Memories of a bunny

Capítulo 4

Venganza.

Eso era lo que se repetía una y otra vez en mi cabecita cuándo empecé a llevar a cabo mi plan maestro contra Asano Gakushuu.

Era por la mañana, bastante temprano. Los rayos de sol se colaban por aquel rectángulo de cristal en el que Karma se había marchado días antes, gracias a mis orejitas podía escuchar los cantos de los pájaros felices en sus nidos y mi desayunado había consistido en unas hojas de zanahoria bastante fresquitas.

Me encuentro solo en la habitación de mi dueño, pues hace horas que se ha marchado a hacer sus actividades de humano normal. Yo debería estar durmiendo, ya que estoy bastante cansado, pero mis pensamientos me lo impiden.

Dí una vuelta sobre mí mismo de forma perezosa para acurrucarme dentro de mi casita de madera mientras pensaba en los recientes acontecimientos, así como el plan que iba a llevar a cabo de manera sosegada y tranquila.

Todo lo sosegada y tranquilamente que mi orgullo herido me permitía.

Habían pasado tres noches desde la dolorosa y humillante revelación de mi nuevo nombre. Y fue ese momento en el que empezó todo. Tras ese suceso, tuve un oscuro y sombrío sentimiento. Ese tipo de sentimiento que todo animal de compañía tiene cuándo se da cuenta de que el nombre que le han asignado es estúpido y sin sentido. Ese sentimiento que yo siempre había evitado experimentar y cuyos portadores habían sido un blanco de miradas apenadas por mi parte.

Estoy seguro de que si mi antiguo compañero de penurias (aquel conejo anciano y gris que se esforzó en enseñarse algo sobre la vida) estuviera conmigo, me habría dicho que esto "forma parte de ser una mascota."

Cómo no. Para él, ser una mascota implicaba muchas cosas. Podía estar horas, incluso días, intentando explicármelas todas. Muchas de nuestras conversaciones se basaban en ello, aunque la mayoría de las veces estas podían variar a "¿Por qué no nos dan de comer en condiciones?", "¿Por qué la tienda huele tan mal a veces?" o "¿El dependiente habrá seducido ya a la chica de la floristería de en frente con sus rituales de apareamiento o ella ya está marcada por otro macho dominante?" Tal vez es por eso que yo no llegué a enterarme del todo de lo que mi amigo/padrastro me quería transmitir. Pero de todas formas, llegué a la conclusión de que ser una mascota a veces es simple, o no.

Cómo dije anteriormente, todavía no sé lo que significa ser verdaderamente una mascota. Por lo que espero que mi increíble intelecto y prodigiosa mente puedan entenderlo durante mi estadía aquí.

A pesar de eso, tal vez sea por mi incomprensión que el hecho de llamarme "Mr. Wasabi" me cabree de una manera monumental.

—"A lo mejor estoy comportándome como un cachorro." — Pensé.— "A lo mejor no es para tanto." — Pensé.

Eso fue lo que me dije a mí mismo mientras me acomodaba dentro de mi casita de madera, intentando dormir.

Claro, tenía que ser eso. Los humanos tienen una cultura y costumbres totalmente diferentes a la nuestra, tal vez no sea tan raro llamarme así. Sí. Puede que esté exagerando, puede que tenga que aprender un poco más sobre ellos y sobre lo que significa mi nombre. Marcharme de la tienda de animales también significa madurar y aceptar las cosas del mundo exterior.

Sí, todo estará bien. Era solo un nombre, no pasaba nada. Debía tranquilizarme.

Me acomodé una vez más bajando mis orejitas y me acomodé sobre mí mismo mientras cerraba los ojos. Debía relajarme, dormir y pensar. Sería lo mejor.

Sí.

Eso es.

Paz y tranquilidad.

Tranquilo y sosegado.

Con amor y cariño.

Zanahorias y pimientos.

Intenté pensar en cosas bonitas y positivas, pero después de unos segundos recordé que mi nombre era "Mr. Wasabi". Así que abrí los ojos de repente, me levanté furioso para salir corriendo de mi casita y pateé con fuerza mi cuenco de pipas y frutos secos.

¡¿Que me tranquilice?! ¡Y un rábano frito!

Las pipas quedaron derramadas por el suelo, mezclándose con las pocas hojas de periódico que había arrancado minutos antes, fruto de la rabia e intento de protesta. Luego me dirigí al cuenco de verduritas y fruta y empecé a cogerlas con los dientes para lanzarlas a la otra punta de la jaula.

¡Anarquía! ¡A las barricadas!

Osea, no pienso calmarme ¡No pienso actuar con tranquilidad! Hace tres días ¡Tres días! Que recibí la noticia de mi nuevo nombre. Y no me puedo creer que mi dueño sea tan estúpido como para no darse cuenta de lo disgustado que estoy con ello. Esta sería la octava vez que destrozo mi jaula a propósito estos días, todo con el motivo de que se dé cuenta de mi disconformidad hacia el tema. Me he comido los periódicos, escarbado en el suelo de la jaula, tirado la comida por los aires y a mi dios conejil pongo por testigo que volveré a volcar la casita a base de cabezazos. Juro que lo haré.

Enserio ¿Cómo es que no se da cuenta? Es él quién se ha encargado de volver a ordenar mi jaula esas ocho veces (nueve si contamos la que ocurrirá cuándo él vuelva a casa). Además de eso, creo que le he hecho entender que estoy enfadado con él. Muy enfadado. No he dejado que me toque, huyo de su mano, me escondo cuándo llega, intento patearle cada vez que mete la mano en mi territorio para limpiar y le he mordido un par de veces cuándo me ha dejado la comida ¿Qué más tengo que hacer para que vea que estoy furioso?

Y algunos se preguntarán: ¿Por qué estás tan enfadado?

Si tú te llamaras , seguro que también lo estarías.

Por todas las conejas, hay miles de nombres en el mundo que poner a una mascota ¿Por qué tenía que ser Mr. Wasabi? ¿Por qué? ¿A qué clase de mente se le ocurre eso? De verdad. Incluso a mí se me ocurren mejores opciones. Así de repente puedo pensar en algunos cómo: Bugs Bunny, tambor, dientecitos, manchitas, zarpitas, bola de algodón, copito de nieve, salsa brava, satanás, señor de los avernos, dominador del universo, rey del mundo, su majestad conejil III, cthulhu.

¿Véis? No es tan difícil. Es muy simple pensar nombres normales.

Con eso en mi mente arranqué unos cuántos trozos de periódico más y luego empecé a darle cabezazos a la casita, me estaba cansando de esto. Hoy llevaré a cabo la última fase de mi magnífico plan, aquel que me ha costado trocitos de manzana y melón. En el momento en el que mi amo suba a su cuarto y sea consciente de lo que está pasando, no tendrá más opción que cambiarme el nombre. Se llevará un susto de muerte, me aseguraré de ello. Y estoy seguro de que en ese momento se dará por aludido. Tiene que hacerlo, porque yo no puedo más.

Me niego a llevar el nombre de otro conejo cuya causa de muerte fue precisamente el "Wasabi".

Da mucha mucha grima y repelús. Y no sé qué es el wasabi, pero a juzgar por lo poco que he escuchado, es una especie de veneno mortal cuya ingesta significa una lenta, dolorosa y angustiosa muerte. Me niego a llamarme eso.

Además, hay otra razón de más peso.

Sé que soy un reemplazo. Sé que soy una sustitución de otro. Un actor, un impostor. Como un juguete de perro que se rompió y decidieron arreglar con la pieza más barata y destartalada que pudieran. Desde el primer día fui consciente. Si no hubiera sido por mi parecido a Mr. Wasabi I, jamás me habrían adoptado. Karma y Ren nunca se habrían fijado en mí por otro motivo y posiblemente nadie lo habría hecho nunca. Porque soy malhumorado, arisco, vanidoso y vago, pero lo sé y lo acepto. Sin embargo, la existencia del anterior conejo que vivía aquí, será algo que me perseguirá y reprimirá siempre, yo lo sé. Lo noto.

Cuándo me adoptaron dije "No será para tanto ser un reemplazo, porque al fin estaré fuera de esta jaula". Y ahora no puedo pensar lo mismo. Porque es cierto, no estoy en la tienda de animales, estoy en otra jaula. Mi propia jaula, espaciosa y llena de los lujos que yo quería, pero no se siente cómo si fuera mi hogar. Y es porque la presencia del otro sigue aquí, lo quiera o no. Gakushuu espera que sea como él, se extraña cuándo me enfado, cuándo doy saltitos o cuándo empiezo a corretear, porque el otro era tranquilo y manso, y así es cómo se supone que debería ser yo. Pero nunca lo seré.

Yo quiero mi propio nombre. Mi propia identidad. Porque el nombre "Mr. Wasabi" no solo implica una llamada, implica mi obligación de sustituirle y ser cómo él. Anularme a mí para llevar a cabo una actuación convincente.

Y yo soy demasiado perfecto cómo para anularme.

Así que exijo un nuevo nombre. Uno que sea mío. Uno que me defina a mí y no a otro conejo. Porque me lo merezco. Y aún si Gakushuu no sabrá nunca el verdadero motivo de mis exigencias, no me importa.

Con que no me mire y trate de la misma forma que al anterior conejo, sería suficiente para mí. No me merezco un amo que me aprecie y cuide pensando que ese amor se lo da a otro.

Sí, yo mismo me merezco más amor y cariño que todos los demás animales de la tienda juntos.

Por eso llevaré a cabo mi protesta y mi plan todo lo que pueda, de forma que una nueva oleada de ira me dominó y volteé el cuenco de las verduras (ahora vacío) hacia un lado. Cuánto más desorden mejor, era esencial.

Me levanté para mirar el bebedero del agua, que estaba justamente frente a mis elegantes orejitas. Ayer vi cómo lo cogía para cambiar el agua y ponerme otra más fresquita, lo que hizo que me sorprendiera y dudara sobre las leyes del universo y la jaula en general. Siempre pensé que el bebedero estaba ahí anclado y nunca se podía mover, pero ayer como si nada ¡Pup! Se lo llevó. Fue una completa revelación y mi mundo ha quedado trastocado después de eso, así que tras destruir el poco orden que había en mi territorio, he decidido aniquilar y destruir el bebedero.

Sí. Derrocaré el icónico y poderoso bebedero. Soy más fuerte que él y puedo demostrarlo.

Levanté mi pata derecha para darle un golpe. No funcionó. Luego le dí con la izquierda. Tampoco. Me quedé mirándolo unos segundos y preguntándome cuál sería la mejor forma de derribarlo.

Y me rendí.

Es demasiado fuerte. Yo no puedo hacer más, he luchado con todas mis fuerzas. A veces hay que saber aceptar la derrota.

Le daría un cabezazo, pero me despeinaría y me haría daño. Además, justo cuándo estaba dispuesto a hacerlo, unos pasos procedentes del pasillo me alertaron.

Moví mis orejitas levemente y miré hacia la puerta, prestando más atención a los ruidos de mi alrededor. Efectivamente se escuchaban pasos, venían hacía mí, hacía la habitación. Seguramente sería mi amo que ya había vuelto a casa.

Había llegado el momento. Mi actuación estelar. Era la hora de poner en marcha la última fase de mi plan.

Siendo consciente de que los pasos estaban cada vez más cerca de mí, decidí llevar a cabo mi último papel en este proyecto: Me tumbé boca arriba en mitad de la jaula, cerrando los ojos y dejando las patas estiradas. Tieso cómo un trozo de pepino seco.

Sí.

Voy a hacerme el muerto.

Es el plan definitivo. Infalible. Mi mejor idea. Algo que solo mi magnífica mente podría idear.

Después de esto, Gakushuu no tendrá más remedio que aceptar mis demandas. Además, recibirá un poco de su propia medicina. Porque si mal no recuerdo, cuándo le conocí me hizo pensar que estaba muerto y casi me da un patatús allí mismo. Ahora será al revés. Se va a enterar. Le voy a hacer pensar que me ha dado un ataque y me he quedado más tieso que la mojama, así le tendré llorando al lado de la jaula quién sabe cuánto tiempo, hasta que decida que ha sufrido suficiente y le haga saber que solo estoy fingiendo. Porque está claro que va a sufrir ¿Quién no lo haría? Sería una gran pérdida.

Así que allí me encuentro, boca arriba, cerrando mis ojitos y consciente de que un humano está a punto de abrir la puerta.

Puedo sentir los trozos de periódico en mi espalda, me molestan pero no puedo moverme. Mucho menos cuándo escuché la puerta abrirse y los pasos entrando a la habitación.

La persona se paseó durante un minuto por la estancia, cómo si la examinara. Yo le escuchaba con atención e intentando moverme lo menos posible, tenía que actuar mejor que nunca. Estaba atento a sus pasos y a su respiración, parecía demasiado tranquilo. Y de un momento a otro, sentí una pesada mirada sobre mi cuerpecito. Mirándome con atención y en silencio, cómo si se estuviera asegurando de que aquello era real.

Ya está, ya me ha visto. Ha colado. Ojalá tuviera los ojos abiertos para ver la cara de idiota que tiene ahora.

Se escuchó un suspiro y una voz grave hablando con pesadez.

—Vaya. Qué pérdida.

Debería haberme puesto contento por varias razones. La primera porque mi actuación había sido perfecta y el humano en cuestión se la había comido con patatas. La segunda porque mi plan había funcionado a la perfección. Y la tercera porque eso significaba que al fin iba a conseguir lo que quería.

Pero había un pequeño problema.

Esa no es la voz de Gakushuu.

Tengo buena memoria ¿De acuerdo? O al menos eso quiero pensar. Y puedo afirmar con total seguridad que el humano que ha hablado no es Gakushuu. Su voz es más grave y ahora que lo pienso sus pasos más pesados. Aquí hay algo raro.

Escucho cómo se acerca hacia mí y siento que me congelo. Vale, yo no contaba con esto cuándo decidí tomar el papel de mártir. Pensaba que el único humano en la casa era Gakushuu, y aunque no lo fuera ¿Quién más iba a entrar a su cuarto? Podría pensar en Karma, ya que había demostrado una extraña afición por entrar y cogerle ropa prestada, pero le habría reconocido.

El humano que se acerca a mí es un extraño con el cuál no sé cómo actuar, ni sé quién es. Está más cerca, cada vez más cerca, yo no puedo moverme y no sé qué piensa hacer.

—Tendré que sustituirlo con otro antes de que Asano se entere.

Oh, por favor ¿Está hablando enserio? Yo mismo soy un sustituto. Me hago el muerto unos segundos y ya hablan de sustituirme a mí. Es muy absurdo. Aunque probablemente este humano tampoco sepa que yo llegué hace unos días a su casa, así que probablemente su razonamiento sea el más acertado en esta situación.

Aunque me niego a ser sustituido, he dejado el listón muy alto. Les costaría bastante encontrar a un ser tan perfecto cómo yo.

Estaba pensando justamente eso cuándo el humano en cuestión abrió la puertecita de la jaula y de repente me cogió con sus enormes manos para sacar mi supuesto cadáver de allí.

Ay dios conejil.

¡Socorro!

¡Agresión!

¡Maltrato!

¡Quita tus sucias patas humanas de mí!

Sentí cómo me levantaban hacia arriba y yo sólo pude entrar en completo pánico ¿A dónde piensa llevarme? Esto no entraba en el plan, no quiero morir ¡Abortar misión! ¡Que alguien me ayude!

Abrí mis ojos asustado y en menos de un instante empecé a revolverme en su agarre con toda la fuerza que podía, moviendo mis patas en el aire como un poseso, esperando quedar libre de esa forma. Creo que esto le sorprendió un poco, más que nada porque él pensaba que estaba muerto, por eso seguramente se sobresaltó un poco y me agarró con mucha más fuerza. Su agarre fue tan firme que no tuve más remedio que quedarme quieto, no podía moverme ¿Qué clase de magia era esta? Me quedé entre sus manos, frente a él e intentando mirarlo con rencor. Mi pequeño corazón latía a mil por hora, casi me da un infarto del susto. Tenía que recobrar el aliento.

Miré con atención al "sujeto número 2", que es cómo yo he decidido llamarle de ahora en adelante. Despierta algo de mi curiosidad. Más que nada porque se parece mucho, muchísimo a mi amo.

Es cómo Gakushuu, pero más mayor. Con el pelo más oscuro que él, pero sus ojos exactamente iguales. Con su porte más maduro y frío, me observaba sin vacilar, era mucho más grande que los humanos que había conocido hasta ahora ¿Debería suponer que es familiar de mi amo? Tal vez, seguramente. Me está mirando con seriedad y a la vez algo de curiosidad, cómo si intentara comprender lo que ha pasado. No todos los días te encuentras a un conejo haciéndose el muerto, claro.

Me gustaría contestarle todas sus dudas y mantener una conversación cordial con la cuál conocernos, pero estoy demasiado ocupado temiendo por mi vida y teniendo un infarto mientras que él me sujeta. Así que me limito a mirarle con los ojos abiertos de par en par y las orejas bajadas (esperando que se enternezca por la imagen) y empecé a darle golpecitos en la mano con mis patitas. Tiene pinta de ser inteligente y racional, aunque me sigue observando con suma atención sin importarle que me tenía suspendido en el aire.

De acuerdo, está bien. Podemos estar así todo el día, a mí no me importa que me miren, soy increíblemente hermoso, pero lo que no soy es paciente. Quiero que me suelte, porque además de que había frustrado mi plan, encima me estaba despeinando. Por favor, mi pelaje no ¡Bájame ya!

Estaba a punto de intentar revolverme de nuevo, o moverme o algo, cuándo unas inesperada palabras por su parte me dejaron paralizado.

—Tú no eres el conejo de mi hijo.

Me quedé quieto y helado.

¡Por todas las lechugas!

¡Es un ser inteligente con capacidad de comprensión!

Entré en pánico más que antes y sólo alcancé a quedarme quieto y mirándole, casi empezando a temblar en su agarre ¿Quién habría pensando que me pillarían tan pronto? Mucho más este humano, el cuál nunca antes me había visto. No, no. Este no es un humano normal, no puede serlo. Sólo me ha visto dos minutos, no nos ha dado tiempo a dialogar y ya ha llegado a la conclusión de que yo no soy el original.

Este no es un humano común y corriente, tiene que ser de otra rama evolutiva o algo así ¡Es demasiado listo! ¡Y fuerte! Y no voy a mentir: También es físicamente atractivo para una hembra humana. Pero según sus palabras, es el padre biológico de Gakushuu, por lo que se puede deducir que las aptitudes reproductivas y la belleza viene de herencia.

¡Pero eso no importa ahora! ¡Tendré más tiempo para pensar después, pero por ahora su mirada me da miedo, me hace daño al cogerme así y quiero que me suelte! ¡Me agobio! ¡Estoy asustado! ¡Ayuda!

Moví las patas en el aire y volví a darle golpecitos en las manos, pero él seguía callado y aún examinándome. No le culpo por hacerlo, sé que es raro que a tu hijo le sustituyan el conejo y es normal que tenga curiosidad, pero no de esa forma tan brusca. A mí hay que cogerme con cariño, cuidadito y amor. Si no, me dan miedo las alturas, me tiran del pelo y me altero.

Estaba contemplando la idea de morderle la mano antes de que una voz nos llamara la atención.

—¿Qué estás haciendo?— Dijo Gakushuu desde la puerta de la habitación.

Por la virgen de la papaya, mi amo. Mi salvador. Al fin ha llegado, la ayuda que estaba esperando.

El humano que me sostenía se dio la vuelta lentamente para mirar al otro, que al parecer acababa de entrar por la puerta y había dejado una especie de bolso en el suelo. Seguramente acababa de llegar de sus actividades humanas, parecía tan cansado cómo el día en el que le conocí, pero nos observaba desde su sitio con enfado y los brazos cruzados. Yo le miré desde lejos de forma suplicante, rogándole con mis ojitos que me salvara de este apuro. No es no me gustara su padre, es que me daba miedo. Así que si puedo evitarlo, mejor.

Creo que se dió cuenta de mi disconformidad, porque en el momento en el que me vió no dudó en andar a paso rápido hacia nosotros y extender las manos para arrebatarme de las garras de su padre.

—¡Suéltale! ¡Le haces daño!— Exclamó el chico con enfado.

El adulto pareció dudar entre si dejar que me recogiera o no, porque noté cómo sus manos temblaron imperceptiblemente sobre mi barriguita, pero finalmente acabó por dejarme ir. Me dejé atrapar por Gakushuu sin ninguna queja, él me cogió con cuidado y acariciándome, volviendo a peinar mi pelaje con delicadeza. Acabé entre sus brazos y acurrucado en su pecho, encogiéndome y haciéndome una bolita mientras apoyaba las patas en sus brazos y bajaba mis orejitas con tranquilidad.

Así estaba mejor. Me tranquilicé casi inmediatamente. Sé que debería seguir enfadado con él, pero después del susto que me he llevado y la forma en la que me ha protegido y ayudado, hace que le aprecie un poco más. En realidad él no tiene culpa de mucho, no sabe nada del asunto y mi enfado es injustificado a sus ojos. Él es un buen amo, eso puedo afirmarlo. Más viendo el enfado que ahora tiene con su padre por haberme cogido.

—¿Qué haces en mi habitación?— Volvió a preguntar Gakushuu alterado.— ¿Y qué haces cogiendo a mi conejo? Si es que puedo saberlo, porque últimamente te gusta llevarlo todo en secreto.

Aquello lo dijo con reproche y mirándole con rencor, haciendo que levantara una de mis orejas extrañado. No lo entiendo, según tenía entendido, los humanos mantienen una estrecha relación con sus padres, o al menos eso había visto y escuchado. Pero la forma en la que mi amo se dirigía al suyo y la frialdad con la que este le miraba, no daba esa impresión.

Esto es raro.

—Estaba comprobando si mantienes a tu mascota en óptimas condiciones.— Contestó el hombre con seriedad y mirándonos a ambos con indiferencia.— Viendo que no eres capaz de avanzar en ciertos asuntos de la enseñanza, al menos confiaba en que sabrías encargarte de un animal tan simple.

¿Animal simple? ¿Yo? ¿Un animal simple? Se acabó, ahora mi ira y mi enfado irán dirigidos hacia ti. Mis planes de venganza estarán centrados en demostrarte que no soy un animal simple. Por favor ¿Quién se cree que es para menospreciarme así? Se va a enterar.

Estaba a punto de saltar de los brazos de Gakushuu para llevar a cabo un ataque sorpresa y demostrar que los conejos no somos tan fáciles cómo aparentamos. Pero mi amo me detuvo abrazándome con más fuerza y empezando a replicarle.

—Sé cuidar de mi mascota, me he encargado de ella yo solo durante años, no necesito que me supervises.— Afirmó con la cabeza bien alta.— Está muy sano y feliz, así que puedes irte y no volver a entrar en mi habitación.

Toma ya. Ahí lo llevas, estirado. Ni siquiera se ha molestado en contestarte esa indirecta tan burda y sucia. Ya lo has oído, estoy sano y feliz. Fuera de aquí.

—Es muy insolente echarme de una habitación que yo mismo he pagado y amueblado. Recuerda que vives bajo mi techo. —Dijo el hombre con tranquilidad mientras pasaba a nuestro lado, sin ni siquiera mirarnos. Aquello nos molestó tanto a Gakushuu cómo a mí, que le miramos iracundos.

—Pues parece que soy el único que vive bajo él, porque tú estás en todos sitios menos aquí. Así que limítate a tu despacho o al salón y no nos molestes más.— Gakushuu se dio la vuelta para decirle aquello mientras yo me acurrucaba más contra él.

Eso, eso. No sé qué es un despacho, ni un salón, pero que no me moleste. Mi rutina diaria conejil es importante para mí. Y no me gusta que trate de esa forma a mi amo, le habla con demasiada autoridad y condescendencia y eso le angustia y pone nervioso. Puedo notarlo por su aura y la forma en la que su corazón palpita en su pecho. Puedo oírlo y sentirlo. Es cómo si le hiciera daño y no me gusta, cómo mascota suya debo velar por su bienestar y no quiero que este hombre se acerque más.

El adulto nos mira por última vez desde la puerta, a punto de salir y con una ceja alzada.

—¿Incluyes a ese mamífero en la conversación? No es un humano, no debes tratarle y hablarle cómo si lo fuera.—Acabó diciendo él con algo de aburrimiento y empezando a salir por la puerta para andar por el pasillo.

¿Ese mamífero? Este mamífero vale más que toda tu vida entera, que lo sepas.

Gakushuu también se enfadó por ello y se tensó en su sitio, abrazándome con más fuerza al ver que el hombre se iba cómo si nada, ignorando nuestra opinión sobre el tema. Sin poder soportarlo más, gruñó con enfado, se acercó a la puerta dando unas zancadas y gritó al pasillo para que su padre le oyera.

—¡No pienso discutir eso otra vez! ¡Unos estudios afirman que es beneficioso para él! ¡No es tonto y nos entiende!— Exclamó enfurecido.

Luego cerró la puerta con mucha fuerza, causando un estruendo y un ruido que me hizo cerrar los ojitos asustado y encogerme del miedo a su lado mientras temblaba. Odio los ruidos fuertes. Los odio mucho. Pero parece ser que esta no era la primera vez que Gakushuu y su padre discutían sobre el tema, supongo que es normal que le enfade tanto... ¿No?

—¡Y es mi conejo! ¡Hablo con él si quiero!— Volvió a decir Gakushuu con enfado.

Pareció no importarle que estaba la puerta cerrada, pues seguramente su padre le había oído. Luego suspiró con pesadez e intentó calmarse mientras me volvía a acomodar en su pecho.

Aquella escena había sido... Inusual para mí. Cómo un conejo que ha vivido observando a ciertos humanos a través de un cristal durante mucho tiempo, siempre he pensando que los padres humanos son cariñosos y protectores con sus hijos. O al menos eso era lo que veía en mi jaula en la tienda de animales, ya que muchos padres y madres traían a sus niños a vernos. La mayoría iban siempre cogiditos de la mano y abrazados, sonriendo y aparentando felicidad. Me imaginé que tanto los padres de Asano cómo de Karma serían iguales, pero me he sorprendido un poco al ver que Karma estaba solo en casa y que Asano no parece llevarse bien con su progenitor.

O más bien que es el progenitor en sí quién tiene un problema con él ¿Por qué le habla con tanta frialdad? No era tan difícil explicarle que me había encontrado haciéndome el muerto. Es más, incluso había tenido la oportunidad de decirle que yo no soy el Mr. Wasabi original.

No, algo extraño pasaba ahí. Al igual que con Karma, mi amo tiene una relación con su padre que mi portentosa mente no puede comprender.

Y ya que él me ha salvado y ha demostrado quererme tanto, es hora de que acepte mi deber cómo mascota e investigue sobre ello para protegerle. Sigo un poco cabreado por lo del nombre, pero puede pasar a segundo plano, debo devolverle el favor por volver a peinarme. Además, ahora su padre sabe mi secreto, por lo que debo mantenerle vigilado.

Estaba pensando todas esas cosas, cuándo de repente Gakushuu (ya más tranquilo y con una pequeña sonrisa en la cara), me alzó y me habló con dulzura.

—Creo que estás un poco nervioso últimamente, veo que has vuelto a destrozar la jaula.— Me susurró mirándome con paciencia.

Sí, lo admito, la he destrozado. Ha sido parte de mi protesta, aunque seguramente él ya lo sepa.

—Puede que te sientas algo angustiado ahí dentro, así que hoy te sacaré al jardín mientras que yo no estoy ¿Vale?

Después de decir eso me volvió a abrazar y salió de la habitación con lentitud, intentando no hacerme daño mientras andaba. Yo pude ver ese misterioso pasillo y las demás partes de su hogar mientras me cargaba, aunque no podía dejar de preguntarme qué era un "jardín". Nunca había escuchado esa palabra, no sé lo qué es ni a dónde me lleva. Podría haber entrado en pánico y pensado lo peor, pero tratándose de Gakushuu, no creo que quiera hacerme mucho daño. Así que me acurruqué y dejé que me llevara a dónde él quisiera, si decía que estaré mejor ahí, le creeré.

—¡Ay!— Exclamó Gakushuu algo sorprendido.

Sí, también le mordí el brazo.

Pero lo hice con cariño.

~0.0~

Al final resultó que el jardín es un pedacito del cielo conejil puesto en esta tierra.

Sí, eso es.

El jardín es un espacio situado justo detrás de la casa. Un espacio repleto de hierba, un gran árbol, flores, bichos y mucha, mucha tierra en la que revolcarse.

Al parecer mi amo tenía muchas cosas que hacer ese día, por eso decidió dejarme allí durante toda la tarde. Fue la mejor decisión que ha tenido. Porque en el momento en el que Asano Gakushuu me posó con cuidado dentro del jardín y mis patitas tocaron la hierba húmeda y fresquita, mi mundo no volvió a ser el mismo.

He sido libre ¡Libre! ¡Libre y feliz! ¡He vuelto a experimentar lo que es la felicidad fuera de las cuatro paredes que suponen las jaulas y cristaleras!

He estado toda la tarde corriendo, saltando, explorando, girando, andando y disfrutando de todo el jardín a lo largo y a lo ancho. Lo he recorrido todo, de cabo a rabo. Incluso me ha dado tiempo a jugar con las mariquitas ¡Jugar con las mariquitas! Hacía años que no hacía eso. Hacía mucho que había olvidado lo que era estar en libertad, rodeado de aire fresco y correteando a mis anchas por un amplio espacio.

Ha sido maravilloso. Podría acostumbrarme a esto, sin ninguna duda. Si antes sólo estaba un poco molesto con Gakushuu, ahora le declaro amor incondicional. Estoy realmente agradecido de que me trajera aquí y soy muy feliz sabiendo que es consciente de ello.

Cuándo volvió de sus asuntos humanos después de unas horas, me encontró revolcándome en la tierra, se rió al verme tan sucio y luego me recogió para lavarme.

He de decir que también me gustó que me bañara. Mi imagen es importante para mí y me gustar sentir mi pelaje limpio y reluciente. Por eso cuándo me llevó a ese lugar llamado "baño" y me lavó con agua, me frotó con una sustancia rara llamada "jabón" que producía pelotas extrañas que explotaban y luego me secó con la toalla, estuve muy satisfecho. Me quedé quietecito todo el tiempo, excepto cuándo empecé a jugar con esas pelotas flotantes tan raras, creo que Gakushuu las llamó "pompas", pero disfruté todo el tiempo.

Ahora estoy encima del lecho de Gakushuu, aún envuelto en una suave toalla y esperando a que mi amo me recogiera para devolverme a mi jaula. Él me había dejado allí mientras que la ordenaba, así que mientras tanto yo podía tumbarme en su mullida cama, relajadito y feliz tras un día largo y lleno de emociones. Muchas cosas habían sido curiosas e inesperadas, pero si tenía que llegar a una conclusión, claramente era que me gustaba mi amo.

Es atento y me quiere. Piensa en si me angustio o no en mi jaula, me saca para que juegue y me lava si me ensucio. Me defiende cómo un conejo inteligente aunque los demás no lo crean así, y aunque se extrañe ante mi comportamiento tan diferente al de mi antecesor, no intenta cambiarme y me motiva a que siga siendo yo mismo a pesar de la diferencia.

Sí, estoy muy contento con él. A pesar de que mi nombre siga sin gustarme, tal vez ya pueda aprender a vivir con ello sabiendo que Gakushuu me aprecia siendo cómo soy y aceptándome.

Con esos pensamientos en mi mente, me levanté sobre mis cuatro patitas en la cama y me revolví en la toalla para deshacerme de ella. Luego fui a darme la vuelta para acomodarme y dormir un rato, la verdad es que estaba cansado después de correr todo el día.

Pero entonces, algo raro llamó mi atención.

La bolsa de mi amo, la que solía llevar esa mañana y también durante la tarde en sus obligaciones de humano, estaba también sobre la cama, justo en frente de mí. Tenía la cremallera abierta y algunas cosas raras hechas de papel sobresaliendo de esta. Pero lo que me llamaba la atención era un pequeño sobre, de color blanco y que sobresalía sobre los demás, más que nada porque parecía algo abultado, como si tuviera varias cosas dentro.

Es blanco. Y brillante. Y parece comestible. Wow.

Sin dudarlo mucho y para saciar mi curiosidad (y un poco de mi hambre), me acerqué a la bolsa y cogí un extremo del sobre con los dientes, arrastrándolo hacia fuera y llevándolo conmigo.

Sin embargo, eso no pasó desapercibido por Gakushuu.

—Ey ¿Qué haces?— Me preguntó con curiosidad justo a mi lado. Parecía que ya había acabado de ordenar mi jaula y se había acercado a la cama justo a tiempo para ver cómo empleaba mi fuerza en arrastrar sobres.

Yo solté el papel y alcé mi cabecita para mirarle con ilusión. Aunque no pareció darse cuenta esta vez, porque estaba mirando el sobre y cogiéndolo con confusión.

—¿Y esto?— Preguntó Gakushuu intrigado mientras se sentaba en la cama.

Vaya ¿El sobre no es suyo? Esto es un inesperado giro de los acontecimientos. Di un pequeño saltito de la emoción y luego me senté a su lado mientras le miraba expectante. Él examinó el sobre durante unos segundos, notando también que estaba abultado y frunciendo el ceño con desconfianza. Algo me dice que no es la primera vez que se encuentra un sobre extraño dentro de su bolsa. Pero dejando de lado eso, tras un momento de cavilación, Gakushuu finalmente abrió el sobre y metió la mano para sacar lo que había dentro.

Cuándo lo hice, tanto él cómo yo nos quedamos quietos unos segundos, mirando lo que había en sus manos con escepticismo.

¿Eing?

—¿Qué demonios es esto?— Preguntó él con un tono serio y al parecer algo enfadado.

Eso quería saber yo.

No estoy seguro de si se llaman así, pero en su mano había unas cuatro pulseras. O collares, no estoy seguro de qué son. Pero son cuatro cuerdecitas de diferentes colores, una amarilla, otra azul, una roja y otra verde. Cada una de ellas con una figurita de un conejito blanco colgando. Se parecían a mí, son bonitas.

Aunque no sé si a Gakushuu le gustaban, porque seguía mirándolas con cara de enfado. Pero eso no le duró mucho tiempo, ya que un ruido que no conocía sonó por la habitación, era una especie de melodía que no había escuchado antes, pero no sabía de dónde venía e hizo que girara la cabeza intrigado y más que curioso.

Por su parte, mi amo se lo tomó con normalidad, cogiendo con la mano un aparato extraño y rectangular, cuya parte estaba iluminada. De allí venía la melodía, definitivamente. No sé qué hizo, pero pareció colocar sus dedos ahí para que la melodía dejara de sonar y de repente se escuchara la voz de alguien que conocía muy bien.

—Buenas noches Asano.— Se escuchó la voz de Karma hablando con burla a través de ese aparato.

Inmediatamente entré en pánico, adoptando una pose sorprendida y casi de alerta sobre la cama. No podía creerme lo que estaba pasando ¿Era esto real?

¡Por todos los santos patatiles de la huerta de mi madre! ¡¿Qué es esa cosa rectángular?! ¡¿Un artefacto mágico?! ¡¿Cómo puede hablar Karma con Gakushuu estando el uno tan lejos del otro?! ¡¿O acaso estaba Karma encerrado ahí dentro?!

¡No! ¡Sacadlo! ¡Lo exijo! ¡Era tonto, pero no merece estar encerrado allí!

Intenté decirle eso a Gakushuu acercándome a él y dándole con mis patas en la pierna, pero él no pareció hacerme caso.

—Piérdete.— Dijo con frialdad al aparato.

Y dicho eso, volvió a darle a ese artefacto extraño y su luz se apagó. Dejándome más que confundido.

¿Qué acaba de pasar? No entiendo nada.

Creo que mi amo se dio cuenta de mi confusión, pues después de dejar esa cosa encima de la cama me miró y me recogió con cuidado para llevarme a la jaula mientras hablaba con un tono tranquilizador.

—No te asustes tanto, no pasa nada.— Me dijo acariciándome la cabecita.— Era solo una llamada por el móvil, te acostumbraras al ruido.

Eso me tranquilizó un poco y me hizo ver que tal vez no era lo que pensaba. Asumiré que "móvil" es ese objeto rectangular. Y que esa llamada seguramente es similar a los ladridos de un perro o los gestos característicos de nosotros los conejos, seguramente sea otra forma humana de comunicarse los unos con los otros, a parte de hablar, claro.

Algo más tranquilo, no me moví mucho cuándo Gakushuu me volvió a meter en mi jaula. Ya mucho más ordenada y limpita que antes, con más fruta y verdura fresca. Debería haberme ido corriendo a comer, pero el hecho de que Karma había intentando comunicarse con Gakushuu me mantuvo quieto y confuso en mi sitio. Más sabiendo que mi amo no le había dejado hablar.

¿Que había querido decirle? ¿Y por qué Gakushuu no le había escuchado? ¿Esos dos eran amigos o no? ¿Volveré a ver a Karma algún día?

Eran las preguntas que cruzaban mi mente cuándo la melodía del móvil volvió a sonar. Tanto Gakushuu cómo yo giramos y levantamos la cabeza para mirar dónde estaba el artilugio. Yo algo más feliz que mi amo. Apoyé las patas en una de las rejas de la jaula para escuchar mejor mientras mi amo se acercaba con rapidez a la cama para volver a cogerlo y hablar con Karma.

Quiero escuchar con ansias esa conversación, por curiosidad más que otra cosa.

—¿Qué?— Dijo mi amo con fastidio al móvil mientras se sentaba en la cama.

—Que cruel eres, mira que colgarme así.— Escuché replicar a Karma.

Es cierto que había sido bastante grosero por su parte no responder a su llamada como debería, los amigos no se trataban así... ¿Verdad? No lo sé, el protocolo humano es muy extraño. Nunca lo entenderé.

—¿Qué es lo que quieres? Tengo cosas que hacer.— Contestó Gakushuu con cansancio y frotándose la cabeza.

—¿Te han gustado mis llaveros?

Ah. Así que no eran pulseras, eran llaveros. Bueno, ya he aprendido algo hoy. Y además eran un regalo de Karma, vaya, parece que al fin y al cabo sí son amigos, al menos lo suficiente como para regalarse cosas.

—¿Para qué quiero yo unos llaveros?— Respondió el pelinaranja con reproche.— ¿En qué momento de tu inútil vida has podido pensar que me podrían hacer falta unos llaveros de conejos?

—Porque el de la correa naranja lo tengo yo.— Fue la rápida contestación de Karma tras una pequeña risita.

Gakushuu se quedó callado un momento, girando la cabeza con lentitud para ver los cuatro llaveros que aún descansaban en su cama. Yo seguía estando algo confuso, pero por suerte no parecía ser el único.

—¿Y qué?— Preguntó mi amo con curiosidad.

—¡Que así somos cómo las parejas de enamorados! ¡Compartiendo llaveros todo el mundo sabrá lo unidos que estamos!

La habitación quedó en silencio unos segundos.

Luego se desató el caos.

Lo único de lo que yo fui consciente fueron de los gritos enfurecidos de Gakushuu y de las risas de Karma que sonaban desde el móvil. No entendía mucho lo que decían, ya que soy bastante sensible al ruido y me encogí un poco en mí mismo por los nervios. Pero únicamente pude ver cómo el rostro de mi amo enrojecía a medida que hablaba con Karma, siendo algo de lo que también tendría que investigar más tarde. No sé si ese sonrojo es bueno o malo, la verdad.

—¡Admítelo! ¡Me quieres mucho! ¡¿Por qué no me das ya un besito?!— Bromeó Karma sin parar de reír.

—¡Adiós!— Terminó diciendo Gakushuu con la cara roja y colgando el teléfono de forma brusca.

Después de eso tiró el móvil al suelo y se acostó en la cama mientras se tapaba la cara, quejándose y suspirando con pesadez. Cómo si aquella conversación con Akabane le hubiera agotado de muchas formas distintas. Eso me preocupó un poco, por lo que no tardé en inclinarme sobre los barrotes de mi jaula y empezar a darles golpecitos a estos con mis uñas para llamar su atención.

Funcionó a la perfección. Ya que él me miró aún con esa expresión avergonzada mientras se quejaba. Sin embargo, pareció quedarse pensativo unos segundos, mirándome con atención y con esos ojos violetas mientras yo me preocupaba por su bienestar. Iba a hacer algo, no sé, saltar, para que al menos despertara de su ensueño y sus pensamientos. Pero de repente se levantó, cogió los llaveros que le había regalado Karma y se acercó a mi jaula a paso lento.

Yo le miré desde mi sitio olfateándole intrigado mientras él empezaba a hablar.

—Yo no pienso usarlos, al menos así servirán para algo.— Dijo agachándose frente a la jaula.

Con algo de habilidad y rapidez, mi amo empezó a atar los llaveros de los conejitos a las rejas superiores de la jaula, haciendo que estos quedaran colgados sobre mí y decoraran mi espacio de forma graciosa.

Los colgó uno por uno mientras que yo los miraba con emoción. Me gustaban, por supuesto. Las cuerdas son coloridas y los adornos de conejitos son bonitos, además si alzo las patitas puedo tocarlos. Como están unos al lados de otros, si los empujo puedo hacer que choquen y hagan ruido. Me resultará divertido los días que me aburra y no me saquen al jardín. Encima de todo esto, son un regalo de Karma a mi amo. Es imposible que no me gusten.

—El imbécil que me ha dado esto...— Empezó a decir Gakushuu mientras ataba el último llavero.— Es el responsable de tu nombre.

Me miró pensativo mientras yo le devolvía la mirada e inclinaba la cabeza con muchísima curiosidad. No me podía creer lo que estaba oyendo ¿Karma responsable del nombre " "? Necesito más información sobre ello.

—Sé que es un nombre ridículo. Seguro que por eso te enfadas a veces conmigo ¿Eh? Yo también lo haría si mi amo me llamara de esa forma tan absurda.— Dijo convencido mientras asentía con la cabeza.

Pues sí, tenía mucha razón. Aunque eso me hizo quererle un poco más, porque a pesar de que él sabía el por qué estaba enfadado, no dejó de querer cuidarme. Eso lo aprecio.

—Pero... Una vez mi padre me dijo que te pusiera el nombre de algo que me gustara.— Empezó a decir el humano algo vacilante.— El wasabi es una salsa que no suelo probar, la verdad. Pero a Karma le gusta bastante.

Vaya, así que no era un veneno ni nada de eso. Resulta que es un condimento humano o algo así, que al parecer suelen comer. Bueno, eso me tranquiliza un poco. Al menos ya sé que no tengo nombre de algo tóxico.

—Y a mí... Me gusta él... Así qué...— Después de decir eso se quedó callado unos segundos, empezando a enrojecer de nuevo y casi tartamudeando.— ¡Aunque si quieres puedo cambiarte el nombre! Lo entendería.

Al escuchar eso, me apresuré a levantar mi patita derecha para darle un golpe al llavero de color rojo.

Eso significaba que no.

No quiero otro nombre. No quiero que me lo cambien. Ya no lo necesito, lo he entendido todo.

Mr. Wasabi II es el nombre perfecto para mí.


Holi ~

Sí, sí, lo sé. Nadie tiene que decírmelo. Sé que he tardado mucho en actualizar, no sólo este fic, si no todos los demás que tengo pendientes. Y lo siento, pero es verdad que he estado muy liada. Después de la Karushuu Week me fui de viaje, he tenido que organizarme para universidad, encontrar piso para mudarme, documentos, miles de documentos, miles de cosas y todo y cómo comprenderéis no he tenido tanto tiempo como querría estas vacaciones. Pero después de un pequeño lapsus, he establecido prioridades con mis long-fics y he decidod ir acabándolos todos poquito a poco, así que pido paciencia y eso ~

En lo referente a este capítulo... Bueno, ya no sé ni cómo explicar las tonterías que dejo aquí, la verdad. Hacerse el muerto ha sido una buena forma de conocer a Gakuhou y este parece darse cuenta de las cosas rápidamente. Al final lo quiera o no, Mr. Wasabi le ha cogido gusto a su nombre. Siento que Gakushuu está muy OOC (cómo siempre), me disculpo por ello, pero es que es imposible no hacerlo así si le pongo hablando con un conejo, qué queréis que os diga. Y bueno, no sé si está flogita la escena del final, estoy conforme y a la vez no. Pero, nada más.

Sólo espero que os haya gustado y que disfrutéis leyéndolo ~

Nos vemos (~*-*)~ ~(*-*~)