¡Hola! Los personajes no son de creación propia, forman parte del manga de Hiro Mashima "Fairy Tail". He intentado hacer los personajes lo más parecidos posibles, aunque obviamente me he tomado algunas libertades y he cambiado algunas cosas :3

*La historia se sitúa en base al manga a partir del capítulo 443, por lo tanto contiene spoilers para aquel que no siga el manga.

*Mi idea principal era realizar una historia de unos 4-5 capítulos, los cuales están en proceso y se irán publicando poco a poco. ¡PERO! Me he emocionado escribiendo la historia y al final he acabado desarrollando unos acontecimientos diferentes de los que tenía en mente en un principio, y es posible que acabe siendo más extensa, aunque no podría determinar el número exacto de capítulos que puede tener :P

No se habían vuelto a cruzar desde el incidente de los baños termales, hecho que cobraba importancia si se tenía en cuenta que tenían que convivir por la fuerza bajo el mismo techo durante un tiempo indeterminado.

Lo cierto es que Levy se sentía bastante avergonzada por los acontecimientos, y en especial por su fuerte complejo e inseguridades. Era consciente de que a diario se rodeaba de hermosas figuras femeninas propias de una representación de la Diosa de la fertilidad, y que sin embargo, ella no podía presumir de las curvas que caracterizaban a sus compañeras. Era pequeña, siempre había sido pequeña; a penas tenía pecho y esta carencia se veía remarcada por la anchura de sus caderas y sus sobresalientes glúteos.

Odiaba su físico de niña eterna.

No era de extrañar, por tanto, que intentara a toda costa evitar al dragón de hierro con tal de no encontrarse con su mirada de decepción, ni recordar aquellas palabras que escupió al caer sobre ella «Qué son estas cosas pequeñas».

Cosas.

CO-SAS.

Nadie había llamado así a sus pechos. Aunque, también era verdad que nadie había rozado si quiera sus senos en toda su vida...

Por otro lado, Gajeel no sentía especial interés en encontrarse con la maga después de caer desnudo sobre ella, y mucho menos tras ver su mirada de vergüenza y sufrimiento. Se sentía desgraciado, siempre andaba detrás de ella y no obstante siempre encontraba la manera de alejarla de él. «¿Por qué narices tuve que emplear ese término?» Se lamentaba el dragón slayer para sus adentros. El joven había vivido sumergido en la soledad durante tantos años, que a menudo olvidaba cómo debía de comportarse ante los demás. De hecho, se cuestionaba si de verdad conocería algún día el modo de tratar a las personas, y lo más importante aún: no tenía ni idea de si llegaría el tiempo donde comprendiera los comportamientos sociales. Y no cabía duda, de que entender los sentimientos ajenos era un paso primordial para regular sus palabras y actos para poder llegar hasta el corazón de Levy.

No obstante, el encuentro entre ambos era inevitable y la noche les traería un nuevo canto inesperado...

El hostal que les había proporcionado el maestro de Blue Pegasus estaba próximo a las aguas termales y se encontraba dividido por dos sectores, en el ala oeste estaban ubicadas las habitaciones de las mujeres, mientras que el ala este formaba parte de las estancias de los hombres. A su vez, y para desgracia de nuestros protagonistas, el baño era un establecimiento de uso común, razón por la cual era toda una odisea acudir a un acto tan rutinario como el hecho de cepillarse los dientes, ducharse o asearse, todo ello con el reto de evitarse el uno al otro. Aquella noche, las jóvenes habían decidido amontonarse todas en la habitación más grande con tal de compartir una velada de sonrisas y confidencias entre féminas. De tal modo, se habían ataviado con sus mejores galas, o mejor dicho pijamas, y se habían reunido en círculo como si de un pequeño aquelarre se tratase.

Al inicio de la pequeña reunión, Levy se puso en pie antes de que fuera demasiado tarde o se quedara dormida, con tal de dirigirse hacia los aseos para poder cepillarse los dientes. De este modo, reinició su ritual de cada día para evitar dejar un rastro para Gajeel, subiendo y bajando escaleras con tal de no toparse con éste. Mientras caminaba con sigilo, acto que siempre le pareció sencillo gracias a su baja estatura, se sobresaltó al oír una voz.

—No seas capullo, Natsu. Te he dicho que mañana me toca a mí.

—¿En qué momento hemos acordado eso? ¡Estúpido pervertido!

Levy suspiró levemente, no eran más que Natsu y Gray discutiendo por alguna nimiedad como hacían siempre. Esbozó una pequeña sonrisa de alivio, se dispuso a seguir su camino con cautela, cuando de pronto chocó contra algo grande y robusto y cayó al suelo boca arriba.

Gajeel iba tan ensimismado en sus pensamientos que ni si quiera pudo percibir el aroma que caracterizaba la piel de Levy, su plan para evitarla se había resquebrajado por completo, y de pronto la encontró tirada en el suelo junto a su cepillo de dientes, con las manos tapándose la boca como si de tal modo pudiera ocultarse de él,y con sus ojos color pardo mirándole aterrorizada, como cuando alguien se encuentra de cara con su peor fobia y se frustra al no poder huír de ella.

—Vamos, enana. —se armó de valor para cogerla del brazo y levantarla con la ligereza con la que alzaría un trozo de papel. «Dios, está preciosa» pensó para sus adentros.

—Gr-gra-gracias. —titubeó la joven.

Bajó la mirada, le quemaban las mejillas y sabía que estaba sonrojada, mas no podía evitarlo. Y menos aún, cuando el torso del dragon slayer estaba al descubierto y tan sólo iba cubierto por unas bermudas. Fijó la vista en el suelo intentando aparentar que nada delo que visionaba era de su interés, convenciéndose de que no era lo adecuado. Ya que, por un lado, su corazón palpitaba por tenerlo de nuevo frente a ella; por otro lado, moría al revivir aquel momento de rechazo, y sentía que nunca sería lo suficiente para él.

Sin decir una palabra los minutos danzaron al compás del silencio. Los dos, de pie, el uno frente al otro. Sin embargo, mientras ella mantenía la mirada agachada y sumergida en sus deprimentes pensamientos; él no podía evitar mirarla. Llevaba un pijama verde limón con una pareja de osos enamorados, era una camiseta de manga corta que le venía algo grande y le caía de un hombro, junto con unos pantalones cortos a penas visibles por la largura de la prenda superior. Como casi siempre que se sentía cómoda en un lugar, sus pálidos e inquietos pies se mostraban descalzos sobre el suelo. Adoraba lo diminutas que podían parecer las extremidades de la joven frente a su cuerpo menudo y frágil, siempre lograba despertarle la necesidad de agarrarla con fuerza y protegerla de cualquier mal, pero luego siempre recordaba que el mayor peligro de Levy era él mismo. Su azulado cabello estaba recogido en una coleta alta, dejando al descubierto su cara salvo algunas greñas que le acariciaban el rostro, Gajeel se mordió levemente el labio al imaginarse a sí mismo apartando con cuidado el pelo de Levy, y su imaginación se vio quebrantada al pronunciarse la chica.

—Yo... debo irme.

Un jarro de agua fría que retumbaba en su cuerpo cual cuchillos ante la negación de la maga de permanecer más tiempo junto a él. Tenía que ser más veloz de lo que lo hubiera sido en cualquier batalla, o poco a poco, la relación se iría enfriando hasta desaparecer. En ese instante, la chica ya lo había esquivado y se disponía a continuar por el pasillo hasta llegar a su destino.

—Enana... —Levy paró en seco, pero no tuvo el coraje de girarse y mirarle— yo... esto... ¡No tuve la culpa de caer sobre ti, fue ese idiota! —la muchacha trago saliva e intentó asimilar las palabras. «Mierda, eso no suena como una disculpa» pensó Gajeel.— También fue vergonzoso para mí, yo.. no quería tocar tus pechos. ¡Tus pechos no me importan!

Levy apretó los puños con fuerza como nunca en su vida lo había hecho, sintió que esta vez el quemazón de su cuerpo se despertaba de rabia y frustración. No era una mujer de carácter, nunca lo había sido. Siempre asentía con dulzura, callaba ante los dardos y mostraba educadas palabras a quien quiera que fuera. Esa educación era el regalo que le habían dejado sus padres antes de morir. Pero, incluso el animal más dócil de todos saca sus garras cuando está malherido.

—¡Ya basta! —el grito sobresaltó al joven, en esta ocasión giró su cuerpo hacía él y se alzó de puntillas inconscientemente— ¡Ya sé que no gusto, no es necesario que me recuerdes lo poco que importan mis pequeños pechos, ni lo débil que soy, ni tampoco lo inútil que puede llegar a ser mi magia comparada con la del resto del gremio!

—Pero Levy yo..

—¡No! ¡Toda mi vida me he sentido inferior a los demás! —las mejillas de la chica se mancharon de pequeñas lágrimas que nacieron desde sus acuosos ojos, que se tornaban más verdes conforme se irritaban ante el llanto— ¡Desde que era una niña he sido rechazada por muchos por tener mayor sensibilidad que el resto, nadie me quería en su equipo por temor a fallar una misión, he tenido que soñar a través de los libros para sentir que tengo un lugar en el mundo! ¡Y ahora que por fin tengo personas que me valoran vienes tú, Gajeel, y me despre..

—¡PERDÓNAME LEVY!

Gajeel tenía a la maga cogida de los hombros y sin pretenderlo la había levantado un palmo del suelo. Ella enmudeció, jamás hubiera imaginado que alguien como él pudiera conocer el significado de una disculpa. Por un momento, se miraron el uno al otro sin apartar la mirada, los ojos rojos del joven brillaban con fuerza similares al fuego que emana de la leña. Podía percibirse la sinceridad en el ambiente, casi podía olerse el aroma del arrepentimiento y la pesadez del dolor acumulado por días.

—Yo... mira, a mí no se me da bien esto. —Gajeel ya la había dejado en el suelo y los ojos de Levy volvían a ser tan cálidos como siempre, hecho que le ayudó a continuar— No quería decir nada sobre.. sobre tu cuerpo. Y tampoco quiero... esto. Ya sabes.. que estés lejos. ¿Lo recuerdas? Es difícil encontrar personas pequeñas a las que proteger, así que..

—No te alejes de mí. —ambos sonrieron al unísono— Sí, recuerdo lo que me dijiste Gajeel, y no te preocupes. Todo ha sido un malentendido. —le mostró el cepillo de dientes a modo de seña y dijo entre risas— Si no te importa, tengo que lavarme los dientes.

—Sí, yo iba a ducharme.

Ambos emprendieron el camino hacia el cuarto de baño, a pesar deque ella caminaba unos pasos por delante debido al estado de nervios en el que se encontraba tras la situación que acababa de vivir. Gajeel la observaba caminar con su gracia particular y entonces sin saber el por qué sintió un impulso nacido de su interior cual animal depredador.

—¿Quieres ir a tomar un helado?

La chica se paró en seco y lo miró con asombro sin entender muy bien qué acababa de ocurrir.

—¿Qué?

—Que puedes lavarte los dientes después. Y discutir me da hambre, y es un buen modo de hacer las paces. Y tengo que ducharme igual, por lo que te da tiempo a ponerte ropa, a no ser que te apetezca pasearte con un cutre pijama de osos.

Gajeel era especialista en ocultar sus sentimientos y dialogar con imagen de despreocupado y apático, y aquella no era una excepción. Sí, el joven dragón slayer de hierro era experto en aparentar ser precisamente...de hierro ante los demás. No obstante, dentro de su corazón Levy no pudo evitar sentir el despertar de la emoción. Evidentemente, no era la primera vez que ambos estaban solos o compartían su tiempo. Pero, él nunca había planteado ocupar su tiempo en un acto tan banal como podía ser el hecho de tomar un helado, y en cierta manera no podía evitar escuchar en su mente la palabra cita, a pesar de que era consciente de que él no era ese tipo de hombres.

Lo había hecho, y aún no había asimilado que por fin había tenido lo necesario para pedir la compañía de Levy de un modo más íntimo. Quizá, por esa razón el miedo todavía no se había apoderado de su cuerpo, donde la adrenalina corría como el rayo despertando cada centímetro de su piel, atento a cada gesto que ella pudiera regalarle aquella noche. Mientras separaban sus caminos momentáneamente, la joven despertó al silencio que los había rodeado por unos mágicos instantes.

—¿Sabes Gajeel? Pocas veces me llamas por mi nombre.

—Eso es porqué eres mi enana.

Con una amplia sonrisa en los labios saborearon el momento de la despedida, cada uno desde un extremo del pasillo, sin saber que antes de perderse de vista ambos echaron la mirada atrás para vislumbrarla silueta del otro por última vez, antes de la noche de su primera cita.