Aclaración:
Naruto y sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto
Del acoso al amor solo hay un paso…
ACOSO O AMOR
LA PRIMERA VEZ QUE LO VIO
—¿Ya viste quien viene ahí?
Ni siquiera tenía que mirar, Hinata sabía bien quién era, con quien venía, y la razón precisa por la que pasaba por ese lugar a esa hora.
Naruto Uzumaki. Ultimo año, gran atleta, estudiante regular, novio de la chica más hermosa del instituto. Lo conocía de toda la vida. Casi podía decir que habían crecido juntos.
La primera vez que lo vio, en el invierno del 2004, exactamente el 27 de diciembre, su cumpleaños número cinco, a pesar de eso, no era un día de fiesta como los 4 años anteriores de su existencia. ¿La razón? su hermana tenia escasos 9 meses de existencia, su mamá aún estaba algo delicada por el parto y su papá tenia tanto trabajo acumulado, que apenas podía voltear a verla. Era una temporada agotadora emocionalmente para toda su familia.
Lo vio a través de la ventana de su habitación, el niño rubio corría afuera de la casa de enfrente, él y sus padres eran los nuevos residentes en el vecindario, acababan de llegar. La mudanza y los muebles regados por el jardín los delataban. Hacía frio, siendo sinceros había demasiado frio, pero eso no mermaba en la actitud del niño de los cabellos alborotados. Hinata lo tomo como una señal, como un regalo divino que le otorgaba el cielo. Su cabello brillaba cual oro, y su sonrisa iluminaba todo, todo al rededor, sintió en su interior una especie de esperanza, sintió que… en el encontraría el camino a la felicidad. Lo miro el día entero. Nunca se le termino la pila. Desde el primer instante que piso su nuevo jardín, hasta el anochecer, su energía y alegría nunca variaron o vacilaron.
Poco tiempo después, su madre falleció. Al funeral asistieron amigos, familia y vecinos, incluyendo la familia del chiquillo rubio que tenía poco más de un año en el vecindario.
Hola chiquita.
Una mujer pelirroja, a la que evidentemente reconocía como la madre de su rayo de esperanza se le acerco en la velada. Ella estaba sentada en una mecedora con su hermanita Hanabi en las piernas.
Mi nombre es Kushina. Vivo aquí enfrente, quiero que sepas que puedes confiar en mí. Puedes ir a verme cuando lo necesites.
Hinata no le respondió nada. No sabía que decir. Ella era la madre del niño nuevo. Del niño que corría día y noche por su jardín, que sonreía sin importar la hora o el lugar, y veía tanto de él en ella, que se quedó un poco aturdida por tanta proximidad.
Perdió a su mamá. Su papá estaba destrozado, su hermana ni siquiera se podía dar por enterada de lo que sucedía. Ella sabía que su vida cambiaría para siempre, que nada volvería a ser igual y mirando a esa señora hermosa, solo pensaba en lo maravillosa que era la vida para el chico de enfrente. En lo maravilloso que podía ser, pertenecer a ella.
Kushina, amor, Naruto se ha quedado dormido. Es momento de que nos vayamos.
La mujer giro su rostro a su marido y después regreso a Hinata. —Nos vamos pequeña. Estamos aquí enfrente. —Le beso la coronilla con extrema dulzura. —No dudes en ir a vernos si necesitas algo.
El señor rubio le sonrió cálidamente, tomo a su esposa de la mano y se alejaron.
Desde ese día no hubo una sola fiesta de cumpleaños en la casa Hyuuga para Hinata, aun ahora, ella no las veía necesarias. Lo único que veía necesario era la alegría y energía de Naruto Uzumaki…
Hinata, sabía todos, todos y cada uno de sus movimientos diarios, su horario escolar, los horarios de entrenamientos, las salidas con su denominada novia o con sus amigos, lo que le gustaba comer, hacer, beber, ver, oír, sentir… no había cosa que no supiera. Todo gracias a esos años de contemplación especial. Funcionaba de maravilla ser invisible.
Jamás le había hablado, de hecho, Hinata dudaba completamente que él supiera siquiera de su existencia. No servía ser su vecina, ni siquiera ayudaba el tenerlo de compañero en todas las clases, (cosa que consiguió al saber el horario de él primero) o seguirlo a escondidas camino a la escuela. Nada de eso servía... Naruto Uzumaki pasaba de largo de ella. De su vida, de sus sentimientos…
—¿Ya viste quien viene ahí?
Ni siquiera tenía que mirar, Hinata sabía bien quién era, con quien venía, y la razón precisa por la que pasaba por ese lugar a esa hora. Ella estaba en esas escaleras, esperándolo como cada día, se dirigía a su entrenamiento. Iba con su amigo y rival Sasuke Uchiha, chico que como ella, lo conocía desde la infancia. Iban como de costumbre discutiendo, o mejor dicho, el rubio iba diciendo millones de cosas, mientras el moreno se limitaba a ignorar, gruñir o asentir según su conveniencia.
—¿Quieres que nos vayamos juntos?
Hinata lo miro pasar y lo siguió con la vista hasta que dio la vuelta en los vestidores de hombres.
—No Kiba, me quedare un momento más, tengo cosas que hacer en la biblioteca.
—La biblioteca, la biblioteca. Vives en la biblioteca. —Se quejó y burlo el castaño.
Kiba era su más cercano amigo. Lo había conocido en el preescolar. Había sido muy tierno y bueno con ella, la había acompañado en sus momentos de más grande necesidad y conocía de sobra, los sentimientos de la pelinegra por el rubio.
—Lo siento Kiba.
—Vale, vale, está bueno pues. Nos vemos mañana entonces.
Hinata espero que Kiba doblara en la esquina para correr a todo lo que daban sus piernas. Debía llegar a su guarida secreta. Un espacio abandonado debajo de las gradas del campo de Futbol. Desde ahí miraría el entrenamiento, miraría al rubio correr, reír, gritar… sudar…
Al terminar el entrenamiento y casi siempre entre semana, Hinata se dirigía a escondidas a su casa. Miraba a Naruto llegar a la suya, ser recibido por su madre y cerrar la puerta. Después de esto, corría a su casa, saludaba a su hermana y a su niñera, y se adentraba en su habitación. La misma habitación en la que lo miro la primera vez, la misma ventana, se volvió su cómplice, pasaba el resto de su día mirándolo, tendido en su cama, en su escritorio o caminando de un lado a otro hablando por teléfono. Había veces en las que escuchaba sus gritos de júbilo o en contraparte los gritos de su madre para callarlo. No lo podía evitar o parar. Necesitaba verlo…
Normalmente tenía ciertos detalles con el chico rubio, detalles tiernos, atentos, románticos y útiles, pero anónimos.
Notas en su casillero.
Desayunos y tentempiés entre comidas.
Pomadas y menjurjes curativos.
Dibujos.
Poemas.
Tareas olvidadas.
La lista era interminable. Hinata había evaluado muchas veces su situación.
Al igual que Naruto, Hinata estaba cursando su último año. Él, había aplicado para estudiar en la universidad del Remolino, al igual que su madre y ella… había aplicado a la universidad del Remolino, igual que... Sí, igual que él.
Sí. Sus planes para toda la eternidad, eran seguir al rubio e intentar robar un poco de la luz mágica que lo rodeaba. Solo necesitaba iluminarse un poquito. Solo un poquito…
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