El día después.

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Al abrir los ojos se encontró de cara contra el rostro aperlado de William. Sintió su peso sobre su cuerpo, extrañamente no era incómodo sentir cómo las caderas de ambos encajaban tan a la perfección. Sintió que los ojos le ardían e inevitablemente pensó en que seguramente se debía a haber estado llorando el día anterior.

Un movimiento lento le hizo entrecerrar los ojos, eran los labios de Will rozándose contra su cuello de forma experimental, como probando si estaba o no despierto.

Esa mañana pudo permitirse preguntarse a sí mismo qué demonios sucedía. Bajó los ojos hacia el otro y lo miró durante largos segundos.

–Buen día también –Susurró con voz rasposa por el desuso.

William le dio una sonrisa pequeña mientras se sentaba lentamente, sobre sus caderas.

–Quería ver si estabas despierto… ¿Quieres asearte y luego desayunar algo? –Preguntó extrañamente amable.

El rubio negó con la cabeza.

–No…el estómago comenzó a molestarme. –Suspiró, dando una mirada a su abdomen liso.

Will realizó una mueca inconforme en los labios, se bajó de él lentamente, sentándose a su lado.

–¿Todo bien? –Su entrecejo se frunció ligeramente.

A veces le preocupaba esa condición que tenía el rubio cuando lo miraba a los ojos y encontraba su mirada perdida o cuando (como en esa ocasión) hacía excepciones y le confesaba tener algún malestar físico.

–Sabes que no. –Dijo con sinceridad que no acostumbraba.

Quizás se debía a que el día anterior, sin percatarse de eso pero sabiéndolo muy en el fondo, había cruzado una línea con William, una que estaba titilando en rojo aún después de haberla pasado.

–¿Sabías que Py me dijo ayer que te llevaría al pueblo? –Preguntó William para cambiarle el tema.

Era evidente que no quería hablar acerca de ese incómodo tema que era el malestar de Bill. Cipher lo miró, aún recostado sobre la cama, su piel erizada por la ausencia de un cuerpo cálido que le calentara esa mañana particularmente fría.

–Perfecto. Ve con ella –Dijo, acomodando la mejilla contra las almohadas, girándose de lado para verlo.

El otro frunció el ceño en extrañeza.

–Pero yo pensé que te haría bien salir y tomar algo de sol. Ya sabes…estás un poco pálido –Añadió, señalándole las mejillas y el rostro en sí.

El otro restó importancia con un gesto despectivo de su mano.

–Estoy perfectamente bien. Ve y conoce el mundo. Yo recorrí ya varias veces el pueblo. No es la gran cosa –Añadió –además, detesto a los estúpidos turistas, ¿Sabes lo increíblemente ruidosos que son? –Se quejó, formando una pequeña sonrisa socarrona en su rostro.

El otro asintió lentamente, mirándolo a los ojos.

–Si quieres quedarte y dormir un poco más bien, puedo suplirte –Le dijo, mirándolo con un gesto paciente.

Cipher volvió a realizar un ademán despectivo.

–Diviértete, haz lo que quieras, a Pyronica le agradará –Comentó.

William se inclinó sobre él, con la punta de sus dedos elevó su mentón antes de depositar un beso suave como un roce de pieles sobre sus labios tibios, luego se levantó, mirándolo con ojos brillantes.

–Primero hay que tomar un baño. Mientras estás en eso elegiré ropa limpia para ti, anda, ve a ducharte –Le sujetó por los hombros, empujándole a un lado de la cama para que se pusiera de pie.

A regañadientes Bill se incorporó, arrastrando los pies cuando William le dejó en el baño de su habitación para que se aseara. Cuando entró a la ducha pudo escuchar el ruido que hacía el otro al remover las gavetas de ropa, seguramente buscándole algo decente que pudiera usar para quedarse en casa a hacer-lo-que-sea.

Cuando se despejó de la ropa interior se vio en ese enorme espejo de pared que tenía en su baño, descubrió las marcas sonrosadas de besos sobre su piel pálida, cubriendo alguno de los moretones que tenía antes. De inmediato pensó en William, aspiró profundamente.

Después decidió mejor tomar una ducha en lugar de usar la tina que tenía su baño. No le quedaban ganas de remojarse en la bañera. Antes de terminar escuchó la puerta ser abierta, no se inmutó cuando la voz casi gemela de William le llamó.

–Mira, encontré unos cachondos interiores color negro –Se río, mostrándolos en dirección a donde se encontraba la ducha.

Las puertas cerradas eran transparentes, permitiéndole al rubio que se duchaba ver lo que el otro le enseñaba si quería girar la mirada, pero este solamente continuaba duchándose como si no le hubiera escuchado.

–Pensé en que te quedarían súper coquetos. Mira, esta camisa me gustó, y los pantalones –Añadió –Son negros ¿Te gustan? La camisa es muy suave, además tiene un azul muy bonito

El rubio se giró a verlo, cerrando el paso de agua antes de abrir la puerta: un ambiente vaporoso le esponjó los cabellos al rubio que esperaba afuera. Bill tomó en sus manos una esponjosa toalla blanca con la que se envolvió la cintura, tomando después una más pequeña para secarse los cabellos. Todo esto mirando a su invitado.

–Úsalo tú entonces. Me quedaré aquí. Apreciaría mucho más tener ropa cómoda con la cual moverme. –Contestó.

William lo observó, imprimiendo una notita de gracia en su voz cuando dijo.

–¿Estás seguro de eso? –Sus cejas se movieron hasta formar arcos –Este conjunto es muy bonito, alguien me verá por la calle e intentará seducirme –Aseguró, viendo de forma agraciada al otro –no creo poseer la fuerza de voluntad para negarme…

Por primera vez en bastante tiempo Cipher sonrió de forma socarrona, esta vez una sonrisa de verdad cuando dejó la toalla con la que se secaba los cabellos a un lado. Las manos posadas sobre sus caderas cubiertas por el esponjoso material.

–Sí, claro, claro –Asintió, fingiendo darle la razón. –Aceptarás porque es muy obvio que eso de besarte con alguien demasiado parecido a ti no es lo tuyo –Le señaló, imprimiendo burla en su tono.

William alzó ambas cejas, viéndolo con un gesto burlón.

–Es evidente…a menos…. –Cuando dijo eso ya estaba cerca de él, sin prenda de ropa en manos. Abrazó juguetonamente las caderas del otro Cipher –que tenga algo ahora…

El rubio soltó una risa antes de apartarlo, llevándose consigo la ropa interior negra que le dejara sobre una de las repisas de madera pulida que tenía.

–No seas torpe. –Sonrió, colocándose los interiores, que a decir verdad, eran como el otro los había descrito, pero también muy suaves.

–¿Ni siquiera un besito? –Preguntó en son juguetón, haciendo un puchero.

Lo cierto es que le gustaba ver al otro Cipher sonreír de forma más sincera, verlo poner los ojos en blanco o sentir que le empujaba el rostro para apartarlo cuando pegaba su mejilla a su abdomen o a su espalda, como en ese momento que le abrazaba desde atrás.

–Cielos, no. Tú eres imposible. Sabía que eras tan perverso como yo…pero no voy a culparte –Dio un largo suspiro dramático –después de todo, una vez que alguien besa mis labios es imposible que no se quede con ganas de más

A William eso le pareció definitivamente un gran indicio de que su humor mejoraba, por eso se tomó la libertad de sacar la punta de la lengua y con ella dar un lametón húmedo y tibio a su nuca perlada de pequeñas gotitas de agua que escapaban de vez en cuando de su cabello.

Dando un pequeño salto el otro lo volteó a ver, estrechando los ojos mientras lo analizaba.

–¿Qué pasó? –Le preguntó, haciéndose el inocente.

–Pensé que bromeabas –Contestó después de unos segundos el otro.

Los brazos desnudos en torno a su torso se apretaron apenas un poco más. En ese momento Cipher fue consciente de que William continuaba estando solo en ropa interior. La piel de ambos era suave y tibia. La mañana demasiado fresca les erizó la piel a ambos cuando el vapor de la ducha no fue suficiente para mantenerles cálidos.

–Sí me gusta jugar…pero yo más bien pensaba en que…te podría poner de buen humor y…bueno eso definitivamente me pondría muy contento a mí –Dijo con un tonito pícaro.

Cipher desvió la mirada, pudiendo ver por el espejo al otro parado detrás de él, con sus labios a unos centímetros de su cuello. Puso los ojos en blanco, cruzándose de brazos.

–Will…eso arruinaría el motivo de mi baño –Se quejó, sintiendo desgraciadamente la piel muy tibia y un cosquilleo recorriéndole la columna.

Con cuidado el otro le soltó, obligándolo a sentarse sobre el borde de la bañera, el enorme espejo que cubría toda la pared quedaba detrás de ellos. Una sonrisa grande se le dibujó en los labios pálidos cuando negó.

–Claro que no, hombre, tú déjamelo –Sus manos tibias le recorrieron los hombros suavemente en un masaje casi fantasma.

Los ojos desiguales del rubio se entrecerraron, mirándolo con desconfianza cuando se arrodilló en el piso y besó su abdomen plano de una forma inocentona y dulce. Claro que no confiaba en esas maneras amistosas, que si bien le habían ayudado profundamente el día anterior y que sintió tan reales hoy le parecían un poco actuadas.

–Will…hablo en serio –Dijo, pero mientras hablaba sus manos se colocaron en el borde de la bañera, miraba hacia abajo, observando el rostro pícaro del otro.

Ahí estaba su mirada pervertida. Era más que obvio que no porque la noche pasada le hubiera besado amablemente era parte de él ser así.

Quizás sí que él mismo era alguien muy retorcido si comenzaba a ponerle la idea de ver un rostro tan similar al suyo hundido entre sus piernas, como estaba en esos momentos el otro: sus manos separándole las rodillas en un movimiento lento, insinuante. Echó la cabeza hacia atrás, dando un bufido.

–Maldita sea. Está bien, joder, eres un estúpido provocador de mierda –Se quejó, mirándolo con el entrecejo fruncido –pero tú ganas

William casi podía saltar de la alegría. Aunque podía ver los ojos embravecidos el otro así que decidió pensar que aunque también quería prefería fingir que era por su casi nula insistencia y ganar se sentía tan bien que no le echó en cara que técnicamente no se consideraba victoria si los dos estaban dispuestos, pero en fin, eso no importó cuando se inclinó a besar su miembro ligeramente endurecido aún por encima de la ropa interior negra.

Se sentía demasiado bien poder estar así con Bill, casi podía decir que ambos habían tenido la idea de eso justo al despertar y verse otra vez.

Su aliento tibio chocó contra el bultito en dentro de la ropa interior mientras sus labios acariciaban la suave tela. A decir verdad había pensado en hacer eso desde que los tocó con las yemas desnudas de sus dedos. De inmediato comenzó a imaginar cómo sería deslizar sus labios por esa tela y ¿Qué mejor modo de descubrirlo que aquel?

Podía escuchar unos suspiros suavecitos provenientes del otro y sentir unos dedos delgados y finos entrometiéndose en su cabello, dando suaves jalones que no le molestaban en lo absoluto. Cuando sus miradas se encontraron ambos supieron que ahí iba a existir una pelea por ver quién tenía el control de esa inusual situación.

William le dedicó una sonrisa pequeña que fue borrada cuando las caderas del otro se levantaron ligeramente, golpeteando con su endurecida erección su mentón. Bill se mordía los labios, conteniendo un suspiro cuando lo hizo.

La sola visión le pareció demasiado tentadora el otro, que no tardó en sujetarle las caderas cuando recargó su mentón sobre ese bultito cada vez más caliente: su mentón frotaba ligeramente la zona, observando cómo el rostro del otro se ponía de un tono rojizo mucho más saludable que ese evidente pálido.

Pensó entonces cuan sonrojado tendría él también el rostro y no le dio importancia.

Sabía que la noche anterior se había negado a sacarse los interiores de encima cuando le persuadió de hacer algo juntos pero en esos momentos no preguntó cuando le cerró las piernas y deslizó por ellas los interiores negros, levantándole las caderas apenas lo suficiente, dejándolos caer hasta sus tobillos, el otro tampoco replicó. Viendo aquello William le separó de nuevo las piernas, dejando la ropa interior enredándose al final de uno de sus pies.

Luego observó algo que le gustó mucho. Bill tenía la más bonita de las erecciones entre sus piernas: era firme, del tamaño perfecto, con vello tan rubio que era casi transparente, y lo mejor, tan sonrojada que parecía como si estuviera avergonzada de estar endurecida. Casi se relamió cuando la observó erguida para él. Se imaginó que estaba completamente ruborizado pues un calor intenso trepó desde su pecho hasta sus orejas.

La boca se le llenó de saliva. Viendo esto el otro se burló de él, viéndolo desde arriba.

William le besó una rodilla primero, haciendo caso omiso a su burla (ya vería aquel quien se burlaba de quien cuando terminara) y luego con la punta de su lengua acarició la punta de esa erección tan rosadita ganándose un suspiro tibio del otro.

Cuando envolvió el falo con su mano escuchó un siseo pequeño de parte de Bill y supo que ya iba ganando él. Todo mejoró cuando abrió la boca, atrapando entre sus labios la punta de esa maravillosa erección porque en ese instante juró escuchar un pequeño jadeo. Sin embargo cuando levantó la vista para ver al otro descubrió que no retiraba sus penetrantes ojos de él, mirándolo con un toque perverso que le estremeció positivamente.

De una sola vez tragó aquel miembro húmedo, saboreando un tinte un poco salado y algo diferente…algo que era el sabor personal del rubio. Sonriendo perversamente para sus adentros succionó fuertemente, sin dejar al otro reponerse de la sensación de calor envolviéndole. Todo esto mirando fijamente sus reacciones.

–¡Nhn! –Fue más o menos lo que salió de los labios de Cipher cuando enredó sus dedos en sus cabellos, tirano de ellos con fuerza.

La cabeza de William no perdió ocasión de comenzar a moverse de arriba abajo en un son lento mientras succionaba un poco más rápido.

–Oye –Jadeó suavemente el rubio –N-no entiendo por qué la prisa…. –Su cuerpo tembló ligeramente, al igual que su voz.

El otro cerró los ojos, concentrándose en hacer un buen trabajo mientras gemía quedito contra aquel miembro erecto, disfrutaba quizás de más los jalones de cabello que le estaba dando el otro. Tal vez era un poco masoquista pero aquello estaba gustándole y no iba a quejarse.

Bill puso los ojos fijos sobre esos labios rodeándole, eran pálidos (ahora rojizos) cerrados entorno a él en forma de una "o" maravillosa. Ejercían una presión que causaba estremecimientos….

A diferencia de ti yo sí tengo hambre.

Logró escuchar en su cabeza antes de abrir los ojos ampliamente. Buscó con la mirada a William, preguntándole de forma muda si ese había sido él hablándole, ganando como respuesta una succión fuerte. Frunció el ceño con reproche tras haber gruñido de placer. La respuesta a eso fue una risita socarrona.

Imbécil

Probó a decir como recordaba que lo hacía cuando podía hacerlo. A juzgar por la mirada quejumbrosa del otro lo logró. No se preguntó cómo o por qué, lo único que supo es que eso era emocionante y que iba a aprovecharlo mientras pudiera.

La cabeza del otro continuó moviéndose, y él viendo cada acción que realizaba con una morbosa ansiedad. Sin poder evitarlo soltó un gemido largo cuando sintió cómo su miembro pulsaba dentro de esa boca calientita.

William levantó los ojos, diluidos en una lujuria pasional.

Oh, joder, deberías verte ahora mismo…

Cipher se estremeció, enterrando con fuerza los dedos en los cabellos del otro. Sus piernas se movían por voluntad propia, apretándose inconscientemente mientras William trataba de mantenerlas separadas para él.

La babeante punta humedecía el paladar del otro Cipher de un líquido mucho más viscoso y tibio, al sentir eso presionó su lengua hacia arriba, empujando el miembro erecto contra la parte de arriba de su boca. Bill gimió, empujándole la cabeza hacia abajo en un intento de entrar más profundo.

Engreído idiota

Le respondió cuando pudo, mordiéndose los labios mientras sus caderas cobraban vida, empujándose en un vaivén hipnótico, de adelante hacia atrás.

–Mmm –Gimió con fuerza Will.

Las vibraciones que conllevó aquel gemido causaron un estremecimiento furioso en el cuerpo del otro, que apretó los ojos, formando puños cerrados con fuerza sobre su cabeza, tirándole de los cabellos en el proceso.

Los ojos desiguales del otro Cipher no se despegaban de su rostro pintado de placer, de esos labios que enrojecían con fuerza cuando los apretaba con sus dientes blancos y los hombros temblorosos.

Maldición. Levanta la mirada y mírate…. Te ves tan caliente…pervertido.

Bill levantó la mirada para ver su reflejo en el espejo gigante de la pared. Lo hizo no porque Will se lo pidiera, sino porque él tenía razón y sí que era algo pervertido: lo que vio le hizo apretar la cabeza del otro contra su miembro, empujándose hacia él mientras soltaba un gruñido placentero. Su boca ligeramente abierta en un gemido mudo que dejaba salir jadeos entrecortados.

Era él en ese reflejo, él moviéndose contra la boca del otro, empujándose, con el rostro sonrosado y los labios rojos como la sangre por haberlos estado lastimando entre sus dientes, con los dedos tirando dolorosamente de los cabellos del otro, con las piernas separadas, los dedos de sus pies apretados, el cuerpo sufriendo espasmos placenteros.

Eres tan obsceno.

Volvió a decir William.

Apuesto a que gemirías tu propio nombre para cumplir una de esas fantasías retorcidas que tienes.

Cipher sí gimió en esa ocasión, separando solo un poco más las piernas, intercalando miradas entre su reflejo y el rostro de William, bastante inseguro de a dónde debería mirar. No sabía que le gustaba que le echaran en cara lo pervertido que podía llegar a ser, casi quiso añadir eso a una lista mental que estaba creando. "Cosas que me gustan en la cama" se llamaba.

Y supongo que el de la idea no fuiste tú –Se quejó.

–Mhn –Gemía Will contra su miembro.

Yo no dije que yo no era un pervertido…

Yo tampoco dije eso

Un largo gemido brotó de la boca del rubio.

Ohhh –Gimió mientras se estremecía. Sus dientes apretaban la punta de su lengua tratando de contener esos gemidos que brotaban desde su garganta.

Su espalda inclinada hacia adelante y sus manos empujando la cabeza de William contra él.

Vamos, sabes que quieres gemir para mí.

Separó sus labios, jadeando de forma entrecortada. Estaba seguro de que estaba haciéndole daño a William mientras enterraba sus dedos en su cabello rubio.

Jódete.

Te encantaría joderme ¿Verdad?

Un largo gruñido brotó de su boca semi-abierta, pronto fue consiente de un sabor metálico inundándole la boca, cayó en cuenta de que posiblemente era sangre por estarse mordiendo con fuerza los labios pero no le dio más vueltas a ese asunto.

Gime.

Sus dientes chocaron con fuerza entre sí cuando apretó la mandíbula, todavía sintiendo ese vaivén que causaba el otro con su boca.

Ahh mierda-mierda-mierda –Gimió en voz alta cuando una mano tibia se movió hasta acunar suavemente sus testículos.

Eso quiero escuchar.

Cállate idiota.

Yo no he dicho nada…

Los movimientos se volvieron un poco más lentos, causándole al rubio un gruñido disconforme.

Te daré lo que quieres si gimes para mí.

Eres un bastardo cruel.

A veces.

Apretando fuertemente los ojos separó los labios, no creyendo que iba de verdad a hacer eso pero sin ganas de detenerse.

Ahh, ahh –Gimió como en un jadeo.

Bastante contento por esto William reanudó sus actividades, moviendo con fuerza su cabeza mientras el otro descubría un nuevo dato para su lista: le gustaba escucharse gemir. No entendía porque se quedaba callado si soltaba gemidos tan excitantes.

Ohh, así… ¡así-así! –Gruñó, apretando inconscientemente las piernas.

Cuando levantó la cabeza hacia el espejo no pudo creer en el reflejo que le regresaba el espejo: él parecía una visión completamente obscena gimiendo casi a gritos, con William moviéndose ávidamente entre sus piernas y él empujando sus caderas, completamente sonrojado al punto de lo inusual, incapaz de callarse, casi babeando de placer….

Gruñó de forma violenta al ver cómo de sus labios resbalaban pequeñas gotitas de sangre por haberse hecho daño anteriormente….

Con eso y un fuerte Ahh, ¡Mierda-sí! el rubio se quedó quieto, empujando las caderas hacia el otro, quedándose ahí, completamente inmóvil durante unos segundos mientras sentía los suaves movimientos de lengua que tenía Will.

¡Que rico!

Cipher se cubrió el rostro, tratando de aminorar el sonrojo que conllevaba practicar ese tipo de actividades. Su pecho subiendo y bajando por los pequeños jadeos. El cuerpo entero se le estremecía en espasmos casi violentos.

Cuando los labios de William se separaron de él le sonrió completamente, con las comisuras manchadas de líquido caliente que se deslizaba lentamente en dirección a su mentón, sin embargo, la lengua traviesa de este impidió que escapara una sola gota.

–¡Me gustó hacer eso! –Murmuró con la voz rasposa, sus manos abrazándole por la cadera.

Bill se quitó las manos del rostro, sonriendo de lado al verlo.

–Genial, ahora te quedarás sin voz un rato –Se burló al escuchar su voz baja y áspera.

William se levantó de entre sus piernas, restando importancia.

–Volverá a ser normal antes de salir.

Le sujetó de las muñecas para ponerlo de pie, viéndole temblar antes de mantenerse bien en pie, cosa que le hizo dar una risilla. Ambos volvieron a la habitación cuando Cipher notó el insinuante bulto entre las piernas del otro, alegando que se haría cargo en un sitio más cómodo, sin embargo al salir terminaron encontrando a Pyronica sentada en la cama con una expresión pasmada que en otra circunstancia les habría causado gracia….

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Dipper bajó las escaleras de dos en dos, sintiéndose extrañamente tranquilo cuando llegó al piso de abajo y al entrar a la cocina encontró a su hermana desayunando junto a sus tíos. Tomó asiento, viendo su plato de panqueques esperando por él.

Hace tiempo que no presenciaba una escena tan hogareña, tanto así que le pareció un poco perturbador para la delicada línea que separaba su paz de una tormenta sentimental.

Se percató de que Stanford lo miraba con una ceja enarcada, analizándolo. Él lo miró unos segundos antes de desviar la mirada a su desayuno, su tío Stanley también le estaba mirando de forma peculiar. No fue sino hasta que Mabel habló que supo lo que pasaba.

–¿Eso en tu cuello son chupones? –Un dedo acusador lo señaló.

Extrañado, el mellizo se giró a verse el cuello, cayendo en cuenta de que, vamos, eso era imposible. Luego se sacó de uno de los bolsillos de los desgastados jeans su móvil, cuando se reflejó en la pantalla pudo distinguir unas suaves marquitas que estaban apretadas en forma de besos casi redonditos y no medias lunas. Frunció las cejas, tratando de recordar de dónde podrían haber salido.

–No…no tengo idea de qué es eso –Levantó ambas cejas –parecen…eso, pero no lo son porque yo no…. –Trató de explicar antes de ser interrumpido.

–¿Te los hizo Bill en su cita? –Preguntó directo y crudo el científico, señalando con uno de sus dedos y las cejas levantadas. Su tono era curioso.

Lejos de que eso hiciera enrojecer al castaño le hizo fruncir el ceño. Lo pensó unos momentos pero no tenía sentido, solo se habían acercado un poco y se habían dicho muchas cosas…pero sus labios no se habían ni siquiera tocado.

–No era una cita –Contestó.

–Bueno, eso no fue lo que yo escuché –Pinchó de nuevo el adulto.

La melliza frunció los labios en una mueca desagradable. Stanley rodó los ojos, comiendo su desayuno en bocados grandes.

–¿Tuviste una cita con Bill y no me lo dijiste? ¡¿De verdad?! –Preguntó, incrédula.

El castaño rodó los ojos en exaspero antes de picotear su comida. Todo eso estaba tomando un rumbo grandioso…sarcasmo aparte.

–No estamos hablando de Bill, Mabel –Se quejó.

–A mí me parece recordar que dijiste que no me mentirías ni me esconderías cosas de nuevo….

Aquello fue el colmo. Todo lo que parecía prometer una bonita mañana se fue cuesta abajo con eso, Dipper de verdad trató de no molestarse ni sentirse ofendido cuando frunció el ceño y dejó a un lado el tenedor con el que revolvía sus panqueques.

–¿Yo soy el deshonesto ahora? –Preguntó, señalándose.

Stanford y Stanley intercambiaban miradas entre sí, masticando lentamente los bocados de su desayuno. Aquel escenario no tenía buena pinta para cuando Mabel se puso de pie.

–No veo a nadie más mintiendo acerca de no volver a guardar secretos –Dijo ella.

Dipper golpeó la mesa con las palmas de sus manos cuando se levantó.

–¡No! ¡Basta de esto! –Medio gritó.

Stanley vio esto como la oportunidad perfecta para intervenir, levantándose con ese gesto sereno que podía poner en ese tipo de ocasiones, internamente bastante sorprendido por el desplante de su sobrino.

–Cálmense, estoy seguro de que hay una forma diplomática de resolver esto –Opinó.

–¡No quiero diplomacia! –Se quejó el mellizo –¿Quieren saber lo que pienso? ¡Pienso que no soy el único que guarda secretos aquí! –Renegó.

Luego se volvió a ver a todos. Stanley se escurrió en su asiento tratando de esconderse.

–Que mal –Murmuró.

–Yo solo veo a una familia llena de personas mentirosas –Su pecho subía y bajaba lentamente.

–¡No nunca…! –Se quejó la melliza antes de ser interrumpida.

–¡Deja de mentirme! –Gritó fuerte, causando un sobresalto sobre su hermana y sobre los otros presentes –¿Pensaste que no lo iba a averiguar? ¡¿Alguno de ustedes creyó que no lo sabría?! –Los espectadores se giraron a verse con expresiones atónitas. –Pues sí, lo sé. Sé que todos ustedes me mintieron. Sé lo que pasó el año anterior ¡Se todo! ¡Weirmageddon, lo de Wendy, lo de…lo de Bill!

Todas las miradas cayeron sobre él. Mabel palideció cuando enfocó la mirada furiosa de su mellizo.

–Todos ustedes lo sabían y ninguno me dijo nada ¡Nada! –Se quejó en medio de un grito. –Incluso se organizaron para crear una enorme mentira para ocultármelo…

Stanford se tocó la nuca, abochornado por esto.

–Yo les dije que te dijéramos –Replicó Stanley, adelantándose un paso hacia él.

Dipper movió los ojos hacia él, dándole una mirada seria antes de ver de nuevo a su hermana y a su ídolo de la infancia.

–En realidad no…solo te quejabas todo el tiempo de su amnesia. –Refutó el genio.

–¡No tenía amnesia! Me obligaron a olvidar ¡Eran mis recuerdos! ¡Mi vida! ¡Tenía todo el derecho de saber lo que pasaba! –Añadió.

Stanford asintió lentamente. Mabel se removió en su sitio, frunciendo las cejas.

–Tú no entiendes eso. Era lo mejor para ti…

–¡Ya deja de decidir qué es lo mejor para mí! ¡Ya basta de todo esto! ¡Primero con esas estúpidas sitas y ahora con lo que debo recordar y lo que no! –Gritó, molesto –tú no sabes lo que es mejor para mí. ¡Yo en primer lugar no sé porque escondía mi noviazgo con ese idiota de ti!

El genio se adelantó, rodeando la mesa, hasta quedar parado entre el castaño y su hermana, al otro lado de la cabecera de la mesa.

–Chicos, esto puede solucionarse de otra forma –Sonaba preocupado por la mirada fija que se daban sus sobrinos. –No tenemos por qué alzar la voz, alguno terminará diciendo algo de lo que se arrepentirá después.

Mabel negó con la cabeza, haciendo un gesto para que se apartara.

–No, no, déjalo seguir –Sus ojos se entrecerraron viendo a su hermano.

–Espera, creo recordar tu egoísmo porque Bill decidió que yo le gustaba mucho más que tú. –Espetó aún tras escuchar el jadeo colectivo que ocasionó su afirmación –así es, recuerdo perfectamente que a ti te gustaba él pero solamente estabas encaprichada, haces siempre lo mismo ¡Siempre! A mí realmente me gustaba Bill, por eso salimos juntos a tus espaldas –Añadió con tono firme.

Stanley intercalaba miradas con uno y con otro, no decidido a seguir comiendo o no por miedo a atragantarse de la impresión por las fuertes revelaciones que estaban teniendo sus sobrinos. Stanford no podía evitar abrir ampliamente los ojos, no creyendo que Cipher hubiera logrado conquistar a ambos Pines menores con nada más que una buena apariencia, unos grandiosos modales y su toque lunático.

–¡Tú no acabas de decir eso! –Las manos de Mabel se apoyaron sobre la mesa.

El mellizo frunció las cejas, viéndola fijamente cuando mencionó.

–Lo hice, y tengo razón. ¿Pensaste en que a mí me gustaba él? ¡No! En ningún momento te detuviste a pensar que si yo pasaba todo el día con él era por algo…

–¡Pues no es muy normal que digamos! ¿Pero sabes qué? ¡No me importa nada! ¡Quédatelo, anda! ¡No le importaste y te dejó a un lado! –Soltó, cruzándose de brazos, bastante ofuscada.

Stanford abrió los ojos lo más que podía, completamente anonadado.

Mabel enrojecía de vergüenza, evitando ver a su mellizo.

–Eso no es cierto, Bill quiere mucho a Dipper…. –Soltó en defensa de su compañero triangular.

Vamos, él no había estado tolerando casi a diario a Bill durante un año, soportando sus explosiones emocionales, sus extrañas maneras y esos gestos confundidos que ponía cada vez que no entendía algo acerca de los humanos para que todo su esfuerzo se fuera al carajo por confusiones adolescentes. Hombre, que el demonio del sueño había estado más de una vez al borde de tirarse de los cabellos pensando en su sobrino.

El menor entrecerró los ojos, sintiendo que su pecho ardía cuando apretó fuertemente los puños. Aquel había sido un golpe demasiado bajo y aunque probablemente Mabel estaba hablando solamente con el enojo que sentía y no con el corazón eso le dolió.

–Bill solo está confundido –Dijo en un titubeo.

–Bill jugó contigo y yo solo quise protegerte de eso ¡¿No lo entiendes?! –Gruñó la mayor.

El castaño frunció el entrecejo. Quería entender su punto pero sencillamente no tenía sentido para él. Creía que podía hacerse cargo de sus propios problemas. Ahora, con seguridad, podía decir que tanto Cipher como él habían cometido metidas de pata, que ambos eran estúpidos pero que aun así ambos se querían. La verdad no tenía ni idea de lo que iba a suceder con ellos pero podía asegurar que no aceptaba que otras personas se expresaran tan mal de lo que tuvo con Bill porque por más corto y con baches que fuera había sido muy bello.

–No jugó conmigo –Reprochó, desviando la mirada. No quería ver el rostro molesto de su melliza cuando tuviera que salir en defensa de Cipher. –Por más extraño que suene él me quiere…a su estúpido, enfermo y retorcido modo –Continuó, formando en sus ojos medias lunas por el gesto incómodo y a la vez divertido que tenía al recordar ese extraño obsequio que se hicieron en el pasado.

Es que, cielos. Una ardilla de tres ojos no era muy normal que digamos.

Stanford escuchaba todo atentamente, casi sujetando su corazón en un puño. Ya quería ver que esos dos dejaran de llegar a él llorando por un consejo para tratar de superar al otro cuando lo único que necesitaban era habar largo y tendido; perdonarse, quererse de nuevo, darse varios besos, (sí, de esos que a él le despertaban traumas) y no separarse de nuevo por malentendidos entre especies. Ese parecía ser el momento, la epifanía reveladora que tanto necesitaba su sobrino.

–Él no parece alguien sensato y mucho menos racional. Está desequilibrado y es tonto…pero yo…lo conocí así –Se encogió de hombros –tú no lo crees y no lo aprecias porque no estás…enamorada –Continuó bajo la mirada atenta de su hermana y tíos. –Yo lo estoy…yo…yo lo quiero –Aquella última afirmación pareció sorprenderle incluso a él mismo.

Apretó los brazos que estaban cruzados sobre su pecho, luego negó con la cabeza, retrocediendo un par de pasos.

–Y estoy perdiendo el tiempo aquí –Bufó antes de adelantarse un par de pasos a la salida de la cocina –no hemos terminado, Mabel. –Le aclaró antes de salir.

Mientras avanzaba por el pasillo juntaba todo el valor que poseía, reuniéndolo todo por la fuerza de su determinación. Al avanzar se rascaba distraídamente el cuello, ignorando las inquietantes marcas que tenía ahí.

El corazón le latía fuertemente, en la boca del estómago sentía un nudo apretándose con fuerza pero en su alma había esperanza, una que sentía haber perdido hace un año.

Al ponerse a pensar se percataba constantemente de algo que les había faltado siempre a ambos: comunicación. Porque sí, ambos se guardaban secretos, se ocultaban cosas, se mentían, se engañaban creyendo que así ayudarían al otro y todo aquello desembocó en un trágico final para ellos. No estaba dispuesto, no otra vez, ahora solo quería sincerarse y esperaba que no fuera demasiado tarde.

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–¿Ya podemos celebrar esto? –Preguntó Stanley, recuperando su postura relajada.

–¡Stanley! ¡Tu sobrino acaba de llamarnos mentirosos a todos! –Se quejó el genio, dándole una mirada airada.

El mayor agitó su mano restando importancia.

–Bha…patrañas. Al menos ya dejará de decir esas cosas de "Oh, cielos, cómo extraño a Bill, tal vez debería perdonarlo" "Mi vida es tan triste y cruel" cuando piensa que no podemos escucharlo, o a saber qué babosadas más. –Suspiró.

Lo cierto era que se sentía secretamente más aliviado de poder decir que su sobrino ya no iba a tener esa mirada perdida y que iba a comenzar a comer más que unos bocados de un desayuno que dejaba enfriar por perderse en sus revoltosos pensamientos.

Stanford se palmeó la frente en un golpe. Detrás de su palma comenzó a reír de forma quedita, realmente sintiéndose más tranquilo de saber que había esperanza para ese par de cabezas huecas.

Mabel no estaba del todo contenta con su mellizo, pero decidió quedarse con eso de que continuarían con su dialogo o mejor dicho, discusión, más tarde.

Toda la familia sabía que Dipper iba a regresar para reanudar sus quejas más tarde, pero por el momento todos tenían un respiro de esos reproches, disgustos y acusaciones.

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Tengo unos planes demasiado torcidos dentro de mi cabecita loca, solo díganme si quieren que los comparta porque de verdad creo que estamos llegando al clímax de esta historia. Ya me muero de ganas por concluir el fic a pesar de que al terminar con la primera parte casi se me derrite mi corazoncito por tener que despedirlo.