Un especial a pedido de muchos de ustedes que, hasta el día de hoy, siguen leyendo mi primer trabajo :) ¡muchas gracias por eso!

Disfruten!


Los días pasaban tremendamente aburridos para cierto demonio triangular. El trabajo era un tedio, las responsabilidades las odiaba y las reuniones con todos esos demonios cabezas huecas gritándose por esto y por aquello, como si fueran ogros... definitivamente cansador. No era sorpresa que con el tiempo su huraño carácter se convirtiera en lava viva, con cuestión de segundos a punto de estallar.

Esa tarde, en la reunión de todos los meses, el demonio no aguantó y con una voz realmente demente y desquiciada, les había gritado a todos (frente a la indiferencia de Isopía).

Se elevó y en medio de la mesa, donde a su alrededor todos discutían, hizo aparecer un megáfono en su mano, apuntando a cada uno de los demonios, se dio el tiempo de decir:

— JÓDETE TÚ, JÓDETE TÚ, TÚ, TÚ TAMBIÉN, JÓDETE TÚ TAMBIÉN ESTÚPIDA LAME CULOS, TÚ Y TÚ... usted no, Isopía, usted es cool — obvio que no iba a ofender a su jefa, sería enterrarse vivo— PERO ESTE OTRO TAMBIÉN SE PUEDE JODER, TÚ Y TAMBIÉN TÚ. YO ME VOY.


Isopía movía sin expresión un lápiz sobre múltiples hojas blancas que caían al suelo tras ser terminadas; todas tenían el mismo mensaje. Ni siquiera miraba al escribir y asentía o negaba a cada trámite que sus lacayos le avisaban. Firmaba lo que tenía que firmar con su zurda, pero su derecha no dejaba de escribir y escribir cartas dirigidas hacia Phill Cipher que hacía exactamente una hora había dejado la catedral y no se había molestado a dar la cara después de la escenita que había montado.

—¡¿T-Todo esto, señorita Isopía?! — exclamó Lusus, la nubecita azul tomó su forma de niño para agarrar las hojas y empezar a enviarlas a través de un buzón que levitaba a un lado.

La mujer le dio una corta miraba y asintió mientras otra, otra, otra y otra hoja caían.


Por su lado, Phil estaba colapsando en esa enorme biblioteca que tenía por hogar. Literalmente del techo no paraban de lloverle y lloverle cartas de Isopía pidiendo su retorno a la catedral para que pudiera volver a sus labores. Una tras otra estaban creando una montaña en medio de los pasillos de estanterías.

Phill iba a volverse loco (más de lo que ya estaba) ¡Maldito el día en que aceptó el ex cargo de Bill Cipher! ¡Odiaba leer los sueños, odiaba tener que interactuar con más demonios!

—¡¿Es que uno no puede tener un mísero descanso?! — gruñó exasperado, estirando sus manos al cielo — ¡Un día! ¡Un día es todo lo que pido!

Hubiera pedido "por el amor de Dios"... pero luego recordó que Dios no existía y era mero capricho humano el creer en esas cosas y desistió.

Levitó hasta su escritorio tan lleno de libros como todo su hogar, arrancó una hoja y escribió con tanta rabia como la punta del lápiz casi rompe el papel. Lo metió a un sobre, lamió para sellarlo y grabó su ojo delante, seguido lo hizo desaparecer, como correspondencia a Isopía. Entonces, las cartas dejaron de llover.

Suspiró. Al fin...

El cargo que poseía como demonio principal era horrible, tedioso, horrible, ominoso, espantoso, odioso, lioso ¿ya había dicho horrible? y todas las demás palabras que puedan considerarse sinónimas a ellas. En verdad, no le sorprendía que Bill en su tiempo quisiera dominar el mundo con lo aburrido que eran sus malditas obligaciones.

Ahh~ si tan solo hubiese sabido lo que le esperaba fuera de los muros de su reconfortable hogar, ¡Jamás había aceptado el trato con Bill!

—Mmmh... Bill Cipher — murmuró en medio de la lectura que empezaba "666 demonios de Grey" la versión original, claramente, porque la bazofia del mundo humano donde su contenido ni se le comparaba a esa obra maestra.

¿Qué sería de ese demon... de ese asqueroso humano (mejor dicho)?

Lo último que había sabido de él fue del día en que se presentó en su mundo para que Isopía le quitara sus poderes y le otorgara su cargo a él. Contrario a las expresiones de horror que el pueblo demoníaco le había dedicado casi con pena por ser exiliado con el cuerpo y las habilidades de un simple humano, Bill pareció bastante tranquilo, de hecho, hasta feliz. Bueno, aquel fue el día en que Bill por fin pudo salir de Gravity Falls e irse con Dipper Pines. Eso explicaba su felicidad.

Ay, no, iugh. No podía ser... Phill sintió que ese horrible sentimiento de curiosidad lo invadía. Nunca le había gustado aquel sentir tan ruin y mundano. Y le disgustaba aún más cuando era vencido por él.

—Definitivamente, maldito sea el día, Bill Cipher — masculló por lo bajo.

De muy mal humor, lanzó lejos el libro en sus manos y se dispuso a volar hacia el otro lado de la habitación, donde un caldero que no usaba en muchos años (desde que asumió el cargo) le esperaba.

Como condenado y de mala gana empezó a mezclar unas cuantas cosas de aquí a allá; cabello de ninfa, un cuarto del diente de un komahiki, polvo de la luna, tres cucharones de tierra ordinaria del mundo humano, algunos líquidos extraños que poseía en un viejo estante de madera apolillada y voilà.

— Veamos cómo te va en tu miserable vida.

Justo cuando disponía a meter su pie dentro del caldero con la fórmula en frío, una montaña de cartas empezaron a ingresar por todos lados y por todas las aberturas de su hogar. Muchas, muchas ¡eran muchas más que antes!

Phill gritó del susto y seguido, indignado.

—¡AHHHHH, VETE A LA MIERDA ISOPÍA, DÉJENME EN PAZ! ¡DÉJENMEEEE! — gritó con histeria y una voz aguda, pánico e ira pura.

Y terminó por zambullirse en el caldero para saciar su curiosidad y abandonar su vida... que sí era en efecto muy miserable.


— ¡No subestimes las fuerzas de los demonios!

La voz del chico sonó imponente, ronca a propósito, haciendo reír a sus sobrinos pequeños que corretearon por la sala mientras gritaban con un pánico gracioso. Uno de los menores alcanzó a huir de un almohadazo, se metió al cuarto de baño... pero el otro no alcanzó a hacerlo y el cojinazo que se llevó lo hizo rebotar con el sofá casi haciendo volar su cabeza.

—¡Mierda! — exclamó bajito mientras se acercaba corriendo al menor herido — mierda, mierda, mierda, mierda...

A sus casi 28 años humanos, Bill Cipher no había cambiado en mucho. Su apariencia seguía siendo la misma; alto, cabello rubio, piel bronceada y un cuerpo de infarto, pero con la misma actitud infantil y juguetona que lo caracterizaba y que sus dos sobrinos menores no hacían nada para que la superara y se hiciera un hombre serio y maduro de una vez por todas. Al parecer lo anterior ya era imposible.

Y ahí estaba el Cipher, sentado sobre la alfombra abrazando al hijo mayor de su cuñada Mabel, Maxi, en un vano intento desesperado porque el niño parecía a punto de querer llorar mientras se tomaba de la frente donde empezaba a salirle un chichón.

—Vamos, vamos, vamos, no dolió tanto —dijo con voz presurosa, no porque se sintiera culpable (esos mocosos despertaban su lado más salvaje y aniñado), sino porque...— Maxi, está bien, por favor no llores, sino Dipper se va a enojar conmigo y no quieres eso, ¿verdad? ¿verdad? ¿verdad, Maxi?

Y temiendo del Rey de Roma...

—¿Bill? — se escuchó desde otra habitación la voz de su -hace muy poco- esposo— ¿Pasó algo?

—¡No mi amor, mi vida! ¡Todo bien acá cielo!

Respondió sudando en frío mientras acunaba de forma bruta al menor. La amenaza pasó cuando solo quedaron por su parte sus quejidos y se formaba el bulto en su frente que, a pesar del momento de nervios, hizo reír a Bill porque supuso que lo tendría un buen par de días.

Joder... esos niños, realmente...

—¡Es un unicornio! — había exclamado Catherine, o Kitty como le decían de cariño, al salir de su escondite en el baño y ver a su hermano mayor — ¡Maxi es un unicornio!

La risotada del Cipher no se pudo contener y se tapó la cara por la risa, soltando a su sobrino. Casi se estaba ahogando con sus propias carcajadas, pero es que esa hinchazón en medio de la frente del menor y su expresión no tenía precio. Era verdad, era casi como un unicornio bebé.

—¡No soy un unicornio! ¡No digas tonterías Kitty!— se defendió ofendido el muchacho, un aire a Dipper Pines lo recorría desde la apariencia física hasta la vergüenza en sus mejillas que hizo que Bill recordara a su pareja años atrás cuando era constantemente molestado por Mabel y sus tíos... aunque bueno, aún lo seguían molestando (eso no había cambiado mucho).

La niña se tapó la boca con ambas manitos y se rió mostrando aún sus dientes de leche.

—¡¿Q-Qué es eso?!

Dipper había salido de la habitación de Bill y suya para ver asustado la frente de su sobrino.

— Tío Dipper, Kitty me está molestando — dijo apuntando su frente, ni siquiera atreviéndose a tocar.

Los ojos cafés de Dipper buscaron al único (en teoría) adulto de la habitación y la sonrisa de Bill se congeló en su lugar.

—¿Qué hiciste Bill?

Si el rubio con el tiempo tuviera que admitir que aprendió a temer de algo, era sobre el carácter de su esposo.

— ¡Dice que me parezco a un unicornio!

No obstante, hasta a Dipper se le escapó una sonrisa con eso. Se tuvo que tapar la boca y desviar la mirada de Bill para no reírse del pequeño.

—Maxi — su voz tembló por contener la gracia — ¿qué dices si te quedas en el patio con Kitty mientras comen helado? les daré un poco del que hay en el congelador.

A ambos les pareció un buen plan y de paso Maxi pareció olvidar su cuerno de unicornio por el momento.

—Tú ven acá — le avisó con voz severa a Bill que había intentado escaparse con los más pequeños al jardín, sin éxito.

— ¿Me... me darás helado también? — preguntó con gracia en la voz.

Dipper lo miró feo, entró a la habitación y Bill lo siguió en silencio. Estuvo muy tentado a agarrarle el trasero, como solía aprovecharse cuando el menor le daba la espalda y en los momentos menos previstos, pero por su propia seguridad (y para no volverse un unicornio igual que su sobrino) se contuvo con todo el dolor de su voluntad.

—¿Estás enojado conmigo? — preguntó optando mejor abrazarlo por la espalda antes que toquetearlo — Pino, hueles delicioso — murmuró meloso refregando su rostro en el cabello castaño, desordenado y alborotado como siempre. — a pino fresco.

—No estoy enojado... bueno sí, un poco, se supone que debías cuidarlos, Bill — le hizo saber con voz enfurruñada, mientras seguía doblando un par de prendas y las echaba a una maleta sobre la cama.

—Pero nos estábamos divirtiendo.

—Sí, y ahora Maxi tiene un c-cuerno en la frente — en serio quería permanecer serio, pero a veces las ocurrencias de Kitty le ganaban y en ese momento lo había hecho. Bill también se rio silencioso, haciéndole cosquillas en el cuello.

— Deja eso de lado, vamos, no seas soso. — ya que Dipper no se había enfadado con él y no estaban con esos dos demonios encima suyo... — hace tiempo que no teníamos tiempo para los dos, me has tenido botado. Me he sentido solo.

Las mejillas de Dipper se encendieron, una cualidad que el tiempo no había logrado quitar en él.

—Es el trabajo y, o-oye, saca tus manos, los niños están en el patio — pero Bill siguió colando sus manos cálidas bajo la sudadera de Dipper, disfrutando de la piel calentita y suave como siempre había sido — vamos a tener bastante tiempo juntos, ¿no puedes esperar un poco más?

Al final, fue el Pines el que tuvo que terminar volteando, cruzando los brazos por el cuello del rubio y dándole un corto besito, como si con eso fuera a dejarlo tranquilo.

—El vuelo sale en la noche, déjame tenerte un ratito — reclamó el Cipher, empujándolo sorpresivamente sobre la cama y cayendo sobre él.

—No, Bill, ¡Hey!

El rubio frunció el ceño e hizo un puchero. Quería sacarle la ropa al menor, pero se lo había impedido totalmente.

Dipper seguía teniendo las mejillas encendidas, pero tomó las mejillas de Bill y lo acercó para besarlo de nuevo, un beso más largo mientras acariciaba el cuello del mayor. Bill detuvo sus intentos de sacarle la ropa y se dedicó a tocarle el rostro y las piernas por encima de la molesta tela del pantalón.

..:::..

Se habían casado hace exactamente dos semanas. Una ceremonia simple en la que solo habían asistido los justos y necesarios: toda la familia Pines, algunos amigos de siempre como lo eran Soos, Melody, Wendy, Pacífica, las siempre extrañas pero simpáticas amigas de Mabel y unos pocos más amigos que Bill y Dipper habían hecho con el tiempo.

¿Quién había dado el primer paso? extrañamente, fue Dipper. Cuando se lo propuso, en medio del desayuno, fue tanta la sorpresa de Bill que su boca se abrió sin contemplar que la leche y el cereal saldrían de allí y volverían a caer nuevamente en su tazón.

—¡Bill, eso es asqueroso!

Eso le había exclamado asqueado Dip, acto que había diluido todo su nerviosismo. Pero la verdad era que Bill Cipher nunca se lo habría esperado, ¿casarse? ¿ellos dos? bueno, en su ex mundo también se daba el matrimonio entre los suyos, pero ¿casarse, él? nunca había contemplado la idea y su corazón (debía admitir) había palpitado como loco.

Una vida con Dipper, ni siendo el ex demonio de los sueños habría soñado con tal hermosa historia. Y ahora podrían estar unidos mucho más de todo lo que ya habían estado desde la adolescencia... o más bien la adolescencia de Dipper, porque él ya tenía sus varios miles años como demonio (o ex demonio, valga la redundancia).

Después de dar el sí, hasta hizo una escenita enfadado consigo mismo.

—¿Por qué no se me ocurrió a mí la idea primero?

Eso había dicho, pero Dipper no le tomó atención. Estaba demasiado feliz viendo el brillo del anillo que ahora Bill llevaba en su anular izquierdo. Por parte del castaño, en su izquierdo no había más que el antiguo anillo -que aún brillaba preciosamente- que Bill le había dado hacía muchos años atrás, como regalo de despedida cuando dejó Gravity Falls, con los extractos de Alkaid, Alioth y Dubhe tan vívidos como su mayor parte que aún brillaba en el cielo.

Su propio anillo de casado se lo dejaría a Bill, que escogiera como gustara, que lo sorprendiera otra vez.

Sin embargo, tras todo este embrollo, no tuvieron tiempo de su Luna de Miel. Ambos estuvieron ocupados esas dos semanas siguientes con lo que era trabajo, sobre todo Dipper.

Entonces, ahora, se hallaban recién haciendo las maletas para tomar su avión en un par de horas más. A petición de Dipper, irían a un lugar con termas y variadas actividades durante el día muy cerca de Gravity Falls y, como ya estaban muy cercanos a las vacaciones de verano donde ambas empresas donde trabajaban se tomaban esa temporada para descansar, se pasarían directo a donde sus tíos abuelos para pasar los meses de julio y agosto.

Bill no había protestado, de hecho, por lo único que reclamó era porque de nuevo no se le había ocurrido a él primero. Porque pasar toda la vida unido a Dipper Pines era... único.

..:::..

—Agradezco mucho tu paciencia, no sabes cuánto — le había dicho Dipper acabando la ronda de besos.

—Está bien, si es por ti puedo aguantarme un poco más — suspiró resignado, pero sonriendo mientras se recostaba sobre el hombro del castaño y le veía hacia arriba como un cachorrito completamente enamorado de su dueño — haz domesticado a la bestia, Dipper Pines.— dijo refiriéndose a él mismo.

El chico rió, ese bello sonido que estremecía cada partícula de su ser.

— Y a mi otra bestia también — murmuró entre dientes riendo con esa cara malcriada que siempre había poseído.

A Dipper le costó un poco entender a lo que se refería, pero cuando entendió el doble sentido se puso rojo como tomate.

—¡Ya! ¡Tenías que salir con algo como... con algo sucio, Bill!

— ¡Tío Bill!

Los niños entraron al cuarto estrepitosamente, Kitty chocó con la espalda de Maxi y por la baja estatura que poseía se intentó hacer un hueco entre su hermano y la puerta.

Dipper intentó reincorporarse, pero Bill no lo dejó. El rubio solo se dignó a voltear su rostro hacia sus pequeños sobrinos con el ceño fruncido.

— Recuérdenme por qué Mabel nos deja como niñeros de ustedes.

—¡Gato-cornio de batalla! — Kitty arrastró uno de sus pies como su fuera un toro y se lanzó hacia la cama, exactamente, arriba de la espalda de Bill, aplastando con su poco peso a la pareja recién casada.

Maxi, algo más tranquilo, se subió también a la cama y se acostó en lo que quedaba de espalda libre de Bill, que hizo un pequeño quejido al quedarse sin aire.

Definitivamente... debía querer mucho a ese par de mocosos como para dejarlos interrumpir su momento con Dipper y como para dejarlos que jugaran sobre él.

— Porque son nuestros tíos favoritos.

— Somos los únicos que tienen — repuso Dipper, intentando quitarse a todos los mocosos sobre él (incluido al peor de todos: Bill).

Mientras Bill se agarraba a su cuello y se negaba a separarse, junto a las bestias jugando a los almohadazos sobre ellos, el timbre sonó y de inmediato todos se pusieron de pie.

— ¡Soy yooooo! — la familiar voz cantarina de la muchacha Pines se escuchó desde afuera del hogar, a la par que tocaba insistentemente el timbre con un pegadizo compás, como si hiciera música.

Mabel había llegado para recoger a los pequeños.

Los dos pequeños fueron los primero en correr a abrirle la puerta.

En cambio, Bill miró a Dipper con una mirada mordaz y pícara, Dipper no tuvo que preguntar a qué se debía esa carita. Le devolvió la sonrisa algo tímido, pegándole en el hombro para que dejara de verle así.

— ¿Listo para perder la virginidad por segunda vez, Pino?

—¡Bill! — no era necesario haberlo dicho.


▲ Si Phill tuviera cuerpo y expresiones humanas, créanme, hubiera puesto su mejor cara de asco.

— Estúpidos par de tortolitos... no quiero seguir viendo esto, se puede poner peligroso.

El triangulito color carmín abrió los ojos saliendo de la dimensión terrenal donde Bill y Dipper habían comenzado a besarse nuevamente. Miró sobre sí, donde el líquido burbujeante del caldero aún dejaba traslucir la llegada de cartas y cartas y cartas y más cartas.

— Ahhh~ — suspiró intentando no seguir puteando y con sus extremidades totalmente abandonadas se dejó deslizar por la curva del caldero hasta quedar acostado, como si se estuviera ahogando en su propia poción — qué hago ahora...

Por largo tiempo estuvo así, mirando las cartas caer y caer. Maldita sea, sería un tedio limpiar aquello si Isopía había hecho alguna de sus brujerías en el papel para que no pudiera ser removido sin antes ser abierto.

Quería morir. Pero era inmortal. Rayos.

Estúpido Bill y Dipper, parecían lo bastante estúpidamente contentos con sus muy estúpidas vacaciones y su más estúpida y romántica luna de miel. Estúpida pareja feliz.

... ¿Por qué él debía llevarse lo peor?

De pronto, los envidió. No porque fueran felices enamorados, mucho menos porque fueran mortales, sino porque no tenían trabajo 24/7 por lo que restaba de sus vidas.

Sin embargo, ahora que lo meditaba mejor, recordó a otro individuo que por lo último que supo también estaba en una situación similar a la suya; atado por un contrato mal hecho por un altanero y cruel dictador.

— ¿Por qué eres así? — se preguntó a él mismo derrotado y tirándose nuevamente de espaldas en el caldero.

Porque el bichito de la curiosidad lo había vuelto a picar. Porque había recordado que tenía otro pariente que también trabajaba como si fuera esclavo. Hace mucho que no sabía de Will Cipher, aunque bueno, mucho menos que de Bill, claro, porque el otro demonio triangular seguía formando parte de su mundo, pero en otra dimensión. No había tenido tiempo de saber de ninguno de los dos desde que ¡ese estúpido trabajo le quitaba todo su tiempo!

¿Seguiría siendo el saco de boxeo de los Gleeful? una partecita suya, esa muy pequeñita apodada "amabilidad" y "aprecio fraternal" deseaba que no... aunque si se daba la ocasión de verlo hundido en la miseria al igual que él, al menos le daría un poco de consuelo no saberse solo.

Quizá para la próxima los iría a visitar y tomar algo de vino con Dipper Gleeful. También se preguntó si el desgraciado de su camarada ya se habría dado cuenta de sus sentimientos hacia el demonio celeste.

Solo un vistazo, solo un vistazo y echaría lejos esa curiosidad tan mundana que ese día parecía haberlo corroído.

Salió de la poción golpeando con molestia las cartas que llovían. Tomó un frasquito con más líquido verdoso para que surtiera efecto nuevamente esa cosa y volvió a su lugar burbujeante en el caldero.

Volvió a cerrar los ojos y otro escenario se dibujó ante su perspectiva visual.


La gran mansión Gleeful brillaba sin ningún rincón de la casa sucia. Un buen trabajo por parte de Will Cipher, obviamente.

En aquella dimensión, donde el tiempo circulaba distinto y más anormal que en la dimensión de Bill Cipher y Dipper Pines, con suerte y habían pasado dos años desde que Will Cipher había llegado allí.

En el salón del (no dulce) hogar, la chimenea encendida hacía tronar la leña con llamas azules.

— Es que no entiendo cómo mezclas el azul cobalto cuando te dije que solo los azules marinos iban en esa parte del armario.

La voz firme, dura y enfadada de Mabel Gleeful interrumpía todo silencio que profesaba esa mansión, como un rayo rugiendo en una tormenta.

— L-Lo siento, ama Mabel es que son... son parecidos y-...

—¡¿Parecidos?! — exclamó indignada, mirando a Will con ojos irónicos y despreciables por su idiotez, se mantenía de brazos cruzados. Le había pedido a Will que ordenara su clóset según gama de azules.

Will miraba de arriba a abajo su labor, nervioso y con los ojos llorosos, ¿tipos de azul? ¡para él todos se parecían mucho! jugó con sus manos nerviosas mientras levitaba, ¿debería volver a empezar?

— En serio lo siento, ama — volví a musitar el demonio muy incómodo con la mirada desdeñosa de la muchacha. — lo volveré a hacer...

Mabel suspiró y con gesto elegante (y arrogante) se retiró el cabello hacia atrás y volvió a ordenarle.

— Ya no lo quiero como lo hiciste. Ahora hazlo de azul grisáceo a acero, índigo, cobalto, persia, medio, marino, oscuro, oxford y prusia.

Lo había dicho tan rápido que Will quedó confundido y algo mareado.

— ¿E-eh?

— ¡Es para hoy Cipher!

— ¡S-Sí ama Mabel! — empezó a musitar el orden dudoso, levitando las prendas de aquí a allá con inseguridad.

— Will limpia mi cuarto — otra voz se había sumado a las órdenes y Will dio un respingo en su forma triangular reconociendo al dueño.

Volteó para verlo y su corazón dio un saltito en altura. Sí, seguía tan enamorado de él como el primer día y sentía que con el tiempo aquel sentimiento solo se hacía más y más grande. Le gustaba Dipper Gleeful, le gustaba mucho. A pesar de que el muchacho lo tratara con indiferencia debía reconocer que con el paso de los meses su actitud para con él se había suavizado en cuanto a su rudeza. Quizá seguía siendo un tirano huraño, reacio, arrogante y de ojos indiferentes y fríos, pero las cadenas con las que lo tironeaba hacía meses que no aparecían en sus extremidades y tampoco lo castigaba tanto como antes... a diferencia de Mabel y Stanley Gleeful.

Dipper estaba de brazos cruzados en el marco de la puerta con la mirada azul tan fría como siempre, ignorando a su hermana que había chasqueado la lengua.

— Está organizando mi armario, pídeselo a alguien más — le dijo la chica.

El hermano mayor por un minuto (en esa dimensión) miró a su hermana con igual o más desprecio y por unos segundos fue temible a los ojos de Will.

— Will, limpia mi cuarto — repitió.

— Ah, qué pesado eres — le dijo Mabel arrugando la nariz y de brazos cruzados — está cumpliendo mis órdenes, ya vete.

Will quedó congelado en su lugar, ambos hermanos se miraban con el más puro desdén y él no se atrevía a hacer el más mínimo movimiento. Cuando se lo proponían, ambos Gleeful eran terroríficos para sus cosas.

— Vete a conseguir otra nana para que te doble la ropa en otro sitio.— Dipper se abrió paso en la habitación — Will es mi sirviente, no el tuyo. Yo lo recogí.

El pronombre de posesividad sonó tan imponente que al Cipher le dieron escalofríos. Sin habérselo esperado, las cadenas que hace mucho tiempo no aparecían en su cuerpo -con un chasquido del muchacho- rodearon sus muñecas y, como si la gravedad fuera insoportable incluso para su habilidad de levitar, fue jalado hacia el piso con dureza obligado a caminar con esas cortitas piernas que poseía en su forma demoníaca.

Mabel quedó atónita ante la niñez de Dipper, de los muchos sirvientes que habían en la casa siempre escogía a Will para aprovecharse de sus poderes (según lo que Mabel pensaba). Le gritó desde la puerta de su habitación que se arrepentiría, pero Dipper no le hizo mayor caso y siguió arrastrando a Will que miró con miedo a su ama porque muy seguramente Mabel también se encargaría de castigarlo luego.

(...)

Cuando por fin llegaron al cuarto del gemelo mayor, las cadenas desaparecieron y Will volvió a levitar temblando y empezando de inmediato su labor de limpieza... aunque la verdad no había mucho que limpiar en ese lugar, por lo que tan pronto como recogió el poco polvo en el suelo con una pala que luego desapareció, volteó hacia su amo.

— Está hecho, amo Gleeful — musitó algo sorprendido, ¿por solo un poco de polvo había hecho ese escándalo?

Los ojos azules de Dipper lo miraban en silencio, sentado desde una de los cómodos asientos que poseía la parte de la sala junto a su enorme dormitorio o eso hasta que se puso de pie y se acercó al pie de la cama que era donde Will levitaba.

— Transfórmate.

Algo dudoso, volvió a obedecer y cuando sintió la mano de Dipper Gleeful en su nuca empujando hacia adelante, solo entonces Will comprendió. No lo había llamado solo para limpiar.

Se estiró un poco más hacia arriba por la diferencia de estatura hasta que sintió el tacto de los labios contrarios sobre los propios. Sus manos temblorosas subieron silenciosas al cuello de Dipper mientras este aprovechó para apresar su cintura y pegarlo a su cuerpo.

Esa era otra de las costumbres que Dipper Gleeful había tomado hace un par de meses y que al parecer no estaba dispuesto dejar... aunque tampoco era como si a Will le molestara...

..:::..

La primera vez que Dipper Gleeful lo había besado había sido en esa misma habitación, pero por la mañana después de que el muchacho se hubiera dado un baño.

Como la familia de estatus acomodado que eran los Gleeful, obviamente ninguno usaría sus manos para otra cosa que no fueran dar órdenes y dar castigos. Así que Will aquella mañana estaba parado frente a Dipper secando su cabello con las emociones a flor de piel ya que eran muy pocas las veces en las que los Gleeful aceptaban el contacto físico y que Dipper lo dejara tocarlo lo hacía sentirse idiotamente feliz.

Intentaba repasar la toalla con suavidad por el cabello que rápidamente comenzaba a alborotarse. El Gleeful leía un libro entre sus manos, parecía concentrado en ello.

El demonio tenía otra entretención, el cabello natural del muchacho sin peinar era muy suave y algunas de las gotitas salpicaban en sus manos con gracia al moverse. El tono más oscurecido por la humedad hacía contraste con su piel pálida y los ojos cabizbajos por la lectura se observaban de azul más profundo e hipnotizante, algo que -personalmente- a Will le cautivaba.

Si era franco, no había medido su atrevimiento. Embobado por la palidez de la piel, mientras una mano siguió con su trabajo, otra bajó inconscientemente con sus dedos humanos rozando levemente la piel de la mejilla derecha de Dipper.

Quien recibió el toque de manos ajenas elevó los ojos de su lectura al culpable. Dipper no supo qué rostro había puesto, pero Will alejó la mano asustadísimo cuando se vio descubierto.

L-Lo siento, lo si-siento, fue... una gota en tu mejilla...

Había mentido descaradamente, sintiendo el color en su cara, una parte de él temiendo que Dipper viera a través de su (pésima) mentira.

Los ojos azules refulgieron con un brillo que el demonio no supo interpretar. El sonido del libro cerrándose llamó su atención y temió que un castigo por tocar a Dipper sin consentimiento viniera a continuación. Pero no. El chico dejó el libro en una mesita a su lado.

Ya — le había respondido el Gleeful con voz calma.

Para sorpresa de Will, que había soltado la toalla blanca y ahora reposaba en el respaldo de la silla, Dipper Gleeful atrapó su mano despacio. El demonio pensó que la quitaría, sin embargo, no lo hizo, mantuvo el agarre.

No supo qué decir, tan miedoso y vergonzoso como siempre, no estaba entendiendo lo que ocurría. El tacto de su amo era extraño, su palma estaba cálida pero hacia la punta de sus dedos se volvía fría. Aún así, viniendo de él, Will sintió su pulso desbocado y sus mejillas calientes.

¿Q-qué pasa? ¿desea algo?

Fue lo único a lo que atinó a preguntar torpemente, no obteniendo respuesta.

Si Will no hubiera cometido ese "error" de haberle tocado el rostro, quizá Dipper Gleeful nunca hubiese encontrado el empujón que necesitaba. Aunque la frase correcta era "no tenía agallas" su orgullo jamás lo dejaría aceptar tal cosa.

El chico poco demostrativo y de carácter frío se había dejado arrastrar por la corriente cálida del trato sumiso del demonio frente a sí.

En el fondo de su oscuro, turbio y sádico corazón Dipper ya lo asumía (con el dolor de su orgullo): Will Cipher le gustaba y le gustaba mucho.

Las palabras que alguna vez le dijo Phill habían sido ciertas. Ahora lo veía y lo creía. Había recorrido un camino del que no había tenido idea. A pesar de que sus ojos la mayoría de las veces se mostraran tranquilos e imperturbables, detrás de ellos se escondía el gusto de seguir a Will siempre que estuviera dentro de su rango de visión; mirar cómo se movía silencioso y tímido, cómo llevaba a cabo sus tareas temeroso e inseguro a pesar de que generalmente las hacía bien.

No pudo seguir siendo cruel con él o al menos no del todo. Se había suavizado con el demonio, sentía que Will lograba tener ese ligero flujo de influencia en el que a sus ojos se mostraba muy delicado y ya no podía tratarlo tan bruscamente como antes.

Rodeó con sus manos la cintura del Cipher y lo sintió tensarse, pero inevitablemente le obedecía. El más bajo, temeroso, terminó sentado en su regazo y antes de que su timidez lo hiciera tener un ataque de pánico, Dipper había tomado su rostro sin poder aguantar más el solo seguir con la vista a Will. Quería seguirlo con su tacto también. Quería tocarlo, quería besarlo.

Así lo hizo, muy malditamente considerado para no asustar a Will que temblaba como una hoja de papel. Los labios del muchacho eran suaves, pero era tan tímido que a penas unos segundos de rozarse tuvo que decirle:

Abre la boca.

Claro que sabía que Will no protestaría porque uno: se llevaría un castigo y dos: él sabía que estaba completamente enamorado de él, se notaba a leguas cada vez que pillaba su mirada sobre él y se ponía nervioso, sus manos temblando y su cara coloreándose de rojo, sus palabras atropelladas y sus pupilas dilatándose cada que lo veía.

Tímidamente, empezó a corresponder con sus manos aferradas a sus hombros como si temiese caerse a pesar de que su amo lo sostenía fuertemente.

..:::..

La situación se había repetido muchas veces desde hacía un par de semanas. Dipper lo pedía en su habitación con distintos pretextos y Will, despistado, tímido y enamorado, acataba.

Lo había sorprendido mucho la primera vez que Dipper lo había besado, pero ¿qué iba a hacer él? ¿quejarse? aunque estuvo a punto de una taquicardia (si es que a los demonios también les daban esas cosas) no hizo más que corresponder luchando con toda su timidez.

Ahora Dipper lo empujaba hasta caer a la cama, sus labios tomando más profundidad y la saliva escapando de a donde pertenecía. Al Cipher le costaba a veces seguirle el ritmo, era demasiado intenso para su corazón y a veces tenía la sensación de ser la presa de un enorme depredador... depredador que ahora estaba sobre sí mordiéndole los labios y toqueteando los bordes de su ropa. Solo le quedaba aferrarse al cuello contrario para que las emociones no lo sobrepasaran.

Se separó buscando algo de aire.

— ¿Te dolió? — preguntó repasando la lengua por sus labios y con su pulgar limpiando el exceso de saliva, un gesto tan lascivo que Will sintió un tirón allí abajo.

— ¿D-Doler? — preguntó confuso y algo mareado, su cara ardiendo y su respiración irregular.

— Las cadenas.

Cadenas, cadenas, cadenas... ah, esas cadenas. Le costó tomar el hilo de la conversación. Y cuando se fijó mejor en el rostro contrario sintió su pecho apretarse y sus ojos se abrieron sorprendidos, ¿Dipper lo estaba mirando con preocupación?

Habían muchas situaciones en las cuales a Will le costaba leer el rostro del Gleeful y es que el chico poseía una mirada tan gélida que parecía siempre imperturbable. Pocas veces sonreía (un espectáculo) y era más fácil verlo enfadado que feliz... si es que tal cosa era posible. Podía contar con los dedos de una mano las veces que en su rostro se había presentado la sorpresa y en esa misma cuenta por primera vez se sumaba la preocupación que ahora Will leía en su rostro.

— Y-yo... estoy bien...

Respondió a medias, tragando en seco.

— Bien — respondió — porque vamos a hacer algo distinto hoy.

— ¿Qué? — preguntó cuando una mano intrusa subió por su plano abdomen, entonces el miedo lo invadió y negó — ¡n-no!

Dipper se detuvo y lo miró con una ceja alzada. Will se puso nervioso, sentía el latido de su corazón en sus oídos y la cara le ardía como nunca, sus ojos estaban escarchados.

— E-Es que y-yo nunca he... — tragó costándole el completar la frase — he-he hecho eso con alguien...

Bien... ahora sí que sí los ojos de Dipper lo miraron desorbitados y cualquiera que lo viera sabría que el chico estaba más que sorprendido.

Y es que bueno, Will Cipher todos esos miles de años de vida los había vivido como un santurrón pacifista. No le gustaba el pleito, el meterse en líos, su timidez le costaba socializar. Nunca fue alguien que disfrutara del libertinaje, como otros demonios y como hasta el mismo Bill que en su tiempo sí era un alocado por ese tipo de cosas o eso hasta que Dipper Pines le puso la correa en el cuello y lo domesticó como un cachorrito baboso por su amor.

— ¿Nunca? — preguntó incrédulo, Will desvió la mirada mordiéndose el labio — ¿Es en serio?

Asintió avergonzado, no se atrevió a mirarlo, sentía que moriría de la pena. Por unos segundos hubo silencio, hasta que el Gleeful volvió a abrir la boca.

— Eso es bueno — le dijo — será memorable si te lo hago yo, ¿no?

A pesar de decirlo así, Will no distinguió arrogancia en su tono de voz. De hecho, hasta sonó más suave. Se atrevió a mirarlo y la vista nuevamente lo asombró.

¿Qué era eso? ¿El día de descubrir nuevas facetas de Dipper Gleeful?

Dipper no desvió la mirada de Will, sintió su cara tibia y supo que un traicionero sonrojo lo delataba. Los ojos abiertos de par en par del muchacho abajo suyo también se lo hizo saber: estaba jodido. Dipper Gleeful estaba tan malditamente jodido por culpa de Will y su ternura que le estaba costando más de la cuenta ocultar sus emociones.

— Sí — la voz de Will lo sacó un poco de su autovergüenza — está bien.

Suspiró. Al demonio el autocontrol y el mantener las apariencias.

Se hundió en el cuello de Will y dejó un beso ahí. Entonces le confesó lo inconfesable:

— Te quiero.

No había ningún otro Gleeful aparte de él en esa habitación. Las enseñanzas que había aprendido desde pequeño acerca de nunca rebajar su postura, jamás mostrar sentimientos que podrían acarrear debilidad y nunca simpatizar con los inferiores, todo aquello, quedó muy lejos. Lo tiró todo muy lejos porque en esa habitación solo eran ellos dos.

Un pequeño sollozo lo alertó. Cuando quiso despegarse del lugar donde estaba, los brazos de Will no lo dejaron.

— P-P-Perdón, luego me regañas — musitó el Cipher con voz quebradiza — no m-me veas así...

Otro suspiro y una sonrisa oculta. Will era tan malditamente sensible...

— Está bien.

Desde aquel lugar podía sentir las pequeñas convulsiones del pecho ajeno por el llanto y los latidos acelerados del demonio.

Cuando Will se dignó a soltarlo, volvieron a besarse y rápidamente la pasión empezó a envolverlos. Will dejó que le desnudara y como si aquella fuera su respuesta, lo dejó hacer y deshacer con su cuerpo.

Los suspiros llenaron la habitación y el toqueteo pasó a otro nivel cuando los gemidos de Will inundaron el lugar. Tras toda la preparación, las embestidas hicieron el respaldo de la cama chocar con la pared evidenciando la intensidad con la que Dipper estaba tomando como suyo a Will que se deshacía en gemidos, arañando la espalda ajena. Choque de pieles, grititos agudos, gruñidos, besos torpes y manos intentando tocar todo a la vez. El sudor recorriendo los cuerpos y la respiración agitada queriendo más.


▲ Bueno. Había sido suficiente.

Phill abrió los ojos totalmente traumado por ver a su pariente (¿casi hermano lejano?) y uno de sus viejos amigos follar como conejos después de sus estúpidas cursilerías de confesiones.

El tiro le había salido por la culata. Primero había deseado ver a Will en la mierda para no sentirse solo y había terminado viendo una porno gay mitad demoníaca y sadomasoquista.

ESO NO LO HABÍA VISTO VENIR.

— ¡Bueno! ha sido suficiente por hoy — se dijo saliendo del caldero y pasando por encima del reguero de cartas.

Se dirigió a un escritorio, arrancó una hoja de papel y escribió con manos temblorosas.

"Por favor señorita Isopía disculpe mi ira y mi impulsividad la reunión pasada y ruego de rodillas que la próxima vez que suceda usted misma sáqueme mi único ojo y enciérreme en una de las celdas de mayor seguridad para evitar" pensó un poco y retomó la carta "mayores altercados que pudieran dañar la salud y la estabilidad mental de este humilde trabajador. Nuevamente, mis más sinceras disculpas. Phill Cipher".

Desde ese día, Phill Cipher nunca más se dejó arrastrar por la mundana curiosidad. Ese sentimiento horrible y podrido que mató al gato y que, en esta ocasión, no había valido la pena morir sabiendo (o al menos para Phill traumas Cipher).


Fin

¡Muchas gracias por leer! espero que hayan disfrutado ;)