Capítulo XVIII
Me aferré a su cuello atrayéndolo hacia mí para besarlo. TK no dejó de moverse presionando su cadera contra la mía. De mi boca sólo salían gemidos y sonidos de placer que lo excitaban más. Acaricié su mejilla y mordí su labio inferior. De pronto comenzó a moverse más lento, dejándome sentirlo entrar y salir por completo y en cuestión de segundos mis piernas se contrajeron así como mi cuerpo y tuve un orgasmo tan intenso que no me percaté de que él también estaba terminando. Ambos respiramos agitadamente y sin más siguió besándome y rozando su nariz contra la mía.
El sueño nos invadió rápidamente. TK se acostó a un lado y se giró para abrazarme. Pegué mi cuerpo al suyo dejándome deleitar por su calor y poco a poco el cansancio me venció y caí en un cálido sueño del que no desperté hasta el amanecer.
Por la mañana despertamos bastante energéticos. Mientras él se daba un baño yo preparaba hot cakes con tocino y café para desayunar. Se escuchaba Like a Stone en mi celular y sin darme cuenta de que no sólo estaba siendo observada por Ojitos monté un concierto utilizando la pala como micrófono y fingiendo que mi voz sonaba tan bien como la de Chris Cornell.
— ¡Qué sexy! — pegué un brinco de susto al girarme y ver a TK de pie viéndome improvisar. Llevaba la toalla blanca que le había prestado enredada en la cadera y el abdomen aún salpicado de agua.
— Me asustaste —fue lo único que se me ocurrió decir.
— Huele rico —se acercó y me tomó de la cintura plantándome un tremendo beso en los labios que me hizo sonreír.
— ¿Yo o el desayuno?
— Ambos —sus ojos azules brillaban intensamente y mirarlos fijamente era como perderme en alguna parte del vasto universo.
— Emm… vamos a… desayunar. Ve a vestirte —él asintió y tras darme otro beso fue a ponerse ropa.
Ese día decidimos andar por el centro. Caminamos de Manhattan a Brooklyn disfrutando del frío y nevado paisaje de la preciosa ciudad. Pasado el mediodía TK me llevó a comer a un restaurante de comida japonesa que adoraba. Él juraba que era lo mejor que había probado en Nueva York. Antes de volver a la concurrida Manhattan compramos un café con canela delicioso.
En el camino nos deteníamos a tomarnos fotos, de tanto en tanto él se acercaba a darme un beso y todo el tiempo me llevaba tomada de la mano o la cintura. Platicamos de las aventuras que habíamos vivido y nos gustaría vivir, improvisamos una escena al ver una pareja pelearse e imaginamos la causa de la discusión. Y acabamos por imaginarnos lo que haríamos si un apocalipsis ocurriera.
Mientras pasaba el tiempo, en cada gesto, cada sonrisa, cada caricia, cada mirada… yo me perdía más en lo que sentía por él. Me parecía increíble que un músico famoso como TK estuviera pasando su día tomando café barato de Broolyn con una simple mortal como yo. Y no es que lo idolatrara como las demás hacían pero él, sin duda alguna era una persona excepcional.
Pasada la noche decidimos cenar en McDonald's del Times Square. Creo que nunca una Big Mac me había sabido tan deliciosa. En el lugar algunas fans reconocieron al rubio y fueron a pedirle un autógrafo, cosa que lejos de molestarme me causó curiosidad.
— ¿No te molesta ser tan… idolatrado? —pregunté mientras masticaba una papa frita. TK sonrió.
— A veces. Desde… bueno… desde pequeño he venido escuchando «qué bonitos ojos tienes… oh tus ojos» y cosas así, ¿sabes? Luego con la música y la banda esos cumplidos se multiplicaron por cientos —se echó a reír—. Y hay días en que no me siento bien conmigo mismo o no dedico suficiente tiempo a cuidarme y ando sin ánimos, es ahí cuando me molesta escuchar tanto halago —asentí simplemente y le di un trago a mi refresco. Eso sí que era nuevo, jamás me imaginé que en ocasiones él se sintiera mal—. ¿Y tú qué me dices? Supongo que también te dicen cosas.
— ¿Ah mí? ¡Oh no! La única persona que ocasionalmente me halaga es mi mamá.
— ¡Por favor! Eres una exagerada, Yagami. Estás guapísima. No creo que no haya habido al menos una persona que te dijera algo —sentí mis mejillas arder y agaché la cabeza. Quizás esa era la razón por la que no me halagaban, no sabía cómo reaccionar ante un cumplido.
— Tal vez pero no lo recuerdo.
Volvimos al departamento y fui a ponerle más comida a Ojitos quien entre maullidos y ronroneos nos recibió.
TK fue directo a acostarse en mi cama y pronto lo seguí. Me pegué a su pecho y lo abracé con fuerza como si fuera un calentador humano.
— ¿Quieres ver una película?
— Mmm… no —respondió luego de un rato.
— ¿Entonces…? —y como respuesta se giró para quedar sobre de mí y me besó lentamente.
— Quiero estar contigo. Para siempre.
Fin.
I know. Una historia cortita y sin mucho drama. A veces así sucede en la vida, ¿no?
Gracias a todos los que la siguieron! Nuevos proyectos están en puerta! :)