Ramillete (©)

Esta es una historia original. Queda rigurosamente prohibida la reproducción total y o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.


Agradezco enormemente cada review.

Esos que las lectoras regalan sin que las presiones o amenaces. Sea grande o pequeño. Cada una de tus palabras cuenta.


— ¿Y qué flor será esta vez Bella?

—Un tulipán.

—Un lila o un rosa quedaran bien en tu blanca piel. —Mi hermana trata de imprimir a mis visitas a su salón de tatuajes cada año un entusiasmo que ninguna siente. Alice sabe tan bien como yo que cada flor en mi cuerpo evidencia mi manera de sobrevivir. La única manera de mantener viva a mi hija de forma alguna. En mi piel. Es extraño, después de albergarla en mi vientre durante nueve meses, de alimentarla, de simplemente tomarla en mis brazos y aspirar el orlo de su cabello. Ahora no tengo gana. Necesito una conexión con la vida de mi Rose. Si tan solo tuviera a Edward, al hombre con que cree esa vida luminosa que estuvo tan poco tiempo entre nosotros. Pero él se fue y esta tinta en piel es mi cordura.

— ¡Listo hermana! —Absorta en mis pensamientos. No sentí el tiempo pasar. De todas formas mis tatuajes nunca han sido de gran tamaño.

— ¿Y bien? ¿Qué opinas? —Observo mi muñeca derecha. El tulipán la rodea en una fina y perfecta línea curva en forma de tallo. Estoy sorprendida al notar que Alice lo hizo en negro y sin rellenar la flor.

—No le pusiste color. Pensé que el lila iría bien con mi piel. —Alzo la ceja a su dirección interrogante por su cambio de parecer.

—Bueno, recordé que tu boda es en poco tiempo y pensé que podía hacer algo más útil. ¿No estas molesta cierto?

—Claro que no, es hermoso. Pero vamos Alice, sabes muy bien que no he puesto fecha para la boda. No me presiones tú también. Emmett me tiene al borde de terminar con el si sigue con el maldito tema.

—Hermana, no es para menos. Hace un año te lo propuso y aún el pobre está esperando que decidas la fecha.

—Vivimos juntos hace dos años Alice, compartimos una vida. No entiendo porque es tan importante para él que nos casemos. Cedi a eso. Acepte su preposición. Pero no tengo prisa en embarcarme en el estrés de organizar una boda. Tengo pequeñas cosas, pero voy a mi ritmo. — Cansada de la conversación sobre todo en este día en particular. Me levanto me cubro yo misma el tatuaje. Odio que me presione. Detesto que se metan en la toma de mis decisiones. Eso me hace sentir como si me agredieran. Las personas deberían respetar la individualidad.

—No quiero molestarte. Pero eso no te importo cuando te casaste con Edward. De hecho tuvimos que convencerte para que retrasaras la boda un mes más.

—¡Cállate! Colmaste mi paciencia. Esa era otra boda, otra Bella, otra vida. Y lo sabes. ¿Por qué insiste en recordármelo cada cierto tiempo?

— ¿Por qué? ¡Mierda Bella! Estas estancada. Aunque tengas una nueva pareja. Es como que te obligas a ti misma a seguir adelante. —Rabia, la siento recorriendo mis venas, traspasando con su lacerante calor mi piel. Acelerando mi corazón.

—Maldita idiota. Es por qué hago justamente eso. Un asqueroso adolecente borracho atropellada mi hija de 10 años. Mi marido me engaño y tú tienes la osadía de mirarme a mi cara y criticarme. No tienes idea de lo que es el dolor. Si no te gusta la forma con que vivo. No lo veas. Buscare a alguien más que pueda tatuarme todas las flores y te evitare. Sencillo. —Furiosa y dolida en igual partes, tomo mi bolso y me encamino con paso decidió a la salida. Hasta que mi insolente hermana me tira a mi ex marido a la cara.

—Que Dios me perdone. Pero no sabes cómo me alegro que el mal nacido de Edward terminara tirado en la calle. —Bruscamente vuelvo mi cuerpo a su dirección.

— ¿De qué demonios estás hablando?

—No iba a decir nada, porque ese ser humano no merece nada de nadie. Mucho menos ser un tema de conversación. Pero ya que te niegas a moverte y seguir con tu vida…

—No le pongas tanto suspenso Alice, dime lo que tengas que decir. — Mi única hermana se acerca a mi como si la información que tuviera fuera clasificada. Observo su delicada cara, con esa pequeña nariz con pecas e internamente me rio. A veces amas a personas irritantes.

—El Karma existe. Jasper y yo fuimos hacer un grafiti debajo del puente donde siempre vamos ¿sabes cuál es cierto?

—Sí, se cuál es, ve el grano.

—Está bien. Eres tan acelerada. Déjame regocijarme en la desgracia del hombre que más odio en el mundo. Había un indigente, ya sabes un borracho cantado estupideces, pero el hombre en intermedios gritaba Bella. ¿Puedes creerlo? Lo peor de todo es que la mugrosa voz se me hacía conocida. Me acerque a él, Jasper obviamente estaba alarmado, pero igual me acompaño. Bella, el hombre olía asqueroso. Su aspecto era como el de Robin Williams en Jumanji. Pero dentro de toda esa maraña unos ojos verdes se asomaban. —Aguante la respiración, sabía lo que ella diría. —Hermana, era Edward. Era tu infiel ex esposo. —Trataba de procesar lo que me decía, pero no tenía sentido alguno. ¿Por qué Edward sería un indigente? El dinero le sobraba. La última vez que lo vi seguía tan guapo como siempre. Destrozado igual que yo, debo admitir, pero lejos de la indigencia.

—No puede ser. Debes estar equivocada.

—No lo estoy. Es por eso que te digo lo de estar estancada. Deja ir toda esa mierda de Edward Cullen, el ya no es nada. Entiendo o por lo menos trato de entender tu enorme dolor sobre Rose. Está bien, lo acepto. Nadie se recupera de perder un hijo, pero deja ir tu vieja historia con ese hombre y date toda a Emmett. Él lo merece. —No podía impórtame menos Emmett. Que él me perdonara, pero solo podía pensar en Edward. Retome mi camino hacia la puerta, en esta ocasión saliendo al exterior. Saque las llaves de mi auto y ya en el asiento del conductor. Escucho los gritos de mi hermana.

— ¡Bella estás loca! ¡No vayas a buscarlo! —La ignoro. Estoy en un estado en donde tengo una misión. Comprobar con mis propios ojos esa historia inverosímil que Alice ha relatado para mí. Conduzco rápido, sin llegar a ser imprudente. Jamás lo seria, nunca dejaría a una madre con un hueco en su pecho como el mío. Porque un imbécil solo piensa en sí mismo. Llego tiempo record al lugar donde Alice pasa tiempo con su novio. Veo que debajo del puente como es común hay indigentes y borrachos de la zona, tienen una pequeña hoguera en un viejo barril. Con cuidado bajo del auto, pocas personas notan mi presencia y los que lo hacen solo me observan. Sé que es peligroso, pero soy terca. Todo tengo que verlo por mí misma. Me alivia ver que ninguno es el hombre que busco.

— ¿Buscas a gato? — La voz que acompaña a la pregunta viene debajo de mí, una mujer mayor cobijada con una manta que ha visto mejores días me observa, esperando mi respuesta,

—No le entiendo. —Confundida. Y aprovechando que la mujer no se ve hostil y ella inicio la conversación, me animo a hacerlo yo una pregunta.

—Busco a un hombre. Sé que no es mucha información, pero tiene unos ojos verdes particulares, es un verde intenso. ¿Lo ha visto? —Saco de mi bolsillo unos billetes y se los tiendo como pagando por una información que no se si ella tiene.

—Niña, has mirado mucha televisión. Pero nunca veras a un pobre rechazar dinero. —En rápido movimiento me arrebate los billetes.

—El hombre del que te hablo. Aquí en la calles, lo llamamos gato. Por los ojos que describes. Esta al final. —Señala con su sucia mano casi al final del callejón debajo del puente. Nerviosa camino deprisa hasta al hombre con una sudadera desteñida, huecos y suciedad. Su cabello cobrizo es largo y enmarañado. Duerme, pero la angustia en su crispado rostro es evidente. Sus manos son puños mugrientos cerrados tan fuerte que creo que sus uñas están incrustadas en sus manos. Manos que alguna vez me tocaron, esas mismas manos que tomaron por primera vez a nuestra hija. Me quedo estática tratando de engañar a mi mente, diciéndome que este ser en el suelo no es Edward. Que han pasado 5 años y olvide sus rasgos casi imposibles de ver entre la barba que le cubre el rostro. No lo logro por mucho tiempo, sé de memoria cada rasgo del que fue mi esposo. Con voz temblorosa trato de llamarlo, pero es un leve susurro. Respiro profundo, me trago la lágrimas y con todo las fuerzas que pude reunir, lo llamo de nuevo. Esta vez con el timbre necesario para que me escuche.

— ¡Edward! — Abre los ojos de inmediato. Hipnotizantes orbes mirando directo a mi cara como en una especie de trance.

—Be…lla. Bella. —El sigue en este extraño estado. Yo sigo impactada. Mi amor, mi único y eterno, aquí en un lugar deplorable. ¡Dios! ¿Cómo paso esto?

—Sí, soy yo. Edward. ¿Qué haces…?

— ¡No! Son de nuevo las alucinaciones. Mi cabeza no se cansa de jugar conmigo. Alcohol, necesito alcohol. Se levanta tambaleándose, justo estoy en su camino, así que me aparta poniendo una mano en mi hombro. De pronto él se congela en su lugar. Me observa y la poca piel que puedo ver de su cara cambia de color.

—Sí, soy real. —Logro que las palabras abandonen mi boca. Con el corazón acelerado, alzo mi mano y la colocó en su sucia mejilla. Y a pesar de los años trascurridos su calor sigue esparciéndose de manera rápida por todo mi ser. Por un minuto su cara reposa en mi palma. Justo antes de salir corriendo.

— ¡Edward! —Trato de ir tras de él, pero es demasiado rápido. Mi condición física no es la mejor.

—Volverá, el siempre regresa aquí. Puede que pase algunos días. Pero no desistas. No seas como los otros que han venido a buscarlo. —La mujer con la que hable al llegar esta detrás de mí.

— ¿Otros? — Pregunto tratando de recuperar el aliento.

—No eres la primera que ha venido a buscarlo. Tiene poco más de un año desde que llegó, al principio pensé que era una mala noche de fiesta, ya sabes, por su traje caro y buen parecido. Pero gato se quedó. Para una vieja como yo, pocas cosas son sorprendentes, pero ver que rechazaba la ayuda de su propia madre, fue duro. Pero el hombre no es tonto, toma el dinero que le trae su hermano, convengamos que no es como que lo gastara en ropa. Se va en alcohol. —Es demasiada información. ¿Benjamín estuvo aquí? ¿Por qué nadie me dijo nada? Todavía aturdida. Saco una tarjeta de presentación y se la entregó a la mujer.

— ¿Si el vuelve podría llamarme? No importa la hora. Le pagare.

—Te avisare, sin necesidad de que me pagues. Se lo debo a gato. —Asiento con mi cabeza, sin despedirme camino hacia mi auto y emprendo la marcha a mi casa. Solo me queda esperar que la mujer haga lo que prometió hacer. No podía regresar a mi vida y seguir como que esta noche nunca pasó. Necesito respuestas, muchas de ellas en realidad. Al llegar a casa lo primero que noto es que Emmett no está. Gracias a Dios, no creo poder soportar mirarlo a la cara y contarle en donde estuve y con quién. Cansada más emocionalmente que fiscalmente, me traslado a mi habitación para tirarme sin delicadeza en la cama. Suspirando volteo mi cabeza a la mesita de noche para ver el dulce y bello rostro de mi hija adornado por un marco dorado para fotos. De pronto viene a mí un recuerdo, en donde una mañana de julio entre a la cocina para ver a mi hija de 10 años llena de harina y su padre con la mano metida en el chorro del agua del lavadero. Edward había intentado hacer el desayuno, si bien sus hot cakes no estaban malos en aspecto y supongo que tampoco en sabor, porque nuestra hija los comía gustosa. El muy tonto había intentado voltear uno con la mano. ¿Por qué? Creo que jamás lo sabré. Recuerdo acercarme a mi esposo en ese tiempo y besado sus dedos ante la mirada gustosa de Rose.

—Muy bien mami. Siempre tienes que cuidar a papá.

Sus palabras ahora me dañan. Y son el detonante de exponer todo el dolor y sufrimiento que estuve aguantando mientras fui tras Edward. El llanto se adueña de mí, arrasando con la poca tranquilidad que había logrado reunir todos estos años.

—Rose, no pude hacerlo. No pude cuidar a tu padre. Perdóname. —Suplico mientras sostengo la foto de mi pequeña contra mi pecho.


*Jumanji: Es una película estadounidense de 1995 dirigida por Joe Johnston y protagonizada por Robin Williams, Bonnie Hunt, Kirsten Dunst y Bradley Pierce.

*hot cakes: Es una tortita, panqueque o pancaque (en inglés pancake y en Estados Unidos también hotcakes, griddlecakes, o flapjacks)


ADELANTO DEL CAPÍTULO 2.

Próximo Lunes.

—Bella, no quiero que te sientas mal de nuevo. Pero ambos sabemos que debemos hablar de lo que sucedió. No quiero que entres en uno de tus periodos de depresión. Tal vez podemos llamar a Zafrina. — Al escuchar el nombre de mi psicóloga, entiendo que Emmett atribuye mi estado a lo de siempre. A la muerte de Rose, si bien es en cierto, esta vez es sumado al encontrarme a mi ex esposo en la indigencia.

—No, estoy bien. Quiero decir. Tú sabes que llorare a mi hija siempre hasta el día que cierre mis ojos. Pero no necesito a Zafrina. Tal vez lo único que necesitaba era a ti. —Trato de sonreír coquetamente, sintiéndome una perra por fingir delante de este buen hombre.