Capítulo

V

"El secreto que está entre nuestras manos"

Osomatsu

Acuné mi cabeza entre mis manos, rodeado por los gritos de todos. Todomatsu lloraba y gritaba molesto una y otra vez sin tomar un solo descanso para tomar aire y Choromatsu solo le respondía con insultos y verdades sobre lo ingrato que había sido con Karamatsu, además de haber preferido ignorarlos completamente en la presentación de la escuela. Sinceramente a mí ni siquiera me interesaba un poco, pero tenía que esperar a que dejaran de discutir sobre ello para poder dar mi opinión. Karamatsu me miró desde el otro lado de la mesa, completamente avergonzado por ser la razón de la pelea y desvió su mirada cuando le sonreí.

La verdad era, que no estaba de acuerdo con ninguno de ellos. Era cierto que Todomatsu por fin se había abierto a otras personas y convivía con buenos amigos, después de no haberse despegado de sus hermanos mayores por mucho tiempo, todo con ayuda de Karamatsu, quien, a su vez, también avanzaba en su propia vida poniendo todas sus ganas al teatro y sus calificaciones. Esa tarde, durante el festival escolar, Karamatsu tenía su gran presentación después de mucho tiempo. Habíamos prometido estar ahí, aunque ninguno de los menores se presentó, Todomatsu fue el único que avisó que no vendría porque prefería "pasar tiempo con sus amigos a ver una obra mediocre y aburrida".

Pero Choromatsu no tenía razones para exigirle estar ahí. Si Todomatsu quería alejarse de nosotros, al final terminaría regresando. Eso era algo demasiado obvio, al menos desde mi punto de vista. Suspiré y cerré mis ojos esperando que pudieran callarse de una vez por todas, y refunfuñé cansado de sus gritos. Un golpe fuerte interrumpió mi paz, abrí mis ojos, asustado, con Todomatsu y Choromatsu peleando sobre la mesa. Las cosas que estaban sobre ella salieron volando en todas direcciones, y los botones de los uniformes de los dos junto con ellas. Los dos se veían realmente molestos el uno con el otro, como si desde hace tiempo tuvieran conflictos de los cuales no me había enterado.

Me puse de pie y tomé a Todomatsu de su uniforme, levantándolo del agarre de Choromatsu y Karamatsu alejaba a Choromatsu de la mesa al mismo tiempo que yo.

¡Muy bien! —Les grité. Todomatsu trataba de soltarse, aun cuando su uniforme comenzaba a rasgarse. Inflé mis mejillas molesto por que no me prestara atención y le di un golpe en su cabeza para que reaccionara. —¡Es hora de detenerse! —Suspiré y negué con mi cabeza, decepcionado. Apunté a Choromatsu, quien miró mi mano con asco. —Si Todomatsu no quiere salir con nosotros, no podemos detenerlo. Él elige lo que quiere o no hacer, y nosotros no podemos obligarlo.

¡Ves! —Gritó Todomatsu sacándole la lengua a Choromatsu, quien solo me miró incrédulo.

Pero tú, —le arrastré hasta que pude verle a la cara. Me miró confundido, seguro pensando que yo realmente estaba de su lado completamente. —No esperes nada de tus hermanos mayores si no puedes ser capaz de darnos un poco de tu tiempo. Es cierto que puedes hacer lo que te plazca, pero nosotros no somos basura, somos tus hermanos. ¿Entendido?

No esperes nada de mí. —Dijo Choromatsu, molesto.

Quién esperaría algo de un ñoño como tú.

Idiota.

Virgen.

Gay.

Pene pequeño.

Suspiré, cansado, y solté a Todomatsu, a la vez que Karamatsu, también un tanto irritado, soltaba a Choromatsu. Los dos por fin libres, corrieron de nuevo uno contra el otro a golpearse y lanzarse maldiciones. Quizás, solo usaban a Karamatsu como excusa para deshacerse de otros problemas y embrollos que ya se tenían encima de mucho tiempo atrás. Me crucé de brazos, mirando cómo se mataban a jalones de cabello y mordidas, porque, he de admitir, que era una pelea bastante patética. Miré a Karamatsu, quien solo veía a los dos de la misma forma que yo y sonreímos pensando seguramente en lo mismo. "Principiantes".

La puerta de la entrada se sacudió tratándose de abrir. Karamatsu y yo nos asomamos por la puerta de la sala de estar, para ver si se trataba de papá trayendo la cena o de mamá que en esos momentos se encontraba en una junta con las madres del vecindario. La puerta se abrió de golpe esta vez después de unas cuántas sacudidas, relevando a Jyushimatsu agitado con su uniforme de la práctica de béisbol. Karamatsu y yo volteamos a vernos y luego volvimos a Jyushimatsu. Entró, dando pisadas que apenas sostenían su peso, con sus piernas temblorosas, y nos dimos cuenta de que en su espalda llevaba a Ichimatsu.

Ichimatsu.… —Dijo entrecortado por sus respiraciones. Le miré preocupado y di un paso hacia él. —Estaban golpeándolo, así que solo estrellé el bate en sus cabezas. —Karamatsu caminó hacia él sin esperar ni un segundo más y quitó a Ichimatsu, sin conocimiento, de su espalda. Le levantó bien en sus brazos y caminó a la sala de estar. —Creo que hice que uno se desmayara, pero no sabía qué hacer. —Me confesó.

Choromatsu y Todomatsu pararon de pelear y se giraron cuando Karamatsu entró y dejó a Ichimatsu en el suelo. Su mejilla estaba realmente roja y había sangre saliendo de su nariz y frente. Se veía realmente golpeado y en mal estado. Su uniforme estaba sucio y tenía el cabello cortado en partes desiguales, como si hubieran tomado unas tijeras y le hubieran cortado mechones al azar.

Lo siento, lo siento. —Jyushimatsu temblaba y entró en la habitación. Choromatsu se levantó y fue hacia la cocina. —Yo… quizás si hubiera llegado un poco antes podría haberlo ayudado mejor.

No pasa nada. —Le sonreí tocando su cabeza. —Él estará bien. —Traté de calmarlo y me arrodillé donde Ichimatsu estaba. Toqué su mejilla varias veces esperando que reaccionara. —Todomatsu, trae un poco de agua. —Cuando él asintió, me giré hacia Jyushimatsu que veía realmente preocupado a Ichimatsu. —¿Qué fue lo que pasó?

Él… no lo sé. —Habló tomando todo el aire que podía. Choromatsu regresó con el botiquín en sus manos y trató de despertar a Ichimatsu con un algodón empapado en alcohol. —Él tenía una presentación en el club de poesía, ni siquiera sabía que estaba en ese grupo, así que pensamos en regresar juntos cuando yo terminara mi presentación de Béisbol. Pero tardó mucho en regresar, así que fui a búscalo y lo encontré contra un muro y dos chicos.

¿Quiénes eran? —Pregunté.

Ni siquiera lo sé. —Apretó sus labios y respiró profundo. —Pensé que eran amigos de Ichimatsu, pero él gritó y luego lo golpearon en su estómago. Así que solo corrí y agité el bate contra ellos.

Jyushimatsu, tranquilo. —Le hablé. Él me miró sin saber que responder o sin poder sentirse capaz de cumplir mis palabras, así que le sonreí lo mejor que pude, aunque escuchar la historia solo había logrado agitar mucho más mi sangre. —Mañana buscaremos a quien lo hizo y los golpearemos tan fuerte que les sangrará el culo.

¿Y tú estás bien? —Preguntó Karamatsu hacia Jyushimatsu quien solo asintió.

¡Osomatsu-niisan! —Me gritó Choromatsu, quien sostenía la cabeza mareada de Ichimatsu. Se veía agotado y nos miró, en especial a Choromatsu quien se giró de nuevo hacia él. —Ichimatsu, ¿estás bien? —Preguntó. Me incliné a un lado de él y le sonreí.

Bienvenido de vuelta. —Sonreí. Todomatsu llegó con un vaso de agua y se sentó al lado de Choromatsu.

¿Dónde estoy? —Preguntó, soltando un quejido sobre el dolor de su cabeza. —Me duele todo…

¡Niisan! —Jyushimatsu empujó a Karamatsu y se puso al lado de Ichimatsu. —¿Estás bien? ¿¡No estás muerto!?

Espero que sí. —Dijo con una leve sonrisa sarcástica y Jyushimatsu hizo una expresión extraña con sus ojos.

No, espero que no. —Respondió.

¿Dónde estoy? —Preguntó de nuevo tratando de sentarse.

¿Estás bien? ¿Cómo te sientes? —Preguntó Choromatsu. Ichimatsu asintió con su cabeza y bajó la mirada de una forma algo extraña, como si tuviera vergüenza. —¿Quieres ir a un hospital?

No, no, no, no… —Repitió Ichimatsu en cuanto mencionó el lugar. —Yo… estoy bien…—Añadió cuando trató de girarse hacia mí, trató de sentarse, pero se estremeció adolorido y regresó al suelo. —Creo, que me quedaré en el suelo hoy.

Déjame revisar tus heridas.

Choromatsu alzó la camiseta de Ichimatsu. Su estómago y pecho estaban cubiertos por moretones. Le miré impresionado, pero me ardía la sangre. Apreté mis puños, realmente enojado. Todomatsu ayudó a Ichimatsu a poder sentarse, y Choromatsu le sostuvo de su espalda mientras le quitaban la camiseta. Karamatsu soltó una maldición al ver todos los moretones, y se notaba como sostenía las ganas por salir a buscar a los bastardos que habían hecho esto.

¡Ah! Duele, duele, duele. —Se quejó cuando Choromatsu comenzó a examinar sus heridas. —¡No me toques tan fuerte, Choromatsu! —Le gritó, tomando su mano y alejándola de él. Choromatsu se soltó de él y siguió examinando, mientras que los demás solo le veíamos.

Cálmate, solo estoy viendo. —Le dijo, y alzó su cabeza mirándole realmente preocupado. Los ojos de Choromatsu se veían realmente asustados y furiosos a la vez. Quizás seríamos tres los que mataríamos a esos dos idiotas. —Tienes que decirme si te duele mucho, ¿de acuerdo? Podrías tener alguna fractura, y tenemos que ir al hospital. —Volteó a verme. —Quizás debamos llamar a mamá.

Sí, pero antes de eso. —Voltee a ver a Ichimatsu, quien me miró con un gesto de dolor bastante fuerte. Mi corazón se rompió y suspiré cansado. —¿Quién fue?

Tsk. —Ichimatsu chasqueó la lengua y desvió su mirada. —Eso no importa.

Importa. —Dijo Todomatsu, quien se veía triste. —¿Quién fue, Ichimatsu-niisan?

¡Si no nos lo dices, nosotros lo averiguaremos y será peor! —Le exigió Karamatsu.

¿Quién fue? —Le presionó Choromatsu, que tomó su mano.

¿Quién? —Le pregunté. Ichimatsu me miró y apretó sus labios. Abrió su boca cuando iba a decirlo y después la cerró, arrepintiéndose. —Ichimatsu. —Sobresaltado por mi tono de voz, me miró y tardó unos segundos para mirar hacia otro lado, protegiéndose de la mirada de todos.

Ichimatsu movió su boca, pero no pude escucharlo, en vez de eso, un chillido resonó en mis oídos bloqueando todo el sonido que pudiera entrar a ellos. Choromatsu miró incrédulo a Ichimatsu, y Karamatsu se levantó furioso apretando sus puños y caminando hacia la puerta de entrada. Todomatsu cubrió su boca con sus manos y Jyushimatsu solo bajó su cabeza. Pero no les entendía. Ichimatsu no había dicho nada. O al menos, yo no le había escuchado.

¿Qué? —Le pregunté. Él me miró y asustado desvió rápido sus ojos. —¿Qué dijiste? —Los ojos de Ichimatsu comenzaron a derramar lágrimas y las limpió con sus brazos desnudos. —Ichimatsu. —Le llamé, pero no me prestaba atención. El irritante chillido comenzaba a fastidiarme, cubrí mis oídos, y un gran dolor de cabeza me hizo encogerme. —¡Basta, déjenme escuchar! —Grité.

Osomatsu-niisan. —Escuché a Ichimatsu. Alcé mi cabeza e Ichimatsu estaba esta vez solo conmigo en la habitación. El chillido se había detenido, pero seguía sintiéndome incómodo. Miré a nuestro alrededor, aún con las manos sobre mis oídos, completamente confundido. —Osomatsu-niisan. —Sobresaltado, giré la vista hacia Ichimatsu quien me sonrió. —Estás soñando de nuevo. —Soltó una pequeña risa, y apuntó hacia el techo. —¿O quizás no?

La respiración me hizo falta y comencé a toser. Me levanté con ayuda de mis brazos y tomé todo el aire que mis pulmones pudieran absorber. Golpee mi pecho varias veces, tratando de estabilizarme. Y cuando por fin pude hacerlo, solo volví a recostarme boca abajo sobre el futón, cerrando mis ojos. Una pesadilla. Una bastante familiar. Abrí mis ojos encontrándome con Ichimatsu respirando con lentitud, completamente dormido. Estiré mi mano hacia él, acariciando su cabello, y deslizando mis manos hacia sus orejas, y sus mejillas. Me había quedado dormido, aunque mis intenciones no eran esas.

Estaba cansado. Esta noche se había tornado demasiado larga. La llegada de Ichimatsu, mi enorme desvelo, el susto que casi detenía mi corazón y la charla tan agotadora, y bochornosa, que tuvimos. Un poco sonrojado y, sintiéndome como un tonto, pero al mismo tiempo, no encontraba otras palabras que fueran correctas para decirle a alguien que no querías que se fuera. O al menos yo, no veía la forma de decirle que le quería tanto y que por eso no quería que se fuera. Reí, sintiéndome como un idiota y cerré mis ojos, abrazando mi almohada para poder tratar de volver a dormir.

Suspiré, y pensé en mi sueño. Tan extraño. Realmente me parecía familiar, sin embargo, no recordaba que algo así realmente hubiera sucedido. Suspiré, pensando que lo mejor sería solo olvidarlo, y no mencionarlo de ninguna manera. Aunque en aquel sueño anterior, con mi pelea en el baño de la preparatoria, realmente terminó siendo un recuerdo que vino de pronto. Quizás solo estaba volviéndome loco. Me quejé y solo cerré bien mis ojos, para tratar de dormir de nuevo. Mi cuerpo se caía del sueño y estaba completamente agotado.

—Osomatsu-niisan… —Abrí mis ojos, con Ichimatsu clavando la mirada en mi.

—Ah, ¿te desperté? —Pregunté volviendo a cerrar los ojos. —Lo siento. —Le dije y revolví su cabello. —Ya volveré a dormir de nuevo.

Me acomodé en el futón, viendo hacia Ichimatsu y solo traté de volver a dormir. Sentí como Ichimatsu se movía entre las cobijas y se acercaba a mí, apegándose a mi pecho. Inevitablemente le rodeé con mis brazos y apoyé mi boca en su frente, depositando un pequeño beso en ella. Sentí como me abrazaba y hundía su cabeza en mi cuello. Acaricié su espalda, arrullándolo con pequeños golpecitos repentinos, como si fuera un niño al que dormir. Me acomodé, y bajé hasta poder estar al mismo nivel de su rostro y apoyé mi frente contra la de él, chocando nuestras narices. Abrí un poco mis ojos, notando las pequeñas pestañas que cubrían los suyos, y su lenta respiración adormilada.

—Mañana… ¿podemos salir juntos a hacer algo? —Dijo en voz baja y ronca. Asentí y le apretujé mucho más entre mis brazos. —Me deprime estar en casa, y quiero alimentar a los gatos.

—Dicen que lloverá. —Le contesté sin abrir mis ojos. Se removió entre mis brazos, dejado su boca contra mi barbilla. —Quizás puedas enfermarte. Acabas de salir de una fiebre.

—Si eso pasa, tendrás que cuidarme. —Contestó. —Iremos a las cuatro. Si quieres dejarme ir solo, bien por mí.

—¿Estás amenazándome?

—Sí… —Rio, y volvió a acomodar su rostro por entre mi cabeza y mi almohada. —Quizás sí. —Solté una pequeña risa y asentí.

—Iremos juntos.

. . . . .

Ichimatsu

Abrí mis ojos topándome con las arrugas y ojeras causadas por el cansancio en los ojos del mayor. El trueno de la lluvia temprana sacudió la ventana, y las gotas que antes no caían, azotaron con furor el cristal. Alcé la vista, de paso observando el reloj marcando las siete de la mañana. No me sentía cansado, y mi cuerpo estaba con más energías que nunca, aunque mis ganas de levantarme no eran muchas. El desánimo y la poca emoción de salir y desayunar o ver un poco de televisión no existía. Ni siquiera la energía que me daba cada vez que llovía y pensaba en los gatos mojándose bajo la lluvia, sintiéndome con la responsabilidad de proteger a cada uno de ellos, lograba levantarme.

Suspiré, cerrando mis ojos. Sintiéndome vivo. Respirando. Llorando. Llevé mi muñeca a mi rostro y limpié mis mejillas. Era doloroso, realmente doloroso sentir que estas vivo cuando realmente anhelas lo contrario. Pensé en las palabras de mi hermano mayor, y solo logré sentirme más frustrado. "Que tonto", susurré para mí mismo. Haber mantenido un silencio después de aquella estúpida propuesta solo había hecho que mi corazón se preocupara. Aunque no veía realmente capaz a Osomatsu de cometer una estupidez como yo. Quizás solo debía esperar a que las cosas se calmaran un poco para que fuera cuestión de intentarlo de nuevo.

Decidí levantarme de mi lugar después de veinticinco minutos pensando en mi miserable vida. En las patéticas razones por las que había decidido terminar con mi vida de una vez por todas. Rasqué mi cabeza, incómodo, y salí de las cobijas del futón con mucho cuidado de despertar a lo demás. Caminé hasta el armario y busqué la camiseta más simple y unos pantalones deportivos para sentirme más cómodo. El olor impregnado de Osomatsu en su pijama me mareaba, y los pantalones de Karamatsu me asqueaban. Quería quitarme esta ropa lo más rápido posible. Me horrorizaba cada segundo el significado tan amigable de mis hermanos. Cosa que una basura incombustible como yo no necesitaba.

Terminé de cambiarme, buscando entre mis cosas unas calcetas para cubrir mis pies del frío, me encontré con la carta que nadie había hallado. La miré justo donde marcaba mi nombre en letras rojas con una pésima gramática, y chasqué mi lengua arrugándola entre mis dedos y guardándola en mi bolsillo. Tomé un suéter y caminé hacia la salida, para al menos estar un tiempo alejado de los demás.

—Ichimatsu. —Mi nombre me sorprendió. Mi sobresalto fue demasiado notorio, y lentamente me giré para encontrarme con Choromatsu mirándome fijamente. Se notaba que estaba mareado del sueño, pero mantenía firme su cabeza para imponer su sentido de autoridad. —¿A dónde vas? —Preguntó sin mucho desdén. Apreté mis labios y bajé mi mirada. Me apoyé contra el marco de la puerta y guardé las manos en los bolsillos del pantalón. —¿Bajarás al primer piso? —Preguntó. Aún no quería hablar con los demás, quizás, mucho menos con Choromatsu en esos momentos. Alcé mi mirada hacia él, y luego la dirigí hacia la ventana. Choromatsu me miró durante unos segundos antes de seguir mis ojos. —¿Quieres salir a ver la lluvia? —Bostezó y comenzó a levantarse del futón. Sabía que terminaría acompañándome a dónde quiera que fuera mientras los demás estuvieran dormidos, y tampoco es como si fuera molesto, pero él no era precisamente la mejor persona para acompañarme en estos momentos.

Sin responderle, salí caminando por el pasillo sin mucha urgencia. Pasar mis días con ellos, quizás sería una tortura, aunque sería solo cuestión de días, o algunas semanas. Escuché como se levantaba, mientras que yo bajaba las escaleras. Puse mi mano sobre el barandal y seguí descendiendo sin detenerme a los pasos apresurados de Choromatsu. Escuché como se plantaba al inicio de las escaleras, y me giré, notando su rápida respiración y con los pantalones a las rodillas. Terminó de acomodárselos y bajó los escalones, casi corriendo hasta donde yo estaba.

—¿Qué sucede? ¿Estás bien? —Seguí caminando sin responderle. No tenía ni un poco de ganas de hablar con él, o con cualquiera. Solo Osomatsu me permitía sentirme cómodo para poder dirigir la palabra. Pero hacerlo con cualquiera de los demás… aún no me sentía realmente preparado. No solo por sus decepciones y por haberles causado tal pánico y preocupación. Una cucaracha como yo no debía de estar entre personas que realmente disfrutaran de su vida. Suspiré, entornando mis ojos y terminé de bajar las escaleras. Escuché los rápidos pasos de Choromatsu yendo hacia mí, y tomó mi muñeca halándome hacia atrás. Giré mi rostro, molesto y avergonzado, viéndole con ojos llorosos rogándole que me soltara. —¿Qué sucede? —Volvió a preguntar. Apretó mi muñeca y me miró esperando una respuesta, pero solo agaché mi mirada hacia el suelo. Haló mi brazo con más fuerza, acercándome a él y levanté la cabeza, chasqueando mi lengua y le miré, esta vez molesto. —¿Por qué haces esto? Ichimatsu… ¿acaso esto tiene que ver con la preparatoria?

Traté de aflojar su agarre con mis manos, levantando sus dedos. Pero no tenía ni un poco de la fuerza que él poseía. Agaché mi cabeza, solo soltando quejidos y tratando de liberarme de su agarre.

—Ichimatsu, ¡respóndeme! —Susurró alzando la voz. Miró hacia atrás de él y cuando estuvo seguro de que nadie le oyó, se giró de nuevo hacia mí. —Ichimatsu… Osomatsu está recordándolo. —Me detuve. Dejé de luchar contra la mano de Choromatsu y le miré fijamente a los ojos completamente incrédulo. Bajó su mirada y esta vez soltó su mano de mi brazo. —Anoche que estábamos charlando en el tejado, mencionó la pelea que tuviste con los cinco en aquel baño de la escuela. —Me quedé en silencio esperando a que hablara de nuevo, aun cuando tardó un rato en formular sus palabras. —¿Te ha dicho algo? Él habla contigo y tú le contestas. Quizás haya mencionado algo. —Me quedé en silencio tratando de recordar. Aunque quizás fue demasiado tiempo. Choromatsu me tomó de los hombros y me agitó. —¡Ichimatsu! Sé que no quieres hablar con nadie más que con Osomatsu-niisan, pero en serio necesito que me lo digas. —Le miré y asentí. Bajé mi vista, y guardé mis manos en mis bolsillos. Abrí mi boca intentando hablar con él, pero mi voz era bloqueada por el pánico. Alcé la vista de nuevo, y le miré a los ojos.

—Él… en el hospital. —Mencioné. Los hombros de Choromatsu cayeron en cuanto volví a dirigirle la palabra. Apenado, bajé la vista y continué. —Cuando yo tenía su teléfono celular, él día antes de que me dieran de alta, él… ah, él hablaba dormido. Me llamaba y sudaba. Dijo el nombre de uno de ellos y algunas cosas de ese día. Pero… —Volví a levantar la vista confundido y negué con mi cabeza. —Él no volvió a mencionar el tema. Solo lo olvidó.

—¿Y ayer? —Preguntó inmediatamente. —Ayer que te quedaste con él anoche. ¿Mencionó algo?

—N-no… no lo hizo. —Bajé mi vista, pensativo. Me sentía apenado por hablar con él. Pero sabía que solo lo había hecho preocuparse demasiado por mí, aunque no era realmente necesario. Suspiré, cuando él se quedó en silencio y rascando su cabeza con sus ojos llenos de preocupación. Y abrí mi boca diciendo quizás lo que me arrepentiría de decir más adelante. Pero no podía evitarlo. No podía ser un mentiroso con Choromatsu. —Tú… no eres un mal hermano. Ni lo fuiste. —Sacándolo de sus pensamientos, me miró confundido. —En el coche, aquella noche tú dijiste que no habías sido un buen hermano. —Cerró su boca y me miró fijamente a los ojos, pero yo no pude mantenerlos puestos en él. Apreté mis labios y miré hacia otra dirección. —Eres un buen hermano. Solo no hicimos bien las cosas en su momento. —Esta vez alcé mi mirada hacia él, quien me miraba con pinta de no saber qué contestar. —Choromatsu, sé que piensas que fuiste la razón de que quisiera morir, pero no fue así. —Frunció el ceño y sus ojos se humedecieron. Alzó su mano hacia mí, pero retrocedí un paso antes de que pudiera tocarme. —Nada fue por causa tuya. Pero por ahora, me gustaría permanecer lejos de todos ustedes. —Bajé la vista, apenado. Me di la vuelta y caminé hacia la entrada, abriendo la puerta principal para sentarme en el borde de la entrada y recargarme sobre el marco. No quise voltear a ver a Choromatsu, pero escuché como sus pasos fueron hacia mí, y su cuerpo se posicionó al lado mío.

—A veces dices y piensas cosas que no quieres en realidad. —Contestó. Sonrió y recargó su cabeza contra la mía. —No creo que quieras estar lejos de nosotros. Al menos, me gustaría que dejaras de alejarte de todos. —Mi nariz tembló y me coloqué de una forma en que no pudiera ver mi boca siendo un arco entristecido. —Quizás sea hora de que te abras con nosotros, o al menos, que seas sincero y cuentes la verdad de lo que pasó.

. . . . .

Osomatsu

Caminé con Ichimatsu debajo del mismo paraguas hacia uno de los callejones después de haber comprado una cantidad enorme de comida de gatos. Aún no podía creer que todo ese dinero lo desperdiciara en esa manera, y aun cuando le dije que había mejores formas de invertir el dinero solo me ignoró y siguió absorto eligiendo, con demasiado cuidado, las latas de los gatos.

Giramos por un callejón un tanto cercano a casa y en cuanto entramos, las gotas de lluvia fueron cesando poco a poco por causa de los balcones que nos cubrían de la lluvia. Alcé mi cabeza, mirando cada uno de ellos y sintiendo una pequeña gota de vez en cuando mientras caminábamos, y en cuanto bajé la cabeza, Ichimatsu ya estaba rodeado de gatos, arrodillado en el suelo y cubierto con el paraguas.

Los gatos no dejaban de maullar a su alrededor, y todos subían dos patas a él como si fuera su dueño, lo cual terminaba siendo gracioso por el hecho de que él se negaba cuando le preguntábamos al respecto. Sonreí enternecido y me acerqué un poco, asomándome por la cabeza de Ichimatsu.

—¿Tienen nombre? —Pregunté tomando mis propias manos por detrás de mí. Ichimatsu negó con su cabeza. Los gatos seguían comiendo de las latas, cada uno tenía su porción y terminaban mucho más satisfechos siendo acariciados por Ichimatsu. Ellos incluso no sabían si comer o acercarse a la mano de mi hermano mayor.

—Les he puesto apodos, pero no son míos. —Contestó. —No puedes darle nombre a algo que no es tuyo.

—¿Hm? —Comencé a reír y me agaché a su lado para tomar un gato entre mis manos y depositar un beso sobre su nariz. —¿Quién puso esa regla? ¿El gobierno?

—La vida.

—Ya veo. —El pequeño gato maulló en mis manos y agitó su cabeza. —¿Querrás ir a otro lado? —Me puse de pie y levanté al pequeño gato en mis brazos, quien se puso a olerme completamente. —Ya hemos ido a dar una vuelta por los callejones de Shinjuku y Minato, y ahora aquí. Compramos comida y dimos de comer al menos a treinta gatos. ¿Seguiremos andando por ahí buscando más gatos? —Ichimatsu se levantó y subió el cubrebocas de nuevo a su rostro encogiéndose de hombros.

—Quisiera dar una vuelta por ahí. —Volteó a verme, y justo un gato cayó sobre su hombro, jugando a mordidas con el cabello de Ichimatsu, aunque él ni se inmutó. —¿Estás cansado? Podemos ir a casa si quieres.

—No. Estoy bien. —Me encogí de hombros y dejé al gato que tenía en mis brazos en el suelo. —A demás, quien podría cansarse pronto eres tú. —Frunció el ceño y negó con su cabeza.

—No estoy enfermo, tonto. —Ichimatsu alzó su mano y dio un pequeño golpe sobre mi nariz. —Quizás solo muerto por dentro. —Caminó hacia fuera del callejón, dejando que todos los gatos regresaran de nuevo a sus escondites en el callejón. Le miré durante unos cuantos segundos antes de caminar detrás de él y cubrirnos de nuevo de la lluvia con el paraguas.

Ichimatsu se giró un poco hacia mí y seguido bajó su mirada. Tomó el paraguas de mi mano y lo sostuvo en alto, dejando libre una de las suyas para que yo pudiera tomarla, y como si el acto fuera de todos los días, lo hice, entrelazando nuestros dedos. Antes de cruzar la calle, miramos en ambas direcciones al mismo tiempo y seguimos sin problemas.

—Mañana quiero ir a Chiyoda y Setagaya si es posible. —Dijo Ichimatsu. Me giré a verle y ladeé mi cabeza.

—¿No están muy apartados? —Pregunté. —Podríamos ir a Chuo, o a Shibuya. Están más cerca de Chiyoda. A demás, podríamos ir a aquel pachinko que acaba de abrir en Shibuya. —Le sonreí un poco emocionado y piqué su estómago haciendo que se encogiera y se alejara un paso de mí, aunque terminó regresando.

—No tenemos dinero para eso. —Me miró divertido y apretó su mano con la mía. —Ah, yo… —Bajó su mirada y se quedó unos cuantos segundos en silencio. Soltó mi mano para quitarse la máscara de su rostro y tomar un poco de aire fresco. Sus mejillas estaban levemente sonrojadas por el frío de la lluvia y volteó a verme de nuevo. —Hoy en la mañana, hablé con Choromatsu. —Me confesó. —Aunque solo fue durante un tiempo, aún no me siento bien para hablar con los demás, ni tampoco creo que ellos merezcan hablar con una persona, o mejor dicho desecho, como yo. —Aclaró su garganta y pasó una mano por su nuca mostrándose un poco extraño. —Yo iba a salir a ver la lluvia un rato. No tenía nada de sueño y tú estabas dormido. Sé que no te gusta que esté solo ni un segundo, pero de todas formas no pensaba hacer algo malo. —Asentí ante lo que me decía y solo esperé viéndole con un rostro un poco serio, aunque quizás era eso lo que lo ponía nervioso. —A lo que… a lo que quiero ir es, ¿recuerdas que tuviste aquella pesadilla con perder todo tu dinero en el pachinko? Ayer en el hospital, justo antes de que me dieran de alta.

—Ah… —Alcé mi mirada hacia el cielo, aunque el paraguas me estorbaba la vista. Había mentido para cubrir una estúpida pesadilla donde él estaba siendo humillado. Mi cabeza dolió durante un segundo. Agaché mi mirada, molesto, y negué. Volteé hacia él, fingiendo una sonrisa y me encogí de hombros. —No, creo que no.

—Sí. Sí lo recuerdas. —Se detuvo y tuve que detenerme yo también. Me miró sospechoso, pero seguí sonriendo de todos modos. —No soñaste eso. —Me acusó. —Mencionaste algunas cosas muy familiares para mí. —Apretó su agarre al paraguas y se quedó en silencio, como si esperara a que yo confesara. —Osomatsu-niisan, ah…

—¿Qué sucede? ¿Tanto te molesta que no te cuente sobre mis sueños? Que tierno. —Bromee, haciéndolo enfadar.

—Tsk. —Chasqueó su lengua, entornando los ojos. —Yo, lo que quiero decir es… —Bajó su mirada y alzó su mano, dejando que su suéter bajara para que se notaran las vendas cubriendo su brazo. —Pasaron muchas hace algunos años, aunque ya no son importantes, si quieres preguntarme o hablar sobre algo de ello, hazlo conmigo, por favor. —Soltó una pequeña tos que interrumpió sus palabras y abrió su boca, pero terminó cerrándola como si se arrepintiera de lo que fuera a decir. —Yo, ah…

—Qué dices. —Reí un poco confundido por su petición, pero solo me encogí de hombros y suspiré. —Supongo que solo se me vino a la mente algo de la preparatoria. No es importante. —Revolví su cabello y comencé a caminar de nuevo en dirección a casa. —Un sueño es solo un sueño, ¿no? Por qué debería de contarte cosas tan insignificantes.

—¡Niisan! —Le escuché corriendo detrás de mí, queriendo alcanzar mis rápidos pasos.

—¿Eh? ¿¡Ichimatsu!? —Escuché una voz diferente a la de nosotros y me giré. Ichimatsu me miró con sus ojos pasmados. Lentamente se giró para encontrarse con una chica cubierta por un paraguas con una pinta bastante familiar.

Su rostro no dejaba de molestarme en todos los sentidos, aunque no tenía ni idea del por qué si era realmente guapa, cabello cenizo y ojos grandes, con buenos senos y piernas rellenitas. Nos miraba curiosa, en especial a Ichimatsu, quien solo retrocedió hacia mí sin despegarle el ojo. Le miré confundido y regresé la vista hacia la chica quien nos sonrió bastante animada y se acercó casi dando pequeños brincos.

—¡No puedo creerlo! —Ichimatsu tomó mi mano de golpe y la apretó con fuerza. —¡Dijeron los chicos de la escuela que estabas en el hospital! ¿Estás bien? —Una lata abierta de comida de gato repentinamente se estrelló contra la chica, llenando u ropa y cabello de atún.

Ella soltó un pequeño grito y retrocedió un paso mirando su cuerpo y ropa arruinados. Sorprendido, voltee a ver a Ichimatsu quien solo mantenía la cabeza baja. Apretó mi brazo y se giró, llevándome consigo a rastras. Comencé a llamarle, pero solo siguió caminando, incluso cada vez más rápido. Miré sobre mi hombro a la chica que nos miraba incrédula, y alcé mi mano frente a mi rostro, pidiendo disculpas a lo lejos, aunque ella no logró verme ya que justo Ichimatsu dio la vuelta por una esquina y comenzó a correr por la calle sin decir una sola palabra.


Notas: Lamento mucho mis atrasos. Sé que he tardado más de un año en actualizar, pero heme aquí con la continuación.

Nos leemos pronto. uwu