Epílogo: POR SIEMPRE Y PARA SIEMPRE

El sonido de una sirena de ambulancia, personas caminando apresuradamente, dos mujeres sollozando, gente dando indicaciones, un hombre exigiendo ser atendidos y otra pidiendo paciencia inundaba el vestíbulo de un hospital muggle en Londres.

— ¡Voy a ser abuela, voy a ser abuela! — sollozaban las señoras Granger y Weasley, abrazadas.

— ¡¿QUÉ NO VEN QUE ESTA A PUNTO DE TRAER A MIS HIJOS AL MUNDO?, ¿ESTÁN CIEGOS O QUE?, ¿NO PUEDEN ATENDERNOS?! — vociferaba Harry llamando la atención de todos los presentes.

— Harry cálmate… ellos hacen lo que pueden… ¡ay! — decía pacientemente Hermione, pero se encogió en la silla de ruedas otra vez al llegarle una nueva contracción, agarrándose su abultado vientre.

— Señor tiene que llenar esta hoja para pasar a la señora a una habitación — le dijo una Enfermera pacientemente.

— ¡¿HABITACIÓN?, LO QUE ELLA NECESITA ES QUE…!

— Deme esa hoja, yo la llenare; Harry acompaña a Hermione a la habitación — intervino el señor Granger tomando las riendas del asunto.

En lo que pudo ser un milisegundo Harry tomó la pluma, le arrebató la hoja a la Enfermera y se la dio al señor Granger.

— Muy bien señora… — miró los papeles — Granger, la llevaremos a una habitación a revisarla y luego traeremos a esos bebés — le explicó el Médico encargado. Ella asintió y se la llevaron a una habitación de maternidad, seguida de Harry.


Una vez acondicionaron a Hermione con una bata y la acostaron en la cama, permitieron que Harry pasara.

El ojiverde entró torpemente, tropezando con su propio pie, temblando y luciendo más pálido de lo habitual.

— Harry debes tranquilizarte, estoy bien, de verdad… — dijo la castaña. Él asintió enérgicamente, pero siguió igual y se paseó por toda la habitación mordiéndose las uñas.

Hermione suspiró pesadamente al ver el temperamento de Harry. Pero Harry tomó aquel gesto como algo mal…

— ¡¿Estás bien?, ¿te duele mucho?, ¿llamó al Doctor?, ¿qué hago?! — preguntó apresuradamente el ojiverde acercándose.

— Estoy bien. Ahora no me duele mucho. No llames al Médico. Y lo que debes hacer es tranquilizarte o me pondrás nerviosa a mí también y… ¡yo soy la que te va a dar dos hijos… y tú… lo único que haces…! — Hermione no pudo seguir hablando porque se puso a llorar. Harry la abrazó, pero ella lo empujó enojada y volteándole la cara mientras se limpiaba las lágrimas.

Había estado muy sentimental desde que se había enterado que estaba embarazada, por cualquier cosita lloraba y se enojaba. Cualquiera diría que estaba loca, como su mejor amigo Ronald Weasley lo hacía, pero todos los expertos decían que eran las hormonas.

Por ejemplo, un gran problema y al que nunca podría acostumbrarse Harry es algo a lo que las mujeres embarazadas llamaban "antojos" y que era llamado por él "tormento".

Nunca sabía cuándo se le iba a antojar algo a Hermione, que se le antojaría y como se pondría si no se lo daba. No importaba cuándo fuera, podría ser durante el día, tarde, o noche…

Flash Back

— Harry, Harry… despierta… ¡Harry! — Hermione lo zarandeaba suavemente del hombro mientras éste seguía profundamente dormido.

— ¿Qué? — gruñó adormilado.

— Levántate, es urgente. ¡Es sobre el bebé! — Harry se levantó de un brinco y la observó preocupado.

— ¡¿Qué ocurre?, ¿ya va nacer?, ¿pero no son nueve meses de embarazo?, apenas tienes cuatro y medio!, ¡¿qué pasa Hermione?, ¿te sientes mal?, ¿te llevo al hospital?! — Harry la miraba detenidamente, le palpaba la frente, las mejillas, el vientre abultado.

— Es que quiero helado de chocolate con galleta — admitió avergonzada. Harry suspiró aliviado pero un poco fastidiado y se acostó de nuevo.

— Espera un par de horas, son las 4:30 de la mañana — dijo cerrando los ojos.

— ¡Claro, como a ti no te importamos, me vas a dejar con el antojo y eso quizás le haga daño al bebé!, ¡pues si quieres que espere hasta mañana, TÚ esperaras hasta mañana AFUERA porque no quiero verte! — le pegó con la almohada, se levantó sulfurada de la cama y le abrió la puerta de la habitación.

Harry se levantó, tomó una bata para colocársela arriba del pijama y pasó por su lado, resignado.

— ¿De chocolate con galleta dijiste?

— ¡Gracias Harry! — lo besó Hermione en la mejilla.

Fin Flash Back

Aunque había otros antojos que le encantaban y merecían que lo levantaran a altas horas de la noche…

Flash Back

Sentía unos cálidos labios y un tibio aliento en su pecho mientras unas manos acariciaban su abdomen suavemente. Abrió los ojos medio dormido y descubrió una cabellera castaña.

— ¿Tienes otro antojo? — preguntó restregándose los ojos.

Hermione se separó un poco y le sonrió maliciosa.

— Aja… — se limitó a decir y luego puso una pierna a cada lado de su cadera — pero esta vez no tienes que ir a ningún lado — le sonrió seductoramente.

Apoyó sus manos en su pecho y se acercó a besarlo apasionadamente.

Fin Flash Back

Que extraño era el comportamiento de las mujeres embarazadas, pensó el ojiverde observando a su novia.

— Harry — lo llamó tímida.

— ¿Si? — se acercó titubeando por si eso la molestaba.

— ¿Me abrazas? — pidió con los ojos vidriosos.

Harry se acercó lentamente hacia ella y se sentó a su lado abrazándola cálidamente mientras posaba una mano en su espalda y otra en su vientre, recargando la barbilla en su cabeza.

— ¡Tengo miedo! — confesó la castaña.

— No digas eso amor, tú eres muy fuerte. Recuerda cuándo les dimos la noticia a tus padres, ¡fuiste muy valiente! — la animó besándola en la mejilla.

Flash Back

— Habla ya hija, nos tienen preocupados — exigió la señora Granger, empezando a impacientarse.

Hermione y Harry pasaron saliva con dificultad y soltaron la bomba.

— Estamos esperando un bebé — dijeron al unísono.

La señora Granger abrió los ojos como platos antes de cerrarlos y desplomarse sobre la silla, cayendo desmayada.

— Ya me lo esperaba — se limitó a decir el señor Granger, aunque fulminó a Harry con la mirada.

Fin Flash Back

— Pero estaba temblando — refutó ocultando su rostro entre el cuello de su novio.

Harry quiso decir que él también, pero prefirió guardarse ese comentario pues debía darle apoyo.

— Aun así… — le levantó el rostro por la barbilla haciéndola mirarlo — ¡eres la persona más valiente que conozco Hermione!, ¡sin ti yo no sería nada!, sólo un cobarde, ¡eres mi fuente de fuerza y de nuestros hijos!, ¡no hay persona más valiente que tú y sin duda no habrá mejor madre que tú, mi dulce castaña! — le sonrió.

Hermione lo besó, pero rompió el beso inmediatamente cuándo le vino una fuerte contracción provocando que lo soltara, se tocara el vientre y diera un pequeño grito de dolor.

— Tranquila, aquí estoy contigo — le decía Harry acariciándole la espalda pues no tenía poder humano para aminorar un poco el dolor más que… ¡distraerla!

¡Eso es!, pensó con optimismo mientras Hermione se calmaba y empezaba a respirar normalmente.

— ¿Recuerdas cuándo fuimos a hacerte el ultrasonido?

— Claro, — dijo Hermione con una sonrisa — te desmayaste cuándo nos dijeron que esperábamos gemelos — rio. Harry arrugó el ceño, ofendido, pero sonrió porque estaba logrando su cometido y eso le haría olvidar el dolor.

Flash Back

— Muy bien, entonces comencemos a realizar el ultrasonido — indicó el Médico mientras destapaba el vientre de Hermione.

Habían ido a la segunda cita de Hermione, y es que la verdad la castaña estaba algo preocupada por su salud pues su vientre había crecido mucho desde la última vez que habían ido y eso fue hacia apenas un mes. Tenía poco más de cuatro meses y ya aparentaba el de una mujer embarazada de seis o siete. Su madre le decía que probablemente comía en exceso ya que cualquier antojo que tenía y de inmediato mandaba a Harry a comprárselo, pero bueno, era normal. Sabía y tenía bien claro que el estar embarazada no era para comer por dos, pero es que los antojos eran traicioneros, y estaba pensando que quizás esto influía en su embarazo.

Pero no del todo, había algo más. Algo que no sabía cómo describir, pero había algo.

— Ya veo el porqué de su abultado vientre, señora Granger — comentó el Médico viendo atentamente la pantalla del computador.

— ¡¿Hay algo mal?, ¿el bebé está bien?! — preguntó rápidamente Harry, apretando la mano de Hermione.

— Si, todo está bien. Ambos lo están — dijo cómplice, con la vista aun en la pantalla.

— O sea, Hermione y el bebé ¿no? — interrogó el pelinegro confundido.

— Si, — asintió el Médico — al igual que el otro bebé — sonrió esperando su reacción.

— ¡¿Otro bebé?! — respingaron a la vez.

— Así es. Va a tener gemelos — los miró de soslayo y siguió en la pantalla.

Hermione abrió los ojos como platos, dejando de sentir la mano de Harry tomando la suya para después oír un golpe seco, mientras ella aun trataba de asimilar lo que le había dicho, con la mirada pérdida.

— Otro bebé… — murmuró para si — ¡otro bebé, Merlín!… — exclamó con alegría y un dejo de terror — Harry, ¿escuchaste?, ¡vamos a tener…!… — volteó hacia su novio, pero éste no estaba — ¿Harry?, ¡HARRY! — dejó salir un gritito al verlo inconsciente en el suelo.

Fin Flash Back

— ¡Oye!, — se hizo el ofendido — compréndeme, soy padre primerizo y ni me pasó por la cabeza que podrían ser más de uno.

— ¿Y yo que?, ¡yo soy la que los va a tener, a ti no te duele y a mi sí! — le espetó.

— Perdón — la miró apenado.

— Mejor continúa distrayéndome — le sonrió.

— ¿Cómo…? — inquirió sorprendido.

— Te conozco demasiado bien. Ahora sigue distrayéndome porque las… contracciones son… más seguidas — apretó su mano tratando de respirar y evitando la mueca de dolor que cruzó por su rostro.

— ¿Y qué me dices de tus constantes cambios de humor eh?, mira que más de una vez por poco y me corrías de la casa que porque según tú, yo te engañaba o ya no te quería o… — empezó a enumerar acusador.

— ¡Eso no es cierto! — se defendió, pero en sus mejillas se asomó un color rosado.

— Aja…

Flash Back

Harry suspiró pesadamente dejando su túnica colgada en el closet a un lado de la puerta, eran las 2 de la mañana, había tenido un muy difícil día en la Academia de Aurores. A él y Ron les había tocado hacer la ronda por un vecindario muggle a las afueras de Londres, lo que significó que no podían hacer magia y al final se metieron en un problema con unos pandilleros porque el pelirrojo les empezó a gritar "holgazanes". En fin, estaba muriéndose de cansancio. Sólo deseaba subir a su habitación, llegar con Hermione, darle el beso de buenas noches y dormir plácidamente unas horas.

Pero apenas se había dado media vuelta cuándo vio a la dueña de sus sueños. Hermione, en camisón, con el entrecejo fruncido y de brazos cruzados sobre su pecho lo miraba echando chispas por los ojos.

— ¿Se puede saber dónde estuviste? — preguntó con la voz áspera, escuchándose con exigencia.

— En… la Academia — titubeó. Ya conocía esa expresión, la había visto en sus años de escuela y le trajo muchos problemas, pero ahora sumándole el embarazo y las hormonas, oh no, ¡esto sería mucho peor!

— ¿En serio?, — comentó irónica — ¿y tus clases terminan a las 2 de la mañana?, ¡¿con quién estuviste?! — empezó a levantar la voz.

— Hermione, amor… — se acercó vacilante.

— ¡Amor nada!, — zanjó alejándose dos pasos. Harry pudo apreciar su abultado vientre cubierto por la tela — ¡¿con quién estuviste James?! — inquirió de nuevo.

Harry pasó saliva. Sólo ella lo llamaba James, y eso era en extrañas ocasiones. Cuándo estaba seria con él o cuándo estaba totalmente enojada.

— Con Ron, lo juro — levantó la mano derecha sobre su pecho.

Hermione suspiró, pareciendo un poco más tranquila y se acercó a él tomándolo del cuello de su camisa, Harry creyó que lo iba a besar, pero cuál fue su sorpresa cuando ella empezó a revisar meticulosamente la prenda.

— ¿Qué haces? — preguntó intrigado.

— Viendo si no tienes ninguna marca de pintalabios — contestó con simplicidad.

— ¡Hermione! — exclamó indignado.

Fin Flash Back

— ¡Pero tenía mis razones!, ¡yo me la pasaba encerrada en la casa y tú en la escuela con Ron y Neville!, — se defendió — ya me imaginó, como Luna y Ginny tampoco estaban, los tres bien campantes con su plan de Don Juan con todas las chicas, sin preocuparse por nosotras — se cruzó de brazos y lo miró con acidez. Harry no pudo evitar reír al verla celosa.

— Pensaba en ustedes TODO el tiempo… — enfatizó acariciándole la mejilla. Hermione entrecerró los ojos, meditando si creerle o no — en ti y tu irresistible sonrisa, — le dio un suave beso en los labios — y en estos dos pequeños que se están impacientando por nacer — colocó una mano en su vientre.

— Yo también pensaba en ti — susurró la castaña, mordiéndose el labio al sentir una nueva contracción, aún más fuerte, aferrando la mano de Harry fuertemente, apretando los dientes al sentir que no aguantaría hasta que sintió algo húmedo mojar las sábanas en medio de la contracción.

— ¡¿Qué sucede?, ¿ya pasó la contracción?, ¿estás bien?, ¿llamó a alguien?! — bombardeaba Harry con preocupación, mirándola, sintiéndose impotente.

— Ay dios, — susurró la castaña con la frente sudorosa y una mirada entre terror y alegría — rompí fuente — lo miró apremiante.

— ¿Eh? — la miró desconcertado.

— ¡Harry!, — se indignó mirándolo con reproche — ¡ya van a nacer!, ¡avísale al Doctor!, — el ojiverde se quedó en shock — ¡rápido! — lo apremió.

No habían pasado ni dos segundos de que Harry cruzó la puerta cuándo un fuerte gritó resonó a ambos lados.

Harry gritando…

— ¡DOCTOR!, ¡YA VAN A NACER!

Y Hermione gritando de dolor, en plena labor de parto.


Y en menos de lo que canta un gallo ya estaba el Obstetra con ellos, junto a dos Enfermeras, el Pediatra y otro Enfermero, además de la madre de Hermione y un Harry más pálido que Sir Nicolas Casi Decapitado.

— Veamos… — dijo el Obstetra colocándose entre las piernas de Hermione con unos guantes puestos — tienes 10 centímetros de dilatación, el cérvix está completamente borrado… estos bebés ya van a nacer — anunció quitándose los guantes y colocándose otros.

El corazón de Harry y Hermione se aceleró y se sonrieron nerviosamente. Hermione se mordió el labio inferior, en unos momentos estaría cargando a los frutos de su amor con Harry. Tendrían a sus hijos. Una lágrima de felicidad rodó por su mejilla y Harry se la limpió, pero él también dejó salir una.

La señora Granger se estrujó las manos, nerviosa.

— Muy bien señor Potter, usted se colocará al lado de la señora, si desea puede darle la mano y anímela a que siga pujando. La abuela puede esperar afuera o quedarse, es su decisión. Nosotros haremos el resto junto con Hermione — indicó el Médico.

Harry asintió torpemente e hizo lo que el Médico le dijo. Tomó la mano de Hermione con una de las suyas y un brazo lo cruzó por su espalda para servirle de apoyo. La señora Granger miró a su hija dudando de que hacer, pero al ver que ésta le brindó una media sonrisa y apretó la mano de Harry, supo que estaba en buenas manos y debía dejarla ir, pues ya no era su bebé, así que, dándole una sonrisa tranquilizadora, salió.

— Bien… a la cuenta de tres empezara a pujar ¿de acuerdo? — el Médico miró a Hermione.

— Está bien — musitó con dolor sintiendo la llegada de una nueva contracción.

— Uno… — la castaña suspiró agarrando fuerzas y valor — dos… — Harry apretó ligeramente su mano — ¡tres!

Hermione arrugó el entrecejo, apretó los labios y pujó lo más fuerte que pudo hasta que quedó casi sentada y con el rostro con una ligera capa de sudor, estrujando la mano de Harry.

— Bien, muy bien… una vez más…


Harry no supo cuánto tiempo estuvo Hermione pujando, ni cuándo fue el momento en que dejó de sentir la mano a causa del dolor de verse aplastada por la de su novia. Pero cuándo Hermione emitió un grito de dolor y el Médico sacaba a una pequeña pelinegra, roja como un tomate, y con ligeras manchas de sangre y algo que parecía talco, su corazón se detuvo y después volvió a latir a una velocidad impresionante, sentía que se le salía del pecho y fue como si una luz iluminara a aquel ser pequeñito frente a sus ojos.

— ¡Es una niña! — la voz del Médico sonó lejana para los oídos de Harry y Hermione mientras contemplaban a la pequeña. Y de pronto sus corazones se paralizaron otra vez cuándo el Médico colocó a la pequeña sobre el pecho de Hermione durante un minuto y ésta derramaba lágrimas de felicidad junto con Harry. Después cortó el cordón umbilical y se la entregó a una Enfermera para que la limpiara, justo en ese momento la pequeña les hizo darse cuenta de lo potente que eran sus pulmones al emitir un tierno llanto.

Hermione sonrió, pero su sonrisa se borró al instante cuándo una fuerte contracción, casi del doble que las anteriores la hicieron contraerse.

— Esto aún no termina… falta uno… vamos, puje… — pidió el Médico.

— Ya no puedo… — apenas se escuchó su voz, totalmente agotada.

— Vamos Hermione, tú puedes, además la bebé quiere conocer a su hermanito al igual que nosotros a él… ¡vamos, una vez más! — la animó Harry. Y sacando fuerzas de quien sabe dónde, Hermione siguió pujando hasta que finalmente, 13 minutos después, un castaño llegó al mundo llorando suavemente.

No podía creer la dicha que sentía. Las lágrimas se apoderaron en sus ojos y una sonrisa de su rostro, viendo a sus hijos, y después a la dueña de su corazón.

— ¡Te amo! — le dijo a Hermione con toda la emoción cargada en esa oración, dándole un beso en los labios, dejando salir un par de lágrimas.

— ¡Y yo a ti! — manifestó Hermione, dejando salir también unas cuantas lágrimas.

— Muy bien, le vamos a permitir a sus bebés sólo un minuto, pero después nos los tendremos que llevar para revisarlos y asearlos bien ¿de acuerdo? — acordó el Pediatra. Los susodichos asintieron, rebosantes de alegría y ansias por tenerlos en sus brazos.

El mundo se detuvo cuándo los pequeños fueron colocados sobre el pecho de Hermione y ésta besó sus cabecitas, rozando con su mejilla sus pequeños rostros, mientras Harry tomaba sus manitas y las besaba.

— ¡Los amo! — dijeron a la vez, mirándolos embelesados.

— Bien, tenemos que llevárnoslos — pidió apenado el Pediatra.

Harry y Hermione los vieron entristecidos, pero dándoles un último beso dejaron que el Médico y el Enfermero se llevaran a sus bebés mientras el Obstetra y las Enfermeras seguían cuidando de la salud de la castaña.


Los ahora padres, calcularon al menos una hora para cuándo les trajeron a sus hijos de nuevo y los dejaron solos. Hermione ya estaba bien y ahora sólo debía descansar, pero se sentía aun un poco cansada y adolorida.

— No puedo creer que ya estén aquí con nosotros — decía Harry cargando con nervios a su hija.

— Y que lo digas, es como si me quitara dos pesos de encima — bromeó la castaña. Harry sonrió, mirándola.

— ¡Gracias por darme estos maravillosos hijos, Hermione! — la miró con amor. Hermione no supo cómo responder así que se limitó a sonreírle.

— Perdonen la interrupción, pero necesito que me digan los nombres de los bebés — llamó con delicadeza la Enfermera, sosteniendo en sus manos dos expedientes y una pluma.

— Emh… claro — balbuceó Harry.

— El niño es Daniel Jacob Potter Granger — dijo Hermione mirando al pequeño que alimentaba.

— Y la niña es Emma Charlotte Potter Granger — indicó Harry mirando a la pequeña en sus brazos.

— Emma y Daniel… — anotó la Enfermera — muy bien, con permiso — se marchó, cerrando la puerta tras de sí.


Minutos después Hermione cargaba a la pequeña Emma mientras ésta comía tranquilamente de su seno y Daniel dormía en los brazos de su padre.

— Es todo un flojo ¿eh? — comentó con gracia Harry mirando a su hijo.

— ¿A quién se parecerá? — acusó Hermione riendo.

— Seguro a ti, — le sacó la lengua Harry como niño chiquito — porque yo me levanto todos los días bien temprano para ir a la Academia, en cambio tú te quedas en cama hasta las 10 — la miró con suficiencia.

— Eso era antes, — objetó — ahora tendré suerte si puedo dormir dos horas seguidas — murmuró con terror viendo a su hija.

— Ah, ah, nada de eso, — negó Harry mirándola significativamente — tú te cuidaras muy bien y descansaras como dios manda porque de otra forma no podrás cuidar bien a este par de comelones.

— Creo que en eso se parecen a Ron — rio Hermione.

— Tal vez les afecto que les hablara tanto, sobre todo de comida — la acompañó Harry en las risas.

Hermione suspiró profundamente, mirando a Emma y luego a Harry y Daniel.

— Harry… — lo llamó.

— Dime — se sentó a su lado.

— ¿Te crees que seremos buenos padres? — interrogó Hermione con algo de ansiedad, regresando a mirar a la pequeña.

Harry la miró y se perdió en aquella escena. Hermione con una sonrisa en los labios y un brillo especial en los ojos sosteniendo con dulzura a su hija mientras ésta se amamantaba. Suspiró embelesado.

— ¡Seremos los mejores! — le aseguró.


Cinco años después…

— ¡Demonios Hermione!, ¡quédate quieta de una maldita vez!, — exclamaba con exasperación Ginny — ¡ni que fueras a casarte!, — espetó. Como toda respuesta Hermione la miró fulminante — está bien, está bien, si vas a casarte, ¡pero quédate quieta ya o llegaras tarde a tu boda! — demandó.

— ¡Es que no puedo!, ¡estoy muriéndome de nervios! — se llevó una mano a la boca, buscando morderse las uñas, pero con un suave manotazo, Ginny se lo impidió o arruinaría la manicura.

— Ten, muerde esto — le dijo Luna entregándole un pedazo de pastel.

— ¿De dónde lo sacaste? — preguntó Ginny mirándola suspicaz mientras Hermione se lo comía al instante.

— Por ahí, por ahí — desvió la mirada, algo sonrojada.

Cinco largos años habían pasado, y Harry había tenido mucha razón en algo. Eran unos excelentes padres. Emma y Daniel eran unos niños maravillosos, educados, poco problemáticos, pero con cierto espíritu aventurero que cautivaban a quien fuera.

Y es que además con aquella mirada verde esmeralda no había nadie que se resistiera. Eran súper amigos de Teddy Lupin y juntos se armaba Troya.

En fin. En esos cinco años habían pasado muchas cosas. Entre ellas Hermione había ingresado a la escuela de Aurores, lo había hecho cuándo sus hijos tenían dos años y gracias a su enorme capacidad cerebral (como le había dicho Ron para molestarla) había avanzado varios grados compartiendo clases con Harry, Ron y Neville y terminando juntos la carrera.

Ginny había decidido entrar a la escuela de Medimagia y ahora estaba realizando su servicio en San Mungo.

Luna había decidido estudiar Cuidado de Criaturas Mágicas, al parecer estaba empeñada en saber si las criaturas fantásticas de las que siempre le habló su padre eran verdad o patrañas como lo decía Hermione.

Ron era un excelente Auror, el segundo mejor en la generación junto con Neville. Y el primero fue Harry. Los tres trabajaban en el Ministerio, Hermione sólo medio tiempo pues no podía ni quería dejar mucho tiempo a sus hijos solos.

La relación entre Ron y Luna iba de maravilla, se encontraban de vez en cuando en el Ministerio o simplemente en el departamento del pelirrojo o la rubia, ya que ambos vivían independientemente en Londres.

Neville y Ginny eran también una pareja muy estable. Vivian juntos en un departamento en el centro de Londres. Y el pelinegro estaba planeando pedirle matrimonio a la pelirroja pronto, sólo que aún no se había presentado el momento.

Y Harry y Hermione, bueno. Hoy era su boda…

— No puedo creer que al fin te casas — comentaba con entusiasmo Luna.

— ¿Cómo que "al fin"? — enarcó una ceja la castaña.

— Pues al paso que iban amiga nosotras ya esperábamos ser tías por tercera o cuarta vez — se burló Ginny.

— Que graciosas — gruñó con sarcasmo.

— Es que Harry es un lento. Bien pudo haberte pedido matrimonio en la graduación… — intervino Luna.

— O durante tu embarazo… — murmuró Ginny poniendo maquillaje aquí y allá en el rostro de Hermione.

— En el parto…

— En su cumpleaños…

— En tu cumpleaños…

— Cuándo Daniel y Emma cumplieron un año…

— O…

— ¡Está bien, está bien!, ya entendí — las calló Hermione algo exasperada.

— Al menos algo bueno traerá esto, — dijo Luna segundos después — ¡tendrás a los pajecitos más lindos del mundo! — suspiró embelesada.

— De eso no hay duda — asintió Ginny sonriendo radiante.

— Si. Daniel y Emma se verán muy bonitos en sus trajecitos blancos — sonrió Hermione, orgullosa.

— Por cierto, ¿dónde están esos dos ahijados míos? — cuestionó interesada Ginny.

— En la cocina con Dobby, — contestó Hermione — ya sabes cómo es de consentidor con ellos — hizo una pequeña mueca graciosa.

— Ay, pero con esos hijos tuyos nadie se resiste… — volvió a suspirar Luna — y sus caritas de angelito, a parte de esas miraditas esmeralda — suspiró de nuevo. Ginny la miró con una ceja levantada, suspicaz.

— Y con esa inteligencia ni se diga… — rio la pelirroja dándole el último toque a Hermione y sonriendo complacida — ¡estás perfecta! — dio por finalizado.

— ¡Gracias chicas!, — les sonrió — bueno voy a buscar a los niños, debo arreglarlos y… — se levantó dirigiéndose a la puerta.

— Nada de eso, — la paró Luna — nosotras nos encargaremos de ellos, para eso tienen a sus tías ¿o no? — levantó el rostro, orgullosa. Ginny se mordió el labio para no reír.

— ¿Seguras?, — las miró algo insegura — es que con Emma no tendrán problemas porque le encanta arreglarse, pero con Daniel… — hizo una mueca, negando.

— Creo que podremos con ese par — aseguró Ginny.

— ¿Qué par? — preguntó la voz de una niña en el marco de la puerta, viéndolas recelosa con sus ojos verdes.

— ¿Qué par va a ser Em?, obvio nosotros, — apuntó un niño de su misma edad y casi idéntico a la niña excepto por su cabello castaño, entrecerrando sus ojos verdes hacia las tres mujeres — ¿o me equivoco? — enarcó una ceja.

— Niños — advirtió Hermione.

— ¿Si? — cambiaron rápidamente su actitud suspicaz por una inocente, sonriendo dulcemente. Ginny rio a lo bajo, conocía demasiado a sus ahijados para saber cuándo éstos trataban de quitarse un problema de encima. Luna se limitó a mirarlos con cariño.

— ¡Que guapa mami! — elogió Daniel mirándola con picardía. Y despeinándose el cabello como lo hacía su abuelo paterno.

Emma rodó los ojos, negando con la cabeza y viendo a su mellizo con aburrimiento. Ginny volvió a reír disimuladamente.

— ¿Y nosotras que?, ¿estamos pintadas? — dijo Luna aparentemente ofendida.

— Por supuesto que no tía Luna… — negó Daniel acercándose a ella y tomando una mano de ella entre las suyas le besó el dorso, sonriendo galantemente — si fuera 18 años más grande y usted no estuviera con tío Ron… — empezó en tono pícaro.

— Daniel, no empieces, respeta a mi tía — lo amonestó Emma empujándolo levemente para abrazar a Luna y sacarle la lengua a su hermano.

— Uy, celosilla — rio el castaño.

— ¿Para mí no hay un piropo, un besito en la mano, siquiera un abrazo? — los llamó Ginny.

— El piropo se lo dejo a Dan, pero yo te doy el abrazo — avanzó Emma hacia ella y la envolvió a la altura de la cintura.

Daniel se acercó a ella y también la abrazó.

— ¿Mi piropo? — lo miró con astucia la pelirroja.

— Esos no se fuerzan madrina, salen por instinto — respondió el pequeño.

Las chicas rieron.

— Eso no le dijiste a la maestra, ni a las niñas de la escuela, ni a la señora de la cafetería, ni a… — murmuró a lo bajo su hermana, en tono acusador, contando con los dedos.

— Bueno, — se rascó la nuca, sus mejillas tornándose rosas — es diferente, ¿me explico?… — le guiñó un ojo. Sacó una barra de chocolate de su bolsillo y la desenvolvió para luego darle una mordida, manchándose un poco las manos — y, ¿de que hablaban? — las volvió a mirar suspicaz, lamiéndose los labios eliminando cualquier mancha.

— De que es hora de que se vayan a cambiar — contestó su madre. Emma sonrió, pero Daniel hizo una mueca de fastidio.

— ¿Es necesario que me ponga eso? — preguntó algo asqueado, pensando en el traje blanco que tenía en su habitación.

— Si — asintió Hermione.

— Mmm — gruñó Daniel, dándole otro mordisco a su chocolate.

— Vamos, a cambiarse los dos — los apremió Hermione.

— ¡Si! — sonrió Emma dándole un abrazo a su mamá y saliendo de la habitación casi bailando.

— Daniel… — lo miró Hermione.

— Está bien — aceptó aburrido comiéndose lo que le restaba de chocolate y dándole un abrazo a Hermione.

— ¡NO! — exclamó Luna con pánico. Hermione y Daniel se soltaron, viéndola desconcertados, al igual que Ginny.

— ¿Qué pasa?, ¿por qué gritas? — la miró mal Ginny.

— ¡El vestido! — musitó con terror.

— ¡¿Qué?, ¿qué le pasa a mi vestido?! — preguntó con angustia Hermione.

— No es nada Luna, — refutó la pelirroja sin inmutarse. Daniel se mordió el labio, nervioso, al ver que había manchado sin querer el vestido de su madre con chocolate — Fregotego — apuntó al vestido y quedó igual de blanco que antes.

— ¿Pasó algo? — llegó Emma corriendo, mirándolas un poco asustada.

— Últimamente estás muy sentimental — Ginny miró suspicaz a Luna.

— Yo… yo no… — su rostro adquirió un extraño tono entre pálido y rosado.

— Y esa miradita tuya la reconozco de otra persona hace un par de años — la siguió mirando recelosa y observando de reojo a la castaña.

— No sé de qué hablas — contradijo, colocando un mechón de cabello tras su ojera, esquivando su mirada.

— ¿Segura? — sonrió de medio lado, su cuñada se descubría solita.

— Yo… — miró a los pequeños, los cuales aún la miraban algo desconcertados, sonriéndoles los besó a ambos en la frente y éstos la abrazaron una vez más, haciendo lo mismo con su madre y tía, Daniel cuidando no mancharlas, para después salir. Luna suspiró embelesada.

— ¡¿No me digas que…?! — respingó Hermione.

— Si, — sonrió tímida — ¡estoy embarazada!… — Ginny soltó un chillido de emoción lanzándose a sus brazos — ¡pero ninguna palabra de esto!, ¡no quiero quedar viuda antes de la boda! — advirtió, mirándolas apremiante.

— No te preocupes — le sonrió Hermione a la vez que se acercaba y la abrazaba.

— ¿Y Ron ya lo sabe? — preguntó Ginny extasiada.

— No… — balbuceó — estoy esperando… quise decirle esta mañana, pero ya sabes cómo se pone… después iba a dejar a Harry y Hermione sin padrino — hizo una mueca graciosa.

— ¿Cuándo le dirás? — preguntó Hermione.

— En la fiesta… por si las moscas te quedas cerca Ginny — le pidió a su cuñada. Ésta rio.

— Si apenas estoy empezando como medimaga — expuso.

— Como quiera.

— Hermione…

¡PUM!

Luna le cerró la puerta en la cara a Ron y Harry antes de que pudieran ver el interior.

— ¡LUNA! — gritaron con enojo desde afuera.

— No pueden ver a la novia antes de la boda, da mala suerte — les respondió.

— ¡Pero…! — se escuchó a Harry quejarse.

— Pero nada. Aguántate tantito y luego podrás verla TODO lo que quieras — refutó la rubia. Hermione y Ginny reían.

— ¡No es justo! — se quejó de nuevo.

— Da igual. Tú decides. Te guantas o te aguantas — sonrió maliciosa.

— ¡Bien!, — espetó con fastidio — ¡pero una vez que sea mi esposa no podrás evitar que la vea, nunca más! — manifestó.

— Hasta entonces, ¡adiós! — zanjó.


Una suave melodía se escuchaba por todo el recinto mientras las puertas se abrían lentamente permitiendo la entrada a las damas de honor. Decenas de filas de sillas estaban alineadas perfectamente, formando un camino desde la puerta hasta el lugar dónde Harry y Hermione se unirían en sagrado matrimonio.

Harry estaba vestido en el clásico traje negro y corbata, aunque agregándole unas hermosas mancuernillas en forma de snitch en los puños de su saco, mientras esperaba pacientemente a Hermione. A un lado estaba Kingsley Shacklebolt, el Ministro de Magia que oficiaría la ceremonia y al otro su amigo del alma, Ronald Weasley y el actual padrino de bodas, así como de sus hijos.

En las primeras dos filas a la derecha estaban sentados los señores Weasley y la señora Granger; Neville; Bill, Fleur y su pequeña hija Victoire; Fred y George acompañados de Angelina y Katie; Percy y Penelope, ésta luciendo su abultado vientre de 7 meses de embarazo; y Charlie.

Muchísima gente había asistido, amigos de Hogwarts, compañeros de la Academia de Aurores, viejos conocidos de Australia, Profesores, miembros de la Orden del Fénix, amigos de sus padres, amigos de ellos, incluso Viktor Krum había asistido a la boda.

Un suspiro salió de la boca de Harry mientras veía avanzar hacia él a sus mejores amigas, Ginny y Luna, las damas de honor, aunque Ron había dicho "damas de horror" en un principio pues ambas querían ser la dama de honor, en fin, por suerte se había resuelto todo y ambas lo eran, además de madrinas de boda.

— Todavía estás a tiempo, — le susurró Ron con malicia — puedes huir como en aquella película muggle: "El novio fugitivo" — rio con disimulo. Harry lo miró fulminante.

— Dítelo a ti mismo porque según me cuenta Hermione, Luna ya quiere casarse — le respondió burlón. Ron palideció.

— ¡Shh! — los silencio Kingsley.

Sentía el pulso cada vez más rápido mientras veía avanzar a las chicas taaaaaaan lento.

— Harry… — lo llamó Ron de nuevo, procurando que sólo él lo escuchara.

— ¡Que no voy a huir Ron!, ¡me quiero casar!, ¡ya cállate! — espetó con fastidio sin dejar de ver hacia el final del pasillo, esperando al amor de su vida.

— No es eso… — refutó — es sobre esto, sobre Hermione — señaló.

— ¿Qué? — lo animó a seguir.

— Sé que han tenido muchas cosas que superar juntos, y han tenido miles de momentos difíciles. Pero sé que la haces feliz, y ella a ti… — empezó. Harry lo miró de soslayo — esto te lo digo no como amigo, sino como hermano… — lo miró. El ojiverde asintió — dedica cada segundo de tu vida a hacerla feliz, porque créeme, no hay dos como Hermione, — Harry sonrió — ah, pero eso sí, si algún día la veo llorando por ti de nuevo, ¡te parto la cara!, ¡Hermione no está sola! — añadió amenazante. Harry blanqueó los ojos y volvió a suspirar, viendo al frente, comenzaba a impacientarse.

— Gracias Ron — murmuró.

Y de pronto vio a las dos luces de su vida. Daniel y Emma. Sonrió.

Luna y Ginny ya habían ocupado sus lugares al otro lado de Harry, dónde se colocaría Hermione.

Su vista enfocada en aquellos dos angelitos. Recordaba cada momento con ellos, cada risa, cada palabra, cada llanto. Tantas cosas vividas a través de esos dos seres. Si había algo de lo que jamás se iba a arrepentir era de haberlos engendrado. No importaba que hubiera sido padre a los 18 años, ni que apenas había terminado la escuela, ni siquiera que todos pensaron que no eran capaces de cuidar a aquellos pequeños, porque la muestra más clara de que habían rotó con aquellas tontas ideologías eran esos dos niños.

Daniel sosteniendo un cojín con los anillos de matrimonio de sus padres y sonriendo galantemente a los presentes, aunque un poco aburrido. Y Emma lanzando pétalos de rosas con delicadeza hacia los lados, arrojándole de vez en cuando unos en el rostro a su hermano ocasionando las risas de los presentes. Y entonces una melodía sonó aún más armoniosa que las anteriores y por la puerta entró Hermione del brazo de su padre, sonriendo con serenidad.

Harry suspiró y pasó saliva al sentir que perdía el aliento al ver tan maravilloso ser frente a él.

Con el vestido blanco ceñido al busto, descubierto de los hombros y un tela vaporosa de falda, un ligero tejido de flores sobre la parte ajustada, el cabello recogido en una cebolla baja, con unos mechones saliendo de su prisión y otros a cada lado de su rostro, ese rostro cubierto por una delicada capa de maquillaje y los labios más rosas que de costumbre y con un brillo especial en los ojos que hacían delirar a cualquier hombre, hicieron que Harry quisiera ya tenerla entre sus brazos y no dejarla ir jamás, protegerla de todo y todos y ser su compañero de por vida, porque sin ninguna duda, Hermione Granger, era la mujer de su vida.

Muy apenas fue consciente cuándo sus hijos llegaron hacia él y le sonrieron un poco burlones al ver la cara que tenía, o del golpe que le dio Ron en las costillas para que avanzara y tomara la mano de Hermione, o de la mirada de advertencia del señor Granger que significaba claramente "si la haces sufrir te mato". Pero sólo cuándo la mano de Hermione estuvo entre la suya, sintió de nuevo su cuerpo.

Ahogando un poco la risa, y aclarándose la garganta, Kingsley empezó…

— Damas y caballeros, estamos aquí reunidos para unir las vidas de Harry James Potter y Hermione Jean Granger…

Harry y apenas escuchaba algo de lo que decía Kingsley o de lo que pasaba alrededor, su mirada estaba perdida en aquellos ojos miel frente a él y en los momentos vividos a lo largo de los años a su lado.

Cuándo se conocieron, como se hicieron amigos, las aventuras, los regaños, las risas, las confidencias, las sonrisas, las miradas, el primer abrazo, el viaje a Australia, el primer beso, su noviazgo, la primera noche que pasaron juntos…

Era como ver una especie de utopía frente a él, pero sabía que todo era cierto porque al ver un poco más allá, a su izquierda, veía la más clara muestra de que todo era cierto. Sus hijos.

La señora Weasley y Granger lloriqueaban sobre un par de pañuelos viendo conmovidas la escena. El señor Granger y Weasley se limitaban a tomarlas de la mano. Luna y Ginny sonreían complacidas y con cierto aire de anhelo. Neville miraba hacia la pareja de novios, al Ministro y posteriormente a su novia, pensando en cuándo sería el momento más oportuno para pedirle que fuera su esposa. Ron bostezaba disimuladamente cada que podía.

Daniel y Emma se entretuvieron jugando con los pétalos de rosa, armado figuritas sobre la banca en la que estaban sentados.

Pero no había otra cosa en el mundo más interesante e hipnotizante que la mirada del otro.

Hermione le sonrió a Harry y éste le sonrió de vuelta, cuándo una pequeña tos los sacó de su letargo.

— ¿Eh? — murmuró ido el ojiverde, en dirección a Kingsley. Éste sonrió negando y volvió a preguntar.

— Harry James Potter, ¿tomas a Hermione Jean Granger como tu esposa?, ¿prometes serle fiel, estar con ella en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

— Si, ¡acepto! — contestó seguro, afirmando el agarre en sus manos.

Un sollozo se escuchó por parte de la señora Weasley y Granger. Hermione pestañeó un par de veces, evitando derramar lágrimas.

Daniel y Emma volvieron a centrar su atención en sus padres, y se incorporaron.

Ron pareció despertar y miró entretenido a sus amigos.

— Hermione Jean Granger, ¿tomas a Harry James Potter como tu fiel esposo?, ¿prometes estar con él en la salud y en la enfermedad, cuidarlo y respetarlo, por el resto de tus días?

— Si, ¡acepto! — sonrió radiante.

— Entonces con el poder que me confiere el Ministerio de Magia, los declaro ¡marido y mujer!

Con un pequeño estallido, una lluvia de estrellas celestes rodeó a los ahora esposos, entonando una suave melodía mientras éstos se daban el beso más mágico de la historia de la magia, como muestra de la unión de su amor.

Y cuándo los anillos fueron colocados en sus dedos, y cargaron a Daniel y Emma y se abrazaron, sonriendo radiantes, no hubo una imagen más perfecta para encabezar el álbum familiar de la familia Potter Granger.

Fin.


Helo ahí, el final de está historia que se las debo desde haber publicado hace ya muchos años la primera parte "Vacaciones en Australia".

Debo decir que ya estaba en potterfics, la verdad publico mas alla que aqui, pero por motivos de que muchos de mis lectores me han pedido que regrese a fanfiction, les cumpli el "capricho" y he regresado.

Ahora, lo que todos ellos estan esperando que mencione. Sí, ya viene "Retorno... El Maestro de la Muerte". Empezaré a publicar la historia a partir de la proxima semana, pero ojo, como ustedes me lo pidieron tan encarecidamente, yo tambien les solicito de la misma manera que me lluevan con los reviews.

Un escritor no sabe que es leido, si sus lectores no se lo hacen saber.

Asi que espero me puedan apoyar con los reviews, ya que dependiendo de eso estaré actualizando. Y para quienes no conozcan nada de este fic, les dire que tiene excelentes criticas por parte de mis lectores e incluso he llamado la atencion de varios lectores cannon, aun cuando esta historia es Harmony.

Sin más por el momento, les dejo la sinopsis de "Retorno... El Maestro de la Muerte"


"Ninguno de los dos podía vivir mientras el otro sobreviviera"

Pero nadie interpretó el verdadero significado que traería enfrentar Horrocruxes contra Reliquias. Y en la batalla final no sólo Voldemort resultó muerto por su maldición asesina rebotada, Harry también pereció al ser atravesado por un rayo dorado que lo mandó al mundo de los muertos.

Ahora han pasado once años, y todo ha cambiado. El mal dominó la tierra al ver caer a Harry Potter, y un nuevo señor Oscuro lidera los Mortífagos.

Hermione vive en el mundo muggle, dejando atrás por completo la magia. Y Ron ha rehecho su vida en Alemania, lejos de toda su familia.

Mas una nueva profecía ha sido revelada y sólo dos personas podrán impedir que se cumpla.

¿Cómo Hermione y Ron podrán salvar al mundo ahora que todo es un desastre?

¿Cómo es que Harry ha vuelto a la vida?

¿Y por qué el regreso del trío dorado a la comunidad mágica sólo crea caos?

Una historia llena de dobles caras; misterio, drama, romance y tragedia.

Y la última misión del trío dorado no es más que restaurar el equilibrio entre el mundo mágico y muggle.

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Los autores se respetan unos a otros.
Atte. Yuly.