Regreso luego de varios años. A pesar del tiempo que ha pasado, esta pareja sigue siendo de mis favoritas. Disfruten leyendo como yo lo hice escribiento, y no duden en dejarme sus observaciones y comentarios, son mi único pago.

Capítulo I

Dolor

Gritos desgarradores, fuego entre los árboles, humo sofocante, criaturas de todas las especies luchando, muchos niños y ancianos huían despavoridos, cuerpos bañados en sangre por todas partes, pérdidas de todo tipo, dolor y llanto.

Lo siento, no puedo más…

Estaba en el suelo boca abajo. Un chorro de sangre brotaba de su boca y empapaba su rostro. Aunque su cerebro estaba despierto e incluso alerta, era incapaz de moverse un solo milímetro. Comenzó a sentir un dolor muy grande en todo el cuerpo y no pudo evitarlo; deseó morir con toda su alma.

El caos había regresado, y a fin de cuentas, no tenía nada que la atara al mundo que al parecer se ensañaba en lastimarla. Quería llorar pero no tenía fuerzas ni para eso. Empezó a recordar el que debía ser el episodio más doloroso de su historia.

Aún eran épocas de paz y ella se había convertido en una mujer muy fuerte. A pesar de ser muy joven, era respetada, en incluso temida debido a su gran talento con la flecha y el arco, y definitivamente no era rival con la que cualquiera podía enfrentarse.

Su vida, hasta ese momento, transcurrió tranquila gracias a la protección del gran castillo de las Tierras del Oeste. Sin embargo, un peligro que ella no pudo prever, la colocó en la más difícil de las situaciones. Ni todo su valor y fuerza la salvaron, y un día no pudo negar más que estaba perdidamente enamorada de su protector. El tiempo y la llegada de la juventud la comenzaron a inquietar.

Estuvo rodeada del cariño y cuidados de muchos miembros del palacio, pero su gran admiración por el poderoso dueño de esas tierras fue creciendo sin que pudiera evitarlo. Pese a que era un ser frío, ella reconoció su bondad desde el primer acto que los unió, y tal vez el último también era un acto de piedad. Él tenía actitudes exclusivas para ella, le dio un lugar muy especial en su vida, y aunque no era un ser fácil de leer, estaba segura que le tenía un cariño especial.

Llena de temores y dudas, un buen día decidió confesarle lo que sentía. Él escuchó su declaración con su usual actitud inmutable, y luego de un corto discurso sobre su futuro, le ordenó que se marchara del castillo, recalcando que lo mejor era que viviera rodeada de otros humanos. Como se trató de una orden, Rin fue escoltada hasta la aldea de Inuyasha donde fue recibida con mucha alegría por toda su familia.

Trató de adaptarse y disfrutar del cariño de los hijos de Inuyasha, pero luego de tantos años en el castillo no logró acostumbrarse y decidió huir lejos. Quedarse en esa casa, presenciando cada día la complicidad y el amor entre Kagome e Inuyasha, era como ser la espectadora de una realidad que jamás sería para ella.

Pero nada resultó bien. Trató de rehacer su vida en una aldea en donde solo se aprovecharon de ella al darse cuenta de sus grandes habilidades y nobleza.

Nuevamente sintió mucho dolor y entonces rogó, a cualquier deidad que pudiera escucharla, que su sufrimiento acabara. Su cuerpo y corazón ya no podían resistir más. A su mente llegó el rostro del ser amado y entonces sintió que las fuerzas la abandonaron por completo, y con la última gota de conciencia que le restaba, deseó no regresar jamás.

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El penetrante olor de lo que debían ser muchas hierbas golpeó su olfato. Con gran esfuerzo logró abrir los ojos y lo primero que vio fue una expresiva y verde mirada.

- ¿Estoy muerta? - Preguntó débilmente, aún desubicada y de pronto sintió un fuerte dolor en su labio inferior.

- No. - Era una voz suave y muy triste. - O tal vez todos lo estamos y este es el infierno, aunque sinceramente, dudo que alguien como tú merezca estar en un lugar así. – Suspiró. - Trata de no moverte demasiado Rin.

- ¿Cómo sabes mi nombre? - Cuestionó sorprendida aunque aún de forma muy débil.

- No nos vemos hace muchos años, creo que la última vez fue justo después de derrotar a Naraku.

- No puedo creer que no esté muerta… - Dijo casi en un susurro.

- Tranquila, lo mismo he sentido desde que comenzó este conflicto, muchas veces, pero luego recuerdo a los seres que quiero y me necesitan, y entonces entiendo que debo seguir aquí por una razón.

- No hay gran razón para mí.

- Te encontré herida y la verdad es que dudé que sobrevivieras, y no sé cómo, pero pude hallar este lugar como refugio. – Tomó su mano en forma de consuelo. - Todos te están buscando. Yo me perdí en medio de la guerra, pero hasta que tuve contacto con ellos, no dejaron de buscarte y Sesshoumaru no está nada contento de que hayas escapado de casa de su hermano.

Rin rió con ironía y sintió otra punzada en el labio.

- Eres Shippo, el demonio zorro que solía acompañar a Inuyasha y sus amigos.

- Así es.

- Me sorprendió no verte cuando pasé una temporada con ellos.

- Estuve viajando para entrenar y de un momento a otro se desató este fin del mundo.

Rin trató de reincorporarse pero muchas punzadas en distintos puntos de su cuerpo la desanimaron.

- Será mejor que no vuelvas a intentarlo, estás muy herida.

Rin hizo una mueca de dolor muy notoria y su interlocutor no pudo evitar sentir mucha lástima por ella.

- ¿Es verdad que eres muy buena con el arco y la flecha?

- Cuando estoy de una sola pieza.

- ¿Quién te entrenó? – Preguntó sonriendo por su último comentario.

- Sesshoumaru y el jefe de sus tropas.

- Eres muy famosa por esas tierras.

La joven se removió inquieta por el dolor y nuevamente se desmayó.

Luego de lo que para ella fueron muchas horas, volvió a despertar. Se sentía menos pesada, con menos dolor. En esta ocasión fueron unos ojos violetas los que la observaban atentamente.

- Gracias al cielo que lo lograste. – Apretó una de sus manos con cariño.

- Así parece. - Rin la miró por largo rato y entonces cayó en la cuenta de que solo un demonio podía tener esas características físicas.

- Soy Hatsue, la pareja de Shippo, es un gusto conocerte.

- Igualmente y muchas gracias.

- De nada. - Dijo satisfecha de verla mejor. - Tuviste una infección muy persistente pero resististe.

- Estoy comenzando a pensar que tal vez mis antepasados fueron demonios gatos o algo parecido.

- Es muy probable. - Sonrió de buena gana.

- ¿Alguien ha descubierto nuestra posición?

- Parece que están en una tregua, ha estado muy tranquilo por aquí, justo ahora Shippo está verificando que no haya problemas cerca.

Rin observó sus manos, tenía muchas vendas y por inercia se llevó una mano al rostro.

- No te preocupes, gracias a mis hierbas medicinales todas tus heridas están sanando muy bien y estoy segura que no quedarán cicatrices.

- No es eso, es que de pronto recordé que recibí muchos golpes en la cara.

- No pienses en eso ahora, seguirás igual de bella.

- Ese sí es un halago, en especial viniendo de alguien como tú.

- Se nota que eres muy fuerte y verás que muy pronto estarás completamente restablecida, y tendrás que devolverme el favor entrenándome para ser mejor con el arco y la flecha.

- Con gusto.

Con el tiempo Rin pudo recuperarse totalmente y emprendieron la travesía de vuelta a las Tierras del Oeste con el fin de reunirse con sus amigos. La idea de un cercano reencuentro con Sesshoumaru la hacía desvelarse muchas noches. En su camino, se hicieron de algunos aliados, humanos y demonios que también huían del grave peligro que desató la actual disputa generada por la gente del este y el sur, cuyas antiguas ideas por mantener su raza pura, los orilló a exterminar varias aldeas humanas sin piedad.

- ¿Toda tu familia?

- Sí.

- Lo lamento mucho. – Dijo Ginji, un joven demonio lobo que se sentía responsable de lo sucedido, pues los animales que la atacaron en su niñez eran parte de una manada de demonios como él.

- No es tu culpa, además, eso fue hace mucho tiempo, era muy pequeña, afortunadamente, lo único que puedo recordar claramente es que fui rescatada por el señor Sesshoumaru luego de eso.

- Es como si se tratara de otro ser, siempre me pareció tan despiadado, que enterarme que te salvó me parece mentira.

– Pero es cierto, y pese a las creencias de muchos otros demonios, me mantuvo a su lado.

- Tenseiga debe ser muy poderosa.

- Sí y se dice que su verdadero poder aún es desconocido. Puede regresar a la vida a cualquier ser pero solo una vez.

- Eso ya es bastante, la muerte es el enemigo más difícil de derrotar.

Rin se quedó pensando en esa frase.

Hatsue se acercó a ambos y les informó que ya era tiempo de continuar con su camino.

En medio de la ruta, varias jóvenes, entre humanas y demonios, le preguntaban cosas sobre Sesshoumaru, al parecer para ellas, era más famoso por ser un demonio muy apuesto.

- Eres muy afortunada, haber vivido tantos años con él… ¡es el ser más imponente que he visto en mi vida! – Le dijo una joven.

- ¡Inuyasha no se queda atrás! – Comentó otra soñadoramente.

Rin detestaba ese tipo de conversaciones. Al parecer, todos sus esfuerzos por olvidar al poderoso demonio eran completamente inútiles.

El viaje se hacía más largo de lo normal, aunque no eran un grupo numeroso, de igual forma tenían que ser muy cautelosos para evitar toparse con el ejército aliado.

- Nunca imaginé que Sesshoumaru abogaría a favor de los humanos. – Mencionó un demonio.

- Nunca ha estado en contra de ellos, además tuvo como protegida a Rin durante mucho tiempo. – Acotó Ginji.

Rin se hizo la distraída, ese tipo de charlas le crispaban los nervios y prefería evitarlas. A lo lejos vio que Hatsue regresaba de hacer la vigilancia respectiva y decidió relevarla antes de que comenzaran a hacerle preguntas incómodas.

Se acercó a las orillas de un caudaloso río. En medio de ese infierno, los humanos comenzaron a caer en la desesperación por la muerte y el hambre, se peleaban y mataban entre ellos y ese río al menos los protegería de ese triste panorama, porque de los demonios lo dudaba, aunque en su grupo tuvieran algunos, si llegaban a atacarlos, tal vez sería el fin de todos.

Se sentó sobre la hierba y comenzó a comer un poco de fruta que pudo recolectar por la mañana. Empezaba a oscurecer y era justamente ese momento del día cuando más recordaba a Sesshoumaru y su rechazo. La media luna era el símbolo de la raza del lord y justamente así se hallaba en el cielo.

Apoyó la espalda en un ancho árbol. Estaba quedándose dormida pero de pronto escuchó un ruido. Fijó la vista al otro extremo del río y pudo ver muchas sombras moviéndose de un lado a otro.

Todo pasó muy rápido. Sintió como una flecha rozaba su costado. Como pudo corrió hasta donde todos descansaban para alertarlos. Pese a que se organizaron para resistir, el número de atacantes era insuperable. Peleó como pudo, mató a muchos y esta vez, deseó con todo su corazón ser invencible y salvar a todos, que sus amigos pudieran reencontrarse con sus padres, con sus esposos, con sus hijos, y que algo o alguien los ayudara.

Se le acabaron las flechas y su costado seguía sangrando. Usando su arco trató de abrirse camino para huir, pero otra flecha de los enemigos alcanzó su muslo, provocando una herida más grave aún. En medio del sanguinario ataque alcanzó a ver que Hatsue y Shippo seguían defendiéndose con todas sus fuerzas. Quiso correr hasta ellos pero alguien la golpeó en la cabeza y no supo más.

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- No digas más, ya es suficiente. No puedo corresponderte y te ofrezco disculpas si confundiste mis atenciones contigo. Será mejor que te marches.

- No puede estar hablando en serio, he vivido aquí desde que me salvó, no puede alejarme de todo, este es mi hogar.

- Haz tu vida Rin, se feliz, eres una mujer maravillosa. Busca tu destino, y mientras decides qué hacer exactamente, puedes vivir con Inuyasha y su familia, ellos cuidarán de ti.

Sesshoumaru le dio la espalda dispuesto a marcharse pero ella lo abrazó por detrás en un acto de desesperación.

- Olvide todo lo que dije, por favor, no me eche, señor Sesshoumaru, se lo suplico. – No solo era él, era Moura, era Takeshi, incluso Jaken, todos los que la cuidaron.

El agua fría en su rostro la obligó a despertar. Por más que trató de enfocar la vista, no fue mucho lo que alcanzó a ver. Siluetas indefinidas se movían de un lado para otro. Cuchicheaban nerviosos hasta que finalmente uno habló.

– ¡Teníamos que agarrar a la protegida del maldito de Sesshoumaru!

– ¿Estás seguro?

– Sí, es ella, los he visto viajar juntos, es ella aunque esté toda magullada… - Habló nervioso. - Ese monstruo nos va a destrozar… - Lloriqueó.

- ¡Cállate! dudo que ese demonio nos encuentre, el mundo es un caos ahora mismo.

- Sé de buena fuente que la está buscando hasta debajo de las piedras.

- ¡Ya basta!

Sintió unos pasos que se acercaban y una mano áspera la tomó por la barbilla.

- ¿Cómo te llamas?

- Harumi. – Mintió. ¿Qué tal si querían matarla antes de que Sesshoumaru los encontrara?

- Escúchame bien chiquilla, tenemos a tres de tus amigos, y si no dices la verdad, los torturaremos hasta acabar con ellos, muy lentamente, además, morirán de cualquier forma, están peor que tú.

- Soy Rin, del castillo del Oeste. – Habló lo más segura que podía. - Será mejor que nos dejen ir, y aunque muera ahora mismo, el fin que les espera a ustedes cuando lord Sesshoumaru los encuentre, será tan terrible que nadie podría imaginarlo.

- ¡Qué valiente resultó! ¿Sabes qué? Dudo que tu amo te reconozca con el nuevo aspecto que tienes.

Todos estallaron en risas y Rin trató desesperadamente de ubicar a sus amigos en medio de la oscuridad. Se percató de que estaba atada de manos y pies a algo muy pesado que le impedía moverse. Fue consciente del dolor en todo su cuerpo y trató de buscar una solución para escapar cuanto antes.

Se escuchó un estruendo muy cerca de donde estaban y algo la golpeó en la cara logrando que cayera inconsciente nuevamente.

Tal vez esta vez ya no podría vencer a la muerte. Estuvo a punto de dejarse ir, hasta que escuchó la voz del único ser que podría regresarla del mismísimo infierno.

¡Rin! La gruesa voz se escuchó llena de dolor a lo lejos. ¡Rin, abre los ojos! Besó su frente y el calor de sus labios fue lo último que sintió antes de perder la conciencia por completo.