Volviendo a escribir de Tomoe y de Akura, había pasado un largo, pero largo tiempo. La inspiración vino, y aproveche este breve lapso de creatividad.
[1 - Drabble]
Aquel recuerdo del beso, fue lo frecuentaba la cabeza de Akura-oh, cuando probó por primera vez los labios delicados del demonio Tomoe. Sin importar lo que pretendiera hacer, la sensual criatura de cabellos pelirrojos con sus maléficos cuernos coronándose encima de su cabeza, estaba sopesando el momento donde presionaba sus labios con un fervor prodigioso, en un beso intenso y arrebatador con el mismísimo zorro platinado.
Tomoe había estado sumamente atractivo la noche anterior, con las hilazas de su cabello sedoso suelto desparramándose por su espalda, como una cascada en unas exquisitas sartas de luz refulgentes de un semejante parecido al de la luna. El deseo retórico enfrascándose entre los dos demonios de alto poder y pureza maliciosa, en una red de potente apetito sexual.
Las dos criaturas sobrenaturales respiran el mismo aire de esa habitación privada de ese castillo del que acaban de adueñarse hace un par de horas atrás, aniquilando a todos los habitantes que vivían tranquilamente ahí. Pero el brioso hedor de lujuria los envuelve y los consume, por la adrenalina de la considerable matanza, la violencia y la sangre derramada. La atracción de la muerte, se adentra en sus pulmones, pasa por sus anchas venas, se aloja en sus fríos corazones, y se adueña de sus mentes.
La abertura del kimono de Tomoe, estaba entreabierto, pudiéndose visualizar su pálido pecho. La dócil línea de su cuello alto, su fina garganta, la delineada pendiente de su hombro que se exhibía en señal de memorable seducción. Se dejaban ver los pequeños rosados pezones en aquella piel de porcelana y una imperceptible sombra de la propia hendidura que se ubica entre sus suaves pectorales.
Con el diseño de las figuras de flores y de aves que están plasmadas en el tejido del kimono, que caen desde el escote masculino, hasta el borde de la seda. El oleaje en el pecho por la respiración acelerada de Tomoe, destacándose mucho más en esa piel cremosa.
Beso, un beso que estaban compartiendo, Akura-oh y el zorro Tomoe, con el sumiso calor de los labios enturbiándose en todos sus pensamientos. Las miradas, el aroma, y el zumbido de energía en sus deliciosos cuerpos. El demonio pelirrojo lamió la clavícula del zorro, con el apéndice húmedo de su larga lengua, permitiéndose probar el sabor a melocotón y a té de hierbas que llevaba impregnado la piel del demonio kitsune, en un aroma embriagador, que despertó los más oscuros instintos en Akura-oh.
El calor de la habitación era elocuente y ardiente. Con los cristales empañados de las ventanas, que habían sido benevolentes, emparejándose con el clima de la excitación dulce y libidinosa. Con las manos provistas de garras afiladas de ambos demonios, estrujándose la piel descubierta debajo de las vestimentas, seguían mordiéndose, rasguñándose deliciosamente, tocándose con la yema de los dedos, chispeándose sus poderes demoníacos bajo la epidermis encendida y perlada por las gotas de sudor, por la intensa actividad de la intimidad erótica. Cuando el fuego se enciende entre ellos, nadie puede detenerlos.