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Un Príncipe para el Reino Novak

Por Ladygon

Los personajes no me pertenecen, no espero ofender a nadie, solo escribo por diversión y son fantasías mías.

Es un Destiel y un AU, ambientado en un mundo fantástico.

Capítulo 1: Por la alianza entre reinos.

—¡Olvídalo! ¡No sucederá! —grita el príncipe Dean, retumbando todo el castillo.

—Dean, no seas cabezota —dijo el príncipe Sam, tratando de razonar con su voluntarioso hermano.

Los reyes John y Mary veían discutir a sus hijos por "chorrocienta" vez. Se miraron el uno al otro con cansancio, se levantaron de sus elegantes tronos y de las manos se dignaron a retirarse a sus habitaciones.

—¿Ustedes no van a decir algo? —exige Dean.

Los reyes se detuvieron, se miraron y luego los miraron.

—Yo ya di mi opinión —dijo el rey John.

—También di la mía —aclaró la reina Mary.

—Resuélvanlo ustedes —concluyó el rey.

Sam arrugó el ceño.

—Deberías ordenárselo a Dean —sugiere Sam a su padre.

Dean dio un respingo y miró asustado a su hermano. Si su padre se lo ordenaba estaría frito, él tendría que cumplir el mandato, lo quiera o no.

—No ordenaré a ninguno de los dos algo como eso. Ustedes deben elegir con quien pasarán el resto de su vida. Es cierto que son príncipes y tienen asuntos de estado que atender, pero también son nuestros hijos y su madre y yo queremos su felicidad.

—Lo que su padre quiere decir —dice su madre con voz dulce, soltando la mano de su marido y yendo donde sus hijos—, es que los dos tienen razón en esto. —Toma la mano de cada uno de ellos—. Confío en ustedes y cualquier decisión que elijan, tendrán todo nuestro apoyo.

Apretó sus manos, luego besó cada una de las frentes de sus hijos y se retiró con su marido fuera de la habitación del trono.

Silencio.

—El cabezota eres tú —le dice Dean a Sam.

—Idiota.

—Perra.

Otro día de eterna felicidad en el pequeño reino de los Winchester. Ubicado en una localidad rocallosa donde el castillo se erigía en un hermoso acantilado, rodeado del imponente paisaje dado por el fiordo lleno de belleza casi divina. La tranquila entrada de mar, los verdes acantilados, las nubes y el cielo, en ese lugar tan privilegiado y al mismo tiempo tan rústico, pocos enemigos se atrevían a entrar para perturbar la paz del feliz reino. Sin embargo, había un posible enemigo que no debían subestimar: El Reino de Novak.

Es que el Reino de Novak era el más poderoso de la región. Nadie podía alzar armas en su contra sin recibir una derrota ejemplar, para cualquier reino que se atreviera a pensar si quiera, en estar en su contra. Ubicado a unos kilómetros al este, en la parte más fértil y rica de la zona, tenían una cultura muy arraigada en una religión monoteísta bastante rara. Mediante esta, habían asimilado otros reinos y los habían conquistado. También, acostumbraban hacer alianzas mediante los matrimonios, lo cual podría ser normal, pero en el caso de ellos, parecía ser un punto débil. El reino tenía múltiples hermanos y eso debió destruir el reino hace mucho tiempo, pero el primer rey, a quien lo consideraban un dios, tuvo la gran idea de que sus sucesores irían obteniendo el reino hasta casarse. Eso quería decir que, el hermano mayor fue rey del reino hasta que se enamoró de alguna princesa o príncipe extranjero y se fue, dejando el puesto al próximo hermano en la sucesión. Así los hermanos fueron dejando la corona y era natural, ya que pasaban en guerras en el extranjero, conociendo chicos y chicas, eran unos guerreros innatos, muy efectivos, atractivos y todos los reinos se los peleaban, porque los querían con ellos. Hasta que el Reino de Novak quedó a cargo del hermano menor: Castiel.

Era obligación del último de los hermanos de la corona, el regir el reino sin posibilidades de dejarlo a cargo de otro. El rey de Novak estaba lleno de obligaciones, protocolos asfixiantes, tradiciones y un sinfín de cosas, que también ahuyentaron a sus hermanos anteriores. Una de esas obligaciones era tener una descendencia fuerte, la cual debía mantener el futuro del reino. Para esto, el Reino Novak, miró al Reino Winchester para un matrimonio político con uno de sus príncipes.

Esa era la discusión de los hermanos Winchester, pues era obvio que el hermano, que debía casarse con el rey Castiel, era Sam. Como primogénito, Dean debía heredar el reino, lo cual dejaba a su hermano menor libre para futuras alianzas, pero Dean no quería que su hermanito solo por nacer después de él, estuviera condenado a casarse por cuestión política. Su hermano era lo más importante para él y quería su felicidad, debía casarse con alguien a quien amara y lo amara de vuelta. Así debían ser las cosas. Sin embargo, Sam sentía una obligación en establecer una alianza con ese poderoso reino, pues era una forma de proteger a su familia. Si lograban una alianza con el Reino Novak, era un fuerte seguro para el pequeño reino. Nadie se atrevería a meterse con los Winchester, podrían vivir felices para siempre gracias al sacrificio de Sam.

Sam pensaba con la cabeza y estaba en lo correcto. Dean pensaba con el corazón y también estaba en lo correcto.

—No dejaré que te cases con ese rey —asegura Dean.

—¿Por qué, lo quieres para ti?

—¡Qué!

—Dicen que es fuerte, inteligente, un gran guerrero y es muy guapo.

—"Dicen", no quiere decir que sea cierto.

—Vi un retrato de él y es bastante guapo.

Dean pestañeó varias veces.

—Entonces, ¿te gusta? —pregunta con un hilo de voz.

—Podría gustarme, ¿no?...

Perfecto, ahora estaba celoso de ese rey extraño.

—… Lo sabré cuando lo vea —terminó de responder su hermano.

—Para ese momento ya será demasiado tarde y no podrás dar marcha atrás —asegura Dean.

—Ese es problema mío. Sabré lidiar con eso, además, no puedo retractarme, ya acepté el compromiso.

Dean sintió temblar el piso.

—¡Qué! ¡Cuándo! —exigió saber Dean.

—El día que vi su retrato, lo mandé a decir con su emisario.

—No puedo creerlo —dice Dean con desazón— ¿Qué pasará con Jessica?

Sam quedó de piedra.

—¿Cómo sabes eso? —preguntó Sam con seriedad.

—¿Crees que no lo sé? Soy tu hermano. Sé cuando estás enamorado de alguien y tú estás enamorado de esa chica.

—Soy el segundo príncipe de los Winchester, mi deber es crear una alianza fuerte y poderosa para proteger a mi pequeño reino y a mi familia. Jessica lo sabe y lo acepta, porque no puede hacer nada para cambiar eso.

—Antes de ser príncipe, eres una persona y mereces ser feliz. Jessica no puede hacer nada, porque ya lo has decidido, pero yo sí, haré algo.

Sam lo miró preocupado.

—¿Qué harás? —preguntó asustado de saber la respuesta.

—Yo me casaré con él —dijo con seguridad Dean.

—¡Qué! ¡Estás loco!

—Siempre he sido más loco que tú.

Sam se tranquilizó y miró a su hermano con profunda seriedad.

—No juegues Dean, casarse con el rey Novak no es fácil. No bastará que prometas cosas ante el altar. Debes consumar el matrimonio, primero, y si no eres capaz de hacerlo, te repudiará. Si logras hacerlo, debes darle un heredero, porque no le sirves si no le das descendencia, por eso puede repudiarte también. Repudiarte significa, convertirse en enemigo del reino y tendrá motivos suficientes para invadirnos, porque no cumplimos con nuestro acuerdo.

—Eso es ridículo, somos hombres, hay pocas posibilidades de tener hijos. Si quiere hijos, debió elegir a una mujer, no a un hombre. No es muy inteligente ese rey.

—Al contrario, los reyes Novak nacen de hombres. Tienen rituales para concebir hijos. Deberás aguantar rituales, protocolos, adoptar tradiciones extrañas, en un lugar extraño con gentes diferentes a nosotros.

—Puedo hacerlo, soy fuerte —dice el testarudo.

—Dean, ¿cómo te digo para que lo comprendas?... El rey Novak te follará hasta que le des un hijo. En esa relación, tú serás el pasivo. Tu cuerpo será propiedad de él y puede tocarte como quiera a la hora que quiera. Tú no puedes negárselo, porque es parte de la alianza.

Dean quedó con la boca abierta. Eso no se lo esperaba.

—¿Ves? —continuó Sam— ¿Estás dispuesto a eso?, porque yo sí, lo estoy. He investigado mi futuro cargo y aunque no sea agradable, lo haré. Aguantaré lo que me haga ese hombre, porque hay un fin mayor que necesito cumplir y si soy listo, podré adquirir el poder necesario.

—¿Estás dispuesto a ser su puta?

—Claro que sí, ¿y tú?

El silencio fue su respuesta.

—Bien, ya está decidido. —Sam dio media vuelta y salió del salón del trono.

Dean quedó parado ahí, sin poder moverse y sin saber qué hacer. Esa noche, el príncipe se quedó en el balcón de su habitación, mirando la oscuridad del tranquilo mar. La luna estaba llena en las alturas e iluminaba todo su reino con una belleza plateada. Logró divisar a la lejanía, a una pareja que por su forma de actuar se estaba despidiendo. La mujer lloraba y el chico trataba de consolarla, sin resultados. A Dean le partió el alma ver a su hermano despedirse de su amada, pero la decisión estaba tomada y nadie sería capaz de hacerlo cambiar de opinión.

A la mañana siguiente, llegó la comitiva del rey Novak para oficializar el compromiso según los protocolos del reino. Sam se estaba arreglando en su habitación y estaba radiante con un traje blanco con dorado, una capa en su espalda con fondo azul, bordes de plumillas. Se veía muy guapo y así le hubiera gustado a Dean verlo en el día de su compromiso, pero con cara de enamorado, no con esa seriedad característica cuando iba a solucionar un problema. Aun así, su cara se iluminó cuando lo vio a él en la puerta.

—Dean, te ves bien —dijo yendo hacia él.

Dean también estaba radiante, pero él no lo sabía. Vestía un traje de terciopelo corto estilo militar de color verde pardo que hacia juego con sus ojos, botones de plata, pantalones ajustados blancos con botas hasta las rodillas negras y una capa blanca ondeando en su espalda.

—Lo mismo digo de ti ¡Mírate! Eres el novio perfecto —dijo con ironía.

—Dean, por favor —suspiró—, no lo hagas más difícil.

Dean puso sus manos en actitud de defensa.

—Ok. —Fue la respuesta.

—Bien, vamos, entonces. —Sam iba a salir por la puerta.

—Dejaste la espada encima de la cama —le recordó Dean.

Sam volteó y efectivamente, la espada estaba ahí. Se devolvió, entrando en la habitación y cuando la tomó en su mano, Dean sintió algo en su interior. Sam sonrió a Dean, pero luego esta sonrisa se desvaneció en su rostro.

—¡Dean, no! —Corrió hasta la puerta, pero esta se cerró en su cara.

Los golpes no se hicieron esperar. Dean guardó la llave en el bolsillo de su chaqueta, se alejó del lugar, escuchando los golpes disminuir por la distancia y por lo grueso de la puerta de madera.

Fin capítulo 1