7 razones para odiar a Helga G. Pataki

Razón I

Incomprensible

Shortman lleva la camisa medio desgarrada, un golpe en el lado derecho de la cara y una mirada que podría acabar con cualquiera, a su lado, su mejor amigo intenta ayudarlo a llegar a casa. Luce preocupado pero también intenta sonar comprensivo.

— Vamos amigo, tal vez no lo hizo a propósito.

— ¿Estás ciego Gerald? ¡Ella lo provocó para que me golpeara!

El moreno suelta un suspiro y rueda los ojos, cuando por fin llegan a la residencia del rubio se sientan en las escaleras.

— Viejo, deberíamos ponerte hielo en la cara, mañana estarás irreconocible.

Arnold farfulló y se recargó en la pared. No podía asimilar aun lo que acababa de pasar, saliendo de la preparatoria se encontró con Helga G. Pataki. Ya no era la chica de una sola ceja y coletas alzadas en ambas direcciones.

Había crecido, su cuerpo esbelto y su lacio y sedoso cabello la adornaban con una gracia por demás decir, particular. Pero ella parecía ajena a lo que su personalidad y cuerpo provocaban en el resto de hombres de la preparatoria.

Por ello es que cuando él se dio cuenta que uno de los chicos de otro grupo la intentaba acosar intentó defenderla, saliendo herido en el proceso. Pero no por ser una busca pleitos. Oh no, sino porque la rubia había desafiado al chico sosteniendo que él podía vencerlo con un brazo amarrado.

No supo en qué momento sus impulsos lo doblegaron y decidió aceptar el desafío. Sí, tal vez habían sido las clases de karate la que le inspiró confianza, tal vez fue el ser apoyado por Helga o simplemente fueron reacciones inexplicables. El caso es que no todo salió perfecto y ahora tenía la cara hinchada.

— Te pusiste celoso hermano — Dejó escapar Gerald para después cubrir su boca a sabiendas de lo que se desataría — quiero decir, tú…

— ¿Celoso? ¿Celoso yo? Debes bromear Gerald, Helga es la última persona con la que me gustaría estar.

— ¡Estoy harto de ese cuento Arnie! Tú sabes perfecto que ella no te es indiferente.

— ¡Claro que no me es indiferente! Tengo un golpe por su culpa. ¿Cómo podría serme indiferente? Pero de eso a una idea romántica con ella, hay mucho espacio.

— Muy bien genio, explícame ¿Por qué no saldrías con ella?

El rubio alzó una ceja, para él la pregunta era muy obvia. ¡Se odiaban!

— Hay muchísimos motivos para ello Gerald.

— Muy bien solo dime 7 razones.

— ¿7 razones?

— Sí, dime 7 razones por las que odias a Helga, si dices que son tantas 7 no debe ser difícil ¿verdad?

— ¡Claro que no! Es más que fácil, podría decir más de 100, pero te convenceré de porqué es impensable que yo salga con Helga.

La razón #1 es que nunca tuvo un motivo para odiarme. Su incansable odio y fastidio hacia mí es desde que tenemos 4 años Gerald ¡4 años! ¿Y sabes por qué? ¡No! Nadie lo sabe.

Me odia sin motivo, por esa sencilla razón es impensable vernos como pareja. Imagina, no lo entiendo, jamás le hice algo para que me odiara con tanta fuerza ¿O tú recuerdas algo que yo no? Desde el inicio fui amable con ella, incluso más amable que con los demás. Helga siempre se veía sola, triste… me sentía mal cuando llegaba cabizbaja a clases, en ocasiones podía ver sus ojos llorosos durante las actividades.

Todavía me duele el pecho al recordarlo, ¿Qué clase de pensamientos podía tener a los 4 años para verse con ese semblante melancólico? Es que era natural que quisiera ayudarla, que tuviera la necesidad de quedarme a su lado y hacerle compañía, incluso de protegerla.

— Arnold… suena como que te enamoraste de ella a primera vista.

— ¡Para nada! ¿Cómo puede sonar así lo que acabo de decirte? Quiero hacerte entender que después de haber sido particularmente bueno con ella, Helga comenzó a tratarme mal. ¡Ahí comenzó su odio! Y no le hice nada especialmente malo. Me molesta que me odie sin razón, me molesta no comprender qué hice mal para que ella me trate así ¡Me frustra no comprenderla Gerald!

El moreno soltó una fuerte carcajada que desconcertó al rubio. Incluso tuvo que secar sus lágrimas.

— ¡Estás perdido por ella Arnold! No puedo creer que seas tan ciego. ¿Qué hombre se preocupa tanto por entender a una mujer si no es porque la ama?

Arnold torció los ojos, no, para él eso era impensable ¿Cómo su mejor amigo podía decir eso?

— O querer comprender porque soy tan odiado.

— ¿Y si te maltrata por aquella confesión que no correspondiste?

El rubio sintió que su corazón se detenía casi en un brinco. No debía sacar el tema a colación ¡Era tabú!

— Gerald, por milésima vez, acordamos que eso pasó por la adrenalina. No tuvo nada de real, además han pasado 8 años de eso.

— Tal vez te odia por esos 8 años sin respuesta cabeza de balón.

— ¡No me digas así! — el rubio suspiró, no quería pensar que aquello había sido enserio porque eso lo haría sentir tremendamente culpable — Me odia desde antes de eso.

— ¿Y si intentas comprenderla? Vamos, será difícil pero te aseguro una aventura irrepetible.

—No, ya tienes tu primera importante razón, el odio de Helga no tiene motivos por tanto yo debería ser el que la odiase primero, por ser tan terca, mezquina, ruda, grosera, impositiva, altanera, orgullosa, desafiante…

— ¿Quién es mezquina Arnoldo?

La voz de la Pataki asustó a los dos hombres en las escaleras quienes dieron un brinco y sintieron su corazón parar por un mili segundo. Sin embargo el corazón de Arnold se aceleró, sin poder evitarlo, le pasaba con frecuencia e intentaba no pensar mucho en ello.

— Viejo, yo te dejo, no quiero problemas.

Gerald se fugó como alma que llevaba el diablo, ella rodo los ojos y se cruzó de brazos. Se quedó paralizada un momento mientras Arnold no sabía que esperar de esa visita.

— Lo siento.

Dijo ella rápido, con la voz baja y girando su rostro hacia otro lado. Otra vez el corazón de él parecía un tambor sin ritmo ni control.

— Helga yo…

— ¡Ya dije lo siento Arnoldo! No pensé que fueras tan estúpido como para tomar ese desafío ¿Dónde tenías la cabeza?

— ¡Quería impresionarte! — gritó y después se silenció con las manos, de pronto esa mujer lo hacía perder toda compostura, claro que quería comprenderla, claro que la duda lo carcomía ¿Pero cómo podía decir eso después de dejar una confesión en el aire durante 8 años? Ya ni siquiera estaba seguro que los sentimientos de ella siguieran igual… y esa era una razón más para odiarla ¿Por qué tenía que ser tan compleja?

— Sí que eres un bobo Arnold.

Helga se acercó a donde él estaba, el rubio temió que pudiera escuchar el sonido de su corazón o peor aún que notara el sonrojo de su cara. La sentía hervir.

¿No diría nada de lo que acababa de decirle? ¿No se burlaría de él? ¿No se sonrojaría? ¡Estaba comenzando a desesperarse!

Ella colocó su mano en donde tenía el golpe y aunque él dio un pequeño brinco por el dolor, no la apartó.

— Pudo ser peor — reparó ella alejándose — Creo que yo pude darte una mejor paliza.

— Siempre tan dulce Helga. — exclamó él mientras la veía alejarse.

Sí, estaba seguro. Era inverosímil verse a él de pareja de Helga. Era imposible comprenderla, primero dulce, luego agresiva, más tarde agradable y después otra vez volvería a comportarse insoportable.

¿Cómo iba a ser capaz de decirle a Gerald 7 razones para odiarla si con la primera solo se daba cuenta de cuanto la amaba?