Iván estaba preocupado, conforme se acercaba a su departamento, su cuerpo había comenzado a actuar muy raro. Su corazón latía sin control alguno mientras sus palmas sudaban sin motivo. Una extraña sensación se había instalado en su estómago y respiraba entrecortadamente. Todo por la simple idea de volver a ver a la americana.
-¡¿Qué rayos me está pasando?!-se preguntó el eslavo mirando su reflejo en el espejo retrovisor. Sus ojos violetas mostraban una emoción que nunca había visto. Tenía miedo y al mismo tiempo parecía que estaba sudando adrenalina. Un tenue sonrojo había aparecido en sus mejillas y comenzaba a sentirse acalorado conforme más se acercaba a su departamento- Estoy enfermo, definitivamente esa chica va a matarme antes de que yo lo haga…
Una vez frente a su edificio, su corazón pareció acelerarse aún más, al borde del colapso. El euroasiático llevó una mano a su pecho y notó como ese órgano latía con violencia contra sus costillas. Comenzó a subir las escaleras y cada paso aumentaba los síntomas de su enfermedad. ¿Cómo era posible que esa chica le hubiera hecho tanto daño en tan solo un par de días?
Sacó las llaves de su bolsillo y trató de meterlas en la cerradura pero sus manos temblaban de la emoción de verla una vez más, con sus resplandecientes sonrisas y sus brillantes ojos azules como el cielo.
-Ya llegué…-anunció con voz temblorosa antes de escuchar un chillido muy familiar. Un par de pasos acompañados de un suave golpeteo se acercaron a él rápidamente y antes de que pudiera darse cuenta, estaba siendo abrazado por una chica con grandes pechos- ¡¿Yekaterina?! ¡¿Qué haces aquí?!
-¡Vanya, querido!- la ucraniana cubrió de besos las mejillas de su hermano menor que no pudo evitar sonrojarse aún más al escuchar una suave risa que provenía de la sala- ¿Cómo has estado? Estaba paseando por la zona y decidí visitarte, y me encontré con Avril. ¡Es adorable!
Iván observó sorprendido cómo su hermana mayor lo soltaba para correr y abrazar a la americana que se encontraba sentada en el sillón de la sala con un pequeño álbum de fotos en las manos. Yekaterina tomó las mejillas de la adolescente y las estrujó antes de besar su frente de manera maternal.
-Oh Iván, no me dijiste que tu hermana era tan genial-saludó la rubia de ojos azules con una de sus sonrisas resplandecientes. La escena era tan hogareña que le causó una extraña nostalgia al mercenario ruso- Y me mostró fotos tuyas de pequeño…-en ese momento un escalofrío recorrió al más alto.
-¡Yekaterina!- el joven de ojos violetas se sonrojó violentamente al notar que la estadounidense tenía una foto suya en las manos. La vergüenza escaló por su espalda y el pobre ruso no pudo evitar huir a la cocina con el pretexto de buscar algo de comer.
-Oh Vanya…-la mayor conocía a su hermanito como la palma de su mano y pudo notar lo avergonzado que estaba-espera aquí, Avril…- la ucraniana siguió al menor a la cocina donde lo vio doblando una cuchara entre sus manos- Querido… no sabía que te ibas a poner así, pero pensé que sería lindo que tu novia viera el álbum familiar…
-No es mi novia-respondió el ruso dejando la cuchara como un simple cacharro inservible. La mano de su hermana recorría su cabello en un intento por calmarlo. - ¿Qué acaso no te dijo que me contrataron para matarla?- la mano ajena detuvo su movimiento y la rubia retrocedió al tiempo que palidecía.
-Sí me lo dijo, pero creí que estaba bromeando…-comentó Yekaterina y bajó la mirada, preocupada- Querido, sabes lo que pienso de tu empleo y definitivamente no veo una razón válida para que mates a esa chica…
-Pero debo hacerlo y lo haré…-el tono del menor era firme y provocó que los ojos de su hermana se llenaran de lágrimas pues ella sabía que cuando Iván se ponía serio, no había nada en el mundo que lo hiciera cambiar.
-Hey!-la estadounidense los llamó cuando se asomó por la puerta de la cocina, la adolescente era incapaz de mantener su nariz lejos de los asuntos ajenos- Kat, no tienes que preocuparte en verdad, yo sé lo que va a pasar y voy aprovechar mi vida hasta que llegue ese momento- la ucraniana no pudo evitar soltarse a llorar y se lanzó a los brazos de la menor- Calma, ya pasó… ahora, vamos a preparar algo rico, okay?
Un nuevo y extraño sentimiento se alojó en el pecho del mercenario ruso cuando vio esa escena. Él tenía el hábito de consolar a su hermana pues desde que tenía memoria, ella siempre estaba llorando, y no era para menos porque la mayor había visto cómo la mafia italiana mató a sus padres a la edad de 6 años, y eso te marca para siempre.
Pero ahora no era él el que consolaba a Yekaterina, era esa jodida americana que parecía estar poniendo su mundo de cabeza de todas las formas posibles. No solo lograba levantarle el ánimo cuando parecía imposible, sino que además lo apoyaba en su entorno familiar sin esperar nada a cambio. Podía verla ahí, secando las lágrimas de su querida hermana y haciéndola reír con chistes tontos mientras la invitaba a preparar un estofado de carne.
-Okay, en lo que cortas la carne, yo lavaré los vegetales-anunció Avril y la ucraniana asintió. La adolescente tomó algunas zanahorias y papas para comenzar a lavarlas. Fue en ese momento que sintió unos enormes brazos alrededor de su cintura- ¿Iván? ¿Qué ocurre?
El ruso no sabía que pasaba, su cuerpo se había movido solo y sin su permiso. Lo único que deseaba era recibir un poco del cariño que emanaba la rubia hacia su hermana y por eso había decidido abrazarla. El sentir ese pequeño cuerpo cálido entre sus brazos le causaba muchas emociones, parecía que iba a explotar de tantos sentimientos por lo que no dijo nada y se limitó a seguir estrechándola entre sus brazos.
Al no recibir respuesta a su pregunta, la estadounidense decidió seguir lavando los vegetales como si no pasara nada, como si su corazón no estuviera latiendo a mil por hora al estar entre los brazos ajenos, como si sus mejillas no ardieran al ver de reojo la sonrisa emocionada de la ucraniana, como si no sintiera mariposas en el estómago.
La tarde transcurrió con un extraño toque hogareño y familiar, casi parecía que el mundo exterior había desaparecido, que los problemas en los que Iván estaba metido hasta el cuello no existieran, como si los padres de Avril solo hubieran salido de vacaciones, como si todo fuera feliz.
-Avril, querida, espero volver a verte pronto-se despidió Yekaterina con una amplia sonrisa, aunque conteniendo el llanto mientras la abrazaba con cariño- por favor cuídate mucho y cuida a Vanya…
-Claro que sí, soy su heroína-la adolescente le dedicó una resplandeciente sonrisa que la mayor no pudo evitar corresponder- No te preocupes, él está a salvo a mi lado…- el ruso no pudo evitar poner los ojos en blanco ante esa frase.
-Vanya, querido, cuídate muchísimo, por favor- dijo la rubia antes de ponerse de puntitas para abrazar a su hermanito. Entonces no dudó en susurrarle al oído algo que había estado pensando todo el día- Por favor, haz lo que sea necesario pero no la mates… te lo suplico…
-Haré lo que pueda…-respondió el eslavo al separarse de su hermana que se fue con una débil sonrisa, no sin antes darle un beso en la mejilla al menor. Ambos la vieron partir antes de regresar al departamento.
-Eso fue muy divertido, espero que podamos hacerlo otra vez antes de que me mates-comentó la chica mientras terminaba de recoger la cocina. El ruso la siguió con la mirada mientras pensaba en cómo ella había logrado crear una atmosfera tan perfecta y hogareña, algo que él realmente extrañaba.
Con los sentimientos desbordándose sin control en su interior, no pudo aguantar más y la abrazó nuevamente. Los ojos azules de la adolescente se abrieron de par en par al verse de nuevo entre los brazos del ruso que la miraba intensamente. Un suave sonrojo tiñó las mejillas de la estadounidense que desvió la mirada cuando de pronto sintió unos labios sobre los suyos.
Iván no sabía que estaba haciendo, realmente parecía que su cuerpo se movía solo, o tal vez no quería aceptar que llevaba mucho tiempo deseando besarla. El primer contacto fue intenso, los labios de la menor eran cálidos y suaves. Sus miradas chocaron por un momento, ambos se veían sorprendidos por tal acto pero no se separaron. La rubia dejó escapar un suspiro antes de cerrar los ojos mientras el ruso la acorralaba contra la pared más cercana.
Justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe y entraron 4 hombres armados que les apuntaron con sus armas. Iván rápidamente atacó a dos con sus dagas mientras Avril se encargaba de golpear al tercero, comenzaron a oírse algunos disparos mientras el caos cundía en el departamento. La rubia trataba de golpear al mafioso más cercano cuando de pronto sintió un piquete en el cuello.
-¡Avril!-exclamó el ruso horrorizado al ver como la chica comenzaba a palidecer hasta desmayarse. Inmediatamente, uno de los hombres de traje la cargó para sacarla del departamento mientras los otros tres se encargaban de entretener al mercenario eslavo. El más alto comenzó a golpear a sus contrincantes con desesperación, buscando salir cuanto antes para rescatar a la chica.
A pesar de que logró matar a uno y dejar inconsciente a otro, el tercero le disparó en una pierna antes de salir corriendo mientras cargaba a su compañero inconsciente. El ruso trató de seguirlos pero el dolor en la pierna y el resto del cuerpo lo hizo correr más lento, para cuando llegó a la calle, se habían ido.
-¡Avril!-gritó Iván furioso antes de subir a su automóvil. Sabía quiénes eran y los iba a encontrar pues era un secreto a voces en la ciudad, todos sabían dónde se encontraba la mansión Vargas, la sede de la mafia italiana en la ciudad, la Cosa Nostra.
Avril despertó con un dolor de cabeza horrible, se sentía cansada y adormilada pero aún así logró abrir lentamente los ojos. Se encontraba atada a una silla en una habitación en penumbra. Miró a su alrededor, desconcertada antes de escuchar unos pasos que se acercaban.
-Ciao… soy Feliciano Vargas-la saludó el recién llegado. Un chico de cabello castaño, sonrisa amable y ojos alegres que extrañamente no combinaban con la metralleta que traía en la mano- Soy el segundo al mando de la Cosa Nostra…
Gracias por leer y espero que les haya gustado.
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