1.

—¡Ladybug, espera!

Ladybug, que estaba a punto de lanzar su yoyó para impulsarse hacia los tejando colindantes y buscar un lugar para recuperar su forma normal, detuvo el movimiento y se volvió.

Cat Noir estaba justo detrás de ella y la miraba con una intensidad que Ladybug no recordaba haber visto nunca reflejada en sus ojos. Había preocupación en ellos, pero también algo más, algo que Ladybug no terminaba de descifrar.

—¿Qué ocurre, Cat?

Para sorpresa de la superheroína, su compañero recorrió el trecho que los separaba y la abrazó. Pero no fue un abrazo cordial o un abrazo de despedida, fue un abrazo de alivio, un abrazo que decía, sin palabras, "estoy feliz de que no te haya ocurrido nada, porque no sé qué haría sin ti". A Ladybug le recordó un poco aquella vez que un akuma demonizó a uno de los trabajadores del zoo, convirtiéndolo en un T-Rex, y Cat Noir creyó que la criatura se la había comido. Ese día Cat Noir también la había abrazado con preocupación después de que acabaran con su enemigo. De todos modos este nuevo abrazo estaba mucho más lleno de sentimientos que el de aquella vez. Ladybug pudo adivinar a través de ese gesto todo el miedo que su compañero había pasado cuando Vulpina la había golpeado y ella había perdido el conocimiento durante unos instantes.

—Bichito, estás bien, ¿verdad?

—Claro que estoy bien. No te preocupes más, Cat. Sólo ha sido un golpe —se apartó ligeramente de él y se acarició el lugar en el que se había golpeado, en la parte alta de la frente, justo debajo del flequillo—. El chichón estará curado en un par de días.

»Y ahora deberíamos irnos. Apenas nos queda tiempo antes de que nos transformemos.

—Lo sé. Pero hay algo que hace tiempo que quiero decirte y nunca encuentro el momento. Verás, Ladybug yo… te quiero. Y te quiero de verdad —añadió enseguida—. No estoy bromeando, ¿vale? Ni tampoco te tomo el pelo. Yo… No sé quién se esconde bajo esa máscara, pero no me importa, porque sea quien sea seguirás siendo tú.

El corazón de Marinette empezó a latir desenfrenadamente bajo el traje de Ladybug, sorprendida por aquella declaración. La superheroína del traje rojo y las manchas negras sabía muy bien que su compañero no bromeaba. Se lo decía su gesto y el tono de su voz. Esa confesión no era para nada como aquellas veces en las que Cat Noir intentaba hacerse el presuntuoso delante de ella o se las ingeniaba para intentar robarle un beso, entre juegos. Esta vez, Cat Noir estaba poniendo en alto sus verdaderos sentimientos, los que guardaba en el fondo de su corazón.

Y aquello, en cierta manera, la entristeció, porque a pesar de que apreciaba mucho a Cat Noir y lo consideraba el mejor compañero de equipo que jamás podría tener, Marinette sólo tenía ojos para Adrien.

—Me… me siento muy alagada, Cat —dijo, entre tartamudeos. Sentía las mejillas arder—. Y me encantaría poder decirte que siento lo mismo. Pero… estoy enamorada de otra persona.

La sonrisa que Cat Noir le ofreció en ese momento fue la más bonita que Marinette había visto nunca. Una sonrisa que tocó su corazón y lo llenó de una calidez que no sabía que su compañero podía despertar en ella. Una sonrisa que, sin saber muy bien por qué, le recordó a la que le había dedicado Adrien aquella vez, bajo la lluvia. Era una sonrisa agridulce, que no casaba con él y lo convertía en un chico casi normal.

Aunque el momento se desvaneció enseguida y Cat Noir recuperó su humor, como si no hubiese ocurrido nada.

—Ya lo sé, bichito —le dijo, arrimándose a ella con el hombro y dándole golpecitos en el costado con el codo—. En realidad, eres más fácil de leer de lo que crees. Pero quería que lo supieras. Y que supieras que siempre estaré a tu lado, pase lo que pase.

—Yo…

—¡No! No digas nada. ¡Y no te preocupes! No quiero que esta confesión estropee nuestra amistad. Somos un equipo, ¿recuerdas? Si estamos juntos, nada ni nadie va a detenernos.

Y le tendió el puño a su compañera, en su gesto de victoria. Ella le devolvió el choque con suavidad y con una sonrisa salpicada de tristeza en los labios. Poco más podía hacer ahora, salvo aceptar con gratitud aquellos sentimientos que le ofrecían.

Justo en ese instante, sus prodigios avisaron de que la transformación era inminente.

—¡Oh, no! —dijeron los dos al unísono.

Ladybug echó un vistazo en derredor. Lo único que había en el tejado que podía darle algo de privacidad era un depósito de agua que había a un lado. Cat Noir debió de tener el mismo pensamiento porque también corrió a cobijarse al otro lado, donde casi al instante recuperó su forma normal, como ella.

—Maldita sea —susurró Marinette, hablándole a su kwami, que ahora revoloteaba a su alrededor—. No deberíamos haber esperado tanto.

—¿Qué vas a hacer? —le preguntó Tikki.

Marinette abrió su bolso. Por suerte había traído una galleta consigo. Se la tendió a Tikki.

—Toma. Y, por favor, Tikki, date prisa. Tengo que salir de aquí cuanto antes.

El silencio había caído como una losa sobre el tejado y, a lado y lado del depósito, chico y chica contaban el tiempo para poder transformarse otra vez, pendientes de sus kwamis para poder hacerlo.

—Parece que vamos a tener que quedarnos un rato más por aquí… —comentó Marinette, azorada, hablando esta vez en voz más alta, para que Cat Noir pudiera oírla.

—Eso parece. Pero, tranquila, no miraré.

—Lo dices como si te molestara, Cat. ¿No crees que es mejor así?

Adrien se tomó un momento antes de responder.

—No lo sé. No creo que pasase nada si conociésemos nuestras identidades. Incluso podría ayudarnos en nuestra misión, porque sabríamos lo que podemos esperar del otro, dónde encontrarnos, y esas cosas. Pero si quieres permanecer en el anonimato, lo respeto.

—Es que… no estoy segura todavía de querer revelar mi identidad. Me da un poco de reparo.

—¡Eh! No te justifiques. Es tu decisión, bichito.

»Y, oye, cambiando de tema… ¿quién es esa persona de la que estás enamorada?

—¡Cat!

—¿Qué? Siento curiosidad por qué tipo de persona puede atraerte. Venga, que no me burlaré, ni tampoco se lo diré. Palabra de gato.

—Es… un chico que va a mi instituto.

—¿Y ya le has dicho que te gusta?

—¡No! ¿Cómo voy a decírselo? Si ni siquiera se ha fijado en mí…

—¡Vamos! ¿Cómo no va a fijarse en ti? Eres la chica más resplandeciente de todo París, milady. Eclipsas hasta la Torre Eiffel.

—¡Cat Noir!

—Es verdad. Y seguro que ese chico siente lo mismo. Te lo garantizo.

Tikki había terminado de comerse la galleta y voló alrededor de Marinette. Se acercó a su oído para susurrarle que estaba lista.

—De acuerdo, Tikki. —dijo la chica. Y después añadió para su compañero—: Bueno, voy a irme ya.

Y sin darle oportunidad de añadir nada más, dijo las palabras mágicas.

Tikki se fusionó con el prodigio de Marinette, dibujando el antifaz en el rostro de la chica y extendiendo las manchas negras desde los pendientes por todo su cuerpo, para convertirla de nuevo en Ladybug.

—¡Eh! Venga! ¡No me dejes con la duda. —dijo Adrien al otro lado, cuando Ladybug ya se preparaba para irse—. ¿Cómo se llama el chico que te gusta?

—No voy a decírtelo.

—¿Por qué no? No voy a decírselo.

Ladybug dudó, pero finalmente dijo:

—Bueno, vale. Pero ni una palabra, ¿de acuerdo?

—Te lo prometo.

—Se llama Adrien. Adrien Agreste.

Sorprendido por lo que acababa de oír, Adrien salió de su escondite, movido por un impulso, asomándose al otro lado del depósito de agua. Ladybug, que no se esperaba ese gesto, y dio un brinco por el susto que casi la hizo tropezar.

Pero cuando recuperó el equilibro y comprendió quién era el que encontraba frente a ella, se quedó sin aliento. ¿Qué hacía Adrien allí? En ese tejado sólo estaban Cat Noir y ella. No había nadie más. Estaba segura de ello. ¿Entonces…?

—¿Cat Noir? —susurró, incrédula.

—Ladybug, ¡soy yo!

Ladybug palideció. No podía ser. No podía ser que el chico del que estaba enamorada fuera el mismo con el que había compartido tantas cosas, el mismo que se burlaba de ella, el mismo que la sacaba de quicio con sus impertinencias y su fanfarronería. El mismo que la había ayudado y salvado en tantas ocasiones.

Aquello no tenía ningún sentido.

Y, en un arrebató, lanzó su yoyó y salió huyendo, incapaz de enfrentarse a aquella revelación.