A/N: ¡Hola a todos! Pues aquí estamos, continuando con la lectura de los libros. Espero que os guste este primer capitulo :)

Todo lo que está en negrita pertenece a J.K Rowling

Harry se despertó temprano a la mañana siguiente, habiendo dormido mejor que en mucho tiempo. Permaneció unos minutos tumbado en la cama con los ojos cerrados, disfrutando del silencio. De pronto, se dio cuenta de porqué había descansado tan bien aquella noche: no había soñado con nada en absoluto. Aquello era muy extraño ya que últimamente sus sueños estaban llenos de los pasillos oscuros del Departamento de Misterios. No entendía a que se debía ese cambio pero era algo que agradecía.

Abrió los ojos de nuevo y echó una ojeada a la habitación. Ésta se encontraba levemente iluminada por los rayos de Sol que se colaban entre las cortinas y Harry pudo ver cómo era el único que ya estaba despierto. Decidió dejar dormir a Ron algunos minutos más ya que, pensando en su segundo año, sabía que su amigo necesitaría toda su energía para escucharlo. Su mente revoloteó entre los recuerdos del día anterior y por un momento casi pensó que se lo había imaginado. Fue el espejo de Sirius, que se encontraba bajo su almohada, lo que le demostró lo contrario.

Un movimiento a su izquierda le indicó que Neville acababa de despertarse y Harry decidió que ya era hora de levantar a Ron. El suelo se sentía frío bajo sus pies descalzos, mientras caminaba los pocos metros que le separaban de la cama de su amigo.

-Ron, eh, Ron…-dijo entre susurros, sacudiendo levemente el hombro del muchacho.

El chico murmuró algo que a Harry le sonó a "arañas" y se dio la vuelta, dándole la espalda.

-Cómo no…-murmuró Harry con una sonrisa-. Está bien, pues. Volvamos a intentarlo.

Aquella vez sacudió con más fuerza a su amigo, esperando que fuera suficiente para que el muchacho se despertase.

-¿Qué? ¿Harry?-dijo Ron, con los ojos todavía medio cerrados-. ¿Qué hora es?

-Bastante pronto-Harry sonrió-. Lo siento. Pero hemos de ponernos a estudiar eso tan importante-dijo recalcando la última palabra.

Ron tardó un par de segundos en darse cuenta de lo que estaba hablando. Se lo quedó mirando con el ceño fruncido hasta que los recuerdos del día anterior inundaron su mente y las piezas encajaron.

-Ohh. Sí, sí, claro. Eso-se pasó una mano por el rostro-. Está bien. Será mejor que nos vistamos y vayamos a buscar a Hermione. Dame un minuto para acabar de despejarme.

Media hora más tarde, ya vestidos y duchados, se reunieron con Hermione en una de las mesas de la Sala común.

-¿Dónde está Ginny?-preguntó Harry al no verla por ningún lado.

-Está acabando de arreglarse, la pobre tenía una mala cara... Creo que no ha pegado ojo.

Harry se mordió el labio, casi sintiéndose culpable por la buena noche de sueño de la que él había disfrutado.

-Espero que no sufra demasiado con la lectura-continuó Hermione, después de que Ron soltase una maldición-. No debe de ser nada agradable volver a recordar todo por lo que pasó.

Harry suspiró.

-No, no lo es.

En aquel momento apareció Ginny, bajando las escaleras del dormitorio de las chicas, con su larga melena recién peinada y cirulos negros bajo los ojos.

-Hola, Ginny.

-Hola, chicos. ¿Habéis desayunado ya?

-Te estábamos esperando-dijo Ron.

La chica sonrió.

-Vaya, Ron, ¿te encuentras bien? No es normal que no vayas directo a por tu comida. ¿Qué es lo que pasa?-la sonrisa se esfumó del rostro al darse cuenta-. Vale, es por lo de la lectura, ¿no es así?
Su hermano jugueteó con la manga de la túnica, nervioso.

-Bueno, puede que sí… Hermione nos ha dicho que no habías dormido nada bien y queríamos… darte apoyo.

Ginny fulminó a Hermione con la mirada durante un instante, pero luego cerró los ojos y suspiró.

-Escuchad, acepto el gesto, de verdad. Pero no tenéis porque preocuparos tanto por mí. Sí, he tenido una mala noche-reconoció-. Pero es que es normal, sabiendo lo que vamos a leer hoy. Y no estoy nerviosa solo por mí, sino sobre todo por mamá y papá. Que sé que van a sufrir muchísimo. Y, vale, tampoco va a ser agradable para mí pero sé que mañana a estas horas se me habrá pasado. Solo tengo que aguantar hoy- respiró profundamente-. Así que ¿podemos ir a desayunar?

Harry, que comprendía lo que debía estar sintiendo la muchacha, dijo:

-Ginny, entiendo lo que dices. Pero quiero que sepas que no has de pasar por esto sola. Y que estaremos dándote apoyo durante todo el rato.

La chica le dedicó una fugaz sonrisa.

-Lo sé. Y de veras que significa mucho para mí…

Harry asintió y sonrió de vuelta

-Y ahora-continuó Ginny-, me parece que Ron se va a desmayar del hambre; será mejor que vayamos a desayunar.

Ron hizo ademán de protestar pero justo en ese momento su barriga rugió. El rubor le tiñó las mejillas y sus amigos, dándose cuenta de que Ginny ya había dado el tema por zanjado, decidieron bajar al Gran Comedor.

Desayunaron tranquilamente, preparándose para lo que debían hacer aquel día, y después, ya saciados, regresaron a la Sala común. Allí cogieron la Capa de invisibilidad y también los libros de las clases. Aunque no los iban a utilizar, Hermione propuso que se los llevasen con ellos ya que teniendo en cuenta que deberían estar estudiando para los T.I.M.O.S, levantaría sospechas no hacerlo.

Una vez en la habitación, Harry comprobó que no estuvieran el resto de sus compañeros y sacó el espejo de Sirius. Al cabo de unos segundos y después de decir el nombre de su padrino en voz alta, el rostro de Sirius apareció en él.

-¡Harry! Buenos días. ¿Vais a venir ya hacia aquí?

-Así es, si es que ya está todo el mundo preparado…

-Sí, sí. Lo estamos. Yo acabo de ducharme-dijo señalando su cabello mojado, en el que Harry aún no se había fijado-. De modo que cuando queráis ya podéis ir subiendo.

-Perfecto, pues ahora iremos. Hasta luego, Sirius.

-Nos vemos-dijo con una sonrisa.

Harry, pensando en lo agradable que era poder hablar con Sirius mientras estaba en Hogwarts, sin miedo a que alguien le pillase, guardó el espejo en el bolsillo de su túnica. Fue una suerte que lo hiciera ya que en ese momento entró Neville en la habitación. El chico se quedó justo en la puerta, un poco cortado al ver a Harry, Ron, Ginny y Hermione de pie y mirándole.

-Eh… Hola, chicos. ¿Qué hacéis aquí?

-Estamos cogiendo los libros para ir a estudiar-dijo Harry rápidamente, guardando el primer tomo que vio en su mochila.

-Exacto-asintió Ron, mientras los demás iban saliendo por la puerta-. Por cierto, Neville-añadió de repente-. Seguramente iremos a los jardines a estudiar, que son mucho más agradables que la biblioteca. Pero estoy seguro de que Malfoy y el resto del Escuadrón Inquisitorial van a querer ponernos las cosas difíciles-dijo haciendo una mueca-. Probablemente se inventen que está prohibido estudiar fuera y nos quieran poner un castigo-puso los ojos en blanco-. De modo que, si alguien pregunta por nosotros, ¿podrías avisarnos?-preguntó inocentemente.

-Oh, sí. Por supuesto-dijo Neville, agitando la cabeza con energía.

-Puedes utilizar la moneda del E.D-sugirió Ron.

Neville asintió.

-Eso haré, no os preocupéis.

-Muchas gracias, amigo-sonrió Harry, mientras salía definitivamente de la habitación.

-Eso ha sido brillante-exclamó Hermione en cuanto estuvo segura de que Neville no podría oírla-. Muy bien pensado, Ron.

El muchacho sonrió, un tanto ruborizado.

-Bueno, a veces tengo buenas ideas…

Los cuatro llegaron hasta el retrato de la señora Gorda y salieron por él. Al llegar a un pasillo más apartado, Ginny dijo:

-Deberíais poneros la capa.

-Tienes razón- Harry cubrió a sus dos amigos con ella-, casi se me olvida.

-Vale, ya sabemos lo que hay que hacer-dijo Hermione-. Vayamos al séptimo piso.

Una vez allí, y después de comprobar que no había nadie, salieron de debajo de la Capa y abrieron la puerta de la Sala de los Menesteres.

Harry echó una ojeada rápido y pudo ver como ya se encontraba todo el mundo ahí, a excepción de Snape, Dumbledore y los gemelos.

Los señores Weasley fueron rápidamente a saludarles y, cuando acabaron de hacerlo, Harry se dirigió hacia donde se encontraba Sirius. El animago llevaba una gran sonrisa en el rostro y las habituales ojeras que solía haber bajo sus ojos habían desaparecido un tanto.

-He dormido mejor que en los últimos quince años-dijo pasándose una mano por el cabello, el cual ya se había secado.

-Me alegro mucho-sonrió Harry.

-Yo también me alegraría, si no hubiera roncado durante toda la noche-comentó Remus, levantándose de su asiento.

-Oh, vamos, Lunático. Si ya estás acostumbrado...

Remus soltó una carcajada.

-Tienes razón, tienes razón. Estoy bromeando. Los años en Hogwarts, compartiendo dormitorio, me curtieron bastante… Por cierto, ¿qué tal estás, Harry?-dijo dándole una palmadita en el hombro.

El muchacho sonrió.

-Muy bien, con ganas de seguir leyendo.

-Entonces no esperemos más-anunció Dumbledore desde la puerta. Acababa de entrar junto a Snape-. ¿Estamos todos?

-Faltan los gemelos-dijo Arthur-. Ya los voy a buscar yo.

-Excelente-sonrió Dumbledore, mientras el hombre se dirigía a los dormitorios-. ¿Habéis descansado todos bien?

Los muchachos asintieron, a excepción de Ginny, quien (Harry pudo ver) estaba hablando con su madre en un rincón.

Vio como la muchacha parpadeaba con fuerza, mientras que la señora Weasley la cogía por los hombros.

-…será difícil. Pero nos tienes aquí-dijo subiendo el tono de voz y mirando a su hija a los ojos.

Harry observó como Ginny asentía débilmente, mientras su madre la envolvía entre sus brazos. Echó un vistazo a su alrededor para ver si alguien se había dado cuenta pero todos estaban demasiado ocupados hablando entre ellos como para hacerlo. Harry se alegró, Ginny se merecía intimidad. Por ello, decidió unirse a las conversaciones de los demás; ya había espiado suficiente.

Unos segundos después, los gemelos junto con su padre entraron en la habitación.

Después de saludar a todos, fueron a sentarse en su asiento del día anterior. Harry les siguió, mirando a Ginny disimuladamente. La chica tenía los ojos un poco rojos pero Harry estaba seguro de que la conversación con su madre la había tranquilizado. A pesar de lo que les había dicho aquella mañana, Harry sabía que no era fácil enfrentarse a tus peores momentos.

Una vez que todos estuvieron sentados, Dumbledore hizo levitar el segundo libro de las estanterías hasta sus manos.

-Está bien, ¿quién quiere leer?

La mano de Sirius fue la más rápida en levantarse en el aire.

-Supongo que empezará hablando sobre los Dursley, desgraciadamente- dijo-. De modo que quiero leer yo. Para enterarme bien de todo lo que te han hecho esos mal nacidos.

Harry tragó saliva, entre reconfortado y asustado por la ferocidad con la que Sirius había hablado.

-De acuerdo-dijo Dumbledore-. Aquí tienes.

Sirius cogió el tomo con ambas manos.

-El libro se titula "Harry Potter y la Cámara Secreta".

Todos los que no conocían lo ocurrido durante aquel año soltaron gemidos de sorpresa.

-¿Cámara secreta?-dijo Remus-. ¿La Cámara Secreta?

-Eh…-empezó Harry.

Sirius sacudió la cabeza.

-Merlín-dijo con un hilo de voz-, lo que no os pase a vosotros…

Los alumnos sonrieron inocentemente.

-Además-continuó Sirius-, me temo que esto será como con el libro anterior. No nos vais a explicar nada hasta que lo leamos nosotros, ¿no?-observó el rostro de los muchachos y obtuvo su respuesta. Soltó un gruñido-. Está bien. Entonces será mejor que empecemos a leer. "Capítulo 1: El peor cumpleaños".

No era la primera vez que en el número 4 de Privet Drive estallaba una discusión durante el desayuno.

Todos soltaron un gruñido de irritación.

-Ya estamos otra vez-bufó Sirius.

A primera hora de la mañana, había despertado al señor Vernon Dursley un sonoro ulular procedente del dormitorio de su sobrino Harry.

-¡Hedwig!-dijo Ron con cariño-. Bien hecho, molestando a la morsa.

¡Es la tercera vez esta semana! —se quejó, sentado a la mesa—. ¡Si no puedes dominar a esa lechuza, tendrá que irse a otra parte!

-Es un animal-se quejó Hermione-. No se pueden controlar los ruidos que hace.

Harry intentó explicarse una vez más.

Es que se aburre. Está acostumbrada a dar una vuelta por ahí. Si pudiera dejarla salir aunque sólo fuera de noche...

-¿No la dejaban salir?-dijo Ginny con sorpresa y rabia al mismo tiempo-. Entonces no me extraña que no parase de hacer ruidos. Malditos Dursley…

Harry se fijó bien en la chica y vio como sus ojos parecían haber recobrado su blanco normal. En ellos ya no había lágrimas, sino que estaban llenos de su característica energía. Harry sintió como su pecho se calentaba al darse cuenta de que esa pasión propia de Ginny iba dirigida a defenderle a él de los Dursley.

¿Acaso tengo cara de idiota? —gruñó tío Vernon, con restos de huevo frito en el poblado bigote—.

-¿De verdad quiere que contestes a esa pregunta?-dijo Fred.

-Porque yo diría que sí...-continuó George-. Y es más: no solo tiene la cara de idiota. Todo él lo es.

Ya sé lo que ocurriría si saliera la lechuza.

Cambió una mirada sombría con su esposa, Petunia. Harry quería seguir discutiendo, pero un eructo estruendoso y prolongado de Dudley, el hijo de los Dursley, ahogó sus palabras.

Molly arrugó la nariz.

-Qué mala educación.

-Lo cierto es que ya no debería sorprendernos-añadió su marido.

¡Quiero más beicon!

Queda más en la sartén, ricura —dijo tía Petunia, volviendo los ojos a su robusto hijo—. Tenemos que alimentarte bien mientras podamos...

-¿Quieres decir…? ¿Antes de que explote?-sugirió Ron, provocando que los alumnos rieran.

No me gusta la pinta que tiene la comida del colegio...

No digas tonterías, Petunia, yo nunca pasé hambre en Smeltings —dijo con énfasis tío Vernon—. Dudley come lo suficiente, ¿verdad que sí, hijo?

-Yo diría que más que suficiente…-dijo Tonks sacudiendo la cabeza-. Y eso que soy de la clase de persona que piensa que nunca puede comerse demasiado. Pero ese Dudley me parece la excepción.

Dudley, que estaba tan gordo que el trasero le colgaba por los lados de la silla, hizo una mueca y se volvió hacia Harry.

Pásame la sartén.

-¿Y el "por favor"? ¿Dónde está?-bufó Sirius.

Se te han olvidado las palabras mágicas —repuso Harry de mal talante.

-Lo que yo decía-asintió Sirius.

El efecto que esta simple frase produjo en la familia fue increíble: Dudley ahogó un grito y se cayó de la silla con un batacazo que sacudió la cocina entera;

-¿Qué?-preguntaron todos sin comprender.

la señora Dursley profirió un débil alarido y se tapó la boca con las manos,

-¿Qué está pasando?-dijo Sirius frunciendo el ceño.

-Tengo una idea-dijo Remus-. Pero es tan absurda que casi no me la puedo creer. Al parecer, los Dursley no pueden tolerar escuchar la palabra "magia".

Sirius se le quedó mirando.

-¿Estás bromeando? Menuda estupidez-dijo al ver que Remus negaba con la cabeza-. Esa familia está aún peor de lo que imaginaba.

y el señor Dursley se puso de pie de un salto, con las venas de las sienes palpitándole.

-Merlín…-dijo Ron-. Vaya panda de histéricos.

-Yo lo que no entiendo…-empezó Hermione-, es como pueden vivir una vida normal. Es decir, si cualquier cosa que esté relacionada con la magia provoca esta reacción, deben tener muchísimos problemas. Por ejemplo, hay un montón de películas, libros, juguetes, etc. que tienen que ver con la magia. Y cualquiera puede soltar la palabra en medio de una conversación casual, tal y como ha hecho Harry-sacudió la cabeza-. Debe de ser bastante estresante vivir así.

-Y que lo digas…-suspiró Ron.

¡Me refería a «por favor»! —dijo Harry inmediatamente—. No me refería a...

¿QUÉ TE TENGO DICHO —bramó el tío, rociando saliva por toda la mesa—

-Ecs-dijo Ginny arrugando la nariz.

ACERCA DE PRONUNCIAR LA PALABRA CON «M» EN ESTA CASA?

-Madre mía, Sirius-dijo Tonks frotándose las orejas-. Me voy a quedar sorda.

-No soy yo, es el libro que está en mayúsculas.

Harry sonrió.

-Yo estaba ahí y puedo confirmar que tío Vernon gritó mucho más fuerte que Sirius.

Tonks se estremeció solo de pensarlo.

Pero yo...

¡CÓMO TE ATREVES A ASUSTAR A DUDLEY! —dijo furioso tío Vernon, golpeando la mesa con el puño.

Yo sólo...

-Déjalo, Harry-dijo Hermione sacudiendo la cabeza-. Me da a mí que no te va a hacer ni caso.

¡TE LO ADVERTÍ! ¡BAJO ESTE TECHO NO TOLERARÉ NINGUNA MENCIÓN A TU ANORMALIDAD!

-¿Anormalidad?-gruñó Ron-. Harry no es quien está chillando como un histérico por oír la palabra "magia". Maldito Dursley…-murmuró.

Harry miró el rostro encarnado de su tío y la cara pálida de su tía, que trataba de levantar a Dudley del suelo.

Tonks soltó una carcajada sarcástica.

-Buena suerte con eso. Como no tenga una grúa…

De acuerdo —dijo Harry—, de acuerdo...

-Sí, creo que era lo más inteligente que podrías hacer-asintió Remus-. Esa gente no atiende a razones.

Snape, que había escuchado toda la escena sin intervenir, le dio la razón al hombre lobo.

Tío Vernon volvió a sentarse, resoplando como un rinoceronte al que le faltara el aire y vigilando estrechamente a Harry por el rabillo de sus ojos pequeños y penetrantes.

-Merlín… Esta gente tiene muchos problemas.

-Y que lo digas, Molly-dijo el señor Weasley, de acuerdo con su esposa.

Desde que Harry había vuelto a casa para pasar las vacaciones de verano, tío Vernon lo había tratado como si fuera una bomba que pudiera estallar en cualquier momento;

Todos soltaron suspiros de fastidio o sacudieron la cabeza, hartos del comportamiento del señor Dursley.

porque Harry no era un muchacho normal.

-En eso estamos de acuerdo-sonrió George.

De hecho, no podía ser menos normal de lo que era.

-Me alegro de que lo aceptes por fin, Harry-dijo Fred, continuando la broma.

-Oh, callaos.

Los dos gemelos rieron entre dientes.

Harry Potter era un mago..., un mago que acababa de terminar el primer curso en el Colegio Hogwarts de Magia.

-¿En serio?-preguntó Ron, con expresión de falsa sorpresa.

Y si a los Dursley no les gustaba que Harry pasara con ellos las vacaciones, su desagrado no era nada comparado con el de su sobrino. Añoraba tanto Hogwarts que estar lejos de allí era como tener un dolor de estómago permanente.

-Conozco esa sensación-suspiró Sirius.

Harry le sonrió, consciente de que la situación de su padrino y la suya propia no habían sido tan diferentes.

Añoraba el castillo, con sus pasadizos secretos y sus fantasmas; las clases (aunque quizá no a Snape, el profesor de Pociones);

-El sentimiento es mutuo, Potter-dijo Snape sin saber porque decía algo.

-¿Eso significa que tal vez sí que le echabas de menos, Snape?-dijo Sirius-. Porque aquí pone "quizá"-señaló el fragmento que acababa de leer, con una sonrisa burlona.

El profesor de Pociones puso los ojos en blanco.

-Deja de hacer comentarios estúpido-dijo con una mueca de fastidio- y limítate a leer, Black.

Sirius sonrió para sí mismo. Era consciente de que habían formado una tregua el día anterior pero, aun así, pasar tanto tiempo en presencia de Snape sin poder molestarle un poco, requería demasiado autocontrol.

las lechuzas que llevaban el correo; los banquetes en el Gran Comedor; dormir en su cama con dosel en el dormitorio de la torre; visitar a Hagrid, el guardabosques, que vivía en una cabaña en las inmediaciones del bosque prohibido;

Harry cerró los ojos, recordando los buenos tiempos.

-Lo cierto es que, aunque este año no hayamos podido disfrutarlo por culpa del sapo… Hogwarts es increíble-terminó con una sonrisa.

y, sobre todo, añoraba el quidditch, el deporte más popular en el mundo mágico, que se jugaba con seis altos postes que hacían de porterías, cuatro balones voladores y catorce jugadores montados en escobas.

-Y tanto que lo echo de menos…- suspiró Harry-. Ya no sé ni cuanto hace que Umbridge me quitó mi escoba.

-En cuanto acabemos los libros y no encarguemos de Voldemort-dijo Dumbledore-, haremos algo al respecto con esa Umbridge. Lo prometo.

En cuanto Harry llegó a la casa, tío Vernon le guardó en un baúl bajo llave, en la alacena que había bajo la escalera, todos sus libros de hechizos, la varita mágica, las túnicas, el caldero y la escoba de primerísima calidad, la Nimbus 2.000.

-¡No puede hacer eso!-se quejó Hermione.

-Pues lo hizo…

-Merlín, Harry. Yo me volvería loca si no pudiera leer mis libros en todo el verano.

Harry se encogió de hombros.

-Supongo que ya estoy acostumbrado.

¿Qué les importaba a los Dursley si Harry perdía su puesto en el equipo de quidditch de Gryffindor por no haber practicado en todo el verano? ¿Qué más les daba a los Dursley si Harry volvía al colegio sin haber hecho los deberes?

-Supongo que nada…-murmuró Ron con rabia.

Los Dursley eran lo que los magos llamaban muggles, es decir, que no tenían ni una gota de sangre mágica en las venas, y para ellos tener un mago en la familia era algo completamente vergonzoso.

Snape pensó en Lily. A sus padres les había parecido algo verdaderamente bueno, tener una bruja en la familia. Al contrario que a Petunia quien, claro estaba, había pasado aquellos sentimientos a su familia.

Tío Vernon había incluso cerrado con candado la jaula de Hedwig, la lechuza de Harry, para que no pudiera llevar mensajes a nadie del mundo mágico.

Hermione apretó los puños con fuerza.

-Pobrecilla…

Harry no se parecía en nada al resto de la familia.

-Gracias a Merlín-dijo Sirius, haciendo que todos le dieran la razón.

Tío Vernon era corpulento, carecía de cuello y llevaba un gran bigote negro; tía Petunia tenía cara de caballo y era huesuda; Dudley era rubio, sonrosado y gordo. Harry, en cambio, era pequeño y flacucho, con ojos de un verde brillante y un pelo negro azabache siempre alborotado.

-Y así seguirá-sonrió Harry, tocando orgulloso su cabello.

Llevaba gafas redondas y en la frente tenía una delgada cicatriz en forma de rayo. Era esta cicatriz lo que convertía a Harry en alguien muy especial, incluso entre los magos.

Dumbledore asintió para sí mismo. La cicatriz de Harry siempre le había parecido clave para comprender que pasó aquella noche. Y, de ese modo, encontrar la manera de acabar con Voldemort.

La cicatriz era el único vestigio del misterioso pasado de Harry y del motivo por el que lo habían dejado, hacia once años, en la puerta de los Dursley. A la edad de un año, Harry había sobrevivido milagrosamente a la maldición del hechicero tenebroso más importante de todos los tiempos, lord Voldemort, cuyo nombre muchos magos y brujas aún temían pronunciar.

Los que aún no podían pronunciar el nombre, se movieron inquietos en su asiento.

-Es difícil cambiar algo que has hecho así desde pequeño-dijo Ron, encogiéndose levemente de hombros.

Los padres de Harry habían muerto en el ataque de Voldemort, pero Harry se había librado, quedándole la cicatriz en forma de rayo. Por alguna razón desconocida, Voldemort había perdido sus poderes en el mismo instante en que había fracasado en su intento de matar a Harry.

-Más que perdido sus poderes-empezó Dumbledore-, digamos que estaba demasiado débil como para poder utilizarlos.

De forma que Harry se había criado con sus tíos maternos. Había pasado diez años con ellos sin comprender por qué motivo sucedían cosas raras a su alrededor, sin que él hiciera nada, y creyendo la versión de los Dursley, que le habían dicho que la cicatriz era consecuencia del accidente de automóvil que se había llevado la vida de sus padres.

Todos gruñeron con rabia ante el recordatorio.

Pero más adelante, hacía exactamente un año, Harry había recibido una carta de Hogwarts y así se había enterado de toda la verdad. Ocupó su plaza en el colegio de magia, donde tanto él como su cicatriz se hicieron famosos...; pero el curso escolar había acabado y él se encontraba otra vez pasando el verano con los Dursley,

-Todo esto ya lo sabemos. ¿Por qué nos lo vuelven a contar?-pregunto Sirius sin comprender.

-Quizás es una especie de resumen, Para tenerlo todo claro antes de adentrarnos en el segundo año de Harry…

Sirius se rascó la barbilla, pensativo.

-Puede ser, Remus. Pero sería bastante raro que se nos olvidase algo que leímos ayer.

El hombre lobo sonrió, al tiempo que se encogía de hombros.

-Por si acaso.

quienes lo trataban como a un perro que se hubiera revolcado en estiércol. Los Dursley ni siquiera se habían acordado de que aquel día Harry cumplía doce años.

-¡Felicidades, Harry!-exclamó Ron.

El chico soltó una carcajada.

-¿Vais a felicitarme cada vez que leamos que es mi cumpleaños?

-Probablemente-dijo Ron con una sonrisa.

No es que él tuviera muchas esperanzas, porque nunca le habían hecho un regalo como Dios manda, y no digamos una tarta... Pero de ahí a olvidarse completamente...

-La verdad es que no debería sorprenderme…-murmuró Harry.

En aquel instante, tío Vernon se aclaró la garganta con afectación y dijo: —Bueno, como todos sabemos, hoy es un día muy importante.

Harry levantó la mirada, incrédulo.

-Mm… No creo que se refiera a tu cumple. Lo siento, Harry-dijo Hermione.

El muchacho sonrió y luego sacudió la cabeza.

-Gracias por preocuparte pero… ¿sabes que esto ya lo he vivido, no?

La chica se ruborizó.

Puede que hoy sea el día en que cierre el trato más importante de toda mi vida profesional —dijo tío Vernon.

-Era demasiado pedir que se acordase-gruñó Sirius.

Harry volvió a concentrar su atención en la tostada. Por supuesto, pensó con amargura, tío Vernon se refería a su estúpida cena. No había hablado de otra cosa en los últimos quince días.

La señora Weasley negó con la cabeza.

-Debe de ser realmente aburrido conversar con él.

Un rico constructor y su esposa irían a cenar, y tío Vernon esperaba obtener un pedido descomunal. La empresa de tío Vernon fabricaba taladros.

-Me estoy aburriendo solo de oírlo-dijo George fingiendo un bostezo.

Creo que deberíamos repasarlo todo otra vez —dijo tío Vernon—. Tendremos que estar en nuestros puestos a las ocho en punto.

-¿En sus puestos?-preguntó Ginny-. ¿Es que han de organizarlo todo?

-Desgraciadamente, sí-dijo Harry.

Petunia, ¿tú estarás...?

En el salón —respondió enseguida tía Petunia—, esperando para darles la bienvenida a nuestra casa.

-Merlín…-bufó Sirius.

Bien, bien. ¿Y Dudley?

Estaré esperando para abrir la puerta. —Dudley esbozó una sonrisa idiota—. ¿Me permiten sus abrigos, señor y señora Mason?

-Está bien que sean educados pero está claro que solo lo son cuando les interesa-dijo el señor Weasley frunciendo el ceño.

¡Les va a parecer adorable! —exclamó embelesada tía Petunia.

Tonks rodó los ojos

-Oh, por favor…

Excelente, Dudley —dijo tío Vernon. A continuación, se volvió hacia Harry—. ¿Y tú?

Me quedaré en mi dormitorio, sin hacer ruido para que no se note que estoy —dijo Harry, con voz inexpresiva.

-¿Es una broma?-rugió Sirius. Al ver que Harry negaba con la cabeza, entrecerró los ojos-. Malditos Dursley.

Exacto —corroboró con crueldad tío Vernon—.

-Sé que no debería sorprenderme-continuó diciendo Sirius, con el ceño fruncido-, pero cada frase que leo los odio un poco más.

Todos le dieron la razón.

Yo los haré pasar al salón, te los presentaré, Petunia, y les serviré algo de beber. A las ocho quince...

-¡Merlín!-gimió Tonks-. Lo tienen todo cronometrado; que horror vivir así-sacudió la cabeza-. Ni en las misiones de auror está todo tan bien organizado.

Aquello provocó que algunos rieran levemente, rebajando la tensión.

Anunciaré que está lista la cena —dijo tía Petunia—. Y tú, Dudley, dirás...

¿Me permite acompañarla al comedor, señora Mason? —dijo Dudley, ofreciendo su grueso brazo a una mujer invisible.

¡Mi caballerito ideal! —suspiró tía Petunia.

Los gemelos fingieron arcadas ante aquello.

-Creo que voy a vomitar-dijo Fred.

¿Y tú? —preguntó tío Vernon a Harry con brutalidad.

Me quedaré en mi dormitorio, sin hacer ruido para que no se note que estoy—recitó Harry.

-¿Es que ha de recordártelo todo el rato?-dijo Molly con enfado-. Ya es bastante malo que hayas de hacerlo.

Exacto. Bien, tendríamos que tener preparados algunos cumplidos para la cena. Petunia, ¿sugieres alguno?

Eso provoco que muchos pusieran los ojos en blanco.

Vernon me ha asegurado que es usted un jugador de golf excelente, señor Mason... Dígame dónde ha comprado ese vestido, señora Mason...

-Esta familia es la cosa más falsa que he visto en mucho tiempo-dijo Ron, después de soltar un suspiro de fastidio.

Perfecto... ¿Dudley?

¿Qué tal: «En el colegio nos han mandado escribir una redacción sobre nuestro héroe preferido, señor Mason, y yo la he hecho sobre usted»?

Nada más oír aquello, todos empezaron a reírse a carcajadas.

-Madre mía…-dijo Sirius enjuagándose las lágrimas de los ojos.

-Y yo que pensaba que no podía ser más ridícula la situación-comentó Remus con una sonrisa en los labios.

Esto fue más de lo que tía Petunia y Harry podían soportar. Tía Petunia rompió a llorar de la emoción y abrazó a su hijo, mientras Harry escondía la cabeza debajo de la mesa para que no lo vieran reírse.

-No te culpo, Harry-dijo Ginny, aun sonriendo-. Yo tampoco hubiera podido aguantarme.

¿Y tú, niño?

Al enderezarse, Harry hizo un esfuerzo por mantener serio el semblante.

Me quedaré en mi dormitorio, sin hacer ruido para que no se note que estoy —repitió.

-Ya nos ha quedado claro-dijo Sirius con cansancio.

Eso espero —dijo el tío duramente—. Los Mason no saben nada de tu existencia y seguirán sin saber nada.

-Es un asco que te obliguen a esconderte, Harry-dijo Ron-. Pero mira el lado bueno: no tienes que hacer el paripé.

Harry sonrió un poco.

-En eso tienes razón.

Al terminar la cena, tú, Petunia, volverás al salón con la señora Mason para tomar el café y yo abordaré el tema de los taladros. Con un poco de suerte, cerraremos el trato, y el contrato estará firmado antes del telediario de las diez.

-Espero de verdad que no lo consiguieran-comentó Sirius.

Remus sonrió.

-Creo que todos pensamos lo mismo.

Y mañana mismo nos iremos a comprar un apartamento en Mallorca.

-Mallorca, ¿eh?-dijo Dumbledore-. He estado un par de veces, es bonito.

Muchos se le quedaron mirando de manera extraña, era raro imaginarse al viejo mago tumbado al Sol y en bañador, en alguna playa de la isla.

A Harry aquello no le emocionaba mucho. No creía que los Dursley fueran a quererlo más en Mallorca que en Privet Drive.

-No, yo tampoco lo creo…-dijo Sirius con tristeza-. Pero te prometo que cuando acabemos con esto iremos a pasar unas buenas vacaciones. ¿Qué tal… en Mallorca?-preguntó con los ojos brillantes-. ¿Te parecería bien?

Harry se le quedó mirando, asombrado. Al cabo de un par de segundos, una sonrisa se extendió por su rostro.

-Me… Me encantaría-dijo en voz más baja de lo normal.

Sirius sonrió ampliamente.

-Me alegro.

Bien..., voy a ir a la ciudad a recoger los esmóquines para Dudley y para mí. Y tú —gruñó a Harry—, mantente fuera de la vista de tu tía mientras limpia.

Harry salió por la puerta de atrás. Era un día radiante, soleado. Cruzó el césped, se dejó caer en el banco del jardín y canturreó entre dientes: «Cumpleaños feliz..., cumpleaños feliz..., me deseo yo mismo...»

-Oh, Harry-susurró la señora Weasley con pena.

El muchacho intentó no encontrarse con la mirada de nadie, ya que no quería ver la compasión en sus ojos. A pesar de ello, podía sentir el apoyo que su familia y amigos le transmitían y aquello le ayudó a no avergonzarse.

No había recibido postales ni regalos, y tendría que pasarse la noche fingiendo que no existía.

-¿Cómo?-preguntó Sirius-. ¿Y Ron y Hermione? ¿No te enviaron nada?-frunció ligeramente el ceño.

-Sí que lo hicieron-se apresuró a aclarar Harry-. Pero yo no lo recibí… El… eh… el libro lo explicará todo, supongo.

Sirius asintió, aunque no le hacía gracia que Harry hubiera tenido que pasar su cumpleaños solo.

Abatido, fijó la vista en el seto. Nunca se había sentido tan solo. Antes que ninguna otra cosa de Hogwarts, antes incluso que jugar al quidditch, lo que de verdad echaba de menos era a sus mejores amigos, Ron Weasley y Hermione Granger.

Ellos sonrieron, conmovidos.

-Y nosotros a ti, Harry-dijo Hermione.

Ron asintió.

-Así es.

Harry, observando a sus dos mejores amigos, sintió como la calidez inundaba su pecho.

Pero ellos no parecían acordarse de él. Ninguno de los dos le había escrito en todo el verano, a pesar de que Ron le había dicho que lo invitaría a pasar unos días en su casa.

-Merlín, Harry, debió de ser horrible para ti-dijo Ron, después de morderse el labio con nerviosismo-. Lo sentimos mucho.

Harry agitó la mano.

-No os preocupéis, vosotros no teníais la culpa.

Un montón de veces había estado a punto de emplear la magia para abrir la jaula de Hedwig y enviarla a Ron y a Hermione con una carta, pero no valía la pena correr el riesgo.

Hermione asintió.

-No, lo cierto es que no. Te hubieses metido en un lío-sonrió-. Algo parecido a lo del año siguiente.

-No creo que abrir la jaula de Hedwig pueda compararse con hinchar a mi tía, Hermione.

-¿Cómo?–preguntó Tonks, que no sabía lo que había sucedido -. ¿Hinchar a tu tía?

-Eh… Ya te lo explicaremos-dijo Harry rápidamente.

A los magos menores de edad no les estaba permitido emplear la magia fuera del colegio. Harry no se lo había dicho a los Dursley; sabía que la única razón por la que no lo encerraban en la alacena debajo de la escalera junto con su varita mágica y su escoba voladora era porque temían que él pudiera convertirlos en escarabajos.

-Deberíamos convertirlos-dijo Molly con furia-. ¿Cómo demonios pueden pensar en hacerle algo así a un crío? O a nadie, en realidad.

-Tú dime cuando y donde-gruñó Sirius-. Que yo te acompaño.

Durante las dos primeras semanas, Harry se había divertido murmurando entre dientes palabras sin sentido y viendo cómo Dudley escapaba de la habitación todo lo deprisa que le permitían sus gordas piernas.

Aquellas palabras hicieron que muchos rieran, imaginándose la escena.

-Bien hecho, Harry-le animó Ginny, sonriendo.

Pero el prolongado silencio de Ron y Hermione le había hecho sentirse tan apartado del mundo mágico, que incluso el burlarse de Dudley había perdido la gracia..., y ahora Ron y Hermione se habían olvidado de su cumpleaños.

-Debió de ser horrible…-dijo Tonks-. Esperemos que haya un buen motivo por el que las cartas no llegaron.

-Oh, lo hubo-dijo Harry, pensando en Dobby.

¡Lo que habría dado en aquel momento por recibir un mensaje de Hogwarts, de un mago o una bruja! Casi le habría alegrado ver a su mortal enemigo, Draco Malfoy, para convencerse de que aquello no había sido solamente un sueño...

-Merlín… Sí que debías estar desesperado-dijo Ron, sintiéndose mal-. Debe de ser extraño, volver a vivir como un muggle completamente. Sin hacer nada de magia, después de todo el año en Hogwarts… Es decir, en casa tampoco podemos pero mamá y papá hacen hechizos y volamos en escoba… Además, a veces vamos a visitar el Londres mágico y cosas así-sacudió la cabeza, impresionado-. No sé si yo podía aguantarlo, debe de ser muy duro.

Harry tragó saliva.

-Sí que lo es, la verdad.

Aunque no todo el curso en Hogwarts resultó divertido. Al final del último trimestre, Harry se había enfrentado cara a cara nada menos que con el mismísimo lord Voldemort.

Todos asintieron, recordando lo leído el día anterior.

Aun cuando no fuera más que una sombra de lo que había sido en otro tiempo, Voldemort seguía resultando terrorífico,

-Y que lo digas…-dijo el señor Weasley, estremeciéndose.

era astuto y estaba decidido a recuperar el poder perdido. Por segunda vez, Harry había logrado escapar de las garras de Voldemort, pero por los pelos, y aún ahora, semanas más tarde, continuaba despertándose en mitad de la noche, empapado en un sudor frío,

-No te culpo, Harry-dijo Ginny, al ver que el chico había bajado la mirada con vergüenza-. Cualquiera hubiera reaccionado igual.

Harry se la quedó mirando durante un par de segundos, entre agradecido y preocupado por ella. Sabía que la muchacha estaba llena de tensión y que, a pesar de ello, hacía un esfuerzo por asegurarse de que Harry estuviera bien. Aquello significaba mucho para él pero, al mismo tiempo, prefería que Ginny cuidase de ella misma antes que de él.

preguntándose dónde estaría Voldemort, recordando su rostro lívido, sus ojos muy abiertos, furiosos...

De pronto, Harry se irguió en el banco del jardín. Se había quedado ensimismado mirando el seto... y el seto le devolvía la mirada. Entre las hojas habían aparecido dos grandes ojos verdes.

-¿Qué?-preguntó Tonks.

-Yo solo leo lo que pone-dijo Sirius señalando al libro entre sus manos.

La chica sacudió la cabeza.

-Creo que te ha dado demasiado el sol, Harry.

Una voz burlona resonó detrás de él en el jardín y Harry se puso de pie de un salto.

Sé qué día es hoy —canturreó Dudley, acercándosele con andares de pato. Los ojos grandes se cerraron y desaparecieron.

¿Qué? —preguntó Harry, sin apartar la vista del lugar por donde habían desaparecido.

-Mm-dijo Tonks, cavilando-. O sea que sí que había alguien en el seto.

Sé qué día es hoy —repitió Dudley a su lado.

Enhorabuena —respondió Harry—. ¡Por fin has aprendido los días de la semana!

-Esa ha sido buena, Harry-dijo Ron riendo.

El muchacho sonrió.

Hoy es tu cumpleaños —dijo con sorna—. ¿Cómo es que no has recibido postales de felicitación? ¿Ni siquiera en aquel monstruoso lugar has hecho amigos?

-¡Será cerdo!-gruñó Sirius.

Remus asintió.

-Tienes toda la razón. Sabía que eso iba a sentarle muy mal a Harry y por eso lo ha dicho.

Procura que tu mamá no te oiga hablar sobre mi colegio —contestó Harry con frialdad.

-Buena respuesta-dijo Fred con un asentimiento de aprobación.

Dudley se subió los pantalones, que no se le sostenían en la ancha cintura.

¿Por qué miras el seto? —preguntó con recelo.

-No es asunto tuyo-dijo Hermione con rabia. Le había sentado muy mal el saber lo mucho que le dolió a Harry no recibir las cartas y por ello estaba de mal humor.

Estoy pensando cuál sería el mejor conjuro para prenderle fuego —dijo Harry.

-A ver si eso le calla-dijo Ron sonriendo.

Al oírlo, Dudley trastabilló hacia atrás y el pánico se reflejó en su cara gordita.

No..., no puedes... Papá dijo que no harías ma-magia... Ha dicho que te echará de casa..., y no tienes otro sitio donde ir..., no tienes amigos con los que quedarte...

Sirius leyó aquella parte con rabia e imitando la voz de Dudley, haciéndole parecer bobo.

¡Abracadabra! —dijo Harry con voz enérgica—. ¡Pata de cabra! ¡Patatum, patatam!

¡Mamaaaaaaá! —vociferó Dudley, dando traspiés al salir a toda pastilla hacia la casa—,

Aquello provocó muchas carcajadas y sonrisas entre los presentes.

-Eso ha estado muy bien, Harry-sonrió Sirius.

-En realidad… me temo que no ha sido demasiada buena idea -dijo Remus, haciendo desaparecer la sonrisa del animago-. Quiero decir, Dudley ha ido a decirle a su madre que Harry está haciendo magia. Creo que eso va a acabar mal.

Sirius soltó una maldición.

-Tienes razón, maldita sea.

¡mamaaaaaaá! ¡Harry está haciendo lo que tú sabes!

Harry pagó caro aquel instante de diversión.

Sirius gruñó.

Como Dudley y el seto estaban intactos, tía Petunia sabía que Harry no había hecho magia en realidad, pero aun así intentó pegarle en la cabeza con la sartén que tenía a medio enjabonar

-¿Cómo se atreve a intentar pegar a Harry?-bramó la señora Weasley mientras los ojos de Sirius destellaban furia.

-Se van a enterar…-murmuró el animago-. Se van a enterar.

Harry tragó saliva; no le gustaría estar en el pellejo de los Dursley.

y Harry tuvo que esquivar el golpe.

-Bueno-dijo Sirius tratando de calmarse-, al menos no consiguió darte.

Luego le dio tareas que hacer, asegurándole que no comería hasta que hubiera acabado.

Snape cerró los ojos con fuerza, recordando su propia infancia.

-No me extraña que seas tan delgaducho-intentó bromear Ron, para rebajar la tensión y evitarle un momento incómodo a Harry.

Su amigo lo agradeció, sonriendo ligeramente.

Mientras Dudley no hacia otra cosa que mirarlo y comer helados, Harry limpió las ventanas, lavó el coche, cortó el césped, recortó los arriates, podó y regó los rosales y dio una capa de pintura al banco del jardín.

-Merlín…-suspiró Tonks-. Y todo eso sin comer nada-sacudió la cabeza-. Te trataban como a un esclavo.

- Sin duda, esto no puede ser legar en el mundo muggle.

-Es que no lo es, Remus. No lo es.

El sol ardiente le abrasaba la nuca. Harry sabía que no tenía que haber picado el anzuelo de Dudley,

-No te culpes, Harry-intentó animarle Hermione-. Todos hubiéramos reaccionado igual.

pero éste le había dicho exactamente lo mismo que él estaba pensando..., que quizá tampoco en Hogwarts tuviera amigos.

-¡Claro que los tienes!-dijo Ron con fiereza.

Harry sintió como su pecho se llenaba de afecto hacia su mejor amigo.

-Ahora lo sé.

«Tendrían que ver ahora al famoso Harry Potter», pensaba sin compasión, echando abono a los arriates, con la espalda dolorida y el sudor goteándole por la cara.

Snape trató de mantener su rostro impasible. Al oír aquello, casi se sentía mal por seguir pensando que Potter estaba orgulloso de ser famoso. Una parte de él intentaba replantearse la visión de Potter que había tenido durante los últimos cinco años. Pero los viejos hábitos eran difíciles de erradicar y la otra parte de Snape, mayor aun, no quería reconocer que estaba equivocado. Y mucho menos dejar de tener motivos para seguir detestando a Potter.

Eran las siete de la tarde cuando finalmente, exhausto, oyó que lo llamaba tía Petunia.

-¿A la siete de la tarde?-murmuró Sirius, mirando fijamente al libro entre sus manos-. Harry-dijo de pronto-, te prometo que mientras yo viva podrás comer todo lo que quieras y cuando quieras.

El chico sonrió, cogido por sorpresa.

-Eh, vaya, gracias. ¿Incluido el Wiski de Fuego?-bromeó con una sonrisa.

Sirius sacudió la cabeza, la diversión reemplazando a la rabia hacia los Dursley por unos instantes.

-Eso habrá que hablarlo.

¡Entra! ¡Y pisa sobre los periódicos!

Fue un alivio para Harry entrar en la sombra de la reluciente cocina.

-No me extraña…-dijo Molly con un hilo de voz, maldiciendo a los Dursley por dentro.

Encima del frigorífico estaba el pudín de la cena: un montículo de nata montada con violetas de azúcar. Una pieza de cerdo asado chisporroteaba en el horno.

-Esa Petunia es lo peor-dijo el señor Weasley-, pero las descripciones de sus comidas siempre tienen buena pinta…

¡Come deprisa! ¡Los Mason no tardarán! —le dijo con brusquedad tía Petunia,

-¡Entonces quizás deberías haberle hecho entrar antes!-exclamó Ginny, enfadada.

señalando dos rebanadas de pan y un pedazo de queso que había en la mesa.

Dumbledore se pasó una mano por la larga barba blanca, tratando de que no se notase su incomodidad. Con cada nueva injuria cometida por los Dursley, su culpabilidad aumentaba y aún más cuando, echando la vista hacia atrás, se daba cuenta de que seguiría tomando la misma decisión. Puede que Harry hubiese pasado hambre pero estaba vivo y seguro, y eso era lo que importaba.

Ella ya llevaba puesto el vestido de noche de color salmón. Harry se lavó las manos y engulló su miserable cena. No bien hubo terminado, tía Petunia le quitó el plato.

¡Arriba! ¡Deprisa!

Sirius puso una voz chillona y desagradable al leer aquellas palabras.

Al cruzar la puerta de la sala de estar, Harry vio a su tío Vernon y a Dudley con esmoquin y pajarita. Acababa de llegar al rellano superior cuando sonó el timbre de la puerta

-Madre mía, qué justo ha ido…-dijo Fred.

y al pie de la escalera apareció la cara furiosa de tío Vernon.

Recuerda, muchacho: un solo ruido y...

-Que pesadilla de hombre. ¿Cuántas vez te lo ha recordado?-dijo Tonks con exasperación-. Nos ha quedado claro: "no hagas ningún ruido".

Harry entró de puntillas en su dormitorio, cerró la puerta y se echó en la cama. El problema era que ya había alguien sentado en ella.

-¿Qué?-dijeron todos los que no sabían que había sucedido.

Harry sonrió.

-Así es.

-¿Quién era?-preguntó Sirius-. Vale, ya sé-añadió al ver la cara de su ahijado-. Tendremos que leer para saberlo, ¿verdad?

-Ajá.

El animago soltó un suspiro de fastidio.

-Está bien, entonces. ¿Quién quiere leer?

-A mí me gustaría-dijo Tonks con el brazo en alto-. Si puede ser…

-Por supuesto-sonrió Sirius, entregándole el libro.

La auror pasó la página y leyó el título del siguiente capítulo.

-"La advertencia de Dobby".

A/N: ¡Primer capítulo acabado! La verdad es que tenía muchas ganas de empezar el segundo libro. Espero que os haya gustado y ¡nos vemos en el siguiente!

Gracias por leer y dejad review si queréis :D