—Ya las vimos la última vez que la revisamos, por lo visto la única forma de acceder a esa zona es estando ella inconsciente. Probablemente le traiga malos recuerdos.— Comentó Ino en la sala de estar del hospital, hablando con una enfermera.

—O tal vez oculte un secreto.— Sugirió la joven enfermera.

Hacía 3 días que la batalla en la cueva había finalizado y Mei todavía no había despertado. Ino se había encargado personalmente de revisarla y curarla, por su parte Sakura había estado a cargo de Kiba y Akamaru, que habían llegado a la aldea con una extraña de toxina en su organismo.

El veneno en concreto destruía las defensas naturales del cuerpo y hacían que el paciente enfermara constantemente. Por el momento habían conseguido extraer la mayoría de toxinas, pero una parte se había adherido a las células del shinobi y su can y debería ser expulsado de manera natural por el cuerpo.

En una habitación con paredes de madera y un gran ventanal se encontraba un shinobi pálido como la nieve, sentado en una silla y con el torso apoyado en una cama, en la que descansaba una kunoichi de ondulada melena. El níveo shinobi le susurraba cosas a la chica que reposaba, como si la estuviera informando sobre como eran las cosas a su alrededor. La puerta de la habitación se abrió, dejando paso a un chico de cabello negro recogido y otro rubio de mirada celeste.

—¿ Qué se supone qué estás haciendo, Sai?— preguntó Shikamaru, al ver a su amigo tan cerca de Mei, hablándole.

— He leído que las personas que están inconscientes o en coma pueden escuchar en cierta manera aquello que ocurre a su alrededor, así que le hablo para que no se sienta sola y esté informada de todo.— Respondió Sai con una gran sonrisa, satisfecho por su descubrimiento.

— Me voy un día y raptan a Mei-chan, eso es por no estar en la Villa...— Se quejó Naruto.

— No creo que el enemigo esperara a tu partida para raptarla...— Comentó Shikamaru, con una gota en la frente.

Era pronto por la mañana, el trío de shinobis se turnaban entre la habitación de Mei y Kiba. El Inuzuka y su compañero sí que estaban conscientes, por lo tanto estaban contentos de recibir visitas y poder hablar con la gente.

Eran alrededor de las 5 de la tarde, cuando Mei abrió los ojos y se incorporó un poco en la cama. Sentía la piel tirante, como si la tuviera seca y los músculos no respondían a las órdenes de su cerebro. Miró hacia un lado y se encontró con la cara de Sai a escasos centímetros de la suya.

—Ya ha despertado— Comunicó el artista, con una sonrisa sincera— sabía que los gatos dormían mucho...pero no tanto- al decir esto, Sai se apartó de ella, dejando paso a Shikamaru que se había levantado de otra silla y acercado a la cama.

- Mi...- Mei intentaba hablar, pero tenía la garganta seca y le resultaba difícil completar alguna palabra— mi yuka...ta— consiguió decir débilmente, clavando su mirada aguamarina en el Nara.

Shikamaru no esperaba esa pregunta. Después de una batalla, de estar herida, de haber matado a alguien, la única preocupación de su amiga era su yukata.

—Definitivamente eres muy rara...pero tu yukata está en casa, tranquila.— respondió sonriendo.

—¡Mei-chan! Debes recuperarte pronto, aún debo mostrarte muchas cosas en la villa-tebayo— Gritaba Naruto, apareciendo detrás de Shikamaru.

Los 3 shinobis se arrimaron a la cama, para hablar con la kunoichi que acababa de despertar. Al cabo de un rato, la puerta de la habitación se abrió, dejando paso a Neji Hyuuga.

—Necesito que salgáis todos de la habitación.—Ordenó Neji, sin saludar a nadie.

—Pero...¿qué se supone que haces tú aquí?, acaba de despertarse, no vamos a irnos justamente ahora.— Contestó Naruto, de forma nerviosa y moviendo los puños de forma exagerada. A veces no soportaba el aura de superioridd que rodeaba al Hyuuga.

Neji miró a Sai y seguidamente a Shikamaru. Éstos sin necesidad de mediar palabra, agarraron a Naruto por los hombros y salieron de la habitación. Una vez a solas con Mei, el Hyuuga activó su byakugan y analizó el flujo de chakra de la kunoichi.

—Haz circular tu chakra—ordenó el Hyuuga, haciendo que Mei no entienda nada-. Haz aparecer las garras—aclaró finalmente.

Mei hizo aparecer las garras de chakra en sus manos bajo la atenta mirada de Neji. Durante unos largos instantes permanecieron así, Mei sin moverse y él mirando, hasta que la kunoichi empiezó a sentir como su cuerpo se resentía por las heridas y el desgaste de chakra.

—Bien, ya entiendo...—murmura el Hyuuga, desactivando su byakugan—Procura no usar tu chakra durante los próximos días, o podrías tener serios problemas, descansa. Nos veremos próximamente.— Finalizó, saliendo de la habitación y dejando paso a Shikamaru.

—¿Y bien?, ¿qué se supone que te dijo?—preguntó el Nara con curiosidad.

-Nada, quiso ver mi chakra y dijo que ya nos veríamos.

- No entiendo por qué Neji se interesaría en algo así...Puede ser problemático.

XxX

En el pequeño edificio de madera que ahora hacía la función de cuartel del departamento de tortura e interrogación ANBU, Ibiki mantenía a dos presos en una celda, custodiada por 3 ANBU. Los reos estaban en un estado lamentable, llenos de heridas, moretones y marcas varias. Durante una semana habían recibido las torturas psicológicas de Ibiki Morino, que trabajaba conjuntamente con Inoichi Yamanaka para extraer información que fuera de utilidad a la hoja.

Alrededor de una pequeña mesa cuadrada se sentaban los mencionados shinobis, discutiendo sobre la información que pudieron conseguir de la mente de los enemigos.

—A parte de lo que te he comentado, no puedo profundizar más en sus mentes...Hay alguna especie de bloqueo que me expulsa fuera del cerebro de todos ellos.—Comentó Inoichi, mientras tomaba un poco de café. Habían estado toda la noche trabajando y estaba bastante cansado.

—Seguramente alguien selló sus recuerdos...Y seguramente hayan hecho lo mismo con ella—dijo Ibiki, rascándose la barbilla, reflexionando—debemos encontrar a alguien experto en técnicas de sellado.

- En estos momentos contamos con un único shinobi que domine el fuinjutsu a nivel alto.—Dijo Inoichi- Kakashi Hatake.

XxX

Después de estar un par de noches en el hospital, Mei fue dada de alta y regresó a casa de los Nara. Ya hacía 5 días que estaba con ellos, y a cada día que pasaba la kunoichi apreciaba más y más a esa pequeña familia y gran clan. Debido a que no podía usar su chakra, había pasado los días ayudando a Yoshino con tareas ligeras de la casa, liberado de ratones la despensa de la familia y jugado al Shogui con Shikamaru. Su habilidad en el juego no había mejorado en absoluto y siempre era vencida por el joven Nara.

También había descubierto que le encantaba tumbarse en el jardín, bajo el sol y notar como el calor invadía su cuerpo, mientras notaba la presencia de Shikamaru cerca. De vez en cuando también leía alguno de los libros sobre hierbas medicinales y recibía la visita de Naruto, Chouji, Sai o Sakura e Ino.

Con Sai se había establecido una curiosa amistad; Mei solía tener muchas dudas respecto a la psique humana y se las exponía al artista, el cual al haber leído muchos libros sobre el tema, siempre le daba una respuesta lógica y científica. Aunque al parecer el resto de jóvenes shinobis no parecían estar de acuerdo casi nunca con esas respuestas.

Era una tarde calurosa, Mei y Shikamaru estaban sentados en el suelo, jugando al shougui en la habitación de él. Mei volvía a vestir una camiseta de algodón de color burdeos y unos pantalones cortos negros ya que con las altas temperaturas era imposible llevar yukata, igual que había tenido que recoger su pelo en una trenza corta. Shikamaru no llevaba el chaleco de chunin y simplemente vestía un pantalón negro de algodón y luna camiseta igual.

—No puede ser...No entiendo qué hago mal—se quejó Mei, moviendo una ficha, antes de ser derrotada por el Nara—. Ya no quiero jugar más, mejor voy a leer un rato.—Al decir esto, se levantó con un poco de dificultad por su cojera, ya que todavía se estaba recuperando de la herida del muslo.

—Pensaba que no íbamos a parar nunca...4 partidas de Shougui son demasiadas en un día—se quejó Shikamaru, suspirando aliviado ante la idea de parar de jugar—. ¿Cómo es que te has aficionado a leer sobre hierbas medicinales?—preguntó al ver como la kunoichi intentaba alcanzar un libro que estaba a bastante altura en una estantería de madera.

—Sai me dijo que me sería útil en un futuro—respondió Mei, poniéndose de puntillas y alargando el brazo-. Mpf...- de repente notó un dolor agudo en la pierna, donde las cuerdas de Renzo le habían herido ligamentos y parte de la musculatura.

Shikamaru la observó y suspiró. Su inquilina era muy terca y nunca pedía ayuda. Tras hacer que se sentara en su futón, él mismo se puso de puntillas, se apoyó con una mano a uno de los estantes y alcanzó el libro.

—No estaba tan alto...—comentó el Nara justo cuando apoyó su peso en la estantería de la librería, haciendo que el mueble se desequilibrara y le cayera encima.

—¡Shikamaru!—gritó Mei, poniéndose en pie y acercándose al montón de madera y libros que ahora estabandesperdigados por el suelo—uf...pensé que te habías hecho daño—suspiró al ver como el shinobi aparecía de debajo de la estantería, un poco despeinado y con unos pocos arañazos en el rostro.

Shikamaru se quitó los libros de encima y se sentó en medio de todo el desastre, mientras Mei hacía lo mismo.

—Que desastre...habrá que ordenarlo todo de nuevo—comentó el Nara, suspirando con resignación mientras se rascaba la nuca—.Espero que algún día lo que tenga que ver contigo deje de ser problemático...—Al decir esto, y no recibir respuesta, se percató que la kunoichi lo estaba mirando fijamente, estática—. Ésto me resulta familiar, ¿de qué se trata ésta vez?, ¿un insecto?, ¿alguna marca extraña en mi cara?—preguntó, gesticulando con las manos. Pero Mei siguió sin moverse durante un rato más, sentada a pocos centímetros del shinobi y con los grandes ojos verdes clavados en él—. Mei...Éstas situaciones me ponen un poco nervioso...—comenta el Nara, con una sonrisa producida por la tensión.

—Sangre—dijo Mei en voz baja, casi inaudible—. Tienes sangre...

Ésta vez Mei se apoyó en las manos, y se inclinó hacia Shikamaru, acercándose de repente y quedando encima de él. El Nara por su parte mantenía su posición, sentado aunque un poco reclinado hacia atrás, sin entender muy bien los movimientos de la kunoichi.

Entonces, el tiempo pareció detenerse durante unos segundos. Shikamaru veía como Mei acercaba su cara a la de él repentinamente, notando su aliento en las mejillas por primera vez y sintiendo después una sutil humedad deslizarse por una de las comisuras de sus labios, rozándolos ligeramente.

El pulso del Nara se desbocó, y si ya tenía calor anteriormente, su temperatura corporal había aumentado hasta niveles insospechados, haciendo que su cuerpo ardiera.

Mei le había lamido la comisura de los labios inesperadamente, para luego mirarlo por un momento con cara de satisfacción, volviéndose a sentar y a separarse de él.

—Tenías una herida—comentó la kunoichi, con total normalidad—he lamido tu sangre—. Explicó con una sonrisa sincera.

—Pe...Pero...¿Por qué?—consiguió preguntar el Nara, mientras se pasaba el dorso de la mano por la frente, secándose el sudor que le provocaban los nervios.

—Donde vivía, limpiar las heridas de alguien era señal de agradecimiento y confianza—aclaró la kunoichi, sin entender el motivo de la pregunta—. ¿No debería haberlo hecho?—cuestionó, con expresión preocupada.

—No...No...—Shikamaru suspió profundamente con los ojos cerrados por unos segundos para calmarse, y finalmente consiguió hablar de manera fluida—. No creo que sea algo malo...Es simplemente que aquí éstas cosas tienen un significado diferente. Procura no volver a hacerlo, o alguien podría malinterpretarte.—Dicho esto se puso en pie y se dispuso a salir de la habitación-. Voy un momento a refrescarme, hace demasiado calor.

—Tal vez tienes fiebre.—Comentó la kunoichi viendo como su anfitrión salía del dormitorio.

XxX

Shizune llevaba varias horas realizando la autopsia al cuerpo decapitado que le habían traído. Se trataba de Renzo, el maestro de las cuerdas de la vida, un famoso shinobi renegado de la aldea oculta de la roca que tras planear un golpe de estado huyó a las montañas. Tras analizar el cuerpo y la cabeza, Shizune había redactado un informe médico que enviaría a Tsunade junto a las observaciones detalladas que Neji Hyuuga había realizado sobre el flujo de chakra de Mei Asakura.

En breves se organizaría una guerra donde por primera vez las 5 naciones lucharían juntas contra un enemigo en común, debido a esto, las villas principales estaban ocupadas organizando los diferentes escuadrones, equipos de logística y organizaciones tácticas para la batalla. Pero un problema como el que se presentaba en esa ocasión también requería de atención inmediata.

Un numeroso grupo de shinobis rebeldes que se alojaban en las montañas parecían ir tras Mei e Ibiki Morino estaba centrado buscando a culpable de ésta persecución, no era la primera vez que el jonin se veía relacionado en conflictos con el grupo de renegados de las montañas.

Shizune había escuchado historias que relataban como el líder de la fuerza de interrogación y tortura de Konoha había tenido un gran combate contra el antiguo líder de los renegados de las montañas, también conocidos como la Garra del Oso, haciendo que éste último desapareciera del mapa y nunca más se supiera sobre él.

Habían rumores que decían que el antiguo líder, Osamu, estaba encerrado en una prisión secreta en Konoha, otros comentaban que Ibiki lo había matado y había hecho desaparecer el cadáver...

Shizune suspiró mientras estiraba sus brazos y escuchó crujir los huesos de su espalda. Entre el deber de organizar a un equipo médico para la guerra y encargarse de que los almacenes de medicinas estuvieran bien abastecidos, no había tenido tiempo para ella.

Finalmente decidió acabar su jornada laboral, recogió los utensilios de la autopsia, guardó el cuerpo en un pergamino y salió del pequeño cuarto que hacía de morgue. Al abrir la puerta, se encontró con su compañero, con quien compartía su poco tiempo libre y con quien decidió compartir su vida hacía unos meses.

El jonin sonríó al verla salir y se acercó a ella, posando las manos en los hombros femeninos y depositando un tierno beso en su frente.

—Llevas muchas horas ahí encerrada, vamos a comer.—Dijo el shinobi, mientras apartaba un mechón de pelo de la cara de la kunoichi médico.

—Sí...No creo que Tsunade-sama me solicite más por hoy, vamos, Yamato-kun. —Aceptó Shizune, sonriendo.

XxX

Un hombre de verde esperaba apoyado en la puerta de madera que daba con el jardín de los Nara Había sido convocado por la Quinta para ser informado sobre su nueva función respecto a una nueva kunoichi.

Yoshino salió de la gran casa de madera e indicó al hombre que podía entrar. Una vez en la sala de estar, Mei bajó las escaleras, descalza y con el pelo alborotado. La noche anterior había jugado al Shougi con Shikamaru hasta tarde, así que durmió más de la cuenta, mientras que el Nara tuvo que madrugar para ir a una misión.

—Hola Mei-Chan, me alegra ver que estás recuperada.—Saludó Gai, con una gran sonrisa brillante. Al ver que la kunoichi simplemente lo observaba, siguió hablando—. He hablado con Tsunade-sama y me ha pedido que entrene taijutsu contigo, ya que por lo visto hay algún tipo de problema con tu chakra.

—¿Problema...?—preguntó Mei, sin acabar de entender lo que el Jonin le decía. Nadie le había dicho directamente que tuviera problemas con su chakra.

—Supongo que ya te informaran como es debido cuando sea el momento. Tsunade-sama también quiere que te informe que mañana ya puedes ir a tu casa, dijo algo como que ya no estarías sola...—intentó recordar Gai, frotándose la barbilla con dos dedos a modo reflexivo—en fin, en cuanto al entrenamiento, empezaremos en dos días, en el campo 7 a las 6 am. También estará Rock Lee, que te ayudará a desarrollar tu pasión juvenil. Eso es todo, ¡hasta el entrenamiento Mei-chan!—se despidió Gai, mientras sonreía de nuevo muy animadamente y salió por la puerta de la casa caminando sobre sus manos.

Yoshino miraba a Mei con un deje de lástima. Iba a extrañar no tener a la joven kunoichi en casa. Cuando Shikamaru y Shikaku no estaban en casa, ellas dos se hacían compañía, mantenían largas charlas, e incluso Yoshino había enseñado a coser a Mei.

La kunoichi seguía de pie en el último escalón, sin decir nada, hasta que finalmente miró a Yoshino a los ojos, con una mirada intensa y melancólica. Entonces, sin previo aviso, Mei realizó unos sellos y se transformó en una gata negra de grandes ojos verdes que subió las escaleras a gran velocidad.

—A mi tampoco me apetece que te marches, pequeña...—Susurró Yoshino, sin sorprenderse por la actitud de su inquilina. Finalmente se dirigió a la cocina a preparar la comida antes que llegaran su marido e hijo.

XxX

Mei estaba acurrucada en su futón, con la cola tapándole la cara. Sabía que no iba a estar en casa de los Nara de forma permanente y que una vez que él volviera, debería regresar a su propio hogar. Pero allí se sentía sola la mayor parte del tiempo. Odiaba irse así de repente también porque Shikamaru había estado un poco extraño desde el incidente de la estantería.

Evitaba estar demasiado cerca de ella o cuando se tumbaban en el jardín, él ya no miraba las nubes, la miraba a ella, y aunque el Nara nunca había sido una persona especialmente animada o activa, lo notaba más apagado que de costumbre. Esos cambios preocupaban a la kunoichi y tampoco sabía con quien hablar del tema.

Una tarde Sai fue a visitarla y ella aprovechó para comentarle la situación, el ANBU le explicó que no había hecho nada malo, que en los libros se explicaba que si dos personas se llevan bien y tienen confianza, no era de extrañar que hubiera contacto cercano entre ellas. Aunque por lo visto Sai no encontró nada relacionado con lo de lamer heridas ajenas, por lo que concluyeron que era una conducta más felina que humana, y tal vez por eso el joven Nara se sentía incómodo. Él era un humano, no un gato.

Mei se hallaba divagando en sus pensamientos, con los ojos cerrados cuando escuchó el sonido de alguien que subía por las escaleras y poco después abría la puerta corredera de su habitación. Sin abrir los ojos, olió a Shikamaru. Luego notó el peso del cuerpo de él al sentarse en el futón, fue entonces cuando Mei abrió un ojo para verlo.

—Te han dicho que no puedes usar chakra, Mei—Comentó el Nara, con una expresión seria en el rostro—. Utilizar el henge no jutsu va consumiendo tu chakra, y puede que vuelvas a colapsar...vuelve a tu forma normal.—Pidió finalmente en tono firme.

—No por el momento, estoy bien, si noto que me debilito, volveré de inmediato.—Respondió la gata negra.

—¿Por qué te has transformado en gato?, ¿Pretendes desperdiciar tus últimos dos días aquí durmiendo?— preguntó el Nara, en un tono más relajado—. Nunca había hablado con un gato, es extraño.

—Los gatos no lloran.—Respondió Mei. Inesperadamente notó la mano del Nara deslizarse por su lomo, acariciándola.

—Sé que te vas a ir, pero vives relativamente cerca y nos vamos a ir viendo, a parte que vendrás a casa a ver a mi madre y seguramente a cenar de vez en cuando.—Dijo el Nara, acariciando a la gata negra, notando una suave vibración del pequeño cuerpo— Así que ahora ronroneas...

—No quiero que estés enfadado conmigo, llevo días notándote algo diferente y me molesta. No quiero irme sin que me expliques qué te sucede. Le pregunté a Sai pero no encontramos ninguna respuesta lógica a tu reacción.—Comenta la pequeña gata, diciéndolo todo del tirón mientras se sientaba y miraba fijamente al Nara.

Shikamaru sonrió, la escena en si era cómica, un shinobi sentado en un futón hablando con un gato. El Nara posó sus manos bajo las patas delanteras de la gata y la levantó, sujetándola delante de su rostro.

—No habéis encontrado ninguna respuesta lógica, porque lo que creo que me sucede no tiene lógica. Cuando encuentre la manera más sencilla de explicártelo, ten por seguro que lo haré. De mientras no te sientas mal, no era consciente que estaba actuando raro, lo siento.—Finalizó el Nara, sonriendo.

La gata movió sus patas delanteras, como pidiendo que la acercara más a su rostro. Shikamaru dudó por unos segundos, ya que las acciones de su inquilina eran siempre imprevisibles, pero finalmente la acercó más a él. Mei lo miró y le lamió la punta de la nariz, haciendo que el Nara empezara a reír.

—Ya estoy mejor, gracias.—Dijo la gata, mientras Shikamaru la dejaba de nuevo en el futón.

—En tu forma felina me parece hasta normal que me lamas—comentó el Nara con una gran sonrisa-. ¡A parte hace cosquillas!

En el pequeño edificio de madera que ahora hace la función de cuartel del departamento de tortura e interrogación ANBU, Ibiki mantiene a dos presos en una celda con 2 presos en su interior, custodiada por 3 ANBU. Los reos están en un estado lamentable, llenos de heridas, moretones y marcas varias. Durante una semana habían recibido las torturas psicológicas de Ibiki Morino, que trabajaba conjuntamente con Inoichi Yamanaka para extraer información que fuera de utilidad a la hoja.

Alrededor de una pequeña mesa cuadrada se sentaban los mencionados shinobis, discutiendo sobre la información que pudieron conseguir de la mente de los enemigos.

- A parte de lo que te he comentado, no puedo profundizar más en sus mentes...Hay alguna especie de bloqueo que me expulsa fuera del cerebro de todos ellos.-Comenta Inoichi, mientras toma un poco de café. Habían estado toda la noche trabajando y estaba bastante cansado.

- Seguramente alguien selló sus recuerdos...Y seguramente hayan hecho lo mismo con ella- dice Ibiki, rascándose la barbilla, reflexionando- debemos encontrar a alguien experto en técnicas de sellado.

- En estos momentos contamos con un único shinobi que domine el fuinjutsu a nivel alto.- Dice Inoichi- Kakashi Hatake.

XxX

Después de estar un par de noches en el hospital, Mei fue dada de alta y regresó a casa de los Nara. Ya hacía 5 días que estaba con ellos, y a cada día que pasaba la kunoichi apreciaba más y más a esa pequeña familia y gran clan. Debido a que no podía usar su chakra, había pasado los días ayudando a Yoshino con tareas ligeras de la casa, liberado de ratones la despensa de la familia y jugado al Shogui con Shikamaru. Su habilidad en el juego no había mejorado en absoluto y siempre era vencida por el joven Nara.

También había descubierto que le encantaba tumbarse en el jardín, bajo el sol y notar como el calor invadía su cuerpo, mientras notaba la presencia de Shikamaru cerca. De vez en cuando también leía alguno de los libros sobre hierbas medicinales y recibía la visita de Naruto, Chouji, Sai o Sakura e Ino.

Con Sai se había establecido una curiosa amistad; Mei solía tener muchas dudas respecto a la psique humana y se las exponía al artista, el cual al haber leído muchos libros sobre el tema, siempre le daba una respuesta lógica y científica. Aunque al parecer el resto de jóvenes shinobis no parecían estar de acuerdo casi nunca con esas respuestas.

Era una tarde calurosa, Mei y Shikamaru estaban sentados en el suelo, jugando al shougui en la habitación de él. Mei volvía a vestir una camiseta de algodón de color burdeos y unos pantalones cortos negros ya que con las altas temperaturas era imposible llevar yukata, igual que había tenido que recoger su pelo en una trenza corta. Shikamaru no llevaba el chaleco de chunin y simplemente vestía un pantalón negro de algodón y la clásica camisa ninja de rejilla.

- No puede ser...No entiendo qué hago mal- se queja Mei, moviendo una ficha, antes de ser derrotada por su el Nara-. Ya no quiero jugar más, mejor voy a leer un rato.- Al decir esto, se levanta con un poco de dificultad por su cojera, ya que todavía se estaba recuperando de la herida del muslo.

- Pensaba que no íbamos a parar nunca...4 partidas de Shougui son demasiadas en un día- dice Shikamaru, suspirando aliviado ante la idea de parar de jugar-. ¿Cómo es que te has aficionado a leer sobre hierbas medicinales?- pregunta al ver como la kunoichi intenta alcanzar un libro que está a bastante altura en una estantería de madera.

- Sai me dijo que me sería útil en un futuro- responde Mei, poniéndose de puntillas y alargando el brazo-. Mpf...- de repente nota un dolor agudo en la pierna derecha, donde las cuerdas de Renzo le habían herido ligamentos y parte de la musculatura.

Shikamaru la observa y suspira, su inquilina era muy terca. Tras hacer que se siente en su futón, él mismo se pone de puntillas, se apoya con una mano a uno de los estantes y alcanza el libro.

- No estaba tan alto...-comenta el Nara justo cuando apoya su peso en la estantería de la librería, haciendo que el mueble se desequilibre y le caiga encima.

- ¡ Shikamaru!- grita Mei, poniéndose en pie y acercándose al montón de madera y libros que ahora están desperdigados por el suelo- uf...pensé que te habías hecho daño- suspira al ver como el shinobi aparece de debajo de la estantería, un poco despeinado y con unos pocos arañazos en el rostro.

Shikamaru se quita los libros de encima y se sienta en medio de todo el desastre, mientras Mei hace lo mismo.

- Que desastre...habrá que ordenarlo todo de nuevo- comenta el Nara, suspirando con resignación mientras se rasca la nuca-. Espero que algún día lo que tenga que ver contigo deje de ser problemático...-Al decir esto, y no recibir respuesta, se percata que la kunoichi lo está mirando fijamente, estática-. Ésto me resulta familiar, ¿de qué se trata ésta vez?, ¿un insecto?, ¿alguna marca extraña en mi cara?- pregunta, gesticulando con las manos, pero Mei sigue sin moverse durante un rato más, sentada a pocos centímetros del shinobi y con los grandes ojos verdes clavados en él-. Mei...Éstas situaciones me ponen un poco nervioso...-comenta el Nara, con una sonrisa nerviosa.

- Sangre- dice Mei, en voz baja, casi inaudible-. Tienes sangre...

Ésta vez Mei se apoya en las manos, y se inclina hacia Shikamaru, acercándose de repente y quedando encima de él. El Nara por su parte mantiene su posición, sentado aunque un poco reclinado hacia atrás, sin entender muy bien los movimientos de la kunoichi.

Entonces, el tiempo parece pararse durante unos segundos. Shikamaru ve como Mei acerca su cara a la de él repentinamente, notando su aliento en las mejillas por primera vez, y sintiendo después una sutil humedad deslizarse por una de las comisuras de sus labios, rozándolos ligeramente.

El pulso del Nara se desboca, y si ya tenía calor anteriormente, su temperatura corporal había aumentado hasta niveles insospechados, haciendo que su cuerpo ardiera.

Mei le había lamido la comisura de los labios inesperadamente, para luego mirarlo por un momento con cara de satisfacción, volviéndose a sentar y a separarse de él.

- Tenías una herida- comenta la kunoichi, con total normalidad- he lamido tu sangre-. Explica con una sonrisa sincera.

-Pe...Pero...¿Por qué?- consigue preguntar el Nara, mientras se pasa el dorso de la mano por la frente, secándose el sudor que le provocaban los nervios.

- Donde vivía, limpiar las heridas de alguien era señal de agradecimiento y confianza- aclara la kunoichi, sin entender el motivo de la pregunta-. ¿No debería haberlo hecho?- cuestiona, con expresión preocupada.

- No...No...-Shikamaru suspira profundamente con los ojos cerrados por unos segundos para calmarse, y finalmente consigue hablar de manera fluida-. No creo que sea algo malo...Es simplemente que aquí éstas cosas tienen un significado diferente. Procura no volver a hacerlo, o alguien podría malinterpretarte.- Dicho esto se pone en pie y se dispone a salir de la habitación-. Voy un momento a refrescarme, hace demasiado calor.

-Tal vez tienes fiebre.- Comenta la kunoichi viendo como su anfitrión sale del dormitorio.

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Shizune llevaba varias horas realizando la autopsia al cuerpo decapitado que le habían traído. Se trataba de Renzo, el maestro de las cuerdas de la vida, un famoso shinobi renegado de la aldea oculta de la roca que tras planear un golpe de estado huyó a las montañas. Tras analizar el cuerpo y la cabeza, Shizune había redactado un informe médico que enviaría a Tsunade junto a las observaciones detalladas que Neji Hyuuga había realizado sobre el flujo de chakra de Mei Asakura.

En breves se organizaría una guerra donde por primera vez las 5 naciones lucharían juntas contra un enemigo en común, debido a esto, las villas principales estaban ocupadas organizando los diferentes escuadrones, equipos de logística y organizaciones tácticas para la batalla. Pero un problema como el que se presentaba en esa ocasión también requería de atención inmediata.

Un numeroso grupo de shinobis rebeldes que se alojaban en las montañas parecían ir tras Mei e Ibiki Morino estaba centrado buscando a culpable de ésta persecución, no era la primera vez que el jonin se veía relacionado en conflictos con el grupo de renegados de las montañas.

Shizune había escuchado historias que relataban como el líder de la fuerza de interrogación y tortura de Konoha había tenido un gran combate contra el antiguo líder de los renegados de las montañas, haciendo que éste último desapareciera del mapa y nunca más se lo viera.

Habían rumores que decían que el antiguo líder, Osamu, estaba encerrado en una prisión secreta en Konoha, otros comentaban que Ibiki lo había matado y había hecho desaparecer el cadáver...

Shizune suspira mientras estira sus brazos y escucha crujir los huesos de su espalda. Entre el deber de organizar a un equipo médico para la guerra y encargarse de que los almacenes de medicinas estuvieran bien abastecidos, no había tenido tiempo para ella.

Finalmente decide acabar su jornada laboral, recoge los utensilios de la autopsia, guarda el cuerpo en un pergamino y sale del pequeño cuarto que hacía de morgue. Al abrir la puerta, se encuentra con su compañero, con quien compartía su poco tiempo libre y con quien decidió compartir su vida hacía unos meses.

El jonin sonríe al verla salir y se acerca a ella, posando las manos en los hombros femeninos y depositando un tierno beso en su frente.

- Llevas muchas horas ahí encerrada, vamos a comer.- Dice el shinobi, mientras aparta un mechón de pelo de la cara de la kunoichi médico.

- Sí...No creo que Tsunade-sama me solicite más por hoy, vamos, Yamato-kun. - Aceptó Shizune, sonriendo.

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Un hombre de verde esperaba apoyado en la puerta de madera que daba con el jardín de los Nara Había sido convocado por la Quinta para ser informado sobre su nueva función respecto a una nueva kunoichi.

Yoshino sale de la gran casa de madera e indica al hombre que puede entrar. Una vez en la sala de estar, Mei baja las escaleras, descalza y con el pelo alborotado. La noche anterior había jugado al Shougi con Shikamaru hasta tarde, así que durmió más de la cuenta, mientras que el Nara tuvo que madrugar para ir a una misión.

- Hola Mei-Chan, me alegra ver que estás recuperada.- Saluda Gai, con una gran sonrisa brillante. Al ver que la kunoichi simplemente lo mira, sigue hablando-. He hablado con Tsunade-sama y me pedido que entrene taijutsu contigo, ya que por lo visto hay algún tipo de problema con tu chakra.

- ¿Problema...?- pregunta Mei, sin acabar de entender lo que el Jonin le decía. Nadie le había dicho directamente que tuviera problemas con su chakra.

- Supongo que ya te informaran como es debido cuando sea el momento. Tsunade-sama también quiere que te informe que mañana ya puedes ir a tu casa, dijo algo como que ya no estarías sola...- intenta recordar Gai, frotándose la barbilla con dos dedos a modo reflexivo- en fin, en cuanto al entrenamiento, empezaremos en dos días, en el campo 7 a las 6 am. También estará Rock Lee, que te ayudará a desarrollar tu pasión juvenil. Eso es todo, ¡hasta el entrenamiento Mei-chan!- se despide Gai, mientras sonríe de nuevo muy animadamente y sale por la puerta de la casa.

Yoshino miraba a Mei con un deje de lástima. Iba a extrañar no tener a la joven kunoichi en casa. Cuando Shikamaru y Shikaku no estaban en casa, ellas dos se hacían compañía, mantenían largas charlas, e incluso Yoshino había enseñado a coser a Mei.

La kunoichi seguía de pie en el último escalón, sin decir nada, hasta que finalmente miró dirección a Yoshino a los ojos, con una mirada intensa. Entonces, sin previo aviso, Mei realizó unos sellos y se transformó en una gata negra de grandes ojos verdes que subió las escaleras a gran velocidad.

- A mi tampoco me apetece que te marches, pequeña...- Susurra Yoshino, sin sorprenderse por la actitud de su inquilina. Finalmente se dirige a la cocina a preparar la comida antes que llegaran su marido e hijo.

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Mei estaba acurrucada en su futón, con la cola tapándole la cara. Sabía que no iba a estar en casa de los Nara de forma permanente y que una vez que él volviera, debería regresar a su propio hogar. Pero allí se sentía sola la mayor parte del tiempo. Odiaba irse así de repente también porque Shikamaru había estado un poco extraño desde el incidente de la estantería.

Evitaba estar demasiado cerca de ella o cuando se tumbaban en el jardín, él ya no miraba las nubes, la miraba a ella, y aunque el Nara nunca había sido una persona especialmente animada o activa, lo notaba más apagado que de costumbre. Esos cambios preocupaban a la kunoichi y tampoco sabía con quien hablar del tema.

Una tarde Sai fue a visitarla y ella aprovechó para comentarle la situación, el ANBU le explicó que no había hecho nada malo, que en los libros se explicaba que si dos personas se llevan bien y tienen confianza, no era de extrañar que hubiera contacto cercano entre ellas. Aunque por lo visto Sai no encontró nada relacionado con lo de lamer heridas ajenas, por lo que concluyeron que era una conducta más felina que humana, y tal vez por eso el joven Nara se sentía incómodo. Él era un humano, no un gato.

Mei se hallaba divagando en sus pensamientos, con los ojos cerrados cuando escuchó el sonido de alguien que subía por las escaleras y poco después abría la puerta corredera de su habitación. Sin abrir los ojos, olió a Shikamaru. Luego notó el peso del cuerpo de él al sentarse en el futón, fue entonces cuando Mei abrió un ojo para verlo.

-Te han dicho que no puedes usar chakra, Mei- Comenta el Nara, con una expresión seria en el rostro-. Utilizar el henge no jutsu va consumiendo tu chakra, y puede que vuelvas a colapsar...vuelve a tu forma normal.- Pide finalmente, con tono firme.

- No por el momento, estoy bien, si noto que me debilito, volveré de inmediato.- Responde la gata negra.

- ¿Por qué te has transformado en gato?, ¿Pretendes desperdiciar tus últimos dos días aquí durmiendo?- pregunta el Nara, en un tono más relajado-. Nunca había hablado con un gato, es extraño.

- Los gatos no lloran.- Responde Mei. Inesperadamente nota la mano del Nara deslizarse por su lomo, acariciándola.

- Sé que te vas a ir, pero vives relativamente cerca y nos vamos a ir viendo, a parte que vendrás a casa a ver a mi madre y seguramente a cenar de vez en cuando.- Dice el Nara, acariciando a la gata negra, notando una suave vibración proviniente del pequeño cuerpo-. Así que ahora ronroneas...

- No quiero que estés enfadado conmigo, llevo días notándote algo diferente y me molesta. No quiero irme sin que me expliques qué te sucede. Le pregunté a Sai pero no encontramos ninguna respuesta lógica a tu reacción.- Comenta la pequeña gata negra, diciéndolo todo de un golpe mientras se sienta y mira fijamente al Nara.

Shikamaru sonríe, la escena en si era cómica, un shinobi sentado en un futón hablando con un gato. El Nara posa sus manos bajo las patas delanteras de la gata y la levanta, sujetándola delante de su rostro.

- No habéis encontrado ninguna respuesta lógica, porque lo que creo que me sucede no tiene lógica. Cuando encuentre la manera más sencilla de explicártelo, ten por seguro que lo haré. De mientras no te sientas mal, no era consciente que estaba actuando raro, lo siento.- Finaliza el Nara, sonriendo.

La gata mueve sus patas delanteras, como pidiendo que la acerque más a su rostro. Shikamaru duda por unos segundos, ya que las acciones de su inquilina son siempre imprevisibles, pero finalmente la acerca más a él. Mei lo mira y le lame la punta de la nariz, haciendo que el Nara empiece a reír.

- Ya estoy mejor, gracias.- Dice la gata, mientras Shikamaru la deja de nuevo en el futón.

- En tu forma felina me parece hasta normal que me lamas- comenta el Nara con una gran sonrisa-. ¡A parte hace cosquillas!

Al fin descubrí como utilizar en guión largo en openoffice :D, en éste capítulo vemos un pequeño acercamiento de Mei y Shikamaru, ¿Qué os pareció?, como siempre, cualquier opinión es bien recibida, un saludo!