No había pensado realmente publicar por acá, pero véanme...apareciéndome de repente.
Mi OTP (pareja favorita), es Aioria x Saga. Esto es, gracias a algunas historias que leí sobre ellos, que me encantaron.
Me gustan otros emparejamientos también (como el Shaka x Mu, Saga x Milo, etc), pero quise experimentar con esta parejita.

Espero les guste esta pequeña aportación.


[1 - Drabble]

Se comenzaba a rayar la tarde, en el hemisferio del cielo. En lo hermoso de un adagio de realidades presentes tan fragmentadas y sumamente adoquinadas, que estaba siendo conforme a los designios de aquellos hombres elegidos que poseían el indiviso poder de la energía del cosmos, aquella presión sideral. La esfera del astro rey sin querer calcinaba la superficie terrestre, lanzando algunos rayos sobre ella, barriendo cualquier atisbo de las sombras que estuvieran en algunos de los rincones oscuros y encubiertos de las zonas protegidas, dando una pauta de un clima templado en el Santuario de Athena.

Aioria, el arconte de Leo, pensó que los días aciagos, eran inestables y oscuros. A pesar de las promesas de antaño hechas, las cicatrices espirituales junto con las físicas que aún no habían sellado, y el soliloquio mental que lo mantenía ensimismado cuando pretendía analizar las inquietudes que estaba teniendo últimamente.

Portando la investidura mítica de un preciado metal, sus calzas metálicas de su armadura dorada, estaban tocando el suelo pétreo del quinto templo, de ese dintel que era su aparente hogar, situándose como un caballero guardián y un humano a la vez. Los altos pilares tallados del gran interior de la edificación del templete de Leo, con una serie de grabados en las plateas mismas, labrados en las macizas columnas grisáceas para el beneplácito de los dioses. Una sonrisa amarga se plasma en su rostro, al pronunciar en voz triste, pero cargada de decisión: "Sí uno se mueve, el otro lo descubrirá, pero conseguiré lo que me pertenece".
Las palabras mencionadas, haciéndose perceptible la obsesión y la infinita convicción del orgullo en el joven Aioria. La vida solamente era un curso de altibajos.

El León de Nemea, desde centenarios de años, sentía la frustración y el sentimiento de la posesión, frente a la presa masculina de largos cabellos que deambulaba por algunos terrenos cercanos, pero que era poderoso y muy altivo, con el toque de dualidad. Y los más líricos versos serían el escenario perfecto para el abrumador destino y la soledad llena de pesares.