Declaración: Rurouni Kenshin no me pertenece, es de Nobuhiro Watsuki. Yo no poseo ningún derecho, y hago esto por diversión y sin fines de lucro. Sólo para fanfiction.

Dedicada a mi preciosa amiga que aguanta todas mis ideas. Pola de Himura.

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Para Siempre

Acto uno

"Al tocarla"

por

Blankaoru

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Tokio, 2009

Estaba aún oscuro cuando salió de su letargo. Se llevó una mano a la frente y rodó sobre su espalda, suspirando. Fue cuando su brazo hizo contacto con ella.

¿Que acaso seguía allí? Encendió la lámpara del velador y su luz tenue iluminó el cuerpo femenino desnudo, acostado dándole la espalda y en una posición cercana a la fetal. Kenshin admiró su cabello negro desparramado sobre la almohada, su cintura breve y de inmediato llegó a su memoria la sensación reciente de esa piel bajo su tacto y el candor de sus torpes besos. La muchacha había tomado mucho durante la fiesta, pero debía reconocer que lo que habían hecho al llegar a esa cama le había gustado.

Su excitación apareció nuevamente y se preguntó si ella accedería a tener más sexo a cambio de más dinero. Se acercó para despertarla y hablarle pero cambió de idea y se acosto apegado a su espalda, repentinamente shockeado por las ganas que tenía de abrazarla y nada más que eso. Así lo hizo y se quedó respirando en su cuello, tomándola firmemente por la cintura, amoldándose a su contorno tras taparla con las frazadas. Le había gustado esa chica. Le había encantado. Le dejó un par de besos en el hombro y con la nariz le hizo cosquillas en la nuca. Su pelo olía rico, con una suave fragancia que lo atraía y de pronto se dio cuenta de lo que estaba haciendo.

-No puedo ser tan estúpido.- se dijo por lo bajo. Cogió sus boxer y salió de la cama rumbo al cuarto de baño. Al regresar, se sentó en una banca cerca de la chica.

Él no podía pretender enamorarse de una mujer sólo por compartir su cama, menos de una que había entregado sus encantos por dinero y que seguramente lo seguiría haciendo para cubrir el coste de sus caprichos a lo largo de su vida como decían, hacía la mayoría. Él no conocía mucho de eso, a decir verdad, esta era la primera vez en sus veintiséis años de vida que se permitía una noche así. Tal vez, pensó nervioso, alisándose el largo cabello rojizo hacia atrás, es que en verdad estaba demasiado solo y aunque decía que estaba bien, sabía que no era así. Su mente vagó un poco más atrás, unas cinco horas antes.

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Kenshin tenía un puesto de cargador en una empresa de transportes y la semana anterior se había hecho la fiesta anual formal de la misma, a la que asistieron todos los empleados incluyendo a las esposas o familiares directos de éstos. Una jornada familiar y amena donde todos pudieran relajarse y compartir. Pues bien, la noche anterior había sido la fiesta informal anual, aquella sólo para caballeros en un lugar donde habían reservado compañía femenina.

Al estar prohibida la prostitución en Japón, los métodos para tener sexo pagado simulaban en muchos casos el tener una cita con la chica en cuestión. También podía pasar que en un bar hicieran rondas de conversación de algunos minutos con varias muchachas para elegir la que preferían y pasar a un privado, ya sea para obtener besos, algunas caricias o el acto sexual completo. Al menos esas eran las situaciones que Kenshin había visto a lo largo de su vida sin atreverse antes a tomar a alguna de ellas y estaba seguro de que habían muchas otras formas de "encontrarse" para una pareja de eventuales amantes que no se había visto nunca antes en su vida. Pero al final siempre había que pagar por vivir una placentera "mentirita" y eso le disgustaba. Vivir una mentira en vez de tener en su realidad a una pareja con quien compartir las cosas de su día. Una mujer a quien querer y dar lo mejor de si.

Pero incluso él ya estaba un poco harto de la búsqueda y la espera de tal dama. Precisamente hacía dos días la de recepción le había cancelado una cita sin dar mayores explicaciones ni luces de una próxima salida.

Miró en su entorno. Su amigo Sanosuke estaba borracho cantando en el karaoke junto con Katsu y varios del departamento de comunicaciones. El de contabilidad se había escabullido con una muchacha a un apartado y el jefe llevaba desaparecido bastante rato en lo mismo. Había mujeres guapas por todos lados con otros compañeros de labores, algunas sólo conversando, aunque enseñando de vez en vez sus senos y él ya estaba aburrido de todo eso. Prefería irse a su casa. Fue a refrescarse al baño y ya de vuelta a buscar su chaqueta de cuero, vio a la muchacha.

La encontró sentada, con los hombros caídos. Pensó que se trataba de una chica demasiado borracha, pero se llevó la sorpresa al tocarla para saber como estaba.

-Gracias, me encuentro bien.- dijo la joven en voz alta para ser audible sobre la música. Y se veía perfectamente lúcida.

Kenshin la miró unos instantes. Labios rojos y carnosos, rostro agradable, ojos preciosos...

-Creo que me estoy engañando. Tus ojos no son negros, ¿cierto?-

La muchacha sonrió. Se sintió ridículo al pensar que su sonrisa lo había flechado, pero así lo había sentido.

-Son azules, señor.-

-Ya veo. ¿Y por qué estás aquí y no allá divirtiéndote con tus compañeras?

-Oh... bueno... a ellas ya las escogieron y a mi nadie me quiso y está bien. Es decir... no soy del gusto de los señores.

Había algo lindo en esa chica, algo que lo instaba a quedarse con ella. Acercó una silla para conversar.

-¿Está bien si hablamos, chiquilla? Mis compañeros estan ebrios, no se les entiende nada.

La joven había reído y ese sonido le había gustado.

-Está bien, hablemos.

Habían pasado por diversos temas de contingencia y se habían entretenido contándose chistes, bebieron un poco y ya que estaban para eso, Kenshin le dijo que la quería besar. Ella sonrió. Él lo tomó por un sí.

Se acercó a su boca rabiosamente roja y entre los suyos tomó el labio inferior de ella. Amó cómo se sentía cuando él hacía un poco de presión. Al separarse de ella, se sintió mareado. Lo atribuyó a la oscuridad de la sala y los juegos de luces.

-Vamos a un lugar más cómodo. ¿Es posible?.

La notó tomar aire, pero al final asintió. Permitió que él la cogiera de la mano y salieron del local rumbo a uno de los apartados. Luego Kenshin se lo pensó un poco.

-Dime... ¿tengo que pagar más si vamos a mi casa?

-No, señor. Pero debo informar a mis compañeras donde me encuentro.

-Muy bien, hazlo.- dijo decidido, llevándola afuera. La joven se puso un abrigo hasta la rodilla para cubrirse, pues el vestido negro, brillante y corto no la ayudaba mucho con eso, y montó tras él a su moto Yamaha. Como el abrigo se abrió antes de partir él echó una mirada a sus piernas. Y qué piernas. Le pasó un casco y partieron a un lugar no muy lejos de allí. A poco de estacionar, la joven mandó su ubicación a sus amigas. Y siguió a Kenshin a un departamento en el tercer piso.

-¿Cómo te llamas?- preguntó él tras entrar a su pequeño departamento.- Pasa, no te asustes. Tengo cómo pagarte.- dijo añadiendo algunos billetes a un sobre que preparó y que dejó sobre la mesita del sector de la cocina.

-Mi nombre es Sakuragi Haruko, señor.

-El mío es Himura Kenshin. ¿Te gusta la música?

Se sentía nervioso. Le temblaban las manos al operar el mando a distancia buscando algo que escuchar y hasta le sudaban. No sabía por qué habían invitado a esa chica a su casa o tal vez sí, después de todo era hombre y tenía una necesidad que buscaba ser apaciguada. Una que no tenía hasta que salió del baño de ese local y la vió.

-Dime, Haruko, ¿Hasta dónde puedo llegar contigo?

Haruko se había levantado lentamente de su asiento y con sus hermosos ojos lo miró a través de sus espesas pestañas. Entreabrió sus labios y Kenshin se sintió perdido. No esperó más. Ella no lo esquivó ni puso un valor a sus besos ni dijo cuánto le costaría desnudarla. Haruko se dejó hacer con gentileza y a cambio, él mismo hizo de cuentas que era su primera vez con alguna novia querida y con suavidad se hundió en ella al hacerla suya.

No sabía si ella lo estaría comparando con algún amante anterior de esos que conocía por su forma de ganarse la vida, pero él quedó gratamente sorprendido de su respuesta y su ternura. Fue acariciado y ella le permitió recostar la cabeza entre sus senos para descansar un rato, aunque luego se quedaron dormidos.

Y ahí esta él ahora. Mirándola dormir como si fuera el más entretenido programa de la tele. Su mejilla ruborizada, el arco perfecto de su ceja. El carmín de sus labios se había borrado en gran medida, permaneciendo una buena porción en sus propios labios. Se preguntó, sintiéndose tonto al hacerlo, si ella le permitiría salir en otra ocasión para conocerse. Él era un hombre ahorrativo, aún cuando su sueldo era modesto, podría obsequiar a la chica aquellas cosas que ella deseaba y por las que hacía lo que hacía. Se rió quedo de si mismo, de sus ideas. Tenía que ser muy ingenuo para creer que una chica así querría quedarse con él, que sólo podía costearse ese pequeño departamento aunque era todo un lujo: Tenía cuarto de baño propio.

Haruko se recostó sobre su espalda y Kenshin esta vez tuvo la vista de su rostro completo y de pronto algo lo empezó a molestar. Los latidos de su corazón de aceleraron al notar que no llevaba rubor porque en efecto sus mejillas eran sonrosadas y su cara tenía contornos redondeados...

La joven abrió los ojos y la plácida expresión que tenía desapareció. Buscó un lugar donde apareciera la hora y la encontró en el radio reloj de una repisa.

3:45 am

-Oh, no, me matarán.- se dijo y se levantó de un salto. Reunió su escasa ropa para irse de allí y luego de vestirse y salir a la puerta, Kenshin le cerró el paso.

-Quiero saber si podemos volver a vernos.- dijo muy serio.

-Me tengo que ir, señor Himura. Por favor...

-Pero dime.

-No es lo adecuado. Se supone que esto es sólo de una noche. Déjeme ir, no quiero tener problemas... yo tengo su dirección, puedo venir otro día...-

Kenshin se retiró del umbral de la puerta, con gesto cansado.

-Después de todo sabía que sería asi.- murmuró, pero Haruko pudo escucharlo.-Vete, muchacha. No tengas problemas por mi culpa.

Haruko acabó de ponerse un abrigo largo y recogió su cartera de debajo de una silla. Kenshin la escuchó llamar un taxi mientras resonaban sus tacones por el pasillo.

Molesto por entender que posiblemente se había convertido en un cliente indeseable por insistir, regresó a su cama a dormir lo que le quedaba. Ya era domingo y tenía cosas que hacer, como visitar a su familia.

Horas después, cuando salió de la ducha, listo para prepararse un desayuno, reparó en un trozo de cartulina bajo la silla. Otra vez esa sensación de que algo andaba muy mal lo invadió al recogerla. La resaca que no le dió el alcohol ingerido se la trajo la información que portaba la tarjeta estudiantil.

No era sólo que Sakuragi Haruko se llamara en verdad Kamiya Kaoru, él podía entender que la chica ocultara deliberadamente su identidad; lo que lo mató en verdad fue el resto de lo que ponía.

"Estudiante de Tercer año de Secundaria"

¿Qué semejante estupidez había cometido?

Claro, seguro sus compañeros de trabajo habían notado que la chica era más joven de lo que decía ser y él había sido el único imbécil que se la había quedado. Incluso la había traído hasta su casa.

Que el cielo lo amparase, aunque nada se merecía por tamaño error cometido. Sudando frío, Kenshin se sentó en una silla tratando de sacar cuentas. Cuando él estaba en la secundaria, ¿qué edad?... maldición, no lo había estado. Miró de nuevo la tarjeta buscando más información, algún año de nacimiento para calcular. La chica no podía ser tan joven. Por ahí encontró una fecha. Gritó de rabia y frustración cuando el cálculo a la fecha le dio quince años.

¿Qué pasaría ahora? ¿Lo demandaría? O tal vez lo extorsionaría... daba lo mismo si lo acusaba de violación, las leyes en su país no le harían gran daño, pero ese no era el punto. Él ya sentía vergüenza de algo que hasta hace unos momentos le había parecido una de las mejores experiencias de su vida. Se sentía tan estúpido, tan tonto, utilizado incluso... cuando él pensaba en seguir viendo a futuro a la chica se daba cuenta de que sería tremendamente impropio.

Pero debía verla. Saber al menos con qué intenciones había hecho lo que hizo. El lunes sin falta iría a verla a la salida de la escuela, para saber a qué atenerse con ella.

Tras su amargo desayuno llegó a la cama para tenderla antes de irse. Al echar las frazadas y sábanas para atrás encontró una mancha, una de sangre. Cayendo de rodillas, descargó su repentina furía a puñetazos contra el colchón.

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Fin acto Uno

Al tocarla

Diciembre 27, 2015/ revisión Abril 06, 2016.

Notas de autor

Hasta donde entiendo, la edad de consentimiento sexual en Japón varía desde los 14 a los 16 años, según la prefectura aunque para esta historia será de 16 años. De todos modos, a mí me sirven estas edades en lo que sucede entre ellos para armar la historia por lo que pasa más adelante. Sean libres de seguir leyendo o no.

Esta historia la escribí el año pasado y como ya tenía tantas la dejé guardada, me fui de vacaciones y la olvidé. Hay algunas cosas muy puntuales que quiero contar asi que posiblemente sea del orden de historia de 10 capítulos (sólo hay tres). Kenshin tuvo que ser engañado para hacer lo que hizo, pero estoy segura que más adelante lo amarán con todo su corazón como yo lo hago y entenderán los motivos de Kaoru para hacer lo que hizo. Sobre la fiesta en la empresa y ese tipo tan sutil de protstitución que tienen allá -oh, perdón, verdad que en Japón no existe la prostitución.- es algo real, según algunos sitios donde leí se está dando a una escala bastante grande en que escolares se meten en ese tipo de cosas para costearse bolsos y cosas de lujos que quieren tener. No sé si sea fácil salir de eso, supongo que si.

Este sábado les pondré a quienes aman y quieren a los sabios perros viejos el segundo capítulo y final (?) de la historia de una chica ninja y su robusto maestro alfarero y la próxima semana "Después de Perderte" para que lloremos con ganas abrazando lo que tengamos a mano, ya saben, maridos, novios, almohadas, televisores, mejores amigos, mascotas. (televisores?)

Las dejo. Sean felices.

Blankaoru.