Love Live! La historia de todos nosotros

Nozoeli: El amor florece en el templo

Disclaimer: Love Live! Pertenece a su creadora Sakurako Kimino y a ASCII media works junto con Sunrise.

NdelA: Debido a que últimamente he andado sin mucha inspiración para escribir Kuvirasami o Kuvopal y menos aún para el Korrasami, además del poco tiempo que he tenido a consecuencia del trabajo y por estar aplicando para una promoción en medio del despido masivo de personas, no he podido escribir casi nada.

Si a eso le sumamos que me he sumergido de nuevo en el mundo de las idols, afición que tenía anteriormente de adolescente cuando seguía Morning Musume, y me la he pasado viendo las temporadas de Love Live, los ovas, la película y algunos conciertos así como algunos vídeos que pululan en internet, ni hablar de los doujins. Me he enfermado de Nozoeli, Nicomaki, Umikoto y Honotsuba, (el Rinpana no tanto). Pues venga que me animo a subirme a estos ships.

o —

Las cosas habían resultado peor de lo que esperaba, no podía creer aún el que su abuela paterna la rechazará de esa manera al enterarse de que le gustaran las chicas y sobretodo su padre no intercediera por ella ni dijera nada del asunto. Su madre poco podía decir, no tenía voz ni voto ante la familia de su papá, aunque fue la única que mostró cierto apoyo y decidió mandarla a casa de su madre en Japón para protegerla.

¿Protegerla de qué? Bueno, su padre era ruso, su madre japonesa, vivían en Moscú y toda su existencia la había pasado allí, rodeada de la familia ortodoxa que formaban. Para nadie era un secreto que la familia de su papá no estaba contenta con su matrimonio con una extranjera, que hubieran tenido descendencia, que malamente habían resultado ser niñas dos de los tres hijos de la pareja, y que para colmo siendo la mayor dijera la insensatez de que era lesbiana. Aquello fue el acabose, la gota que derramó el vaso.

Eli tuvo que soportar el desprecio de su abuela y los cotilleos del resto de sus parientes. Era impensable que alguien en el seno de una familia tradicional rusa tuviera esa desviación, como lo había catalogado su abuela. Su padre determinó que no podía estar con ellos mientras insistiera con esa tontería y antes de que la enviará a un retiro espiritual para corregir "el problema", su madre la montó en un avión para que visitará a la otra parte de su familia y pudiera aclarar sus dudas.

Aunque ciertamente ella pensaba que no tenía nada que aclarar, Eli se sentía segura con lo que había dicho, es más, se mantenía firme. Eran lo demás los que debían aclararse. Siempre fue una chica decidida y segura en todo lo que hacía, decía o sentía, y a pesar de que nunca se había enamorado de nadie, tenía claro que lo suyo no eran los chicos. ¡¿Era tan difícil de comprender?!

Aparentemente sí, por eso estaba en un país que no conocía y del que apenas hablaba el idioma, lo poco que sabía lo sabía gracias a que su madre se lo enseñó desde niña. ¡Todo era tan absurdo!

A pesar de sus intentos de recordar a su abuela, la madre de su madre, no tenía idea de cómo era o cuál era su carácter y lo principal, que pensaba de la razón por la que ahora estaba en Japón. Por primera vez en su vida sintió perder la brújula de su camino y la vacilación se abría paso en su interior.

Anduvo por el aeropuerto hasta llegar al área de salida, donde esperaba encontrar a algún pariente con un letrero con su nombre o algo parecido, pero por más que se esforzó no vio a nadie hasta pasados algunos minutos. Una chica un poco más baja que ella, de atributos voluptuosos, unos hermosos ojos verdes y una sonrisa que combinaba el misterio con cierta melancolía, el cabello abundante atado en dos coletas que enmarcaban sus costados y caían libremente sobre sus pechos. Se sonrojó al notar que su mirada se había demorado demasiado contemplando las curvas de su cuerpo y había sido descubierta por la chica en cuestión.

En sus manos pudo ver y leer el cartel con su nombre, el cual reconoció sin tanto problema a pesar de estar escrito en kanji. Sería el colmo que no supiera cómo se escribía su nombre. Se acercó hasta la joven cargando consigo su ligero equipaje, pues cuando viajas de improviso no da tiempo de llevar sino lo básico.

Una bella y fina curva en los labios de la chica y una mirada curiosa al verla fue lo que le llamó la atención. La joven de ojos verdes la veía con diversión y se sintió torpe y nerviosa, pues casi se tropieza con sus propios pies cuando una hormiga se cruzó su camino por estar embobada observando su cuerpo. ¡Que vergüenza!

—¿Ayase Eri? —le preguntó regalándole una vista de sus perlados dientes y Eli apenas pudo asentir para confirmarle su identidad, no estaba acostumbrada a ser nombrada con el apellido de su madre—. Le llevaré a casa de su abuela Ayase-san —hizo una ligera reverencia que correspondió de forma torpe—. Soy Toujou Nozomi, mucho gusto.

Eli no pudo dejar de notar el particular escote que se desplegaba ante sus ojos azules. ¡Era imposible no mirarlo! Sin embargo esta vez apartó la vista antes de que la chica se diera cuenta de su indiscreta mirada.

—Puedes llamarme Eli —le dijo en cuanto se incorporó—. ¿Qué ha pasado con la abuela, Toujou-san? —quiso saber.

No es que no apreciará el recibimiento, pero esperaba ver a su abuela, a quien sólo conocía de una foto para su mala suerte, y no a una chica desconocida muy linda, sólo que desconocida al fin y al cabo.

—Eri-san, también puedes llamarme Nozomi —correspondió a su ofrecimiento de no ser demasiado formales—. Obaa-sama está enferma y me ha pedido venir a buscarte, yo ayudo en mi tiempo libre en el templo que ella administra —de nuevo volvió a regalarle una bella sonrisa—. Soy sacerdotisa.

Eli abrió los ojos en sorpresa, no se hubiera imaginado que una chica como ella fuera una sacerdotisa. Conocía algunas de las costumbres niponas, pero ciertamente poco sabía en la práctica. La habían criado en una familia Católica ortodoxa bastante cerrada y los religiosos y religiosas no se parecían en nada a la chica enfrente de ella.

—¿Enferma? ¿Como está? —frunció el ceño con preocupación.

—La edad, es una persona mayor y se cansa fácilmente. Ya no tiene la misma fuerza de antes —le contestó con tristeza pero sacudió los malos pensamientos enseguida—. Será mejor que nos vayamos, debes estar estresada por el viaje y querrás ver a Obaa-sama cuanto antes.

—S… si, está bien —dijo con vacilación.

Prácticamente no volvieron a cruzar palabra, al menos no para platicar. El camino hasta el templo donde vivía su abuela fue rápido, se transportaron en tren y caminaron un tramo hasta llegar a una pequeña colina. Eli agradeció tener un poco de condición física y así aguantar la subida hasta la parte alta donde se encontraba la entrada. No fue sencillo cargando una maleta y negándose a ser ayudada por Nozomi, quien la seguía mirando con una cara divertida.

—Ven, es por aquí Eri-san —la guió andando por el patio principal del templo.

El lugar era hermoso, la luz de la tarde caía sobre los edificios dándole un tono rojizo. Se podía respirar un entorno de paz y tranquilidad que Eli no había sentido nunca. Sin embargo también podía percibir el estado deteriorado en que se encontraba el inmueble. Había hierbas creciendo en los tejados y en algunos lugares de la explanada principal, le hacía falta unos retoques de pintura y algunos trabajos de carpintería en las puertas y ventanas. Era demasiado trabajo para una mujer mayor y una chica sacerdotisa.

Entraron a uno de los edificios detrás del templo, era una casa medianamente grande que estaba en condiciones parecidas al resto del lugar. La sala de entrada tenía una bonita decoración tradicional japonesa que llamó mucho la atención de Eli. Aún cuando su madre le enseñó algunas cosas sobre la cultura nipona, jamás había tenido real contacto con sus raíces. Todo le resultaba fascinante, incluida Nozomi. ¿Cómo podía una chica tan hermosa como ella terminar en un sitio así?

No lo pensaba de mala manera, pero su corta experiencia con la religión, pues no era muy grata. Hombres mayores con largas barbas y túnicas pesadas que se paraban delante de la gente a reprobar cualquier tipo de conducta y a difundir un mensaje de segregación y odio, no era la mejor referencia.

—Nozomi-chan estás de vuelta —se escuchó una voz detrás de una puerta que la chica en cuestión abrió para que las dos entrarán.

—Obaa-sama he traído a Eli-san conmigo —hizo una reverencia de respeto.

Una anciana que vestía un atuendo típico la miró. Su cabello cano estaba recogido en un moño sencillo y una cordial sonrisa dibujaba en su rostro cansado una estampa hogareña que no había presenciado más que en pequeños trozos de su madre. Su corazón se encogió al tratar de recordar sus facciones que le parecían tan familiares, en un vago recuerdo que se perdía en el tiempo negándose a emerger.

—¡Elichi! ¡Cuánto has crecido mi niña hermosa! —la anciana se levantó acercándose a ella para darle un abrazo fraternal y Eli no supo cómo responder al inicio.

—¿Elichi? —alcanzó a decir extrañada mientras se recuperaba de la impresión y trataba de corresponder el afecto mostrado por la mujer mayor.

—Solía llamarte así cuando eras una niña, y miraré ahora, eres toda una mujercita —la anciana acarició una de sus mejillas.

Eli sintió un nudo en la garganta y el agolpamiento de lágrimas en sus ojos. No estaba acostumbrada a ese tipo de demostraciones de afecto. Su padre era demasiado estricto y su familia paterna era muy distante y cortante con ella, solo el calor del amor de su madre fue lo único que la mantuvo abrigada todos esos años. Calor que ahora sabía de dónde venía.

La anciana la condujo hasta un extremo del cuarto para mostrarle un juego de fotografías que estaban colgados en cuadros sobre la pared. Eli los contempló asombrada. En la mayor parte de ellos estaba ella y su hermana, así como sus padres con su abuela materna.

—Tenías 3 años cuando viniste a visitarme la última vez —dijo con nostalgia.

—¡Wow! Yo… no lo recuerdo —comentó apenada volteando a ver a su abuela.

—Eras una niña muy linda y aún lo sigues siendo —habló Nozomi detrás de ella y su cara se sonrojo con el cumplido.

—Es de esperar que no te acuerdes de ello, pero no te preocupes harás nuevos recuerdos aquí —colocó una mano sobre su hombro y la invitó a tomar asiento en la mesa de té—. Nozomi, ¿podrías preparar un poco de té?

La chica asintió. Pasaron algunos minutos en silencio mientras Nozomi disponía las tazas y el brebaje. El ambiente se llenó con el rico aroma del té verde y una vez que estuvieron servidas la abuela le solicitó se retirará mientras conversaba con Eli. La joven sacerdotisa se llevó el equipaje diciendo que lo pondría en la habitación que habían dispuesto.

Los nervios invadieron a Eli a pesar de sus esfuerzos de mantenerse tranquila. Tenía cierto temor a que la calidez inicial desapareciera y todo fuera como siempre había sido en su familia, frío y distante. Dio un sorbo a su taza para dejar que el sabor ligeramente amargo de la infusión la relajara y dejara de pensar de manera negativa.

—Tu madre me contó lo que pasó —tomó la palabra la anciana sin dar rodeos.

Eli dejó la taza sobre la mesa sintiéndose molesta. Enseguida se colocó en modo defensivo.

—Entonces no hay mucho de qué hablar, sigo firme en mi decisión —dijo de modo hostil.

—Tu madre está muy preocupada por ti, tiene miedo de que por eso algo llegue a pasarte —mantuvo su tono amable no cayendo en la provocación de una pelea—. Además de que tu padre está completamente en contra.

—Lo sé, por eso me enviaron lejos donde no pudiera avergonzarlos —dejó salir con amargura.

—Creo que aún eres muy joven para tomar una decisión así y ellos te aman aunque no entienden porque cambiaste tu comportamiento —intentó tomar su mano pero Eli la apartó bruscamente.

—¡Yo no he cambiado! —se exaltó—. Sigo siendo la misma persona. ¿Por qué no pueden entenderlo?

—Porque es diferente y eso los asusta —la anciana se retrajo de nuevo al haber sido rechazada.

—No soy una mala persona, esto no me convierte en alguien mala como dice babushka —unas lágrimas pujaron por salir de sus ojos pero Eli las contuvo.

—Por supuesto que no —le dio la razón—. Hagamos algo mi querida Elichi, olvidate de eso, de las expectativas que ellos quieran que llenes y de lo que quisieran que fueras, sólo enfócate en encontrar lo que verdaderamente quieres ser y hasta que sepas si realmente puedes enamorarte de alguien sin importar nada más, solo te pido que no tomes ninguna decisión precipitada sin antes haber experimentado las cosas como son —Eli la miró con incredulidad y su abuela le sonrió para darle confianza—. Eres bienvenida a estar aquí el tiempo que desees y sea cual sea el camino que elijas siempre tendrás un lugar en esta casa.

Unas gotas escurrieron de los ojos azules de Eli y el nudo y la opresión en su corazón parecieron ceder un momento.

—Gracias Obaa-sama —dijo apenas en un hilo de voz.

—Llamame Obaa-chan, no seamos tan formales —tomo su mano y esta vez Eli no la retiró—. No todos los días tengo el gusto de tener a mi nieta mayor conmigo. Será mejor que tomes un baño para relajarte del viaje, después de eso tomaremos la cena.

Horosho —respondió en ruso y su abuela río al oírla.

—Vamos, te llevare a tu nuevo cuarto

Ambas salieron de la pequeña habitación y caminaron por los pasillos. Un agradable aroma a especies llenó su nariz, aquello olía tan bien que su apetito se despertó y no pasó desapercibido para su abuela cuando un ligero gruñido salió de su estómago.

—Creo que alguien tiene hambre —dijo alegre—. Nozomi-chan es una gran cocinera y parece que quiere impresionar a alguien —la broma de su abuela la hizo avergonzar poniéndose colorada.

—Con su permiso Obaa-chan —pudo decir apenas antes de meterse a toda prisa en su habitación.

Tomó un baño ligero para no hacer esperar a las otras mujeres, aunque más que nada era porque deseaba probar la comida casera de Nozomi.

"Japonesa, japonesa, no porque la haya hecho Nozomi"

Se justificó pobremente. No es como que nunca hubiera comido comida japonesa, pero no era lo mismo comer en restaurantes con esa temática o en las contadas ocasiones en que su madre había preparado algo típico. En casa sólo se comía comida rusa, se hablaba como ruso y se pensaba como ruso. ¡Tenía tanto que aprender de Japón!

La cena transcurrió con normalidad entre conversaciones sobre el clima, el lugar y su inscripción a una nueva escuela.

—Estarás en el mismo grupo que yo —Nozomi al igual que ella tenía la misma edad y cursaba el mismo año de preparatoria—. Obaa-chan apenas tuvo tiempo para hacer el trámite y aún no conseguimos un uniforme de tu talla así que te prestaré uno mío.

Spasibo —le contestó en ruso, la chica estaba emocionada y hablaba de un modo que le costaba un poco entender a Eli y hacía un esfuerzo por seguir el hilo de lo que decía.

—Con más calma Nozomi-chan —la abuela le llamó la atención al ver el apuro de su nieta—, Elichi apenas puede entenderte.

—Disculpa Erichi —dijo apenada y Eli se sorprendió al ser llamada por el apodo cariñoso de la abuela, pero no le molesto, al contrario se oía bonito viniendo de los labios de Nozomi—, se me olvida que a veces mi acento puede causar problemas para hacerme entender.

—Uhum, discúlpame tú a mí, no estoy tan familiarizada con el idioma como quisiera —le restó importancia—. ¿De que parte de Japón eres, Nozomi-chan?

—De aquí, Tokio —le dedicó una hermosa mirada por su cortesía—. Aunque por el trabajo de mis padres nos hemos mudado mucho y estuve viviendo por bastante tiempo en Osaka, quizás por eso tengo el modo de hablar de Kansai —eso explicaba porque a Eli le costaba un poco más entenderla—. Hasta que me decidí a regresar y Obaa-chan me aceptó para vivir aquí y convertirme en sacerdotisa.

—¡Oh vaya! —dijo entre asombrada y confundida—. ¿Quieres ser sacerdotisa?

—Me gusta el templo, tengo cierta habilidad con las cosas espirituales, leer las cartas y adivinar la suerte —le contestó rebuscando entre las bolsas de su túnica hasta sacar un mazo de cartas que colocó sobre la mesa—. Puedo decirte la tuya si lo deseas, ¿qué tal tu suerte en el amor? —guiño un ojo y Eli se ruborizó hasta las orejas.

—¡Eeeehhh! ¡No, no gracias! —se negó rotundamente.

—¡Oh vamos! ¿No deseas saberlo? —comenzó a barajar las cartas.

—¡No! ¡Espera! Esas son cosas que prefiero no saber aún —se cruzó de brazos molesta y Nozomi alzó los hombros dándose por vencida.

—Está bien, tal vez después cambies de opinión —le dedicó otra sonrisa y Eli solo atino a mirar a otro lado.

Esa chica tenía algo que le hacía revolver el estómago como si un millón de mariposas revolotearan en su interior. ¡Era tan extraño!

—¡Jijiji! Nozomi-chan ve con calma, Elichi es una persona tímida —intervino Obaa-chan—. En las cosas del amor es mejor dejar que algunas cosas queden en incógnita y sorprenderse cuando sucedan.

—¡Uhumm! Tienes razón Obaa-chan, lo siento Erichi —dijo sinceramente la joven sacerdotisa poniendo una hermosa cara que a Eli le paró el corazón.

—So… solo olvidemos el asunto —tartamudeo la recién llegada.

El resto de la cena se fue rápidamente. Eli se ofreció a limpiar los platos mientras Nozomi le ayudaba a secarlos. Obaa-chan se sintió cansada y se retiró a su habitación pidiéndole a su sacerdotisa cuidar a su nieta.

Eli también estaba cansada producto del viaje, el baño había sido relajante y ahora que tenia el estomago lleno con comida, la pesadez y el sueño la invadieron y no pudo evitar dar un gran y sonoro bostezo.

—¡Jeje! Veo que alguien tiene sueño —se burló Nozomi, acababan de terminar de acomodar el último cubierto en el estante y ya no quedaba más por hacer en la cocina—. Vamos, es tiempo de ir a dormir.

Sin esperar respuesta de Eli y tomándola desprevenida, agarro su mano y la llevó a casi a rastras por los pasillos de la casa hasta su habitación. Al principio Eli se resistió forcejeando para liberarse del agarre, pero rápidamente se dio por vencida al sentir la suavidad de la piel de Nozomi, el rubor en sus mejillas apareció y se dejó guiar. "¿Es que acaso siempre va a provocar esa reacción en mi?"

—Bien, hemos llegado —se detuvo de golpe frente a la puerta del cuarto de Eli—. Será mejor que descanses, mañana sera un dia nuevo y hay muchas cosas por hacer. Te mostraré todo lo que se hace en el templo —dijo empezando a sonar más emocionada—. ¡Es maravilloso saber que habrá alguien más aquí!

—¿Eh? ¿A qué te refieres? —quiso saber por curiosidad.

—Ya te darás cuenta poco a poco, pero no hay muchas personas que trabajen en el templo y menos aún personas que lo visiten —su rostro se nubló momentáneamente—, por eso estoy tan emocionada de que estés aquí, Erichi, hay tanto por hacer —sostuvo su mano entre las suyas—. ¡Por favor ayudame a salvar este hermoso lugar!

—¡Eeehhhh! ¿De que estas hablando? ¿Por qué me pides eso tan de repente? —retiró su mano asustada por la efusividad de Nozomi.

—¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! —repitió con sus ojos llenándose de lágrimas.

—Espera… yo… yo no sé a qué te refieres, explicate —frunció el ceño y cruzó sus brazos molesta—. ¿Qué tiene eso que ver conmigo? —la joven sacerdotisa dio un paso atrás tallandose los ojos para recobrar la compostura.

—Lo siento, me deje llevar —se disculpó—. Te lo mostraré, pero no hoy, mañana te enseñaré lo que sucede. Por favor disculpame —Nozomi hizo una reverencia y se alejó apresuradamente dejando a Eli sumida en la confusión por lo que acababa de pasar.

"¿Qué le pasa a esta chica? ¿Por qué me pide eso?"

Entró a su cuarto aun pensando en lo que acababa de pasar y no entendía lo que estaba sucediendo. Era obvio que el lugar no estaba en las mejores condiciones, y eso que solo había hecho el camino unos minutos, no se imaginaba cómo se vería el templo a plena luz del dia sobre él revelando todas sus imperfecciones. Era un trabajo duro para una anciana y una chica, ¿es qué acaso no había más personas a cargo o trabajando en el templo?

Sintió curiosidad de salir a investigar, pero la noche ya estaba encima y al asomarse por la ventana para ver al exterior decidió desistir. Ya estaba oscuro y el lugar no tenía la mejor iluminación. "Creo que lo dejaré para mañana." Sentenció cerrando la ventana y yendo a acostarse a la cama.

— o —

—¡Buenos días Elichi! —la saludo su abuela cuando entró en la cocina esa mañana—. ¿Qué tal pasaste la noche?

La cordialidad y la calidez que le mostró su abuela le hizo recordar un poco a su madre, tan sólo llevaba un par de días lejos de casa y ya resentía la ausencia. No es que extrañará al resto, amaba a sus padres y sus hermanos, pero no se sentía particularmente unida a nadie más.

—Bien Obaa-chan, gracias por preguntar —le devolvió la cortesía sentándose a la mesa donde la esperaba un singular desayuno.

—De pequeña solías pedirme que te preparará takoyaki todo el tiempo —obaa-chan acarició su cabello con ternura—. Me hace muy feliz tenerte aquí de nuevo mi pequeña Elichi.

—Gracias Obaa-chan, también estoy contenta de estar contigo —se llevó a la boca una de las bolitas y la comió con gusto.

—¡Obaa-chan! —se oyó el sonido de la voz de Nozomi—. Ya he terminado mis deberes matutinos. ¿Elichi ya se ha despertado? Tenemos que ir a la escuela.

La chica sacerdotisa entró en la cocina y tomó su bento metiéndolo en su mochila sin notar que Eli estaba allí.

—¡Oh ya casi estoy! —se apresuró a comer y se levantó para irse a cambiar dejando a las dos mujeres.

—¡Será mejor que te apresures! —le alcanzó a decir en voz alta mirando al plato con los restos de comida.

A toda prisa se colocó el uniforme, que por cierto le quedaba un poco grande, en especial la camisa. "Nozomi tiene mucho pecho." Se imaginó por un momento cómo se vería la chica con una camisa suya y lo apretada que estaría usandola, con sus senos atrapados entre la tela y... "Soy una pervertida." Se recriminó y trato de apartar de su mente dicha imagen.

Salió casi corriendo del cuarto hasta la entrada principal de la casa donde una paciente Nozomi la esperaba. La luz del día sobre su figura la hacía resaltar de una manera casi sobrenatural. Se quedó embobada mirándola unos segundos hasta que una ligera risa la hizo salir de su ensoñación.

—Erichi, debemos apresurarnos o llegaremos tarde y es tu primer día en la escuela —dijo haciéndose a un lado para que caminarán juntas, Eli dudo un instante antes de colocarse a su costado—. Además aún debo mostrarte algunas cosas.

A la mente de Eli vino la conversación que habían tenido la noche anterior. Anduvieron algunos pasos recorriendo el terreno donde se erigía el templo.

Ahora que el amanecer y la luz del día lo permitían, Eli podía apreciar con claridad el estado actual del inmueble y el lugar en general. La tarde anterior no lo había visto a detalle, las cosas no se veían nada bien.

—¿Entiendes lo que sucede? —Nozomi se acercó a ella—. Es bueno que estés aquí, Obaa-chan necesita ayuda... yo lo he intentado pero no ha sido suficiente.

Eli camino por la explanada principal deteniéndose en el centro para mirar la entrada del templo. El lugar estaba desierto. Se sintió triste por su abuela. No sabía mucho de su vida, en realidad no sabía nada. No recordaba casi nada de su niñez en aquel sitio, mucho menos a su abuela y todos esos sentimientos que parecían emanar de ella. Sin embargo a pesar de eso, se sentía como un lugar al que perteneciera. Se sentía en casa.

Volteó a mirar a Nozomi y le habló con seguridad.

¡Khorosho! Vamos a trabajar duro para sacar adelante el templo —asintió extendiendo la mano hacia Nozomi—. Ya no estás sola en esto.

La joven sacerdotisa se sorprendió gratamente mostrando una gran y hermosa sonrisa ante las palabras de Eli.

— o —