Hola de nuevo! Feliz año y felices fiestas atrasados! Lamento no haber podido escribir antes, he estado bastante ocupado con mis estúpidos hermanos pequeños... (Inserten mueca de asesino psicópata)

Bueno, pero ahora que hemos pasado la mala racha, aquí estoy! :D Y sin más, empecemos!

Disc.: Los chicos no son míos y seguirán sin serlos por desgracia, ya le canté las cuarenta a los Reyes por no traérmelos

Advertencias:

-Edades de los niños en este cap y el siguiente: Todo-19; Jyushi-17; Ichi-9; Choro-8; Kara-6; Oso-4

-OoC, aunque trato de ceñirme todo lo que puedo a sus personalidades.

-Prohibido secuestrar a Oso, es mio de mi propiedad. Sería el único niño que soportaría.


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Capítulo 7

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Adivinanzas (1ª parte)

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Un par de semanas habían pasado desde que los hermanos Matsuno llegaron a la casa de la abuela Matsuyo. El camión de la mudanza había llegado un par de días después y por fin Karamatsu tuvo una ropa distinta al batón de ducha que no se había quitado ni para dormir. Los más pequeños habían permanecido desde ese momento encerrados en el hogar, investigándolo hasta los rincones más profundos mientras los mayores intentaban ser maduros y ayudaban a la abuela, aunque realmente lo único que hacían era pasarse todo el día vagueando fuera de casa.

Aquella casa en realidad era enorme, como cuatro veces su antigua casa. ¡Era más parecida a una mansión que a una casa, con tantas habitaciones que podían tener una para cada uno y aún sobraban! De hecho, en ocasiones se preguntaban por qué seguían durmiendo todos en la misma habitación. Lo mejor es que ninguno de los menores, ni siquiera Ichimatsu, recordaba haber estado allí antes, ya que siempre que veían a la su abuela era ella la que iba a visitarlos y no a la inversa.

Sin embargo, a pesar de lo grande que era, ya habían tenido tiempo más que suficiente para investigarla de arriba a abajo y, como aún no podían ir a la escuela de la ciudad, el aburrimiento y el decaimiento habían acabado sobre ellos. ¡Necesitaban algo con lo que entretenerse, no podrían estar quietos mucho más tiempo! Cuanto más tiempo pasaban sin distracciones, más pensaban en cosas que no querían pensar y eso era lo que no querían Todomatsu y Jyushimatsu.

–Tenemos que hacer algo para animarlos. – dijo Jyushi preocupado por sus hermanos, viéndolos desde la puerta del comedor.

–¿Por qué? Yo los veo bastante animados. – respondió Todo sentado en la mesa de la misma sala, buscando algo en el móvil sin fijarse.

Jyushi tomó el móvil y lo lanzó al otro lado de la habitación. Antes de que el mayor protestase, le agarró los mofletes y le giró la cara hacia los más pequeños, haciendo que viera por fin a los más pequeños y su deplorable estado.

–Vuelve a pensar.

Ichimatsu estaba en una esquina del salón abrazándose las piernas y ocultando su rostro con una oscura aura a su alrededor, Choromatsu estaba en el suelo mirando al techo mientras escuchaba las canciones Jpop más triste que tenía en la galería de su móvil, Karamatsu abrazaba a su tigre de peluche encogido en el sofá con los ojos llorosos sollozando de cuando en cuando y Osomatsu miraba por la ventana sin decir palabra y sin moverse desde hacía horas.

Todomatsu rodó los ojos.

–Vale, están deprimidos. – tuvo que admitir finalmente.

–Tenemos que hacer algo para animarlos. – repitió Jyushi en el mismo tono que antes.

–¿Qué propones?

–¡Una excursión familiar! – exclamó dando saltos y haciendo aspavientos.

–Nah, eso sólo los entretendría un día. – dijo apoyando el codo en la mesa y la cara en su mano – Si quieres hacer algo, tiene que ser más… ¿grande? Algo que les haga pensar y divertirse por sí mismo, sin nosotros junto a ellos.

–¿Se te ocurre algo, nii-san? – preguntó el de amarillo.

–Mmmm… Puede que tenga algo. – dijo de repente levantándose a recuperar su móvil. Empezó a teclear a una gran velocidad y Jyushimatsu se preguntó que demonios estaría haciendo – Me vas a tener que ayuda. ¿Estás listo para la misión que te encomendaré?

–¡De acuerdo! – asintió sonriente cuadrándose cual soldado.

–Tendré que llamar a varias personas… Busca papeles de colores, lapices y mucho lubricante, Jyushi, los necesitaré.

–¿Lubricante?

–Pedirle un favor a cierto amigo multimillonario en miniatura va a doler y mucho. – respondió enigmáticamente, llevándose de manera inconsciente una mano al trasero.

Jyushimatsu sólo ladeó la cabeza sin entender.

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Varios días después bastante temprano por la mañana, alguien llamó al timbre mientras los pequeños estaban echados en el suelo del salón leyendo algún manga o jugando a las cartas. Todomatsu estaba en la cocina con Matsuyo y Jyushimatsu había ido a entrenar con el abuelo Matsuzo, así que fue Choromatsu el que se levantó a abrir la puerta, por suerte para los vagos de sus hermanos.

Frente a él encontró un chico de su tamaño con una pequeña bandera de Japón en la cabeza y vestido de ninja cubriendo incluso la cara.

–H-hola… – saludó el de verde algo extrañado por las pintas del visitante – ¿Qué desea?

–¿Eres Ichimatsu? – preguntó, y su voz sonó más infantil de lo que el niño esperaba.

–No, él es mi hermano. Yo soy Choromatsu. – se presentó sonriendo.

–También me vales. ¡Toma! – dijo sacando una carta de entre sus ropas y ofreciéndosela – ¡Tus hermanos y tú habéis sido elegidos para buscar un tesoro! ¡Tesoro, tesoro, tesoro! – canturreó bailando alegremente.

–¿Tesoro?

–Sí, tesoro. ¡Un juego de adivinanzas para encontrar un tesoro! – volvió a bailar. Choro pensó que ese chico era incluso más raro que sus hermanos, y eso ya era decir – Resolved las adivinanzas para encontrar nuevas pistas y tendréis un tesoro al final, ¡un enorme tesoro! ¡Por cierto, me gustan mucho las banderas! ¡Nos vemos, nuevo amigo!

Y sin decir nada más, el chico dejó caer una bomba de humo y "desapareció" cantando y dando saltitos alegremente.

Choromatsu se preguntó por un momento qué demonios había pasado en aquel minuto y quién sería aquel chico. Luego se dijo que les había pasado cosas más extrañas a lo largo de toda su vida y volvió tranquilamente al salón con sus hermanos, que le miraban fijamente esperando que les contara que había pasado.

–¿Y bien? – preguntó finalmente Ichimatsu – ¿Quién era?

–Era un chico vestido de ninja. – explicó sentándose tranquilamente – Dijo que todos nosotros habíamos sido elegidos para buscar un tesoro y me dio una carta con una adivinanza para que lo encontráramos.

–¡¿Tesoro?! – exclamaron los tres niños poniéndose en pie ilusionados.

–¿Oro, dinero, montones de joyas brillantes? – dijo Ichimatsu casi babeando.

–¿A qué estás esperando? ¡Abre esa carta ahora! – exclamó Osomatsu dando saltos impaciente.

Karamatsu se la arrebató al ver la lentitud del cuarto hermano y la abrió a toda prisa. En el interior había un papel morado no muy grande y con letras blancas en el que estaba lo que parecía ser la primera pista.

–"E-el… le… l-li… no…" No sé leer esto… – admitió Kara entregándole la pista a Ichimatsu algo apenado – ¿Tima-nii-san?

–"El felino más rápido de todos lleva una cesta llena de comida." – leyó el de morado alzando una ceja confuso – ¿Qué demonios es esta pista? ¡No tiene sentido!

–¿Qué es un felino? – preguntó Osomatsu ladeando la cabeza.

–Son primos de los gatos. – respondió Ichi.

–¡Ah, pero que tontería! ¡Los gatos no compran! – rió divertido.

–Algún sentido tiene que tener… – dijo Choro confuso – Sólo hay que pensar un poco. Puede que no haya que tomárselo literalmente, ¿no?

Durante cerca de una hora, los cuatro estuvieron sentados en el suelo formando un cuadrado cruzados de brazos, pensando. Aunque Karamatsu cada dos por tres se desviaba del tema y Oso andaba mirando las musarañas y no aportaba nada. Ichimatsu estaba empezando a impacientarse por no encontrar ninguna respuesta.

–El felino más rápido de todos es el guepardo… – dijo mirando al techo – ¡Pero no tiene ningún sentido un guepardo con una cesta de comida! Además, aun si fueran con una cesta, ¿qué maldito lugar indicarían? ¿Una carnicería?

–T-tal vez hay que verlo de otra manera… – sugirió Karamatsu.

–¿Le preguntamos a nii-san? – sugirió Choromatsu.

Ichi y Kara se negaron en rotundo, asegurando que si lo resolvían ellos solos tendrían que repartir el tesoro entre menos personas. Y mientras los tres discutían como siempre, Osomatsu se levantó y se acercó a la cocina. Fue el único lo suficientemente inteligente como para querer preguntarle si él sabía la respuesta alegando que era una adivinanza de un libro.

Casualmente llegó a escuchar la conversación que habían tenido hasta ahora Todomatsu y su abuela.

–¿Estás segura de que ningún supermercado vende mi champú suavizante, abuela? – preguntó Todo – Lo necesito más que a nada en este mundo, ningún otro champú me deja el pelo tan sedoso como ese.

–No lo sé, cariño, pero creo que no. – suspiró Matsuyo – Tal vez deberías buscar en el SúperLeón, ahí hay mucha más variedad que en los supermercados más cercanos. O si no en el SúperTigre, aunque está más lejos.

–¿SúperLeón? ¿SúperTigre? – repitió Osomatsu entrando en la cocina.

Todomatsu y Matsuyo se volvieron hacia el menor y sonrieron.

–¿Qué sucede, Oso-chan? – preguntó la abuela con una enorme sonrisa.

–El león y el tigre son primos de los gatos, ¿verdad? – quiso saber lleno de curiosidad.

–Sí, y el león es el rey de todos los animales. – respondió Todo sonriendo – Al parecer, todos los supermercados del distrito tienen nombres de felinos. ¡Espero que Ichi tarde en encontrar el SúperGato o no volveremos a saber de él! – terminó riendo imaginando al de morado haciéndose cliente incondicional de esa tienda.

"Un supermercado con nombre de… etto… ¡felinos! Y tiene comida y cestas para llevarla. ¡Debe ser allí!" pensó Oso perspicaz.

–¿Y hay alguno que se llame "depardo" o algo así?

–Sí, el SúperGuepardo es un supermercado para niños y está a diez minutos andando de aquí. – dijo Matsuyo pensativa – Te haré un mapa si quieres ir un día de estos.

–Bingo~ – rió por lo bajo. En seguida recibió un papel con las indicaciones para llegar al lugar – ¡Gracias, abuela!

–Espera, ¿por qué quieres saber eso? ¿Sucede algo? – preguntó Totty con curiosidad.

El menor tragó duro y negó rápidamente.

–Nada. ¡Me gustan los depardos y quiero ir a ver! – exclamó alegremente antes de volver al salón.

Allí, sus hermanos seguían peleándose y ahora Ichi y Choro rodaban por el suelo golpeándose y gritando insultos mientras Karamatsu animaba a su querido Tima-nii-san. Suspiró y negó viendo aquello. Luego se quejaban de que él fuera un niño violento. ¡Con semejante ejemplos, como para no serlo!

–¡Oye, nii-san, escuchadme! – exclamó tratando de llamar la atención de los mayores. Ninguno le hizo el más mínimo caso – ¡Ya sé dónde está la siguiente pista!

Ahora sí que se detuvieron.

–¡¿En serio?! – exclamó Choromatsu impresionado.

–¡Chorizo, pelmazo, quítate de encima! – exigió Ichimatsu intentando apartar al menor de una patada.

Karamatsu se acercó al menor y pasó su brazo por los hombros del menor.

–Sabía que tenías talento, my dear buraza. ¡Era cuestión de tiempo que dieras con la clave del misterio que embargaba nuestras vidas… desde hace una hora! – aseguró colocándose sus gafas de sol – ¿Y? ¿Cuál era la respuesta a la adivinanza, my little Osomatsu?

–El SúperDepardo. – respondió rascándose la nariz con orgullo.

Los demás se quedaron mirándole sin haber entendido lo más mínimo.

–El niño pequeño y que no sabe casi nada del mundo soy yo, ¿no? Debería daros vergüenza. – dijo con cierta ironía, queriendo verse superior a los demás – El SúperDepardo es un supermercado que hay a diez minutos andando, es como en la pista. ¡Tengo un mapa!

–Osomatsu, algún día serás un hombre de provecho. – aseguró Choro fascinado.

Oso rió rascándose la nariz algo sonrojado. Entonces, Ichimatsu se puso en pie y se puso frente a sus hermanos, asumiendo el papel del jefe del grupo.

–Levantaos y preparaos para salid cuanto antes. – ordenó dando un par de palmadas – ¡Iremos montados en Hanimatsu! Seguro que así llegamos más.

Los tres mayores estuvieron por salir corriendo hacia el jardín donde se encontraba Hanimatsu pastando y tomando el sol cuando la voz del pequeño Oso los detuvo.

–¿No deberíamos elegir antes un nombre de equipo? ¡Pareceríamos héroes!

–Osomatsu, no hay tiempo para eso. – repuso Choromatsu.

–Vale, elijamos un nombre. – asintió Ichimatsu con las manos en sus bolsillos, pasando por delante del cuarto hermano ignorándolo.

Choromatsu suspiro. Como era normal en aquella casa, sus hermanos jamás le hacían caso a la voz de la conciencia.

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El SúperGuepardo era, más que un supermercado, una tienda de juegos hecha para que los niños pudieran pasar un buen rato. Además de comida y otras cosas necesarias, también vendían cientos de juguetes en unas zonas especializadas para ello y, además, había un guepardo de peluche gigante y vestido de superhéroe que se había convertido en la mascota del lugar y que estaba en el escaparate para atraer a los más pequeños.

Ichimatsu tenía razón: sobre Hanimatsu llegaron mucho más rápido de lo que habían pensado. A pesar de que se perdieron por no saber interpretar el mapa, llegaron en menos de un cuarto de hora y se notaba que el animal podría seguir así todo el día sin apenas cansarse. Sólo que para eso Karamatsu debió seguir corriendo a los demás porque no cabía sobre la alpaca.

Al llegar al supermercado, el pobre niño estaba hecho polvo.

–E-es la última vez… que corro en… mi vida… – aseguró sintiéndose al borde de la muerte.

–Oh, Karamatsu, hay una zona de instrumentos musicales en la tienda. – notó Choromatsu mirando por el escaparate.

–¡¿Qué?! ¡Este sitio es el paraíso! – exclamó entrando lo más rápido posible al lugar.

Los otros tres también entraron siguiendo al de azul, dejando a Hani fuera escondido tras una pancarta. Una vez dentro, Osomatsu empezó a saltar da la alegría que sentía por poder jugar con sus hermanos mayores.

–¡Los Cachondos encontraremos el tesoro! – exclamó muy ilusionado.

–Sigue sin gustarme ese nombre… – masculló Choro cruzándose de brazos. Por desgracia, había sido el único en oponerse a la decisión.

Una vez en el supermercado, tuvieron que pensar donde estaría la siguiente pista. El lugar era muy grande y registrarlo entero les llevaría todo el día, así que sabían que algo deberían estar pasando por alto, pero no sabían bien qué.

–¿Seguro que el chico que trajo la carta no te dio ninguna otra pista? – preguntó Ichimatsu mirando a su hermano.

Choromatsu se cruzó de brazos y miró al techo pensativo. Él no recordaba que le hubiera dicho nada más, simplemente había preguntado por el de morado, dijo que habían sido escogidos para buscar un tesoro con adivinanzas y, antes de irse…

–¡Dijo que le gustaban mucho las banderas! – exclamó chocando su puño sobre la palma de su mano abierta sonriendo – A lo mejor eso quiere decir que las pistas están cerca de una bandera como…

–… como la que hay en el escaparate junto al guepardo de peluche. – completó el mayor entendiendo por donde iban los tiros.

Los pequeños se dirigieron hacia el lugar que habían indicado. Casualmente, atada a la cola del gran guepardo había un papel formando un lazo de color verde, el cual supieron en seguida que debía ser la siguiente pista. Osomatsu, experto en disimular y en robar sin que nadie lo notara, se acercó con mucho cuidado, desató el lazo sin que nadie lo viera y volvió con sus hermanos en seguida.

Ichimatsu tomó la nota y la leyó.

–"El gallo canta cada hora mientras aprende la lección." ¿Un lugar con gallos? – dijo mirando a los más pequeños, que en seguida se encogieron de hombros.

–¿Será una tienda de animales? – se preguntó Osomatsu.

–Supongo, pero el resto sobraría entonces.

–¿Un zoo?

–No creo que en el zoo haya gallinas, suelen ser animales más… exóticos.

–¡Una granja!

–Osomatsu, déjalo, por favor.

–Es mejor que busquemos a Karamatsu para que piense también si quiere llevarse parte del tesoro cuando lo encontremos. – sugirió Choromatsu caminando hacia la zona de música – A lo mejor a él se le ocurre algo.

Ichimatsu asintió de acuerdo, aunque no se le ocurría cómo podía ayudar el idiota de su hermanito. Pronto llegaron a la zona que estaba plagada de instrumentos, con saxofones, tambores, guitarras e incluso un enorme pianos de cola cuidado y protegido para que los niños lo usaran sin problemas. Allí es donde estaba Karamatsu, sentado frente al piano junto a un par de niñas. Una de ellas tenía unos cinco años y tenía el pelo castaño recogido en un par de trenzas y un vestidito de color rosa que la hacía parecer una princesa; la otra, de unos ocho años, era rubia y llevaba una enorme sudadera amarilla.

–¡Tocas bien el piano! – le aduló la rubia sonriente.

–G-gracias… – respondió muy sonrojado – Me gustaría aprender a tocar muchos instrumentos, aunque de mayor quiero ser jugador de baloncesto.

–Entonces yo quiero casarme contigo cuando sea mayor. – dijo la castaña abrazándose al brazo del chico – Seguro que acabas siendo un deportista famoso, elegante y muy rico, y yo cuidaré de tu dinero.

Karamatsu tragó duro e intentó alejarse de ella, pero no lo consiguió.

Los chicos se acercaron, llegando al mismo tiempo que una niña de unos diez años morena y con un vestido negro y morado, separándose de un grupo de otras tres chicas adolescente. Choromatsu pensó que era extraño encontrar niños allí a pesar de ser un día entre semana por la mañana.

–Parece que alguien ha ligado. – rieron Ichimatsu y la chica a la vez.

Ambos se miraron confusos, arqueando una ceja al mismo tiempo. A los dos les estaba molestando ver a alguien tan idéntico a sí mismo justo enfrente plagiando sus movimientos.

–Espera, yo a ti te conozco… – dijo ella haciendo memoria y cruzándose de brazos – Eres el primo-gato Ichimatsu, ¿cierto?

–Pues yo a ti no te conozco. – aseguró Ichimatsu imitando el gesto.

–Soy Ichiko, tu prima. ¿De verdad no me recuerdas? – preguntó, aunque luego suspiró – No te preocupes, en realidad lo entiendo. La mala suerte se siempre va conmigo, es normal que no te acuerdes de alguien como yo.

–Oh, ahora sí me acuerdo. – dijo sonriendo y señalándola – Tu eres la prima siniestra que se pasó la Navidad de hace varios años pidiéndole un muñeco vudú a Santa Claus, ¿verdad?

–Sí, esa era yo. – afirmó desanimada. ¿Realmente sólo la recordaba por eso? – He venido con mis hermanas a comprar regalos para Navidad. Las que están con ese niño del piano son mis hermanas Jyushiko y Todoko, y las que están más para allá son mis hermanas, no sé si las recuerdas.

–No, no me suenan… Pero el niño es mi hermano Karamatsu. Aunque jamás se lo diré, es muy lindo, ¿a que sí?

–Sí, más que mis hermanas. ¿Vas de compras en familia también?

–Sí, más o menos…

Ambos rieron por las casualidades que les había llevado a encontrarse justo allí. De repente notaron que le observaban fijamente. Se volvieron y se encontraron con Choromatsu, Karamatsu, Osomatsu, Jyushiko y Todoko mirándolos confusos, además de las otras tres hermanas de Ichiko que se habían incluido y que sonreían con cierta picardía.

–Ehm… ¿Qué pasa aquí? – preguntó Oso sin entender nada.

–Ahora que lo pienso, Osomatsu y Karamatsu nunca os ha visto… – murmuró Ichimatsu – Oso-chan, ellas son nuestras primas, que si no recuerdo mal se llamaban en orden… – se quedó un momento pensativo intentando recordar y empezó a señalarlas – Osoko, Karako, Choroko, Ichiko, Jyushiko y Todoko. Parece que nuestros padre se pusieron de acuerdo para ponernos los nombres…

–Vaya, el primo-gato sabelotodo. – rió la susodicha Osoko, de dieciséis años. Su pelo negro le llegaba por los hombros y llevaba una sudadera roja y unos pantalones vaqueros – ¡Cuanto tiempo! Creí que no os volveríamos a ver. ¿Dónde están tus hermanos mayores?

–Todomatsu-nii-san está en casa con la abuela conversando sobre champú, creo, y Jyushimatsu-nii-san está por ahí jugando al béisbol con la energía y alegría que habita en su alma. – explicó Karamatsu sentándose en un taburete y alzando una pierna sobre su cabeza como cuando presumía de algo que los demás no sabían – Llevamos algunos días viviendo en esta ciudad, que nos ha recibido con sus brazos abiertos conquistando nuestros corazones.

–Creo que ya no me casaré contigo… – se quejó Todoko separándose todo lo posible del chico sacando la lengua con asco.

–Veo que no habéis cambiado nada. – rió la mayor rascándose la nariz.

Sus hermanas más pequeñas se giraron hacia ella, preguntándole con la mirada qué es lo que sabía.

–Estos son nuestros dobles masculinos. – dijo Karako con los brazos en jarra y porte orgulloso, pareciendo casi tan dolorosa como Karamatsu. Ella tenía unos catorce años, el pelo negro como su hermana mayor pero recogido en una pequeña coleta y vestía ropa de deporte azul y negra – Quiero decir, son nuetros primos de la gran ciudad. Todomatsu y Jyushimatsu no están, así que ellos son el gatuno Ichimatsu, el friki Choromatsu, el futuro sex simbol Karamatsu y…

–… y el pequeño y adorable Osomatsu. – completó Osoko sin poder evitarlo – ¡Aww, es la cosa más linda del mundo entero! ¡Estoy segura que de mayor será el chico más sexy de todos, tu novia será la envidia de todas las mujeres! – exclamó agachándose a tirarle de las mejillas al pequeño Oso.

–¡Mentira, nee-chan, yo soy la más adorable! – exclamó Todoko lloriqueando.

–¡Ella es más adorable, más adorable! – corroboró Jyushiko haciendo aspavientos.

–¡Ezoh, esha ez maz adogabre! – intentó decir el de rojo revolviéndose para poder liberar a sus pobre mejillas.

La rosada forcejeó con Osomatsu llorando y diciéndole a su hermana que no podía sustituirla por el primer niño pequeño y maleante que encontrara en una tienda y su hermana de amarillo la animaba saltando y haciendo botar sus rizos. Antes de que empezara una guerra de género, Choromatsu se interpuso entre su hermanito y su primita.

–Chico, esperad, no olvidéis que estamos aquí para resolver una adivinanza. – les recordó el de verde alzando la pista que tenían.

Karako le arrebató el papel y lo leyó para sí misma, mientras que Choroko se asomaba para ver también. Ella parecía tener doce o trece años e iba bastante abrigada, con un abrigo esmeralda hasta las rodillas, gafas de montura verde y su pelo oscuro recogido en un moño.

–No tengo ni idea… – musitó la de azul avergonzada.

–Ichiko-chan, ¿en tu escuela no hay un gallinero? – preguntó la de verde con curiosidad.

–¿Eh? Sí, hay un gallinero. – afirmó algo confusa, ya que no tenía ni idea de como su hermana sabía eso – Lo han organizado este año los chicos de cuarto curso, es su proyecto de o algo así. Cada vez que suena el timbre del cambio de clase, el gallo empieza a cacarear como loco. ¡Un día de estos lo cazaré y haré caldo con él!

–¿Por qué quieres saberlo, nee-chan? – preguntó Jyushiko.

–Creo que es allí donde deberían ir. – dijo devolviéndole la pista a Choromatsu – Si un gallo canta cada hora, será porque se encuentra cerca de algún timbre o campana que suene cada hora. La parte de la lección me hizo pensar en una escuela. La escuela de Ichiko está a varias calles de aquí, si preguntáis seguro que llegáis en seguida.

Los cuatro chicos se quedaron boquiabiertos.

–Wow, ¡eres genial! – sonrió Choromatsu muy sorprendido – ¡No sé como podríamos agradecerte por ayudarnos tanto, prima Choroko!

–Yo sí lo sé. – dijo sonriendo, y sus gafas repentinamente se empañaron al volver la cara hacia Ichimatsu y Karamatsu.

–Huid, rápido. – ordenaron las otras cinco hermanas.

Los dos tragaron duro y se apegaron más. Un escalofrío les recorrió la columna cuando ella se acercó con su sonrisa y sangre cayendo de su nariz. Algo les decía que no les gustaría la manera que tenía la de verde de cobrar sus deudas…

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Una hora y media. Ese fue el tiempo que estuvieron Ichimatsu y Karamatsu bajo el poder de su prima, que no hacía otra cosa que obligarlos a hacer poses "lindas" y otras más "eróticas" según ella mientras grababa, fotografiaba y reía como una pervertida pedófila. En parte a Kara le gustaba estar mucho tiempo cerca (literalmente) de su querido Tima-nii-san y adoraba actuar, pero estaba algo incómodo por la situación y deseaba salir de allí cuanto antes. Ichi mientras estaba muerto de nervios replanteándose toda su vida y se veía más recto que un palo en cada foto que le sacaban.

–C-Choromatsu, s-sálvame… – suplicó el de morado sudando frío mirando a su hermanito.

Choro lo ignoró fingiendo que estaba muy interesado en las cosas del estante a su lado. Osomatsu intentaba acudir a su ayuda, pero el de verde lo tenía sujeto por la gorra de la sudadera y le impedía alejarse de su lado.

–No te preocupes, Tima-nii-san. – dijo Karamatsu empujándolo con cuidado y colocándose a cuatro sobre él como le indicaba Choroko, aunque su cara parecía recién sacada de una película de mafiosos. Ante la sonrisa macabra del chico, Ichimatsu se sonrojó – Cuando acabemos con esto, nos vengaremos de ese bastardo…

El mayor pensó que tal vez su hermano debería dejar de pasar tiempo con él.

Después de eso, los chicos se despidieron de sus primas, que volvían a su casa después de un largo día de compras, y se fueron lo más rápido que pudieron.

–Hay que huir. – decía Ichi todavía muy nervioso – Tomemos a Hanimatsu y salgamos de aquí ya. ¡No quiero volver a ver a Choroko en mi vida!

–Choromatsu-nii-san, esta vez te toca correr a ti. – dijo Kara sonriendo mirando al de verde. Él se iba a negar de inmediato cuando el pequeño añadió – Recuerda que sé dónde están las revistas de tu querida Nya-chan.

Ante eso, no pudo negarse a hacer un poco de deporte corriendo tras la alpaca.

Esa vez tardaron unos veinte minutos en llegar al colegio que le habían anunciado. El lugar estaba formado por un enorme edificio de tres plantas más una azotea y tenía un gran reloj en el centro, todo ello rodeado por un patio lleno de césped y tierra con algunos árboles que daba un buen lugar de sombra. En la parte de atrás había un campo de fútbol y un gimnasio donde se jugaba al baloncesto.

Cuando llegaron, los alumnos más rezagados estaban saliendo de clase y se dirigían ya a sus se quedaban embobados viendo a Hanimatsu trotando frente a ellos como si fuera un poni.

–Perdona, ¿sabes donde está el gallinero? – le preguntó Choro a uno de esos niños que parecía algo menor que él.

–Sí, está en la parte de atrás, se ve de lejos… – dijo mirando a la alpaca con los ojos iluminados – ¿Puedo tocarla?

–Podrías quedarte con ella hasta que volvamos si quieres. – le ofreció Ichimatsu fingiendo ser amable – Pero ten cuidado, está adiestrada y muerde a los desconocidos.

El chico tragó duro y se fue corriendo asustado.

Los cuatro hermanos bajaron de la alpaca y se dirigieron caminando junto a ella al lugar indicado. Como había dicho el chico cobarde, el gallinero de la escuela estaba en la parte de atrás del edificio, a la sombra de un árbol enorme. Y, para suerte de los chicos, había una bandera infantil con el dibujo de un pollito a un lado.

–¡Ahí está la siguiente pista! – exclamó Osomatsu corriendo hacia la bandera.

–Ten cuidado, Oso, te puedes caer. – dijo Choro sonriendo. Con esa frase se sentía un buen hermano mayor, creía que ya nada malo podía pasarle.

Sin embargo, antes de que el pequeño pudiera llegar a la bandera, un enorme perro mastín salió de la nada y se lanzó contra el niño ladrando y gruñendo ferozmente. Parecía que le mordería el cuello en cualquier momento y acabaría así con él. Hani baló del miedo y Choromatsu y Karamatsu chillaron sintiendo que les daba un ataque al corazón, pero la cadena que ataba al perro lo detuvo a centímetros de llegar al Oso.

–¡Un perrito! – exclamó el de rojo sin ver el peligro en los ladridos y gruñidos del perro.

–¡Oh my God, lo va a matar! – gritó Kara temblando.

–¡Ichimatsu-nii-san, rescátalo! – pidió Choro volviéndose hacia su hermano mayor.

Sin embargo, Ichimatsu no parecía dispuesto a ayudar. Se había quedado paralizado, temblando y mirando al perro con los ojos como platos y la cara blanca. Se veía totalmente aterrorizado.

–Ni lo intentes, Tima-nii-san le tiene miedo a los perros. – dijo el de azul con una gotita cayendo por su sien.

–¡¿Y cómo salvamos a Oso entonces?! – preguntó zarandeando al quinto – ¡Es tan tonto que se acercará a acariciarlo! ¡Se va a morir, no puedo permitirlo! ¡KYAAAAAAH! – chilló cuando vio que lo inevitable se acercaba.

Osomatsu dio un paso al frente para abrazar al perro. Todo parecía que iba a acabar de una manera catastrófica y muy sangrienta cuando un chico de la edad de Ichimatsu llegó corriendo por detrás de los hermanos Matsuno y le lanzó una patada voladora al perro, golpeándolo en el costado. Luego le hizo una llave de karate para que no pudiera moverse, consiguiendo que el perro lloriqueara.

–¡Cierra el maldito hocico, Cerbero, chucho de mierda! – gritó el chico que llevaba una sudadera marrón.

Tras él llegaron otros dos niños idénticos al primero, uno con una sudadera naranja que parecía al borde de la muerte de tanto correr y el otro de celeste que los miró muy tranquilo.

–Fugoomatsu-nii-san, ¡detente! – exclamó el de naranja muy alterado, justo como Choro momentos antes – ¡Vas a matar a Cerbero!

–Pero el perro iba a matar a ese niño. – añadió el de celeste señalando a Osomatsu.

Tras un par de minutos, el perro pudo huir del chico y Karamatsu y Choromatsu corrieron a comprobar que Oso estuviera sano y salvo, todo bajo la vigilancia de sus salvadores. El de verde, muy emocionado, acabó llorando y abrazando al menor.

–Oye, enanos, ¿qué hacéis aquí? – preguntó el llamado Fugoomatsu cruzándose de brazos – ¡Si habéis venido a robar gallinas, más vale que corráis porque os lanzo a Cerbero de nuevo! – gritó furibundo.

–Depende, ¿las gallinas dan dinero? – preguntó Oso cual comerciante, sin inmutarse ante el mayor.

–¡Osomatsu, no! – lo regañó Choro.

–Habíamos venido a buscar un papel con una pista. – explicó Karamatsu enseñando los papeles de las pistas anteriores – Estamos en mitad de una búsqueda del tesoro y creíamos que la siguiente pista estaba en este gallinero, pero entonces el perro nos ha atacado y Tima-nii-san… Es decir, Ichimatsu se ha quedado paralizado. – explicó mirando de reojo a su hermano y luego se fijó en sus pantalones – E-espera, ¿te has hecho pis encima?

–Lo siento…

–¿Eres Ichimatsu? – dijeron los tres a la vez confusos.

–¿Ese no es el nombre de nuestro primo, Koda? – preguntó Fugoo mirando a sus hermanos.

–Sí, el que siempre perdía contra ti jugando a la play y acabó golpeando la televisión como un envidioso. – añadió el de naranja, Kodamatsu, cruzándose de brazos – ¿Tú que opinas, Uchuu?

–Mmmm, por algo la cara de estos niños me sonaban. – dijo el de celeste, Uchuumatsu – Son los hermanos pequeños de Ichimatsu, por lo que son nuestros primos.

–Más primos que no recuerdo, viva. – alzó el brazo con parsimonia.

–¿Más primos? – preguntó Oso con curiosidad – Podríamos formar un equipo de rubby familiar. Oye, ¿sois tres gemelos? ¡Yo tengo cinco hermanos mayores! – dijo mostrando cuatro dedos. Choromatsu le levantó el pulgar también para que fuera correcto – Pero estaría genial que también fuésemos gemelos…

–Idiotamatsu, se dice "trillizos" y "sixtillizos". – lo corrigió Choromatsu en un susurro.

–Sep, ¡somos trillizos y nos encargamos de cuidar a las gallinas! – exclamó Fugoo haciendo una pose de superhéroe – El menor, Uchuumatsu, se encarga de que los huevos estén a buena temperatura para que nazcan los pollitos. – Uchuu sonrió tontamente – El mediano, Kodamatsu, las alimenta y limpia y huye del gallo cuando está de mal humor. – Koda saludó sonriendo muy avergonzado – ¡Y el mayor, el grandioso Fugoomatsu, es quien cuida del perro guardián Cerbero!

–¿Os gustaría quedaros con nosotros a merendar? – preguntó el de celeste – Solemos comer aquí y hoy mamá nos ha dado comida.

–No, no hace fal-

Choromatsu intentó negarse, pero el estómago de sus hermanos empezaron a rugir en contra de esas palabras.

Finalmente, los cuatro niños y la alpaca decidieron quedarse a tomar la deliciosa comida que había preparado la madre de los trillizos. Extendieron un gran mantel de picnic a una distancia. Había galletas con chispas de chocolate, pasteles, papitas y otras muchísimas cosas que podían provocar diabetes precoz.

Ichimatsu fue el primero en empezar a comer como un gato muerto de hambre mientras sus pantalones y sus calzoncillos se secaban junto a la bandera del pollito.

–Mmmmm, ¡delicioso! – dijo disfrutando de cada bocado.

–¡Yo también quiero! – exclamaron Kara y Oso lanzándose sobre la comida.

–Muchas gracias por la comida. – dijo Choro educadamente.

–¡No seas como Koda! – gruñó Fugoo dando una palmada en el suelo – Por mucho que digas, acabaréis pagando por esta comida de una manera u otra. ¡Nada sale gratis!

–Por cierto, buscabais un papel con una adivinanza escrita, ¿verdad? – preguntó el de naranja amablemente, haciéndole disimuladamente un corte de mangas al mayor. Los menores asintieron repetidas veces – ¿Es éste? Lo encontré junto a la bandera unos minutos antes de que llegárais.

Koda mostró un papel de color azul. Choromatsu lo tomó y leyó lo que ponía en él.

–"Las flores de sakura vuelan destruyendo las murallas de la fortaleza". – dijo alzando una ceja – ¿Cómo pueden unas flores destruir unas murallas?

–¿Qué es destuir? ¿Y portaleza? – preguntó Osomatsu confuso.

–Destruir es como romper, destrozar. Y una fortaleza creo que es un castillo muy grande – explicó Karamatsu haciendo uso de su sabiduría infantil – La frase quiere decir que las flores de los cerezos rompen un castillo.

–¡Oh, yo también puedo romper castillos! – dijo el de rojo muy emocionado – El otro día en el cole salté en el castillo de Nagi-chan y, ¡pum! Se rompió y se enfadó mucho y me pegó, ¡pero yo le pegué más fuerte!

–Osomatsu, esos castillos son de arena… – le corrigió Choromatsu con una sonrisa. Sin embargo, entonces una extraña idea le pasó por la cabeza – Castillos de arena… Kodamatsu, ¿hay por aquí algún sitio con una bandera, cerezos y un arenero al lado?

El de naranja ladeó la cabeza y miró a sus hermanos. Los tres se quedaron pensando en algún sitio así cruzándose de brazos y cerrando los ojos, poniendo la misma expresión pensativa. Eran idénticos en ese momento y Osomatsu quiso saber que sería de ellos si él y sus hermanos fueran… ¿Cómo era? ¿Sixtillizos? Sí, algo así era. ¡Seguro que sería muy divertido! En ese momento, Uchuu abrió los ojos recordando.

–El parque Bridge. – dijo mirando a algún punto en el cielo, hipnotizado – Está aquí al lado, a unas pocas manzanas, y tiene cerezos y un arenero a los pies del más grande de todos. Ah, y también hay una bandera de Japón junto al puente. Deberíais mirar allí.

–Eso haremos. – aseguró Ichimatsu dándole un pastelito a Choro – Pero antes de eso, come.

.

Mientras tanto, tras un arbusto cercano estaban Todomatsu y Jyushimatsu escondidos, cubriéndose la cabeza con un paño de su color y unas gafas de sol para que nadie los reconociera. Algo que no servía de mucho, teniendo en cuenta que llevaban la sudadera con el símbolo de la familia.

–¿Estás bien, Jyushi? – preguntó preocupado, mirando la manga desgarrada de la sudadera de su hermano.

Al darse cuenta, el de amarillo escondió su mano herida tras su espalda y movió la otra quitándole importancia al asunto. El maldito Cerbero los había atacado cuando habían llegado al lugar un buen rato antes que sus hermanitos y por mala suerte le había mordido la mano. Ese perro había estado a punto de arruinarlo todo, sobretodo porque ambos casi se descubrieron para salvar al idiota de Osomatsu.

–No te preocupes, nii-san, mis largas mangas me han salvado. – mintió con una enorme sonrisa. Buscó en el bolsillo de su sudadera y sacó un pastelito idéntico al que tenía Choro entre sus manos – Mejor comamos algo. Di: "Aaaaaaah~"

–¡¿Cuándo lo has robado?! – preguntó impresionado.

Jyushi se lo quedó mirando con esos ojos felinos que ponía cuando estaba pensando en algo extraño. Todomatsu decidió finalmente que no importaba de dónde había salido el pastelito y obedeció abriendo la boca antes de que a su hermano le diera un ataque por pensar tanto.


Y hasta aquí por hoy :D Al final le hice caso a los que me dijeron que dividiera el cap. Salían cerca de 10.000 palabras en total, y como mis caps ya suelen ser muy largos, no quería aburriros uwu

Oye, ¿es normal que a veces me den ganas de borrar todo el fic y hacer como si nunca hubiera existido? No lo haré, no os preocupeis por eso, pero es la primera vez que siento algo así qwq

Bueno, eso es todo! Hasta la semana que viene!

PD: Ya pronto los niños volverán a crecer! :D Se están haciendo mayores y casi me siento orgulloso de ellos qwq