Descargo: Kuroko no Basket y sus personajes le pertenecen a Fujimaki Tadatoshi, yo solo los he tomado prestados para esta historia.


Capítulo 8:

Humanos y Monstruos


¿Piensas que somos hermosos, mágicos, con nuestras pieles blancas, nuestros ojos duros?

(Anne Rice)

El suave golpeteo en la puerta del cuarto que fungía como enfermería, sacó a Kagami del ligero sueño en el que había caído. Abriendo los ojos con algo de pesadez, producto del cansancio acumulado y la reciente pérdida de sangre, observó a Kuroko que dormía acurrucado a su lado. Este, cubierto con la verde colcha hasta la barbilla, respiraba tranquila y acompasadamente en un sueño profundo. Al posar una mano sobre su pálida mejilla, notó con alivio que su piel volvía a estar fría al tacto y no con aquel calor antinatural de horas antes. Al parecer Takao había tenido toda la razón en sus suposiciones: Kuroko se recuperaría tras un poco de descanso y alimentarse en condiciones.

Al observar las ligeras marcas que ahora lucían casi traslúcidas en el cuello de este, él no pudo evitar preguntarse qué clase de relación sería la que Kuroko en verdad tenía con el tal Akashi. El joven vampiro le había asegurado que aquel sujeto era la única familia que le quedaba, además de ser el líder de su clan, pero Kagami tenía la ligera impresión de que tras todo aquello se ocultaba algo más; algo como un oscuro secreto del que el chico no deseaba hablarle y en el cual él no se sentía con la confianza y el valor suficiente para intentar indagar.

Si tan solo pudiera arrancar aquella marca y así aliviar el sufrimiento de este…

Tras una nueva serie de golpes a la puerta, esta vez un poco más fuerte que la anterior, Kagami soltó un suspiro cargado de frustración y frunció el ceño con disgusto al notar que Kuroko se removía inquieto en sueños a causa de la interrupción.

Teniendo cuidado de no despertarlo, él abandonó la estrecha cama y se dirigió a abrir. No fue una sorpresa el encontrarse con Tatsuya esperando del otro lado de la puerta, ni tampoco que su verde mirada y su expresión seria e inescrutable vaticinaran problemas.

—¿Crees que ahora podamos hablar como corresponde, Taiga? —le preguntó este con tono suave y perfectamente controlado en cuanto volvió a tenerlo en frente.

A pesar de que todo dentro de Kagami se rebelaba gritándole que no lo hiciera, que no se apartara del dormido chico vampiro, de igual forma acabó asintiendo en dirección a su amigo, tanto porque deseaba aclarar las cosas con Tatsuya antes de que las suposiciones de este se descontrolaran, como también porque necesitaba comprobar si aquel apego recién descubierto que sentía hacia Kuroko era a causa de él mismo o se debía al supuesto marcaje al que el joven vampiro lo había sometido sin querer.

Sin decirle palabra alguna, Tatsuya sujetó su brazo derecho y lo guio por uno de aquellos laberínticos corredores de innumerables vidrieras que daban al oscuro y frondoso bosque que los rodeaba, el cual era apenas iluminado por la luz de la alta luna creciente otorgándoles un aspecto algo espectral. Al mirar el exterior, tan vasto y agreste a la vista, Kagami no pudo evitar pensar que ciertamente ese era un buen lugar para vivir, sobre todo para los cambiantes como él. Un sitio con mucho espacio al aire libre para poder desfogar la enorme energía que siempre parecía llenar a su especie y lo suficientemente lejos de la civilización para no hacer daño a otros durante los días complicados de la transformación.

—Hay un sótano —le dijo su amigo repentinamente, sacándolo de sus elucubraciones y sonriéndole a penas cuando él lo miró confundido—. A puesto que estabas pensando en que era lo que hacían los cambiantes las noches de luna llena, ¿no es así?

Un poco avergonzado al saberse descubierto de esa manera, Kagami asintió. Siempre le había asustado un poco la enorme capacidad que Tatsuya parecía tener para leerlo, haciéndole sentir como si no pudiese ocultarle absolutamente nada.

—Bueno, sí. Es solo que me cuestionaba que tan difícil debe ser el controlar a unos cuantos lobos cuando llega el cambio. Este sitio se encuentra lo bastante lejos de la ciudad para ser seguro, pero aun así cohabitan con vampiros y convertidos. Ya sabes que eso no es una buena combinación —le dijo a Tatsuya, recordándole los viejos tiempos cuando vivían juntos y los mil problemas que tuvieron que soportar debido a ello.

—Y por eso hay un sótano especialmente diseñado para ese momento; con la suficiente resistencia para que los tuyos no puedan escapar de allí mientras no sean liberados, pero al mismo tiempo pensado para que no puedan hacerse más daño del normal —explicó su amigo—. Cada día de conversión, los chicos son encerrados juntos allí abajo hasta la mañana siguiente.

Kagami frunció el ceño al pensar en aquello.

—Pero, con tantos cambiantes juntos, ¿no es peligroso? —inquirió preocupado—. Debe ser casi una masacre.

—Un poco, sí; pero Riko-san suele administrarles unos cuantos calmantes para atenuar la agresividad y, además, tu especie sana rápido, ¿no? Todos ustedes son unos auténticos brutos la mayor parte del tiempo, por lo que técnicamente ya están habituados a ello —añadió Tatsuya regalándole una velada sonrisa que hizo que a él se le encogiese el estómago a causa de los nervios.

Una vez llegaron a la segunda planta, su amigo dobló a la izquierda y se paró frente a la tercera puerta que se agrupaba a un lado del largo corredor, abriéndola con la llave que sacó del bolsillo de sus negros vaqueros e ingresando en primer lugar él mismo para encender la luz y luego invitarlo a entrar.

La habitación que se presentó ante los ojos de Kagami estaba perfectamente ordenada y bien distribuida, por lo que parecía espaciosa a pesar de no serlo en realidad. Las paredes de esta se encontraban pintadas de un verde muy tenue que contrastaba enormemente con el tono mucho más oscuro de las pesadas cortinas que cubrían la ventana frontal a la puerta, la cual daba hacia el frontis de la casa y otorgaba un aspecto de claridad lunar y confort que invitaban al cómodo descanso. Una litera cubierta con colchas hechas en pachwork de verdes y marrones colores, ocupaba al completo uno de los laterales del cuarto, mientras que el resto del mobiliario se distribuía en la pared opuesta, consistiendo solo en un pesado armario de madera oscura, con una cómoda a juego, y un desgastado escritorio de cajoneras con su silla correspondiente. Al contemplar el piso bajo sus pies, Kagami notó que, al igual que el resto de la casa, este era de desgastados y oscuros tablones pulidos hasta hacerlos brillar. Una alfombra tejida en diversos tonos de verde cubría el centro de la estancia, dando un aire mucho más hogareño y acogedor al lugar, así como también lo hacían los libros apilados sobre el escritorio y las fotografías colgadas en un tablero de corcho frente a este.

Cerrando los ojos un momento, él inspiró profundo y se llenó los pulmones con la esencia limpia del bosque veraniego que entraba a través de la ventana abierta y se impregnaba en las paredes y las colchas; el ambiente predominante de aquel lugar, como si deseara dejar su huella. Sintiéndose en paz consigo mismo, como no lo había estado en mucho tiempo, Kagami no pudo evitar pensar que quizá su decisión de ir hasta allí no había sido una mala idea después de todo.

—¿Es este tu cuarto? —le preguntó a Tatsuya una vez abrió los ojos y regresó a la realidad. Apartando sin pedir permiso alguno la silla del escritorio, se sentó a horcajadas sobre ella y apoyó ambos brazos en el respaldo, mirando con atención al otro chico.

Su amigo, por su parte, con los movimientos elegantes y sutiles que lo caracterizaban, se sentó en la cama inferior de la litera, cruzando una pierna sobre la otra y apartándose con cuidado el negro cabello que cubría parcialmente su rostro, dejando todavía más a la vista el verde ojo donde su distintivo lunar descansaba debajo.

—Sí, lo comparto con otro vampiro de momento: Sakurai-kun. Lo conociste cuando llegamos —le recordó—. Aunque eso podría arreglarse con facilidad si hablamos con Riko al respecto.

Confundido, Kagami lo miró inquisitivo.

—¿Arreglar para qué?

—Para que te quedes conmigo, por supuesto —le aclaró su amigo como si fuese lo más obvio del mundo—. ¿O es que acaso pensabas que tendrías un cuarto para ti solo en este sitio, Taiga?

Lo cierto era que una vez comenzó su viaje, Kagami no había pensado en nada más que llegar hasta ese sitio, confiando en que una vez estuviese allí y pudiera hablar con Tatsuya, finalmente decidiría qué hacer con su vida. Debido a ello, nunca tuvo tiempo para cuestionarse en cómo o donde sería alojado, sobre todo porque ni siquiera estaba seguro de ser bien recibido y aceptado como al parecer su amigo sí esperaba.

Al comienzo de aquella travesía, todo para él habían sido solo dudas y una gran cantidad de esperanzas, por lo que a pesar de desear creer ciegamente en las palabras que Tatsuya le había escrito, asegurándole que en aquel lugar tendría un sitio donde pertenecer, Kagami se negaba a confiar del todo en ellas. Había vivido lo suficiente para saber que él mundo no era tan amable con sujetos como ellos, por lo que debía mantenerse precavido para evitar llevarse decepciones posteriores.

No obstante, tras conocer a Kuroko unos días atrás, todo se tornó en un verdadero desastre para él y sus prioridades, por lo que su preocupación de no ser aceptado acabó transformándose en un terrible instinto de protección hacia el otro chico cuando este le pidió ayuda, logrando que su cabeza solo se centrara en llevarlo sano y salvo hasta aquel lugar, confiando en que sería un sitio seguro para que el joven vampiro se repusiera mientras decidía que hacer con su vida. Ciertamente, luego de todos los embates que le había dado la vida durante las últimas semanas, Kagami no había tenido ni un maldito momento para pensar en lo que haría una vez se encontrase allí.

—No había pensado nada —confesó, sintiéndose un poco avergonzado por aquel descuido—, pero no creo que esto sea algo que debamos decidir arbitrariamente por nuestra propia cuenta, Tatsuya. Sea como sea, aquí solo somos invitados; además, ya tienes un compañero de cuarto, ¿no?

Aunque Kagami confiaba en haber utilizado un tono lo suficientemente desenfadado para decir aquello, algo en la intensidad con que el otro chico lo miró, hizo que él comprendiera que acababa de dar un mal paso. Tatsuya rara vez alzaba la voz o demostraba su enfado de manera evidente, pero la dureza de sus ojos verdes y la tensión en sus hermosos rasgos, siempre habían sido la más efectiva advertencia para señalarle cuando este ya se encontraba en su límite.

—¿Me estás rechazando porque realmente intentas ser considerado o porque aún no puedes dejar pasar lo que ocurrió entre nosotros, Taiga? —Poniéndose de pie con un grácil movimiento, este avanzó en unas cuantas zancadas hacia donde él se hallaba sentado. Cruzando uno de los brazos sobre su pecho y sujetando su delgada barbilla con el otro, su amigo lo miró detenidamente—. ¿O tal vez tu rechazo es debido al vampiro sangre pura que viaja contigo?

Nervioso al sentirse un poco descubierto respecto a su preocupación por Kuroko, Kagami bajó la vista y la clavó en el desgastado piso, intentando que sus expresiones no lo traicionasen.

—Demonios, Tatsuya, deja de hablar tonterías, ¿quieres? —regañó al otro—. ¡Por supuesto que lo digo por consideración a quien pertenece este lugar! Además, sobre las cosas entre nosotros… quiero creer que podemos retomar nuestra amistad donde la dejamos, ¿o acaso tú no deseas lo mismo? ¿No fue por eso que me pediste que viniese hasta aquí?

En el momento que levantó el rostro para mirar al vampiro, Kagami de inmediato notó el profundo dolor que sus palabras le habían causado a este, haciéndolo sentir terriblemente culpable y cuestionarse una vez más si su decisión de haber aceptado aquella invitación era la correcta.

Tatsuya y él se habían conocido hacía unos siete años atrás, cuando Kagami, con tan solo doce años, y Alex, la loba renegada de una manada de América que se había hecho cargo de su cuidado cuando lo encontró huérfano en las calles, se metieron en un brutal enfrentamiento entre dos manadas de Nagano del que escaparon solo por suerte, arrastrando con ellos a un vampiro convertido medio moribundo: Tatsuya.

Este, luego de despertar tras dos días de completa inconsciencia, decidió confiar en ellos y les contó su historia, hablándoles de como terminó siendo secuestrado para tráfico humano y vendido a un clan vampiro de las afueras de Kioto. A pesar de que Tatsuya en un principio había estado convencido de que moriría siendo nada más que alimento para estos, el líder del clan acabó encaprichándose de él, por lo que decidió convertirlo en vampiro para su diversión personal; sin embargo, cuando se enteró casualmente de que el líder tenía planes de marcarlo, encadenándolo a él de por vida, Tatsuya decidió darse a la fuga o morir en el intento, reclamando lo último de libertad que le quedaba.

Y fue así como el pequeño grupo de dos que Kagami y Alex conformaban, acabó convirtiéndose en uno de tres, con ellos viajando de un sitio para otro durante los cuatro años siguientes y siendo casi como una familia que enfrentaba juntos las cosas buenas y malas que les sucedían. No obstante, todo se complicó para ellos dos cuando un día Alex simplemente desapareció tras una ronda nocturna. Tatsuya y él se habían vuelto casi locos buscándola, intentando hallar una pista sobre ella que les dijese que aún se encontraba con vida y les indicase como proseguir, pero todos sus esfuerzos resultaron en vano. Además, debido a la condición de ambos, un mestizo de lobo y un vampiro convertido, permanecer en un mismo sitio durante mucho tiempo sin una manada o un clan que los respaldara resultaba prácticamente suicida, por lo que debieron comenzar a moverse de una ciudad a otra, siempre con la esperanza de encontrar aunque fuese un mínimo rastro que los guiara hacia Alex, pero sin éxito alguno.

Y fue quizá debido a toda la angustia y desesperación que sintieron, a lo muy desamparados que quedaron sin aquella mujer que los había cuidado por tanto tiempo, que las cosas entre Tatsuya y él comenzaron a cambiar paulatinamente a lo largo del año que ambos siguieron juntos. En un comienzo, todo entre ellos había sido solo cosa de hermandad, con Kagami admirando profundamente al otro chico e intentando alcanzarlo casi con desesperación mientras crecía; sin embargo, para cuando él cumplió los diecisiete y la niñez quedó atrás, ya no necesitó que Tatsuya le cuidara constantemente, por lo que decidió que ambos debían cuidarse el uno al otro, estrechando de ese modo tanto su relación que, sin darse cuenta de ello, acabaron cruzando la fina línea que trazaba el límite de lo permitido entre los dos.

Aquello había ocurrido solo una vez, pero Kagami llevaba cargando con la culpa y el remordimiento por casi dos años; maldiciendo constantemente su debilidad momentánea que les acabó costando tan caro.

A pesar de que aquella no fue la primera vez que permitió a Tatsuya beber de él tras una pelea especialmente difícil, sí fue la primera que Kagami dejó que fuese este el que llevara el control del acto, algo contra lo que Alex siempre le advirtió, debido a la naturaleza vampírica del otro y lo fácil que la sed de sangre descontrolaba a aquella especie.

Fue de este modo como, sin siquiera darse cuenta de lo que ocurría, tras ofrecerse como alimento, Kagami se encontró besando y acariciando a Tatsuya casi con enloquecida desesperación, sin rastro alguno de consciencia y solo deseando poseer y marcar con la agónica necesidad de su propia especie; no obstante, cuando un pequeño resquicio de sentido común se hizo paso hacia su obnubilado cerebro, él finalmente fue capaz de poner término a esa locura, justo antes de que ambos acabaran dando un paso que dañara de manera irreparable su relación fraternal. Aun así, su rechazo, como lo había llamado Tatsuya una vez Kagami puso distancia entre ellos e insistió en disculparse por lo ocurrido, resultó más doloroso para este que el haber permitido que ese error sucediera, ya que Tatsuya de golpe le confesó que llevaba mucho tiempo enamorado de él y que no deseaba regresar a la simple relación de hermandad que habían llevado hasta entonces.

Durante las tres semanas posteriores a aquel acontecimiento, los dos se comportaron de manera cuidadosamente reservada con el otro, volviendo su cercana relación en una por completo antinatural. Kagami, sintiéndose culpable por el dolor de su amigo, se había planteado seriamente el intentar darle una oportunidad a Tatsuya y corresponder sus sentimientos, ya que él también lo quería, ¿cómo no hacerlo tras todo lo que ambos habían experimentado juntos? Sin embargo, de cierta forma la idea de mantener una relación de pareja con este no acababa de convencerlo, y no porque le disgustara que Tatsuya fuese un hombre y mucho menos que perteneciera a la especie vampira, sino que tan solo él no estaba preparado para ese paso, resultándole imposible cambiar sus sentimientos de fraternal admiración por otros completamente románticos.

Cuando finalmente le hizo saber a Tatsuya que no podría darle lo que tanto deseaba de él, todo entre ellos pareció derrumbarse del mismo modo irremediable en que lo haría un castillo de naipes. Menos de una semana después de aquella plática, ambos habían decidido tomar caminos separados, volviendo a retomar el contacto solo unas cuantas semanas atrás, cuando luego de que su amigo se enterase de su actual residencia en Fukushima, gracias a una manada de lobos errantes, le hizo llegar aquella carta invitando a Kagami a ese sitio.

Y ahora, se dijo él mientras contemplaba al otro chico, estaban prácticamente en la misma situación que años atrás, a pesar de ser un poco mayores y a que la vida de ambos había cambiado bastante durante el tiempo que se mantuvieron separados.

Demonios, ¿por qué últimamente todo tenía que ser tan complicado entre ellos dos? Si tan solo pudiesen regresar a los días en que eran una familia junto a Alex…

—Bueno, supongo que de momento es lo único que puedes ofrecerme, así que lo aceptaré —le dijo finalmente Tatsuya, rompiendo así el largo silencio en el que se había sumido. Soltando un largo y pesaroso suspiro, este sonrió quedamente en su dirección—. En verdad me alegra tenerte de regreso, Taiga.

Sintiéndose enormemente aliviado, casi como si acabasen de otorgarle un indulto, Kagami se permitió al fin sonreír con sinceridad en presencia del otro chico.

—También me alegra el volver a verte, Tatsuya. Te he extrañado.

Como si aquello hubiese sido todo lo que necesitaban para romper con aquellos últimos años de dolorosa separación, el denso aire entre ambos pareció disiparse poco a poco, dando paso a la camaradería que habían compartido durante todo el tiempo que vivieron juntos como la familia que fueron.

Abandonando su posición en la silla, él terminó por sentarse en la cama junto a Tatsuya, prestando completa atención a lo que este le contaba sobre la vida que había llevado durante los dos últimos años, hasta que llegó a ese lugar, y sus infructuosos intentos por encontrar a Alex, así como lo muy arrepentido que se había sentido tras su separación en tan malos términos. A su vez, Kagami le habló a este de sus errantes años viajando de un sitio a otro, siempre en busca de la mujer que se había hecho cargo de ellos, y como acabó cruzando accidentalmente su camino con Kuroko.

Nada más acabar de explicarle a Tatsuya su aventura con el joven vampiro sangre pura, él pudo notar como las delgadas cejas negras de su amigo volvían a fruncirse con evidente descontento.

—Dios, Taiga, ¿es que no sabes lo peligrosos que pueden llegar a ser los de su clase? —lo amonestó este—. Un sangre pura es… no solo la élite dentro de la especie vampira, sino que también son extremadamente poderosos y aterradores. Poseen un gran poder de manipulación sobre el resto, para así poder controlar con facilidad a los vampiros que están a su resguardo. Si solo fueras un simple humano, habrías acabado atado a su voluntad en cuanto ese chico te mordió durante su primer encuentro.

De manera inconsciente, Kagami llevó su mano hasta el sitio en su cuello donde se hallaba la marca dejada anteriormente por Kuroko y que, según Kise, representaba la posesión de este sobre él; el mismo sitio donde Kagami aún podía sentir una ligera sensibilidad al haberle permitido al joven vampiro alimentarse de él menos de una hora atrás.

Observador como era, Tatsuya captó aquello de inmediato, produciendo que la duda inicial en su rostro diera paso a la confusión, la cual prontamente se tornó en indignación al comprender lo que había ocurrido.

Sin miramiento alguno, el chico vampiro le apartó la mano con violencia del cuello, inspirando profunda y sonoramente al ver lo que allí se escondía. Cuando aquellos fríos dedos se posaron sobre su piel sensibilizada, Kagami no pudo evitar sentir un escalofrío, el cual se intensificó y trepó por su columna al ver lo furioso que Tatsuya se encontraba en ese momento.

—¡¿Es que has perdido la cabeza, Taiga?! ¡No solo le has permitido a ese sangre pura beber de ti, si no que le has dejado marcarte! ¡Marcarte! —exclamó este con indignación—. ¡Ninguno de su tipo es bueno, porque su supremacía los hace indolentes al sufrimiento del resto!

—Kuroko no es así —se apresuró él a defender al otro; pero, nada más decir aquello, Tatsuya le lanzó una mirada cargada de veneno.

—No, crees que ese chico no es así porque nunca has tenido que enfrentarte a los de su clase, ¡pero yo sí! Fue un maldito sangre pura el que me arrebató la vida y me convirtió en lo que ahora soy. Fue un vampiro igual a ese chico al que proteges, el que me convirtió en su mascota y me hizo desear morir mil veces sin poder conseguirlo. No tienes ni una mínima idea de lo crueles que pueden llegar a ser los sangre pura, Taiga, y vas y simplemente te dejas marcar por uno de ellos, demonios. —Clavando los dedos con fuerza en la tela de sus vaqueros negros, Tatsuya se obligó a guardar silencio; sin embargo, cuando volvió a hablar, su ceño se hallaba fruncido con evidente confusión—. Pero, ¿cómo ha podido ocurrir esto? Él no debería haber podido marcarte, ya que tú eres…

—… solo un cuarto de lobo —se apresuró a recordarle—. De momento, ninguno de nosotros ha podido concluir por qué las marcas de Kuroko no se han borrado a pesar de que soy un cambiante. Quizá tan solo se deba a la gran cantidad de sangre humana que hay en mí o a algún otro motivo que desconocemos. Además, Kuroko ni siquiera tenía la intención de marcarme en primer lugar.

Soltando una palabrota que era muy poco habitual en sus labios, Tatsuya volvió a pasar los dedos por aquella marca mientras la mirada de manera pensativa y especulativa, evidentemente desconfiando de la aparente «inocencia» del otro vampiro. A diferencia de Takao, que sí era un convertido marcado, Tatsuya se enorgullecía enormemente de haberse librado de aquel destino huyendo a tiempo antes de acabar convirtiéndose en el juguete de algún otro vampiro. Este siempre había dejado claro que el pertenecer a otro de esa manera tan total y absoluta, era el peor destino que podía imaginar al ser por completo coartado de su libertad, y por eso mismo Kagami comprendía su indignación ante lo que acababa de descubrir sobre él. De seguro Tatsuya pensaba que era el más tonto del mundo por haberse puesto en aquella posición con un vampiro sangre pura, aunque ni Kuroko ni él lo hubiesen sabido de antemano.

—¿Él te gusta? —fue la inesperada pregunta de su amigo, la cual logró que Kagami levantara el rostro y le mirara lleno de confusión.

—¿Gustar? ¿Te refieres a cómo amigos? —inquirió dudoso—. Bueno, supongo que sí. Kuroko es un chico interesante.

Ante su respuesta, Tatsuya solo torció sus delgados labios y dejó escapar un resoplido cargado de irritación.

—Me refiero a como pareja, Taiga. Románticamente, sexualmente. ¿Te sientes atraído por ese vampiro? ¿Por eso le permitiste beber de ti en más de una oportunidad?

Escandalizado, él sintió que los colores se le subían al rostro debido a la vergüenza y acabó explotando:

—¡Por supuesto que no! Kuroko es mi amigo y ahora mismo tiene problemas, ¿cómo no voy a querer ayudarlo? Sabes bien lo que solía decirnos Alex al respecto. Además, él no me ve de esa manera, Tatsuya. Es apenas un niño, pero tiene su propia vida con la que cargar y sus propios problemas que solucionar. —Frunciendo el ceño a su vez, miró a su amigo con absoluta seriedad—. El que coincidiéramos y nos agradáramos solo ha sido una casualidad, pero decidí emprender este viaje junto a él porque sentí que lo necesitaba, y si yo podía echarle una mano, no iba a negársela. Así que por favor no comiences a confundir las cosas. No voy a tolerar que tus celos le compliquen todavía más las cosas a Kuroko. Ya tiene mucho que soportar.

Durante unos segundos, el aire entre ambos volvió a convertirse en un manto desagradablemente espeso, pero al final su amigo asintió apenas con un gesto de cabeza y la tensión que Kagami sentía lo embargaba comenzó a remitir. Aun así, notó como el estómago se le contraía a causa de los nervios cuando aquel pálido rostro se acercó tanto al suyo que pudo verse reflejado en la verde pupila que lo contemplaba con atención.

—Si es lo que deseas, Taiga, entonces intentaré ser bueno con Kuroko-kun; sin embargo, quiero dejarte claro que no me he rendido contigo a pesar de tu rechazo, por lo que si tu nuevo compañero espera de ti otra cosa que no sea amistad, no se lo pondré fácil.

Antes de que pudiese decir nada, Kagami se encontró tumbado de espaldas contra la cama, con Tatsuya sentado a horcajadas sobre sus caderas y las manos de este presionando contra sus hombros para mantenerlo en aquel sitio. Vio a este bajar la cabeza hacia él, pero no fue hasta que sintió aquellos fríos labios posarse en el mismo punto donde Kuroko lo había mordido un poco antes, permitiendo que la respiración caliente y la ligera punta de la lengua rozaran contra la piel de su cuello, que comprendió las verdaderas intenciones del otro, asustándose bastante.

Removiéndose lo suficiente para no acabar convertido en la maldita presa de Tatsuya, Kagami logró sujetarle los brazos e intentó apartarlo, pero la fuerza de su amigo siempre había rivalizado con la suya, motivo por el cual este sonrió burlonamente al ver sus inútiles esfuerzos por liberarse.

No obstante, fue el rápido golpeteo en la puerta lo que puso fin a su ridícula lucha, dejando a ambos paralizados cuando esta se abrió sin esperar invitación, revelando a un sonriente Takao que se quedó observando aquella comprometedora escena con ojos llenos de alegre malicia.

—Oooh, lamento mucho interrumpirlos, chicos. No era mi intención —les dijo este con un tono que no revelaba ni una pizca del arrepentimiento del que hablaba—. Solo quería avisar a Kagami-kun que Riko ya está aquí. Ella me ha pedido que te informe que por favor bajes a la sala principal, ya que desea conocerte y platicar contigo.

—Entendido —murmuró Tatsuya, quitándose finalmente de encima de él y poniéndose de pie con su habitual elegancia—. Por favor, dile que bajaremos enseguida, Takao-san.

—¡Takao-san! —se apresuró Kagami a llamar al otro en cuanto vio que ya estaba a punto de salir de la habitación—. Est-esto no es lo que parece, ¡de verdad! Tatsuya y yo…

—Kagami-kun, Kagami-kun, no te preocupes por eso. Tanto Himuro-chan como tú son adultos, por lo que nadie tiene por qué interferir en sus cosas; además, aquí no suelen darle mucha importancia al hecho de que una especie interactúe o se vincule con otra, así que pueden hacer lo que gusten —añadió este con una ligera sonrisa en sus pálidos labios, la cual no alcanzó sus ojos azules—. Por cierto, olvidé decirte que Kuroko-kun ha despertado hace un momento atrás y me preguntó por ti. Kise-kun se ha quedado con él, pero de todas formas seguía luciendo un poco preocupado por tu ausencia. ¿Quieres que le diga que te encuentras aquí?

Sin poder evitarlo, Kagami se sintió morir al oír el nombre del otro chico, pero se sintió más mortificado aun cuando vio la sonrisilla de disimulada suficiencia dibujada en el rostro de Takao, quien se había percatado de su reacción y ahora contemplaba a Himuro de una manera extraña, quizá porque a su vez este no hacía más que fulminarlo con la mirada.

—Iré a buscarlo entonces —murmuró él a toda prisa, casi saltando de la cama para dirigirse hacia la puerta del cuarto y escapar de aquella horrible zona de batalla. Fuera lo que fuese lo que ocurría entre Takao y Tatsuya, Kagami no tenía ni la menor duda de que no era algo bueno, por lo que se negaba a quedar atrapado en medio.

Intentando orientarse una vez más de regreso a la enfermería para reunirse con los otros dos vampiros, él maldijo su propia debilidad ante las provocaciones de Tatsuya. Si realmente quería recuperar la amistad entre ellos, se dijo, entonces aquel tipo de situación no podía volver a repetirse, nunca.

Sin embargo, una traicionera vocecita dentro de su cabeza le susurró que aquel no era el único motivo por el que deseaba mantener al otro chico lejos, sino porque Kuroko, que había puesto su marca sobre él, no lo aceptaría.

Y aunque no quisiera admitirlo del todo, Kagami tuvo que reconocer que quizás en el fondo, una simple amistad no era lo único que ansiaba del joven vampiro sangre pura.


Notando una vez más como Kuroko miraba ansioso hacia la puerta de entrada, Kise no pudo evitar maldecir nuevamente a Kagami por generar tal estado de incertidumbre en su amigo.

No sabía qué demonios había ocurrido con el chico lobo para que dejase a Kuroko de esa manera, solo y desprotegido en un sitio lleno de posibles enemigos; pero cuando lo supiera, se prometió, él mismo se lo haría pagar dolorosamente, claro que sí lo haría. Si Kise se había visto obligado a sacrificar su derecho a permanecer resguardando al otro durante su sueño, por lo menos esperaba que Kagami cumpliera con su parte y permaneciera allí hasta su regreso; sin embargo, cuando Takao y él volvieron a la enfermería tras su recorrido por la propiedad, se encontraron con la enorme sorpresa de que Kuroko se hallaba solo y despierto, además de evidentemente incómodo al hallarse en un sitio que le era desconocido.

O sí, en cuanto tuviera la oportunidad de poner sus manos sobre el maldito cambiante, haría que este se las pagara.

—Moo, Kurokocchi, ¿estás seguro de que prefieres seguir esperando aquí? Tal vez si bajamos a la sala como nos dijo Takao-san que hiciéramos, nos encontremos allí con Kagamicchi, ¿no lo crees?

La celeste mirada de su amigo se posó en él durante unos segundos, negando obstinadamente con un gesto que hizo agitarse su fino cabello, desordenándolo aun más.

—Tengo la seguridad de que Kagami-kun vendrá a buscarnos aquí. Si no nos encuentra, podría preocuparse, Kise-kun.

«¿Y es que acaso él se preocupó por ti?», pensó é molesto. Estaba completamente convencido de que la extraña desaparición del chico lobo tenía todo que ver con Himuro, quien al menor descuido de Takao, había desaparecido de la vista de ambos.

Maldito convertido.

—Cómo quieras entonces —masculló Kise de forma algo infantil y molesta, logrando que por primera vez Kuroko sonriera en lo que iba desde que despertó. Dejándose caer dramáticamente recostado a su lado en la pequeña cama de la enfermería, él alzó sus dorados ojos hacia este, que lo miraba a su vez—. ¿Estás por completo seguro que ya te encuentras bien, Kurokocchi? Lo de antes fue…

—Estoy bien —insistió su amigo, interrumpiéndolo—. Y lamento mucho haberte preocupado de ese modo, Kise-kun. Solo creo que mi cuerpo no fue capaz de soportar tanto estrés.

—A causa de Akashicchi —añadió él. Al ver como una ligera sombra de tristeza nublaba los ojos del otro, Kise no pudo más que forjar un profundo rencor contra su antiguo líder.

—Sí, debido a Akashi-kun; pero también es porque acabé despertando al desafiarlo —reconoció este, posando su pálida mano sobre la zona donde ahora estaba la marca del otro vampiro—. Kise-kun, ¿qué piensas de lo ocurrido? ¿Crees que su marcaje sea de manera voluntaria?

Todavía sintiéndose dividido por aquel descubrimiento, Kise contempló pensativamente el blanco y descascarillado techo sobre ellos. Era cierto que todos sus años conviviendo y conociendo a Akashi le habían dado un claro aprendizaje a la hora de leer a este, pero tras la primera fuga de Kuroko, el Akashi que él conocía se había descontrolado casi por completo. Era como si su controlado y analítico líder, hubiera perdido los papeles al no poder conseguir lo que deseaba de su joven primo, actuando por primera vez más por instinto que por fría razón; convirtiéndose nada más que en la bestia que todos ellos realmente eran y ocultaban calculadamente bajo la fachada de seres elegantes y bellos.

—Bueno, no puedo estar del todo seguro, pero pienso que la situación de Akashicchi contigo puede ser similar a la tuya con Kagamicchi. Puro instinto y nada de premeditación. —Jugueteando con uno de los dorados mechones de cabello que le caían sobre la frente, Kise continuó—: No creo que Akashicchi esté aun consciente del vínculo que comparte contigo, Kurokocchi, o ya lo habría utilizado para obligarte a regresar a su lado. Probablemente él aun siga demasiado complicado debido al peligro que significa para su posición como líder y la estabilidad del clan tu despertar; tanto que no haya tenido tiempo ni cabeza para nada más.

Clavando la vista en sus manos unidas sobre su regazo, Kuroko asintió taciturno; sin embargo, cuando volvió a mirarlo, sus celestes ojos transmitían una emoción difícil de descifrar.

—¿Crees que exista alguna manera de deshacer un marcaje, Kise-kun?

Dejando escapar un dramático suspiro, él negó.

—Lo siento, pero no tengo ni la más mínima idea, Kurokocchi. Por lo general solo oímos hablar de cómo hacerlo, ¿no? Es una de nuestras herramientas para, bueno, apropiarnos permanentemente de lo que deseamos —añadió con triste sorna—. Además, si tu caso con Kagamicchi ya es extraño, debido a que por ser un cambiante él no debería conservar el marcaje, que un sangre pura marque a otro lo es todavía más. Realmente Akashicchi ha roto tabú tras tabú por tu causa, Kurokocchi. Sus sentimientos por ti en verdad muestran el peor lado de nuestra especie. Lo brutalmente egoístas y despiadados que podemos llegar a ser.

Durante unos instantes ambos se mantuvieron en silencio, por completo sumidos en sus propios pensamientos y solo atentos cuando oían voces o pasos provenientes del exterior. Al percibir la anticipación con que Kuroko seguía esperando que cada una de estas fuera Kagami regresando, el doloroso malestar que él sentía lo embargaba aumentó aún más, así como su enfado con este. En cuanto tuviese la oportunidad, se prometió Kise, tendría una muy seria conversación con el chico lobo.

—Kise-kun, me he estado preguntando esto durante un largo tiempo, pero, ¿será que acaso tú odias ser un vampiro? ¿No te gusta nuestra especie?

Sorprendido por aquella inesperada pregunta, él levantó la vista hacia Kuroko una vez más, hallando solo determinación pintando su rostro y un ligero brillo de compasión en su pálida mirada.

—Moo, Kurokocchi, ¿de dónde sacas eso? —le preguntó, impregnando sus palabras de la burla justa para que estas sonaran creíbles, o al menos eso era lo que esperaba—. ¿Cómo podría odiar lo que soy, lo que eres?

—Porque cada vez que hablas sobre nuestra especie, pareces muy triste, como si la despreciaras y a ti mismo por ser parte de ella —le dijo—. ¿Te hubiese gustado nacer siendo humano, Kise-kun?

Nada más escuchar aquella tontería, su primer instinto fue el burlarse de su amigo, por supuesto. Nacer siendo humano prácticamente significaba ser débil y frágil, y ¿quién querría aquello?, se dijo. Sin embargo, para su sorpresa, Kise se encontró sentándose en la cama al lado de Kuroko y flexionando las piernas hacia su cuerpo para abrazarlas y apoyar sobre estas su cabeza.

—Los humanos son patéticos, Kurokocchi. Viven demasiado poco y se enferman constantemente. Son débiles, son frágiles y temen constantemente la muerte. Entre nuestras especies, son lo más bajo dentro de nuestra cadena; una mera fuente de alimento —añadió él con pesar—; pero sabes, creo que de todos nosotros son ellos quienes logran con mayor facilidad la felicidad; de seguro porque saben lo muy efímeras y delicadas que son sus vidas. Todo para ellos es interesante y lleno de emoción, por lo que sufren y aman de esa manera intensa y total que nosotros no comprendemos, porque nuestras emociones se atemperan con el tiempo. Mi madre solía decir a menudo que los humanos eran como las estrellas fugaces: hermosos, llenos de deseos y brillando intensamente hasta el momento de su muerte, convirtiendo así su recuerdo en algo inolvidable. A veces pienso que si hubiese podido elegir, habría preferido ser solo un humano normal. A lo mejor de ese modo habría sido más feliz de lo que soy ahora.

Sintiéndose miserablemente culpable debido aquel arrebato de autoconmiseración, Kise ocultó el rostro entre sus piernas flexionadas. No tenía ningún derecho a cargar a Kuroko con más preocupaciones de las que este ya tenía, pero allí estaba él, se regañó, lamentándose por algo que no podía cambiar por más que lo deseara.

Al notar el ligero roce de una mano acariciando su cabello con cariño, Kise se tensó un instante; sin embargo, cuando el gesto se volvió pausado y reconfortante, él no pudo más que dejar que algunas traiciones lágrimas escaparan de sus ojos.

—En verdad lamento no poder cumplir tu deseo, Kise-kun —oyó decir a Kuroko con voz compungida—, pero intentaré hacer lo posible para que puedas tener una vida feliz cuando todo esto finalmente se solucione.

Ansioso por disculparse y decirle a su amigo que no debía preocuparse por aquella tontería, él alzó el rostro para verle; no obstante, el repentino sonido de pasos corriendo por el corredor fue seguido por la puerta de la enfermería abriéndose de golpe, así como por una serie de gritos, maldiciones y gruñidos indistinguibles que provenían desde la misma dirección.

—¡Ki-chan! —gritó la chica que acababa de entrar en la habitación, corriendo en su dirección con la rosa y larga cabellera flotando tras ella y su celeste vestido veraniego agitando su amplia y corta falda entre sus piernas.

—¡¿Momoicchi?! —gritó Kise, abriendo los ojos con espanto cuando esta le echó los brazos al cuello, dejando caer todo el peso de su curvilíneo cuerpo sobre el de él—. ¿Qué… qué…? ¡Pero…! ¡Pero sí tú deberías estar muerta!

Apartándose con expresión compungida, Momoi Satsuki, la antigua miembro de su clan, frunció sus delgadas cejas y le dedicó una implorante mirada teñida de rosa.

—Sí, debería estarlo, pero por favor olvídalo de momento, Ki-chan. Prometo que luego te lo explicaré todo. Ahora necesito tu ayuda, ¡es un terrible problema! —insistió la joven vampira, mirando una vez más hacia el corredor cuando una nueva ronda de maldiciones dio inicio. Aun así, en cuanto los ojos de esta se posaron en Kuroko, que la miraba a su vez sin un mínimo rastro de sorpresa, un carmín muy pálido tiñó las blancas mejillas de la muchacha—. Kuroko-kun.

—Momoi-san —respondió este con una ligera inclinación de cabeza—. Es bueno saber que te encuentras bien.

—Yo… sí. Gracias a ti —respondió esta, luciendo tan incómoda como avergonzada; sin embargo, al oír una nueva retahíla de gritos y gruñidos, el nerviosismo de Momoi aumentó y volvió a sujetar su brazo sin piedad, haciendo que él soltara un ligero siseo a causa del dolor.

—¡Momoicchi, cuidado! Recuerda que soy delicado.

—¡Ki-chan, ayúdame! Dai-chan está peleando con uno de tus amigos, el chico lobo, creo. Y Riko ya le advirtió hace algunos días que si volvía a meterse en problemas con los otros residentes tendría que irse de aquí —imploró esta con los ojos llorosos—. ¡Por favor, ayúdame a separarlos! ¡No puedo permitir que echen a Dai-chan!

Nada más su cerebro captó las palabras «uno de tus amigos» y «pelea», Kise supo de inmediato quien era el idiota irresponsable que estaba causando ese desastre cuando ni siquiera habían sido formalmente aceptados en ese lugar. Por supuesto que todavía se sentía confundido al ver a Momoi frente a él, sobre todo porque esta debería haber muerto hacía más de un año atrás, ejecutada por orden de Akashi que la acusó de traición al clan; no obstante, tal como ella le había dicho, no había tiempo para exigir explicaciones en ese momento. Ya podría hacerlo más tarde, si es que los encargados de aquel sitio aún les permitían quedarse, claro.

Aun así, y a pesar de su determinación, nada más ponerse de pie, Kise vio como Kuroko se levantaba de la cama a toda prisa y, sin calzarse siquiera, echó a correr hacia el corredor como si su vida dependiera de ello.

Al contemplar como aquel posible desastre parecía alcanzar proporciones cada vez mayores, él no pudo más que pensar en que mataría a Kagami Taiga en cuanto tuviese la menor oportunidad de ponerle las manos encima.


Sintiendo que el corazón estaba a punto de salírsele del pecho debido a la velocidad con que este retumbaba, Kuroko salió a toda prisa rumbo al corredor, notando la respiración pesada y sintiendo como si tuviese fuego corriendo por sus venas en lugar de sangre.

Todavía se encontraba bastante fatigado tras todo lo vivido horas antes, y eso sin contar que el amanecer estaba cada vez más cerca por lo que inevitablemente sus fuerzas y energía se agotaban a pasos agigantados; sin embargo, luego de oír como Momoi hacía referencia a aquella pelea, Kuroko no pudo tan solo quedarse quieto. Algo dentro de él, posesión probablemente, lo instaba a salir en ayuda de Kagami, fuera como fuese.

No tuvo que correr mucho para encontrarlos, ya que ambos chicos se hallaban tumbados en el piso a mitad del pasillo, gruñéndose, insultándose y golpeándose mutuamente cada vez que se les daba la oportunidad.

A pesar de la tenue luz que alumbraba el lugar, él pudo distinguir con facilidad el rojizo cabello de Kagami y la negra camiseta de manga larga que este llevaba, así como su expresión llena de rabia dirigida hacia su oponente. Por otro lado, el cabello del otro chico era de un profundo azul oscuro y lo llevaba muy corto, pero fue su piel increíblemente morena la que le dejó claro que aquel era el amigo lobo de Momoi, Aomine Daiki, con quien Kuroko se había encontrado un par de veces en el pasado y al que ayudó para liberar a la chica vampira de su sentencia de ejecución.

—¡Basta! —soltó él en cuanto llegó junto a los dos chicos, desesperado por encontrar el momento oportuno para intervenir entre ambos e intentar separarlos, a pesar de que dada su condición, y el evidente enfado de estos, no se sentía lo bastante fuerte para lograrlo—. ¡Kagami-kun, Aomine-kun, basta! —volvió a repetir, pero no obtuvo el más mínimo efecto en ellos, quizá porque ambos chicos estaban demasiado enfrascados en su ridícula pelea y ni siquiera eran capaces de escucharlo.

Desesperado, Kuroko se acercó a ellos e intentó sujetar del brazo a Kagami, dispuesto a sacarlo de allí aunque fuese a la fuerza; sin embargo, la mala suerte quiso que en ese preciso momento Aomine lanzara un puñetazo al rostro del otro, el cual Kagami esquivó con habilidad, pero que alcanzó a darle de lleno a él, lanzándolo de espaldas contra el duro suelo y haciendo que la sangre brotara de sus labios donde los colmillos se habían enterrado debido al impacto.

Rabia, frustración, fueron los primeros sentimientos que Kuroko sintió explotar dentro de él, por lo que poniéndose de pie con un movimiento lánguido y fluido, miró a ambos cambiantes notándose arder por dentro.

—He dicho que basta —repitió, sin alzar siquiera la voz y sintiendo como una corriente extraña lo recorría casi al mismo tiempo que Kagami y Aomine se estampaban contra las paredes opuestas a cada lado del corredor, gimiendo de dolor a causa del golpe y mirando en su dirección, aterrados.

Fue apenas un segundo lo que Kuroko tardó en comprender lo que acababa de hacer, una repetición escasamente un poco más controlada del desastre que había provocado en el motel hacía no mucho. Se sintió avergonzado por su arrebato, pero con rapidez escondió aquella emoción tras una máscara de imperturbabilidad. Probablemente aquel no había sido el mejor método para separar a ese par de idiotas, pero sus intenciones sí eran las correctas, por lo que no debía dejarse intimidar por su poder, aunque en el fondo sí lo hiciera un poco.

—Les dije que debían detenerse —volvió a recordarles en el preciso momento en que un jadeante Kise y una llorosa Momoi llegaban a su lado; sin embargo, antes de que los otros pudieran decir nada respecto a lo ocurrido, una serie de aplausos se oyeron en el corredor y todos ellos se volvieron a mirar a quien pertenecían.

—Vaya, eso sí que ha sido interesante —les dijo una esbelta chica ataviada con una blanca falda y verde camiseta de tirantes, cuyo corto cabello castaño estaba sujeto con un par de pasadores para despejar su rostro de ojos vivaces y rasgos delicados e inteligentes—. Así que Takao tenía razón cuando dijo que eras un sangre pura. Creí que él estaba equivocado y debía ser un error, pero es evidente que eres increíblemente poderoso, Kuroko Tetsuya-kun.

—Yo… bueno… —comenzó él, sin saber bien que debía decir en ese tipo de situación, pero Kise de inmediato se colocó un par de pasos frente suyo y encaró a la joven mujer.

—¿Y tú eres…? —preguntó su amigo con voz sedosamente venenosa, sin inmutarse lo más mínimo ante los dos altos chicos que acompañaban a la recién llegada y se posicionaban a cada lado de esta: un fornido muchacho de castaño cabello y expresión afable, y otro moreno, un poco más bajo que el primero, y cuyos ojos verdes se entrecerraban peligrosamente tras las gafas que llevaba, observándolos con evidente recelo.

—Aida Riko. Encantada de conocerte, Kise Ryôta-kun —le dijo a su amigo con una sonrisa dibujada en los labios y tendiendo una mano en su dirección, la cual Kise miró lleno de confusión pero solo pudo aceptar.

Nada más sostenerla, los dorados ojos de este se abrieron con total sorpresa.

—Tú eres… ¿humana? ¿Solo humana? —inquirió Kise sin creérselo, haciendo que tanto él mismo como Kagami azuzaran sus sentido en dirección de esta para captar su esencia, corroborando que el otro vampiro tenía razón—. Eres la líder de este clan, manada o lo que sea, ¿y eres humana?

—¡Por supuesto! —respondió la chica posando ambas manos en sus delgadas caderas y sonriéndoles aún más—. Y también soy la encargada y dueña de este lugar. Sean bienvenidos, muchachos, a la granja agrícola Seirin.


Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero que el capítulo resultase de su agrado y valiera la pena el tiempo invertido en él.

Lo siguiente, es desear que todos se encuentren bien en estos tiempos complicados y que la pandemia no les haya golpeado tan fuerte, en ninguno de los sentidos que esta lo está haciendo. Así que mis mejores deseos en ese aspecto para ustedes.

Por lo demás, esta vez la demora fue de un poquito más de dos meses desde la última actualización, mucho tiempo aún pero menos que otras ocasiones, así que confío en que el siguiente capítulo no esté tan tarde. Además, Kuroko y compañía finalmente han llegado a su destino, por lo que tras la siguiente actualización, las cosas comenzarán a cambiar un poco para ellos y tomar otro rumbo dentro de la historia.

Con eso, ya solo me queda esperar que el capítulo les gustase tanto como a mí el escribirlo y que la incorporación de los nuevos personajes resultase de su agrado.

Para quienes leen otras de mis historias, aviso que la actualización de la siguiente semana será para In Focus y Zodiaco, ambas del fandom de SnK.

Una vez más agradezco a todos quienes leen, comentan, envían mp´s, votan y añaden a sus listas, marcadores, favoritos y alertas. Siempre son la llamita que mantiene encendida la hoguera.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes y los suyos en estos tiempos difíciles.

Tessa.