Hola, gente de fanfiction! Este es mi primer fic de Osomatsu-san, espero que os guste nun

Disc: Osomatsu-san no es mío (ya quisiera yo a esos sixtillizos 7w7), yo sólo los uso en este fic.

Advertencias:

-Este es un AU de edades inverso a lo normal. Es decir, aquí Todomatsu es el mayor de los seis y Osomatsu el más pequeño.

-Por lo anterior, habrá algo de OC. Un poco.

-PUEDE que haya yaoi si al lector le parece bien. A mí también me lo parece.

-Tima-chan o Tima-nii-san es un apodo de Ichimatsu que sólo usará Karamatsu.

-Las edades de los niños irán aumentando (obviamente). Os advertiré cuando así sea.

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Capítulo 1

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La familia de Todomatsu

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Todomatsu aún recordaba lo que pensó cuando su madre le anunció sonriente que iba a tener un hermanito: "Este es el inicio del fin del mundo."

En aquella época tenía sólo diez años y ya tenía un hermano pequeño llamado Jyushimatsu, de ocho años y que era el niño más enérgico de toda su generación. Aunque lo quería mucho y solía jugar con él todos los días, demasiadas eran las veces en las que tenía que recoger las cosas que destrozaba a su paso y esconderlas para que su madre, la bella y amable Haru, no las descubriera. Gracias a él había aprendido a mentir como ningún otro niño. Pero ¿soportar y querer a otro mocoso rompiendo cosas? No creía estar preparado para ello.

Así que, con toda la decisión que podía poner en su adorable rostro, se sentó ante su madre y le dijo:

–Mamá, dile a la cigüeña que ya somos muchos en casa.

Haru no quiso explicarle que no era tan fácil.

Varios meses después nació el pequeño Ichimatsu. En todo ese tiempo, Todomatsu se había preparado para aguantar a una bola gorda y llorona que le arrebataría toda la atención de su madre. Incluso se había puesto en la peor situación posible: ¿y si era niña? ¡Todo el mundo la trataría como una princesa y a él como a su sirviente! Debería enseñarle quién mandaba si así era.

Por suerte, se llevó una sorpresa al ver a un bebé (¡chico!) dormilón y silencioso que no daba nada que hacer.

Jyushimatsu era el más feliz con el nuevo miembro de la familia. Siempre hablaba de él y lo cuidaba con su eterna sonrisa. Hablaba de todas las cosas que harían juntos una vez que creciera un poco, pero a veces Todo creía que su hermano veía al bebé como a una mascota gorda en vez de como a un niño. De hecho, un día lo encontró moviendo una pluma muy colorida sentado frente al bebé que apenas gateaba y que lo miraba atentamente.

–¿Qué haces, Jyushimatsu? – preguntó Todomatsu sentándose a su lado.

–¡Quiero que Ichi-chan haga "pru, pru"! – exclamó el niño con una enorme sonrisa brillando en su rostro.

Todomatsu sintió una gotita caer por su sien.

–Ichimatsu no es un gato, Jyushi…

Sin embargo, tuvo que dejar a medias aquella queja cuando el bebé intentó lanzarse contra la pluma del mediano mientras ronroneaba. Jyushimatsu se apartó riendo y volvió a mover la pluma frente al menor, repitiéndose la escena. Todomatsu se quedó mirando aquello impresionado y le hizo una fotografía a punto de morir de ternura.

De acuerdo, tal vez Ichimatsu sí era un gato.

Un tiempo después, cuando la novedad era que Ichi ya caminaba más o menos bien sin caerse cada dos pasos, llegó a casa Choromatsu. Verse tan rodeado de bebés no era sano para la mentalidad de Todomatsu, que estaba entrando en la adolescencia y decidió meterse en el mundo de las redes sociales. Se refugió en su nuevo iPhone y en su tablet, sobretodo en el primero.

Choro fue un bebé más llorón e intranquilo de lo que fue Ichimatsu, pero tenía la ventaja de que aprendía con mucha más rapidez. Así, mientras Jyushi solía pasar los días cuidando y divirtiendo a su hermano gatuno, Todo era el que se encargaba a regañadientes del nuevo bebé y sin quererlo le enseñaba a manejar las nuevas tecnologías. Todomatsu no notaba esto y trataba al menor como a un bebé cualquiera, entreteniéndole con dibujos infantiles que le ponía en Youtube cuando no quería estar totalmente pendiente de él.

La lección sobre como cuidar de su hermano la aprendió por las malas. Aquel día en concreto, Todo decidió dejar un momento en la trona al pequeño, que estaba viendo una serie (estúpida y mal hecha en su opinión) sobre una cerda y muchos otros animales que amaban saltar en el barro, mientras él iba al baño. El niño estaba distraído, pensó, así que no habría problema si volvía pronto.

–Choro-chan, quédate aquí hasta que yo vuelva. – le ordenó sólo por si acaso, pensando aun así que el niño era demasiado pequeño como para entenderlo.

En cambio, el mayor se demoró más de lo que había planeado y el vídeo que veía Choromatsu se terminó. El bebé, atado como estaba, sabía que no podía irse de allí sin que su hermano estuviera cerca, pero allí no había nada entretenido que hacer y se aburrió enseguida. Haciendo uso de lo que sabía, empezó a golpear la pantalla de la tablet como había visto alguna vez hacerlo a su hermano, dando la casualidad de que tocó en el lugar necesario para cambiar de vídeo. Choro dejó de protestar y se quedó riendo viendo los llamativos colores que se mostraban en la pantalla.

Para cuando Todomatsu regresó del baño, su madre ya había descubierto aquella trastada del bebé y había puesto el grito en el cielo.

–¡Todomatsu Matsuno! – exclamó la mujer enojada.

–¿Qué sucede, mamá? – preguntó como siempre, aunque por dentro estaba algo temeroso. Que su madre le llamara por su nombre completo era señal de la catástrofe que se avecinaba.

Haru tomó a su hijo de la oreja y tiró de él a pesar de sus quejas hasta colocarlo frente al menor y al vídeo que éste estaba viendo. Las mejillas de Todo se tiñeron de rojo al ver las imágenes que se estaban emitiendo.

Chicas de grandes pechos cantando y bailando con ropa que no dejaba nada a la imaginación y haciendo movimientos del todo insinuantes para su mente que se adentraba en la adolescencia.

–¡Eres un inconsciente! ¿Cómo se te ocurre ponerles esos vídeos a tu hermano? – chilló Haru haciéndole volver a la realidad.

–¡Juro que no le he puesto ese vídeo al niño, mamá! – se excusó intentando defenderse. Aunque luego volvió a mirar el vídeo y sonrió mientras un pequeño camino de sangre caía de su nariz – Pero lo cierto es que es bastante educativo…

La marca de la mano de su madre quedó marcada en su cara durante varios días.

Sin embargo, ese vídeo se le quedó al mayor grabado en la mente y con ello llegó la curiosidad malsana natural en su edad que lo llevó a investigar y a empezar a adentrarse en esa parte del mundo de los adultos. Todomatsu había entrado oficialmente en la adolescencia con todo lo que eso conllevaba. Por eso, para cuando llegó su siguiente hermano a la familia, él ya llevaba mucho tiempo regalándole preservativos a su madre bajo cualquier pretexto. La indirecta no funcionó, por desgracia.

Karamatsu podría decirse que llegó en un mal momento. Haru había empezado a trabajar desde casa, lo cual la mantenía ocupada. Todomatsu había entrado en aquella parte de la adolescencia llena de egoísmo en la que todo lo relacionado con la familia le parecía un castigo insufrible. Tratar con él era como tratar con un demonio con sonrisa de ángel. Jyushimatsu con once años se había aficionado al béisbol y pasaba más tiempo fuera de casa que en ella y Choromatsu solía estar todos los días dibujando, "leyendo" sin saber leer sus cuentos infantiles o correteando tras algún animalito. Era un niño que no necesitaba a nadie para divertirse.

Ichimatsu para ese momento tenía algo más de tres años y, al ver que nadie quería hacerse cargo del nuevo miembro de la familia, decidió que ese bebé sería de su propiedad. Sí, se apropió de Karamatsu y lo cuidaba tanto como podía hacerlo un niño de su edad. Jugaba con él, intentaba enseñarle lo que él había aprendido antes y no se separaba en ningún momento del pequeño. Tanto era así que no era raro encontrarlos a los dos durmiendo plácidamente en la alfombra del salón rodeados de gatos, amigos del mayor.

Esto provocó en Karamatsu un apego malsano hacia su hermano mayor, tan fuerte que si Ichimatsu no estaba cerca de él en todo momento se ponía a llorar. Además, siempre que lograba hacer algo nuevo era el tercero el que lo felicitaba y a partir de entonces sólo lo hacía para recibir la aprobación del mayor. Comían juntos, dormían juntos y se bañaban juntos. Incluso la primera palabra del bebé fue el nombre de su hermano (o al menos algo parecido) y sus primeros pasos fueron hacia él.

–¡Kara-chan, entra de una vez! – exclamaba Todomatsu irritado una noche en la que tuvo que despertarse para acompañar al pequeño al baño.

Kara, que ya tenía cerca de dos años, se tomaba la entrepierna tratando de aguantar las ganas al borde del llanto y negaba con la cabeza. No quería entrar en el servicio junto al mayor de sus hermanos, eso era impensable.

–Tima-chan… – decía el pequeño algo cohibido.

–Ichimatsu está durmiendo. – gruñó cada vez más enojado, aunque realmente lo que quería era tirar a su hermano por el váter e irse a dormir tan tranquilo. Tampoco es que quisiera admitir que le ponía de los nervios caminar por los pasillos oscuros de su casa en mitad de la noche – ¡Maldición, Karamatsu, entra ya al baño o te obligo a entrar!

–¡Ño, ñooooooo! – chilló el bebé a pleno pulmón.

Todomatsu, alarmado, intentó callar a su hermano con palabras suaves y gestos graciosos, pero lo único que consiguió fue que el pequeño empezara a llorar y a berrear más fuerte, como si el mayor en vez de calmarle le estuviera golpeando.

–¿Qué pasa aquí? – preguntó una tercera voz.

Los dos se volvieron en redondo a ver al tercer hermano en mitad del pasillo con expresión de sueño, tallándose un ojo. Karamatsu corrió en seguida hacia él. ¡Tima-chan había llegado en su rescate! Tanto se emocionó que se olvidó aguantarse las ganas y acabó orinándose en el camino, antes de abrazar a su hermano.

–¡Tima-chan, Todo-chan e' malo! – lo acusó señalándole con un dedo.

–¡Dile al niño que entre en el baño! – pidió el mayor al borde del llanto también.

Ichimatsu al escuchar aquello lo asesinó con la mirada y, a pesar de ser sólo un niño que apenas e iba al jardín de infancia, Todomatsu sintió un escalofrío recorrerle al enfrentarse a él. La oscuridad ya no era tan aterradora como aquellos ojos de quien se encontraba frente a él.

–Karamatsu es mío, aléjate de él. – le advirtió con una voz tenebrosa incluso a pesar de ser tan aguda.

Todo ante esa frase se asustó tanto de ese lado yakuza de su hermano pequeño que salio corriendo y se escondió en la cama de su madre temblando de miedo.

Las consecuencias de aquel apego entre hermanos se dejó ver claramente cuando un año después de aquello nació el sexto y (¡por fin!) último hermano, Osomatsu. Karamatsu, que ahora era hermano mayor de ese recién nacido, quiso imitar los pasos de Ichi y decidió cuidar al bebé para impresionar al tercero. En cambio, lejos de sentirse orgulloso por su pequeño hermano, el hermano gatuno se celaba y lo ignoraba tanto como podía o incluso en ocasiones lo trataba mal, provocando su llanto. Osomatsu por su parte estaba encantado de ser el muñeco de aquella guerra por la atención.

–¡Tima-nii-chan, mira! – exclamó Karamatsu tomando al alegre Oso en brazos a duras penas.

Ichimatsu, cuando vio aquella escena, se alarmó mucho y corrió a arrebatarle al bebé de sus brazos y lo dejó con cuidado en el suelo ante la cara de desilusión del pobre niño.

–Karamatsu, no puedes tomar a Osomatsu en brazos. Se te va a caer y se puede romper. – lo regañó comprobando que el bebé no tuviera ningún desperfecto. Por suerte, Osomatsu seguía riendo y hasta le alzaba los brazos al menor.

–P-pero yo sólo… quería cuidar de Oso-chan… – sollozó el quinto antes de empezar a llorar con todas sus fuerzas.

–¿Qué sucede? – preguntó Jyushimatsu entrando en el salón algo preocupado por el llanto que había escuchado desde la cocina donde estaba robando algo de comida. Allí se encontró a Ichimatsu intentando calmarlo arrepentido, pero sin lograr nada – ¿Ichimatsu?

–Jyushimatsu-nii-san, Kara-chan quería coger a Oso-chan en brazos. – le explicó el tercero mirándole con culpabilidad.

Jyushi en seguida entendió y se agachó ante Karamatsu con su enorme sonrisa plasmada en el rostro, desconcertándolo por un momento. Mientras veía al quinto, tomó las manitas del bebé y las apretó suavemente para que no llorase como el otro, con un llanto tenía más que suficiente. Ichi los vigilaba expectantes.

–Kara-chan, no te preocupes. ¿Sabes? Ichimatsu no es tan listo como crees. Él tampoco sabe cómo hay que coger a un bebé. – le dijo el mayor como curiosidad, a pesar de la queja que se escuchó del mencionado.

–¿En serio? – preguntó impresionado.

–Claro que no. – respondió tomando a Osomatsu en brazos como ejemplo. Sólo que en vez de tomarlo correctamente, parecía que estuviera cogiendo una… – ¡A los bebés hay que cogerlos como si fueran pelotas de rugby! ¡Vamos, Kara-chan, corre que te lo lanzo! – exclamó señalando al otro lado del salón.

–¡Voy! – obedeció el menor felizmente.

–¡Jyushimatsu-nii-san! – chilló Ichimatsu con el corazón en la boca intentando detenerlo.

Pero nada dio resultado y el bebé acabó volando por la sala como si fuera ese balón que mencionaba. Por suerte, justo en ese momento Todomatsu entró enojado por tanto escándalo seguido de Choromatsu y, al ver la escena sucediendo casi a cámara lenta, gritó sintiendo que podía morirse allí mismo. ¡Si Osomatsu salía defectuoso por culpa de no haberlos vigilado, su madre lo iba a matar! Pensando eso, se lanzó en plancha cual superhéroe hacia donde estaba Karamatsu y cayó al suelo justo a tiempo para servirle de colchón al pequeño Oso. Se dio un fuerte golpe en la cabeza y sus costillas se resintieron al golpe, pero en ese momento lo único que le preocupaba era la condición de su hermano.

–¿Estás bien, Oso-chan? – preguntó casi por inercia. El bebé soltó una risita cantarina como repuesta.

–Wow, ¡Todo-nii-chan juega bien al rubby! – le felicitó Karamatsu aplaudiendo impresionado.

–Años de experiencia, Kara-chan… – suspiró comprobando que el bebé estaba en perfecto estado.

Justo en ese momento, el mayor se permitió desmayarse dejando salir el alma por la boca. Los demás exclamaron asustados.

–¡Nii-san está morido! – señaló Karamatsu con su dedo acusador.

Ichimatsu en seguida fue a buscar una jarra de agua para despertarlo y Choromatsu lo pinchó con el dedo por si se movía. Y lo mejor es que Oso, lejos de asustarse por volar de un lado a otro, reía feliz y miraba a Jyushi queriendo que lo volviera a lanzar.

Con esta famila tan variopinta, nadie se sorprendió cuando el día de su 16to cumpleaños al soplar las velas, lo primero que pidió Todomatsu con un claro anhelo en su voz fue:

–Desearía ser hijo único.


Hasta aquí el primer capítulo! Es un poco como introducción. Espero que os hayáis divertido, estoy aquí para haceros pasar un buen rato (al menos por ahora 7u7). Si tenéis alguna duda, sois libres de mandarme un review!

PD: Para el que no quiera hacer cuentas, al final de este cap los niños tienen: Totty- 16; Jyushi- 14; Ichi- 6; Choro- 5 ó 4; Kara- 3; Oso- 1.