Renuncia: Todo a Kohske.

Personajes: Doug!centric.

Advertencias: spoilers.


«Cuida bien al niño, cuida bien su mente

dale el sol de enero, dale un vientre blanco.

Todas las hojas son del viento,

Ya que él las mueve hasta en la muerte»

Luis Alberto Spinetta.


Todas las hojas son del viento


Doug está solo.

Cuando nace el chasquido del revólver apuntándolo lo persigue en cada noche y cada batalla. Siempre siente las balas que amenazan con chocar contra sus placas y hacerlo caer al suelo, siempre está con la garganta temblando y los labios sudorosos ante la noche impactante.

Y entre el llanto callado sabe que solo es un niño sin protección ni cuidado, y que a veces le gustaría sollozar en medio de campo de batalla. Pero:

«Has hecho un gran trabajo, Doug».

(Él está solo).

A veces es capaz de frenarse en medio del barullo de los suburbios de la ciudad, y está tan cansado y con la respiración tan agitada que se mira las manos y se pregunta cómo es que ha aguantado tanto. A veces tiene miedo, pero la sangre le hierve cuando vuelve a oír al revólver invisible apuntarle por la espalda.

«Has hecho un gran trabajo, Doug».

Siempre por las noches al dormir contra el marco de la ventana es capaz de sentir el sabor de la sangre podrida en el paladar y la garganta. Y pueden señalarlo de niño cobarde o de monstruo asesino, pero no le importa porque al fin y al cabo

«Solo espera, estaremos pronto contigo».

está solo.

La cobardía y el frío sin origen que lo hace temblar del pánico continúan hasta el momento en que su cuerpo vuela, valiente, hacia la muerte. (¿A qué le temes, entonces?). Ya no oye el revólver de su primer llanto apuntarle desde atrás, y el pecho se le infla de orgullo al saber que ha encontrado, en medio de la batalla, la valentía suficiente para mancharse las manos de sangre.

Es en un silencio que dura dos segundos cuando vuelve a escuchar el chasquido del revólver. Y mientras le atraviesan el cuerpo con crueldad, matándolo, humillándolo, oye por fin los balazos imaginarios que anuncian su muerte enternecedora.

Doug está solo.

Camina sosteniéndose por los muros de los callejones (¿moriré en un callejón?) se tropieza con los escombros de los edificios destruidos y suelta maldiciones con sus labios temblorosos. El sabor a sangre le inunda el paladar, las piernas le tiemblan y el dolor sigue tan pulsante que ya no hay revólver existente.

Oye entonces una voz.

(Estoy solo).

«¡Doug, Doug! ¿Qué ha pasado?».

Cae al suelo frío y las manos compañeras intentan sostenerlo inútilmente, quieren salvarlo. Doug golpea, débil; sabe que no queda más espacio para seguir huyendo. El cielo y la tierra manchada de sangre le son entonces una imagen inexacta y gris, y solo las palabras siguen oyéndose en un eco:

«Estaremos pronto contigo. Has hecho un gran trabajo, Doug».

Galahad sonríe, sin sentir los pasos de la muerte asechar por detrás. Pero Doug lo sabe, y en un arranque de dolor le lanza las cadenas que colgaban sobre su cuello aturdiéndole toda su vida. Y Galahand repita las mismas palabras una y otra vez, hasta que ya no puede oír las balas detrás de él.

«Has hecho un gran trabajo, Doug».

Entonces, de repente, lo sabe. No está solo,

(aunque ya no respira).

y por ello también sonríe.

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