? Yuri… ― preguntó Viktor honestamente interesado, casi ronroneándole en la oreja, y depositando una hilera de besos sobre el cartílago de la misma hasta la línea de su mandíbula ―. Me gusta hacerte sentir bien, ¿Te gusta?

―Me gusta ― admitió en un gemido, el ruso no paraba de complacerle y Yuri sentía que iba a venirse en cualquier instante.

Antes de que ese momento llegara quería asegurarse de que Viktor le diera el tratamiento que corresponde, en todos los sentidos posibles, con mayor razón se propuso recobrar la compostura y dejar de llevar su cabeza hacia atrás cada que el mayor rozaba puntos placenteros en su interior o sobre su miembro, con el exquisito masaje que no había dejado de proporcionarle. A duras penas consiguió mantenerse con la frente en alto

―Viktor… a la cama ― pidió de una vez por todas, intentando reingresar sus piernas abiertas al interior del agua cálida.

Cosa que Viktor no le permitió, pues sujetó con firmeza debajo de su rodilla derecha, la piel blanda y traslúcidamente blanca que marcaba sus venas rojas por el esfuerzo tras mantenerse abiertas. La levantó tanto como le fue posible y detuvo, por primera vez en minutos eternos, el tratamiento que había dado a Yuri, solo para llevar esa rodilla suave y rojiza hasta sus labios. Besando con cuidado y devoción.

―Viktor… ― insistió suplicante Yuri intentando, por sus propios medios, incorporarse de la bañera.

Pero fue en balde, Viktor no se veía dispuesto a soltar su pierna y Yuri no tenía la capacidad ni compostura suficiente para impulsarse lejos del agua perfumada en rosas, cayó nuevamente generando una corriente pululante en el agua y Viktor le dirigió una mirada extasiada. A los ojos de Yuri ya no era un ser humano, tenía más bien la apariencia de un depredador de afilados ojos azules y labios de cereza, rojos hasta el infinito por los besos y las mordías, ¿Cómo extraía su rostro en este momento?

Iba a abrir las piernas de nuevo, porque volver al juego previo no le molestaba en absoluto, pero Viktor tomó sus cabellos con una fuerza ligera y le comió la boca sin ninguna compasión, juntándole las piernas y pasando su brazo por debajo de ambas. Yuri estaba concentrado en la lengua contraria, saboreando su delicioso sabor místico, aprovechando que Viktor estaba por cargarle para colocar sus brazos de candado en el cuello y tan pronto como pudieron, Viktor lo levantó de la bañera en brazos.

El agua escurrió por el cuerpo de ambos, como gotas salvajes de lluvia del tifón, cubriéndoles enteramente como una densa capa de sudor delicioso. Y lleno de brillantes reflejos de piedras preciosoas que brillaban en contraste a la luz de las velas.

Acarició la mejilla de Viktor sin dejar de besarle, consciente de que estaban caminando a ciegas hasta el colchón, porque tenían los ojos cerrados y la mente concentrada en otras cosas. Pero para Yuri el piso había dejado de existir hacía mucho, las nubes eran el complemente a los brazos divinos de Viktor y el cielo estrellado su aliado eterno y cómplice.

La cama vomitaba cobijas, se encimaban una encima de otra con cojines en la parte posterior retacando cada espacio, soportaron con cuidado el peso de los amantes que se dejaron caer encima suyo, soltando un ligero rechinido en el colchón y un golpe sordo de las patas contra el piso. Escurrían agua que manchaba los preciosos bordados, que a su vez absorbían y dejaban caer a secas contra el piso de mármol y la alfombra rojiza.

Le había dejado, con todos los cuidados contra la cama, había intentado no devorarle por completo apenas lo tuviera recostado en ella, pero había fallado, como la mayoría de sus planes improvisados fallaban, le hacía falta tener más determinación. Yuri era capaz de romper sus intenciones en un instante solo con mostrarle aquel bello rostro enrojecido y húmedo, permeado de la más agradable satisfacción placentera y erótica.

Yuri era una estética entera.

Lo hacía sin querer, es que tener a Viktor cerca, tocándole las piernas con las puntas de los dedos, era ya imposible de resistir al resorte entre sus rodillas que le suplicaba abrir las piernas para dejarlo entrar en medio de él. Y Viktor se acomodaba perfectamente en ese espacio, como si hubiera nacido para él. Apretaba con su izquierda la carne de su espalda baja y con la derecha acariciaba su pierna izquierda desde el muslo, y su cara interna, hasta las rodillas y las pantorrillas, por suerte… Yuri era flexible y Viktor podía disfrutarlo.

Al mismo tiempo y sin detenerse, se besaban, porque el contacto entre sus bocas era el láser inquebrantable y romántico que unía no solo sus cuerpos sino sus espíritus. De vez en cuanto en medio del beso, abrían los ojos solo por el simple deleite de encontrar el rostro contrario sumergido en el deseo libidinoso y puro celestial.

Jugaban de todas las maneras posibles, primero con el labio inferior luego el superior, los dientes, la lengua, las mejillas, todo a su alcance lo explotaban como burbujas rosadas y suplicaban a dios, que los había unido hacía poquísimo, que aquel contacto íntimo no se detuviera.

Pero Viktor tenía que romperlo, estaba en su límite.

La nula respiración le había causado una ligera punzada de dolor que le hizo desprenderse de la boca ansiosa del pelinegro, pero aquel dolor ínfimo no le detuvo en lo mínimo pues apenas logró recargar sus pulmones de aire se disponía volver a la carga contra la boca enrojecida e hinchada de Yuri, eso hasta que notó la perfecta imagen que descansaba sobre el colchón. Lo maravillosamente bello que Yuri se veía recostado ahí, con los brazos por encima de su cabeza, el pecho agitado en suspiros enamorados, cortos e insuficientes y las piernas, preciosas piernas largas y bellas, que había admirado diez mil veces y lo haría de nuevo si se le presentara la oportunidad, como ahora.

Juntó las piernas de Yuri, el pelinegro se sorprendió, pero guardó silencio tanto como le fue posible. Viktor tenía la mirada de alguien que analiza algo recién comprado, pero como si hubiera sido lo que estuviera esperando desde que su existencia en el mundo había sido concebida. Y Yuri tenía los muslos pegados, el culo un poco expuesto y la mano de Viktor bajo ambas rodillas.

―¿Te he dicho que eres lo más hermoso que he visto? ― suspiro acariciándole con la uña desde la punta de su pie hasta el interior de sus muslos.

Yuri tuvo la sensación sensual de que Viktor le torturaba con sus caricias exquisitas. Sus pulmones llenos de mariposas se agitaban cada que le tocaba de esa forma tan descontrolada y certera, en el lugar y punto exacto, el tiempo preciso, la cantidad perfecta. La situación indicada se convertía en un abismo de deleite.

―Todo en ti es maravilloso ― admitió maravillado, besándole los pies, cada dedo y cada centímetro de piel.

Admirado de la paradisiaca belleza grafica de su piel, sus uñas y su figura, contorneada con plumones de lo más perfecto. En niveles inconmensurables Viktor quería hundirse y gozar de Yuri todo el tiempo que le fuera posible hasta que su cuerpo no rindiera más.

Comenzaba a gozar de los besos en sus pies y piernas cuando soltó aire abochornado; Viktor nuevamente le abría las piernas de forma seductiva pero fatal. Sin dejarle nada que esconder, nada podía escapar bajo sus ojos tentativos y luminosos que examinaban con cuidado cada límite y centímetro de su cuerpo, como un escáner. Se relamía los labios y fruncía las cejas, le gustaba todo lo que veía probablemente mucho más de lo que era sano admitir.

Y Yuri estaba llevando sus ojos una y otra vez en repetidas cuentas hasta la entrepierna de Viktor, tan perfecta y grande como la recordaba, magistral y deliciosa, su sabor era incomparable. Podía bien ponerle encima de sus platillos favoritos de comida, aunque el semen no tenía el mejor sabor, siempre había sentido un absoluto placer, que no temía admitir, por el salado liquido viscoso que brotaba de la punta del pene de Viktor cada que se excitaba de más, y ahora mismo la imagen de las gotitas de presemen solo estaba tentándole… quería lamerlo, tocarlo y recorrer con sus manos apócrifas los músculos perfectos y varoniles de Viktor.

El deseo era tal que comenzó a sentirse nervioso y tembloroso bajo las manos de Viktor, ansioso por ser tocado nuevamente, hasta comprenderse lleno del contrario y consumar finalmente con ese pacto.

Como si estuvieran conectados por telequinesis, Viktor se inclinó cada vez más contra él, esta vez con su boca juguetona cerca de sus pezones rosados y sensibles por el frio después de haber estado bajo el agua caliente, eran lindos botones como flores de cerezo que se erizaban igual que el resto de su cuerpo, pero brotaba del centro un precioso y jugosos manantial de afrodisiaco que surtió efecto de inmediato cuando Viktor rodeo con sus labios uno de los jugosos pezones. Lo consiguió porque tan pronto Yuri se sintió preso de esa abrasadora pasión y sus piernas se aprendieron a la cintura de Viktor, empujando coxis contra coxis.

Sus brazos siguieron los mismos deseos y volvieron a prensarse del cuello de Viktor, esta vez como si no le dejara escapatoria libre y forzara sus cuerpos a unirse con voluntad insaciable.

Viktor tomó su cintura con ambas manos. Cerró los ojos impávido y apretó la carne laxa de sus caderas, hasta que las uñas dejaron marca. Frotó, lo más que pudo su entrepierna con la de Yuri y se dio cuenta que súbitamente se encontraba solo a centímetros de rozar su entrada.

Soltó su pezón y se dirigió nuevamente a la boca, donde Yuri gemía y gozaba la sensación piel contra piel, las caricias suaves y los apretones fuertes, cada roce era suficiente para hacerle perder el control de sus cuerdas vocales, exigiendo gritos extasiados y para ofrecerle un alocado tamborileo cardiaco. Estaba hecho un mar de sensaciones y Viktor se limitaba a besarle, posicionarse entre sus piernas y abrazarle como si la vida se le fuera.

―Hazlo Ya, Viktor ― el sonido de súplica emanaba desde el fondo de su estómago, el vientre bajo le apretaba con claras intenciones de dejarse hacer súbitamente emocionado por las posibilidades.

Posibilidades que Viktor se veía muy dispuesto a cumplir, sobre todo cuando sus manos dejaron de entretenerse con las caderas y piernas del pelinegro, esta vez la disposición a seguir adelante estaba cada vez más cerca, con cuidado, sentimientos delicados y posiciones pélvicas eróticas comenzó a sumergirse lentamente en el interior apretado de Yuri. Este gimió bajo cuando notó la densa magnitud de la intromisión, nada comparada con los dedos que antes le habían arrancado suspiros gozosos.

De inmediato dio un respingo y los brazos que cómodamente se habían adecuado a la parte superior de su cabeza bajaron de un tirón para aferrarse a las húmedas y resbaladizas cobijas, clavando las uñas, con gran parte de los dedos sobre ellas, como si fueran las culpables de que ahora mismo Viktor comenzara a penetrarle.

―Abre los ojos Yuri ― ronroneó Viktor sin detenerse, con la mano en su miembro, acomodándose lenta y forzosamente.

Si bien no le había avisado, ni dado advertencia alguna, la conclusión era la misma y comenzaba a sentir las apretadas paredes de Yuri ya sobre la punta de su falo, convulsión atómica de placer acentuado en los nervios sensibles que rodeaban la extremidad. No hubo forma de detenerse una vez comenzada la acción.

Viktor se apartaba el cabello de la frente, que sudaba con esfuerzo de enorme paciencia para no morderlo violentamente y someterlo bajo sus fuertes brazos cubriéndolo de fino amor picaresco. Ahora tenía las manos apoyadas a ambos lados de la cadera de Yuri y buscaba con sus pupilas el semblante del pelinegro, a sabiendas que Yuri no le regresaba las miradas.

Que tenía las piernas abiertas, las rodillas dobladas, los dedos de los pies apretados, así como sus cejas de flechas y su boca rosada en una mueca que no imitaba el terror, en cambio suspiraba eterna en la tormenta de la desvirgación.

Viktor estaba deseoso de decirle a Yuri mil cosas, pero se callaba porque el aire iba a expirar de su boca como un jadeo y prefería evitar hacer cualquier perturbación, le gustaba admirar a Yuri en su estado natural, gozando solo en una sintonía distinta a la suya, sintiendo su propia profanación. Pero el asiático no se lo permitió… tan pronto como un rayo, cuando Viktor dejó de ingresar en él, abrió los ojos. Aquellas flores preciosas, almendradas, con una delicada figura racial incrustada en lo rasgado de las orillas, llegaron hasta sus ojos y le engancharon de forma posesiva. Seguido de un brutal sonrojo y la lengua pasando lentamente contra sus labios. Yuri le miró delicadamente por un instante, conteniendo la respiración.

Y soltó el colchón.

Para tomarle del cuello y pegarlo a su pecho.

El ruso se replanteo su posición tan pronto estuvo entre los brazos de Yuri, sin dejar de percibir el eterno placer que permanecer dentro suyo le otorgaba, la ternura de sus modos le dejaba en colapso completamente, friccionando lentamente entre sus piernas, sumergiendo su rostro en el espacio entre el cuello y el hombro, besándole lentamente justo ahí. Guiaba sus manos pequeñas por la gran espalda de Viktor y apretaba cautelosamente una vez que Viktor movía sus caderas en un nuevo compás.

Estaban completamente abrazados, frente contra frente, con los brazos unidos en una fusión, no tenía la mínima imagen de parecer unitarios, en cambio se fundían y sus pechos se pegaban, sintiendo las palpitaciones contrarias en la cavidad torácica cada vez más profundamente, lamiéndose el sudor y jugando con la flexibilidad. Escuchando el sonido relajante de sus pieles chocando entre un gozo gracioso y una pasión exorbitante.

Viktor jadeaba contra su boca, se movía de una forma única e irrepetible, ni siquiera mantenía una secuencia o un ritmo, podía soltar dos estocadas rápidas seguidas de una lenta, pausada y calma, como la marea de Hasetsu, continuos besos que no daban tregua y las uñas se clavaban en la piel, solo para después acariciar la parte afectada y enrojecida como queriendo aliviar el contacto, transmitiendo la paz de una unión insólita.

Yuri reaccionaba al contacto de igual forma, exprimía su pelvis para sentirlo más dentro de sus entrañas, y luego se retractaba de la proximidad alejándose. Suspiraba desde el estómago y besaba apasionadamente los labios de Viktor, su mentón sus mejillas, tenía un hormigueo constante en la fricción de su vientre con su propio miembro y la intromisión del pene de Viktor en su cálido y reconfortante interior, como un intruso que se colaba dentro con todo el permiso y luego tímidamente retrocedía solo para volver con la fuerza de un volcán, bebiendo magma de sus labios y expresiones, exaltado por el calor corporal que ambos desprendían,

Se acariciaban todo el cuerpo con las manos. Temblaban. Soltaban gestos, suspiros, aire en el cuerpo, sudor en cada centímetro, pero la posición no había cambiado, Yuri bajo la jaula de músculos del peliplata, se retorcía bajo las cobijas, se enterraba en el colchón y tiraba de su cabeza una y otra vez, jalando los cabellos del contrario, moviéndose y finalmente rotando.

De costado uno frente al otro en el colchón a Viktor le encantaba la nueva posición, tenía el trasero de Yuri expuesto y aunque lo estaba penetrando sin prisas no iba a perder la oportunidad de masajearlo y tantear con sus dedos curiosos la húmeda entrada que ambos compartían en este punto, sin dejar por supuesto, de apretar su cuerpo en un abrazo enamorado y de comerle la boca con toda su necesidad frustrada.

La luz le parecía demasiada, los focos le irritaban, necesitaba oscuridad, porque sentía que la noche reivindicaba las emociones, las sensaciones, tal vez solo era algo de percepción pero quería moverse con toda la libertad y clavar sus caderas encima de Viktor una y otra vez con un galope salvaje, necesitado y endiosado por el placer tortuoso de pertenecerle todas las veces que fueran necesarias. Yuri sabía que pedir oscuridad para dos personas que se conocían tanto en todos sentidos y ahora piel contra piel se reconocían como si fueran almas gemelas, era inútil, pero deseaba sentirse menos exhibido y al mismo tiempo adoraba la forma en la que Viktor le miraba.

Como si fuera el sol.

No, no había nada más en la habitación.

La cama había dejado de ser cama, no había más que nubles flotando en lo que rodeaba sus cuerpos, que se exhibían desnudos el uno contra el otro, revelando la pureza de sus pieles y el contacto intenso de embestidas que no se detenían, dejando un rastro de placer con cada nueva entrada y salida, gemidos desbocados que se precipitaban seguido uno del anterior, se atropellaban entre besos y palabras, consumidos entre el desenfrenado placer conciliador del abrazo profundo que no dejaban de otorgarse.

Lloraban de placer, fruncían el ceño por la complejidad de sus sensaciones, se dedicaban al cuerpo y volvían a la mente solo para reparar que se adoraban con engorrosa manía. Endemoniada necesidad angelical de pertenecerse mutuamente, de no soltarse ahora que estaban haciendo el amor. Viktor hablaba, entre besos, quería decir cosas, que le amaba, que estaba teniendo esta sensación tan agradable, placida y que no podría repetirlo nunca en la vida, porque algo así de intenso solo se vivía una vez y gracias a los dioses le habían dejado sentir esa increíble sensación gratificante.

―Yuri, Yuri, Yuri ― le llamaba una y otra vez, como si no lo reconociera, intentando descubrirlo entre sus brazos cada que le llamaba por su nombre, como si con eso lo reconstruyera. No lo perdiera.

―Vik…tor ― apenas le respondía. No tenía calor, se quemaba, había algo dentro de sí dejándole una confortable oleada de placer que no se detenía en cambio se incrementaba conforme más se tocaban.

¡No sabía de qué forma! Si ya se tocaban enteramente, por completo, y aun así se apretaban más, tanto que parecía iban a convenirse verdaderamente en uno solo.

Yuri ya no se sentía como Yuri, había dejado de pertenecerse a sí mismo. Ser suyo siempre había sido su más sumiso deseo, su más culposa necesidad, incluyéndose en su interior de una forma aterciopelada, cualquiera diría que la obsesión lo había llevado lejos, pero la realidad es que ahora él se sentía por completo de Viktor, lleno de él por completo, incomprendido la manera en que se abría paso en sus entrañas y se tocaban con fuerza, moviendo las caderas con sencillo galope.

De nueva cuenta, sin ser consciente de sus propios movimientos, Yuri tomó dos puñados de pelo de Viktor y le jaló con fiereza buscándole la boca, a su vez las piernas que inútilmente desenvolvían un papel medianamente erótico se aferraron con intensidad a la cadera de Viktor, exigiéndole crudamente que le diera con más dureza porque estaba disfrutándolo en todos los sentidos posibles, la forma en que sus paredes se abrían para dar lugar a su potente virilidad, creando un nuevo incipiente circulo de placer, masajeando y toqueteando el musculo sensible de su cuerpo, la piel que brillaba como estrellas y sus manos que se fundían como mantequilla contra la espalda del pelinegro.

A Yuri le llegó el éxtasis de una manera que jamás creyó imaginar, simplemente porque nunca había tenido la experiencia. Si, se había venido un montón de veces en su mano y en la boca de Viktor, pero ahora mismo, era algo distinto. Se sorprendió a si mismo jalándole el pelo, gritando con auténtica pasión y estremeciéndose bajo el yugo de sus atormentadores besos, cuando Viktor entraba en él y pegaba duro hasta el fondo, Yuri perdía un poco más de aire y de su equilibrio mental.

Abría los ojos solo para ponerlos en blanco y gemir tanto como le era posible.

Y luego el chorro blanco caliente y pegajoso brotó de él como si fuera inevitable. Sobre todo por la forma tan descontrolada en la que Viktor golpeaba con su pelvis al interior de sus entrañas y Yuri nunca había pensado que podía venirse solo por aquella enloquecedora sensación y la preciosa sensación que no dejaba de llenarle con cada nuevo movimiento.

Su orgasmo fue lento, placido, de alguna forma terminó con el cuerpo contra el colchón nuevamente y con un salvaje esposo encima suyo, moviéndose de forma desenfrenada. Contuvo la respiración cada que un nuevo chorro mojaba el vientre de ambos y escurría entre su abdomen, acentuándosele en el ombligo, cayendo a gotas hasta las cobijas, ensuciándole las caderas.

De alguna forma el ruso se las arregló para tomarle la pierna y levantarla tanto como le fue posible, simultáneamente besarle la boca, ansioso como perro sediento, mordiéndole el labio inferior y por mera curiosidad llevó sus dedos hasta el líquido que escurría en la pelvis de Yuri, sintiéndolo todo… claro, cálido y de una forma deliciosa. Pero lo más hermoso de aquello era que sin duda Yuri lo estaba gozando, tanto como él, se había corrido por él y Viktor estaba a nada de hacerlo.

Yuri lo abrazó nuevamente, no queriendo separarse de él, aun bajo sus incesantes y deleitadas estocadas, succionándole la piel del cuello, mordiéndole la mejilla, acariciándole las nalgas, y los fuertes hombros. Solo de imaginarlo abajo apretaba cada vez más y Viktor estaba a poco de seguir soportando aquello.

En medio de sus increíbles vacilaciones levantó su azul mirada, notando de inmediato el rostro precioso de Yuri, sus bello cuello expuesto lleno de marcas que no recordaba haberle hecho, su frente perlada de sudor, labios rojos cual rosas y sus pestañas perfectas llenas de carbón negro, tanto como sus ensortijados azabaches cabellos que se despeinaban como una maraña violenta en su cabeza, la boca abierta, la lengua llena de saliva y sus dientes de perlas relucientes.

Sus ojos se abrieron, Viktor los miró, embistió con dureza en su interior y solo le fue necesario besarle los parpados que cubrían delicadamente las pupilas más grandes, redondas y de un café embelesante para terminar en lo más profundo de su interior. Lleno de una euforia salvaje, que cargaba consigo el orgasmo en sí mismo.

El orgasmo era un segundo de placer, tan corto como un suspiro largo, pero tan largo como volver de la muerte, era casi como sentir que podías morir ahí mismo de lo condenadamente bien que eso se sentía, eran impulsos eléctrico, besos suaves y despacio, respiración agitada y el ya conocido líquido que se derramaba y acentuaba en donde quiera que el orgasmo llegara. Un momento libre, donde la mente volaba, el corazón se expandía y los órganos se apretaban los unos contra los otros liberando una incesante carga de éxtasis.

Viktor se había corrido, con todas las de la ley, en el interior de Yuri. Y apenas se repuso se dio cuenta que aquella noche no había ni empezado…

No, no tenía pensado hacerle otra ronda al delicado y precioso cuerpo de Yuri. Solo fue que después de tener ese instante precioso de placer, admiró con indulgencia su obra, cobijas desechas y cuerpos sudorosos bañados en la esencia del contrario y un rostro convencido de que si aquello que brotaba de ambos no era amor, no tenía ni la menor idea de que era, porque nada podía ser mejor o siquiera compararse con lo que ahora mismo cada uno de ellos sentía por el otro y por sí mismo.

Una totalidad.

La complementariedad de su amor a nivel espiritual había transgredido los niveles físicos, y aquella perpetuidad era tan complaciente como cumplir cualquier deseo imposible y mágico.

Apenas se recomponían sus respiraciones, cuando Viktor salió cuidadosamente de su interior y se dejó caer al lado de Yuri un poco muerto. Se acurrucó a su lado. Le pasó el brazo por encima de la cintura, cogió su rostro y lo dejó descansar contra su pecho, entrelazaron las piernas de modo que casi no pudiera distinguirse cual pertenecía a cada uno, y comenzaron a trabajar en su respiración, mientras Yuri paseaba lentamente sus manos por la larga espalda de Viktor y Viktor besaba su cabeza y acariciaba mechón por mechón de la cabeza de Yuri.

A lo lejos, algunas velas se habían apagado tras consumirse por completo, las lámparas que antes le parecieron soles refulgentes ahora apenas y asemejaban una media muerta luz cálida que no tenía capacidad ni para proyectar sombras.

El ambiente era perfecto para dormir.

Si, aun encima de las cobijas sucias, mojadas, revueltas, de los líquidos corporales que bañaban a ambos, ninguno tenía la menor capacidad para separarse del otro. Ni el remoto deseo, además. Romper la burbuja mágica de las caricias y el post―sexo parecía algo inconcebible y muy probablemente lo era.

Los ojos de Yuri parpadeaban cada vez más lentamente, su respiración era casi la de un niño tranquilo que había jugado demasiado. Viktor lo tomó entre sus brazos y admiró muy cuidadosamente a su adoración, sintiéndose como un padre. Él no era padre y no tenía la intención de serlo, pero sí que podía sentir ahora mismo aquella sensación de protección y virtud de poseer algo, mantenerlo entre tus brazos y darse cuenta que sin él la vida sería tan distinta que sería incapaz de llamarle si quiera vida.

Estar sin Yuri sería como la muerte.

Le tomó del mentón, delineándolo, sin afán de perturbarle en su intento por conseguir el sueño. Porque Viktor era muy consciente de que ya había dicho muchas cosas, las dijo durante toda la noche, y también las dijo durante, pero para él era necesario hablar en todo momento, porque si no decía las cosas, ¿Cómo podía irse a dormir?

―Yuri, no puedo dormir ― le tomó la mano que reposaba contra su pecho y le besó la punta de los dedos uno por uno ―. ¿Tu puedes?

Yuri parpadeó rápidamente tres veces y luego sonrió incorporándose un poco.

―¡Quiero decirte muchas cosas! ― Confesó Viktor levantándose, sonriendo tan ampliamente como podía, hasta con los ojos ―, ¿tú no?

―Si… quiero decirte ― pensó lento ―¡Qué te amo!

―¡Si, si yo también te amo! ― le tomó de ambas manos

―¡Que esto fue maravilloso, perfecto y no tenía idea de que podía sentirse tan bien!

―¿¡Verdad!? ¡Me encantó Yuri, me encantó! ― asentía frenéticamente con la cabeza, despabilaba y se levantaba de la cama lo suficiente como para que ambos se sentaran cara a cara y se sonrieran con un montón de discursos que recitar.

Como si no alcanzaran nunca las palabras, las noches en vela, los momentos, nada les fuera suficiente para terminar de completarse.

―Siento… ¡que todos mis sueños se hacen realidad cuando estoy contigo! ― continuó el asiático, un poco jadeante, con una sonrisa amplia ―, no me siento ni cansado, ni enfermo, ni triste. Solo traes amor y alegría a mi vida… das forma, sentido y color a mi existencia Viktor. Si te fueras, estaría tan vacío como un molde.

―¡Pienso igual que tú, Yuri! ― finalmente se lanzó a sus brazos y le abrazó con la fuerza bruta y temblorosa que aun irradiaba de su ser, sonriendo con toda la boca y parte de la cabeza, aunque sonara imposible de realizar ―. ¡Contigo me siento absoluto! ¡De la forma más posesiva que te imagines! y… no solo eso… como de carácter universal ¡Yuri, contigo quiero decirlo todo, compartirlo todo, sonreír, llorar, reír jugar! ¡No conozco, ni quiero conocer mis límites cuando se trata de ti!

Parecía que la boca no se le cansaba. A pesar de que sus labios eran delgados, rosados y brillantes, habían adquirido una irritada tonalidad bermellón y un grosor apenas ligeramente mayor al que normalmente poseía, esto debido a la cantidad incesante de besos, y chupones que había hecho durante la noche, sin embargo para Viktor aquello no era suficiente, el abrazo, la risa y ese montón de frases inconexas fue el acento para completar una nueva escena erótica y romántica como lo era: besarle todo el cuerpo.

Cualquier rincón, por muy mínimo que fuera, no pudo escapar de los suaves besos cariñosos que Viktor dejaba sobre la piel.

Yuri, sin dejar de sonreír, se dejó hacer dócilmente, recostándose en la cama tras aquel efusivo abrazo y murmurando poesía romántica en japonés, los ojos cerrados en éxtasis sensorial, y el cuerpo extendido entre las cobijas, como si fuera una estrella de mar. Con Viktor encima devorando la piel, colocando su boca sobre aquella superficie nívea, adorándole con ternura, efusividad y una inmensa idolatría, digna del más milagroso de los santos católicos.

Estiró la mano, como pudo, apenas con los dedos, cuando Viktor le besaba el vientre y el ombligo, subía vertiginosamente por las líneas marcas de su abdomen y Yuri presionando el control universal del pequeño reproductor de música que descubrió apenas en un descuido cuando se zambulló sobre la bañera.

En una segunda ojeada la habitación tenía más detalles de los que, probablemente, ambos repararon justo al entrar.

Encendió y como era su predisposición puso a Mozart.

Viktor le miró desde abajo, desnudo y resplandeciente, besándole las muñecas y sonriendo, ya no de la forma perruna de antes, sino con una sonrisa ladina extravagantemente seductiva.

―Siempre quise masturbarme escuchando a Mozart ― murmuró tímidamente ―, así que hagámoslo juntos…

―¡Adoro la serenata nocturna!

Se levantó y sin más ni más, le besó en la boca juntando ambos miembros y tocándolos con las manos de forma impúdica y completamente enloquecida.

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Naturalmente una vez que hacer el amor dejó de ser su principal objetivo, aunque no se encontraba completamente relegado, porque al parecer aquel acto se podía fácilmente convertir en una necesidad primaria, Yuri pudo percatarse que la habitación que Viktor había rentado durante la permanencia de ambos era más que una simple habitación de hotel. Tenía más bien la pinta de ser una suite imperial para recién casados.

Albergaba todo para no ser molestados por absolutamente nadie, baños, cocina, un comedor, una pequeña sala con televisión, la ya muy conocida cama con bañera y el plus extra de la piscina en la terraza que obviamente habían utilizado para tener sexo al aire libre en dos ocasiones, de no ser porque el ambiente exterior era demasiado frío y Viktor insistía en cuidar la salud del pelinegro de forma meticulosa.

A Yuri le parecía una hipocresía, pues ponía peros en mantenerse en cueros a fuera, sobre agua fría, pero no decía ni mu cuando ordenaron el menú de postres entero, si, los dos carritos de servicio a la habitación llegaron repletos de pasteles y cremas deliciosas de las que Yuri comió ansiosamente regando la suave crema lechera encima del cuerpo de Viktor, literalmente disfrutando de su cuerpo.

Convencidos de que habían agotado sus oportunidades de hacerlo en cada rincón, bajo distintas nuevas y exóticas, sin rayar en lo perturbador, maneras de disfrutar del placer sexual que la carne les proporcionaba; los días pasaron rápidamente, con buena comida, conversaciones intensas durante la noche y siestas largas en el día, un par de nanas para arrullarse, besos por todo el cuerpo y la primera semana de estadía en el hotel concluyó.

No tenían la necesidad de encender la televisión porque prácticamente no lo requerían y sus celulares habían sido olvidados en alguno de los pantalones que se encontraban regados en el piso del cuarto.

Descubrieron que sus límites para mantener la habitación en desorden aun no llegaban a un límite confiable.

Y entonces aquello sucedió. Si, inevitablemente una nota de la recepción llegó acompañada del almuerzo, la nota no era más que una cordial invitación a renovar el contrato de hospedaje, adjuntando de forma casi imperceptible una cuenta de gastos generados por los últimos casi cinco días. Viktor la sostuvo entre sus dedos mientras Yuri degustaba la langosta bañada en mantequilla y salada con verdaderos granos salinos, sin dar mucha cuenta de nada.

Los dedos de Viktor se movieron pensativamente surcando la mitad de su boca y pestañeando ligeramente. Siete cifras. Eso era… bueno, mucho dinero. Nada que no pudiera pagar, pero mucho al final de cuenta.

―¿Eres feliz aquí? ― pregunto Viktor soltando el papel en el cesto de basura

Yuri se limpió la boca con la mano.

―¿Dónde? ― Habló con la boca llena ―. ¿En Rusia?

―Aquí, en este hotel… ― se sentó en el sillón y cruzó la pierna ―, es que me ha llegado la cuenta…

―¡Ah! ¿Ha sido caro? ― soltó de inmediato los cubiertos y se deslizó de rodillas hasta donde el ruso se encontraba plácidamente sentado.

―Si te lo doy a ti nada me parece caro, mi amor ― concluyó con una sonrisa de satisfacción.

Yuri analizó sus palabras detenidamente, con cada segundo que pasaba fruncía más el ceño de sus abundantes cejas negras y espesas.

―Sí, pero yo creo que nos debemos marchar ¿no? No podemos quedarnos aquí de por vida…― no quiso echarle bronca a Viktor por ocultarle la cuenta. Pero podía persuadirlo para salir del lugar de una buena vez, aunque hasta ahora la idea no se le había cruzado por enfrente.

―Pues me gusta estar de luna de miel, es como unas vacaciones dentro de unas vacaciones ― suspiró como si saliera de un sauna.

―Podemos tener otra luna de miel. Cuando nos volvamos a casar.

―¿¡Volver!? ― preguntó Viktor desperezándose y sacando las pantuflas de sus pies.

―Ah, pues si… ¿no? ― Yuri estaba perplejo, parpadeó un par de veces ― quiero decir no me malentiendas, nuestro matrimonio ahora es como… totalmente valido y legal, de verdad lo veo así. Pero, mis padres…

―¿Qué? ¿No lo aceptarán? ― Preguntó extrañado ―, pero tus padres me adoran, y yo los adoro. Son mis padres. También tu familia…

―A lo que me refiero, quiero que nos casemos de nuevo con todos ellos presentes ― se levantó del piso y tomó asiento en su sillón, sentía que debía hablarle como un niño ―, son personas importantes para nosotros ¿no es así? Es justo que compartan un momento en nuestras vidas tan importante. Viktor, esa boda nuestra fue íntima, precisa y perfecta… pero quiero compartir el hecho con todos los demás.

―No sabía que te gustaban las cosas ostentosas…

―¡Que no es eso! ― Cruzó los brazos encima de su desnudo pecho y miró a Viktor con un mohín en sus lindos labios ―. ¿Acaso no has estado escuchando lo que dije?

―¡Claro que si Yuri! ¿Cómo no iba a escuchar tu melodiosa voz de gorrión? ― Con sus manos imitó el pico de un pajarito que volaba ―, me ha caído por sorpresa eso es todo. Pensé que estábamos en el carpe diem. Pero si gustas boda, circo, maroma y teatro. Yo también quiero otra luna de miel…

―Eso lo he propuesto yo ― susurró incomodo

―¡Si! pero no has sido preciso ― Viktor comenzaba a emocionarse con el tema, se le reflejaba en los ojos ―. Comenzaremos en Europa, porque es lo natural. Las personas van a Europa cuando se casan, ¿Que le ven a ese viejo continente sin gracia? Pero luego, tomamos el avión y nos vamos directo a América… ¡Ya sé! ¡Ya sé! No me veo como alguien dispuesto a explorar la jungla, pero te aseguro que el Caribe lleva llamándome durante años, la península y sus playas paradisiacas… ¡Hacer el amor en playas nudistas Yuri! ¡México, el sol y las pirámides! ¡Un video de ambos en Machu Pichu! ¡El Amazonas! Toda esa fauna nos espera… ¿Qué te parece? ¡Los pingüinos en Argentina! ¿Qué piensas? ¿Te llama?

―Has perdido la cabeza ― le tomó de ambas mejillas y pegó su nariz a la contraria ―. ¿Tu en el Amazonas? ¡Viste demasiado Indiana Jones! ¡Me encanta la idea! Pero quiero ir a las cataratas en Canadá…

―¿Y Alaska? ¡Los osos!

―¡Si, los osos polares!

―¿No te dará frio? ― preguntó Viktor pasándole el brazo por encima de los hombros

―No, que va, si te da frio… te caliento.

Viktor rio suavemente, le llenó el rostro de besos y en un dos por tres, habían hecho las maletas, vaciado la habitación y dejado atrás la pequeña luna de miel que habían completado en un círculo de cuatro días sin tener idea de tiempos, momentos o acontecimientos que ocurrían en el exterior.

Si bien, la última conversación parecía para Yuri más una alocada página del diario de una adolescente, que un verdadero plan, pero a largo plazo se sentía muy convencido de llegar a concretar aquel viaje y por supuesto, porque le resultaba indispensable, también la boda. Y por supuesto no había agregado el detalle, pero quería casarse en Japón con todos los avistamientos de una boda tradicional japonesa, a Viktor seguro le encantaba la idea, pero prefería no clavarle la espina hasta que fuese el momento y esperaba que fuera pronto.

Salieron del hotel, despidiéndose alegre y confidencialmente del hombre que les recibió, pasaron tantos días encerrados que casi había olvidado su particular bigote y su barriga sólida, e incluso él pareció no reconocerlos en un principio, como si se tratara de viejos inquilinos olvidados, pero al final se estrecharon las manos, entregaron la tarjeta y el confiable Audi les esperaba en la entrada, con una fina capa de olvidado encima suyo, que les recordaba el haberlo dejado en un estacionamiento del hotel por suficientes días como para que acumulara un poco de polvo.

La necesidad de llegar a casa crecía con cada segundo que pasaban en el interior del auto, incuso Yuri comenzó a sentir cierta nostalgia palpitante en su pecho, había pasado demasiado tiempo fuera del departamento que compartía con Viktor. Consciente de que no era suyo todavía y de que ahora mismo sentía más una nostalgia verdadera por una casa real y por su familia, se convenció a si mismo de que lo que realmente ansiaba era colarse en la cama de Viktor y descansara para comenzar su nueva vida como una pareja casada…

Lo que sea que eso significara.

A tientas, Viktor le buscó la mano por encima de la palanca de velocidades y le dio un ligero apretón cálido.

―La próxima conduces tú ― le animó.

―Hay demasiada nieve.

―Ya estamos en primavera ― murmuró Viktor todo sonrisas y amor.

Dejaron el auto en el estacionamiento viejo del edificio en el que Viktor habitaba y decidieron cargar con las maletas por cuenta propia por primera vez, los brazos de Yuri se sentían mucho más compuestos, como antes, ya no existía en el esa frágil debilidad que tuvo durante los días en el hospital. Había comido a lo bestia en el hotel y mantenido su cuerpo bajo consumo constante de sustancias no saludables, en realidad podría pesarse ahora mismo y estaba seguro que el resultado no le sería muy favorable. Tenía que volver a la rutina de ejercicios.

Viktor llevaba las dos maletas grandes y en la pequeña. A pesar de su aspecto de diva, Viktor tenía la profunda necesidad de comportarse como un caballero con él. Complacerle, cuidarle y hacerle sentir bien, tanto que su papel quedaba un poco relegado al de una chica y la verdad es que si el estereotipo no fuera tan marcado Yuri podría admitir abiertamente que no le molestaba en lo absoluto.

Las puertas de cristal le recibieron.

―¡Viktor! ― Iván se levantó del mostrador como un resorte y se lanzó a Viktor como si tuviera la impetuosa necesidad de abrazarlo o de estrangularlo ―. ¡Muchacho! De no ser porque medio me han informado de ti estaba seguro de que habías desaparecido…

―Hola Iván ― saludó Viktor cordialmente, animado.

―¡Ah! No, pero no es la primera vez que lo haces… ya lo hiciste una vez, tomaste tus maletas y te fuiste a Asia a robarte a un chico ― cariñosamente puso sus amplias manos en los hombros de Yuri ―. Yuri, me alegro que estés sano y de vuelta.

―Muchas gracias Iván ― Yuri, como estaba acostumbrado, inclinó un poco la cabeza

―Deben estar cansados… ― meditó el portero ― no los entretengo más, suban, suban, si quieren les llevo las maletas.

―No, no, en realidad las llevaremos nosotros ― Viktor presionó el botón del elevador y se acercó a este de forma tranquila, sonriéndole a Iván y alentando a Yuri a caminar ―, bajaré más tarde Iván.

Ingresaron en el pequeño elevador y acomodaron las molestas, convencidos y dispuestos a subir cuando una mano pálida y huesuda detuvo las puertas que estaban por cerrarse. El japonés dio un respingo, extrañado, ansioso de averiguar quién interrumpía la subida.

―Buenas tardes ― saludó una mujer de pelo castaño recogido en un moño desenfadado, usaba un largo abrigo café y botas negras, sus ojeras eran violetas e impresionantes.

Se subió al elevador después de que Yuri y Viktor respondieron el saludo, el primero más curioso que el segundo, quien seguramente conocía muy bien a su vecina, después de todo Antonida no era la única mujer que vivía en el edificio.

En cada mano sujetaba otra mano más pequeña y rechoncha, con dedos cortos y puños cerrados. Sus cuerpos apenas alcanzaban el medio metro y la densidad de sus ropas rusas solo evitaba que Yuri pudiera reconocer mejor si se trataba de dos niños o de alguna niña. De espaldas, tenían el aspecto de ser rubios, pero la luz le daba un aspecto rojizo al pelo, cosa nada rara para los rusos, pero a Yuri le pareció particularmente bonito. El cuello blanco y los deditos también, con botitas altas y lindos abrigos en un verde musgo nada adorable.

―Quentin ― baja la mano de la boca ya.

―Aquí nos bajamos, con permiso ― pidió Viktor apartando ligeramente a la mujer de la puerta y saliendo del elevador con las maletas en las manos.

Yuri se giró a mirar, por última vez a la mujer y a los niños, tenían una cara familiar que no pudo identificar, pasados unos instantes la puerta del elevador se cerró y aquellos penetrantes ojos azules desaparecieron de su vista.

―¿Quiénes eran? ― preguntó Yuri cuando Viktor buscaba las llaves entre sus bolsillos

―¿Quiénes? ― preguntó distraído

―Ellos.

―¿Ellos quienes? ― continuó palmeándose el abrigo hasta dar con el manojo de llaves.

―Los niños ― preguntó nuevamente.

―Ah, son los hijos de esa mujer.

―¿Y quiénes son? ― Viktor se giró suavemente en sus talones y le encaró con una sonrisa.

―Quien sabe, no los conozco ― Yuri parpadeó ligeramente ―, es que estuve un tiempo afuera, como ya sabrás y no los había visto, deben ser nuevos en el edificio.

Yuri iba a responder que le parecieron de lo más curiosos, que en realidad cada persona con la que se había cruzado en Rusia despertaba en él una airosa y estúpida curiosidad, porque todo terminaba por rebotarle en las retinas como si fuera algo de lo más insólito cuando probablemente para Viktor no era así, pero se sentía muy genérico y aquello, no es que precisamente le afectara, pero si provocaba cierta mella en su cerebro. También tenía la sensación de que ese edificio no era precisamente un lugar donde dos buenos y vigorosos niños podrían vivir.

―¿Ya estamos? ― Preguntó Viktor empujando la llave en la puerta ―. ¿Dispuesto?

―¿Para qué? ― preguntó Yuri cuando Viktor sacó la llave

―Pues para el ritual. Es que cariño ¿Acaso no sabes nada?

―Bueno, no soy occidental… pero sí que sé, anda cárgame ya ― y como lleno de una felicidad omnipresente no espero a que Viktor hiciera una señal.

Se tiró a sus brazos de forma que le alcanzara en el aire y pudiera ser fácilmente acogido entre ellos. Viktor, con toda su fuerza, le cargó de forma nupcial, cubierto con absoluta felicidad, aquellas cosas le llenaban el alma, no era solo mantener una apariencia, el rito, por más mínimo y estúpido que fuera, le recordaba la veracidad de la vida de ambos y de su matrimonio resuelto concretándose. Con cada paso nuevo.

―No me vayas a golpear con el marco ― de a poco entre los brazos. Se acomodó.

―Yuri, yo jamás te haría daño.

Tiró de la manija y la puerta se abrió.

Por supuesto no esperaban un comité de bienvenida, probablemente ni siquiera un alma preocupada en el pórtico, en realidad eso estaba en la última de sus prioridades. A media luz, solo expedida por las ventanas, el departamento tenía un toque moderno y helado, sorprendentemente aislado recibiéndoles como si la entrada nupcial fuera inesperada pero cómoda, ligeramente de lado, las sonrisas de ambos se ensancharon hasta que el rostro se deformó y los ojos brillantes se convirtieron solo en dos líneas redondas, con arruguitas en la comisura del parpado.

―¡Tarán! ― Viktor abrió las manos, extendió sus dedos y de alguna forma encendió las luces ―, bienvenido a casa Yuri Nikiforov.

Yuri echó la cabeza para atrás y se rio estrepitosamente.

―Viktor no seas bruto ― murmuró inefable y sacudió sus piernas ―, ni se te ocurra bajarme, llévame hasta la cama, anda.

―Si me lo pides así ― aproximante susurró bajo contra la mejilla del pelinegro y le dejó plantado un beso casto con malas intenciones, que solo se percibían en los ojos, en la pupila negra resplandeciente con cierto brillo celestial. Nada apagado, más bien adiamantado, pero en realidad era la misma pasión desbordante que tintineaba en sus negras intenciones, cama y Yuri eran la metáfora para sus más aparatosos deseos desenfrenados, y el asiático se lo pedía así como así, tan descaradamente.

A paso firme, como solado, Viktor se deslizó entre los muebles de la salita acogedora y ahora iluminada, sin jadear ni un poco por el esfuerzo de la carga, parecía que Yuri podía pesar lo que quisiera y aun así Viktor caería a sus pies desprovisto de armas para negarse a ninguna de sus intenciones. Le miraba como quien no quiere la cosa, pero tenía las propiedades del imán, en el interior sus ojos aun eran carbones, minerales, sabe Dios quien sabe qué, pero Yuri atraía su mirada como si fuera un imán, no solo su mirada, su esencia su alma, cada preciso instante tenía la necesidad de mirarle nuevamente, solo para cerciorarse que seguía ahí entre sus brazos y que ¡Dios! Cuanto le amaba, tan descaradamente, que se perdería diez veces en un laberinto de falsedades si intentara negar que su instinto más primario era el de besarle.

Respirar, comer, vivir, todo pasaba a segundo plano… Yuri abarcaba eso en su expresión más compleja. ¡Estaba enloquecido de amor por el! Y gustoso lo transportaría en brazos a la cama como novia las veces que le fueran necesarias.

No podía dejar de creérselo.

Ya se las había arreglado para abrir la puerta del departamento, cruzar el pórtico y encender las luces. Caminar por entre los muebles y colarse en el pasillo, la manija de la habitación era poca cosa, pero cedió tan fácil que se dio cuenta que no estaba cerrada, solo ligeramente empujada contra el marco, entrecerrada sin seguro. Empujón suave y la mancha peluda café brinco de alegría desde la cama, donde dormitaba alegremente y se regocijó de alegría contra sus dueños.

Aquello fue una minucia, en realidad, poco habían pensado en el perro cuando el amor estaba torturando sus cerebros. Pero la imagen casi medio desnuda de un adolescente prácticamente andrógino hizo que el trio soltara un grito y Yuri cayera de los brazos de Viktor directito al suelo sin reparo.

―¡Dios mío Yuri! ― gritó Viktor intentando levantarlo del porrazo.

―¡Que les pasa a ambos! ¿No saben tocar el timbre? ¿No saben tocar la puerta? ― Yurio se cubría con la sabana y tiraba la bolsa de frituras que había estado cómodamente comiendo sobre el colchón.

Frituras que seguramente no estaban en su dieta de patinador.

―¡Eso mismo digo yo!

Sin resentimientos Yuri tomó la mano de Viktor y se incorporó del piso con la cara avergonzada.

―¿No has oído que entramos? Mejor aún, ¿Por qué estás acostado en ropa interior sobre mi cama? Quiero decir, nuestra cama.

―¿Me estás reprochando? ― Se señaló el pecho casi ofendido ―. ¡Caray Viktor! Te escapaste de la faz de la tierra por cuatro días, tienes suerte de que estuviera aquí para cuidar de tu perro, he dejado a mi Koshka con Lilia… ¡Estaba cuidando de tu casa! Y tú vuelves acá, quitado de la pena, como siempre y me reclamas a mí. ¡Oye!

―Eso no te lo reclamo ― calmó con ambas palmas abiertas ―, fue un pacto implícito ¿no?

―¡No sé de qué me hablas!

―¡Tú me dijiste que fuera a por Yuri, yo asumí que tu cuidabas a Makkachin mientras nos íbamos!

―¿Ir a dónde? ― preguntó con la mirada verde fija en el cuerpo del pelinegro, quien intentaba seguir la conversación a pesar de su evidente mareo.

―A donde sea que nos hubiéramos ido ― no entró en detalles.

Yurio guardó silencio. Un silencio muy complejo en realidad, como un redoble de tambores bajo y obtuso. Sus ojos, que eran una selva de emociones complejas y el reflejo de un mar absoluto y conciso penetraron en ellos, en sus almas, una y otra vez, cambiando de un lado a otro, primero en Viktor descifrando sus palabras y luego a Yuri con su facilidad de libro abierto, pagina por página. Sus postras, tan distintas, no, no solo eso, el aroma. El aroma a sexo reciente que ambos desprendían, la vitalidad, el brillo… hasta los labios cortados de tantos besos y saliva. Todo lo que quería saber y ver lo veía, era joven pero no era tonto, era inexperto, pero promiscuo, no le encantaba pero lo admitía, se había masturbado más veces de las que le hubiera gustado admitir. Pensando en alguien cuyo nombre ahora mismo rebotaba interminables veces en la mente, a cada segundo.

En cambio, era mucho más listo, más astuto y determinado. Como un gato, los miraba como si estuviera dominándolos. Con Viktor era difícil y Yuri era demasiado fácil. El sexo era lo de menos.

―Se han casado ― soltó cada palabra con claridad. Pronunció cada letra con profundidad, moviendo la boca perfectamente, los ojos clavados en el rostro de cada uno, primero en uno y luego en otro.

Hasta que su rostro se convirtió en un lienzo blanco, descolorido, extraño.

Yuri tuvo un hipido. Se sentía como la adolescente loca que había escapado de su casa, a escondidas de sus padres para casarse con su novio y volvía al pueblo a decirlo a viva voz, porque le era imposible ocultarlo y ahora todos le veían con los ojos de: 'Vaya, pero es que lo ha hecho' y por una parte alguien diría ¡qué valor, eso es amor! Y otros reprocharían, aunque por supuesto… Yurio estaba insólito. Porque habían tenido una boda a escondidas y no invitaron a nadie, y se presentaban en la casa como marido y mujer.

Matrimonio valido y sin testigos. Está con dos mequetrefes enfrente.

―Yakov los va a matar ― vociferó cruzando los brazos ―. no, más bien todos… ¿Se han casado así? ¡Como! Y sin invitar a nadie, Dios… el mundo enloquecerá Viktor.

―¿Qué dices? El mundo es Yuri para mí, si lo sabe él que importa quien más lo sepa o no.

Para Viktor todo era fácil y sobre todo el amor. No había complejidad en hacer las cosas por amor. A Yuri comenzaban a temblarle las extremidades, tal vez había estado medio mal…

―No me arrepiento ― aseguró Katsuki, medio envalentonado.

―¿Cómo te vas a arrepentir si has hecho lo que has querido? ¿No estabas muy enfermo? Ya veo que estás mejor, me alegro, me alegro… pero ¿Te has casado?

―Me he casado ― respondió con timidez ―, ya, ya no nos lo debes echar en cara, porque no nos vale de nada ahorita. Nos hemos casado y punto. Fue una buena decisión… le mejor.

―¿Y vas a decirle a tus padres? ― parpadeó rápidamente saliendo de la cama, aun en boxers.

―Si… ― suspiró ―, mañana les voy a llamar.

―¿Y te van a regañar? ― preguntó con genuina curiosidad

―Eso… pues no lo sé.

Yurio levantó su ropa, cosa por cosa, la guardo en la maleta que estaba abierta como una flor por encima de la cómoda, dejó que las frituras se cayeran en el piso y que Makkachin comiera un poco de ellas y luego se tirara en la cama, como ignorante a todo, Viktor aún no se movía y le miraba un poco frustrado. No entendía la afición del rubio por crisparle los nervios a su esposo, pero tranquilo y lucido acarició a su caniche y comenzó a mimarlo. Seguía igual de feliz que si volvería a estar en la iglesia donde el padre los casó.

―Pues veo que los dos están bien con eso y me valgo con ello. El perro también está bien. Viktor tonto, que no seas tan confiado. No sabías que lo estaba cuidando.

―Sí que lo sabía…

―¡Ten un poco de consideración! ― le gritó poniéndose la camiseta y los jeans ―, ahora me voy. Y como veo que Yuri ya está mejor, solo te voy a dar una advertencia… ya tuviste tus vacaciones, y hasta saliste con más de lo que me hubiera imaginado, así que deja de perder el tiempo y pon tus pies en el hielo.

―Sobre eso…

Yurio caminó hasta la puerta sin mirar atrás, solo se detuvo porque Viktor se rio suavemente.

―No te preocupes Yurio, que ya vamos a empezar los dos con el entrenamiento. A partir de mañana, volvemos al hielo, las cosas van a ser así ahora.

―Pues bien.― dio un paso más.

―¿No te falta algo? ― canturreó Viktor sentándose en la cama

―Ah ― se tensó ―, si… que vivan los novios y eso.

Viktor sonrió con autosuficiencia, tomó a Yuri de la mano, jalándolo hasta que cayó en la cama y vio a Yurio partir con las orejas rojas como dos sandias.


N/A: bueno ¿Les ha gustado? A mí me parece que el capítulo ha tenido una buena consistencia. Así que estoy conforme, pero me gustaría saber su opinión. Obviamente no quería dejar de lado la parte del patinaje en esta historia, pero no se preocupen que no me centraré mucho en ello porque se avecina pues… lo obvio. Lol.

Quiero decirles que a pesar de todo este fic no es tan largo como se imaginan, con esto no quiero decir que vayan a tener solo 3 capítulos más, sino que no se deben preocupar por esperar la historia durante cinco años más, en realidad espero terminar este fic a finales del 2018 con cerca de 25 capítulos hablando de números muy tentativos, así que tengan en cuenta eso.

Espero poder actualizar muy pronto, en abril, durante las vacaciones. Y finalmente espero que a todos les siga gustando el fic, ahora que ya es inevitable me siento muy segura del mpreg y de lo que se avecina, espero lo adoren como yo lo adoraré.

¡Un abrazo a todos y un beso a quienes dejan rv o se manifiestan de alguna manera! Son mi apoyo.

GUEST REVS:

Haru: ¡Cinco meses! Jesucristo, no es poca cosa, la verdad es que yo siempre tengo un terror con los Guest, porque siento que a la primera se olvidan, pero me has demostrado lo contrario, así que espero sigas aquí porque yo tampoco abandonaré nada.

Así es se casaron, en este capítulo vemos que en realidad fue una decisión de la que ninguno se arrepiente pero que si llegara a causar cierta controversia, yo muero por ver a Yuri diciéndole a sus padres, porque aunque fue todo muy improvisado para ellos es 100% real no fake y eso es lo importante.

Ahh~ la luna de miel, pues espero la hayas disfrutado, yo me demoré años escribiéndole así que espero valiera la pena.

Gracias por aguantar las demoras del fic, procuraré ser más constante, y que no sea una promesa vacía. Te deseo un excelente inicio de año, aunque ya haya pasado tiempo y espero que nos leamos próximamente.

Kiku: Gracias a ti por decirme palabras bonitas, de esas que me alegran el corazón jejeje, la verdad es que yo lo dejo a la imaginación, como muchas cosas, pero también ese encuentro de Viktor… he leído sus teorías y veo que la imaginación es muy amplia y buena. Espero que hayas disfrutado de la lectura y que nos leamos pronto. Un abrazo.

Cloud: Una disculpa por hacerte esperar, la verdad es que creo que como cualquier sensación humana a veces uno pasa de la tristeza a la felicidad en un instante, solo hace falta estar con la persona correcta y definitivamente Yuri y Viktor tienen esa suerte. ¡Un abrazo y ojalá te guste el cap!

Luna Kagamine: Muchas gracias por gustar de mi fic. Y perdona por haberte hecho esperar tanto por la actualización, también por el sufrimiento de la angustia, que volverá pero hasta después de algunos capítulos, por ahora hay que disfrutar, como tú dices, el amor más puro que estos dos tienen. Te mando un cariñoso abrazo.

DragonPiscis97: ¡Ah! Jajaja, que risa, ojalá existieran los sacerdotes así en la vida real, ese hombre yo no sé si lo hizo enserio o si solo se los quería quitar de encima, pero fuese como fuese para ellos fue muy real y eso es lo importante. Muchas gracias por leer, te mando un abrazo.

Cata: muchas gracias por leerme y perdona por hacerte esperar, de cualquier modo gracias por tu rv y espero que la historia te siga complaciendo. ¡Un abrazo!

Guest: ¡Jamás me atrevería a hacerle daño así al bebé Yuri!

¿Un review para que los padres de Yuri no lo cajeteen por su decisión apresurada?