¡Hola, lectores!

Hoy me dije; Hey, ¿Y por qué no hago uno de esos especiales que son relativamente cortos y que tanto me encantan leer? ¡Pues aquí os traigo uno!

Conan había prometido hacerle un regalo de agradecimiento a Haibara por haberle ayudado al encontrar el anillo de boda de aquellos profesores enamorados ?

¿Cómo fue ese dia?...¡Espero que lo disfrutéis!

En otro día soleado y brillante, típico de la ciudad de Beika, el pequeño detective encogido se

encontraba paseando en la zona comercial, buscando el regalo perfecto para cierta científica que él conocía bien.

Había pasado por varias tiendas de la marca Fusae. Estas estaban atiborradas de clientela; en su mayoría mujeres adineradas y estiradas cuya humildad brillaba por su ausencia.

—¿Haibara será así cuando crezca? —se preguntó Conan. Por un momento se imaginó la figura de Shiho Miyano entre aquella muchedumbre de mujeres caprichosas y, según su punto de vista, insensibles. Ladeó la cabeza con fuerza, quitándose esa imagen—. Puede que sea caprichosa, pero no es así...—se dijo alejándose de la tienda.

Mirara donde mirase, los precios de los productos de aquella marca superaban con creces el dinero que llevaba encima. No se podía permitir pagar aquel regalo que tanto ansiaba su amiga.

—¿Cómo espera que un estudiante de secundaria encogido y transformado en uno de primaria tenga tanto dinero? —se preguntó el pequeño. Tan solo formular aquella pregunta lo había dejado sin aliento.

Conan había decidido alejarse de todo aquel barullo y marchar al tranquilo parque que había cerca de su escuela. ¿Por qué le estaba dando tantas vueltas a un simple regalo? ¡Cualquier cosa valía!

Se tumbó en la fresca hierba del parque, mojándose un poco la ropa con el rocío que las hacía brillar. Esa sensación de frescura lo había refresco; la mera imagen de Haibara comportándose como aquellas estiradas le había disgustado muchísimo.

Luego de un rato, el pequeño detective comenzó a pensar en un regalo que la hiciera feliz y que, a su vez, sea económico.

—¿Y si le compro un collar?...—Conan, dándose cuenta de que lo había preguntado en voz alta, se golpeó la frente apenado—. ¿Un collar? ¡Eso es demasiado vergonzoso! No pueden ser ni collares, ni pendientes ni anillos…¡Sobre todo los anillos! —se reprendió ruborizándose—. Esto ha de ser un regalo de agradecimiento por un favor…, no el típico regalo que le harías a tu novia, idiota. —pensó, levantándose de la hierba.

Viendo que no conseguía aclararse allí, decidió ir a una cafetería y disfrutar de una tarta de limón con un zumo de naranja para pensar mejor.

Una vez sentado en la mesa, tras haber soportado antes los elogios de continuas trabajadoras que admiraban cómo un niño tan pequeño iba solito a una cafetería y decidía lo que quería con tanta seguridad, agarró su mentón pensativo y prosiguió con su búsqueda.

—¿Qué tal algún dulce?, Alguna tarta de fresa o…¿Qué estoy diciendo? Esto le haría feliz a Ran, que adora lo dulce, no a Haibara. Ella probablemente acabaría soportando los lloriqueos del profesor por querer comerlo también—suspiró, pasando después a sorber de la pajita el zumo de naranja—...Además, su plato preferido es el sándwich de mantequilla de cacahuete con mermelada de frambuesa…

Las cajeras y camareras comenzaron a cuchichear por lo bajo, soltando palabras como "cucada" y "adorable" mientras observaban a Conan.

—Parece que está imitando a un adulto...—dijo una.

—Ohh, ¡Qué ternura! —exclamó otra.

—Me desconcentran...—pensó Conan.

Después de terminar aquella deliciosa tarta y disfrutar se su zumo, Conan se marchó de la cafetería pensando aún en un regalo que le hiciera feliz. Divisó a lo lejor una reconocida floristería, cuyas flores resplandecían por su exhuberante belleza.

—No hay chica que no le guste una flor, ¿Verdad?...—paró y meditó por un segundo—. A no ser que sea alérgica, claro…Además…

—Muchacho, ¿Estás buscando una bonita flor para tu novia? —preguntó el floristero mostranso sus dientes con su sonrisa.

—...está esto...—terminó de pensar Conan—. No, gracias. ¡Solo miraba! —dijo antes de salir corriendo—. ¡Es que no hay regalo alguno que se pueda hacer sin que parezca algo romántico! —pensó el chico sonrojándose por la vergüenza.

El pequeño detective había corrido tanto hasta terminar en una pequeña librería. Ahí vio su regalo perfecto. Había salido a la venta un exclusivo libro de bioquímica avanzada reconocida por distintas universidades prestigiosas que tratan con minuciosidad el tema.

Conan pegó su rostro en el escaparate, como si ahí mismo se encuentrara la pieza perdida de su tan complicado puzle.

—¡Es perfecto! ¡A Haibara se le da muy bien la bioquímica! ¡Ella es una científica nata! —su rostro se ensombreció al percatarse del precio. Luego suspiró—. Me tendré que olvidar este mes de comprarme un libro de misterio…

Conan se dirigió satisfecho a la casa del profesor Agasa para entregar aquel regalo prometido a Haibara. Tenía la esperanza de que le gustaría, aunque no fuera un monedero de la marca Fusae. Después de todo a Haibara le pegaba más una bata de científica que un traje caro y ridículo.

—¿Qué es esto? —preguntó Haibara. Ambos se encontraban en el laboratorio.—No tiene forma de monedero...—comentó al ver el objeto envuelto.

—¡Es muy caro! —se quejó Conan—. ¡Este regalo te gustará más!, ¡Te lo garantizo!

—Ohh...—dijo Haibara mientras quitaba con cuidado el envoltorio. El corazón de Conan latía con fuerza, de los nervios, preguntándose si le agradaría esa elección.

Hubo un largo silencio. Haibara, inexpresiva, ojeó el libro que tenía en sus manos. Conan la seguía con la mirada, esperando algún comentario.

—¿Y? —preguntó inquieto.

—¿Esta es tu forma de decirme que me dé prisa en la creación del antídoto? —preguntó la científica, aún examinando el libro. El corazón de Conan se detuvo por unos instantes.

—¡¿Qué?! ¡Claro que no! —negó al instante—. ¡No digas tonterías, Haibara! ¡Pensé que te gustaría! —dijo molesto. Haibara dejó el libro en su mesa, señalando la puerta.

—Oh, sí, es fantástico cuando te dan un libro como diciéndote "Tus capacidades y conocimientos no son suficientes. Con esto lo harás más rápido". —comentó con sarcasmo.

Conan salió de aquel laboratorio decepcionado. Tal vez no había sido el mejor regalo. Le molestó el hecho de que Haibara no se hubiera planteado lo difícil que era regalar algo a alguien, sin que tenga unas connotaciones 'extrañas'. Dio media vuelta, con la intención de quejarse abiertamente. Sin embargo, nada más abrir la puerta, se había quedado corto de palabras: la encontró de pie, con sus cabellos despeinados y ojos cerrados, abrazando aquel libro que antes había dejado en la mesa con indiferencia. En su rostro se había dibujado una genuina sonrisa y sus mejillas habían adquirido un tono melocotón, llenándola de ternura. Haibara se veía feliz y se veía hermosa con aquella sincera sonrisa.

Conan apartó la mirada al instante y subió con rapidez las escaleras, intentato ser lo más sigiloso posible. Su corazón había palpitado de una forma muy extraña, esos latidos estaban fuera de lugar. El encogido detective se dejó caer en el sofá del salón, agarrando su pecho, incapaz de comprender lo sucedido.

—¿Qué te pasa Shinichi? —preguntó el profesor, logrando captar su atención.

—¿Eh?, ¿Por qué lo preguntas?

—¿Que por qué?...Estás rojo.