Título: Willing
Autor: DebsTheSlytherinSnapefan
Traducción: Traducciones. A ver qué sale
Enlace a la historia original: s/9508339/1/Willing
Resumen:DomSeverus/SubHarry. Harry lleva desaparecido desde los nueve años, el mundo mágico ha estado buscándole durante siete años en vano. Tiene diecisiete cuando le encuentran, pero les aguarda una sorpresa si piensan que va a hacer lo que ellos quieren. Resulta que Harry es un metamorfomago y conoce a Severus desde hace años. Las maquinaciones de Dumbledore son descubiertas y una conmoción les sacude a todos.
Desde aquí, el equipo de Traducciones. A ver qué sale. Nos gustaría agradecer a DebsTheSlytherinSnapefan el habernos permitido traducir esta historia.
Por favor, leed las notas finales del capítulo.
Capítulo 56
Hermione Granger
Hermione excavó a través del papeleo que tenía sobre el escritorio que estaba usando, con apariencia de estar algo perdida. Estaba muy acostumbrada a ver tanto la mesa como todo el despacho de Transformaciones lleno de cosas, desde papeles a objetos transformados, como alfileteros y el pájaro que la Profesora McGonagall usaba normalmente como ejemplo durante las clases. No había trabajos apilados tampoco; era realmente extraño, pero quizá no tan sobrecogedor como si lo hubiese visto mientras ocurría. Desafortunadamente ya estaba todo limpio, y probablemente instalado de manera confortable en el nuevo despacho de 'Directora' de la Profesora McGonagall. Que el Profesor Dumbledore no estuviese era algo a lo que desde luego iba a llevarle algo de tiempo acostumbrarse. Desde que aquel chico había aparecido, las cosas se habían ido a la porra; era su culpa, deseaba que pudiese irse simplemente, y dejarles en paz. Ya era bastante malo con Ya-Sabes-Quién de vuelta, sin que Potter se deshiciese de todo el mundo que era bueno y luminoso. Aunque tenía que admitir que debían haber tenido pruebas realmente buenas para enviar al Profesor Dumbledore a Azkaban, era más fácil culpar a Potter, o a Snape mejor dicho, ya que era obvio que Potter estaba siendo controlado. Harry era otro compendio de todo lo que era luminoso; él nunca habría hecho que arrestasen a Dumbledore, ya que eso llevaría a Ya-Sabes-Quién a atacar el colegio. Snape debía ser aún un Mortífago y en el bando de Ya-Sabes-Quién. Todo esto era cosa del mago malvado, estaba segura de ello.
Ella había sacado el tema sutilmente a la Profesora McGonagall, preguntando si Harry estaba bien, pero la profesora le había restado importancia, insistiendo en que estaba feliz, sano y bien. Estaba perfectamente claro que nadie iba a ayudarla con él; tendría que hacerlo ella misma… bueno, nadie más que Ginny, pero ella no era tan buena investigando como ella. Era mejor con la magia práctica, no era una teórica. No se lo debería haber dicho a Ron, le horrorizaba pensar qué es lo que diría si se enfadaba lo bastante. Por suerte había mantenido la boca cerrada cuando habían arrestado a Hagrid. Estaba desconcertada acerca del motivo de que hubiese sido liberado y relevado de Hogwarts, pero él estaba contento. Por fin iba a poder usar magia y estar con sus amados dragones. Hermione estaba feliz por él pero también algo resentida porque estuviese tan alegre de dejarles a todos atrás.
Suspirando suavemente, encontró los papeles para las clases de primer curso; no tenía problema en leer la letra de la Profesora McGonagall. Observó que era la misma lección que ella había recibido en su primera clase, convertir una cerilla en una aguja. Una sonrisa curvó sus labios recordándolo. La profesora había estado tan contenta con ella; había sido la única que había transformado su aguja con éxito. No sólo eso, sino que la había enseñado por la clase, señalando lo brillante y puntiaguda que era. Hermione siempre había anhelado la aprobación de los demás; aquello no había disminuido en lo más mínimo en todos aquellos años en Hogwarts. Aunque después de su primer año, los profesores siempre parecían deseosos de que los demás demostrasen lo que sabían en vez de permitirle responder cualquier pregunta surgida en clase.
Ella había impartido unas pocas clases, pero había descubierto que realmente le gustaba; podía ser exactamente lo que deseaba hacer en el futuro. Los nuevos profesores no llegaban todos los años a Hogwarts, bueno, excepto para el puesto de Defensa de las Artes Oscuras, así que si quería esta plaza tendría que pedirla ahora. Ella era brillante y muy adelantada en transformaciones; no había forma de que Minerva le dijese que no. Definitivamente trabajaría en sus EXTASIS también, sin embargo no había llegado tan lejos para dejarlo ahora. Después de terminar Hogwarts oficialmente, trabajaría en su Maestría durante los veranos, lo que le daría la posición perfecta. Jamás había habido un Director o Directora de Hogwarts nacido de muggles; era el momento para cambiar eso. Si había alguien que podía hacerlo, era ella; estaba comprometida con su causa. La idea de tener un trabajo tan pronto la excitaba, y estaba segura de que Minerva estaría de acuerdo en que ella era perfecta para el puesto. Jamás se había perdido una clase, aparte de cuando estuvo petrificada, pero aquello no contaba, no realmente; era una situación fuera de su control. Además había clavado sus exámenes, siendo la mejor como siempre en la mayoría de sus clases, compitiendo con Draco Malfoy por el primer puesto del año.
Hermione alzó la vista de las instrucciones que su profesora le había dejado, y lanzó una mirada en dirección a la puerta. No había nadie allí, pero no era ese el motivo por el que había mirado. Podía oír a los alumnos de primer año parloteando en voz alta en el pasillo, acerca de lo impacientes que estaban por la clase de Defensa después del almuerzo. Como si no les importase Transformaciones; aquello no le gustó en absoluto. Transformaciones era una de las asignaturas más difíciles que Hogwarts ofrecía. Cuando la campana sonó, se puso en pie y caminó hacia la puerta, abriéndola para dejar pasar al aula a los pequeños alumnos de primero.
—Sentaos —, dijo ella con firmeza, quedándose de pie junto a su mesa con su varita en la mano. Tenía que hacer que la tomasen en serio. Ella no era sólo la Premio Anual ahora, era su profesora, incluso si era sólo temporal. Aunque confiaba en que no lo sería; definitivamente hablaría con Minerva hoy mismo después de las clases. Iba a proponer su nombre para el puesto de Profesor de Transformaciones—. En silencio, ¡estáis aquí para aprender, no para cuchichear! —les espetó, obteniendo miradas de asombro. Ella odiaba eso, había soportado a Lavender Brown y Parvati Patil cotilleando constantemente durante sus siete años en el colegio; no quería aguantarlo allí donde se suponía que iba a enseñarles. No iba a decepcionar a Minerva.
En cuanto estuvo segura de que tenía su atención y que se habían callado, comenzó su pequeña presentación—. La Profesora McGonagall me dijo una vez que Transformaciones es una de las magias más complejas y peligrosas que aprenderéis en Hogwarts, así que si veo a cualquiera perdiendo el tiempo en clase, tengo su permiso para deciros que os marchéis y nunca volváis. Ésta es la única advertencia que recibiréis por mi parte o por parte de la Profesora McGonagall, así que tenedla en cuenta sabiamente —. Se descubrió disfrutando por la atención que estaba consiguiendo. ¡Si sólo pudiese convertirse en un animal! Entonces sería perfecto. Quizá debería leer acerca de convertirse en animago; reforzaría cualquier puesto que ocupase. Tomó una nota mental para sí misma para conseguir un libro acerca de convertirse en animago tan pronto como la clase concluyese.
Regresando a su mesa, comenzó a pasar lista abriendo el libro de registro y pronunciando sus nombres mientras marcaba las casillas de los niños que estaban presentes, que eran todos ellos. Era la primera clase de Transformaciones que tenían, así que no se la perderían. En cuanto hubo terminado, volvió a dejar el libro en el escritorio, para que la Directora lo consultase cuando bajase hasta allí. Confiaba en que los de primero fuesen mejor que los de segundo, aunque no iba a poner la mano en el fuego. Su primera clase había sido irritante, por decirlo suavemente; no habían sido capaces de hacer nada correctamente. No sabía por qué no abrían un libro antes de clase; ella había estudiado toda la materia antes de que comenzase el año escolar, y ellos también deberían hacerlo.
—Abrid el primer capítulo de vuestro libro, convertir cerillas en agujas; prestad atención a los movimientos de varita —, les instruyó Hermione, observando con aire satisfecho mientras hacían lo que les había dicho, abriendo sus libros y empezando a leer. Ella podía hacerlo; incluso si eran lentos aprendiendo, con suerte habría al menos un estudiante capaz de hacer lo que ella había logrado en su primer año. También les daría deberes sobre el mismo tema, ya que a ella se los habían dado cuando tenía once años. A pesar del hecho de que no había nada indicado sobre ello en las instrucciones que Minerva le había entregado.
Lentamente pero con seguridad comenzaron a alzar la vista de sus libros en busca de su guía acerca de qué hacer a continuación. Cogiendo la caja de cerillas comenzó a entregárselas, una por cada alumno de once años, antes de devolverla a su sitio. Inspirando aire profundamente, colocó la cerilla en su mano en la mesa del profesor—. Recordad los movimientos de varita; observad con atención —, dijo ella antes de agitar y tocar con su varita, murmurando rápidamente en voz baja, y entonces ante sus ojos, la cerilla se convirtió en una larga y puntiaguda aguja. Se quedaron boquiabiertos a causa de la emoción y comenzaron a hablar a toda prisa con sus compañeros.
—¡Silencio! Ahora intentado con vuestras cerillas —, dijo Hermione, sentándose encaramada en el borde de la mesa del profesor, observándoles con ojo de halcón. Rápidamente comenzó a enfurecerse cada vez más porque no fuesen capaces seguir sus instrucciones correctamente; ¡sus movimientos de varita estaban todos mal! Acababa de mostrárselos, hacía sólo cinco minutos. Merlín, eran tan estúpidos que ni siquiera podían seguir una única indicación bien.
—¿Cuál es tu nombre? — preguntó Hermione, adelantándose hasta la chica de primero que estaba sentada en primera fila.
—Phoebe Fairchild —, dijo la chica de forma temblorosa, sus ojos abiertos de par en par mientras la Premio Anual se cernía sobre ella con aspecto de estar lista para golpearla. Se sentó más atrás intentando poner tanta distancia como pudiese entre ambas; jamás había visto a nadie mirarla de esa manera desde que su madre la había pillado jugando con su varita. Una de las normas de su madre era nunca jugar con su varita, y ella lo había hecho; la había azotado y la había enviado de vuelta a la cama.
—¿Qué piensas que estás haciendo? —quiso saber Hermione con indignación.
Phoebe sólo abrió y cerró su boca sin decir una palabra, sin saber cómo responder. Contempló a los otros estudiantes como si fuesen a ayudarla, pero ellos apartaron la mirada. Phoebe volvió a la profesora, que estaba poniéndose de un color rojo brillante, pero no importaba cuántas veces abriese ella la boca, nada salía. Estaba completamente aturdida, porque no estaba segura de qué quería su profesora de ella.
—¿Y bien? —gritó Hermione.
—¿...A-apre-aprendiendo Transformaciones? —preguntó Phoebe a lo loco, encogiéndose ligeramente cuando su profesora se apartó de repente.
—¿Cuáles son los movimientos de varita? —preguntó, con sus brazos cruzados frente a su pecho.
—Um… ¿arriba, abajo y toque? —preguntó Phoebe; no le gustaba aquella clase.
—¿Entonces por qué no los estás haciendo correctamente? —quiso saber Hermione.
—¿N-no lo sé? —dijo ella en voz baja, encorvándose y sintiéndose como un fracaso total; la abrumadora necesidad de llorar la superó.
—Obsérvame a mí haciéndolo: arriba, abajo, toque, y entonces dices la palabra; ¡no es aces, es 'Acus'! ¿Lo entiendes? ¡Ac-us! —le espetó Hermione, golpeando de forma condescendiente con su varita y convirtiendo la cerilla de la chica en una aguja. Devolviéndola a su estado original, la empujó cerca de ella, con expresión exasperada en su rostro—. Ahora inténtalo, ¡y esta vez en serio! O informaré a la Directora de que no prestaste nada de atención a mis instrucciones.
Con manos temblorosas, Phoebe hizo como la profesora, diciendo la palabra; comenzó a llorar cuando nada ocurrió. ¿Iban a enviarla a casa? Su madre estaría tan desilusionada con ella; ella había asistido a Hogwarts, y había estado tan orgullosa de que la aceptasen.
—Lo estás haciendo mal, ¡es así! —le dijo Hermione con brusquedad, demostrándoselo una vez más. Observó mientras la pequeña niña saltaba de su asiento, recogía su bolsa y se dirigía a la puerta, con lágrimas rodando por sus mejillas. Volviéndose, Hermione observó con los ojos entrecerrados cuando Potter apareció, ¡consolando a la niña! Esa debería ser ella… y entonces él hizo dar media vuelta a la pequeña y la empujó de regreso al aula, entrando él mismo también.
—¿Qué estás haciendo tú aquí? —quiso saber Hermione con tono altanero, mirándole con desconfianza. Cuanto antes lograse desencantarle, mejor. Entonces sería como debía ser, aprendiendo magia, siendo amigo de los Gryffindor, exactamente como sus padres antes que él.
—Lo opuesto a ti, aparentemente —, dijo Harry, resoplando con desdén.
—¿Qué se supone que significa eso? —dijo Hermione, inspirando profundamente y sintiéndose insultada.
—Se supone que debes enseñarles, no hacer que odien la materia la primera vez que cruzan por la puerta, pequeña insulsa sabelotodo —, replicó Harry, haciendo su mejor esfuerzo por no insultar, y terminando por imitar a su Dominante—. Honestamente, me sorprende que nadie desee mirarte, y mucho menos hablar contigo. Me desagradas; tu completa indiferencia al hecho de que jamás han hecho magia no entra en tu maldita mente, ¿verdad?
—¡FUERA DE AQUÍ! —chilló Hermione, su rostro volviéndose de color rojo oscuro mientras se enfurecía por las palabras del chico… y frente a los alumnos de once años, además. Ella era una profesora ahora, y él estaba haciendo que retrocediese a cuando tenía diez años y estaba en el mundo muggle.
Harry ladeó su cabeza, cuando la chica aulló sus dientes sobresalieron más. Eran demasiado grandes, prominentes incluso; normalmente él no se preocuparía por el aspecto. Ella estaba gritando de nuevo pero Harry ni siquiera la escuchaba en ese punto; los propios estudiantes parecía que quisiesen volverse invisibles y abandonar la habitación. Joder, odiaba a la gente como ella, con tantos aires de superioridad y pensando que siempre tenían la razón, incapaces de concebir estar equivocados. Su magia se liberó, y unos segundos más tarde donde Granger se encontraba… había ahora un castor chillando furioso.
Cerrando la puerta, avanzó hasta el animal, que rápidamente intentó huir y fracasó, mientras Harry lo cogía por la cola. Sujetándola cabeza abajo, ella se balanceó mientras él impedía que le arañase y los estudiantes reían escandalosamente. Viendo las innumerables jaulas que rodeaban la habitación, bastantes con animales dentro, encontró una para colocar a Granger hasta que la transformación pudiese ser revertida. Aunque podía esperar un rato… oh, vale, tanto como fuese posible; podría simplemente olvidarse de ella durante un día o dos. ¿A quién quería engañar? Los profesores lo descubrirían antes del almuerzo.
—¿Qué estabais estudiando hoy? —preguntó Harry, contemplando a los alumnos; le mostraría a Granger cómo se hacía.
—¡Cómo convertir una cerilla en una aguja! —dijo Phoebe rápidamente, sonriéndole como si fuese la mejor persona en su mundo en esos momentos.
—Muy bien —dijo Harry, incómodo ante su mirada. Una vez más regresó a cuando tenía once años, ayudando a aquel muchacho al que le había fallado penosamente. Apartando esos inoportunos pensamientos a un lado, cogió el libro encima de la mesa y comenzó a leerlo. El hecho de que comprendiese todas las palabras en la página sin tener que detenerse para pensar ninguna era un testimonio de lo lejos que había llegado. Sonaba bastante simple, sólo confiaba en no acabar avergonzándose a sí mismo. Golpeando la cerilla sin decir nada, observó cómo se volvía plateada, sonriendo con satisfacción.
—¡Lo has hecho sin varita! —exclamó ansiosamente un sangre limpia, con la excitación recorriéndole; quería ser capaz de hacer eso.
—Alzad la mano si habéis hecho magia accidental —, les pidió Harry, de pie junto a los alumnos de primero.
Todo el mundo, como él esperaba, alzó su mano.
—Alzad la mano si habéis hecho magia a propósito —, dijo Harry después—. No os preocupéis, no soy el Ministerio; no me preocupa la ley —. Y era cierto, no le importaba; él había hecho su parte de magia a lo largo de los años, usándola para romper aún más leyes.
Diez de los estudiantes alzaron sus manos, y Harry estaba dispuesto a apostar que la mayoría de ellos eran sangres limpias.
—Muy bien, poneos de pie, traed vuestra cerilla, y sentaos en círculo aquí —, dijo Harry, moviéndose hacia el centro de la habitación, que estaba relativamente libre de obstáculos—. Mantened vuestra cerilla en la mano, es importante —, Harry puso gesto de fastidio mientras la castora seguía haciendo ruidos de indignación.
—Otra pregunta: ¿alguno ha sentido alguna vez su núcleo mágico? —preguntó Harry, colocando una almohada en el suelo antes de tomar asiento, volviéndose un igual de los alumnos. Él no deseaba ser profesor de todas formas, así que no tenía problema con aquello.
—Yo sí —, dijo María con su mano alzada—. Cuando estuve enferma un sanador me ayudó.
—¿Alguien más? —preguntó Harry, asintiendo para indicar que la había escuchado y comprendido mientras miraba alrededor; nadie más había tocado su núcleo mágico.
—¡No, señor! —dijeron los estudiantes al unísono.
—Muy bien, ahora cerrad los ojos. Simplemente tomad aire y soltadlo; sentid vuestra magia. Es como… estar rodeado de calidez. Vuestra cosa preferida en el mundo, como un abrazo o algo así —, dijo Harry, recordando moderarse con sus expresiones –sólo tenían once años–. Al menos no tendría que luchar para decir cosas de forma que ellos entendiesen, ya que él mismo había sido como ellos no hacía mucho—. En cuanto hayáis hecho eso, quiero que digáis con claridad 'Acus' y dejéis que vuestra magia fluya. No tengáis miedo de ella, es parte de vosotros.
—¡Lo hice! —susurró uno de los estudiantes maravillado, mientras contemplaba su mano; dentro de un puño abierto estaba una perfectamente formada, brillante y puntiaguda aguja.
Uno por uno todos los estudiantes abrieron sus manos para descubrir que ellos también habían tenido éxito; ni uno de ellos encontró una cerilla en su palma en vez de una aguja. Lanzaron miradas de asombro a Harry, incapaces de creer que les hubiese enseñado cómo hacerlo cuando no eran capaces con las instrucciones de Hermione Granger. Comenzaron a parlotear entre ellos, locos de contento por haber logrado realizar su primer conjuro correctamente.
—¿Dónde está Hermione Granger? —preguntó una voz femenina desde la puerta, haciendo que Harry pegase un bote del susto. Su cabeza se alzó de repente, descubriendo a Minerva McGonagall y a su Dominante allí de pie. Poniéndose en pie de un salto, su mirada fue automáticamente a la jaula, descubriendo a la castora chillando aún más frenéticamente. Comenzó a golpear con su cola el suelo de su lugar de encierro intentando llamar su atención.
Severus entrecerró sus ojos, siguiendo la dirección de la mirada de su sumiso y sus cejas casi desaparecieron en lo alto de su cabeza. ¿La había transformado en un castor? Sus labios se fruncieron, incapaz de ocultar su regocijo; encontró al animal en que había sido transformada… bastante adecuado. La pregunta principal en su mente era ¿qué había hecho Granger? Harry había hecho aquello por un motivo y quería saber cuál.
—Creo que quizá esto debería ser discutido sin pequeñas orejas escuchándonos, ¿no te parece? —sugirió Severus mientras se volvía hacia Minerva, sus labios curvándose mientras el animal continuaba golpeándose contra la jaula.
—Por supuesto —, dijo Minerva, intentando descubrir qué estaba intentando decirle Severus. Ella había regresado a su clase para recoger la última caja con sus objetos entre las entrevistas, y para ver cómo estaba yendo todo. Sólo para encontrarse con Harry Potter enseñando a sus alumnos y ni rastro de Granger. Severus había llegado poco después; asumió que debía haber sentido algo y por ese motivo se había aventurado hasta allí. Por decirlo con franqueza, estaba asombrada; se quedó boquiabierta durante cinco minutos. Jamás en todos sus años como profesora una clase completa había sido capaz de hacer lo que Harry había logrado enseñarles a hacer. Un estudiante, quizá, si tenía suerte, tenía éxito en la primera clase. Harry era portentoso y no se veía a sí mismo como tal; no comprendía lo que era posible y lo que no. De un plumazo, había pasado eso a una clase de alumnos de primero; ¡todos habían usado magia sin varita para convertir su cerilla en una aguja! —Dos puntos para cada estudiante que haya transformado con éxito su cerilla. Bien hecho, la clase ha terminado por hoy. Para la siguiente clase, leed el capítulo dos del libro.
Todos los estudiantes se incorporaron en un salto, deteniéndose sólo para coger sus libros y sus bolsas antes de salir corriendo de la habitación, todavía discutiendo lo sensacional que había sido la clase.
—Harry, ¿dónde está la señorita Granger? —preguntó Minerva, aún confusa acerca de ese punto.
El chico, sin mostrar arrepentimiento de ningún tipo, señaló a la jaula que mantenía a la chica de diecisiete años confinada en su forma de animal.
—¿Tú hiciste eso? ¿Querías convertirla en un animal? —preguntó Minerva con curiosidad.
—No, sólo quería que se callase —, admitió Harry, y no añadió que había estado pensando sobre sus enormes dientes, los cuales eran más grandes todavía ahora que era un castor.
—Impresionante —, dijo Minerva mientras Hermione chillaba indignada, evidentemente en desacuerdo con la Directora.
—Difícilmente —, dijo Severus—. Te dije que regresases a nuestros aposentos si tu magia te sobrepasaba —. Por divertida que fuese la situación, le había dado a Harry unas instrucciones específicas.
Minerva se abstuvo de hacer más comentarios mientras sacaba a la castora fuera de la jaula, y lanzaba un conjuro para revertirla a su forma humana. Mantuvo firmemente sujeta a la Gryffindor mientras recuperaba su posición, obviamente mareada por la transformación.
—No van a dejar que se salga con la suya, ¿verdad? —quiso saber la chica, lanzando dagas con los ojos a Harry, el cual sólo sonrió divertido mirándola, a pesar del disgusto de su Dominante acerca de la situación. Aquello sirvió para alimentar la ira de Hermione; apenas podía creer que la hubiese humillado, no sólo frente a los estudiantes, sino también delante de los profesores.
Justo en ese momento la alarma comenzó a retumbar, y Harry vio por la ventana el domo alrededor del colegio volverse de un furioso color rojo.
—¿Qué es eso? —preguntó Hermione, temporalmente distraída.
—Son las protecciones siendo atacadas —, dijo Minerva, enviando rápidamente un patronus con un mensaje a Filius para que contactase con el Ministerio—. Señorita Granger, regrese a su Sala Común inmediatamente.
—Puedo ayudar —, dijo ella al instante, decidida a salirse con la suya y probar su valía.
—Todos los estudiantes van a regresar sus Salas Comunes inmediatamente; cualquier retraso conllevará la expulsión —, declaró Minerva, haciéndose oír de alguna forma por encima del estruendo que envolvía el colegio. Sonaba tranquila cuando estaba todo lo contrario; los profesores al completo sabían que debían reunirse en el vestíbulo.
Continuará...
Y Hermione terminó convertida en un castor... desde luego a Harry se le va un poco la mano con la magia...
¡Muchísimas gracias a: Cristine Malfoy, Reno Alvarez, Fran Ktrin Black, cuqui . luna .3, DienelleFran, Sara y AngieSCullen por vuestros comentarios!
Y antes de despedirnos tenemos que dar un aviso muy importante:
Entramos en Hiatus.
Somos conscientes de que para los lectores recibir una noticia así es un auténtico fastidio, pero por motivos personales y tras sopesarlo mucho, hemos decidido tomarnos un descanso de las traducciones.
Muchísimas gracias por acompañarnos y apoyarnos durante este camino.
Sentimos mucho las molestias que podamos causaros por nuestra decisión.
¡Esperamos que nos podamos volver a ver muy pronto!
¡Cuidaros mucho!
Traducciones. A ver qué sale.