El tono salmón de la habitación lucía descolorido con la luz vespertina. Encerrados para evitar oídos indiscretos, el que alguna vez había sido un matrimonio se hallaba a solas por primera vez desde su separación. El retrato de matrimonio que había permanecido por años sobre el buró ya no estaba a la vista, contribuyendo al ambiente de despersonalización y desnudez que Sachiko sintió desde que cruzó la puerta.

Si hubieran sido adolescentes, seguramente el nerviosismo se habría apoderado de ellos al encontrarse a solas en un sitio tan íntimo. Pero ambas almas se habían curtido con la experiencia y habían sellado cualquier resquicio de emoción por el otro. En lo que a ella concernía, las únicas razones para haber vuelto a esa casa solitaria eran de índole profesional. Pero ¿qué había con él? Pocas veces lo había visto tan ansioso, como si las lágrimas fueran a brotar en cualquier instante…

"Hipocresía absoluta, cuando no fue capaz de llorar por mi hija", pensó.

— Escucha, Sachiko, — el detective pasó una mano nerviosa por la nuca — yo…

— ¿Qué es lo que pasa con el chico? No luce enfermo, pero hay algo…

— Extraño, sí. El chico… bueno, ambos…

Sachiko se sentó en una esquina de la cama. Recordaba que su compañero solía tener dificultades para hilar sus ideas cuando se trataba de asuntos verdaderamente importantes. Toda la seguridad que proyectaba hacia el exterior se desmoronaba cuando Sachiko estaba enfrente. Con su sinceridad sin tapujos, ella era inmune a cualquier falso despliegue de valentía.

Y ambos lo sabían perfectamente.

Ante el titubeo, ella comprendió que la situación era mucho más seria de lo que habría esperado al inicio. Debía tomar control de las circunstancias si quería que la conversación llegara a algún sitio. Sachiko había aprendido bastante de un detective y de su profesión en un hospital como para saber obtener información de personas renuentes a conversar abiertamente.

— ¿Por qué no te sientas y comenzamos por el principio? ¿Cómo conociste al chico?


Raito y Ryuuzaki pasaron los siguientes 13 minutos contemplando sus posibilidades en la sala. El rítmico latido del reloj del comedor aumentaba la pesadez del aire y marcaba un instante desperdiciado para emprender un curso de acción.

Ryuuzaki estaba preocupado. Sabía que Raito no se hallaba en las mejores condiciones para una fuga, pero su terquedad e irracionalidad se estaba imponiendo. Para él ya no cabía duda de que Kira había quedado atrás.

…A menos que tal irracionalidad fuera mera fachada para hacerlo caer cuando menos lo esperase.

"Debo detener ese curso de mi pensamiento, también es una muestra de irracionalidad", se dijo a sí mismo mientras escuchaba a Raito. La mirada del estudiante exhalaba desesperación y angustia como no había sido demostrada hasta el momento. Las pupilas almendradas estaban contraídas y los párpados, crispados. El tic del párpado izquierdo había vuelto, además. Ryuuzaki trataba de discernir el significado oculto tras el balbuceo incoherente del chico.

Los pies descalzos se dirigieron a la ventana cubierta una vez más. El automóvil seguía ahí, con el shinigami sentado en la cubierta. Ryuuzaki aprovechó la rendija mínima de la cortina para inspeccionar con cuidado al sujeto que había usurpado una identidad que todavía no conocía por completo. El falso L llevaba unas amplias gafas obscuras, pero no había tomado precauciones adicionales. Su cabello largo y obscuro hacía que la palidez del rostro resaltara más. La barbilla afilada y la boca tensa en una línea delgada le resultaban familiares…

— Raito-kun, ven a ver.

El estudiante despabiló ante la escena que se había formado sin que él se percatara. Ryuuzaki se había recargado en la pared y sostenía la cortina con sus dedos, dejando ver el exterior a través de unos pocos milímetros. ¿Acaso había perdido la razón?

— ¡Quítate de ahí, podría verte!

— Desde aquí no podría verme por completo… por lo que, aunque tuviera los ojos, no serviría de nada. Ven a ver.

—Ya sabemos que el falso L nos rastreó y está ahí. Tenemos que armar un plan ¿y pretendes que nos quedemos viendo si le dan ganas de marcharse? ¿Qué esperas que vea exactamente?

— A tu hermano vigilando esta casa. Eso nos ayuda… y complica demasiado también.

Los ojos de Raito se redondearon por la sorpresa. Se dirigió hacia la ventana y echó un vistazo a través de la rendija. El porte rígido, la complexión media, el cabello perfectamente peinado y unas gafas que no guardaban mucha utilidad ante la falta de un disfraz más elaborado. El falso L había llegado solo, sin que ellos tuvieran que rastrearlo. Pero, al mismo tiempo, los había acorralado.

Teru estaba ahí, esperando.

Raito sintió que perdía el equilibrio. ¿Teru era el falso L? No, debía haber algún error…

— Si tu hermano fuera controlado por el falso L — interrumpió Ryuuzaki — el shinigami no tendría motivo alguno para seguirlo.

— Lo sé…

— Queda pensar si es él realmente la persona que buscamos, o un cómplice.

Raito cruzó los brazos, mirando a Ryuuzaki con incredulidad.

— Teru jamás sería un subordinado. Es demasiado egocéntrico para someterse… Incluso ahora, que está en un programa de prácticas, su objetivo es quedarse con el puesto de Kitamura.

— Pero dentro de su trabajo surgió otra posibilidad: la de convertirse en mí —Ryuuzaki se sentó en cuclillas y llevó los dedos a su labio inferior — y por eso decidió apostarlo todo a esa opción. Al amenazarte se excluía como sospechoso de los demás y diluía la finalidad de asumir el rol de L.

Raito negó frenéticamente.

— Teru no ganaría nada con quedarse con el papel de L, porque eres un delincuente cibernético. Aquí no eres la justicia…

— Hay algo que estás olvidando, Raito-kun — los ojos negros permanecían vacíos y fijos en el estudiante — y es que con la Death Note, tu hermano no necesita de un sistema de justicia. Él se asumiría como la justicia… tal y como seguramente habría hecho en el pasado.

— ¡Pero no lo reconozco! — Raito volvió a negar con la cabeza — No lo he visto en sueños, ni alucinaciones, ni recuerdos. No es posible…

— Pero él tiene la libreta. Es improbable que la libreta haya caído en poder de tu hermano por casualidad, Raito-kun. Contrario a lo que Ryuk dice, no existen las coincidencias.

Raito pasó una mano por los cabellos, indeciso. Ryuuzaki tenía razón: lo más probable es que Teru estuviera conectado también a la vida anterior y que todavía no hubiera rastro de él en su memoria recobrada.

— ¿Tú no recuerdas haberlo visto? ¿Ni siquiera de forma distante?

Ryuuzaki negó casi imperceptiblemente.

— Seguramente formó parte de tu historia y no de la mía, Raito-kun. Así que tuvo que vincularse contigo antes de que me conocieras, o después de-

— Sí, eso pensé también — por mucho que ambos lo tuvieran claro, el estudiante no se sentía con la fortaleza para hablar de la muerte de Ryuuzaki — pero lo importante ahora es definir qué vamos a hacer. Teru es paciente. Esperará todo el tiempo que considere necesario.

— Entonces, esperaremos también.

Raito frunció el ceño.

— ¿Eso es todo? ¿Y si decide entrar?

— Él ya se ha delatado al venir aquí. En el momento en que quiera ingresar, será evidencia suficiente de que él es el principal sospechoso de la investigación de la NPA. Nuestra ubicación no era conocida por nadie y sólo pudo haberla conseguido de manera deshonesta. Si quisiera matarte a ti, o al detective, ya lo habría hecho…

— Porque conoce nuestros nombres y rostros. Pero… No.

— Sí. De mí todavía no tiene un nombre. Por eso está aquí y no envió a nadie más.

— Si todo es como decimos, Teru ya hizo el trato.

Ryuuzaki asintió, pero guardó silencio. Se escucharon pasos descendiendo la escalera, provocando un ligero respingo del adolescente. En unos instantes, llegaron a la sala quienes habían cumplido el rol parental en otra existencia.

El detective permaneció de pie y miró a cada uno de los presentes con cautela antes de proceder, mientras Sachiko tomaba asiento en el sillón más cercano.

— Escuchen con atención. Debemos tener cuidado. La persona que siguió a Sachiko est-

— Es mi hermano. No podemos salir porque nos pondremos en riesgo — interrumpió Raito con nerviosismo.

Un destello de sorpresa pasó por el rostro del detective, pero se apresuró a recuperar la compostura.

— ¿Te comunicaste con él?

— No.

— ¿Dejaste algún mensaje en tu departamento, estableciendo que partías conmigo?

— No. Asahi-san, él es la persona que busca. Él es el falso L. Él es quien orquestó todo. Es peligroso acercarse a él… quizás ya…. Quizás ya es demasiado tarde.

El detective se apresuró a salir de la estancia con teléfono en mano mientras Sachiko se acercó al estudiante ansioso y pasó una mano sobre el hombro, abrazándolo.

— Descuida, todo estará bien… Vamos a resolver esto.

Raito sintió que un nudo dentro de su pecho bloqueaba su respiración. Había contenido tantas emociones en las últimas horas que parecía ser incapaz de soportarlo un instante más. ¡Ella no entendía nada en absoluto! Y había llegado a lo que podría ser su muerte sin que él hubiera tenido la menor oportunidad de siquiera prevenirla.

Todo había sido inútil. Raito no podía concebir un escenario en el que pudiera corroborar la integridad del detective, la de Sachiko y la de Ryuuzaki al mismo tiempo. Permanecer todos juntos facilitaba que Teru cometiera imprudencias con tal de alcanzar a Ryuuzaki. Y si éste era el objetivo principal, sus energías deberían enfocarse en protegerlo. Pero…

Teru había gastado demasiados esfuerzos para demostrar que era él, Yagami Raito, el destinatario de todos sus mensajes. Nada garantizaba que el detective y su exesposa estarían a salvo, pues Asahi ya había realizado maniobras excesivas para protegerlo. Desde el momento en que se cruzó con Raito, Asahi Soichiro había puesto de manera involuntaria una espada sobre sus cabezas.

"Justo como Ryuuzaki…", pensó, antes de ser interrumpido por el ruido sordo de un golpe a su lado.

— ¿Pero qué demonios estás haciendo?

Ryuuzaki había dado un golpe tenue pero certero en la clavícula de Sachiko, dejándola inconsciente. Desconcertado, Raito dio un giro brusco para encarar al pelinegro.

— Tenemos poco tiempo. Tú ya lo entendiste. Están en peligro con nosotros y yo debo demostrarle a Teru que no somos aliados. Tal vez así puedas salvarte y terminar con esto…

"Porque todos morirán en cuanto resurjan sus afectos hacia ti", pensó Ryuuzaki sin atreverse a revelar lo que el shinigami había dicho semanas atrás.

— ¿Estás loco?

— Perdóname. Pase lo que pase, recuerda que…

El golpe se repitió en el hombro de Raito, tirándolo al piso. Mientras caía, alcanzó a escuchar:

— …Siempre estoy contigo, Raito-kun.


Desde el pasillo superior, el detective Asahi había convocado al departamento de policía de Ishikari bajo orden expresa de detener a Kobayashi Teru por ser sospechoso principal de un caso federal. No había considerado que sería tan sencillo: el posible autor de tantos quebraderos de cabeza llegaba justo a la puerta de su casa, donde oportunamente se encontraban las personas más confiables para identificarlo. Parecía demasiado perfecto, casi planificado por algún designio de Dios…

No es que él fuera religioso, pero en esta ocasión los problemas parecían ir resolviéndose como si fuera destino. Al menos, ahora se reducirían sus preocupaciones y podría enfocarse en la atención a la salud mental de su protegido.

Aunque, si Teru era detenido en los próximos tres minutos, ¿cuál era el punto en seguir pensando en las necesidades de Kobayashi Satoshi? Tendría que ser canalizado a las instituciones correspondientes, al igual que Ryuuzaki. En lo que al detective concernía, sus funciones de protección estaban por terminar.

— Quieres que te ayude a atender una psicosis doble sin trasladar a ninguno de los pacientes al hospital. Y que los mantengamos separados en esta casa diminuta. Y que, además, te ayude a evitar que el chico se sienta solo luego de que lo sacas de su domicilio, lo aíslas y tratas de quitarle su única compañía.

Eso había dicho Sachiko cuando él termino de contarle todo. El tono escéptico y cortante le demostró al detective que se estaba perdiendo de algo. Había guardado silencio.

— ¿Por qué te preocupas tanto? Jamás te habrías tomado tantas molestias por un desconocido involucrado en tu trabajo. Ni siquiera por mí o por…

— No digas más.

Asahi Soichiro no quería otro reproche sobre la hija que no había acompañado para su entierro. No cuando sabía que ella tenía razón. Él había sido débil y se había encerrado para no enfrentar a sus demonios.

— El punto es que ese chico necesita atención urgente, si todo es como dices. Así que me los llevaré a ambos al hospital y serán internados en el ala psiquiátrica. Puedes acompañarnos y ordenar toda la custodia policiaca que requieras, pero no voy a prestarme a estos juegos. ¿Está claro?

Sachiko había cambiado. Por un instante, se decepcionó de que ella ya no era la criatura frágil y sumisa que daba todo por cumplir sus deseos. Pero, de manera simultánea, se alegró de ver un cambio en ella. Finalmente, Sachiko había adquirido el valor del que él carecía para enfrentarse a la vida.

Mientras bajaba las escaleras, Asahi se preparaba mentalmente. No quería reconocerlo, pero seguramente había utilizado a Kobayashi Satoshi como mecanismo de expiación. Sachiko lo había visto con claridad y por ello no lo había apoyado en sus ideas iniciales de proteger al chico a cualquier costo.

"Me he extralimitado. Ocupé todos mis recursos, desafié a mis superiores, actué a escondidas… Comprometí a otros miembros de mi equipo. Desvié la investigación… ¿Realmente era necesario que la protección fuera personal?"

A cada peldaño, se construía en la mente del detective una verdad tan evidente que sonaba ridícula.

"No puedo resolverlo todo. Debo aprender a confiar en los demás… Tratar de resolver los problemas de otras personas termina por alejarme de ellas, irónicamente. Debí entenderlo antes…"

Interrumpió su paso por la escalera al recibir un mensaje en el celular. La policía estaba en camino, dos minutos. Sólo dos minutos y se habría terminado esta obligación.

"Si hubiera concentrado mis esfuerzos en las pistas y no en el chico, habría descubierto la filtración. Pero me dejé llevar por el desamparo de Kobayashi. Quise compensar mis errores con él… y eso no es justo para nadie. Lo mejor es mantener distancia de ahora en adelante, por el bien de los dos".

Después de todo, Kobayashi Satoshi no era su hijo.

El detective Asahi Soichiro no alcanzó a pisar el último peldaño, su peso en caída libre contra el suelo.


— Raito… Raito… ¡Despierta!

— ¿Huh?

Desde el piso, se advertía la fina capa de polvo que se había formado debajo de los muebles. La voz rasposa no estaba dispuesta a esperarlo más.

— ¡Te queda poco tiempo, Raito! No creí que L fuera capaz, hyuk hyuk

¿Capaz de qué? Poco a poco, Raito se sentó, dejando una mano como soporte para no caer. La mano derecha frotó sus párpados, tratando de liberarse de su aturdimiento.

— ¿Ryuk?

— Si no te apresuras, los policías que están a tres calles te atraparán y seguro que te culparán por esto. ¡Qué divertido!

El shinigami era tan irritante como Raito recordaba. No lo había extrañado en absoluto.

— ¿Culparme? ¿De qué?

— ¡Mira a tu alrededor, hyuk hyuk!

Raito despabiló con ese último comentario. A su lado, Sachiko yacía inconsciente. Se precipitó a buscarle el pulso, detectando un ritmo pausado y estable. Su respiración lenta confirmaba que seguía viva. A final de cuentas, Ryuuzaki no la habría matado con un golpe.

— ¿Ryuuzaki? — llamó, sin esperar una respuesta. Él mismo se había disculpado por lo que iba a hacer, así que lo más seguro era que…

— Es el menor de tus problemas, Raito. ¿Qué harás cuando te encuentre la policía con un cadáver?

A Raito le bastó mirar hacia la escalera para comprender a qué se refería el dios de la muerte. Sus piernas estuvieron a punto de flaquear, pero sabía perfectamente que no había tiempo para perderse de nuevo.

— No…

Asahi Soichiro seguía tibio, como pudo constatar al poner los dedos sobre el cuello buscando un pulso que ya se había extinguido. Incapaz de reanimar al detective, Raito sintió que su interior se desmoronaba. No había tenido oportunidad de compensar a quien había sido su padre y sólo había sido una fuente de molestias.

El detective había demostrado que era una persona sincera, dispuesta a confiar en él incluso en los peores escenarios. Se había extralimitado con tal de protegerlo. Y él, en lugar de encontrar la manera de alejarse, se había convertido en un bulto que debía ser resguardado dentro de un esquema imposible. Asahi Soichiro merecía mucho más que eso y las lágrimas que escurrían por las mejillas del estudiante no serían redención suficiente. Su padre había partido.

Al diablo con todo.

Qué más daba si su misión sobre el karma quedaba incompleta.

Qué más daba si su alma permanecía condenada a repetir un ciclo de pesadillas.

No había hecho lo suficiente para escaparse de su destino y ahora el detective pagaba el precio.

El rumor de varios automóviles que se acercaban al domicilio interrumpió cualquier estrategia por formular.

— Raito, la policía ya viene. ¿Qué vas a hacer?

Raito no se movió. Siguió abrazado a la figura interte, tratando de serenar el latido disparejo de su corazón.

— Ya veo. ¿Te quedarás ahí, entonces?

Ninguna respuesta. Se escucharon portazos de varios vehículos a la distancia.

— Oh, bueno, en cualquier caso, contaba con que L se quedaría solo a estas alturas.

L… Ryuuzaki.

Perdóname… Siempre estoy contigo, Raito-kun.

— ¡Ryuk, ¿dónde está?! — el chico se incorporó a toda velocidad, caminando hacia la puerta que daba al cobertizo en la parte trasera.

El shinigami no podía contener la risa.

— Te dije desde el principio que sólo soy un espectador… Y aunque lo supiera, no te lo diría.

Raito salió, cerrando la puerta con cuidado para evitar ruidos. Sabía que al frente estaría la policía, por lo que saltó la valla de pino al patio de la casa contigua y caminó a toda velocidad hacia la otra calle, con la mirada baja. Sabía que se hallaba en problemas.

— Sí sólo fueras un espectador, no tendrías por qué seguirme. Te habrías ido con… con Teru. Pero él no te da libertades y por eso te escondiste de él cuando fue a visitarme aquel día, ¿verdad?

— Tu inteligencia no me decepciona, Raito. Pero no voy a decirte más.

— Sólo quiero que respondas una cosa: ¿por qué lo mató?

La carcajada de Ryuk fue tan estridente que Raito temió por un instante que alguien más fuera capaz de escucharla.

— ¡Pero qué tonterías dices!

Raito caminaba sin tener claro un rumbo. Lo único que daba por hecho era que no debía detenerse. Tenía que mezclarse con el ambiente, lo cual era un reto en los suburbios tranquilos y desiertos de Ishikari.

— Si él no lo mató, ¿por qué…? — los puños del estudiante se contrajeron por la impotencia.

— ¿Murió? No lo sé. Quizás su tiempo ya se había terminado. O quizás alguien más dispuso de él con la libreta. ¿Qué más da? … ¡Si nunca fuiste del tipo sentimental!

El chico estaba harto del shinigami, pero le desconcertaba su presencia. Estaba ahí, pero

— Tu rol… tu rol en todo esto no es el de un espectador solamente. Si eso fuera, jamás me habrías dado el primer recuerdo de Ryuuzaki. Si puedes dar recuerdos a voluntad, quiero otro.

Ryuk rio con todas sus fuerzas.

— Vaya, vaya, con que quieres otro recuerdo. ¿Y qué te hace pensar que voy a dártelo?

— No pedí que me lo regales — irrumpió el estudiante, con el ceño fruncido y la vista puesta en los ojos rojos — sino que me lo vendas. Necesito saber quién es Teru.

"Y necesito saberlo ahora, porque se me acaba el tiempo".

— Mi humano favorito tiene prisa, ¿eh? Las manzanas no serían un pago para esta ocasión.

— Te doy la mitad de mi vida restante.

El tiempo pareció detenerse repentinamente, presagiando una desgracia. Ryuk ya no reía más. El rumor del viento se había acallado también, generando así un silencio absoluto. Raito estaba casi seguro de que el único ruido perceptible en ese instante era el latido de su corazón, el reloj de su propio tiempo.

El shinigami acercó un dedo afilado a la frente del estudiante una vez más.

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N/A: desde enero, hasta el día 12 de mayo, no había tenido tiempo de escribir. Dos trabajos, una carrera, un grupo extracurricular, una campaña política y una clase de violín habían provocado que escribir quedara relegado. Tengo en mi cabeza la continuación de todas mis historias, pero el ritmo se ha aletargado muchísimo por esas circunstancias. Espero que de ahora en adelante pueda ser más frecuente.

Gracias a quienes, a pesar de los meses de abandono, no dejan Karma (o mis otros intentos de historias) en el olvido. Estimo que a Karma le quedan, por mucho, cinco capítulos más. Stay tuned!