— ¿Un departamento en donde la cocina es el salón y el salón es el dormitorio? No me digas, por favor, que el baño también es parte de todo el pack —se horrorizó Charles, quien más que preocuparse de lo material como podían sonar sus palabras, se estaba preocupando por mi bienestar, el cual yo creía que estaba perfectamente aun así fuera en un basurero o en el mejor lugar del mundo. Él aún no podía creer que tras el mal entendido que le comenté ahora no tenga una casa, un espacio, y menos podía creer que no lo llamé ni corrí a su lado por ayuda.

— Charles, es temporal.

— Es decir, que volverás a tu casa y todo se arreglará con George —asumió con un tono cargado de ironía. Rodé los ojos, estaba un poco cansada, la pequeña mudanza a esa habitación que arrendaba a una ganga me había dejado exhausta.

— ¡Déjame pensar! —protesté. Aún después de todo siempre luciría menor que él, más cuando es él quien me regaña como un padre todo el tiempo y yo, con mucho pesar, termino dándole la razón en cada argumento.

— Lo más lógico era venir a la mansión, Mischa, ¿En qué estabas pensando?

— Charles, no es lo más lógico —contesté de inmediato—. Quizás hubiera sido lo más lógico cuando era una muchacha y tú me decías que me tomara unas vacaciones y saqueara la nevera con confianza en tu enorme mansión, pero no ahora. Ahora es un pésimo momento para estar aquí.

— También es un pésimo momento para arrendar una habitación de joven recién independizándose de sus padres —dijo el ojiazul. Hice rechinar los dientes, él lo notó y se encogió de hombros, cambiando de posición en su silla, suspirando.

— No quiero molestarte —gruñí con reticencia.

— No me molestas —replicó—. Eres tan bienvenida aquí como cualquier otro amigo, estudiante, persona. Y si mal no recuerdo estás aquí porque Hank te dio una llamada para que vieras junto a él unos análisis, de no ser así ni hubieras pensado en aparecerte e informarme lo que sucede, ¡Increíble!

— Charles —contuve el aliento por un instante—. No estoy desdeñando nada de lo que me has propuesto, es solo que… es un asunto tan personal. No quiero que…

No sabía cómo decírselo, pero una vez más, él era el psíquico, y lo supo sin siquiera tener que tocar su sien intentando entrometerse en mi cabeza.

— Que le diga a Erik —completó la frase que dejé a medio camino.

— No es solo eso, si viniera a vivir aquí, él simplemente lo sabría.

— Él no ha vuelto a pisar esta mansión desde la vez en la que se encontraron en el subterráneo —razonó Charles—. Y no lo hará. Él sigue siendo buscado, y la policía sigue relacionándolo conmigo. No pondrá en riesgo a mi escuela, es una cortesía de su parte…

— Obviamente —sonreí, recordando lo buenos amigos que eran cuando los conocí, y aún ahora después de tantos años sentía que todavía existía esa conexión enormemente fuerte entre ambos—. Aun así, estoy bien, créeme.

Me miró con seriedad y luego resopló, como si se estuviera dando por vencido conmigo y no tuviera remedio. Le sonreí con toda la calma que pude reunir en mi interior, esa que no había encontrado desde que abandoné mi hogar, pero nada de eso resultó. Charles seguía observándome con la misma expresión.

— Prométeme que si algo te sucede, si algo no te gusta, si algo te falta, vendrás.

Me di cuenta de que eso era lo único que podía ofrecerme, luego de mis negativas, y se lo agradecí internamente. Él era la mejor persona que había conocido en el mundo.

— Lo prometo —dije con una expresión casi infantil que lo hizo reír—. Ahora me temo que tengo que irme a… a mi departamento.

Sonaba tan extraño. Charles volvió a resoplar, exhausto.

— No intento ser sobreprotector o paternal, pero…

— Lo sé, lo sé, me cuidaré, llamaré cuando llegue, me dormiré antes de las diez…

— Oh, cállate —sonrió, entornando los ojos—. Buena suerte.

— No tenía idea de que un hombre como Charles Xavier creyera en la suerte —me sorprendí, levantándome de la silla en donde estaba sentada, justo frente a él, y caminé hacia la puerta.

— Algunas veces hay cosas que hay que dejárselas a la suerte, para no tener que pensar en una explicación coherente, o satisfactoria —contestó con paciencia.

— Una vez más tienes razón —rezongué, abriendo la puerta—. Nos vemos, Charles.

— Nos vemos, Mischa.

Apenas salí del despacho de Charles, me encontré cara a cara con un muchacho de no más de veinte y algo, cabello gris, liso, ojos oscuros, piel pálida, chaqueta de cuero y remera con el logo de una banda de rock. No parecía estar esperando que Charles se desocupara para verlo, me estaba mirando fijamente y eso me ponía los pelos de punta, pues no lo había visto nunca en mi vida, jamás.

— ¿Quieres pasar? —le pregunté, indicando con mi mano el despacho de Charles.

— No —dijo—. Soy Peter, ¿Tú eres Mischa?

Abrí la boca pero nada salió de ella.

— Sí, pareces ella —continuó, relajado—. ¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la chaqueta? Es que hoy anduve buscando miel en los panales de abejas afuera, creo que me manché al pasar demasiado rápido para que no me dejaran todo picado…

— No, no. Está limpia —le dije tontamente, hablaba muy rápido y estaba mareada, no con su charla, sino que con el hecho de que me estuviera buscando sin conocerme—. Disculpa, ¿Nos conocemos?

— Nop. Es decir, yo a ti sí, tú a mí no.

Enarqué una ceja.

— Tú conoces a… a Mag… Erik… Lehnsherr, sí, él —balbuceó el muchacho. ¿Ahora tenía que ver con él? El mareo empeoró, y lo peor es que no pude mentirle y asentí secamente, con desconfianza—. Eso es… genial, es decir, yo… —el tal Peter hizo una "o" graciosa con la boca y no dijo nada más.

— Escucha, Peter: podrías comenzar por decirme qué ocurre —le sugerí.

Él parecía realmente complicado, como si quisiera responder pero a la vez salir corriendo y olvidar que tuvimos esta conversación tan extraña. De algún modo yo también quería hacer esto último, y comprendía su conflicto, lo comprendía muy bien.

— ¿Tienes tiempo? —me preguntó de pronto.

— Depende.

— Solo comeremos helado —soltó batiendo una mano en el aire tras hacer un sonido extraño con la boca. Muy a mi pesar, volví a asentir, comenzaba a sentir curiosidad por lo que quería decir este "Peter" y por qué estaba tan interesado en Erik, ya que eso es lo único claro que tengo del chico: que está hablándome porque le interesa algo de Erik, nada más.


— ¿ERES SU HI…? —Peter se abalanzó desde su silla a la mía y me cubrió la boca con una mano pese a que estábamos totalmente solos en la cocina. No sabía por qué había decidido decirme de manera aleatoria, mientras charlábamos sobre música, que Erik era su padre y que vagando por la mansión escuchó una breve conversación entre Hank y Charles sobre mí, y estaba relacionada a Erik. No se me ocurrió otra forma de reaccionar, y no hubiera podido actuar de manera deliberada, gritar no era lo mejor, pero ¿Qué podría haber hecho?

Aún tenía los ojos abiertos como platos cuando él se alejó de mí con lentitud, procurando que yo no fuera a gritar nuevamente.

— Te busqué porque pensé que me podrías… ayudar —se encogió por completo, y aquello le hizo parecer diez años menor de lo que era. Deseé acariciarle la espalda y decirle que todo estaría bien, pero estaba paralizada—. Bueno, Mystique no quiso, me dijo que era un cobarde y que debí haberle dicho.

Tragué sonoramente.

— Deberías hacerlo…

— Oh claro, y luego dejar que me… qué se yo, asesine quizás, ¡No sé cómo podría reaccionar ante eso! Quizás asesine a mi madre por no decirle…

— Él no es un asesino —solté de pronto, un poco alterada por el uso que le daba el muchacho a la palabra "asesine", y luego me di cuenta de lo estúpido que sonó.

Por supuesto que lo es, pensé, volviendo a tragar sonoramente, de pronto ya no quería más helado sino que un vaso de agua para sacarme lo que tenía en la garganta. Todo aquello me había hecho olvidar hasta los problemas que tenía en mi vida, cosa que era buena por un lado pero caótica por otro.

— Mira —le dije cuando me calmé—. Eres su hijo, quizás Raven… Mystique, tenga razón… la única forma de acabar todo esto no es acercarte a sus "cercanos", es acercarte a él.

— No lo conozco —dijo, y por primera vez en sus ávidos y curiosos ojos llenos de vida vi tristeza, enojo, frustración—. No lo conozco en absoluto. Supongo que tengo un poco de… miedo, y no es algo que le diga a menudo a la gente, claro —volvió a hacer el sonido gracioso con la boca, intentando hacerse el despreocupado.

Deseé contarle que su padre era algo más que el conflictivo antihéroe del cuento, pero para eso tendría que contarle también quién era yo para saber esa parte de él.

— ¿Qué es lo que escuchaste cuando supiste sobre mí? ¿Qué dijeron Hank y Charles?

Me ofreció una sonrisa extraña, sabihonda.

— Nah —se rehusó a decirme—. Te sonrojarías —añadió y me dio un empujoncito en el brazo. Peter era muy inquieto, lo que me inquietaba a mí, pero sus bromas eran agradables y era tan carismático. No tenía nada de Erik más que un aire que estaba muy presente hasta en sus aspectos más distintos— Solo sé que por lo que oí decidí esperar a que aparecieras por aquí, le pregunté a Hank tu nombre luego de verte abandonar el laboratorio, y cuando me confirmó que eras "esa" Mischa, bueno…

— ¿Cómo quieres que te ayude, Peter? —apoyé el codo en la mesa que teníamos al lado y dejé caer mi cabeza sobre mi mano, pensando en una forma de ayudarlo.

— No lo sé —murmuró con franqueza—. Pero me alegra haberte conocido.

— ¿Por qué? —pregunté. No muchos me han dicho eso en la vida, y es un agrado escuchar que alguien se alegra de conocerte, de vez en cuando.

— Porque eres importante para él —confesó, dejando de lado las bromas, las muecas y los soniditos graciosos. Estaba totalmente serio cuando me dijo eso, lo que provocó que mi estómago se retorciera de una puntada nerviosa—. A través de ti, estoy más cerca de él, más de lo que estaré intentándolo con Mystique, o incluso el profesor.

¿Más que Charles? Deseé con todo mi corazón saber lo que había oído de mí.

— No puedo asegurarte eso —dije, apretando los labios.

— No lo hagas —me sonrió, volviendo a ser el mismo—. Ya lo sé —y me guiñó un ojo, haciéndome reír—. ¿Volverás pronto? ¿Volverás? —preguntó con insistencia luego.

Esa mirada llena de luz y, sin exagerar, esperanza, me hacía querer volver mañana mismo, y pasado, y todos los días que le seguían, solo para charlar con él y hacerlo estar más cerca de Erik, como lo pensaba que estaría a través de mí.

— Eso creo —respondí, sabiendo que la respuesta era más un "sí" que ese tipo de ambigüedades, y Peter también captó, así que se levantó de un salto y tomó una de mis manos para besar el dorso sonoramente.

— ¡Gracias! ¡Gracias! —dijo y se fue tan rápido como llegó la primera vez que lo vi.

Suspiré. Erik tenía un padre, una madre, una vida que le quitaron; tuvo una adorable esposa, una hija que debió tener sus ojos y todo su amor, otra vida que le quitaron; pero tenía a Peter, un hijo, un joven histriónico, gracioso, bueno, un poco extraño, pero esos eran los genes de Erik, supuse. Yo no era la oportunidad que la vida le estaba dando, yo simplemente estaba ahí para él. La verdadera oportunidad de Erik con la vida misma era Peter, y en algún momento, cuando el muchacho estuviera preparado, tendría que saberlo.

¿Cómo no ayudarlo con eso?


Lamento la demora, la vida algunas veces se vuelve bien, bien, BIEN extraña y caótica, espero que no suceda lo mismo para el próximo capítulo.

¡Saludos!