Drabble 3


La luna perfeccionaba el cielo, como siempre lo hacía, como eternamente variaba. El demonio Akura-oh, vivía en ese medio, en su mundo malicioso. Él vivía y el universo que conocía, lo diluía en una gran parte. Esa noche era concretamente seductora, con una temperatura ligeramente acalorada y las esterillas ligadas de las estrellas que surcaban en el cielo. Oh, ¡la noche tan cándida!. Las luciérnagas revoloteaban con sus colores luminosos de arbusto en arbusto, cuyos tonos de amarillo y blanquecino, contrastaban con el follaje y los capullos escondidos.

El mismo plazo que había sido dictado, para que él quizás pueda volver a hablar de nuevo con su compañero de batallas, el zorruno Tomoe.

La criatura de cabellos pelirrojos y ojos de una forma similar al rubí, se estaba preguntando ¿en qué tipo de rumbo podría ir, la futura conversación en cuanto la tuviera con el otro demonio?. Ahora, a lo que furtivamente él se podría estar esperando, refiriéndose con los propios objetivos y ambiciones de su camarada Tomoe. El mismo Akura-oh, sabía que el zorro platinado era un poco hermético sobre tales situaciones, pero él esperaba que su compañero le dijera como siempre, que naturalmente ambos eran aliados y a la vez, algo más.

Cuando más se acercaba a su amigo, lo único que estaba provocando, es que Tomoe se terminara por distanciar absolutamente más de él. Así que, el demonio pelirrojo, decidió que por si acaso, talvez era más prudente avanzar lentamente, para llegar a comprender más a su colaborador zorro.

Porque Akura-oh, no había sido capaz de apagar su deseo entero, antes de que comenzara su mero fuego interno. A veces, él deducía que las emociones que lo embargaban, lo envolvían en una inmensa quemazón que lo atravesaba. Era todo lo que podía hacer para no gritar en su dominio introspectivo. Y él admitía que Tomoe era atractivo, un ser celestial que velaba por sus propias andanzas.

Además, él aceptaba indiscutiblemente que anhelaba el poder y la conquista. Con tantas cosas que lo habían marcado para tramitar su mismo destino. Sin embargo, su Tomoe es diferente, era especial, aquello fue lo que pensó el pelirrojo. Porque junto con el kitsune, él había vivido tantas cosas que lo habían marcado como parte de su vida. El zorro era un etéreo apasionado, un poco vicioso y glorioso en las batallas.

La criatura pelirroja y con sus cuernos peculiares coronándose en su cabeza, recordó inmediatamente como los ruidos muy parecidos a la temática del trueno llegaban enfilándose, cuando había una guerra al porvenir, con el olor de la sangre y las cenizas en el aire, junto con la sensación granulosa en su distinguida piel ligeramente acaramelada, como casi siempre era debido al polvo, por las repentinas destrucciones de algunas aldeas, feudos y caravanas de humanos que anduvieran por ahí en su camino.

A su vez, casualmente Akura-oh reconocería el aroma individual de su escurridizo camarada. Era en parte frustrante, o más bien de un estilo jactancioso de no poder reclamarlo como una posesión suya. Y otras veces, saldría a relucir que no tenía derecho a hacerlo. Porque toda su coexistencia luchadora se quedaba atrapado en una brisa, que era suave y encantadora.

Su rostro socarrón, enfocó su mirada en el cielo nocturno y aspiro lentamente la multitud de las esencias naturales, que emergían de la naturaleza nocturna. Muy cerca, se encontraban las montañas, encareciéndose con las lejanas cumbres nevadas y los pobladores se consolaban al evocar el frescor original. En el mismo valle sombrío, corría una tímida brisa, susurrando en las hojas de los árboles de magnolio y de sakuras. Era entretenido allí a primera hora de la medianoche, cuando empezaba el coro de los grillos silvestres que se mezclaban con las voces de los otros animales.

Akura-oh sentía que esa noche estaba latiendo con las palpitaciones de la adrenalina en propulsión. Caminó hacia la ladera que se encaminaba hacia abajo, sin ser visto por los ojos humanos, siendo indetectable para otros, moviéndose con la arrogancia de un depredador, guiándose por el aroma seductor de Tomoe que había detectado en el aire. La esencia quemaba en sus pulmones. Este se elevaba a su alrededor en estrepitosas olas.

Para él, no importaba dónde o en cuál tiempo, la situación era muy parecida. Contabilizándose los largos años en las batallas, que ya había perdido la cuenta. Tanta brutalidad, tanta muerte, tanta matanza, y ahí estaba él imaginándose, que se hallaba en un pose solemne junto al zorro platinado, ambos justamente en medio de la destrucción, como dos torbellinos, con el toque de la oscuridad, siendo devastadores, sin una pizca de piedad. La sangre y la muerte, habían sido selladas en ambos demonios.

El mismo demonio de orbes rojizas, sabía que el aroma de Tomoe se sentía muy bien a través de su nariz. Cada vez estaba más cerca de su camarada, mientras continuaba su caminata. Akura-oh percibía también el aroma dulzón de las maderas enmohecidas y de las texturas nuevas de los árboles, y de algunas piedras que desprendían la esencia de un toque a la resina. El camino era sinuoso, los arbustos se engrandecían con facilidad.

Finalmente, Akura-oh llegó a donde los arboles empezaron a clarearse, y el sendero descendió abruptamente en una explanada de muchas pequeñas arboledas y flores. Entonces, el zorro que se mezclaba entre las sombras en ese lugar, emergió de la ligera niebla. El kitsune era la fantasía, el sueño de algunos pobres incautos, un cóctel de seducción y peligro, que se estaba moviendo perezosamente hacia el recién llegado.

La criatura de cabellos pelirrojos, dejó que el aire fresco penetrase en los tejidos de su ropa, dejando que su necesidad lo empujara hacia adelante. A la vez que observaba, como se encontraba el mismo Tomoe a una cierta distancia de él, con sus orbes violetas en un modo sobrio, mientras este sostenía un finísimo abanico entre sus manos provistas de garras. Iniciándose una repentina conversación.

"Buenas noches Rey Akura, hoy es una noche espléndida, ¿qué te trae por aquí?": susurró el zorro platinado, enfocando su mirada en su viejo amigo. La voz sedosa del kitsune era agradable, incluso hipnótica.

El propio demonio de orbes rubís, se encogió de hombros, esbozando una sonrisa sensual con sus colmillos, añadiendo con un toque de humor a su siguiente frase: "Han pasado un par de días desde que te dignaste a aparecer. Busquemos un lugar para purgarlo y vamos a divertirnos", le mencionó al zorro.

Tomoe hizo una pausa para para meditar en unos escasos segundos, y sus encantadores ojos se estrecharon más, sonriéndole a su camarada en una mueca fingida de inocencia. Luego, el rostro de Akura-oh se mostró con una invitación sensual y efusiva.