Advertencias:

Todas las que se puedan imaginar, aunque simplemente estoy exagerando.


Hola Dioses, soy yo, Tony.

...

Tony, con su corazón ateo y siendo un anarquista devoto, había creído en historias, leyendas e incluso mitos. Habiendo vivido una vida en la que hombres debiluchos podían convertirse en súper soldados y sobrevivir a setenta años congelados, a invasiones extraterrestres y Dioses de otros mundos, era difícil no creer en lo más descabellado.

Creía en la creación del mundo, científica o no, en los Nueve Reinos y en las Gemas del Infinito. Incluso la reencarnación no era una palabra tan loca más, en vista de que los universos alternos existían.

Así que no, cosas como esas no lo perturbaban más.

Ni siquiera el renacer en el cuerpo de un bebé.

— ¿Quién es mi hijo encantador? —arrulló la voz suave de una mujer.

Tony parpadeó, enfocando sus ojos en la imagen de la mujer que lo sostenía. Podía distinguir unos rizos dorados y unos ojos claros. Esa mujer era hermosa. Él trató de hablar, pero dada su condición lo único que salió de su boca fue un gorgoreo torpe y sin sentido. Por supuesto, eso debió resultar adorable porque la mujer no se detuvo para reír de alegría. Tony chirrió cuando su preciosa madre acarició sus diminutos y sensibles pies con ternura.

— Bienvenido a este mundo, mi dulce niño —dijo ella con voz melódica y una mirada llena de amor.

Tony se sintió abrumado y la situación en que se encontraba era muy extraña y no podía dejar de pensar que las maneras en que la mujer se desenvolvía, junto con su forma de hablar, le parecían increíblemente familiar. Su nueva madre y la habitación con aires de realeza se le antojaban conocidas.

La primera reunión con su nuevo padre pasó en una falta de definición, aunque eso pudo deberse a que el hombre había decidido hacer acto de presencia justo a la hora de comer de Tony. No podían culparlo por no prestar atención, Tony había estado acurrucado y tomando leche felizmente, completamente cálido en los brazos de su madre.

— ¿Anthony, esposa? —fue lo dicho por la voz del hombre —. Ese no es un nombre asgardiano. No es un nombre digno de un príncipe.

— Cualquier nombre que le demos es digno de un príncipe, esposo. Además, es un nombre sugerido por las Nornas.

— Las Nornas, ¿por qué ellas le darían un nombre a nuestro hijo?

— Fui a verlas para preguntar por el porvenir nuestro hijo, ellas sólo comentaron dicho nombre, pero creo que es perfecto —ella miró a su bebé y sonrió — ¿No es así, mi pequeño? —dijo, pasando un dedo por la mejilla suave.

El hombre relajó su expresión y vio con cariño a su esposa e hijo.

— Anthony es, pues. Anthony Odinson, príncipe de Asgard.

¿Odinson? ¿Asgard?

Tony cayó entonces en un cálido sueño, arrullado por las voces de sus nuevos padres.

Era la segunda reunión con el hombre que se hacía llamar su padre.

Odín miró a su hijo. Su hijo le devolvió la mirada con confianza. Con esos grandes ojos marrones.

El rey de Asgard frunció el ceño levemente, era inusual que un miembro de la realeza naciera con ojos oscuros, aunque no había duda de los destellos de dorado que acompañaban el iris.

Pero lo que más desconcertaba a Odín era que el niño lo veía con demasiada atención, como si lo estuviera analizando. Los ojos que lo miraban eran viejos. Esa no era la mirada que debería tener en un bebé.

— Frigga, él parece demasiado consciente de su entorno.

— Bueno, por supuesto, es hijo del Dios de la sabiduría.

Odín sentía que esto tenía muy poco que ver con sus dominios como Dios.

Por su parte, Tony miró con disgusto, no tanto por el hombre frente a él, sino por el lugar en que había venido a renacer. Renacer en Asgard y lo que es más, renacer como un Dios. Y hablando de, Thor. Tony se enderezó y trató de mirar a su alrededor en busca de su amigo. Thor debería andar por aquí, ¿no? ¿O Tony renació antes de la época de Thor? ¿Y qué con el resto del equipo y toda su gente? Con Natasha, Clint, Bruce, Pepper, Rhodey y Steve.

Oh, Steve.

Había tantas preguntas en su cabeza, pero ninguna respuesta clara que lo satisficiera.

— ¿Qué te tiene malhumorado? Es sólo tu padre, mi pequeño — arrulló Frigga, dándole un beso a la pequeña nariz de su hijo.

Tony nunca lo admitiría, pero amaba a su nueva madre. Él recordaba vagamente todas las historias que Thor contaba sobre su familia, de cómo era amorosa Frigga, cómo los había educado y protegido; y ahora aquí estaba él, recibiendo todo ese amor maternal que nunca había tenido en su otra vida. No es que él se hubiera olvidado de sus antiguos padres, pero ellos siempre habían sido un recuerdo agridulce y lejano, y tampoco es como si los amara menos, pero nadie podían culparlo por su hambre de afecto y atención.

Tony era una persona egoísta, pero, bien o mal, había hecho tanto para tanta gente, había pasado por tanto que ya era hora de que hiciera algo solamente para sí mismo.

La primera palabra de Tony fue "mamá," porque, por supuesto, él sólo quería hacer a esta mujer feliz y no había nadie a su alrededor que se lo mereciera más. Él estaba dispuesto a ser un buen hijo para su madre. Además, él realmente quería decirle tal palabra a alguien que se alegrara de ser llamada así, no como María que solía mirarlo como si fuera una oportunidad perdida cada vez que la llamaba.

Frigga se había congelado al escucharlo. Su bebé de diez meses había dado su primera palabra y había sido para ella.

La reina había salido rápidamente de su shock y recogió a Tony en sus brazos, girando de la pura emoción.

Las risas habían llenado el palacio.

Su segunda palabra fue "no," por el puro placer de ver las expresiones contrariadas de su padre y las aterradas de la servidumbre por no saber cómo lidiar con las negativas de su joven príncipe. Tony era alguien que sabía lo que quería. Y él siempre había sido de los que querían ver arder el mundo.

Tony no se tomó la molestia de gatear, él sólo caminó y ya.

Todo Asgard, o al menos todos los cortesanos y guerreros, estaban en el salón del trono en motivo de recibir a las Valquirias. Las deidades femeninas viajaban desde el Vingólf, situado junto al Valhalla, hasta Asgard para dar su bendición a los guerreros que saldrían pronto a la batalla. Después de todo, su propósito era elegir a los guerreros más heroicos caídos en batalla para llevarlos al Valhalla, así que recibir la bendición de esas Diosas era un signo de buen augurio.

Tony había estado sentado en el regazo de Frigga, observando con curiosidad a las Diosas frente a él. Ellas sin duda eran hermosas, pero lo que más llamaba su atención eran las armaduras que portaban. El metal parecía de la mejor calidad, aunque no pudiera reconocerlo (seguramente fuera de los enanos), parecía ligero y, sobre todo, daba la impresión que brillaba con vida propia. Tony se enamoró.

Y él tenía que tocarlo.

Sin pensarlo dos veces, se bajó del regazo de su madre y con pasos tambaleantes, pero constantes, bajó hasta acercarse a una de las valquirias.

— Arriba —dijo Tony, parado firmemente y levantando los brazos hacia la Diosa menor para ser recogido.

Brynhilder, la líder de las valquirias, miró al joven príncipe con consternación y procedió a mirar a los reyes en busca de ayuda.

Odín permanecía tan regio como siempre, aunque su mirada delataba su propia consternación. Ese niño estaba lleno de sorpresas. No podía más que mirar a su hijo como si fuera la primera vez que lo veía. Frigga, por otro lado, había dejado la sorpresa atrás y miraba a su pequeño con ojos brillantes y una sonrisa orgullosa.

La valquiria no pudo hacer más que sucumbir al capricho del príncipe, levantándolo en un movimiento ágil y agraciado —. Es un placer conocerlo, joven príncipe —dijo ella.

Tony arrugó la nariz adorablemente y Brynhilder sintió su corazón fundirse ante la imagen.

— Anthony —llamó Odin, decidiendo que era suficiente de la desfachatez de su hijo ante el reino.

Tony hizo un puchero, odiaba ser llamado por su nombre completo, pero decidió ignorar eso para voltear a ver a sus padres —. Papá, mamá —llamó con su voz suave y chillona —. Hermosa —dijo, dando una palmada al pecho recubierto de metal de la valquiria y sonriendo aún más brillante —. ¡Todas! —agregó haciendo un gesto hacia todas las mujeres guerreras.

Brynhilder, a pesar de sus esfuerzos, se sonrojó ante lo dicho, seguida muy de cerca por sus compañeras. Ellas eran mujeres fuertes, pero era difícil no derretirse ante la atención de un precioso y adorable niño como era el príncipe de Asgard.

Las valquirias, por primera y única vez en la historia, habían caído enamoradas por un hombre.

Frigga soltó una pequeña risa, divertida, su pequeño era un matador de mujeres. Odín sólo podía verlo como el comienzo de una secta de adoradores de su hijo.

Y Tony, por supuesto, se refería a las armaduras.

Tony miraba con curiosidad abierta a su alrededor. Era la primera vez que su madre lo llevaba fuera del palacio. Él iba caminando junto a ella, tomando su mano. Ambos iban atravesando la ciudad, escoltados por un par de guardias, y siendo saludados con alegría y reverencia por los ciudadanos.

Tony había vivido siempre siendo el centro de atención, él se nutría de ello, pero ahora le resultaba un tanto incomodo por el sentido en que se la daban. Él era reconocido por ser un príncipe, y él siempre había sido un anarquista, así que había algunas emociones en conflicto. Pero dejando eso de lado, Tony no dejaba de maravillarlas por todo lo que veía.

Caminaron hasta llegar al Bifrost. Por fin Tony podía tener su encuentro tan deseado, ¡cómo le picaba la ansiedad por poner manos a la obra y saber todo lo que pudiera sobre ese bello pedazo de ciencia e ingeniería!

— Heimdall —saludó Frigga a su leal vigilante en cuanto llegaron al observatorio.

— Mi reina —Heimdall hizo una reverencia con la cabeza.

— Hola, watchman —saludó a su vez Tony, a su manera muy particular.

Desde que había comenzado a hablar él no se detuvo de usar sus frases y palabras urbanas, sus padres y tutores siempre lo veían con extrañeza, no logrando entender de dónde había sacado tal léxico extraño y poco real.

— Mi príncipe —reconoció el viejo guardia.

Tony clavó su mirada en el espacio brillante frente a él, tratando de ver lo que no podía. Añorando —. ¿Qué pasa en Midgard? —preguntó de repente, sorprendiendo a su madre.

Heimdall miró a su joven monarca y enseguida clavó su vista al frente —. Grandes pirámides están en construcción —respondió al cabo de un momento.

El niño renacido se mordió el labio inferior. Eso significaba que no sólo había renacido, él también había sido enviado atrás en el tiempo. Y con su conocimiento previo.

¿Por quién y por qué? No lo sabía, y por ahora poco le importaba.

Sus ojos picaban con el escozor de las lágrimas que luchaban por salir ante el pensamiento de sus amigos y toda la gente que había conocido en su vida pasada. También le llegó el pensamiento de sus padres. Aún faltaban muchos años para que ellos nacieran, pero las preguntas no dejaban de asaltarlo. ¿Ellos iban a tener otro hijo? ¿Ellos llegarían a vivir más de lo que lo habían hecho?

Sorbió por la nariz sin poder evitarlo y se frotó los ojos.

Frigga vio a su hijo con preocupación —: ¿Qué ocurre mi hijo?

Tony entonces se volvió para verla —. Mamá, tú y papá no pueden desaparecer —dijo con voz cortada y apretando sus pequeño puños con fuerza.

— Oh, mi querido —Frigga se inclinó para tomar a su hijo en brazos —. Por supuesto que no —sus ojos se suavizaron —. Tu padre y yo no iremos a ningún lado. Nunca. Somos incapaces de dejarte.

Ella no sabía lo que había ocasionado que su hijo pensara en tal cosa, lo único que sabía era que su niño necesitaba consuelo y la promesa de que sus padres nunca lo dejarían. Cómo si ella pudiera hacer tal cosa. El corazón le dolía de sólo pensar en estar lejos de este niño.

Tony se agarró con fuerza, guardando esa promesa en su corazón. Sus padres no lo iban a dejar. Y, aunque faltara mucho, sus padres anteriores, Howard y María, y toda la gente que había amado e importado, no morirían. Se lo prometió a sí mismo como un Stark y un, recién bautizado, Odinson.

Décadas habían pasado, pero su apariencia física era la de un niño midgardiano de cinco años. Tony seguía siendo demasiado joven y su complexión pequeña no ayudaba mucho a su caso. De cualquier manera, parecía que en términos asgardianos ya había alcanzo la edad suficiente para comenzar a entrenar.

Tony estaba bien con eso, él lo había esperado por mucho tiempo.

Era su momento para brillar en las artes de la guerra, no que estuviera ansioso, había tenido su parte justa de peleas y muertes en su otra vida, pero el entrenamiento era de gran utilidad para sus metas. Era la forma en que se haría fuerte para proteger a sus preciosas personas. Pero también estaba excitado, él se convertiría en una persona brutal, mortal y aterradora como Natasha.

— Levántate, Anthony —instruyó Odín a su hijo tendido en el suelo.

Tony había caído una vez más.

Su hijo era demasiado pequeño para su edad, pero estaba lleno de una obstinación y destrucción que lo compensaba. Frigga se había mostrado renuente en que empezara a instruir a Tony en el arte de la pelea, pero esto era algo que el niño necesitaba. Anthony era el príncipe de Asgard, tenía un deber para con el pueblo, y dentro de ese deber estaba el ser lo suficientemente fuerte para protegerlo. Él sería el rey un día, después de todo.

Además, su hijo ya había comenzado a ganar terreno en el área del conocimiento. Él ya había terminado con los libros de dos tercios de la biblioteca real. Anthony era una esponja de conocimiento, él siempre estaba en constante movimiento, siempre experimentando, siempre leyendo, siempre aprendiendo. Y había ocasiones en que parecía que su conocimiento no abarcaba sólo las ciencias o las artes, había algo más, algo más viejo.

Odín nunca imaginó que su primer hijo y heredero sería tan inteligente. Para ser sinceros, a veces le daba miedo ver tanta inteligencia en los ojos oscuros de su hijo.

Eso no significaba que temiera de su propia sangre y carne, sólo había pensado que los niños serían diferentes.

— Tú estabas ansioso por aprender esto, por llegar a ser un guerrero, ¿por qué? —preguntó.

Tony entonces lo miró con confianza, de esas veces que Odín tenía que tomar un momento para hacer una doble toma de su hijo —. ¡Porque quiero proteger a papá y mamá, y todas las personas que amo!

Odín parpadeó. Una ola de orgullo se arrastró desde su pecho, y sus labios se curvaron en un atisbo de sonrisa ante la declaración. Frigga tenía razón, su hijo era especial y adorable.

Jarvis.

Si había alguien a quien echaba más de menos era a Jarvis. Tanto al humano como al AI.

En sus dos existencias Jarvis siempre había sido su fiel acompañante, siempre presente y constante, siempre aguantando su mierda, siempre cuidándolo.

Echaba tanto de menos esa presencia omnipresente. Jarvis siempre había sido una parte de él, una de sus personas más importantes. Su más preciado amigo.

Y ahora Tony se sentía vacío.

Suspiró y cerró los ojos con fuerza, acurrucándose contra las almohadas. Nada se obtenía con facilidad, y eso era algo que Tony sabía muy bien.

— ¿Por qué has traído un lobo contigo, Brynhilder?

La valquiria miró firmemente a su rey —. Es un regalo para el príncipe Anthony. Este cachorro huargo brindará protección a nuestro príncipe, le proporcionará seguridad a donde quiera que vaya.

Mientras Odín veía a la mujer osada, Frigga consideraba con atención al cachorro. El huargo llegaba apenas a medio muslo de la valquiria, pero sin duda crecería hasta llegar por lo menos a la altura de la cintura de un hombre; tenía un brillante pelaje gris y unos ojos azules.

— Creo que sería una grata compañía para nuestro hijo, mi rey —dijo ella, ganándose la atención de los presentes —. Tú mismo tuviste uno, Zu, y estabas muy seguro con él. Además, Anthony necesita a alguien además de nosotros.

— Él tiene Freya y Freyr, además de sus tutores.

— Pero ellos no pueden estar siempre con él, y un compañero animal puede ser bueno para él.

— Él no lo necesita —insistió.

Frigga escondió una sonrisa, su esposo podía ser bastante sobreprotector sin darse cuenta.

— Él está solo, Odín —dijo ella, y el uso de su nombre frente a terceros era una indicación de lo seria que estaba siendo.

— Anthony nunca lo ha mencionado —su hijo siempre estaba en movimiento, siempre en compañía.

Pero Frigga conocía bien a su hijo, podía ver algo en él. Como si no se sintiera del todo a gusto ahí en Asgard. Como si algo le hiciera falta. Y rompía el corazón de Frigga el no poder aliviar la molestia de su hijo. Además, sería simplemente encantador ver crecer a lobo y su hijo a la par.

— Odín —dijo por último, en un tono que no admitía replicas.

— Ella va a protegerlo —agregó Brynhilder.

— Bien, él puede tener el lobo —cedió.

Ambas mujeres sonrieron, complacidas.

— ¿Qué clase de nombre es Jarvis?

— Otra vez no, Freyr —la niña suspiró mientras Tony los ignoraba por completo en favor de ver a su pequeña loba, su Jarvis, perseguir una mariposa al otro lado del jardín.

— Es que no lo entiendo, hermana —siguió el niño —. Además, Jarvis no suena como nombre para una hembra.

— ¿Cómo puedes decir que no es para una hembra si ni siquiera sabes de dónde viene el nombre?

— Punto para Freya —dijo Tony entonces —. No importa si es para macho o hembra, yo he decidido que su nombre es Jarvis y punto.

— Yo creo que es un nombre perfecto, y a ella parece gustarle —dijo Freya.

— Y es por eso que tú eres mi favorita, Cupido —Tony le sonrió —. Nunca dices cosas sin sentido como tu hermano tonto.

— De los dos fui la que heredó la inteligencia.

Freyr hizo un puchero ante lo dicho —. Ustedes son tan malos.

— ¿Y por qué sigues llamándome con ese nombre? —preguntó la niña.

Tony se encogió de hombros —. Un sobrenombre. De alguna manera describe una parte de la Diosa en que te convertirás.

Él tenía momento duros en creer que era amigo de la Diosa del amor y la belleza, y de su hermano tonto.

— ¿Y qué sería eso, mi príncipe? —inquirió curiosa.

— El amor y la belleza.

Freya se sonrojó ante lo dicho, ¿ella la regente de la belleza?

— ¿Tienes el don de la profecía? —preguntó a su vez Freyr, viendo con curiosidad a su príncipe —. Eres más inteligente que todos los eruditos del reino, no es difícil de creer que heredaras el don de la reina Frigga.

— ¿Y qué regirá Freyr?

Tony se encogió de hombros una vez más, él no recordaba muy bien eso, pero tenía algo que ver con la fertilidad de la tierra —. Él será un buen granjero.

— ¿¡Granjero?! —exclamó el joven Dios, indignado.

— Bueno, esa es una noble tarea, hermano —Freya luchó por suprimir su risa —. Después de todo, los granjeros son los que proveen nuestros alimentos.

— Pero… ¿sólo un granjero? ¿No hay nada más? —preguntó, viendo con ojos esperanzadores a Tony.

— No sé, creo que también hay algo sobre la paz. Un hippie o algo por el estilo —respondió Tony.

— ¿Hi-hippie? —repitió Freyr.

— Y hablando de comida, ¿por qué no vamos por algo de pastel? —les sonrió, travieso e ignorando la pregunta de su compañero.

— Ir a asaltar las cocinas de palacio, querrás decir —corrigió Freya.

— ¿Acaso hay otra manera, mis pequeños saltamontes? —sonrió aún más grande —. ¡Jarvis, vamos! —llamó a su querida loba, quien corrió de inmediato, desde el otro lado del jardín, hasta él.

Tony echó a correr con dirección a las cocinas, seguido de cerca por su Jarvis. Freya lo siguió poco después, resignada. Freyr, por su parte, seguí tratando de darle sentido a las palabras de su joven monarca.

— ¿Qué es un hippie? ¡Mi príncipe, por favor, dígame qué es un hippie! —exclamó, echando a correr también.

Las décadas habían pasado y Tony había alcanzado la apariencia de un niño humano de ocho años.

— ¿Quieres más té, mamá? — preguntó Tony, viendo con atención a su madre embarazada —. A ti te gusta el té. O tal vez quieras un poco de jugo de durazno. Y podemos acompañarlo con pastel de manzana, sé que los cocineros hornearon un poco hoy, no que me haya ido a asomar a las cocinas.

Frigga sonrió ante el balbuceo de su hijo, le elegraba ver que no cambiaba su actitud infantil sin importar cuánto tiempo pasara. Ella esperaba que siguiera de la misma manera siempre.

— Estoy bien, mi querido —tranquilizó ella —. ¿Por qué no vienes aquí y me lees un poco?

— ¿Segura? Porque puedo ir a conseguir lo que quieras y regresar pronto para leerte —continuó.

— Muy segura —ella estiró su brazo en un llamado silencioso —. Ahora ven aquí.

— Bueno —cedió, sentándose a un lado de la mujer.

Tony había esperado por esto durante mucho tiempo. Su madre estaba embarazada y él estaba seguro que se trataba de Thor. Y aunque no podía estar más feliz por la situación, él sabía lo que se avecinaba. Era un hecho de la vida que allá donde estuviera Thor, también lo estaba Loki.

Y hacía un par de semanas que la guerra con los Gigantes de Hielo había comenzado. Se acercaba la fecha en que tendría no sólo un hermano, sino dos.


N/A: Gracias por leer!

¿Alguien que quiera continuación?