Me encontraba enfrente del salón, supongo que ya había empezado la clase, lo más seguro estaría molesta así que me doy la vuelta, es mejor huir si puedo y al final chocó con una compañera Fujiwara Yukki, es de ojos azules y cabello castaño, es linda, tiene unas lindas facciones y es unos centímetros más baja que yo.

– Oh Ayase-san lo siento, venía distraída y apresurada para la clase, ¿no entraras?. – Asentía a su pregunta. – Escuché que Toujou-san hará un examen y que estaba con una actitud enojada desde la mañana, creo que sería bueno que entraras. – Decía mientras me dedicaba una cálida sonrisa, estaba apunto de contestarle y se abre la puerta. Mi profesora se encontraba enfrente de nosotras, primero me mira con unos ojos de asombro y luego la dirige a mi compañera.

– Será mejor que entren ahora mismo, daré una última clase y después haré el examen. – Decía mientras se hacía a un lado para dejarnos pasar. No me sentía con fuerzas de verla ala cara así que pase y me senté al fondo, para mi sorpresa Fujiwara-san se sentó alado de mi. Nozomi nos pidió que sacáramos nuestro libro, para mala suerte de mi destino, no lo traje porque sabía que no iba a entrar, pero me salió con una mala jugada y aquí estoy.

– Fujiwara-san, lo siento pero podría leer contigo, olvide mi libro porque no pensaba entrar. – Me miró perpleja, se sorprendió que de verdad no quería entrar, hasta yo lo haría digo, soy como su alumna estrella y no es para nada normal. Me acerqué más a ella para poder copiar y leer del libro, mire de reojo a Nozomi, nos miraba seria, por lo mientras pensaba como me libraría de nuestra platica tal vez me crea si le digo ¿que me marcaron mis padres? Después de terminar la explicación nos pasa unas hojas para contestar el examen. Estaba realmente sencillo, bueno no se me complico para nada, fui la primera en terminar así que me levante para darle la hoja y salir huyendo de ahí, cuando le entregó la hoja y me doy la vuelta para la salida su voz me detiene.

– Ayase-san, temo decirle que usted no se puede retirar de la clase tengo que hablar con usted, primero llega tarde y después no trae su libro, así que no toleraré dos faltas en un mismo día. – Mirándome con totalmente seriedad en sus ojos esmeraldas. Sabía que si le contestaba algo, se molestaría, así que quemas da, me senté en un lugar disponible algo cercas. Pasaron unos 45 minutos y todo el mundo ya se había ido, cuando salió el ultimo compañero, Nozomi se paró hacia la puerta, hice lo mismo, pensaba decirle que me tenía que ir, pero en eso veo que le hecha seguro ala puerta. Ahora sí que no tengo escapatoria, me volteé para regresar a mi lugar. Pero ella se acercó atrás de mí y me besó atrás de la nuca. Ocasionando que me estremeciera, luego poso sus labios cerca de mi oreja.

– ¿Me haz extrañado Elichi?. – como si fuera un susurro, acariciando mi abdomen por de bajo de la playera que llevaba. Dirigiendo sus labios calientes desde el lóbulo de mi oreja hasta el comienzo de mi espalda mordiendo. Saboreando la parte trasera de mi nuca, dibujando un camino de labial, delineando todo a su paso, con un tacto experto. Dejándome de nuevo completamente indefensa contra ella, como si fuera un simple peón para ella.

– Como la luna al sol cada amanecer. – Le respondí sin mentir, porque era cierto, a pesar de lo de ayer, extrañe su tacto en mi piel. – Claro que te extrañe, mi cuerpo te puede dar fe de eso.

Me voltea para besarme ferozmente, saboreando cada parte de mi, apegándose a mi cuerpo cada vez más, después vuelve a quedar atrás de mi. – Elichi, me encantan tus brazos largos, tu espalda, tus ojos celestes.

Me volteé para darle un discurso detallado y digno, de todo lo que me fascinaba de ella. Devolverle el halago. Pero Nozomi me calla con otro beso rápido pero lento.

– Dime Elichi, ¿te haz tocado pensando en mi?. – Me mira con esos ojos llenos de lujuria, pasión, deseo e intensidad. Hambrientos de probarme ¿tal vez?.

"Diez mil veces, en todas partes, cada hora, en las noches más frías, calientes y tibias. Luego y antes de nuestro encuentro." Pensaba admitir eso, que la deseaba a toda hora o momento que pudiera.

– Si te dijera que ya casi rompo un récord Guinness, tratando de saciar la sed hambrienta que tengo por ti. ¿Me creerías?. – Dije firmemente, con deseo y devoción, me encantaba esta mujer, era perfecta ante mis ojos. ¿Cómo no idolatrarla?, ¿Cómo no desearla de tal manera?.

Nozomi soltó una pequeña risita, suave, delicada, dulce y fina. Dios esta mujer me matara de amor, era toda una belleza excitante. Me acerqué a besarla, despacio, sin prisa, gozando cada momento con sus labios, su boca y luego su lengua, retrocedí unos pasos hasta llegar de nuevo al escritorio.

– Te prometí una recompensa luego de nuestro primer encuentro, luego un castigo por tu mal comportamiento y también una clase íntima. – Hizo un gesto pensando con seriedad lo que seguía. – Te daré tres cosas en una, esta lección la titulare... Contención.

El nombre aunque era algo extraño, era no que menos me importaba. Con un dedo y gesto totalmente sensual me llamo hacia dónde estaba parada. Alejándome de mi lugar, siguiéndola, acate su mando, como un perro hace con su amo. Quería preguntar, hablar, confesar y participar pero las palabras no salían, solo estaba hipnotizada con esta mujer. Nozomi señaló que no me moviera de mi sitio. Desfilando hacia el escritorio, con un paso fino y sensual. Escuché que buscaba algo en su bolso.

– Si volteas y te mueves de ahí Elichi, te juro que cancelare la lección. – Decía firmemente y solo asentí a espaldas, una vez más le hizo caso, sin dudar, como un soldado hace con su sargento, 10 segundos después, Toujou se acercó por detrás. Tomando un brazo, rozando el poco bello erizado que tenía con delicadeza. Luego tomó el otro haciendo lo mismo, hasta que su agregó cambio, de angelical a feroz. Haciendo una tenaz con mis manos. Colocando algo en las muñecas, que luego reconocí gracias al sonido de la clausura, la sensación de un frío metal.

– Te quedan muy bien las esposas E-Li-Chi. – Jugufetona mente, hablando de lo que era obvio, maldice a mis adentros, había dejado que me cortara las alas, sin siquiera protestar. – Con esta clase te enseñaré a contener tus impulsos, para que no te vuelvas a lastimar, quieras o no. – Tragué saliva ante lo explicado.

– También te compensaré con una verdad. – Dijo mientras caminaba a mi alrededor. Para nuevamente acercándose de frente, hacia mi oído derecho, declarando con voz sensual. – Yo también me he tocado mucho pensando en ti.

Haciéndome cerrar los ojos con fuerzas, dejando que mi mente nuevamente bagara en la imaginación, en unos segundos, ya tenía la imagen de mi profesora, en su cama desnuda, tocándose por mi, deseando que la tocara, que la hiciera llegar ala cúspide del placer. Con solo pensarlo, me estaba excitando podía sentirlo entre mis piernas.

– Te lo mostraré. – Manifestó, empujando mi cuerpo, en busca de la silla del escritorio, para sentarme siendo nada amable. Siendo una fiera, una hembra, una dictadora, una diosa poderosa. Tomando una regla bastante larga del escritorio. Objeto que para mí había salido de la nada, preocupando mi imaginación, solo un poco. Ella choco el instrumento contra su palma, tenue, repetitivo, insinuando un castigo. Trazó con la punta, partes de mi cuerpo lentamente. Toujou dejó de hacerlo, apartándolo, para delinear sus curvas con la herramienta. Cambiando los papeles de pareja a solitario. Buscando el cierre de su falda.

Generando que mi mandíbula de tensará. Haciéndome mover de la posición de la silla. Bailando coqueta, razone que se trataba de una danza, que recreaba la esencia de lo bello. Hasta que me di cuenta que ella pretendía quitarse la prenda. Revelación que hizo tomar aire lentamente, llenando mi pecho vivo, botando el dióxido de carbono sonoro por mi nariz.

¡Era el mejor día de mi vida! Sexualmente hablando claro, esa hembra, la dama dueña de mi razón. Intelecto, racionalidad, juicio de mi conciencia. De todo lo poseo que no comparto con nadie. Se despoja de la tela valiosa que la vestía. Liberando su piel de porcelana. Abrí mis ojos celestes como platos, ya no era consiente de lo que hacía. Estaba hipnotizada con esta mujer. Como serpiente cobra escuchando una tonada, siseando ante lo descubierto. Amarrada a una flauta escultural, siguiendo en detalle cada movimiento.

¡Dios! Que mujer tan sensual y atractiva, me tenía como ella quisiera, podría jugar conmigo, utilizarme como si ella quisiera, yo simplemente no me opondría. La dejaría, sería lo que ella gustara, deseara, anhelaba y motivará.

Nozomi me regalo una sonrisa. Satisfecha y alegre, con lo que se encontraba, mi cuerpo y mi mente desconectada de este mundo. Anhelado su cuerpo. Orgullosa con la expresión que tenía.

– Elichi ¿Sabes lo que llevo abajo de mi falda cuando me tocan dar tus clases?. – Ese enigma, estaba resuelto. Claro que lo sabía.

Aunque al conocerla, por más que intente saber que era, no pude mirar más arriaba de sus pliegues poplíteos. Hasta nuestro primer encuentro, donde ella me dio apertura, dejándome entrar en su cintura, entre sus muslos. Admirando en un retro segundo, un encaje interior negro, que casi pude tocar completamente, pero ahora era no muy diferente al de aquel día. Era de color rojo, tejido fuego con bordado de flores.

– Me calienta sentir tanta libertad mientras te veo sentada en tu asiento, haciéndome el amor con el interés de tus ojos celestes, llenos de deseo Elichi. – Reveló, dejando caer completamente la falda contra el piso que la reclamaba.

– No sabía que llevaras tampoco ropa por mi culpa. Tú también me excitas bastante Nozomi. – Conteste, viendo como ella se deshacía de la pieza que estaba a sus pies, dejándola a un lado. Toujou froto la regla en sus manos. Volviendo mi atención al objeto largo y plano, aproximándose. Azotando la parte interior de mi pierna, haciendo que saltara levemente del asiento.

– Profesora Toujou para ti Elichi. – Aclaró, corrigiendo en un santiamén, mi atrevimiento. – Como usted diga. – Replique de inmediato, siguiéndole el juego. Para luego sentarse en mi regazo, frotándose contra el, con movimientos lentos y contundentes.

– Elichi, estás tan dura y firme. – Dijo, moviéndose un poco más rápido. Solté un leve gemido.

– Nozomi... Mmmnh, ¿No te doy asco?. – Pregunte dudosamente y dejó de moverse. – No Elichi, me encantas, cada parte de ti y de tu ser me encantan totalmente. – Respondió antes de besarme salvajemente y volvió a moverse contra mi. Jugando nuestras lenguas, llenándonos de placer mutuamente, moviéndose ansiosamente, su lengua merecía un doctorado por la forma de darme placer. Hasta que de pronto se detuvo y se alejó, dejando un pequeño hilo de saliva entre nuestras bocas.

Empezó a tocar cada parte de mi cuerpo, examinando mi anatomía, delicada mente cada parte de mi. Mis brazos estaban marcados, por venas que sobresalían llenas de lujuria, pasión, rabia, frustración al no poder soltar mis manos, para tomar entre ellas a mi adorada profesora. Nozomi se levantó del puesto que le daba mi cuerpo.

Dejando anonadado el momento. Movió el escritorio y se colocó encima de él. Quedando enfrente de mi, quitándose la única prenda íntima inferior. Colocando sus tacones de marca sobre mis hombros. Dejándome ver la gloria, bañada en una espesa cantidad transparenté de ese líquido, que tanto anhelaba saborear.

– ¿Te gusta?. – Pregunto con voz totalmente excitada y dulce. – Me encanta.

Ella transportó su mano al lugar, albultado, grande, prodigioso, hinchado, rojo, limpio, hermoso y maravilloso. Abriendo los labios que recubrían el botón atrayente. Dejando el interior colorido más ala vista. Tomando su botón de placer entre sus dos dedos, para deslizarlo de arriba para abajo, lubricando. Generando que me inclinara hacia delante en busca de llegar mi lengua. Para darle gozo a la dueña de semejante preciosura, diversión, placer, pero ella me detuvo con su pie en mi hombro volviéndome contra la silla.

– Si me tocas te reprobare Elichi, recuerda la lección se llama contención. – Dijo seriamente. Estaba que moría y resucitaba, viendo eso a pocos centímetros. Sin poder ni siquiera calmar mis propias ganas, lo que tanto he imaginado. Consiente en la ducha. Inconsciente en sueños.

Mi lengua se contorneaba inquieta, en la cavidad bucal. Exigiendo tocar, lamer, penetrar. Ella dejo el jugueteo, se levantó tomando la regla. Para volver a reprender mi postura. Repartiendo latigazos que hicieron juntar mis piernas un poco. Permitiendo que se volviera a sentar, pero esta vez dándome la espalda. Colocando sus plataformas, sobre la orilla del escritorio. Abriéndose como mariposa, para lo que vendría a continuación.

– Elichi me masturbare para ti, así como tú lo haces para mí cada noche. – Dijo en voz sensual y picara. ¡Dios! Esta mujer me matará, como podría decir eso, tan a su modo. Me estaba seduciendo y torturando de la mejor forma. Un gemido salió de mi boca, ante la ilustración, la posición, el sentir lo cercano, imposible, cautivo, placentero, atrevido e irreal.

Crueldad en su máxima expresión, pero bondad en suprema donación.

Mi profesora se daría autoplacer en mis piernas.