Cronopios del autor: Gracias por leerme.

ADVERTENCIA: Yaoi.

Descarga de responsabilidad: Ya lo saben, esto no es mío, ojalá lo fuera.

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El circo de las rarezas

Por St. Yukiona.

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Segundo acto: Los hermanos siameses.

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—Aquí están sus boletos —murmuró Shika mientras les pasaba los boletos. Shoyo salió del baño, mareado, el holor a peróxido era más fuerte de lo imaginado y no sabía cómo es que Nishinoya aguantaba ese aroma cada vez que se pintaba el mechón de su cabello, y, también comprendía, porque Kenma-san se había dejado de teñir el cabello. Miró a Shiiro y después miró a Shika que sonreía grande. Alzó el dedo pulgar—. Te pega el negro, Shoyo-niichan —dijo la chica animada tratando de levantar los ánimos del ambiente.

—Gracias —sonrió tímidamente Shoyo mientras que se pasaba su cabello por detrás de su oreja. La noche anterior Shika había cortado su rebelde cabello y después le había pintado el cabello, el olor no se iba y se sentía mareado pero era soportable. Shiiro también había sacrificado sus preciosos rizos y en cambio dejó un corte que lo asemejaba bastante a un chico cualquiera de preparatoria. Visto desde alguna manera extraña parecían hermanos. Y de hecho, la idea se hizo palpable cuando Shika le entregó a Shoyo una tarjeta de identidad—. Udai Shoyo —leyó con voz baja, era de una escuela de Kyoto.

Shika le entregó también a Shiiro sus propias identificaciones.

—Udai... —suspiró Shiiro—. De todos los apellidos elegiste ese —sentenció firmemente guardando su credencial.

—¿Era el nombre de tu padre, no? ¿Udai Tenma? Si es así no estás haciendo falsificación de documentos, aunque sí estás cometiendo secuestro infantil —dijo alegremente Shika viendo a Shiiro gruñir mientras se ponía una gorra de los Trojans de la USC, una escuela americana.

—No importa, da igual —resolvió Shiiro antes de coger la mochila con un poco de ropa que Shika también les había conseguido. Shoyo hizo lo propio, y antes de salir le entregó a la mujer una carta. Shiiro no se opuso porque entendía más o menos qué era eso.

—¿Se la podrías... entregar...

—¿A tus padres? Claro, no habrá proble-

—A Kageyama Tobio —sentenció Shoyo con firmeza e hizo una reverencia pronunciada—. Y dile... ¡Qué lo siento! —apretó sus labios para no llorar pero al erguirse sus ojos derramaban lágrimas amargas. Contuvo la respiración mirando hacia la ventana. Shiiro suspiró profundamente.

—Me voy a entregar —dijo de pronto Shiiro y Shoyo giró su mirada hacia el moreno. Shika suspiró.

—Si te entregas será lo mismo, buscarán a Shoyo porque para ellos ustedes dos están juntos, y probablemente busquen a Shoyo y le hagan cosas delante tuyo solo por venganza —dijo la mujer sabiendo cómo es que se manejaba toda esa situación. Shika lo pensó y negó—. Sencillamente tendrán que irse los dos de acá y no regresar... ayer llamé a Hatsumoto-sama y me dijo que no los podía recibir en Kioto porque sería meterse en problemas gordos con tu amiguito pero... les puede dar refugio en Kobe.

—¿Kobe? —preguntó Shiiro.

Shika asintió.

—Kobe, en la prefectura de Hyogo más al Sur de la isla —explicó la mujer y para Hinata todo era demasiado abrumador. El chico apretó sus labios. Se preguntaba si también ahí podría jugar volley. Aunque volverse de pronto tan popular solo ocasionaría problemas—. Miya-san los va a recibir —dijo—. Les dará asilo mientras ven cómo ayudarte, al parecer es un Yakuza de esos altruistas, tiene tanto poder que ya ni siquiera le importa conseguir más poder...

A Shiiro le sentaba fatal estar en esa situación pero no le quedaba más remedio que aceptar la ayuda. Mientras que en la cabeza Shoyo algo hizo clic y quiso imaginar que solo era parte de la presión del momento aquello que había saltado a su cabeza. La despedida había sido rápida, Shoyo le agradeció profundamente a Shika y ésta abrazó al menor con un extraño cariño adquirido casi de la noche a la mañana, el enano era bastante dulce y muy servicial, también se despidió de Shiiro pero ahí el abrazo duró un poco más de tiempo antes de que los dos salieran a escondidas hasta la camioneta de uno de los empleados del bar que en apariencia llevaba su auto llenó de bolsas de manteles, alfombras y cortinas sucias del bar. Con eso lograban encubrir, por una parte, la escapada de esos dos, pues si la gente del yakuza los seguía persiguiendo no supieran que habían salido de ahí. Eso les daría más tiempo.

Fueron dejados en el estacionamiento subterráneo de la estación de trenes del centro de Sendai y de ahí solo tuvieron que esperar hasta que su tren directo a Kobe hizo las llamadas pertinentes para irse. No hubo ningún problema porque los boletos habían sido comprados con anterioridad y a esa hora en donde hay mucho ajetreo era fácil perderse entre las personas, pasar desapercibida el rostro de angustia por una de estrés. En el trayecto Shoyo pudo ver por última vez la bruma que caía sobre la cima de una de las muchas montañas que había alrededor de Sendai. Aquella que tantas veces había conquistado en el pasado. Shoyo Recordaba con orgullo la primera vez que había hecho todo el recorrido, el sofocante sol que esa mañana despuntaba, acompañado de Kageyama, ambos corriendo por impulsivos y estúpidos hasta que sus pulmones estuvieron a punto de reventar. No entendía los sentimientos que ahora se arremolinaban en su pecho y que lo estaban casi obligando a llorar.

—Hace frío —dijo de pronto Shiiro, ahora Tenma, Shoyo se debía de acostumbrar a usar ese nombre.

Shoyo le dedicó una mirada antes de regresarla a la montaña, la neblina descendiendo como un velo gris que de apoco cubría por completo la imponente cima. Después entraron al subterraneo y no pudo ver nada más de Sendai. La oscuridad del tunel se tragó todo, incluso a Hinata Shoyo.

...o...

—¿Te encuentras bien? —preguntó Shoyo a Tenma mientras que éste abría los ojos agitado, asustado y sudando. Jadeó en voz baja cuando se dio cuenta que estaba a salvo, en el vagón de un tren rumbo a Kobe. Era cierto que había pasado a afectar la vida de un inocente, sin embargo... estaba a salvo, y juraba por lo más santo, no... por lo más profano que tenía, su vida y su alma, de que Shoyo viviría como un príncipe en compensación a todo lo que estaba ocurriendo—. Tenma-san ¿Te encuentras bien? —insistió Shoyo, preguntando con la inocencia propia que la edad llega a propiciar, como si fuera ajeno a todo el desastre que estaban dejando atrás. Sin embargo lo que más llamó la atención de Tenma fue el modo simple, llano y sincero con el que Shoyo se acercaba a él. Le parecía increíble que aún con todo y la mierda que ahora había en su vida. Shoyo siguiera actuando de esa manera dulce y sencilla. Su mirada bajó hasta la mano de Shoyo que le sostenía, suponía que se había estado quejando entre sueños y la primera reacción de Shoyo fue despertarlo.

—Estoy bien —dijo Tenma con voz suave para después suspirar profundamente.

—Anunciaron que casi llegábamos —comentó el antes pelirrojo y ahora moreno.

Tenma asintió, y le horrorizó la facilidad con la que Shoyo asumió tan repentinamente el cambio. Se preguntaba si lo odiaba. Claro que debía de hacerlo. Después de todo lo había arrancado de su vida y le había dado un giro total. Ahora Hinata Shoyo ya no existía más.

—¿Crees que tus padres te busquen? —susurró, y Tenma se sintió idiota preguntando aquello. Miró de reojo a Shoyo.

El antes pelirrojo veía la ciudad de Kobe que estaba totalmente despierta, era tan diferente a Sendai y a Tokio que apenas reconocía que no estaba más en su hogar, eran alrededor de las doce del día y su estómago tronaba del hambre. Escuchó la pregunta de su acompañante y volvió su mirada.

—Mi primo se fue un día también, mis tíos no lo buscaron, digamos que es... "normal" que los más jóvenes de mi pueblo se vayan... nunca lo entendí, incluso ahora no sé porqué alguien se iría pero... supongo que llamaré a mi madre después para decirle que no volveré para que no se mantenga preocupada —comentó. Tenma posó su mano sobre su mejilla y asintió. El chico tenía razón, era bien normal que los chicos se salieran de su casa, se huyeran y vivieran su propia aventura. Muchas veces, como en su caso, encontraban un choque tremendo y se estrellaban contra pavimento, otras, las cosas fluían como debían fluir. De momento no le quiso dar más vueltas al asunto.

—No puedes decirlo que estamos aquí —dijo Tenma.

—Lo sé.

Tenma quería preguntar por la carta que le había pedido a Shika que entregara, le causaba curiosidad pero suponía que Shoyo no querría hablar de ello, pues si no había llorado en ningún momento y al entregarla sí, significaba que había algo profundo que estaba bien que se guardara para sí mismo.

—¿Crees que Shika estará? —preguntó el menor y Tenma asintió.

—Es especialista en este tipo de casos.

—Oye, Tenma... —llamó al moreno y le susurró—. ¿También es Yakuza?

—¿Quién? ¿Shika? —soltó una carcajada—. No precisamente... pero conoce a mucha gente —explicó sonriendo y Shoyo sonrió grande mientras le despeinaba el cabello.

El tren arribó sin contratiempos, los Udai esperaron su momento de bajar mientras que Tenma revisaba el teléfono nuevo que Shika le había dado, ahí venía un contacto. La sorpresa fue que apenas bajaron, el teléfono tuvo señal y un mensaje nuevo llegó.

—"Los estamos esperando por la salida 1A" —rezaba el texto. Frunció el ceño y Tenma empezó a caminar, Shoyo detrás del mayor, viendo con curiosidad todo. Era una estación bonita y moderna similar ala de Tokio, aunque un poco más pequeña.

—¿Son las personas de los Miya? —escuchó Shoyo que Tenma preguntó a alguien.

—¿Ustedes son los Udai? —preguntaron de regreso aquellas personas y Shoyo se quedó con la mirada puesta en un espectacular que rezaba el inicio de temporada de la V-League de volley. Y pedían el apoyo del público del equipo local.

—Sí, nosotros somos —dijo rápidamente Tenma sacando su identificación. Los sujetos la inspeccionaron.

—¿Y el niño?

Shoyo no se iba a quejar.

—Es mi hermano —sentenció firmemente Tenma.

—Dejen el interrogatorio, se supone que son nuestro apreciados invitados, papá dijo que los tratáramos bien —Shoyo giró su mirada rápidamente ante aquella introducción.

—Pero joven Atsumu —comentó uno de ellos y Shoyo abrió mucho la boca, la cerró de golpe y la volvió abrir.

Atsumu se fijó en el pequeño acompañante del recién llegado y también se quedó impresionado pero enseguida sonrió grande.

—¿Está usted seguro que este chico es su hermano, señor Tenma?

—Atsumu-kun —habló directamente Shoyo haciendo una reverencia—. Tenma-san no tiene nada que ver... necesito tu ayuda...

Miya sonríe de forma afilada, como un zorro al que le han regalado su presa.

—Como dije antes —aludió de forma juguetona el bocchan haciendo que los hombres que le acompañaban se relajaran pues la primera observación del joven hijo del jefe los había puesto en alerta—. Ellos son nuestros queridos invitados, trátenlos como merecen... —chasqueó los dedos y los acompañantes corrieron a cargar las mochilas de Tenma y Shoyo—. Tenemos mucho de qué platicar, "Udai-chan" —bromeó Atsumu mientras los invitaba a seguirle.

—¿Lo conoces? —susurró Tenma a Shoyo, y éste solo asintió con un movimiento suave de su cabeza mientras veía la espalda enfundada en una yukata tradicional del zorro astuto de las nacionales. Suspiró profundamente antes de pensar que de alguna manera, el cielo le sonreía.

O quizás no.

...o...o...

Gracias por leer.

St. Yukiona.

Quien los ama de corazón, pulmón y páncreas.