Colmillos afilándose


Prompt #79. Stay with me. Tabla She gets revenge.


- Guren, Crowley, cárceles o jaulas -


Guess it's true
I'm not good at a one night stand
But I still need love 'cause I'm just a man
These nights never seem to go to plan

I don't want you to leave
Will you hold my hand

Oh, won't you stay with me
'Cause you're all I need
This ain't love, it's clear to see
But darling, stay with me

Sam Smith


Guren culminó en ella. Salió y se apartó con asco. Dejó que Shinoa cayera al suelo de rodillas, como si rezara.

—La próxima vez será con una jeringa. Pero tienes que comportarte.

Shinoa veía borroso. Alzó la vista a los gabinetes. Había algo allí, llamándola. Varias cosas, en realidad.

Cuentos sin contar en archivos oscurecidos. Pedazos de ese mundo alternativo y cruel.

Qué era ser libre con Guren Ichinose. Para variar, no era libertad en absoluto.

—Yo ya tuve un hijo.

Dolores de parto, sí. Cuchillos, bisturies cegando la labor humana.

Porque Shinoa ya no era tal cosa.

—Lo perdiste.

—Era de él.

—Una anomalía.

—Me obligaste a parir ya.

Guren se carcajeó.

—No parece que te molestara abrir las piernas.

Shinoa trató de levantarse. Le dolía la cabeza. Algo se separaba en su interior. Y gruñía. Con sus colmillos afilándose.

—No parece que pueda elegir en estas circunstancias.

—Te ofrecí el exilio. Pudiste tomarlo.

—Estaba embarazada. ¿A dónde iba a ir?

—Al Infierno.

—Mi hermana ya estuvo ahi. No parece mejor que esto.

Una de las criaturas en el fondo de los frascos era una cría de zorro. Estaba justamente al lado de...

—Abortaste, de todos modos.

—Fue un accidente. Esa vez. Me induciste el parto demasiado temprano.

—Los hijos de medios vampiros...

—Casi me matas, Guren. Por segunda, tercera vez. No te importa en absoluto. Tomaste el bebé...

—¡No puedes llamarlo "bebé"!

—Lo obligaste a nacer.

—Era una pieza para disección. Gracias a ese sacrificio, con tus células madres, se están haciendo grandes avances para exterminar a los vampiros y recuperar el mundo.

—Ni siquiera te importaba si nacía o no. Era una cosa en tu mesa de operaciones. Como yo. Y Yu...

—Yu estaría en plena salud, si no hubieras sido una niña malcriada y suicida. Te di un maldito escuadrón y los mataron a todos por tus pésimas decisiones.

—Yu era nuestro vinculo de sangre. Como no se volvió inmortal, tampoco nosotros.

—Ya no importa. Tu cuerpo aún es apto. Extraeremos nuevas muestras.

—Me violarás otra vez. Quedaré embarazada. Destrozarás a la criatura en mi interior y te apropiarás de sus pedazos para estudiarlos. Me humillarás hasta que muera y puede que después también. Acabaré en una pipeta. Como Yu. Kimizuki, Mitsu. Yoichi, Shinya.

—No entiendes nada. Esto es por una causa que te supera.

—Y que probablemente te favorece, Guren. Jamás has pensado en nadie excepto en ti.

—Ódiame, entonces. Estás débil para matarme, debiste hacerlo cuando tuviste oportunidad.

Shinoa cerró los ojos. Aquello siguió rugiendo en su interior, hinchando sus venas con sangre negra.

El zorro en formol bostezó, silencioso entre el líquido. Suspiró y dijo su nombre con insistencia. Había algo más en los frascos. Uno con una fecha...

Estaba en posición fetal, una leve pelusa rubia le cubría la cabeza y Shinoa sabía que los colmillos afilados le habían perforado los labios antes de que naciera.

—Nunca es tarde para repetir lo que es bueno.


Sangre y dolor. Pero no de ella. Shinoa despertó con el grito en la garganta y una sonrisa en los labios. Sudaba frío. Se carcajeó y lloró. Respiró hondo, tratando de situar en dónde estaba.

La cama de satén, el camisón de seda.

Perfume a flores muertas.

Se tocó el cuello con horror y encontró los viejos puntos sobre su yugular. También vislumbró la joya rojiza brillando a la luz de la luna llena en su dedo.

Shinoa se abrazó las rodillas.

Crowley-Guren.

Ciertas voces la alcanzaron en la habitación. Las conocía perfectamente. Solo tenía que atravesar los pasillos, seguir las alfombras con ribetes dorados, arrastrar los pies delcazos por la sala principal que conocía de sobra.

Shinoa sacó del armario un abrigo de piel gruesa y suave. No lo estudió mucho, olía a naftalina. Tal vez había pertenecido a otra vaca sagrada. Abrazó la piel, se estremeció y siguió las voces que conocía perfectamente. Como sonámbula, llegó a rozarse el vientre. Estaba vacío pero resentido. Shinoa se estremeció.

—Es adorable. Te felicito, Crowley. Pudiste ser padre luego de tantos siglos en los que solo engendraste con los dientes. No negaré que te envidio un poco.

—Es solo que los prefieres jóvenes, Férid.

—¿Y tú no?

Sheila tenía edad para casarse. En mis tiempos, supongo.

—Hace varios mundos destruídos.

Un llanto de bebé. O quizás era una risa. Shinoa no quiso distinguirlos. Se concentró en las voces que conocía. En el odio que le despertaban.

Algo visceral que parecía no tener fin.

—Tenemos derecho a disfrutar y relajarnos, Férid. No podemos vivir en la batalla. Aunque yo ya quisiera. Estar aquí con esta niña.

—Casi le robaría una pequeña mordida.

—No puedes. Ayer sucumbí. Es muy joven aún. Duerme mucho, no se despertaba. No tienen mucha sangre cuando son tan pequeños.

—Nunca pensé que te escucharía decir esto. Esa chica que te ha cambiado.

—Sheila es una vaca. Sagrada. Su cría también lo es.

—¿Solo para tus colmillos?

—Y tal vez para los de la madre.

—¿Ya la has...?

—Pronto. El nacimiento fue difícil. Tuve que cortar, romper huesos. Ella gritó, fue muy doloroso. Sheila ha estado muy consentida y ya no recuerda lo que es el sufrimiento.

—¿Y Yuichiro?

—¿El monstruo?

—El dragón. Guren Ichinose depositó toda su confianza en él.

—Una pésima elección si me preguntas. Lo vimos descender. Nos escondimos después. Te dábamos por...cenizas o peor.

—Es bueno ver que expresas preocupación.

—No es como si pudiéramos cambiar nada.

—Me liberé por mí mismo, de hecho.

—No esperaba menos.

—Y ahora...¿Puedo probar?

Las lágrimas tibias corrieron por los ojos de Shinoa, quien caminó hacia ellos, bajando las escaleras. El llanto del bebé la estremecía más que el frío de la estación.

Afuera nevaba. Se estaba cumpliendo un año desde el intento de escape fallido.

Sus venas se hincharon.

Había un rastro de pequeñas gotas de sangre por la alfombra.

Nunca pensó que vería a Crowley sosteniendo un bulto en sus manos. Sonriendo.

Shinoa no pudo posar los ojos en él. Su marido capturó su atención cuando abrió la boca y se precipitó hacia él, rugiendo.

Gritando.

Aullando.

Crowley reía, el bebé aún lloraba. Tal vez Férid, a un lado, sentado aún en un sillón con las piernas cruzadas, hizo un comentario irónico.

El abrigo de zorro se apretó contra la piel de Shinoa como un abrazo.


Prompt #80. Mad about you. Tabla She gets revenge.


- Yu, Mika, los zorros de invierno -


Feel the vibe,
Feel the terror,
Feel the pain,
It's driving me insane.

I can't fake,
For God's sake why am I driving in the wrong lane
Trouble is my middle name.

But in the end I'm not too bad
Can someone tell me if it's wrong to be so mad about you
Mad about you,
Mad!

Hooverphonic


Aún seguía mordiendo frenéticamente a Crowley cuando despertó de nuevo. Un laberinto que tragó otro laberinto.

Un dragón adentro de otro.

Igualmente dormido o muerto.

Veía borroso, estaba a oscuras aún. La adrenalina le duraba, sumada a la confusión. Se contó en voz alta una historia parecida como un sueño reciente.

Que no lo era.

—...Pero la buena campeona Ethelred pasó la prueba, y se quedó muy furiosa y sorprendida al no percibir señales del buen demonio y encontrar, en cambio, un dragón prodigioso, cubierto de escamas verdes, con lenguas de dorado, desmayado en su guardia delante de un palacio de cadáveres con suelo de sangre; y del muro colgaba un escudo de hueso pulido con esta leyenda...

Shinoa se puso de pie, emocionada. No daba crédito a la ubicación: muebles forrados en cuero y satén rojo, el escudo y las alianzas europeas de los Ichinose, espadas en vitrinas (una conocida...) y fotografías en el escritorio donde ella, evidentemente, se había quedado dormida.

—"Quien salga de aquí conquistador será; Quien domestique al dragón el reino ganará".

Tomó uno de los marcos portables. No pudo evitar notar los guantes que llevaba puestos. Las insignias Hiragi en ellos. Igualmente en su cuello, sobre su pecho. Llevaba un uniforme condecorado. Y sobrecargado.

En la fotografía pudo apreciarse sonriendo con aire de triunfo. Algo que hasta entonces, sobre todo, había fingido o producido en base a malentendidos. Shinoa casi nunca tuvo nada que no viniera por manipulaciones o acomodo por una herencia detestable. Su mayor logro fue huir de Guren.

Y eso la llevó hacia Crowley.

...Más allá de la sonrisa en la fotografía, Shinoa se vio estrechando la mano de Tenri Hiragi.

Ella. En la misma foto. Que su supuesto padre.

Épico.

El padre que había renegado de ella, al punto de no darle una sola entrevista que pudiera recordar. El padre que mandó a matar a su hermana mayor, que la había criado, a falta de madre. Y de algo más que un donante de esperma, con su rol de magnánimo patriarca ausente.

El padre al que Guren y Kureto habían...

No, no en ese mundo.

Los recuerdos se formaron en una nebulosa que giraba con brusquedad. Unas gotas de sangre salieron de la nariz de Shinoa, que reía, mareada.

Shinoa Hiragi. Traidora de los traidores. Había destapado la rebelión junto a sus fieles camaradas. Se rehusó a seguir las órdenes de Guren, fue puesta en prisión y sacada por su padre, junto a quien urdió esos planes terribles, que desencadenaron en la ejecución del Coronel. Y del Teniente Kureto. Su hermano.

Era cómico. En menos de un año, le dieron el rango de Kureto. Se sentaba en la gran mesa directiva con los jefes de las familias más influyentes.

Guardaba silencio. Aguantaba la risa. Luchaba por no dormirse. Pero estaba ahí. Con lo joven que era.

Guren y Kureto fueron ahorcados a una usanza casi medieval. Shinoa no había llorado en la ceremonia.

El que casi se descompensó fue...

—Shinoa, ¿qué haces? Te he esperado en la cama toda la noche. Prometiste venir en media hora. El bebé se despertó.

El llanto de un nuevo infante. Yu apretaba un bulto envuelto en una manta blanca, con los bordados lunares de la familia en lavanda.

Yu, una leve barba cubriéndole hasta el mentón. Una constitución algo más abultada. Seguía siendo joven. Dos años después.

...Shinoa había estado. Presa de todos modos. En...

—Dios. Eres todo un amo de casa, ¿verdad? —sonrió ella, tratando de controlar lo azorada que estaba.

Y ligeramente horrorizada.

—Hago lo que es necesario. Pero...prometiste estar con nosotros, Shinoa. No puedo hacer las cosas solo. No todo.

—Yo...

—Sé lo que piensas. Pero estoy decidido.

Yu avanzó hacia ella. Shinoa imaginó esa vida. Un matrimonio más o menos forzado con alguien de su preferencia.

Un niño de una violación, si es que así puede llamarse a lo que una se deja hacer en pleno desespero.

Shinoa no quería verlo. Una oleada de asco y rechazo la recorrió. Pero Yu parecía comprender o se desenvolvió como si lo hiciera en su ignorancia. Sostuvo el bulto contra su pecho de manera alegre y se sentó junto a Shinoa.

—Nunca pensé que te vería en el lugar de Guren —comentó—. Te volviste muy fuerte. Aunque siempre lo fuiste.

Shinoa asintió, hundiendo la mirada en ausencia: el blanco de la manta bordada para el bebé. ¿Un regalo de Sayuri? No. Sayuri estaba muerta.

Ella nunca aprendió a bordar bien. Tampoco Mitsuba.

Y Mitsu había muerto también.

Shi le dijo algo. Mahiru otra cosa.

Yu le acarició la mejilla, el niño que ella no quería ver despertó, llorando. Yu se desabotonó el cuello de la chaqueta.

—Sé que todos piensan que tu bebé fue un error. Pero yo no creo eso. Gracias por darle una oportunidad.

—Yu...—Shinoa no podía reaccionar por el horror. Sus ojos se pusieron vidriosos, se le abrió la boca de labios temblorosos sin dejar escapar el grito que quería nacerle de la garganta.

—No se lo digas a Kimizuki. Él piensa que esto es estúpido e irresponsable. Pero yo no pude ayudar a Mika. Hace mucho. Ahora, al menos...

—¡Yu! ¡No!

—Voy a ayudar al hijo de ustedes.

Cuando acercó al pequeño a su cuello desnudo, la criatura se hincó inhumanamente, prendiéndose de la piel.

Como lo hubiera hecho su padre.

Las alarmas sonaron antes de que Shinoa pudiera aullar, la puerta se abrió con brusquedad, rompiendo la madera ancestral del orgullo Ichinose restaurado en el fin del mundo y Kimizuki Shino con un ojo morado entró en la habitación, seguido de varios soldados de la armada dispuestos a luchar.

Pero era tarde, pasó en un instante. Tal era la sed bestial.


Porque la sangre es vida (*), Shinoa.

Ella despertó alzando las manos en puños y gritando el nombre de Yu. La nieve caía. Su cabello estaba aún más largo que cuando dejó la casa de Crowley.

Shinoa se encontró arrodillada, sin aliento, frente a una tumba rústica. Varillas, ramas secas, atadas con piedras. Nombres garabateados con sangre y fuego. Pudo distinguir Kimizuki Shiho frente a ella. Borroso por la humedad.

—¿Shinoa?

Miró alrededor, desorientada por los nuevos recuerdos aflorando. Le sangraba la nariz copiosamente, se tocó la nuca.

Más sangre, un golpe reciente.

Una figura esfumada frente a ella.

Por un instante pensó que era Yu.

Quería que lo fuera.

(Ciertamente lo vio momentos antes en el suelo, desplomado, sosteniendo a un pequeño demonio que lo drenaba sin piedad ni consciencia).

Otro mundo.

Un millón de agujas en la ingle.

Probablemente.

¿O no?

Pero no era Yu quien la llamaba. Llevaba un niño en brazos, cubierto por una manta de tela dura como los uniformes para el sol de los vampiros. Sin duda improvisado.

El niño lloraba, desamparado y contra la piel fría que lo abrazaba.

El padre no había envejecido un día desde que probara a Shinoa.

—Mika...—pronunció con dificultad, como si el nombre estuviera impregnado de gélido veneno.

Y culpa.

(No tenía por qué sentirse así, ¿cierto? Se había defendido. En ese momento...Era su cabeza. O la de ella. Crowley, Mika, Guren, ninguna diferencia o solo nimias).

—No tienes vergüenza. ¡Madre desnaturalizada! ¿Tienes idea de lo que hiciste?

Veía borroso. Tenía las rodillas débiles. No podría correr. Aunque Mika cargara con...

Yu y yo hemos tenido que buscarte. Regresar por ti. ¡Qué clase de madre abandona así! Finge su muerte...

—Mika...

—Hice lo que pude por ti. Y por él.

—Mika...—Shinoa ya no sabía si lo llamaba o le advertía. Concentró como pudo el poder en su interior.

—¡Me obligaste a hacer algo terrible!

—¿Yo?

Era casi gracioso. De nuevo y de nuevo.

—Te lastimé...porque era necesario. ¡No busques hacerme sentir culpable!

—Me golpeaste.

—Quisiste huír. Una vez más.

—No he querido matarte. Aunque no sé por qué no quise.

—¡Tu hijo!

—Tu hijo, quizás. Me tuviste atada, igual que a Yu. El verdadero Yu. Hasta que llegó la noche.

—No sabía qué hacer. Una abominación semejante...—tampoco era una disculpa. Mika jamás la consideraría digna de algo así.

—No se suponía que naciera.

—¡Tenía que hacerlo! Para redimirte.

—Qué hiciste, Mika.

—¡Tenía que hacerlo!

—Me abriste igual que a un pedazo de carne. Como siempre.

—Yu tenía que...

—Me dejaste muerta. ¿O no?

Atrás de todas las cruces rudimentarias, una rezaba su nombre.

Pensé que lo estabas. Quería que lo estuvieras.

—No lo estaba. Pero con tal de no verlos de nuevo, lo habría estado.

El bebé rompió a llorar. Shinoa se obligó a no escucharlo. Mika trató de acunarlo. Pero su cercanía sin duda lo hería y molestaba más.

—No sabes lo que tuve que hacer. Sin ti. No pudiste alimentarlo. Así que busqué otras formas.

—Puedo imaginarlo.

—¡Resulta que no puede! Me lo dijo Guren Ichinose y luego yo lo maté. Quería a nuestro hijo para Dios sabe qué.

—Para matarlo. Porque aunque Guren sea un bastardo, sabe qué es lo que corresponde. No siempre lo hace. Pero lo sabe. No se excusa de ello, Mika.

—¡Calla! Los niños...necesitan una madre. Y...

—¿Leche?

...No, no iba a ser tan normal.

—No se parece tanto a los otros. Pero casi —susurró Mika, sombrío, para sí. Observaba el interior del bulto entre la manta, que no se movía.

—Sangre...

—¡Porque es vida!

—Mi sangre. Mi vida.

—Lo que cualquier madre daría por su hijo.

—No quería tenerlo. Me obligaste. Me ataste. Igual que Crowley.

—Salvé a tu hijo. Deberías agradecerlo.

—Pues no.

Estaba tranquila. No moriría sobre la tumba de Kimizuki Shiho. Y menos sobre la suya propia, desgarrada más atrás.

Era otro mundo absurdo.

Mika se abalanzó sobre ella antes de que sacara los colmillos.


Prompt #81. All die young. Tabla She gets revenge.


- Los colmillos -


I wanna grow old before I grow up
I wanna die with my chin up
And definitely maybe I will live to love

Definitely maybe I will live to love
Heart and soul
Never know
Heart and soul

I wanna shine before I show up
I wanna die with my chin up
And definitely maybe I will live to love

Smith Westerns


—Shinoa.

Sangre y más sangre. Ella usaba un vestido blanco y este se había machado a la mitad con rojo.

Shinoa se sujetó el vientre. Tanteó a oscuras por la habitación.

Mahiru encendió la luz. Tocando un interruptor.

—Ahí estás, hermana.

Las paredes de la habitación brillaban en su blancura. No pudo distinguirla. Podría haber sido uno de los cuartos simples pero reformados en el Cuartel General. Retrocediendo más, inclusive. También pudo tratarse de una habitación en la casa Hiragi que compartió con Mahiru antes de mudarse a un minúsculo apartamento más privado para ambas.

Mahiru no envejecía jamás, aún con su uniforme de adolescente. Había perdido el alma y la espada, sus ojos relucían diabólicamente. Pero frente a una cuna, era menos amenazante.

Tal vez así quería Shinoa que fuese.

Probablemente.

—Pero no estoy sola, ¿verdad?

Cerró los ojos. Estuvo tentada de chocar sus zapatos para volver a otra parte. Pero no sabía qué mundo era más real.

O justo.

—Lo estás. De hecho. Solo que conmigo. Como siempre lo estuviste.

Volvió a tocarse el vientre, antes de abrir los ojos. Lo encontró plano. Vacío.

No pudo evitar experimentar alivio.

—¿Ahora ya nunca tendré hijos?

Se limpió una lágrima, luego otra. Pero Mahiru se reía con energía.

Escuchó el llanto de un bebé. Pero este no la asustó. Ni le produjo asco.

Mahiru dirigió su mirada hacia la cuna, metió una mano en su interior, evidentemente calmando a un pequeño anónimo.

—¿No quieres hijos? Admito que los hombres en tu vida no son muy prometedores y te convendría más dedicarte a la política como Kureto, quizás...

—¿Podría? He hecho algo terrible. Terminé con una...

Carga. Terrible carga, que no querías ni debías llevar. Aún eres una niña.

—¿Yo? Tengo casi dieciocho años.

—Te lo he dicho antes, Shinoa. Tú eres mi bebé. Así que no puedes tener bebés.

—Eso no fue lo que dijiste...

—Bueno, tú eras distinta. Yo era distinta. Tenía que decirlo de otra manera pero es la misma idea.

—¿Puedo...?

—¿Ser madre? Si quieres. Algún día. Esta habitación estará abierta un tiempo más. Si deseas regresar. Amamantar al bebé en público.

Mahiru-Shi sonrió ampliamente, como solo lo hacía en los mejores sueños de Shinoa. Su hermana endemoniada se inclinó sobre la cuna y sacó al crío envuelto en una manta lavanda. Cubierto como estaba, lo meció y se sentó a abrazarlo diligentemente.

—¿Y dónde está?

—¿Qué cosa? ¿La cabeza de Guren? ¿O la de Crowley?

…No había ninguna diferencia a eso último. Pero Shinoa ignoró esos hechos.

—La trampa. Esto tiene que beneficiarte. Que yo tuviera un bebé...era un cliché. Un nuevo cuerpo para ti. ¿No lo hubieras preferido?

Shinoa no pensó que Mahiru pudiera sonreír más. Pero lo hizo. Mostrando todos sus colmillos. Que ahora eran muchos, como si su boca enrojecida fuese la de un tiburón.

—¿Parezco incómoda contigo?

Shinoa prefirió no contestar.

Echó un nuevo vistazo al cuarto. Al bebé cuyo rostro no deseaba ver. Evitó los ojos de Mahiru que se hundían en la oscuridad, riendo.

Se fue.

Un zorro merodeaba por los pasillos del cuarto.

Tuvo que atraparlo.


Nunca me dejaste —reconoció, cuando finalmente volvió en sí misma.

Shiho le acarició las manos. Ella estaba tendida sobre la camilla. El olor de la mirra le llenó las fosas nasales hasta hacerle dar arcadas.

Tenía el regusto amargo de la droga en la boca.

—Dije que no lo haría. Pero qué viajes. Tienes tantos problemas como yo.

La cantidad de sangre no se veía como suficiente para matar a nadie. Ella hubiera ayudado a limpiar pero los chicos no la dejaron. Yoichi parecía más alterado que Shinoa misma, como si fuese a desmayarse de un momento a otro. Shiho estaba malhumorado. Hablaba para sí mismo, Shinoa creyó escucharlo decir el nombre de Mitsuba pero se contuvo de llorar más.

No dolió tanto, no a fin de cuentas. No había sido un monstruo, ni siquiera un bulto llorando con colmillos afilándose. No pasaba de un coágulo.

Mahiru y Shikama Doji se burlaron de ella cuando ayudó a Shiho a que le pusiera el suero y se dejó dormir otra vez.

(Hubiera querido beber café pero Kureto le escatimó con eso).


Lo peor no fue tomar el camino correcto, el que ella quería, el que no causaba más victimas ni le daba culpa alguna.

No fue tampoco comprender que Guren saldría de la cámara subterránea tarde o temprano, como de una condena de libertad condicional. Ella estaría preparada.

O los discursos que se acostumbró a dar para sus compañeros de la armada. Impulsando las nuevas directivas de Kureto y llevando la insiginia de Guren en el pecho, como su esposa simbólica.

Lo peor fue que le permitieron ver a Yuichiro cuando se estabilizó. Las voces la llevaron casi volando pero se contuvo frente a él. Tenía las venas negras e hinchadas. Jadeaba como un animal de fauces abiertas y afiladas. Su cabello era largo, estaba renegrido y enmarañado. Tenía la piel con la textura del cuero levantado. Sus ojos relucían verdosos.

—Tú. ¡Quería verte! No me dejaban verte pero sabía que estabas aquí.

Él temblaba. Tiró de las gruesas correas que lo mantenían atado a la cama. Shinoa había recibido la orden de no acercarse a más de un metro. Tuvo que negociar el que le permitieran introducirse a la habitación. La verdad es que Yuichiro pedía verla. Desde que había recobrado la consciencia.

No recordaba ni su nombre. Pero los unía un vinculo biológico y primitivo. El de una especie de clán, fundado por accidente.

Shiho, Makoto Narumi y Yoichi los observaron desde el vidrio reforzado de un espejo falso. Shinoa se sentó junto a Yu, rompiendo las reglas. Acarició su mano. Él la miró con sorpresa.

—Me alegra que estés despierto.

—¿Me soltarán pronto?

—Quizás. Haré lo que pueda. Pero ya no puedes morder. Quemar. Ni tratar de salir volando.

—¡Pero tengo mucha energía!

—No son tiempos para energía. Ahora nos dedicamos más a la política.

—¿Y...los otros?

—¿Otros?

—¡Los siento! Te habían llevado al fondo de la tierra. Y...

—Oh. Ellos...

—Antes olías como ellos. Pensé que te habían hecho algo y me puse muy mal. Pero ahora...estás como te recuerdo. Me agradas así.

Shinoa se limpió una lágrima.

—Gracias.

—¿Me trajiste algo?

Shinoa asintió y le mostró el Dame Trist de Canning que Mahiru solía leerle. Makoto Narumi lo rescató de las cenizas de Shibuya y se lo ofreció al asentarse en la cede de Ikebukuro.

—Es una historia sobre un dragón.

—¿Un...dragón...?

—Es como un reptil grande, Yu.

—Ah. Si, sabía eso.

—¿Recuerdas cómo leer?

—La verdad no.

—Te enseñaré. De nuevo.

—Si...¿Cómo dijiste que me llamaba?

Yu era puro dientes, colmillos amarillos, cicatrices y nuevas heridas al sonreír. Sus ojos brillaron como carbones. Y Shinoa supo, secándose las lágrimas que no dejaban de traicionarla, que él nunca se recuperaría.


A veces no puede dormir por las noches. Así que se cuenta a sí misma la historia desde lo que es más o menos el principio, según variantes. Cuando no despierta y cree que aún está en la casa de Crowley. Bajo dictados de Mahiru-shi, tan sobreviviente como ella, trata de realizar su propio exorcismo en diarios prohibidos para su tranquilidad. No se supone que lo lea nadie, aparte del demonio que comparte cuerpo y experiencias con ella. Pero Shinoa lo escribe, con trazos largos y profundos, con tinta que le sobra de elaborar y firmar informes con el sello de Kureto.

Porque sus colmillos aún están afilándose y cuando piensa que han desaparecido, vuelven a herirle el mentón y los labios. Se esconden en su boca. Sonríen con ella. Esperan su momento.

Eso es Shinoa ahora. Y Mahiru se lo festeja. Le dice que la prefiere a Guren, que siempre lo ha hecho, en realidad.

Shinoa describe para sí lo que entiende de una historia propia con falencias, puertas abiertas y cerradas en infiernos interminables. Es lo que puede y quiere dar a luz. Es lo que está en su derecho y lo hace, aún endemoniada pero más o menos libre.

Los colmillos afilándose en secreto son como hojas que se apilan en cautiverio y tanto ellos como su narración le pertenecen, después de que le han arrebatado hasta el cuerpo para destrozarlo y reunificarlo con su cordura. Las letras se vuelven sangre. Y así ella puede beber de su pluma y esfuerzo.

Desde el principio: donde ellos nunca comen ni...


/ Fin /


(*) Cita de una antología de terror de Marion Crawford.


N/A: Ya hace tres años que empecé este fic, me alegra mucho haberlo terminado, lamento la tardanza.

Y desde Argentina, espero que sea ley, ya saben.

Gracias por quedarse leyendo, los que lo hayan hecho. Que haya sido de vuestro agrado.

Saludos.