A Callagham la vida en la prisión le parecía indignante para alguien con sus capacidades y conocimientos. Y fue gracias a sus conocimientos que logró burlar la seguridad de las instalaciones, sin ningún tipo de remordimiento huyó de la prisión de alta seguridad. Jaqueando claves, ingresando códigos, destrozando todos los medios para retener a los presos como él ahí.

Logró salir y en cuanto estuvo en el borde de un acantilado se lanzó al agua dispuesto a cruzar la extensión de mar separaba a San Fransokyo del lugar que acababa de dejar. Las señales de alerta no tardaron en oírse a lo lejos mientras él nadaba con rapidez, aprovechando el golpe de adrenalina en su cuerpo.

Esquivó por varios días los dirigibles que vigilaban el gran Puente Rojo. Le llevó 4 días completos cruzarlo sin ser visto por la policía.

Una vez en el puerto se adentró en las estrechas calles de la ciudad, necesitaba un plan rápido. Había planificado que haría para llegar a la cuidad, pero no que haría cuando llegara allí, eso lo pensaría una vez que estuviera allí y evaluara la situación. Entonces escuchó a dos tipos que se dirigían a un robocombat que se llevaría a cabo a unas cuantas calles más abajo. No lo pensó más y los siguió, quizás podría encontrar un lugar donde esconderse temporalmente.

Al llegar al lugar se encontró con una multitud de gente apostando su dinero por alguno de los dos combatientes. Uno de ellos era un hombre corpulento con el símbolo de una montaña en su espalda y el otro contrincante llevaba un pañuelo atado a su frente.

- Bien, hoy tenemos una pelea especial –anunció la mujer que recogía las apuestas–. ¡El gran Yama-san probará su nuevo robot contra el área norte, representado por Satoshi!

Un eco de admiración se escuchó mientras la chica con un ojo parchado alzaba su paraguas para ponerlo en medio de los robots y así dar comienzo a la lucha.

- ¿Están listos? –Pregunta con una sonrisa de diversión–. ¡LUCHEN!

El robot acorazado de Yama-san no tardó en aniquilar al contrincante, unos cuantos movimientos del robot y sus armas ya habían hecho pedazos al otro. Después de aquella victoria aplastante, Satoshi firmó un tratado que proclamaba a Yama-san como nuevo propietario de las recaudaciones en el área norte.

Callagham presenció aquella pelea desde lejos, sonriendo al darse cuenta del provecho que podía sacar de aquella situación. Se acercó a Yama-san y le ofreció su ayuda para crear robots más poderosos que pudieran asegurar su liderazgo a cambio de que lo ayudara a esconderse de la policía.

El yakuza miró sorprendido a aquel hombre que se había parado frente a él muy seguro de sí mismo. Sus ofertan eran muy tentadoras y realmente le parecía una buena idea aceptar, pero no sin antes consultarlo con su subordinada. Aquella joven con un ojo parchado, que habló unos momentos con Callagham para poder sopesar mejor aquella oferta. Terminó por dar el visto bueno y su jefe aceptó encantado el trato con el ex profesor de universidad.

Ambos aliaron sus copas llenas de sake, una vez en la mansión del yakuza, y bebieron sellando su acuerdo.

En los meses siguientes, Callagham reunió a su antiguo equipo, volvía a tener los medios para poder crear un nuevo laboratorio y todo lo que requiriera, y comenzó a trabajar en el diseño de nuevos robots que Yama-san pudiera ocupar en las peleas.

Comenzó a irle muy bien, Yama-san estaba muy complacido y por ello se ganó bastantes privilegios, uno de ellos fue, que a través de algunos contactos, poder estar al tanto de la situación de su hija Abigail, la cual había puesto en marcha un nuevo proyecto de Viaje Tridimensional hace unos meses.

Un poco abrumado por las consecuencias que podrían repetirse con aquel experimento retomado, el hombre llamó a uno de los antiguos empleados que seguían creando diseños en la compañía donde se realizaban los prototipos de las naves. Decidió contratarlo y entregarle sus bocetos e ideas para presentarlos el día de las Exposiciones a nivel Internacional, siendo elegido con un puesto como proveedor de material y pudiendo trabajar de incognito en las modificaciones del proyecto de su hija. De este modo Callagham pudo juntar mucho material en menos de un año para su nueva base y además estar al tanto de los avances de Abigail.

Un día, ordenando antiguos papeles, Callagham encontró las anotaciones de una posible clonación epiteitial en la cual había estado trabajando hace muchos años ya. En aquel momento recordó la impotencia de haber perdido a su hija y que muchas veces había pensado en clonarla con la esperanza de tenerla de vuelta de alguna forma... pero aquel muchacho, Hiro, la trajo de vuelta. Incluso aunque él fue el culpable de la muerte de su hermano mayor.

- Tadashi Hamada… tu cerebro hubiese sido muy provechoso en esta investigación... –susurra con una sonrisa melancólica. Fue entonces cuando una idea fugaz pasó por su mente: podía estar cruzando completamente las líneas de la ética, pero por otro lado, podría estar en paz con aquel chico que le devolvió a su ser querido.

Decidió que lo haría, arriesgando mucho, al igual que Hiro cuando trajo a Abigail de vuelta.

Pidió a sus subordinados que no lo molestaran cuando estuviera en su oficina y que se comunicaran con él sólo por megafonía, dejándolos a cargo de la invención de los robots para Yama-san.

De nuevo los meses pasaron. El problema no era la dificultad de la tarea, sino donde llegaban los limites racionales de sus acciones con aquello que estaba haciendo. Así que en tan solo 5 meses hizo crecer un feto humano en un útero artificial. Este clon epiteitial provenía de una muestra de piel de Tadashi y se aseguró de que uno de sus empleados le facilitara la materia orgánica del chico fallecido en aquella explosión.

Los días fueron pasando, y el clon fue obligado a desarrollarse a una velocidad muy alta para así llegar al mismo estado que su yo original en poco tiempo.

- Yama. –El yakuza se giró al oír su nombre de boca del ex profesor–. En unos días contrataré a un nuevo ayudante...

- ¿Otro más? –Preguntó el hombre extrañado.

- Éste es importante, es especial, si tenemos suerte, él podrá proporcionarnos muchos beneficios a todos.

- No sé qué diablos está maquinando tu cabeza... –dice Yama con una sornisa de medio lado–, pero tus ideas siempre funcionan.

- … –Otra sonrisa se forma, esta vez de los labios de Callagham.

- ¡Profesor!

- ¡Profesor Callagham! –Se escuchó en un segundo grito de los ayudantes del hombre.

- ¿Qué sucede? –Pregunta al verlos tan agitados al entrar a la oficina del yakuza.

- Su laboratorio... ya sé que dijo que nadie debía acercarse... –explicó el joven científico jadeando–, pero tan solo crucé el pasillo y vi la sombra de un hombre. Intenté abrir pero la puerta estaba cerrada por fuera, ¡no sé cómo diablos alguien pudo entrar!

- ¡Acompáñenme! –Ordena Callagham comenzando la carrera hacia su laboratorio.

- ¡Si!

Todos los presentes se dirigieron al lugar, y una vez allí, Callagham pasó su tarjeta identificadora y uso las llaves especiales para abrir aquella habitación. La luz estaba encendida y había un rastro de agua en todo el piso, lo siguieron con la mirada hasta encontrar rastros de sangre, un hilo con tejido humano estaba aplastado y masticado al lado de algo que lucía como una figura humana tapada por unas sábanas mojadas.

Ninguno de los presentes se atrevió a moverse, ni tan siquiera el profesor.

Yama-san se acercó, dudando un momento si descubrir que había ahí abajo, como había dicho antes: nunca se sabe que está maquinando la mente de ese hombre. Muy lentamente tomó la tela entre sus gruesas manos y tiró de las prendas mojadas.

Ahí estaba un muchacho en estado de shock. Temblaba de pies a cabeza y miraba a los científicos con el terror en sus pupilas. Estaba desorientado, tenía frío y todo le parecía demasiado confuso.

- Tú... –El chico lo miró desorientado, frunciendo el ceño al no comprender nada-. Tu cara...

Callagham se extrañó ante la reacción del yakuza y se acercó a observar al hombre, sin dejar de mirar al azabache que seguía temblando en una esquina.

- ¿Lo conoces? –Le preguntó a Yama.

- Sí, fue este tipo quien hizo que me encerraran la última vez ¿Qué diablos hace aquí y... porque está desnudo? –Fue entonces que todos se dieron cuenta de su falta de ropa-. ¿Qué diablos está pasando aquí?

Yama estaba muy confundido, miraba al ex profesor con el ceño fruncido, exigiendo explicaciones para aquello. ¿Acaso a esto se refería con que contrataría a alguien "especial"?

- Oh dios mío... ¿no es este el chico que presentó un prototipo de robot enfermero hace más de un año? –Preguntó una de las ayudantes, ella estuvo presente el día de la presentación, lo recordaba claramente porque el chico irradiaba un aire muy tranquilo, especial.

- Lo es.

- Pero él... murió en la explosión de un edificio del campus universitario –añadió la ayudante con expresión de miedo, sin creer lo que sus ojos le mostraban.

- Su foto salió en las noticias de ese día –añadió un tercero, de pie junto al yakuza.

Tanto los ayudantes como Yama estaban perplejos, no podían comprender nada de lo que sucedía allí. Estaba un chico desnudo, agua y sangre por todos lados y el sujeto en si se suponía había muerto hace poco más de un año atrás.

Definitivamente nadie encontraba una explicación para aquello.

- ¿Cómo es posible, Profesor?

El hombre de cabello canoso soltó un suspiro y se giró levemente, para poder ver a los allí presentes pero sin darle la espalda al chico que era el centro de su atención.

- ¿Alguno más de ustedes lo recuerda? –Los asentimientos y negaciones no se hicieron esperar entre ellos y Callagham suspiró sonoramente–. Éste, amigos míos –dijo mientras posaba una mano sobre el hombro del chico que no dejaba de temblar-, es el nuevo comienzo para la vida humana tal y como la conocemos. Éste, señores, no es un humano original, este chico es un clon.

Todos en la sala contuvieron sus respiraciones ante lo que había revelado el profesor. Aquello era mucho más de lo que su imaginación les había arrojado en sus especulaciones cuando llegaron allí.

Pero el hombre solo sonreía orgulloso, con cierto grado de satisfacción al ver su experimento que al menos físicamente era idéntico a su ex alumno. Se giró por completo hacia él, poniéndose de cuclillas para quedar frente a frente y le sonrió poniendo ambas manos sobre sus hombros.

- Bienvenido de nuevo, Tadashi.