Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling.

Tenía que escribir algo como esto. Dedicado a Shuly; ¡te lo mereces! ;)


Del otro lado

Harry abrió los ojos cuando oyó las campanadas. Se había perdido el desayuno y seguramente la primera clase, pero la noche había sido tan extenuante que con sólo recordarla sentía un calor en el vientre que le llevaba a la locura.

Se levantó de la cama y se calzó las ropas desperdigadas por toda la habitación. Luego hizo lo mismo con la túnica y la corbata y se limpió los lentes. Luego, deseando no tener mal aliento, salió de la Sala de los Menesteres sin mirar atrás.

En los pasillos, sentía que lo miraban. No tenía idea de por qué, pero lo miraban. Intentó ignorarlos a todos como hacía siempre pero las miradas en él eran profundas, algunas traicionadas, otras acusadoras, hasta el punto que se le ocurrió qué tipo de rumor estarían inventando en ese momento de él. Ya bastante le había costado Rita Skeeter y El Profeta, y ahora que todos le miraran así…

Cuando llegó a su clase se dio cuenta de que estaban todos saliendo de las aulas. Más miradas aún. Buscó a Ron y Hermione por entre las cabezas, preguntándose si ellos al menos le dirían por qué lo miraban así, y siguió el camino al Gran Comedor. Era hora del almuerzo.

Sus amigos estaban en su lugar en la mesa. Ron comía —como siempre— y Hermione repasaba sus apuntes por debajo de la mesa. Harry, con un retorcijón incómodo, se sentó junto a ellos.

Ron dejó de comer y se lo quedó mirando con la boca abierta.

—Ron, cierra la boca —cuchicheó Harry en voz baja—. ¿Tengo monos en la cara acaso?

Ron cerró la boca con fuerza y sus dientes hicieron ruido al chocarse entre sí. Hermione alzó la vista de sus apuntes para mirarlo de arriba abajo y sonreír.

—¿Qué mirais? —preguntó Harry, cada vez más incómodo—. ¿Qué miráis todos?

—Me parece —dijo Hermione lentamente— que te levantaste del lado equivocado de la cama hoy.

Harry bizqueó.

—¿Por qué lo dices?

—¡Viejo, mírate! —Ron terminó de tragar y Harry le hizo caso. Jadeó.

Vestía de verde. Su sweater, su corbata desarreglada, su túnica. Verde, verde, verde.

Con la cara del más rojo posible se levantó de la mesa y fulminó a la mesa de los Slytherin. Allí, distanciado de la multitud, se encontraba Draco Malfoy con sus túnicas rojas. Cuando se dio cuenta de los furiosos ojos verdes sobre él, pícaro, le guiñó un ojo.

Harry cruzó el Gran Comedor hecho una furia. Malfoy le miraba con una sonrisita condescendiente que le daban más ganas que nunca de abofetearlo. Sí, probablemente abofetearlo en el trasero.

—Buenos días, Potter. ¿O debo decir tardes? —se burló el rubio. Harry se contuvo de gritarle; en vez de ello, tomó aire y contó hasta tres.

—¿Qué demonios te pasa, Malfoy?

Malfoy se levantó de su asiento y lo capturó contra la punta de la mesa, casi sentándolo en ella. Disimuladamente los Slytherins allí fueron moviéndose del lugar.

—Creí que era tiempo que se supiera lo nuestro.

—Y esta fue la gran idea tuya, ¿no? —ladró Harry. Malfoy le sonrió de forma cínica.

—Bueno, fue una idea, y como fue mía fue la mejor idea posible.

—Eres un bastardo, Malfoy —gruñó Harry, mientras Malfoy atrapaba sus labios con los suyos en un beso silenciador.

—No lo creo, Potter. En cambio, tú… mírate. Eres un calco del profesor Snape.

Harry fulminó con la mirada al rubio mientras este se reía burlonamente.

—¿Has hecho esto por el mero hecho de humillarme, o tenías otra razón? —preguntó el chico frente al rubio, y Draco sonrió con una expresión maliciosa.

—En realidad, era un regalo. Hoy cumplimos tres meses.

—¿Y?

—Vamos, Potter. Creí que tenías una vena romántica por ahí.

—Vete a que te follen, Malfoy.

—Sólo si eres tú el que lo hace.

Ambos compartieron una sonrisa extraña, burlona y a la vez cálida. Y Harry sonrió aún más al comprenderlo. Vale, ya no deberían esconderse.

Y podría volver a follar a Malfoy.


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